A mis estudiantes, que tanto me aportan y de los que tanto aprendo y espero.
He de confesar que todos los años, cuando llega el momento de empezar las clases de mi asignatura, me entra cierta ansiedad. No se trata tanto del hecho de impartir las clases como de la curiosidad por conocer a las/os nuevas/os estudiantes.
Mi asignatura la imparto en 4º del grado de Enfermería. A esas alturas las/os estudiantes ya se deberían haber hecho una idea de lo que es y lo que no es, ser y sentirse enfermera. Sin embargo, muchas veces, más de las que me gustaría, me encuentro con una perspectiva totalmente diferente. Los trabajos, los exámenes, los practicum, las simulaciones, los seminarios… ocupan todo su tiempo, pero lo que es peor, ocupan toda su mente. No dejan, o no les dejamos, espacio para la reflexión, para el análisis, para el debate, para las dudas, para los sentimientos… y eso les lleva a relativizarlo todo en torno al examen, a la evaluación, a la nota, a acabar cuanto antes para poder trabajar, lo que les deja poco margen para aprender.
Ese planteamiento me genera muchas dudas en cuanto a lo que estamos y no estamos haciendo como docentes en la universidad. En cuanto a lo que estamos y no estamos transmitiendo en las aulas. En cuanto a lo que esperan y no reciben las/os estudiantes. En cuanto a expectativas cubiertas y no cubiertas. En cuanto a imagen, valor, referentes, ética, compromiso, implicación, conformismo, autonomía, posicionamiento… que o bien damos por sentado que ya poseen o bien pensamos que no corresponde abordar.
En un contexto en el que, quienes como enfermeras nos dedicamos a la docencia universitaria, estamos muy mediatizados por la presión del sexenio, de las publicaciones y de la investigación, que ocupan un espacio cada vez mayor del tiempo. La docencia se convierte en una “obligación”, en un POI que hay que rellenar y que hay que cumplir. Y esa “obligación” repercute en la calidad, y ese “rellenar” en una rutina que deseamos se cumpla cuanto antes para volver a lo que realmente importa, el sexenio, la investigación, la publicación en el primer quartil…
Las aulas cada vez están más vacías en las horas de docencia en las que no es obligatoria la asistencia. Y no se trata de que la docencia que se imparte sea de mayor o menor calidad, que también. Se trata, básicamente de buscar espacios de tiempo en los que hacer los trabajos, estudiar o simplemente dar respuesta a necesidades personales, que también las tienen.
Resulta triste identificar que, a punto de acabar el grado, muchas/os de esas/os estudiantes identifiquen su futuro exclusivamente en una unidad hospitalaria o en un centro de salud, y a ser posible cerca de su casa. Que la enfermedad siga siendo el foco principal con el que analizan cualquier intervención, abordaje, observación… Que la técnica siga siendo lo que acapara su mayor interés. Que sigan creyendo que no van a poder cambiar nada. Que la innovación sea una cuestión que no tiene cabida para ellas/os como enfermeras. Que la competencia política la entiendan como algo totalmente ajeno. Que la atención a problemas como el paro, la pobreza, la migración, la violencia de género, el aborto, la eutanasia… consideren que no va con las enfermeras porque nada pueden hacer para “solucionarlo”. Que la participación/intervención comunitarias es algo para lo que no van a tener tiempo. Que la docencia universitaria ni tan siquiera se la planteen. Que la investigación sea algo que les aburre y les de miedo. Que la educación para la salud la limiten a dar charlas. Que la promoción de la salud la confundan con la prevención de riesgos o la limiten a la nutrición y a la actividad física. Que la salud pública la reduzcan a vacunar. Que las intervenciones comunitarias las limiten a la educación sexual o las caminatas con personas con hipertensión o diabetes (para ellas/os hipertensos y diabéticos). Que su mayor referente, y casi único, sea Florence Nightingale. Que sigan verbalizando que quienes hacen o dejan de hacer es la enfermería en lugar de las enfermeras. Que crean que no pueden tomar decisiones sino se les autoriza a hacerlo. Que Alma Ata crean que es un señor o una señora que les suena de algo. Que la Atención Primaria la limiten al centro de salud. Que la autonomía no la relacionen con la responsabilidad. Que