«Algunas personas quieren que algo ocurra, otras sueñan con que pasará, otras hacen que suceda».
Michael Jordan[1]
Dedicado a quienes día a día trabajan para que suceda el liderazgo enfermero y en especial a jóvenes como Antonio de Jesús Mavil Luna.
Las enfermeras llevamos tiempo hablando de la importancia y la necesidad del liderazgo enfermero.
Sin embargo, tengo la sensación de que cuando las enfermeras hablamos de liderazgo se hace más como una petición, un deseo, un anhelo… que como un compromiso serio por lograrlo realmente. Como si el liderazgo fuese algo que se nos tiene que otorgar, ceder o permitir.
Teniendo en cuenta que por liderazgo se entiende la capacidad y la competencia de delegar, tomar la iniciativa, gestionar, convocar, promover, incentivar, motivar y evaluar algo, de forma eficaz y eficiente, no es razonable que continuemos pensando que si no tenemos liderazgo es por razones externas a nosotras mismas.
Seguir instaladas en ese falso y estéril victimismo, pensando que de esta manera lograremos el liderazgo, es tanto como ampararse en la suerte para lograr alcanzarlo. Ya se sabe, o debiera saberse, que la suerte, en primer lugar, es para quien la busca y no para quien la espera. Pero, además, la suerte es la guardiana de los necios, es decir, de quienes insisten en los propios errores o se aferran a ideas o posturas equivocadas, demostrando con ello poca inteligencia. Por su parte la fortuna es la madre de los pesares, es decir de la pena, el dolor, la nostalgia, el arrepentimiento o la tristeza por algo, generalmente por una desgracia. Las enfermeras, ni somos necias, ni tenemos por qué tener la sensación o sentimiento de desgracia, ya que la ausencia de liderazgo, en todo caso, se deberá más a una indolencia que a una dolencia.
Por tanto, el liderazgo, como capacidad y competencia que es, no podemos esperar que aparezca, se nos preste y mucho menos se nos regale. La manida pregunta del líder ¿nace o se hace?, no deja de ser un chascarrillo sin mayor relevancia, ni impacto en el liderazgo enfermero. Una cosa es que una persona, sea enfermera o no, tenga ciertas capacidades innatas a su personalidad que pueden ayudar en ciertos liderazgos y otra, bien diferente, que se nazca con el gen del liderazgo. Porque el liderazgo y aprendizaje son indispensables el uno para el otro[2].
Pensar que el liderazgo es cosa de otras/os es un grave error. Toda enfermera individualmente debe asumir el liderazgo de sus cuidados. Tan solo así se podrán poner en valor y prestarlos con las máximas garantías de calidad. El liderazgo, por tanto, empieza por una/o misma/o.
Además, una cosa es las/los líderes y otra el liderazgo profesional, en este caso el enfermero. Pueden existir, como de hecho existen, enfermeras líderes muy destacadas/os y no por ello, como lamentablemente sucede, existe liderazgo enfermero.
A pesar de que el/la líder enfermero/a será aquel/la que tenga las habilidades para influir en la forma de ser o actuar de otras enfermeras o personas o en un equipo de trabajo determinado, haciendo que trabaje con entusiasmo hacia el logro de sus metas y objetivos, esto redundará en determinados ámbitos de atención o actuación enfermera y muy posiblemente como parte de un logro colectivo mayor que forme parte de la organización en la que se integra, pero no supondrá que dicho liderazgo personal tenga, necesariamente, una proyección de conjunto que permita hablar de liderazgo enfermero.[3]. De hecho, es evidente la eficacia y eficiencia de la gestión enfermera que redunda significativamente en los logros de las organizaciones en las que trabajan, pero con poca o nula repercusión a nivel de liderazgo enfermero que, normalmente, queda desdibujado, fagocitado u oculto.
Hablar de liderazgo enfermero va mucho más allá del liderazgo de algunas enfermeras, es decir, de las referentes enfermeras. Las referentes son fundamentales como proyección de lo que aportan y como modelo a seguir, pero no es condición suficiente, aunque si necesaria, para lograr el liderazgo enfermero. El liderazgo enfermero, supone que el conjunto de quienes integran la enfermería sientan la enfermería y se sientan enfermeras.
