“La política es el arte de buscar problemas, encontrarlos, hacer un diagnóstico falso y aplicar después los remedios equivocados”.
Groucho Marx[1]
“Cuando se descubrió que la información era un negocio, la verdad dejó de ser importante.”
Ryszard Kapuscinski[2]
Los determinantes del estado de salud de la población, abarcan desde factores ambientales, biológicos, conductuales, sociales, económicos, laborales, culturales y, por supuesto los servicios sanitarios como respuesta organizada y especializada de la sociedad para prevenir la enfermedad y restaurar la salud[3].
Ya en 1974 el ministro canadiense de salud, Marc Lalonde, desarrolló un modelo, aún vigente, según el cual existen cuatro grupos de factores que condicionan la salud comunitaria: El Medio Ambiente, los Estilos y Hábitos de vida, el Sistema Sanitario y la Biología Humana[4].
Más recientemente se establece la influencia de los determinantes sociales de la salud, identificados como las circunstancias en que las personas nacen, crecen, viven, trabajan y envejecen, incluido el sistema de salud. Esas circunstancias son el resultado de la distribución del dinero, el poder y los recursos a nivel mundial, nacional y local, que depende a su vez de las políticas adoptadas[5].
Estos enunciados teóricos que la mayoría conocemos y que muy pocos, lamentablemente, aplicamos, explican la mayor parte de las inequidades en salud, esto es, de las diferencias injustas y evitables observadas en y entre los países en lo que respecta a la situación de salud y, a pesar de ello, no tan solo se mantienen dichas diferencias, sino que se acrecientan.
Sin embargo, ni en los determinantes de salud ni en los sociales de la salud se identifican algunos factores que, sin embargo, a mi modo de ver, tienen especial influencia en la salud de las personas, las familias y la comunidad.
Porque ni la política ni las/os políticas/os, a través de sus políticas, ni el periodismo, ni las/os periodistas a través de los medios de comunicación, se identifican de manera clara como determinantes de salud.
Trataré de explicarme. La política y el periodismo, como el medio ambiente o la biología, no determinan por si mismas nada. Este es, de inicio, un aspecto importante. Porque quienes determinan, influyen o condicionan en la salud son quienes manejan, manipulan o gestionan la política, el periodismo, el medio ambiente o la biología. Esta forma abstracta y genérica de establecer relaciones causales tan solo oculta la responsabilidad de quienes son verdaderos responsables de los efectos nocivos que sobre la salud tienen sus decisiones en relación a la política, el periodismo, el medio ambiente o la biología.
En el caso concreto de la política y el periodismo parece, sin embargo, que cualquier cosa que hagan las/os políticas/os y periodistas es aceptada por contar con el supuesto privilegio de la inmunidad política, para unos, o la libertad de prensa, para otros.
No es mi intención cuestionar ni lo uno ni lo otro. Pero, lo que nadie o casi nadie, discute es la utilización interesada y oportunista que de ambos se hace en determinados momentos por parte de algunas/os.
Este escudo protector de la inmunidad en el que se amparan las/os políticas/os, en nuestro país alcanza proporciones mucho mayores en cuanto al número de ellas/os a quienes protege, con relación a otros países de nuestro entorno. A lo que hay que añadir la ausencia de responsabilidades reales por las decisiones que toman, más allá de una poco probable dimisión o de un terapéutico cese para el partido que lo acoge, como forma de exculpación colectiva para no asumir como propio el error o delito cometido por su representante. Como consecuencia, las/os políticas/os influyen de manera muy significativa en la salud de personas, familias y comunidad con sus decisiones. De tal manera que podemos decir que realmente actúan como verdaderos determinantes sociales de la salud, aunque no aparezcan explícitamente en los esquemas, figuras, gráficos, programas o guías que al respecto se elaboran.
