ENFERMERA ESCOLAR ¿OPORTUNIDAD U OPORTUNISMO?

Pasado el atípico descanso estival que nos ha permitido la pandemia, recupero las entradas en el Blog con un tema candente y de gran actualidad como es el de la enfermera escolar.

No es mi intención crear controversia ni mucho menos enfrentamiento con esta reflexión. Pero si que considero importante trasladar mi opinión sobre un tema que me preocupa y ocupa desde hace mucho tiempo.

La Atención Primaria de Salud (APS) siempre ha tenido entre sus principios básicos, más allá de los vaivenes en su evolución, la atención integral. Dicha atención integral suponía atender a las personas, las familias y la comunidad desde de manera integral, integrada e integradora y para ello, entre otras cosas se desarrollaron las especialidades de Medicina y Enfermería Familiar y Comunitaria, tal y como su propio nombre indica.

Más allá de las cuestiones que determinaron incorporar pediatras en Atención Primaria y que supuso que los médicos de familia, como ellos mismos se denominan, fragmentasen la atención familiar en función de la edad de los miembros de las familias, las enfermeras, en los principios de la Atención Primaria, ofrecíamos dicha atención integral a las familias al atender tanto a población infantil como adulta, es decir a toda la unidad familiar. Lamentablemente la recurrente mimetización hacía los modelos médicos hizo que las enfermeras dividiesen también su trabajo y se rompiese dicha atención integral. Pero al contrario de lo que sucede con los médicos, las enfermeras comunitarias, tanto especialistas como no, eran y siguen siendo quienes atienden a toda la población, aunque en espacios diferentes y con asignación a los cupos de otros colectivos (pediatras o médicos) o lo que es lo mismo a la subsidiariedad. De ahí la famosa frase posesiva de “mi enfermera” utilizada tan habitualmente cuando se plantean modelos de integración de la atención que rompen dicho binomio que, por otra parte, no garantiza en absoluto una mayor calidad de la atención.

Así mismo, y tal como comentaba al principio, las derivas del modelo de APS han contribuido, de manera muy significativa, a que se diluyeran o incluso desaparecieran, determinadas acciones ligadas a la promoción de la salud fundamentalmente que hicieron que las intervenciones comunitarias pasasen a ser anecdóticas y ligadas, en la mayoría de las ocasiones al voluntarismo de quien las realizaba. Y entre dichas intervenciones estaban las que se llevaban en las escuelas.

La intervención enfermera en el ámbito escolar fue durante mucho tiempo una actividad regulada e integrada en las acciones que llevaban a cabo las enfermeras comunitarias en los centros escolares de manera coordinada con maestras/os, padres/madres y otros agentes de salud para dar respuesta a las necesidades que conjuntamente se identificaban. De hecho, en muchas zonas básicas cada colegio tenía una enfermera referente en el centro de salud de referencia con la que planificaba las acciones que iban dirigidas tanto a las/os niñas/s, como al colectivo docente o a las familias en función de las necesidades.

La progresiva medicalización, asistencialismo y hospitalcentrismo, de los que fue contagiándose la APS, condujeron a una asistencia cada vez más fragmentada, ligada a la enfermedad, reduccionista y alejada de la atención familiar y comunitaria.

Los traslados masivos y sin criterio de enfermeras de hospital a APS con el único objetivo, en muchos casos, que un hipotético descanso contribuyó al desmantelamiento de los equipos y al refugio en las consultas como si de nichos ecológicos se tratasen, lo que aún contribuyó mucho más al abandono de las intervenciones comunitarias y, con ellas, a la intervención en las escuelas.

Ante dicha situación emergieron propuestas que trataban, al menos teóricamente, de recuperar la atención en el ámbito escolar, pero con planteamientos totalmente alejados de los que se realizaban desde los centros de salud como parte de la atención integral. integrada e integradora que definía a la APS en general y a la atención enfermera en particular.

La enfermera escolar, existente en otros países con realidades completamente diferentes a las de nuestro contexto, se tomó como referencia para lanzar una ofensiva que, por una parte, se utilizó de manera muy rentable por quienes plantearon cursos e incluso másteres de enfermería escolar con ofertas de plazas ficticias, vendiendo la piel antes de cazar al oso. Por otra parte, algunos centros escolares privados vieron en esta figura la oportunidad ideal de marketing para ofrecer una imagen de mayor calidad que justificase los incrementos de las cuotas, pero que no han aportado evaluaciones que permitan justificar su existencia.