Dudo que esto sea posible cuando hay quienes en enfermería no tan solo dudan, sino que incluso reniegan de lo más básico, es decir, cómo se nos denomina y cómo de orgullosos nos sentimos con dicha denominación. Porque quien formando parte de la Enfermería reniega, se avergüenza o duda de la idoneidad de denominarse enfermera o enfermero, está dudando, según mi opinión, de lo que es y significa la Enfermería misma como profesión, ciencia y disciplina. ¿Alguien se imagina a un arquitecto, un ingeniero, un farmacéutico, un médico… denominándose de otra manera que no sea la que su disciplina, arquitectura, ingeniería, farmacia o medicina, le otorga como integrante de las mismas? ¿Cómo se supone que debiéramos ser conocidas/os las enfermeras, como ATS, DUE, Grado…? Es que no puedo ni quiero imaginar denominarme de ninguna otra manera. Pero lo importante no es que yo u otras/os muchas/os lo sintamos. Lo trascendente y preocupante es que existan planteamientos en este sentido, porque suponen un claro componente de falta de identidad enfermera, que es fundamental para configurar un liderazgo propio.
Por otra parte, utilizar a la ciencia, la disciplina o la profesión de Enfermería para ocultar o enmascarar nuestra denominación individual o colectiva como enfermeras en un claro intento de apropiarse del todo para evitar la parte del mismo que somos, es, no tan solo un gravísimo error que no comete ninguna otra disciplina, sino una muestra evidente de que, o no queremos formar parte de dicho todo, porque no creemos, nos avergonzamos, nos da miedo, o una mezcla de todo. Pero sea cual sea la causa lo verdaderamente cierto es que es una realidad que nos atenaza e impide un liderazgo real.
Es normal, natural e incluso deseable la diferencia de planteamientos, de criterios, de estrategias, de teorías, de miradas… que fomenten un debate constructivo que fortalezca la Enfermería desde la reflexión y el pensamiento crítico. Esto sucede en todas las disciplinas y lejos de ser una debilidad es una gran fortaleza.
No estoy abogando por el pensamiento único que, es claramente contrario a la ciencia. Estoy planteando una cuestión de coherencia, sentido común y principio fundamental de madurez disciplinar, científica y profesional, sin la que no será posible el liderazgo enfermero por mucho que tengamos excelentes referentes.
Puede parecer una cuestión banal, simple o intrascendente. Pero nada de ello es cierto. Es, por el contrario, fundamental. Sin esa clara identidad de conjunto no seremos capaces de ejercer un liderazgo enfermero.
No estamos hablando de enfermeras pediátricas, de salud mental, comunitarias o de gestión… estamos hablando de enfermeras, con independencia de su especialidad, ámbito de competencia o grado de experiencia, pero todas siendo y sintiéndose enfermeras.
¿Con qué voz vamos a convencer a decisores, políticos, ciudadanía… de lo que somos, aportamos o valemos, si no somos capaces nosotras mismas de identificarnos como lo que somos?
Si como profesionales (que no queremos identificarnos como enfermeras) somos capaces de dar respuesta a las necesidades de la población, pero como tales no somos capaces de que la población nos identifique como enfermeras, estaremos resolviendo problemas que nunca serán identificados como parte de nuestra responsabilidad y, por tanto, nunca nos serán reclamados de manera inequívoca o exclusiva a las enfermeras.
Si como enfermeras no somos capaces de dar respuesta a las necesidades de la población, aunque la población nos identifique como tales, estaremos demostrando una clara falta de madurez e incompetencia profesional que nos situará en una difícil situación de credibilidad e impedirá cualquier tipo de liderazgo.
Sin embargo, si como enfermeras somos capaces de dar respuesta a las necesidades de la población, y además somos capaces de que la población nos identifique como tales, estaremos actuando bajo criterios de verdadero liderazgo enfermero, al permitir que se identifiquen los excelentes cuidados enfermeros que somos capaces de prestar y que tan solo estamos en disposición de prestar las enfermeras[4].
Liderar supone creerse lo que somos para, desde dicha creencia o convencimiento, lograr convencer a quienes deben identificarnos, reconocernos y valorarnos con la capacidad de transformar la visión en realidad como paso previo a cualquier intento de liderazgo enfermero.
