HIPOCONDRIA DE ATENCIÓN PRIMARIA DE SALUD.

A pesar de la buena salud de la que parece gozar nuestro Sistema Sanitario, según todos los indicadores, en los últimos años se percibe en su funcionamiento una gran sensibilidad que le hace aparecer como triste, preocupado e incluso angustiado, habitualmente.

Estos problemas de salud del Sistema Sanitario se han venido ignorando sistemáticamente por cuantos dirigentes políticos o gestores han tenido la responsabilidad de su salud, al considerar que se trataba de una hipocondría. Y desde este diagnóstico es desde el que tan solo en contadas ocasiones en las que sus “aparentes” signos, síntomas o manifestaciones, hacen presagiar un empeoramiento general de su estado de salud, quienes deben mantenerlo sano, deciden actuar mediante la aplicación de medidas que, a pesar de saber que carecen de acción terapéutica, las prescriben por creer que con ellas se producirán efectos curativos, dejando pasar el tiempo sin que realmente se haga una intervención efectiva y eficaz sobre el problema o problemas que le aquejan.

El Sistema Sanitario es visto, oído, diagnosticado y  tratado desde una perspectiva biologicista, parcial y medicalizada que hace que muchos de sus problemas sean ignorados o, cuanto menos, tratados con medidas que lejos de solucionarlos los empeoran o cronifican.

La tristeza, preocupación y angustia de las que hablábamos anteriormente son consecuencia del mal funcionamiento, deterioro, dejación, inadecuado tratamiento… de los que es objeto la Atención Primaria a la que se le han venido aplicando los mismos tratamientos e incluso cuidados que se dan a la Atención Especializada, en general, y a los hospitales en particular, y que provocan importantes incompatibilidades y reacciones adversas que hacen que su vitalidad y fortaleza se vean mermadas o anuladas.

La atención exclusiva a la demanda, la anulación de programas y actividades de promoción de la salud, la sustitución de determinados servicios de prevención por otros de técnicas especializadas, la focalización de la atención en los centros de salud, la atención exclusiva a la enfermedad, la organización de los equipos en función de intereses corporativistas, el paso de racionalización de plantillas hacia el racionamiento de las mismas, la inadecuada, ineficaz e ineficiente asignación de recursos… se han ido incorporando en la Atención Primaria provocando esa falsa Hipocondría de la que es diagnosticada, a pesar de que su estado de salud es cada vez peor y de que sus manifestaciones ya no tan solo se limitan a la tristeza y preocupación constantes.

Los placebos que se le aplican, en forma de pseudoreformas organizativas por ejemplo,  tratan de engañar al propio Sistema y a quienes deben de sostenerlo, sin que realmente produzcan ningún efecto significativo y/o curativo al no recibirse ni percibirse por éstos con el convencimiento de que posean realmente tal acción, dando paso a la instauración de tratamientos muy invasivos e inadecuados (aumento de médicos y restricción de enfermeras por ejemplo) que agravan su estado general.

La escucha activa, una comunicación empática, un necesario feed-back, un adecuado equilibrio entre curar/cuidar, una atención integral, integrada e integradora que logren identificar de manera clara y específica las necesidades y demandas de la Atención Primaria, de la comunidad, de los usuarios/pacientes/familias y de sus profesionales en lugar de experimentos de ingeniería gerencial neoliberal y de tratamientos especializados de costosa factura y demostrada ineficacia facilitarían, sin duda, la recuperación de la alegría y vitalidad perdidas por la Atención Primaria y que tanta falta le hacen al conjunto del Sistema Sanitario.

Es preciso que se elimine la visión de la Atención Primaria como si de un enfermo imaginario o de un falso sano se tratase para aplicar los cuidados que permitan restaurar su salud y restablecer su autonomía, que tanta falta le hacen al Sistema Sanitario y a la Sociedad.

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