A todas/os las/os farmacéuticas/os que hacen de su profesión un servicio a la comunidad
Llueve sobre mojado. Así quisiera empezar mi reflexión semanal. Porque efectivamente cuando el imaginario suelo de la sanidad está mojado, si no se seca convenientemente o, cuanto menos, no se adoptan medidas por si vuelve a llover, se corre el riesgo de producir efectos indeseables que pueden ir, desde ensuciar otras superficies secas, a resbalar, con los resultados que dicho resbalón puede ocasionar a quien lo padece. Es decir, las precauciones necesarias para que la lluvia, buena en sí misma, no se convierta en un problema.
Pero, es que, además, ya se sabe que de aquellos polvos vinieron estos lodos. Si importante resulta secar las superficies mojadas, también lo es barrer el polvo de las mismas para evitar embarrados innecesarios en caso de precipitaciones, sobre todo si estas son imprevistas y cuantiosas como suele suceder.
En cualquiera de ambas situaciones es importante que las administraciones implicadas en la limpieza, mantenimiento, coordinación y regulación de las instalaciones y servicios que utiliza todo el mundo, no hagan dejación de sus funciones y sean diligentes en el mantenimiento y respeto de los mismos para evitar situaciones indeseables que, además, finalmente, pueden repercutir de manera directa en la población que las utiliza.
Pues bien, estos símiles refraneros permiten identificar algunas de las consecuencias que la desmesurada avaricia de algunas farmacias tienen con relación a los servicios que prestan y a los que quieren incorporar como nuevas ofertas mercantilistas en sus negocios.
Vienen de lejos las pretensiones de absorción de competencias gestionadas más como opas hostiles que como estrategias consensuadas de un mejor servicio a la comunidad.
Con el fin de maquillar, aparentar, simular… una disposición cuasi altruista y benefactora de los servicios que, no tan solo pretenden, sino que absorben de manera unilateral y, además, con pretendidos y falaces argumentos de razón, se presentan ante la sociedad y ante las administraciones como Farmacias Comunitarias.
Es cierto, no lo voy a negar, que son un recurso comunitario importante y muy necesario. No es menos cierto que son un servicio público trascendental. Pero esta realidad no puede ni debe confundirse con la estrategia de confusión que desarrollan, según la cual, se presentan como lo que no son. Porque estar en la comunidad lo que les otorga es la condición de recurso comunitario que puede y debe articularse con el resto de recursos comunitarios, muy especialmente con los de salud, para el desarrollo consensuado de estrategias que, finalmente, beneficien y den respuesta a las necesidades de las poblaciones donde se ubican. Pero es que, además, lo hacen con criterios, todo hay que decirlo, totalmente restrictivos y proteccionistas hacia sus intereses. Es decir, por una parte, quieren resaltar y poner en valor su condición de servicio público para justificar sus pretensiones expansionistas, mientras que, por otra, se cogen a un clavo ardiendo para defender la exclusividad de apertura y mantenimiento, incluso con privilegios de transmisión hereditaria, e impedir la libre competencia para que quien quiera pueda abrir oficinas nuevas.
Y es que ser un servicio público, no significa, en ningún caso, que sean recursos públicos en exclusividad. También los taxis son un servicio público y sin embargo tienen que convivir con la presencia de otras empresas que ofertan idénticos o similares servicios, aunque hayan tratado de impedirlo en una sociedad que, nos guste o no hace tiempo que abandonó los monopolios en un mercado de libre competencia. Lo que no es muy ético es que para unos aspectos se pretenda ser liberal y para otros proteccionista y exclusivo.
Los servicios que prestan, en cuanto a la dispensación y control de medicamentos, son esenciales y deben estar necesariamente coordinados con los servicios que se dan desde los centros de salud, los hospitales o cualquier otro recurso comunitario. Dicho lo cual, no debe confundirse con la pretensión de autodenominarse Farmacias Comunitarias porque no lo son, como tampoco los son los Geriátricos, los Centros de Día, los Centros de Jubilados, ni tan siquiera las escuelas, que, aun siendo públicas, son un recurso comunitario, pero no son ni se denominan Comunitarios.
La utilización de tal denominación tan solo o básicamente tiene intereses oportunistas de tipo empresarial y mercantil. Porque los servicios que están queriendo prestar a toda costa desde sus empresas no se ofertan de manera gratuita sino a un coste que debe asumir la ciudadanía directa o indirectamente a través de financiación pública y que, prestado en otros servicios como un Centro de Salud, son gratuitos.
Por otra parte, por mucho que quieran trasladar que cuidan, no lo hacen. Porque, es cierto, que los champús, cremas, lociones… que venden en sus empresas cuidan del cabello, de la piel, de las uñas…como últimamente se encargan de recordarnos machaconamente las cuñas publicitarias, pero lo hacen desde una perspectiva única y exclusivamente de marketing dado que ahora se ha puesto de moda el cuidado. Pero cuidar, trasciende a esta singular e interesada imagen cuidadora publicitaria. Cuidar profesionalmente lo hacen quienes han adquirido y tienen las competencias para hacerlo profesional y científicamente. Otra cosa bien diferente es que sus servicios puedan contribuir a mejorar los cuidados profesionales, por lo tanto, en este caso el orden de los factores altera sustancialmente el producto final, la salud.