leyes como las de Sanidad, Autonomía Personal, Ordenación de las Profesiones Sanitarias, Salud Sexual y Reproductiva… para ellas/os sean tan solo textos legales que no les aportan nada. Que las familias sean identificadas únicamente como soporte del cuidado. Que no sepan diferenciar entre visita y atención domiciliaria. Que la intersectorialidad sea algo desconocido. Que el trabajo en equipo se reduzca únicamente a trabajar juntos en un mismo espacio. Que la gestión enfermera piensen que no va con ellas/os como enfermeras. Que la evaluación sea algo que hacen exclusivamente las/os gestoras/es. Que sigan reclamando una ley de funciones enfermeras. Que no entiendan que no se pueden dar respuestas enfermeras desde el paradigma médico. Que reduzcan la consulta enfermera a un espacio de toma de constantes exclusivamente. Que las úlceras, las heridas, la diabetes… forman parte de personas y que a quien hay que atender es estas. Que las necesidades deben ser identificadas y no tan solo percibidas. Que la observación es una herramienta fundamental de la atención enfermera para sustituir la interpretación. Que únicamente la atención individual no puede solucionar los problemas de salud. Que la atención enfermera no se limita a la estandarización de los cuidados. Que el sindicato y el colegio profesional no son los únicos referentes profesionales que identifiquen, no sabiendo qué son y qué valor tienen las sociedades científicas. Que se sientan incómodos, pero sorpresivamente más incómodas, denominándose o siendo denominados/as como enfermeras…
Todas estas limitaciones, confusiones, incertidumbres, dudas, simplificaciones… además, se reducen a preguntas como ¿qué va para el examen?, ¿Cuándo vas a colgar los apuntes? Que suponen un reduccionismo absoluto del proceso de enseñanza aprendizaje a la realización de una prueba, en la mayoría de las ocasiones, tipo test que determinará finalmente quien tiene competencias o no para ser enfermera, en base a una escala numérica que determinará el éxito de su currículum.
Ante este desolador panorama, al menos para mí, que quiero pensar que no es exclusivo del grado de enfermería, muchas veces nos limitamos a decir que la culpa es de las/os estudiantes que no muestran interés, que no tienen comprensión lectora, que no valoran el esfuerzo, que tan solo piensan en fiesta, que son millennials, que son un eslabón perdido, que no tienen valores… Incorporando un nuevo y demoledor reduccionismo en el análisis de una situación tan compleja como preocupante y etiquetándoles como se hace con tantas otras personas.
En un país en el que no contamos con un modelo educativo consolidado ni consensuado, en el que la educación es un arma electoralista y política de adoctrinamiento; en el que el pensamiento crítico pasa a ser una anécdota; en el que la participación de las/os estudiantes se reduce a que pregunten en clase; en el que la disconformidad se identifica como una falta de respeto; en el que las notas están por encima de la creatividad; en el que la doctrina académica está por encima de la construcción compartida de conocimiento; en el que la dictadura del power point no deja paso a la innovación pedagógica; en el que el título otorga competencia y el crédito tan solo es un valor económico más en el mercantilismo universitario actual; en el que el talento es más un problema que la solución; en el que el apoyo al estudiante se reduce a una tutoría on line; en el que el entorno saludable no se contempla como una activo pedagógico y de salud; en el que el trabajo fin de grado se convierte en un requisito en lugar de en una herramienta de crecimiento; en el que la lectura, el cine, la prensa, la publicidad, las redes sociales… son identificados como distorsionadores en lugar de como facilitadores; en el que la intersectorialidad académica no tan solo no se practica sino que se limita; en el que los practicum pasan a ser compromisos ineludibles aislados del proceso de enseñanza-aprendizaje, con idénticos criterios evaluativos a los aplicados en las aulas en lugar de ser espacios de crecimiento personal y profesional; en el que las aulas se convierten en espacios de confinamiento que limitan o coartan otros espacios de aprendizaje; en el que salirse de esos parámetros supone ser identificado como raro, diferente, antisistema.
