¿Cuál es su profesión? Profesor Universitario.
Cuántas veces hemos escuchado y seguimos escuchando esta respuesta.
Y siempre que la he escuchado me ha parecido que se estaba intentando ocultar algo. Porque nadie estudia para ser Profesor de Universidad. Se puede trabajar como Profesor de Universidad, pero no es esa la profesión de quien lo hace. Para ser Profesor de Universidad uno tiene que haber cursado previamente estudios que le faculten en el marco de alguna disciplina, la que sea.
Así pues, yo soy enfermera y precisamente mi condición de enfermera me ha permitido y facultado para ser Profesor Universitario.
Se trata de una de las formas más exclusivas de invisibilización enfermera. La Universidad “viste” mucho y da esplendor y por tanto permite “tapar” de manera intelectual e incluso científica la condición de enfermera. Y digo que permite tapar, porque no entiendo el por qué de esa negación de lo que verdaderamente se es, enfermera. No es algo que suela suceder en otras disciplinas en las que, con independencia de lo que se haga, los profesionales se identifican como lo que son, es decir, biólogo, psicólogo, químico… pero no como Profesor Universitario.
Y esto que puede ser considerado como algo banal o sin mayor trascendencia, para mí la tiene y mucho.
Porque como docente en una ciencia concreta como en este caso es la enfermería, se debe tener claro cuál es la identidad profesional de quien como tal actúa. No hacerlo, ocultarla o enmascararla, conduce a que lo que se traslada como conocimiento que trata de construir la identidad profesional enfermera queda desvirtuado, desdibujado, enmascarado y, por tanto, se contribuye a la desvalorización de ser y sentirse enfermera y en consecuencia a la perpetuación de no poner en valor el orgullo de sentirse como tal.
La Universidad, como cualquier otro ámbito de actuación, no debería ser utilizado nunca como parapeto de la identidad enfermera. Todo lo contrario, debería utilizarse como caja de resonancia de dicha identidad, a través de la aportación docente que permite formar enfermeras competentes y consecuentes.
La enfermería, como profesión, tiene como objetivo el cuidado y el logro de la máxima autonomía de las personas a las que cuida y hacerlo de manera integral, integrada e integradora. Por lo tanto, esta máxima debería trasladarse a las aulas y aplicar dichos cuidados con las/os estudiantes. No parece muy razonable que los cuidados, esencia de la profesión enfermera, se abandonen por el hecho de que estemos ejerciendo como enfermeras en la Universidad. O, ¿es que en la Universidad no se puede/debe cuidar? Se tratará, en todo caso, de un cuidado adaptado a la población al que va dirigido. Pero cuidado, al fin y al cabo. Porque si no, ¿cómo se puede enseñar cuidados a quien teniendo la responsabilidad de cuidar no cuida? Cuidar trasciende el ámbito de la enfermedad y de la cura para situarse en la identificación de las necesidades de quienes están en nuestro entorno de actuación, sea este el que sea. Y la Universidad, por tanto, no es una excepción.
Pero, claro está, para hacerlo es necesario ser y sentirse enfermera. De lo contrario nos convertimos en meros transmisores de conocimientos/información exentos de los sentimientos y emociones que deben acompañarles, ausentes de la convicción enfermera, aislados del paradigma enfermero, para situarlos en el plano de la incorporación mecánica y deshumanizada que posteriormente será evaluada por una no menos incomprensible y absurda prueba de test en la que los estudiantes vomitan lo que previamente les ha sido embutido en clase. Se entra pues en un ciclo de alimentación y eliminación de conocimiento totalmente insalubre e incoherente con lo que se requiere para ser enfermera. Google, posiblemente, sea menos estresante y agresivo en este sentido.
Es curioso, porque hablamos de la necesidad de humanizar la atención sanitaria y descuidamos la humanización en la docencia. Hablamos del cuidado integral y fragmentamos en asignaturas como si de aparatos, órganos y sistemas se tratase. Hablamos de atender a la diversidad y reducimos el proceso de enseñanza-aprendizaje a la tiranía del power point. Hablamos de la atención más allá de la demanda y nos limitamos a dar respuesta a las clases que nos tocan. Hablamos de la necesaria atención continuada y queda circunscrita a la tutoría virtual. Hablamos de continuidad de cuidados y nos desentendemos del/la estudiante en cuanto acaban “nuestras” clases. Hablamos de favorecer la autoestima y el autocuidado y actuamos como protagonistas exclusivos del proceso de enseñanza/aprendizaje. Hablamos de salir del nicho ecológico de la consulta enfermera y nos parapetamos en nuestros despachos. Hablamos de participación comunitaria y excluimos a las/os estudiantes de la toma de decisiones en su proceso de enseñanza/aprendizaje. Hablamos de atender individualmente y damos respuestas docentes estandarizadas. Hablamos de una evaluación consensuada y compartida y la reducimos a un examen tipo test en el que vomitar el conocimiento de apuntes. Y estas son, tan solo algunas de las consecuencias, de dejar de sentirse enfermera para pasar a ser Profesor de Universidad.