            Así pues, se inició un debate en torno a la atención enfermera en la escuela que nunca debió existir y que ahora se ha potenciado con el oportunismo de la pandemia para reivindicar una figura que no cuenta ni con el consenso, ni el análisis de su oportunidad real, ni la forma en que se puede y debería incorporar y articular, ni la formación que debe tener. Esto en cuanto a las enfermeras se refiere. Pero es que hay que tener en cuenta que habría que contar también con la opinión de las/os maestras/os para saber cuál es su opinión al respecto, algo que se está obviando sistemáticamente.

            Plantear la oportunidad de la enfermera escolar desde una perspectiva exclusivamente de creación de más puestos de trabajo, es un planteamiento no tan solo erróneo sino tramposo y de oportunismo que está siendo aprovechado por algunos partidos políticos con el único propósito de sacar rédito partidista.

Todo ello mientras las enfermeras especialistas en Enfermería Familiar y Comunitaria, que adquieren competencias específicas en este tema durante su periodo formativo, no pueden acceder como tales especialistas a los centros de salud donde podrían liderar estos programas. Aumentar las plazas de enfermeras comunitarias es lo que debería ser una prioridad para que, de este modo, pudiese darse respuesta a tales planteamientos con garantías y calidad.

Proponer la especialidad de Enfermería escolar es otro despropósito ya que actualmente existe la posibilidad de desarrollar áreas de competencia específica en las especialidades ya existentes y que, por tanto, podrían ser implementadas y desarrolladas como parte de la especialidad de Enfermería Familiar y Comunitaria.

La especialización no siempre da mejores respuestas. Tal como decía Ortega y Gasset “Genios tontos que saben absolutamente todo acerca de la química de las enzimas, pero que, debido a esa formación, hace mucho tiempo han dejado de funcionar adecuadamente como personas”

            La generación de figuras como la enfermera escolar sin ese necesario debate conducirá, como tantas otras veces, al enfrentamiento gratuito entre enfermeras y a la pérdida de oportunidades de liderazgo tanto en el sistema de salud como en la propia sociedad.

Desde mi punto de vista y de la experiencia acumulada en este sentido considero que no es necesaria la figura de la enfermera escolar tal como se plantea, al margen de la APS por las razones ya expuestas. En base a este planteamiento las maestras podrían sugerir la creación de la maestra sanitaria para integrarse en los centros de salud y hacerse cargo, entre otras, de desarrollar la Educación para la Salud. ¿Cómo reaccionaríamos las enfermeras?

La intersectorialidad cumple a la perfección con los requerimientos de necesidades que pueden responderse desde diferentes sectores sin necesidad de integrar, de manera permanente y artificial, profesionales de unos sectores en otros que lo único que pueden provocar son efectos de rechazo, recelos, dificultad en el desarrollo de competencias o problemas de coordinación entre el sector educativo y el de salud, por citar tan solo algunos.

Son muchos los ejemplos de programas de intervención enfermera escolar exitosos que, lamentablemente, han desaparecido fagocitados por el modelo medicalizado en el que se ha convertido la APS.

El Marco estratégico de Atención Primaria de Salud y Comunitaria (APSC) aprobado el pasado año, permite el desarrollo de un nuevo modelo que facilitará, de implementarse, el desarrollo de intervenciones comunitarias entre las que necesariamente estará la del ámbito escolar. Así mismo el actual Sistema Nacional de Salud en su conjunto va a requerir de cambios en profundidad que corrijan las claras deficiencias que la actual pandemia han dejado al descubierto.

No se trata de que las enfermeras comunitarias entendamos que es de nuestra exclusiva “propiedad” la intervención en las escuelas. Pero si que creemos que debe desarrollarse desde la APS y debemos ser nosotras quienes la lideremos y coordinemos lo que no excluye, sino todo lo contrario, la participación de enfermeras de otras especialidades como pediatría, salud mental, matronas, salud laboral, geriatría… que puntualmente y en función de las necesidades que se identifiquen y de las respuestas que haya que dar para cubrirlas participen en los programas planificados y consensuados entre todos los agentes de salud que participan (padres/madres, maestras/os, enfermeras, trabajadores sociales, médicos, profesionales de otros sectores…).

Sería deseable que todas las partes, enfermeras y no enfermeras, generásemos un debate serio, riguroso y alejado de premisas previas que tratasen de alcanzar el consenso que no tan solo de respuesta a las expectativas de las enfermeras -comunitarias, pediátricas o escolares-, sino de la población a atender en las escuelas que finalmente es lo que de verdad nos debería preocupar y ocupar.

