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Con la que está cayendo y parece como si nada pudiese cambiarse.
Ya sabemos que la pandemia, y concretamente el virus que la provoca, es desconocido y no muestra un comportamiento que permita identificar claramente cómo se manifiesta y, en consecuencia, cómo actuar contra él. Sabemos que la incertidumbre se incorpora como un elemento desestabilizador y una permanente amenaza en la toma de decisiones. Sabemos que las medidas de distanciamiento social y las mascarillas son las indicadas para, cuanto menos, contener la pandemia. Todo esto ya lo sabemos. Pero también sabemos que para hacer frente a este problema de salud global hacen falta más profesionales sanitarios. Y, sobre todo, hacen falta muchas más enfermeras dadas las ratios de enfermera por habitante que actualmente tenemos y que nos sitúan a la cola de los países de la OCDE.
Está bien que se soliciten esfuerzos, compromiso, sensibilización, responsabilidad, constancia, paciencia… por parte de todos para hacer un frente común a la situación que estamos viviendo desde hace más de seis meses. Está bien que se aplauda a los profesionales de la salud por su entrega y sacrificio. Está bien que se soliciten sacrificios compartidos. Todo esto está bien. Pero resulta absolutamente insuficiente.
Pero no es tan solo que resulte totalmente insuficiente, porque eso también lo sabemos, es que requiere de respuestas urgentes si lo que realmente se quiere es obtener resultados que vayan más allá de hacer más rastreos.
A nadie se le escapa los efectos que sobre la economía tiene esta pandemia. Pero si alguien pensaba que los mismos iban a solucionarse exclusivamente con ayudas, vinieran de donde vinieran, al empleo, la productividad, la sostenibilidad empresarial… la realidad ya ha dejado claro que no va a ser suficiente, no la cantidad de las ayudas, sino las ayudas en sí mismas. Porque mientras no se actúe de manera decidida en lo que realmente puede hacer frente a este problema de salud, es decir, aumentando el número de profesionales y reforzando las estrategias de intervención, fundamentalmente desde Atención Primaria, nada será suficiente.
Mientras se siga pensando que la solución pasa por hacer más rastreos, más hospitales de campaña, más intervenciones sanitaristas… y se siga negando la importancia de intervenciones comunitarias en las que participe de manera activa la ciudadanía para reforzar la sensibilidad a las medidas de contención, la reducción de la ansiedad y la incertidumbre que son fieles aliadas del alarmismo, la acción coordinada contra la vulnerabilidad, el seguimiento de las personas contagiadas y sus familiares, de manera coordinada con los servicios de salud, la pandemia seguirá generando olas que pueden llegar a convertirse en sunamis que nos arrastren y nos devasten.
Si además se sigue pensando que con el número de profesionales con los que actualmente cuentan los servicios de salud puede hacerse algo más que maquillar una situación de deterioro social como el que tenemos, lo que realmente se está pensando es que la población es tonta.
Lo verdaderamente urgente es contratar a más profesionales y sobre todo a más enfermeras que puedan liderar, como saben hacer, las intervenciones en la comunidad, que puedan coordinar los recursos comunitarios, que puedan articular la prestación de cuidados, que puedan controlar y gestionar las necesidades de salud en base a una priorización razonable y científicamente valorada, que puedan articular medidas de acción comunitaria para mejorar la información que se necesita y no la que actualmente se está dando de manera totalmente arbitraria, desordenada y muchas veces contradictoria, que puedan planificar respuestas de cuidados en un contexto de cuidados, que puedan favorecer la necesaria continuidad de cuidados entre los diferentes ámbitos de atención, que puedan dar continuidad a acciones imprescindibles como la atención a niños, adolescentes, mujeres, trabajadores, personas adultas mayores, cuidadoras familiares, personas con cronicidad, discapacidad, soledad, pobreza o en estado terminal… que han pasado a ser secundarios cuando no olvidados ante la falta de personal.
La OMS y muchos otros organismos internacionales vienen alertando de la falta de enfermeras. Carencia que, en nuestro país, que se dice del primer mundo y potencia económica de primer nivel, es vergonzosa, ocupando el puesto 28 de 36 países en número de enfermeras por habitante. Sin embargo tan solo se sigue insistiendo en la carencia de médicos para alimentar un modelo medicalizado que ha mostrado claras carencias en esta pandemia.
Mientras los discursos, tanto de políticos, gestores como de los medios de comunicación, sigan trasladando que el problema es tan solo médico y que lo que realmente hacen falta son médicos y punto. Mientras se siga con la irracional, injustificada, acientífica y torpe idea de que las decisiones en salud tan solo pueden ser adoptadas por profesionales de una única disciplina, la pandemia seguirá su carrera imparable como se está demostrando.
Dicen que la realidad siempre supera a la ficción. Y que una imagen vale más que mil palabras. Sin embargo parece que ni la realidad ni las imágenes que día a día nos deja dicha realidad, sean suficientes para que, quienes tienen la obligación de tomar las mejores decisiones, sigan generando ocurrencias, escenificando reuniones pacificadoras que no deberían ser necesarias, adoptando medidas sin rigor científico, haciendo de la incoherencia una constante, culpabilizando a grupos vulnerables de las causas de aquello que no son capaces de resolver, incorporando el victimismo lastimero y pusilánime como única respuesta y clara muestra de su incapacidad y mediocridad, haciendo de la inmovilidad y la ambigüedad sus principales compañeras en la toma de decisiones, en definitiva haciendo gala de su desprecio a la inteligencia y al sentido común de una población que está viendo con desesperación, no exenta de indignación, como se derrumba su normalidad y la que le prometieron como nueva y alimentando el negacionismo de ciertos sectores reaccionarios.
Por una vez y, en este caso, sirviendo de precedente, contraten más enfermeras, no sigan cerrando centros de salud para construir hospitales de campaña, confíen en la población y su aportación, en lugar de mandarles obedecer tan solo, no sigan utilizando al ejército para tapar las carencias existentes… y, sobre todo, dedíquense a trabajar con y para la ciudadanía y no utilizándola para su beneficio.
Cuando hablar de enfermeras deje de ser para ustedes una anécdota, un esfuerzo y un reclamo oportunista y las incorporen como profesionales indispensables en sus pensamientos, planteamientos y decisiones, se darán cuenta que, entonces, empiezan a funcionar mejor las cosas. Hacerlo no duele, no genera efectos secundarios y además se obtienen beneficios en salud a un coste mucho menor de lo que están ustedes acostumbrados a gastar con el dinero de todos.
Pero háganlo pronto porque ni somos heroínas ni magas. Tan solo, o, sobre todo, somos profesionales de los cuidados que requieren las personas, las familias y la comunidad, además de la vacuna cuando llegue.