ENFERMERÍA SIN FRONTERAS. Realidad Ibero-Latinoamericana

 

                       “La identidad es en parte herencia, en parte educación, pero principalmente las decisiones que tomas en la vida”[1].

Patricia Briggs.

                                       Dedicado a Susana Espino, inspiración y referencia de identidad enfermera ibero latinoamericana.

En mis dos últimas entradas he reflexionado en torno a la formación de enfermería en el contexto español. Aunque es cierto que en muchos aspectos existen coincidencias con la realidad docente e incluso asistencial de otros contextos internacionales, no es menos cierto que también son muchas las especificidades que marcan diferencias.

Este hecho, sin embargo, considero que lejos de ser un inconveniente o debilidad puede ser una gran fortaleza en la planificación y puesta en marcha de estrategias globales de crecimiento y visibilidad enfermera que hasta la fecha no han sido convenientemente identificadas y mucho menos desarrolladas.

La fascinación por la enfermería anglosajona (fundamentalmente británica, norteamericana y canadiense) nos ha mantenido alejados de cualquier otra realidad por considerarlas menores o que tenían poco que aportar.

Enfermería, a pesar de los importantes avances y logros alcanzados en las últimas décadas, aún no ha conseguido desprenderse de la influencia que, tanto la medicina como el racional-positivismo en el que se basa, ejercen sobre su desarrollo y autonomía. Influencia que afecta de igual modo en los contenidos curriculares de los planes de estudio como en la planificación y organización de los sistemas sanitarios, patriarcal asistencialistas, paternalistas, biologicistas, hospital-centristas… en los que los médicos basan su desarrollo científico profesional y en los que fagocitan al resto de disciplinas impidiendo o cuanto menos dificultando seriamente cualquier oportunidad de crecimiento desde otro paradigma que no sea el suyo.

A pesar de los intentos por desprenderse del secuestro intelectual y el magnetismo del poder de la medicina, enfermería sigue presa en muchos aspectos de esa influencia que le sitúa en una posición de permanente inestabilidad en su posición institucional y social y de clara indecisión por dar el paso que le permita desarrollarse plenamente desde el paradigma enfermero, lo que, por otra parte, no supone renunciar al necesario e imprescindible, para ambas partes, trabajo transdisciplinar.

Esta situación de provisionalidad científico-profesional hace que sigamos el dictado que las normas de la biomedicina marcan y de la que formal e institucionalmente formamos parte en una muestra más de fagocitación, lo que nos impide brillar con luz propia.

Y estas características, creo, en mayor o menor medida las compartimos las enfermeras españolas, portuguesas y las latinoamericanas con las que nos unen otros muchos vínculos que sin duda podrían y deberían ser incorporados como fortalezas en el desarrollo disciplinar, científico y profesional con independencia de la distancia geográfica y las diferencias culturales.

A pesar del poder que impone el idioma científicamente hegemónico, el inglés, que marca de manera clara y determinante la generación y difusión de conocimiento, las enfermeras ibero-latinoamericanas compartimos una lengua que nos ofrece un potencial que seguimos sin valorar adecuadamente en nuestro desarrollo.

Sin duda el mercantilismo impuesto por las empresas editoriales anglosajonas tienen secuestrado el conocimiento científico con unas normas de supuesta calidad científica, en base a la generación de un factor que han denominado de impacto, pero que está regido más, por razones económicas que de calidad y que mantienen rehenes de las mismas a las enfermeras, al menos en el ámbito universitario, al ser evaluadas por los criterios de las publicaciones denominadas biomédicas de impacto, en el logro de objetivos para su carrera académica. Aspecto en el que también participan las enfermeras latinoamericanas. Queda patente pues que no es tanto a quién lleguen nuestras aportaciones científicas sino en dónde se publiquen, aunque ello suponga que las mismas no las podamos compartir con quienes nos interesa sino con quienes les interesa a las revistas para mantener su impacto y con él sus beneficios económicos.

Ante este panorama compartido en el que una supuesta y aparente autonomía científico-profesional enfermera esconde realmente una subsidiariedad, más ligada a las técnicas y a la medicalización que a los cuidados y la humanización de los mismos en base al paradigma enfermero, las enfermeras ibero-latinoamericanas tenemos la oportunidad de unir nuestras fortalezas y vencer nuestras debilidades para lograr un posicionamiento y una visibilidad que lamentablemente tan solo son aparentes y que quedan desdibujados por la fuerza de la imposición científica, profesional, institucional, mediática e incluso social de la medicina.

La pandemia que estamos viviendo ha incorporado con gran fuerza la virtualidad en las comunicaciones y con ella la posibilidad de compartir conocimientos, pero también experiencias, vivencias y expectativas que hasta la fecha resultaban difíciles de llevar a cabo por la distancia geográfica que lo limitaba claramente. Las conferencias, seminarios, webinars, talleres, debates… online han sido y siguen siendo permanentes y permiten unir a enfermeras de muy diversos países en tiempo real, a pesar de las diferencias horarias, en el abordaje de temas que les son de interés y que permiten identificar estrategias de crecimiento conjunto.