LA DAMA DE LA LÁMPARA Y EL GENIO NURSING NOW

Para Carlos Martínez Riera, genio del dibujo

y la caricatura, entre otras muchas cosas.

 

           La ya mundialmente conocida como la “dama de la lámpara” nunca imaginó, posiblemente, que el instrumento que le sirviera para iluminar los escenarios de guerra en los que empezó a implantar las medidas que lograron salvar a centenares de soldados, fuese un símbolo de la Enfermería y de las enfermeras, convirtiéndose en la precursora de la enfermería profesional actual.

            No deja de ser paradójico que en el año en el que se celebra el 200 aniversario del nacimiento de Florence Nhigtingale, reconocido por la OMS como el año de las enfermeras y matronas en el marco de la campaña Nursing Now, haya acontecido una de las situaciones de salud más complejas y dramáticas de los últimos siglos, la pandemia de la COVID 19. Virus que incorpora en su denominación el siglo del nacimiento de Florence Nigthingale, 19, y que ha puesto en vilo la salud pública de cuantos países está visitando, en la que se ha querido denominar, guerra del coronavirus, como si se quisiese asimilar a la guerra de Crimea en la que participó Florence Nigthingale. Casualidades históricas y similitudes simbólicas.

            El caso es que, en tan señalada celebración, las enfermeras, nuevamente, han adquirido un protagonismo que, sin quererlo, las han identificado incluso como heroínas.

            Dudo que Florence Nigthingale fuese consciente de la trascendencia de su intervención y sus decisiones entre los años 1853 y 1856, en los que duró la guerra de Crimea, lo mismo que ninguna de las miles de enfermeras que están trabajando actualmente contra los efectos del nefasto coronavirus, sean conscientes de la gran aportación que están teniendo sus cuidados.

            Sin embargo, en ambos casos, los efectos de sus intervenciones resultan vitales para la salud de quienes fueron alcanzados, bien por las balas o la metralla de la contienda bélica o por el contagio del virus o la “metralla” de sus efectos colaterales, del que tan poco se conoce y tanto daño genera.

            Todas las enfermeras nos las prometíamos felices por poder celebrar un reconocimiento internacional que permitiese poner en valor la aportación singular de los cuidados profesionales enfermeros. Sin embargo, como si de un maleficio se tratase, la pandemia no tan solo se encargó de generar dolor, sufrimiento y muerte allá donde llegaba, sino que malogró la celebración y con ella la visibilización de las enfermeras en su año, con lo que se pasó del Nursing Now al Nursing After.

             Pero en ningún caso puede ser Nursing Never. Nada, ni tan siquiera el COVID-19, puede retener en la lámpara, que en su día utilizara Florence Nigthingale y que simbólicamente nos representa, al genio que ella despertó, logrando que el mismo le concediese los deseos que han permitido a la Enfermería ser lo que hoy día es. Deseos, por otra parte, que en ningún caso han sido concedidos de manera graciable y que han tenido que ser trabajados, mantenidos y mejorados, de manera incansable, por miles de enfermeras desde que la dama de la lámpara lograra liberar al genio que había en su interior.

            Tras 200 años de aquella metafórica liberación, el recuerdo permanente de Florence Nigthingale, vuelve a frotar la lámpara de la Enfermería para que el genio despierte de un sueño que, en ocasiones, ha impedido un avance mayor y más rápido del que las enfermeras desearían.

            Se trataba, además, de una puesta en escena en la que se pretendía presentar a la sociedad mundial a las enfermeras para que fuese consciente de la valiosa e imprescindible aportación que las mismas realizan en tan diferentes escenarios, ámbitos o contextos de todo el mundo, por eso el lema de Nursing Now.

            Porque es ahora cuando en verdad todas las enfermeras debemos frotar, con ilusión y orgullo, “nuestra lámpara”, para que el genio, en esta ocasión en forma de campaña internacional, tras casi 200 años de letargo, salga de la lámpara y nos permita cumplir con los deseos que, de una u otra forma, por unas u otras razones, por unos u otros personajes, nos han sido negados durante más tiempo del que la actitud y la aportación enfermera merecían.