Su inclusión podría establecerse como un determinante propio que influye en la salud comunitaria, directamente y de manera aislada del resto de determinantes ya identificados, o bien como componente fijo de cualquiera de los determinantes sobre los que actúan a través de sus decisiones que son el principal detonante de las consecuencias que provocan. Por lo tanto, el detonante del medio ambiente, por ejemplo, no lo sería tanto este, como determinante identificado, sino las decisiones que sobre el mismo toman las/os políticas/os provocando consecuencias que repercuten en la salud comunitaria, aunque quien aparezca como determinante, no sea quien desencadena el daño, el/la político/a, sino que es el medio ambiente sobre quien actúa. Pero la inmunidad política, bien sea real o normativa o bien consentida por tradición, actúa no tan solo como eximente de la culpa sino incluso como repelente de la misma y de las consecuencias que sus decisiones ocasiona, lo que es identificado por la población como indecente, aunque lo acepta y tolera como algo consustancial a la acción política, lo que no deja de ser un síntoma más de la afección que sobre la salud comunitaria e incluso democrática ejerce.
Por su parte, las/os periodistas, no la totalidad evidentemente, en su labor informativa y amparados y protegidos por la libertad de prensa, que no de expresión, difunden a través de los medios a los que pertenecen informaciones que no siempre se ajustan a los exigibles, necesarios y deseables parámetros de transparencia, imparcialidad y objetividad, lo que acaba por contaminar su contenido y este a su vez a la población que la consume con consecuencias evidentes sobre la salud comunitaria, lo que convierte a los medios de comunicación a través de las/os periodistas que los nutren en un determinante de salud fundamental que al igual que en el caso anterior no se sabe bien si lo son por si mismos o se comportan como tales por efecto de quienes los nutren, es decir, las/o periodistas.
En cualquier caso, lo bien cierto es que tanto políticas/os como periodistas pueden ser identificados como determinante de sociales de salud, aunque no es menos cierto que también lo pueden ser como factores de riesgo desde una perspectiva más preventivista dado que generan también situaciones que aumentan las probabilidades de que personas, familias o comunidad se vean afectadas por problemas de salud.
Aunque tampoco es descartable que actúen como agentes patógenos que desencadenan directamente problemas de salud o los potencian, generando incluso resistencias a los posibles tratamientos para combatirlos.
Estamos pues ante un panorama en el que tanto políticas/os como periodistas se sitúan en una posición patogénica evidente. Los primeros porque con sus decisiones favorecen, desencadenan o potencian la enfermedad relacionada con pobreza, desigualdad, inequidad, vulnerabilidad, educación, sanidad, empleo, precariedad… a través de decisiones que lejos de promocionar, generar o mantener espacios saludables, contribuyen a que los determinantes sociales de salud refuercen su influencia negativa sobre la salud comunitaria o que se conviertan directamente en factores de riesgo o agentes patogénicos que contribuyen a mantener una sociedad enferma.
Los segundos porque con los sesgos, alarmas, sensacionalismos, subjetividad… incorporada a la información que difunden, alimentan la incertidumbre y la inseguridad de la población, con efectos claros sobre la salud comunitaria.
Ambos, porque situarse por encima de la ciencia y lo que la misma dicta en base a evidencias, priorizando intereses políticos o periodísticos, además de inmoral es muy peligroso.
La combinación de ambos, políticas/os y periodistas, articulados por ideologías e intereses partidistas y comerciales logra efectos muy nocivos para la salud comunitaria y de muy complicado tratamiento, llegando a provocar la cronicidad de muchos de los problemas de salud que contribuyen a desarrollar e incorporar en la sociedad.
Los intentos de cambiar a una posición salutogénica, es contemplada, en la mayoría de los casos, como una anécdota, voluntarista y débil a la que no se apoya o incluso se combate para que no logre su propósito saludable que es contemplado por ambas partes como algo que ensalzan en sus discursos o informaciones, pero que raramente se ve traducido en acciones reales de promoción de la salud real.
Estamos pues ante un panorama ciertamente desalentador que contagia a la sociedad provocando en la misma, pasividad, inmovilismo, conformismo, desilusión, individualismo, rechazo, confrontación, radicalismo… que es aprovechado por grupos políticos, apoyados y proyectados muchas veces por grupos mediáticos y que influye en la salud comunitaria de una manera clara.
Resulta imprescindible, por tanto, que se lleven a cabo intervenciones destinadas a la sensibilización, interiorización y convicción sobre las repercusiones que, determinadas decisiones políticas y la difusión de información, tienen sobre la salud de las personas, las familias y la comunidad y su acción promotora de salud.