Descubrir lo mucho que nos une e identificar oportunidades en ámbitos como la docencia, la investigación, la práctica profesional, las necesidades, las demandas, los recursos compartidos… convierte este gran contexto ibero-latinoamericano en un escenario de oportunidades reales para lograr vencer las resistencias impuestas por el modelo médico hegemónico y por la dictadura de un idioma que limita las posibilidades de cientos de miles de enfermeras que hablamos y entendemos, español y portugués, permitiéndonos generar un espacio de poder real, de crecimiento y posicionamiento, que nos distancie de contextos que nos son tan lejanos geográfica como culturalmente y de los que podemos seguir aprendiendo pero que deben dejar de ser exclusiva referencia si queremos lograr una identidad propia, diferenciada y específica que nos permita ser consideradas, por las/os decisoras/es políticas/os y sanitarias/os de nuestros países, como referentes en salud y no tan solo como recursos humanos necesarios desde una perspectiva exclusiva de mano de obra en beneficio de las necesidades de la medicina y sus profesionales y no de las personas, las familias y la comunidad a las que realmente nos debemos.

Descubrir que compartimos, además de una lengua, un lenguaje enfermero. Que valoramos la atención a las personas por encima de la técnica como acción profesional exclusiva. Que identificamos problemas de salud, que trascienden a la patología, en los que las respuestas humanas están por encima de la medicalización y la tecnología. Que participamos de objetivos comunes en el planteamiento de estrategias de intervención comunitaria desde una perspectiva de salud global. Que entendemos la enfermería como ciencia y como tal tenemos la necesidad de generar conocimiento propio. Que los determinantes sociales se configuran como los principales determinantes de salud. Que la promoción de la salud, la Educación para la Salud, los activos de salud… son ejes fundamentales de la acción enfermera en la intervención comunitaria y a través de la participación comunitaria. Que la humanización no es una moda sino parte de nuestra perspectiva profesional cuidadora. Que hay otras formas de investigar y de generar evidencias científicas, tan importantes y válidas, como las impuestas por el positivismo. Que tenemos ilusiones y metas comunes que podemos alcanzar con el esfuerzo conjunto… han sido tan solo algunos de los hechos, sentimientos, emociones, sensaciones, situaciones, preocupaciones, dudas… que hemos ido descubriendo a lo largo de este año en el que el confinamiento forzado ha propiciado los encuentros repetidos, permitiendo la identificación de sinergias que seguro facilitarán lo que hasta la fecha parecía algo inalcanzable, en un contexto que nos ofrece tantas oportunidades,

La Enfermería Global ibero latinoamericana, por tanto, es posible. Pero es necesario que trabajemos para lograr que la misma sea una realidad más allá de las palabras y de los deseos efímeros que pierden su efervescencia como una gaseosa una vez abierta.

Perder o cuanto menos apartar la atención exclusiva en la fascinación de aquello que nos resulta más lejano, menos comprensible, más exótico… para centrarnos en lo que, sin tener tanto glamour, es mucho más comprensible, cercano y, sobre todo, ofrece muchísimas más posibilidades para construir una identidad que, siendo igualmente enfermera, nos es propia. Evitando tener que adoptar, tan solo, el papel de boquiabiertos y pasivos observadores en esos otros contextos en los que se nos limita intervenir.

No se trata de olvidar ni de rechazar nada, en absoluto. Pero si de centrar nuestros esfuerzos, nuestros conocimientos, nuestras energías y nuestra voluntad en aquellos contextos en los que realmente podemos contribuir colectivamente a construir una realidad que nos es común o que podemos hacer común sin necesidad de renunciar a nuestra singularidad y que le dotará, si cabe, de mayor riqueza.

Pero para ello deberemos también, desprendernos de los tópicos y estereotipos que, a una parte y otra del Atlántico, seguimos conservando. La percepción de inferioridad o superioridad, la creencia de una diferencia insalvable, la interpretación subjetiva y distorsionadora… son tan solo algunos de los aspectos que actúan como barreras a la hora de avanzar hacia la construcción de esa realidad enfermera científico profesional ibero latinoamericana que se aleje de la utopía para instalarse en el plano real de lo posible y deseable.

