Hoy se celebra el día del trabajo y por tanto también el día del trabajador/a.
Me parece oportuno recordarlo en el caso concreto de las enfermeras porque en muchas ocasiones aún sigue pareciendo que lo que hacemos día a día, minuto a minuto a lo largo de los 365 días del año, 366 si es bisiesto, no es trabajo, que se trata de eso tan manido y mal utilizado como es la vocación.
Más allá de la vocación o no que las enfermeras podamos tener y que a mi modesto entender no resulta imprescindible para ejercer la profesión enfermera, lo que está claro, o debería estarlo, es que las enfermeras trabajamos como enfermeras. Es decir, ejercemos nuestra profesión como forma de trabajo y por tanto y tal como lo define la Real Academia de la lengua (RAE) como ocupación retribuida, o lo que es lo mismo, como forma de ganarse la vida a través de una actividad.
Por lo tanto, hoy también es el día de las enfermeras trabajadoras y no quería desaprovechar la ocasión que nos brinda este calendario lleno de celebraciones, para hacer un merecido homenaje a las enfermeras trabajadoras.
En una sociedad en la que el mercantilismo se ha instalado como forma de convivencia casi absoluta, hace que cualquier relación laboral tan solo parezca tener sentido o regirse por los beneficios económicos que la misma brinda y que su mayor o menor eficacia esté casi exclusivamente relacionada con una adecuada retribución económica.
Y este, considero que es el gran error. Más allá de la necesaria y legítima justicia retributiva, a las enfermeras nos mueven otros valores en nuestro trabajo y que no necesariamente, como ya he dicho, deben asociarse a la vocación.
He sostenido en muchas ocasiones que no solamente se trata de ser enfermera, sino de sentirse enfermera. Porque ser enfermera es tan sencillo o complejo como ser fontanero, médico, carpintero, ingeniero o abogado, simplemente se trata de proponérselo y estudiar para lograrlo. Lo verdaderamente difícil, lo que de verdad da valor y aleja a las enfermeras, a las buenas enfermeras, de esa relación mercantilista es el sentirse como tales.
Sentirse enfermera es tener mirada enfermera. Mirada enfermera que permite la observación sin juicios previos para tratar de dar respuesta a los problemas de salud que las personas tienen o plantean, de manera consensuada con ellas. Sin imposiciones, sin paternalismos, sin reproches. Poniendo en valor la autonomía individual de las personas y las familias. Favoreciendo su participación real. Escuchando de manera activa sus demandas y necesidades. Identificando a las personas y no a sus enfermedades. Estando sin estar para respetar la toma de decisiones. Huyendo de generar dependencia, del protagonismo, de la imprescindibilidad que va en contra de los principios fundamentales que como enfermeras tenemos.
Esa mirada enfermera, por tanto, forma parte de nuestro trabajo. Sin embargo, no es por la que nos pagan. No forma parte de los perfiles de los puestos de trabajo. No es visible ni muchas veces valorado. Y sin embargo son la esencia de los cuidados que prestamos.
Hoy día de los/as trabajadores/as y por tanto también de las enfermeras, quisiera visibilizar esos cuidados que quedan ocultos muchas veces tras la técnica, la demanda, la asistencia, la enfermedad, el síntoma o la herida y que son parte consustancial del trabajo enfermero.
Puede que no se nos pague por eso, puede que no se reconozca por parte de las instituciones en las que trabajamos, puede, incluso, que ni tan siquiera nosotras mismas sepamos valorar esta aportación que hacemos, al entender que es algo que forma parte consustancial de nuestra actividad, mimetizando el sentimiento y percepción del entorno en el que trabajamos. Sin embargo, eso, precisamente eso es lo que nos da valor como enfermeras. Y, eso, precisamente eso es lo que de verdad identifican como el gran valor las personas y familias con las que día a día, minuto a minuto, estamos relacionándonos en la salud y en la enfermedad.
Efectivamente no se nos paga por eso. Pero nada tendría sentido, para las enfermeras, si eso no sucediese de esta manera. No hacerlo es tanto como incorporar la ceguera en el quehacer enfermero al anular esa mirada imprescindible y al mismo tiempo tan imperceptible.
Felicidades a todas las enfermeras que día a día, minuto a minuto, los 365 días del año, 366 si es bisiesto, trabajan para ganarse un sueldo, pero que también ponen su particular mirada en todo aquello que hacen en cualquier ámbito o contexto y ante cualquier situación de salud, enfermedad, dolor, alegría, soledad… que requiera su atención y sus cuidados.
Es un día también de reivindicaciones legítimas y necesarias. Por tanto, es importante que se retribuya con justicia el trabajo realizado y que se dote del número de enfermeras necesario para poder ofrecer cuidados de calidad. Pero, sobre todo, es fundamental que se reconozca, por parte de las organizaciones de salud, la aportación que las enfermeras realizan para promocionar, mantener y recuperar la salud de las personas, familias y comunidad. La sociedad ya lo hace reconociéndonos como los profesionales mejor valorados en todas las encuestas que al respecto se realizan.
Para finalizar sería deseable que las palabras de Valle Inclán, no tuviesen ya ningún valor tras casi un siglo desde que las escribiese. Aunque me temo que nos queda un trecho importante por recorrer.
“En España el trabajo y la inteligencia siempre se han visto menospreciados. Aquí todo lo manda el dinero”
Luces de Bohemia. Valle Inclán, 1924
FELIZ DÍA DE LA ENFERMERA TRABAJADORA.