SENTIMIENTOS, POLÍTICA Y SALUD

 Pero los sentimientos no pueden ser ignorados, no importa cuán                                                                                    injustos o ingratos nos parezcan.

Diario de Ana Frank[1]

Tengo la impresión de que ya no se pueden alcanzar cotas mayores de despropósito, descrédito, descalificación y desprecio en el discurso político. Pero como sucede con los récords en el deporte, siempre hay alguien que logra superarlos a pesar del último alcanzado. Para lograrlo es necesario tener condiciones físicas y mentales excelentes y una enorme preparación y entrenamiento. No sé si en política se sigue idéntica dinámica en la dialéctica política con la que superar la última barbaridad pronunciada. Pero lo bien cierto es que siempre hay alguien que sorprende y alcanza la dudosa honra de destrozar el récord anteriormente alcanzado por el/ella mismo/a o por algún enemigo político como se gustan llamar, lo que ciertamente ya les separa de una competición basada en eso que ahora se ha venido en llamar el fair play y que en castellano llamamos juego limpio.

En este frenético intento por superarse últimamente hemos asistido atónitos, al menos algunos, a un nuevo y sorprendente récord.

La presidenta de la Comunidad de Madrid, la Señora Ayuso, en un pleno de la Asamblea y en contestación a una intervención previa de una parlamentaria en la que le trasladaba los sentimientos de una niña residente en la Cañada Real, se superó nuevamente a sí misma y contestó que ella no gestionaba sentimientos y que desde su más tierna infancia su máximo deseo fue que la izquierda nunca llegase al poder.

Ese mismo día, pero en este caso en el Congreso de los Diputados, una Diputada socialista, Laura Berja, estaba defendiendo una proposición de ley para penalizar la intimidación a las mujeres que acuden a abortar, cuando una señoría del grupo parlamentario de VOX, José María Sánchez García, vociferó refiriéndose a la diputada, el epíteto de “Bruja”, logrando un nuevo y patético récord en la cámara de representantes que, en teoría al menos, están para defender los derechos y oportunidades de toda la ciudadanía. Todo un alarde en la dialéctica política en clara contraposición a la oratoria parlamentaria utilizada en tiempos no tan lejanos, en los que el debate político se basaba en el respeto sin que ello supusiese una ausencia del necesario y rico debate político entre adversarios que no enemigos.

Este relato puede parecer que se aleje del contenido que en mis reflexiones semanales realizo semanalmente sobre salud o enfermeras. Como si lo expresado no tuviese relación alguna con la salud comunitaria o si lo que trasladan dichos discursos no influyesen en la salud comunitaria.

Para mí, dichas manifestaciones van mucho más allá de la aparente confrontación política y suponen ataques directos a la convivencia, el respeto, la solidaridad, la equidad y en general a los derechos humanos y a la dignidad humana.

Que una política con las altas responsabilidades que ostenta la Señora Ayuso, diga que no está para gestionar sentimientos es una clara y meridiana declaración de intenciones sobre lo que para ella es la ciudadanía, es decir, un mero instrumento para sus intereses y cómo gestionarlos. Como si sus decisiones pudiesen separarse, como si de una disección se tratase, de la influencia que los mismos ejercen en los sentimientos de las personas. Automáticamente se convierten, desde la asunción de ese planteamiento, en decisiones deshumanizadas, pues los sentimientos, al igual que las emociones, forman parte, le guste o no a la Señora Ayuso, de las personas. De todas las personas, sean estas afines a sus ideas o pertenezcan o no a su partido, a su clase social, a su religión, a su raza, a su misma condición sexual o hablen otra lengua que no sea la suya. Todas ellas tienen sentimientos que influyen y les hacen alegrarse o sufrir, reír o llorar, ser optimistas o pesimistas, motivarse o frustrarse… según influyan en ellas las decisiones que políticas/os como la Señora Ayuso toman y que supondrán que esas personas, a las que parece querer anular sus sentimientos, tengan capacidad de trabajar, ser libres, tener una vivienda digna, poder comer saludablemente, tener acceso a servicios públicos esenciales … entre otros muchos derechos a los que tantas personas no pueden acceder como consecuencia de decisiones tomadas al margen de los sentimientos. Posiblemente porque consideran que dichos sentimientos influyen negativamente en el balance de beneficios, en intereses comerciales o empresariales, en la cuenta de resultados o en la imagen del maquillaje urbano que utilizan para su beneficio. Sentimientos que no se pueden anular, ocultar ni ignorar. Empezando por los de la propia Señora Ayuso que, si no es capaz de gestionarlos adecuadamente, porque los inhibe, se convierte en una política deshumanizada y, por tanto, peligrosa para la salud de la ciudadanía y de la comunidad en su conjunto. Como expresara Friedrich Nietzsche[2] “Los pensamientos son las sombras de nuestros sentimientos; siempre más oscuros, más vacíos y más simples”.

