Dedicado a cuantas/os hacen posible, con su trabajo, que la Atención Primaria siga siendo una realidad posible.
Siguiendo con el rito de las celebraciones, hoy le toca el turno al día Mundial de la Atención Primaria.
Debiera ser, por tanto, un día de alegría y celebración. Sin embargo, ni la actual pandemia ni el trato de quienes tienen la capacidad de decidir sobre su situación, ofrecen muchas razones por las que alegrarse y mucho menos celebrar nada.
En todo caso nos queda, a quienes seguimos creyendo en ella, el pobre bagaje de, cuanto menos, saber que aún existe, aunque sea con evidentes signos de debilidad.
Lejana parece la fecha en que empezó en nuestro país el desarrollo de lo que vino en denominarse el nuevo modelo de atención. Un modelo que trataba de desplazar al ya caduco modelo centrado en el patriarcal asistencialismo, paternalismo, medicalización, fragmentación, hospitalcentrismo… para dar paso a una atención longitudinal, continua, continuada, integral… en la que el trabajo en equipo y la participación comunitaria se identificaban como ejes fundamentales del funcionamiento de los nuevos Centros de Salud.
Las enfermeras nos incorporamos con una mezcla de incertidumbre e ilusión que pronto se transformó en una motivación muy importante al identificar un espacio de crecimiento, autonomía y valoración profesional como nunca antes había existido.
Incertidumbre porque, ni nuestra formación, a pesar de que los nuevos planes de estudio en la Universidad recogían conocimientos importantes de Enfermería Comunitaria y Salud Pública hasta entonces inexistentes, ni mucho menos nuestra experiencia, al venir de un modelo en el que nuestra actividad era absolutamente subsidiaria, nos otorgaban la fortaleza que la Atención Primaria requería y en la que se habían depositado grandes expectativas de aportación por parte de las enfermeras.
Pero hay que destacar la importante implicación y fuerza con la que las enfermeras, provenientes, algunas, de los antiguos ambulatorios o instituciones abiertas como se les denominaba, otras de los hospitales y en un número muy reducido por quienes aprobaron la primera oposición a Equipos de Atención Primaria convocada por el aún existente INSALUD, contribuyeron a ello. Esta amalgama tan diversa de identidades profesionales logró configurar una nueva identidad que pronto se identificó con la que vino en denominarse filosofía de la Atención Primaria.
Los Foros para analizar, debatir y hacer propuestas en torno a los objetivos de Salud para Todos en el año 2000, derivados de la Conferencia de Alma Ata, supusieron un punto de inflexión en el abordaje de la atención enfermera en Atención Primaria. Las Consultas Enfermeras, tan perseguidas y denostadas por quienes venían de creerse los únicos valedores de la salud, como espacios de atención individualizada y autónoma; la intervención en la comunidad, para trabajar con la población en la identificación y abordaje de los problemas de salud; la atención domiciliaria, para llevar a cabo intervenciones en el núcleo familiar; la historia de salud en la que ya podíamos registrar nuestra actividad de manera totalmente autónoma y en igualdad de condiciones como cualquier profesional… fueron claves en el desarrollo de la actividad enfermera en Atención Primaria.
Líderes enfermeras como Mª Jesús Pérez Mora o Mª Victoria Antón Nárdiz, entre otras muchas, fueron referentes imprescindibles y valiosísimos para acoplar, coordinar, articular, facilitar, adecuar, formar, capacitar… todos estos elementos y a las enfermeras que, con su energía, vitalidad, ilusión y trabajo lucharon para que este modelo se configurase realmente como un espacio en el que poder aportar nuestros cuidados profesionales junto a la atención prestada por trabajadoras sociales, médicos, matronas, auxiliares, administrativos, celadores… que conformaban los Equipos básicos de Atención Primaria de Salud.
Al mismo tiempo tuvimos que aprender a trabajar con la población a través de los Consejos de Salud. Fue un trabajo de aprendizaje compartido por parte de la ciudadanía y sus representantes y las/os profesionales de salud de Atención Primaria. No era sencillo para nadie, pero representaba un estímulo para todos.
El desarrollo de protocolos, guías, programas… la asistencia a jornadas, seminarios congresos… la realización de diagnósticos de salud, las sesiones y reuniones de equipo, la gestión individualizada de cuidados, la generación de indicadores de actividad, el trabajo para lograr el autocuidado a través de la Educación para la Salud, la investigación propia, la comunicación y el consenso en sustitución de la información vertical jerarquizada… supusieron el cemento que permitía unir los diferentes componentes que configuraban la Atención Primaria.
Fueron años de mucho trabajo, pero también de mucha satisfacción por contribuir al desarrollo y consolidación de la Atención Primaria a pesar de las barreras, oposición, ataques… de quienes, no tan solo no creían en el nuevo modelo, sino que estaban totalmente en contra del mismo y que hubo que sortear con estrategias y sinergias que permitieron mantener viva la esperanza en lo que ya era para muchas/os “su modelo”, en el que creían y por el que trabajaban.
La incorporación en los organigramas de los diferentes servicios de salud de direcciones propias de Atención Primaria en las que estaban al mismo nivel las Direcciones Médica y Enfermera, supusieron una fortaleza en la desigual convivencia con la Asistencia Hospitalaria.
La creación de la primera Sociedad Científica de Enfermería Comunitaria, la Asociación de Enfermería Comunitaria (AEC), supuso otro punto de inflexión en el desarrollo de las enfermeras comunitarias que se ha mantenido hasta nuestros días.