            El genio, que nadie se lleve a engaño, realmente no es otra cosa que la voluntad y el espíritu de superación de tantas enfermeras como han contribuido a lo largo de todos estos años a conseguir que la Enfermería superase los obstáculos, avanzase científica y profesionalmente, lograse crecer disciplinarmente, generase conocimientos con los que construir la ciencia enfermera, se liberase de la subsidiariedad alcanzando autonomía propia, se empoderase en el ámbito de las ciencias de la salud y en los diversos contextos en los que actúa, configurase las competencias que permiten prestar cuidados profesionales… y todo ello a pesar de los constantes obstáculos, las resistencias generadas, los recelos infundados, las ilusiones truncadas, las presiones impuestas… que han impedido que el impulso dado por Florence Nigthingale mantuviese una aceleración continua, al tiempo que, resistencias generadas por las propias enfermeras, ralentizaban, cuando no paralizaban, el avance de la profesionalización por ella iniciada.

            Al contrario de lo que sucede con Aladdín y el genio azul animado por la factoría Disney, Florence es una mujer y representa a un colectivo eminentemente femenino que genéricamente, además, se identifica como enfermeras. Esto, sin duda, también ha contribuido a que los poderes del figurado genio, no hayan surtido los efectos inmediatos que se supone deberían tener sus concesiones, tras ser liberado, gracias a las acciones de Florence Nigthingale que actuaron como cuando Aladdín frotaba la lámpara.

            Pero sin duda la determinación de Florence Nigthingale pudo, en su momento, con la rigidez, la intransigencia y el machismo de una sociedad victoriana como la británica, imponiendo la razón y las evidencias científicas aportadas por esta mujer que, en su caso, aúna los personajes de Aladdín y de genio, al reunir, al mismo tiempo, el ímpetu, la energía y la ambición del primero y el poder de acción y la capacidad transformadora del segundo. 

            Así pues, y aunque ambas historias se fundamentan en la imaginación y tan solo tratan de representar sueños, ideales o metas muy diferentes entre sí a través de una analogía imposible, lo que trasciende de una de ellas, la de Florence Nigthingale, va mucho más allá de la ilusión y se sitúa en una realidad transformadora que contribuye a promocionar, mantener o restaurar la salud de las personas, las familias y la comunidad a través de los cuidados profesionales enfermeros y a facilitar su máximo nivel de autonomía.

            No sabemos cuanto tiempo más permanecerá entre nosotros el COVID-19 como si del personaje de Jafar se tratase en su intento por hacerse con todo el poder, con la maldad y la mutación permanentes que a ambos les caracteriza, aunque en el caso del COVID-19 sus efectos trasciendan a la imaginación y se sitúan en el ámbito de la más cruel realidad.

            Pero a pesar de todo o precisamente por todo lo que está sucediendo, de la lámpara de la dama debe emerger el genio de Nursing Now que logre que las enfermeras sean identificadas, respetadas y valoradas en su justa medida, como en su momento lo fue, a pesar de todos los inconvenientes y resistencias, Florence Nigthingale que, no tan solo ha sido capaz de que perdure viva su imagen y su aportación sino que ha logrado ser referente indiscutible del desarrollo científico profesional de la Enfermería y de la importancia que las enfermeras han alcanzado para la comunidad y su salud.

            Las enfermeras de todo el mundo debemos frotar con decisión la lámpara que nos identifica para lograr que el genio que representa la voluntad transformadora enfermera permita dar respuesta a los deseos, no tan solo de las propias enfermeras, sino de toda la sociedad.

Ahora es el momento, el que se nos ha otorgado por méritos propios, pero que no podemos ni debemos desaprovechar pues, cuando nos vayamos a dar cuenta, el genio puede retornar a la lámpara y quedar preso por tiempo indeterminado sin que pueda concedernos los deseos que su liberación nos propiciaría.

Mimemos y respetemos la memoria de la dama y de la lámpara que nos identifica y seamos capaces de sacar al genio que representa la acción enfermera auténtica y rigurosa para lograr aquello que Florence Nigthingale inició y que nosotras tenemos la obligación de mantener y mejorar.

Y en este intento surgen apuestas y posicionamientos, tan valientes como sinceros, como los que protagonizó, el pasado día 16 de julio en el acto de homenaje a las víctimas de la pandemia, la enfermera Aroa López, actuando en representación de todas/os las/os profesionales que trabajaron durante los peores momentos de la pandemia en primera línea, exponiendo, cuando no entregando, sus vidas. Un ejemplo de coherencia, sensatez y madurez profesional, no exenta de sensibilidad y empatía, que representan, en sí mismo, la fuerza del genio Nursing Now y la mejor manera de visibilizar la verdadera y valiosa aportación enfermera, aunque a muchas/os les siga costando admitirla e incluso sigan generando activa resistencia para que se logre.