Hoy las noticias me han sorprendido con una información que no deja de ser, cuanto menos, merecedora de comentar.
La cadena SER difundía que la Comunidad de Madrid está trabajando para regular la prescripción de deporte por parte de los médicos de atención primaria, así como de dietas y nutrición que se alejen de los productos que se ofrecen en las máquinas expendedoras.
No seré yo quien, por supuesto, ponga en duda que la actividad física, más que el deporte, y una nutrición adecuada son fundamentales para mantener una vida saludable. Sin embargo sí que pongo en duda que tengan que ser los médicos en exclusiva y a través de una regulación que, casi con toda seguridad, blinde dicha prescripción para que nadie más la pueda hacer sin incurrir en “grave intrusismo”.
Dice el diccionario que la avaricia es el afán de poseer muchas riquezas por el solo placer de atesorarlas sin compartirlas con nadie. Y eso es lo que parecen tener los médicos al tratar de conseguir la exclusividad de una prescripción que vienen realizando otros profesionales desde hace mucho tiempo con competencias posiblemente mucho más específicas para ello como fisioterapeutas, nutricionistas, enfermeras, graduados en ciencias de la actividad física y el deporte…
Regular esta prescripción como si de un fármaco se tratase nos lleva a pensar sobre cuál será la próxima tentativa de exclusividad que pretendan con su clara voracidad y gula. ¿Nos querrán prescribir el aire que respiramos? ¿La luz que nos ilumina? ¿Los sonidos que percibimos o la música que escuchamos? ¿Las caricias? ¿Las palabras que pronunciamos?
Querer mantener un lugar de privilegio y un reconocimiento social a través de la capacidad exclusiva de decidir sobre lo que está bien o está mal para las personas y su salud en un intento de salud persecutoria como describe el Profesor Álvarez-Darder es no tan solo de una avaricia desmedida e injustificada sino de un despropósito mayúsculo.
Por supuesto que los médicos, como cualquier otro profesional o agente de la salud, tienen el derecho e incluso el deber de conocer y facilitar las mejores condiciones, conductas y actitudes para lograr una vida saludable, pero nunca para arrogarse su propiedad exclusiva de prescripción que suelen, además, trasladar como orden médica.
La salud es un derecho universal que precisa de la participación activa y efectiva de profesionales y ciudadanos y que requiere del consenso entre las partes para determinar cuál es la mejor respuesta a cada problema individual.
Me horroriza pensar que me tengan que dar una receta en la que se me diga que tengo que caminar determinado tiempo en dosis de mañana tarde y noche.
Y todo esto sin contar que más pronto que tarde los farmacéuticos, quieran incorporar su dispensación en sus oficinas comunitarias.
Y luego hablan de gran hermano.
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