Todos quieren tener un día internacional, mundial o al menos nacional en el que celebrar su identidad, su aportación o su reivindicación.
A la cantidad de celebraciones hay que añadir su gran diversidad. Hay que tener en cuenta además que al calendario oficial de Naciones Unidas se suman otros muchos días que de manera oficiosa también celebran acontecimientos, efemérides, profesiones, personajes… encontrándonos con una mezcla de nostalgia, reconocimiento, curiosidad, esnobismo e incluso oportunismo. Hay días casi que para todo. Día de los Simpson, la bicicleta, el beso, la educación, los bosques, el atún, la luz, el jazz, la diabetes, las montañas, plenilunio del mes de mayo o el retrete entre otros muchos.
No seré yo quien le quite a ninguno de ellos la oportunidad y el mérito de celebración. Pero no deja de ser cuanto menos curiosa la miscelánea existente. Por otra parte, no se sabe muy bien cuál es la proyección, oportunidad o impacto que tales celebraciones tienen, salvo en algunos casos muy concretos que suelen ir ligados a actualidad –normalmente por su dramatismo o gravedad- o a movimientos que trascienden al propio día de celebración, que tan solo sirven como punto de referencia puntual a su permanente actualidad, no siempre y desgraciadamente positiva. Días como los de la mujer, la salud, el medio ambiente… podrían ser algunos ejemplos.
Otros, sin embargo, parecen tan solo macabros recordatorios de la inacción, hipocresía, desidia, cinismo… con que se actúa para resolver los problemas que tienen o generan. Así nos encontramos con días de refugiados, migrantes, tolerancia, no violencia, contra la corrupción… que tienen, lamentablemente, poco que celebrar y sí mucho en lo que actuar.
Por último, hay ciertos días que no se sabe muy bien por qué tienen reservado un hueco en el calendario cuando su aparente causa ya se recoge en la celebración de otros días. Día de las viudas, del niño y de la niña (cada uno su día), del hábitat, de las ciudades, del suelo, del medio ambiente (cada uno con su día)…como si el día de la mujer , de los niños o del medio ambiente, por ejemplo, no fuesen suficientemente inclusivos de estas celebraciones tan particulares.
Es decir, como en casi todo, acaba por desvirtuarse, manosearse, manipularse y perderse, no tan solo la trascendencia, sino la oportunidad de que la celebración realmente sirva para algo más que el recuerdo anual más o menos afortunado y llenar un calendario ya altamente saturado en el que pocos espacios quedan para las muchas y variopintas solicitudes que se reciben.
Y, claro está, como no podía ser menos las enfermeras tenemos nuestro día. El 12 de mayo. Se trata del día en que nació Florence Nightingale
El Consejo Internacional de Enfermeras (CIE) ha celebrado este día desde 1965. Previamente, en 1953, Dorothy Sutherland, una funcionaria del departamento estadounidense de salud, educación y bienestar, propuso al entonces presidente Dwight D. Eisenhower proclamar un «Día de la Enfermera» pero no se aprobó.
Sin embargo la fecha elegida no es celebrada de manera unánime en todo el mundo, ya que Florence Nightingale no está vista como un ejemplo de conducta decorosa en algunas partes del mundo, lo que ha generado peticiones a Naciones Unidas para trasladar este día a otra fecha, como el 21 de mayo, que es la fecha de nacimiento de Elizabeth Fry (1780–1845, fundadora de la institución de hermanas enfermeras y también conocida por su trabajo con prisioneros. Pero estoy convencido que también a ella se le encontraría algún, pero, en alguna parte del mundo, para rechazar su elección como fecha de celebración. Es lo que tiene, que nunca llueva a gusto de todas/os.
Esta anécdota la cuento porque considero que es una muestra más de la falta de cohesión y unidad de las enfermeras –también a nivel internacional- a la hora de decidir, determinar o coincidir en algo, aunque sea una celebración.
Pero, en cualquier caso, hoy por hoy, el 12 de mayo es el día de las enfermeras, también en España. Y hay muchos motivos por los que celebrar este día.
Motivos de orgullo. El orgullo que supone y representa ser y sentirse enfermera. Más allá de cualquier otra valoración, contraste, diferencia o posición. El sentimiento, la emoción, la satisfacción de serlo y comportarse como tal más allá de nuestro puesto de trabajo, nuestra actividad o relevancia. Tan solo porque nos sintamos enfermeras y lo hagamos con el orgullo de serlo.