Pero, año tras año, logro superar la ansiedad inicial y disfruto con la interrelación con las/os estudiantes. Es cierto que, inicialmente, cuesta que nos adaptemos las/os unas/os con el otro, porque las inercias son poderosas, los tópicos potentes y los estereotipos resistentes. Pero finalmente, quienes logran entender y compartir el espacio de crecimiento y construcción que tratamos de crear en conjunto acaban por disfrutar del “invento” de la “rareza”, de la “diferencia”. El examen les sigue preocupando, es un estigma muy interiorizado, pero les genera cada vez menos preocupación; los seminarios se transforman en experiencias novedosas a través de la hemeroteca o del vídeo que les permiten liberar su ingenio, su creatividad, su libertad, sus preocupaciones, sus miedos, sus esperanzas, sus sentimientos, sus emociones y sus fortalezas para convertirlas en expresiones didácticas cargadas de fuerza y testimonio con mirada enfermera sobre migración, pobreza, violencia de género, malos tratos en la infancia, aborto, eutanasia, movimientos antivacunas, vulnerabilidad, dependencia a redes sociales… que nunca me dejan de sorprender por su realidad, proximidad, crudeza, sinceridad, rebeldía, inconformismo, determinación, valentía, coraje… Y es en ese momento en el que venzo la ansiedad y me invade una gran satisfacción al comprobar que existe una gran esperanza en el futuro de las enfermeras.
Por contra, muchas/os culpabilizan y amedrentan a las/os estudiantes de dicha situación, a través de su conformismo, inmovilidad y mediocridad. Identificando a la/os estudiantes tan solo como números o consumidores de créditos, como parte necesaria del capitalismo rentista que tan solo mira por el beneficio último, que no es otro, que el de la titulación que les permitirá ser incorporadas/os a la cadena de producción de una sociedad a la que tanto cuesta valorar la aportación real de las enfermeras como consecuencia de ese proceso estandarizado al que se aferra.
Pero estoy convencido de que las enfermeras jóvenes serán capaces, finalmente, de posicionarse y vencer la parálisis que impide eliminar estándares, normas y costumbres que tan solo cuentan con el argumento de su perdurabilidad en el tiempo.
El problema de las enfermeras, por tanto, no es de juventud, es de quienes con sus actitudes, comportamientos y planes inmovilistas y caducos no dejan que otra realidad sea posible sin que obligatoriamente pase por el tamiz de lo establecido.
Me consta que son muchas las enfermeras docentes que participan de este planteamiento, aunque también me consta que perduran múltiples barreras que hay que salvar para que nuestra ansiedad desaparezca definitivamente y deje paso a que la docencia enfermera sea un espacio compartido de construcción del conocimiento, la mirada, el posicionamiento, el valor y la conciencia enfermeras. Lo contrario tan solo nos llevará al ostracismo, la regresión y el inmovilismo, que será aprovechado por otros para colonizar el espacio y conocimiento propios.
La Universidad, que hace más de 40 años convertimos en ámbito de desarrollo y libertad no puede cambiar a un espacio de invisibilización y fagocitación que forme enfermeras como simples instrumentos de la sanidad.
El recuerdo de quienes, con su energía, conocimiento y esfuerzo, lograron situarnos en la universidad debe servirnos para que ahora trabajemos con renovada energía, conocimiento científico y redoblado esfuerzo, dignificando e innovando la docencia enfermera para formar a las enfermeras que espera y necesita la sociedad.
4 años de carrera universitaria, 4 años aprendiendo al dedillo las lecciones para »vomitarlas» en un examen, 4 años en el que la ansiedad te come, en el que no ves el fin porque tienes que entregar 6 trabajos, hacer 2 exposiciones, 3 parciales y ordenar todos los apuntes, porque sino llegas perdida a enero.