Dicha actitud al margen de los sentimientos, posiblemente, sea la razón por la cual tomó la decisión de cerrar centros de salud durante la pandemia que posteriormente no reabrió o que mantenga condiciones precarias para quienes trabajan en dichos centros. Centros en los que, por otra parte, se atienden, y abordan sentimientos muchos de los cuales están alterados precisamente como consecuencia de las decisiones de quien paradójicamente es su presidenta. Sentimientos a los que no pueden ni deben ser ajenos/as los/las profesionales y de manera muy singular, las enfermeras. Enfermeras que hablan, escuchan, comprenden, dialogan, oyen…para tratar de comprender, empatizar, acompañar… los sentimientos de las personas con el fin de contribuir a mejorar sus condiciones de vida favoreciendo el desarrollo de salud con vistas a proteger, promover, prevenir y limitar los problemas de salud y reforzar la conciencia, el autoconcepto, el modo de vida y el bienestar. Todo lo cual puede que sea visto por parte de la Señora Ayuso como un problema para su gestión, porque en definitiva lo que pretenda sea convertir a los centros de salud en espacios deshumanizados en los que el asistencialismo, la medicalización, la tecnología, la farmaindustria… sean los ejes de un modelo que encaja con los intereses de empresas privadas al acecho de poder gestionarlos al margen de esos sentimientos de los que tanto quiere alejarse. O bien porque considere, como ella misma expresó, que dichos sentimientos forman parte del ideario de izquierdas que con tanto empeño se propone alejar del poder desde su más tierna infancia o que se trata de cursilerías que nada tienen que ver con la gestión política a la que sitúa en una clara dicotomía con los sentimientos, como si fueran excluyentes entre sí.

En cualquier caso, la ausencia de sentimientos que la Señora Ayuso utiliza como eficacia y eficiencia de su gestión política puede estar claramente influenciada por la obstinación en apartar de su infancia pensamientos, juegos, sentimientos infantiles para dejar hueco a lo que considera su máximo interés, es decir, alejar o impedir que la izquierda, cual el lobo feroz de caperucita, le inquietase en el pasado, presente y futuro. Cualquier psicoanalista seguro que vería en dicho comportamiento perfiles alejados cuanto menos de una adecuada y equilibrada salud mental tratándose de pensamientos en una etapa vital tan importante para el desarrollo como la niñez. No sé si se podría hablar de traumas infantiles. Pero que ella asuma y presuma como mérito personal el tener en mente dicha aversión a la izquierda cuando por otra parte acusa a esa misma izquierda de que la homofobia no existe y tan solo está en su mente, no deja de ser preocupante. Dejémoslo ahí.

Por su parte el Señor José María Sánchez García, en su incontinencia verbal, producto de una vehemencia incontrolada o calculada, que todo puede ser, se alineaba con las manifestaciones de la Señora Ayuso, al desterrar los sentimientos como parte indisoluble de la condición humana y entender que tan solo aquello que coincida con sus creencias y convicciones es justo, deseable e imponible para el conjunto de la ciudadanía al margen, claro está, de los sentimientos que en una decisión individual y libre como la de abortar tanta importancia tienen. Sin tener en cuenta la lucha que supone para la mujer dicha decisión, con pensamientos encontrados, sufrimientos derivados y miedos no calculados, en una sociedad en la que algunas/os rechazan, critican y desprecian dichos sentimientos, asimilándolos con el asesinato y el pecado y criminalizando, increpando y acusando desde sus creencias y convicciones.

Un representante público que en el ejercicio de su cometido político utiliza como único argumento de la propuesta presentada por una adversaria política, el insulto y la descalificación, tildándola de bruja, tal como se acusaba durante la santa inquisición a las mujeres que leían, pensaban u opinaban y que acababan en la hoguera como único y santificador remedio para la amenaza que supuestamente representaban.

La inquisición desapareció y con ella el sacrificio del fuego purificador, pero parece que permanece viva en la memoria de determinadas personas que, si bien no prenden hogueras de leña, siguen estigmatizando y sacrificando a las mujeres en nuevas y terribles hogueras ideológicas, que se alimentan del machismo que niegan quienes lo ejercen pero que mata a quienes lo padecen.