La COVID 19, ha supuesto un punto de inflexión en la oferta de los diferentes servicios públicos y privados de cara a hacer frente a la pandemia. Pero aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid no es suficiente justificación como para estar reclamando también el realizar pruebas serológicas, PCR, e incluso en el colmo del “altruismo” como servicio público el ofertar su venta libre de dichos test, claro está, en sus oficinas. Además, de querer vacunar de la gripe con las vacunas que venderían y que posiblemente sea la puerta de entrada a futuras y similares acciones con otras vacunas. Un nuevo ejemplo de su capacidad fagocitaria ante todo aquello que identifican, puede suponer ingresos mayores a su cuenta de resultados. Por supuesto que nada que objetar a sus lícitos intereses empresariales, pero no a costa de las competencias de otros profesionales o de la usurpación de actividades públicas para convertirlas en privadas y rentistas.
Desde este planteamiento tan simplista como interesado no sería de extrañar que próximamente reclamen la venta exclusiva de fruta por ser fuente de vitaminas, que lo hagan igualmente con aire puro envasado por ser elemento esencial de salud, que asuman la prerrogativa de venta de juguetes por ser claves en el desarrollo de las/os niñas/os que contribuyen a su salud o que quieran la preferencia en el suministro de prendas deportivas por entender que son esenciales en la actividad física como hábito saludable, o hacer ecografías para acercar el servicio a la población al igual que ya hacen con el peso, la talla o la toma de TA a un módico precio en las que, ni tan siquiera interviene el/la farmacéutico/a o los/as auxiliares de farmacia en otros tiempos mancebos, al realizarlo una máquina que a modo de tragaperras se incorpora en el mobiliario habitual de las Farmacias. Al fin y al cabo, si venden cosmética, productos de higiene corporal, pañales, sonajeros… ¿por qué no han de poderlo hacer con todo lo demás?
Así pues, el otrora boticario que hacía fórmulas magistrales y vendía medicamentos desde una cercanía con la población a la que atendía y con la que se sentía identificada, se ha convertido en un empresario que trata de incorporar cada vez más servicios y ofertar más productos con el fin de acaparar mayor cuota de mercado. Transformación para la cual utilizan el gancho publicitario de Comunitario como utiliza en Corte Inglés el que sea primavera antes que en ningún otro sitio; que no se conduce realmente si no se hace en un BMW o que el lugar más feliz de la Tierra sea Disneyland. Finalmente, lo que importa es captar clientes, aunque para ello se genere una competencia artificial y desleal con servicios públicos y sus profesionales, tratando de desmerecer su oferta, trasladando que ellos lo harán mejor, aunque sea previo pago de algo que hasta entonces era gratuito.
Dicho todo lo cual, quien quiera entender que esta reflexión es un ataque sin fundamento y realizado tan solo desde una irracional manía hacia las/os profesionales farmacéuticas/os, estará tratando de ocultar la verdad. Mediante el discurso centrado en una permanente manía persecutoria contra lo que consideran derechos que se les conculcan o desde un victimismo artificial según el cual no se les deja ayudar a la comunidad que es lo que pretenden.
Nada más lejos de dichas suposiciones. Considero que tanto las farmacias como quienes las regentan son fundamentales y garantizan un adecuado y necesario equilibrio en aspectos importantísimos para la salud de las personas. Pero dicha garantía debe circunscribirse a su ámbito competencial y, en todo caso, a aquellos aspectos que previamente analizados, reflexionados, debatidos y consensuados con el resto de agentes de salud que intervienen en cualquier proceso de salud-enfermedad puedan ser incorporados como prestaciones que deben ser ofertadas como servicios públicos y gratuitos y evaluados en su conjunto con el resto de las prestaciones que desde cualquier servicio de salud se oferte en el ámbito del Sistema Nacional de Salud en el que se enmarcan y que es universal, accesible y gratuito. Desde ese planteamiento las Farmacias pueden considerarse como Farmacias Comunitarias. Pero a lo mejor o a lo peor, desde dicho planteamiento no les resulta interesante ni, sobre todo, rentable a sus intereses como empresa privada. Tentar, por otra parte, con cantos de sirena a determinadas sociedades científicas de la salud con colaboraciones puntuales que se concretan en folletos publicitarios con apariencia de informes de salud sobre determinados ámbitos, cuando lo único que buscan es captar clientes desde la falsa apariencia de unidad de acción no es ético y mucho menos estético.
Por todo lo dicho, las Farmacias deberán elegir entre querer ser un verdadero recurso comunitario que articula sus valiosas ofertas profesionales propias con las del resto de profesionales de la salud y la concurrencia de las administraciones para regular toda la oferta que se traslade a la comunidad o seguir con una tendencia hacia oficinas de farmacia con desaforado ánimo de lucro y tendencia al franquiciado mercantilista en el que desde hace un tiempo se incorporaron algunas con guerra de horarios incluida.
Lo que no se puede pretender es que se den por buenas las maniobras que, unilateralmente o con socios puntuales de interés, se llevan a cabo al margen de quienes sufren el expolio de competencias sin tan siquiera invitarles a que expresen su opinión al respecto y mientras las administraciones, o bien hacen la vista gorda, o se incorporan como socios interesados ante las presiones ejercidas por ellos o por las poderosas empresas con las que se relacionan, o por ambas.
Así pues, evitemos resbalones innecesarios y avenidas de lodo prevenibles. Todo será mucho más fácil, menos peligroso y más beneficioso para la comunidad, si realmente es para quien todos queremos centrar nuestros esfuerzos.
¿Farmacias Comunitarias? SI, pero cuando realmente su interés se centre en la comunidad y no en sus cajas registradoras.