Las/os estudiantes son personas que tienen necesidades específicas que hay que atender desde la perspectiva enfermera para que puedan ser capaces de interiorizar la importancia de ser y sentirse enfermeras. Lo contrario es un mero y mecánico proceso de producción de enfermeras para incorporarlas aun no menos incomprensible modelo de atención sanitaria. De esta manera se cierra el círculo perfecto de la falta de identidad enfermera.
Tan solo quienes, como sucede en muchos casos, son y se sienten enfermeras son capaces de trasladar este sentimiento de pertenencia y de orgullo profesional al aula para trasladar el conocimiento enfermero más allá de lo puramente académico y reglamentario y situarlo en el plano experiencial de quienes están llamadas/os a ser enfermeras que deberán cuidar a personas, familias y comunidad. La empatía, la escucha activa, el acompañamiento, el consenso en la construcción del conocimiento, la participación activa, el análisis reflexivo, la capacidad crítica, el debate… deben formar parte del cuidado integral, integrado e integrador del proceso de enseñanza/aprendizaje prestado por las enfermeras docentes.
La autonomía de la que gozan las enfermeras docentes en la Universidad debe servir para poder construir espacios de conocimiento enfermero que construyan esa identidad enfermera que después debe proyectarse en la sociedad y en los escenarios inciertos en los que se van a integrar las futuras enfermeras y no para olvidar lo que son, enfermeras, y ocultarse en la etiqueta aparente de Profesor de Universidad.
No se trata de ir diciendo a todas horas que se es enfermera. No hace falta. Se trata de imprimir en todas las acciones esa impronta enfermera que contribuirá a modelar la imagen enfermera de quien en algún momento decidió que esa era la identidad profesional que quería. La generación de referentes enfermeros, de los que tan faltos estamos, se inicia en la universidad identificándolos e incorporándolos como tales en la construcción enfermera. El conocimiento enfermero no surge por generación espontánea, lo generan, fortalecen y desarrollan enfermeras referentes en todos los ámbitos de actuación que deben ser identificados y valorados por docentes y estudiantes.
La mercantilización progresiva en la que ha entrado la universidad hace que las/os estudiantes sean identificados como meros productos de mercado con los que obtener beneficios al menor coste posible. Contribuir como docentes y como enfermeras a ese sistema es tanto como traicionar los principios básicos de lo que significa ser y sentirse enfermera. La docencia no puede ni debe pasar a ser algo residual en la universidad en favor de la investigación. La Universidad es la cuna del conocimiento y de la trasmisión del mismo. ¿De qué sirve generar nuevo conocimiento a través de la investigación si después no se contribuye de manera eficaz y saludable a su transmisión? La investigación como mecanismo productivo de rankings universitarios tienden a la competencia agresiva, al aislamiento científico y al abandono de la docencia por considerarla una labor menor en el exclusivo club en el que están convirtiendo a la Universidad. Club al que les resultará cada vez más difícil acceder a las enfermeras si se continúa con la dinámica que se ha instaurado y que arrincona y dificulta cada vez más el acceso al mismo.
El conocimiento no es un perfume, ni un coche, ni un móvil que se compra como parte del sistema consumista en el que estamos instalados. Incorporarlo como tal tiene las graves consecuencias de mercadear con él para intereses que se alejan totalmente de los principios básicos del aprendizaje y que últimamente hemos tenido oportunidad de identificar sus efectos. Y esto que es aplicable a cualquier disciplina, adquiere una mayor relevancia en la enfermería por cuanto la salud tampoco debe ser identificada como un mero objetivo de negocio. Como enfermeras no debemos contribuir al deterioro de la docencia en la universidad. Investigar, por supuesto, pero sin olvidar la importancia de la docencia humanista, cercana, accesible, equitativa, integral, personalizada y participativa. Pero para lograrlo, lo primero que tenemos que hacer es no olvidar lo que somos, enfermeras.
Me alegra leer estas palabras, esa convicción latente que muchos tenemos y no nos es posible hacer viable por la creación de esas élites docentes.
El prefesorado debe tocar tierra, conocer la visión del campo de trabajo y no sólo el marcó teórico que aunque es de suma. Importancia se trabaja de mala manera imitando a otras profesiones en la estructura de estudio.
Metodología enfermera 100% y solo así cambiaremos lo que se es ahora por lo que queremos ser.
Totalmente de acuerdo Franciasco
Un abrazo
Me encanta lo que escribes y como lo escribes. Totalmente de acuerdo.
Gracias Francesca
Un abrazo
Te felicito por tu escrito, totalmente de acuerdo con él. Comparto cada una de las palabras de tu reflexión.
Me reconforta pensar que en muchas universidades, hay enfermeras y enfermeros que compartimos esta pasión: transmitir la esencia de la disciplina enfermera desde la universidad. Con convicción, con conocimiento y con pasión.
Un abrazo.
Muchas gracias Guadalupe
Un abrazo
Lo de profesor universitario tiene bastante semejanza con la respuesta de «profesión: funcionario».