VIRUS MONÁRQUICOS Y MONARQUÍAS VÍRICAS

            Pareciera como si los virus, o quien los genera, estuviesen esperando a que se iniciase el año de las enfermeras y matronas para diseminarlo por todas partes y que la campaña Nursing Now quedase oculta tras una mascarilla y en cuarentena.

Sin duda la irrupción del virus coronado, rebautizado como COVID-19, como si de un monarca se tratase, ha supuesto una verdadera revolución sanitaria, económica, política, informativa e incluso profesional, que ya se ha tornado en crisis. Curiosamente el auriga romano en “Asterix y la carrera de carros”, publicado en 1981, ya se denominaba así. Debe ser cosa de la herencia monárquica que viene de lejos por lo que se ve.

            El reinado de tan insigne monarca ha logrado en un periodo de tiempo muy corto lo que ningún otro posiblemente haya hecho hasta la fecha. Se trata de un monarca de todo el pueblo, como suelen autoproclamarse todos, pero que en este caso podemos decir que lo está demostrando al querer por igual a hombres, mujeres, jóvenes, viejos, ricos o pobres… siempre con claras limitaciones que ni la propia monarquía puede evitar, como tener una mayor querencia por los más débiles, a quienes incluso arrebata la vida.

            Se trata, además, de un monarca cuyo origen es un país donde no existe monarquía, aunque tampoco existe democracia y la información es controlada, acotada, manipulada, ocultada… con el objetivo de dar una apariencia de control de la situación que finalmente se desborda y trasciende las fronteras. Todo ello a pesar de las grandilocuentes muestras de poderío, construyendo hospitales de 1000 camas en dos semanas. Mientras, los gobernantes orientales se preocupan y ocupan para que tan inoportuno monarca no deje al descubierto las debilidades de la potencia económica, a pesar de lo cual sigue implacable el acercamiento al pueblo que, siendo consciente del impacto mediático, decide traspasar las fronteras del inmenso país para conquistar nuevas culturas, territorios, economías… en las que instalarse de manera más sigilosa pero no por ello menos invasiva, en su intento colonizador.

            Todos sabemos que las monarquías son muy dadas a la notoriedad y a concentrar la atención allá donde reinan, acaparando toda la información y provocando grandes especulaciones informativas en torno a sus constantes devaneos o relaciones, lo que provoca que las especulaciones, las intrigas, las insinuaciones… se conviertan en foco informativo permanente ante cualquier gesto, palabra, mirada, acción que el monarca pueda realizar para que de inmediato lleve a la interpretación informativa y al sensacionalismo o incluso la alarma de sus súbditos que comprueban con preocupación como los efectos de sus acciones pueden afectarles de manera muy directa.

            Tanto es así que el virus coronado lejos de verse amedrentado y limitar su expansión internacional, adquiere un mayor protagonismo y como si de un pavo real se tratase extiende su plumaje vírico infectando a nuevos pobladores que a su vez se encargan, sin quererlo ni saberlo, de trasladar a países en los que inicialmente el monarca no había ni tan siquiera reparado que pudiese asentar su reinado.

            Por su parte los gobernantes de países en los que poco a poco el monarca va sentando sus reales observan con preocupación cómo son incapaces de detener a tan mediático personaje, que sigue acaparando los focos de medios de manera continua y permanente, lo que hace que la población se sienta cada vez más amenazada por el poder del “rey” COVID-19, y la información líquida de las redes acompañe a los medios más tradicionales en una locura informativa que convierte en espectáculo el descontrolado poder monárquico, lo que lleva a situaciones de histeria colectiva y de confusión comunitaria que hacen que aumente el consumo compulsivo de productos tan poco habituales normalmente como las mascarillas o las soluciones hidroalcohólicas, con las que algunos desalmados, productores y comerciantes, hacen el negocio del siglo, sin que su uso sea necesario de manera universal.

            El mercado bursátil acaba infectado por el virus y su, frecuente debilidad, hace que los efectos de la infección supongan un verdadero y peligroso estallido sintomático, con evidentes pérdidas en los dividendos y claras muestras de astenia económica que no responde a las terapias de quienes, desde los despachos, se han visto superados por la potencial pandemia, no tanto vírica como informativa del miedo y el sensacionalismo. Y con ellas se resiente todo el dinamismo económico industrial, de servicios… que también han sido contagiados por la celebridad real.