No se trata de generar injerencias en la política ni en los medios. No se pretende manipular a políticos o periodistas. Lo que se plantea es un trabajo intersectorial, participativo y transdisciplinar a través de una Educación para la Salud capacitadora que logre la alfabetización en salud de la población, facilitando la toma de decisiones compartida entre todos los agentes de salud sociales y no tan solo de las/os profesionales de la salud, ni de las/os políticas/os o las/os periodistas.
Todas/os tenemos que incorporar el respeto, la humildad y la generosidad como elementos fundamentales que regulen las decisiones y la información de tal manera que actúen desde una perspectiva salutogénica para cambiar la percepción de toxicidad que se tiene tanto de políticas/os como de periodistas y que se puedan modificar para identificar como Activos de Salud que faciliten la generación de entornos saludables.
Si como determinantes sociales de salud que, desde mi punto de vista son, fuesen capaces de modular sus acciones para adaptarlas a la realidad social sin que ello quiera decir que tengan que renunciar a la crítica, el debate, la reflexión, la diversidad ideológica… pero huyendo de la confrontación innecesaria, la descalificación, el revanchismo, el alarmismo, el sensacionalismo, la demagogia, la imposición ideológica, el radicalismo, la violencia dialéctica, el odio… la influencia que podrían tener en la salud comunitaria sería de tal calibre que los resultados en salud superarían a los efectos adversos de muchos determinantes, factores de riesgo e incluso agentes patógenos.
Una visión tan global, integral, integrada e integradora, centrada en los cuidados como elemento universal de fomento y mantenimiento de la salud, es una visión enfermera que justifica la permanente demanda trasladada desde la OMS para que las enfermeras se incorporen en puestos de responsabilidad y toma de decisiones reales y contrarresten las permanentes políticas de salud sin salud para transformarlas en salud en todas las políticas.
El abordaje de la salud comunitaria desde la patogénesis tan solo puede generar sociedades patógenas. La información derivada de dicha patogenia, a su vez, tan solo puede contribuir a difundir el contagio y a provocar pandemias globales de hipocondría social en el mejor de los casos y de cronicidad social patológica en el peor de los escenarios.
Seguir identificando a las enfermeras como meros y exclusivos recursos humanos a los que utilizar para los espurios intereses de unos u otros utilizando para ello el halago fácil, engañoso y lesivo, es una inmoralidad, un fraude y una clara prevaricación social que tan solo contribuye a la enfermedad.
Tenemos la mejor vacuna posible para combatir esta terrible pandemia político-informativa. El problema estriba en saber cómo, cuándo y dónde utilizarla, de tal manera que logre la inmunización comunitaria que se requiere. Otra cosa es que haya intereses para seguir manteniendo la enfermedad como objetivo por encima de la salud y que mantener sanos a los sanos no sea la prioridad política ni informativa que interesa a quienes toman decisiones y generan información.
Las enfermeras, mientras tanto, seguirán aportando conocimiento, ciencia, competencias, cuidados y salud a las personas, familias y comunidad a través de sus principales principios activos, los cuidados profesionales.
Sin duda no están todos los que son, pero si que son todos los que están y eso hay que remediarlo si queremos tener una sociedad saludable. ¿Nos ponemos a ello?
[1] Actor y cómico norteamericano.
[2] Periodista, escritor, ensayista y poeta polaco.
[3] De La Guardia Gutiérrez Mario Alberto, Ruvalcaba Ledezma Jesús Carlos. La salud y sus determinantes, promoción de la salud y educación sanitaria. JONNPR [Internet]. 2020 Ene [citado 2021 Mayo 21]; 5(1): 81-90. Disponible en: http://scielo.isciii.es/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S2529-850X2020000100081&lng=es. Epub 29-Jun-2020. https://dx.doi.org/10.19230/jonnpr.3215.
[4] Organización Mundial de la Salud. Salud en las Américas. Capítulo 2 Determinantes e Inequidades en Salud. Ginebra: OMS; 2012. Disponible en: https://www.paho.org/salud-en-las-americas- 2012/index.php?option=com_docman&view=download&category_slug=sa-2012-volumen-regional-18&alias=163-capitulo-2-determinantes-e-inequidades-salud-163&Itemid=231&lang=en [Links]
[5] https://www.who.int/social_determinants/es/