Y ha sido en el cuarto curso, en el que hemos, o más bien, he encontrado un espacio de reflexión, un espacio que al principio da miedo porque te deja pensar por ti misma, en el que te haces replantearte lo que es una consulta enfermera, la diferencia entre promoción y prevención y lo que es de verdad la atención domiciliaria, un espacio donde crees que el docente es demasiado »alternativo» y solo quieres el temario y saber lo que entrará al examen porque es a lo que estás acostumbrada.
Pero ahora, después de haber creado este espacio de aprendizaje y confianza con tus compañeras y profesor, me doy cuenta de todo lo aprendido sin haber abierto un power point, o haber escrito 5.000 hojas de apuntes.
Así que, solo me queda agradecer, gracias por aportar, gracias por lo aprendido, gracias, simplemente, por ser.
Totalmente de acuerdo en la interpretación de la realidad, realidad triste por cierto o muy triste.
Desde las aulas no se fomentan competencias transversales como simplemente pensar en vez de imitar.
La Toma de decisiones brilla por su ausencia, el convencimiento de la capacidad no se trabaja y beso genera inseguridad.
Llevo más de 25 años en práctica y gestión asistencial, todos los años pasan programa mi centro estudiantes con diferentes motivaciones y lo triste es que todos aprenden a ser enfermeras en los practicum si el tutor esta motivado.
Se trata de continuidad, de reconocimiento, de implicación y por desgracia en las tres partes existe la incapacidad e incompetencia sesgada por el propio ego.
Si el sistema sigue formando de la manera que lo esta haciendo terminaremos volviendo a la subordinación y falta de independencia que son muchos los que aprovechan la visión enfermera para vender su humo de éxito.
Despertemos, pero despertemos Unidos, competentes, que se aparte el que no sepa la reliadad de ser enfermera, porque para cambiar las cosas hay un hacer cosas diferentes, atreverse y visibilizarse.
Qué razón! Y nosotros como estudiantes afirmamos que lo que llevamos pensando durante estos 4 años es lo que por fin se plasma en este texto..
Por ello, doy gracias a nuestro profesor Jose Ramon…por entendernos, escucharnos, por su empatía y sobre todo por enseñarnos las entrañas de la enfermería cominitaría…
Hola compañero y amigo, la vida como bien sabemos es un juego de roles a cada uno nos toca vivir y desarrollar uno y/o aveces varios. Estudiar y aprender a saber, ser y estar como enfermera es muy complejo como muy bien has expresado en tu reflexión. En este escenario participamos todos, los profesionales tutores, profesorado de ciencias básicas y profesorado en formación específica enfermera, pero lo más importante participa el alumnado. Como profesora yo trabajo con el alumnado en segundo, son inteligentes, creativos, innovadores, nos exigen y cada vez más hay que renovarse y hacerles ver que son el motor de su propio aprendizaje. Pertenecen a un momento social en el que la inmediatez es fundamental, duda/resolución, les sobran las palabras y buscan la imagen (donde quedan tantas y tantas horas nuestras conversando sobre si somos o no somos profesión) y creo que desde el principio tienen claro su ámbito de trabajo. Buscan referentes propios que no son aquellos que el profesorado indica, son Vds. los tutores y tutoras de la clínica o comunidad que les muestran que lo que están estudiando les sirve o no. Al final siguen jugando su rol, tienen que graduarse y saben la importancia de su expediente para seguir aprendiendo y desarrollándose en la Universidad o en el Sistema de Salud. Son estudiantes universitarios del momento social que tenemos y son los mejores a la llegada, son los expedientes más altos. Entiendo a mi amigo porque nuestro nivel de exigencia es alto pero todos somos fruto de nuestro momento.
Buenos días,recién termino de leer el artículo,que si puedo catalogar de excelente. Me da alegría leer que somos mas de lo que creemos que pensamos asi. Seamos factores de cambio consciente,asi se replica allí donde una enfermera se encuentre.
Gracias ?
Gracias por comprendernos en todos los aspectos y por enseñarnos la cara más bonita y tan necesaria de la enfermería, motivarnos a superarnos a nosotros mismos y querer ir siempre más allá tanto en lo personal como en lo profesional.
Un abrazo!