Pero el liderazgo, además, supone que identifiquemos, nos impliquemos y exijamos que las instituciones que nos representan sean transparentes y democráticas. Que las Sociedades Científicas que permiten nuestro desarrollo y madurez científico-profesional, se conviertan en nuestros referentes y nos incorporemos mayoritariamente a las mismas con determinación. Que las evidencias científicas que generan las investigadoras enfermeras se incorporen en la actividad profesional para mejorar la calidad de los cuidados que prestamos. Que el trabajo en equipo suponga un trabajo transdisciplinar en el que nuestra aportación sea determinante y autónoma y no secundaria y subsidiaria. Que nuestras/os referentes sean identificadas/os, reconocidas/os y respetadas/os como líderes enfermeros con quienes construir el liderazgo enfermero. Que quienes aceptan responsabilidades de gestión, sea en puestos específicos de enfermería o no, asuman el liderazgo enfermero, desde el ejemplo que, como decía el filósofo alemán Albert Schweitzer, no es lo que más influencia a las personas, sino que es lo único. Porque el liderazgo es ejemplo y el ejemplo es liderazgo.
Pero ante esto cabe responder a las siguientes interrogantes sin cuyas respuestas no será `posible el liderazgo enfermero. ¿Queremos cambiar esta situación e identificarnos como enfermeras?, ¿Podemos cambiar esta realidad?, ¿Aceptamos el reto de cambiarla?, ¿Queremos asumir la responsabilidad, el riesgo y la incertidumbre del verdadero liderazgo enfermero?
Seguir reclamando reconocimiento, sin tener clara nuestra identidad, sin creer en ella y sin trabajar por ella es una evidente incoherencia.
Pretender adquirir respeto sin obtener el liderazgo que nos lo otorgue es absurdo.
Esperar a obtener valoración de algo que ni tan siquiera nosotras/os mismas/os somos capaces de valorar es simplemente ridículo.
Reclamar un liderazgo que tan solo se sustenta en la visión del mismo como elemento de ego y competitividad con otras profesiones o disciplinas es tan artificial como inútil.
El liderazgo enfermero no se traduce en una forma de lucir, sobresalir o seducir, sino en una forma de visibilizar nuestra aportación propia e insustituible como enfermeras, desde nuestras especificidades, especialidades, singularidades…pero también desde nuestra identidad común, desde nuestra realidad propia, desde nuestro sentimiento profesional, desde nuestra capacidad científica.
El liderazgo enfermero, al contrario de lo que sucede con el liderazgo en otras disciplinas, no se encuentra en la centralidad, alejada de la comunidad y por tanto de la ciudadanía, sino en y con la comunidad en un liderazgo compartido que no por ello es menor. Tratar de ocupar un espacio ya colonizado y propio de otras disciplinas tan solo nos desgastará y restará credibilidad, impidiendo que seamos reconocidos y conocidos. Nuestro liderazgo debe fundamentarse en lo que como enfermeras somos capaces de hacer, prestar cuidados profesionales, de manera excelente y autónoma, dándoles significado y aportando la evidencia que los justifican y fortalecen, asumiendo responsabilidad, garantizando su calidad y, sobre todo, otorgándoles la identidad propia, que no es otra que la enfermera.
En cualquier caso, la cualidad suprema del liderazgo es la integridad[5], sin la que difícilmente se logrará un liderazgo real. Finalmente, liderar no se trata de tener poder o de mandar, pues las/os verdaderas/os líderes, las/os que crean liderazgo, tienen seguidores, pero no crean seguidores. Crean nuevas/os líderes para mantener, reforzar y justificar el verdadero liderazgo enfermero, en cualquier ámbito, entorno, contexto o situación.
Liderar no es figurar, no es mandar, no es tener poder. Liderar es asumir la responsabilidad que como enfermeras tenemos ante la sociedad y saber trasladarla con la dignidad, el orgullo y la satisfacción que le corresponde a la Enfermería de la que formamos parte. El poder y el respeto serán consecuencia de ese liderazgo y no a la inversa.
[1] Jugador de baloncesto profesional.
[2] John F. Kennedy. Presidente EEUU 1961-1963
[3] https://es.wikipedia.org/wiki/Liderazgo
[4] Adaptado de una intervención de Nuria Cuxart sobre la prescripción enfermera.
[5] Dwight Eisenhower-Presidente EEUU 1953-1961