Motivos de alegría. Alegría que va más allá de la que puede y debe producir cualquier celebración. Alegría por todo lo logrado. Alegría por lo que significa poder prestar cuidados enfermeros a quien los necesita o nos los demanda. Alegría por contribuir a mejorar, mantener o restablecer la salud de las personas, las familias y la comunidad. Alegría por favorecer su autonomía y hacerles partícipes de su propia salud. Alegría de trabajar por la equidad, el respeto y la dignidad. Alegría por las evidencias aportadas, por los consuelos prestados, por las compañías asumidas, por las escuchas recibidas, por la confianza regalada, por las risas conjuntas, por las lágrimas de dolor, de tristeza, pero también de júbilo, por los abrazos rotos, por los silencios cómplices, por las palabras sanadoras, por las miradas sinceras, por la cálida caricia, por la demanda atendida, por la necesidad identificada, por el cuidado que todo ello encierra.
Motivos de reivindicación. Por el reconocimiento que merecemos y que tanto se nos dificulta. Por la visibilidad de nuestra aportación singular, única e imprescindible que se mantiene oculta. Por no tener que demostrar más que otros lo que ya hemos demostrado. Por tener igualdad de oportunidades ante igualdad de exigencias. Por un nombre que nos define y nos identifica. Por un valor que se nos supone, pero se nos niega. Por el respeto a los cuidados que prestamos. Por la consideración a las evidencias que generamos. Por nuestra autonomía.
Motivos de esperanza. Por nuestro crecimiento y desarrollo permanente. Por lo bueno que aún tenemos capacidad de aportar a la sociedad, pero también a la comunidad científica y profesional. Por el logro de las metas que nos faltan alcanzar. Por el futuro que entre todas tenemos oportunidad de construir. Por la unidad que precisamos para fortalecernos. Por la mejora que podemos aportar a la salud comunitaria, por lograr unos cuidados cada vez de mayor calidad, por la humanidad de nuestra atención, por el rigor que perseguimos, por la exigencia que nos demandamos para mejorar, por tener la oportunidad de reconocernos a nosotras mismas, por la importancia de nuestras/os referentes, por nuestra impronta enfermera en cualquier ámbito de actuación. Por creer firmemente en lo mucho que como enfermeras podemos aportar a la sociedad.
El día de las enfermeras, por lo tanto, debemos aprovecharlo como un recordatorio de todo aquello que nos debe seguir motivando para mejorar. Expertas, novicias, especialistas, veteranas, jóvenes, generalistas, comunitarias, hospitalarias, sociosanitarias, políticas, gestoras, académicas, docentes, pero todas enfermeras, trabajando como enfermeras y aportando como enfermeras. Que nuestro día lo sea también de las personas, las familias y la comunidad con y para las que trabajamos, pensamos, investigamos y aprendemos. Compartamos nuestro orgullo, nuestras alegrías, reivindicaciones y esperanzas, para hacerlos suyos y que valoren, respeten, sientan y reclamen nuestra presencia y nuestra esencia.
Aprovechemos el día de las enfermeras para identificar que nuestras diferencias son una fortaleza que nos enriquece y no un motivo de debilidad, para identificar lo que nos une en lugar de seguir enzarzados en lo que nos separa, para construir en lugar de destruir, para avanzar en lugar de permanecer en la parálisis, para reconocernos en lugar de ofendernos, para debatir en lugar de discutir, para dialogar en lugar de descalificar, para avanzar en lugar de huir, para pensar antes que actuar, para actuar antes que parar, para parar antes de herir. Para identificar la importancia de ser y sentirse enfermeras desde el orgullo, la alegría, la esperanza y la satisfacción,
Celebremos más allá de cualquier simbolismo vacuo, sistemático y oficial. Hagámoslo porque nos lo creamos y lo sintamos. Porque seamos conscientes de su importancia y su valor. Porque entendamos que es importante para nosotras, pero también lo es para la sociedad. Porque nos sintamos partícipes de un mismo objetivo, aunque existan diferencias. Porque si no celebramos lo que somos y representamos no seremos capaces de que nadie celebre nuestra importancia y nos valore.
Lo de menos es si el día es por el nacimiento de Florence o de Elizabeth, también lo podría ser por el de Rosamaría, Mª Paz, Esperanza, Mª Jesús, Mariví o incluso Antonio, Paco o Rafael, lo relevante es que lo celebremos.
A partir de aquí, tratemos de celebrarlo de la mejor manera que podamos, entendamos o nos propongamos. Lo importante, finalmente, no es tanto el cómo sino el qué celebramos. Y lo que celebramos es, ni más ni menos, que nuestro día, el de las ENFERMERAS.
¡¡¡FELICIDADES!!!!!