Pero la decidida apuesta inicial de las/os decisoras/es políticas/os y sanitarias/os, fue decayendo y la fuerza del asistencialismo la medicalización y el hospitalcentrismo, fue ganando terreno y quitándoselo a la Atención Primaria que veía como se limitaban sus competencias, se rebajaban las inversiones, se reducía la capacidad de decisión de las/os profesionales de atención primaria y de sus gestores, se adoptaban decisiones totalmente en contra de los principios de la Atención Primaria que hacían que los centros de salud cada vez se pareciesen más a los antiguos ambulatorios y como consecuencia de todo ello la Atención Primaria cada vez prestaba menos Atención, cada vez era menos de Salud y más de enfermedad, cada vez se alejaba más de la comunidad, cada vez era más una sucursal de los Hospitales… lo que provocó inicialmente rabia que dio paso a la frustración y esta a su vez dio paso a la indiferencia y el conformismo, reforzados por la incomprensible política que permitía el acceso a los Equipos de Atención Primaria de quienes la identificaban como un remanso de paz y confort para su jubilación.
La agonía de la Atención Primaria era tan evidente como preocupante a pesar de lo cual seguía sin existir voluntad política real por recuperarla.
Todo se limitaba a gestos, promesas vacías, demagogia, eufemismos… que contribuían a aumentar su agonía y a desmotivar a los profesionales.
Lo que en principio pudo suponer un rayo de esperanza y una apuesta por el cambio, con la aprobación del Real Decreto de Especialidades de Enfermería en el que se recogía la de Enfermería Familiar Y Comunitaria y su posterior desarrollo, no dejó de ser un nuevo y frustrante espejismo producto más de una concesión política a destiempo y claramente deficiente y alejada de las necesidades reales tanto de la profesión enfermera como de los servicios de salud donde debían poder integrarse y de la sociedad a la que debían prestar sus cuidados especializados. Se invirtió tiempo, dinero y esperanzas frustradas por parte de quienes, con grandes esfuerzos, hicieron la especialidad y que comprobaron como, una vez obtenida, no les servía para nada. Por su parte las administraciones hacían un claro ejercicio de fraude de ley al invertir dinero público en la formación de miles de especialistas sin que posteriormente recuperase la citada inversión con su contratación en los servicios de salud para dar respuestas eficaces y eficientes a las necesidades de salud de las personas, familias y comunidad.
En el año 2019, con una Atención Primaria en estado crítico, se aprobó el Marco Estratégico de la Atención Primaria y Comunitaria que, al menos en teoría, significaba el primer signo real de apuesta por la reanimación y la reforma de la Atención Primaria en base a principios que la alejaban de la situación en la que se encontraba y la aproximaban a elementos destinados a dotarla de vitalidad renovada.
La pandemia, sin embargo, vino a paralizar un proceso que acababa de iniciarse y que a supuesto entrar de nuevo en una vía muerta a la que ha sido arrastrada por la incomprensible actitud de absoluta indiferencia hacia la aportación valiosa que podía hacer la Atención Primaria como ámbito de atención y hacia sus profesionales como expertos para afrontar esta situación.
Transcurrido más de un año desde el inicio de la pandemia y cuando estamos en pleno proceso de vacunación se ha intentado corregir el daño causado a la Atención Primaria con el habitual maquillaje de las palabras y de los brindis al sol.
Este rapidísimo recorrido por la evolución de la Atención Primaria, nos sitúa en un momento, un escenario y un contexto en el que los cuidados van a ser fundamentales para promocionar, mantener y/o recuperar la salud de las personas, las familias y la comunidad.
Por tanto, la Atención Primaria se sitúa de nuevo como principal referente del Sistema Nacional de Salud, al ser el ámbito que mejor preparado está para responder a las consecuencias de una pandemia que va mucho más allá de la enfermedad, el sufrimiento y la muerte que ha provocado. Pero, además, las enfermeras comunitarias, tanto las especialistas como las no especialistas, se configuran como las/os profesionales que mejor respuesta pueden dar a los cuidados profesionales que se necesitan.
La Atención Primaria de Salud y Comunitaria y las enfermeras comunitarias, suponen el mejor exponente de esperanza para la realidad, no se si nueva o corregida, que hay que construir desde una atención integral, integrada, integradora, intersectorial, equitativa, participativa, continua y continuada para responder al contexto de cuidados que deja la pandemia, y que requiere generar entornos saludables en los que poder prestarlos con las garantías de eficacia y eficiencia deseables.
Las enfermeras comunitarias estamos comprometidas en este nuevo reto junto al resto de profesionales que conforman los equipos. Queremos creer que quienes tienen la capacidad de decidir tengan la voluntad, la coherencia, el sentido común y la responsabilidad de no defraudar una vez más a quienes dicen representar y a quienes están en disposición de que la Atención Primaria de Salud recupere el papel protagonista que le corresponde y que requiere un Sistema Nacional de Salud que también precisa de cambios significativos sin los que se corre el riesgo de repetir la historia contada.
Así pues, en el día Mundial de la Atención Primaria quiero acabar con el firme convencimiento de que entre todas/os seremos capaces de celebrar los siguientes años este día con la alegría y la satisfacción que corresponde a poder aportar salud para mantener sanos a los sanos desde una Atención Primaria fuerte y renovada..
Brindemos por ello.