            Mientras tanto el monarca sigue su implacable avance y pone en tela de juicio la pericia de los expertos que se esfuerzan por redactar guías que permitan a los profesionales afrontar los envites reales y los más peligrosos si cabe de las noticias que surgen, como si de una hemorragia masiva se tratase, de las televisiones, las radios, las redes o los diarios, que apostan periodistas en todos aquellos lugares en los que esperan poder obtener una primicia, en forma de nueva infección, contagio o incluso muerte, provocados por el monarca, que les permita ganar audiencia o ser más influencer que nadie.

            La OMS y otros organismos de salud pública tratan de poner cordura, pero con tal cautela ante la convulsión que es capaz de ocasionar el coronado, que no logran trasladar un mensaje contundente que genere tranquilidad y sentido común en una sociedad ya muy contaminada informativamente, que no tanto víricamente.

            Así pues, nos encontramos con una potencial pero todavía no confirmada pandemia vírica cuya morbi-mortalidad y extensión territorial de COVID-19 está lejos de indicar, racional y científicamente, que realmente lo sea, pero que existe ya una evidente pandemia mediática, ante la que difícilmente va a ser posible instaurar tratamientos de choque y mantenimiento, si la carga viral de las informaciones no se reduce drásticamente. Las coronas y quienes las portan, en esta frenética diseminación tóxica, acaban ocultando realidades diarias que causan muchas más muertes que el rey COVID-19, pero que son, sin duda, menos mediáticas y más incómodas social y moralmente, como las guerras, la migración, los refugiados y hasta la violencia de género que pasan a ocupar, como máximo, un segundo plano informativo por ser más corrientes y menos rentables. Por no hablar de muchas más informaciones que quedan en el olvido por su falta de “gancho” informativo.

            Nos encontramos, por tanto, ante un claro enfrentamiento entre el COVID-19 y las nuevas monarquías víricas en que se han convertido los mass media por ver cuál de las “dos monarquías” es capaz de obtener mayor prestigio. Si quien infecta víricamente o quien lo hace informativamente. Pero teniendo en cuenta que ambas coinciden en hacer patente por encima de todo, la enfermedad, la muerte, la dimensión, la extensión… y no tanto el sufrimiento, el dolor, la ansiedad, la preocupación… de quienes sufren la infección y la noticia que la misma genera, directa o indirectamente.

            Mientras tanto, políticos, empresarios, profesionales de la salud… atropellados por la irrupción de COVID-19 se olvidan de la monarquía vírica informativa de los medios de comunicación y les dejan actuar sin darse cuenta del gran poder de contagio del miedo, la alarma, la estigmatización, la duda, la confusión… con efectos devastadores en la población que, aunque al menos teóricamente, no causa muertes como su aparente oponente COVID-19, los efectos que genere sean mucho más tóxicos, dañinos y permanentes. Pero posiblemente en ambos casos se entenderá que son inevitable efectos colaterales que no pueden distraer la atención de lo que verdaderamente les importa.

            Así pues, estamos ante una lucha real y ante un real problema ocasionado por quienes sin ser reyes portan corona e inoculan de manera totalmente absolutista su carga viral.

            Los medios tienen una importancia fuera de toda duda, pero no pueden ni deben actuar como “coronanews” o monarquías víricas que lejos de ayudar a combatir invasiones como la del rey COVID-19 acaban por convertirse en aliados accidentales pero letales.

            En algún momento los profesionales de la salud y las enfermeras comunitarias en particular, deberán darse cuenta de la importancia que tiene trabajar con los medios de comunicación como recurso comunitario fundamental para el desarrollo de estrategias de intervención comunitaria saludables. De igual a igual planificándolas y llevándolas a cabo. De igual manera, los medios de comunicación deberían identificar claramente la oportunidad que ofrece contar con profesionales como las enfermeras comunitarias a la hora de hacer abordajes objetivos, integrales y eficaces ante cualquier problema de salud que afecta a la comunidad. Lo contrario conduce a que los medios usen, o al menos lo intenten, a los profesionales para sus intereses mediáticos y que los profesionales usen, o al menos lo intenten, a los medios para sus intereses profesionales o corporativos. En ambos casos los resultados se alejan claramente de lo que deberían ser objetivos para la salud comunitaria.

             No creo que debamos esperar a que se logre una pócima mágica para vencer al coronavirus, como en el cómic de Astérix y Obélix.

            ¿Continuamos jugando a reyezuelos y monarquías víricas? o planteamos sistemas más participativos y efectivos. A lo mejor, o mejor a lo peor, el próximo rey vírico que irrumpa, se le bautice como se le bautice, no deja ni tan siquiera capacidad de respuesta y logra su objetivo destructor antes de que queramos darnos cuenta.

            Cada vez tengo más dudas de los beneficios que aporta la monarquía a la sociedad y es que ni los virus escapan al glamour que siempre le acompaña.

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