No es lógico, atomizar, dividir, separar… cuando son muchos más los elementos que nos acercan que aquellos que nos alejan, ocupando esfuerzos, muchas veces estériles, en acercarnos a la luz del que consideramos astro rey, la medicina, para que enfermería pueda proyectar un poco de su luz, pero sin que ello evite nuestra cara oculta, como la de la luna. Un acercamiento que nos ciega y limita las oportunidades de conformar un gran espacio enfermero en el que investigar, crecer, desarrollar, experimentar… desde una identidad propia y reconocible que podemos compartir sin sentirnos inferiores, que podemos contrastar sin miedo a defraudar, que podemos proponer sin temor…

Está claro que hablamos todas/os de Enfermería y enfermeras, pero lo hacemos con visiones, miradas, observaciones, posiciones, e incluso interpretaciones diferentes configurando un calidoscopio que nos ofrece imágenes que si bien son llamativas y curiosas nos resistimos a entender. Pero no porque no podamos, sino porque nos obstinamos en mantener idéntica distancia científico profesional que la que tenemos geográficamente y que paradójicamente no hacemos con otras configuraciones que atraen nuestra atención y que, aunque no entendamos nos empeñamos en participar de las mismas. En esa permanente incongruencia seguimos manteniendo unas fronteras que impiden la migración de ideas, conocimientos, experiencias, vivencias… narradas en una misma lengua o en otra muy cercana, la portuguesa, que nos permiten unas posibilidades a las que nos negamos o nos resistimos a identificar y desarrollar.

Las Universidades, por ejemplo, en esa acepción de universalidad que tiene su denominación, muchas veces no la cumple o lo hace con idéntica fascinación hacia realidades “triunfadoras”, relegando a un segundo plano, en el mejor de los casos, a aquellas como el contexto ibero latinoamericano. Sin embargo, la Universidad, como ya he tenido ocasión de reflexionar en anteriores entradas, cumple un papel crucial en la identidad enfermera, por lo que las alianzas reales, más allá de los protocolarios y en ocasiones estériles convenios, entre universidades ibero latinoamericanas permitirían analizar y debatir sobre aspectos curriculares que aunaran dicha identidad enfermera y evitaran la generación de identidades diversas que acaban por desdibujar la verdadera aportación e imagen enfermera. En este sentido, la Asociación Latinoamericana de Escuelas y Facultades de Enfermería (ALADEFE) puede y debe tener un papel fundamental.

Como ejemplo de esa fascinación, cabe reflexionar sobre la absoluta inacción a la hora de defender, desde las Facultades o Escuelas de Enfermería, las propuestas y concesión de Doctorados Honoris Causa a enfermeras ibero latinoamericanas en nuestras universidades. Se proponen pocas y se conceden menos. Pero las pocas que se conceden, salvo escasísimas excepciones, son a enfermeras anglosajonas, que siendo importantes no son las únicas que lo merecen o que han aportado algo importante para el desarrollo de la Enfermería. Es tan solo una muestra de nuestra cara oculta, a la que lamentablemente contribuimos, incluso en el año Nursing Now.

La generación de esa identidad, que no pretende ser monolítica ni teocrática, sino diversa, es lo que favorecerá el liderazgo enfermero en torno a los cuidados profesionales. Lograrlo, evitaría, en gran medida, la hemorragia constante de competencias, al dejar perder no tan solo actividades y tareas sino la responsabilidad sobre las mismas, causada por nuestra fascinación hacia la técnica, la tecnología y escenarios enfermeros que siéndonos extraños queremos emular olvidando lo que nos es propio y otorga identidad, los cuidados. Identidad sin la cual no lograremos un liderazgo enfermero propio que nos sitúe, al menos, al mismo nivel y con idéntica fortaleza del que ahora mismo nos fascina y somos subsidiarios.

Últimamente se oye que la tecnología ha venido para quedarse. No me cabe duda de que así será. Pero como enfermeras haríamos bien si aprovechásemos la oportunidad que nos brinda para configurar una identidad enfermera rigurosa y potente científicamente, referente profesionalmente, reconocible socialmente y respetada colectivamente.

No se trata de generar una competencia a la dominante Enfermería anglosajona, pero si de equilibrar realidades desde una perspectiva de respeto e igualdad que lamentablemente no existe en la actualidad y que provoca importantes inequidades que no pueden estar ligadas a territorios y mucho menos a la lengua que en los mismos se habla y sirve para vehiculizar nuestro conocimiento. Entre otras cosas, o principalmente, porque no hacerlo va en detrimento de la calidad de cuidados que prestamos.

Expresarse verbalmente o por escrito en diversas lenguas no puede ni debe constituir una barrera de crecimiento y reconocimiento y mucho menos una forma de monopolizar la ciencia con intereses comerciales que desvirtúan la misma y la convierten en pura mercancía.

La lengua forma parte de la cultura y de la construcción identitaria de los pueblos y es un derecho universal que hay, no tan solo que respetar sino también promocionar. Quienes compartimos una misma lengua tenemos la obligación de hacerla vehicular de nuestra ciencia y del conocimiento que de la misma emana para fortalecer nuestra identidad y prestar unos cuidados profesionales que también tienen clara relación con la cultura, la historia y las tradiciones.

Tal como expresara Erik Erikson “En la jungla social de la existencia humana, no hay sensación de estar vivo sin un sentido de identidad”[2].

Estoy convencido que seremos capaces de construir este importante espacio compartido que nos une más que nos separa y que nos identifica con luz propia, en ese necesario sentido de identidad enfermera.

[1] Escritora estadounidense (1965)

[2] Psicoanalista estadounidense (1902 – 1994).