De nuevo, en este caso, resulta imprescindible que las enfermeras, más allá de creencias, ideologías, dogmas o religiones, valoremos la importancia de identificar, priorizar y atender los problemas de salud que muchas mujeres padecen y que suponen un clarísimo desequilibrio de sus sentimientos. No se trata de una opción, si no de una obligación que debe ser asumida con la responsabilidad profesional que tenemos y a la que nos debemos. Ayudar, apoyar, facilitar a una mujer en momentos tan duros como puede ser el de tomar la decisión de abortar es cuidarla de manera integral, integrada e integradora teniendo en cuenta y respetando sus sentimientos, aunque puedan estar en contra de los nuestros. No se trata de aceptar su decisión si no de respetarla para que la misma no suponga un riesgo añadido a su salud ni como persona, ni como mujer.

En este mismo sentido, la utilización que se está haciendo por parte de muchos profesionales médicos de la objeción de conciencia en los servicios públicos para negarse a practicar abortos es una forma más de estigmatización, criminalización y vulneración de derechos amparándose en una más que sospechosa y dudosa objeción de conciencia, que en muchos casos realmente es una pseudoobjeción en la que ocultarse. Resulta muy llamativo que la inmensa mayoría de médicos/as la utilicen, ya que ello presupone la existencia del pensamiento único. Todo ello sin entrar en un análisis tan necesario como es el de la posible vulneración de los principios éticos de justicia y no maleficencia. En cualquier caso, no puede ni debe permitirse que a un derecho amparado por la ley se tenga que acceder mayoritariamente fuera de los servicios públicos por una cuestión que evidentemente es utilizada de manera totalmente arbitraria por quienes son servidores públicos.

Abanderar la defensa de la vida como estandarte de su pensamiento, mientras se ataca la vida de una mujer es, no tan solo una enorme contradicción, si no una gravísima vulneración de la libertad y la dignidad humanas. Nada puede justificar un comportamiento en el que son despreciados, ridiculizados y repudiados los sentimientos de las mujeres, que alimentan el odio y el machismo que tanto dolor, sufrimiento y muerte ocasionan y que sitúan a la sociedad que lo tolera, lo ignora o lo asume en una sociedad enferma que requiere de una intervención en la que las enfermeras tenemos mucho que aportar.

Ahora han sido la Señora Ayuso y el Señor Sánchez, mañana serán otras/os y con ellas/os, y sus discursos al margen de sentimientos individuales y colectivos, se vulneran las libertades y los derechos de quienes no piensan y actúan como ellas/os, aunque desde la demagogia y el populismo se traslade que son quienes más luchan por una libertad y democracia que confeccionan a la medida de sus pensamientos aunque no de sus sentimientos, que claramente dejan al margen en su gestión política.

La competencia política, trasciende a la vida política y partidista y se sitúa en el necesario e imprescindible compromiso de las enfermeras con las personas, las familias y la comunidad, para incorporar la salud en todas las políticas desde cualquier ámbito en el que desarrolle su actividad profesional, tal como plantea Rosamaría Alberdi[3]. Cuidar va mucho más allá de la asistencia sanitaria que, al igual que la política ejercida por estos personajes, se aleja de los sentimientos y de su correspondiente humanización al situarla en la teleopatía entendida esta como la obtención acrítica de resultados, al margen de los sentimientos, derivando en una clara instrumentalización de los cuidados. Tal como dice Victoria Camps[4] “la libertad no es contraria a la seguridad si es una libertad responsable”.

No se trata, por tanto, de que las enfermeras hagamos política, que también, si no de que las enfermeras actuemos desde la competencia política que tenemos y debemos ejercer y que está al margen o mejor dicho es compatible con las ideas y planteamientos que cada cual tenga, con el fin de dar la mejor respuesta a las necesidades y demandas que se nos trasladen y a los sentimientos que las mismas provoquen, aunque otros rechazan.

No permanezcamos impasibles a los discursos ausentes de sentimientos, vengan estos de donde vengan y de quien vengan. Es muy peligroso para la salud.

[1] Niña alemana con ascendencia judía mundialmente conocida gracias al Diario de Ana Frank, la edición de su diario íntimo en donde dejó constancia de los casi dos años y medio que pasó ocultándose con su familia y cuatro personas más de los nazis en Ámsterdam durante la Segunda Guerra Mundial.

[2] Filósofo, poeta, músico y filólogo alemán del siglo XIX

[3] http://www.tolito.es/2021/09/16/pictonurse-la-competencia-politica-enfermera/

[4] Filósofa española. Desde octubre de 2018 es Consejera Permanente del Consejo de Estado, y Presidenta de su Sección Séptima.​ En la actualidad es catedrática emérita de Universidad de Barcelona

1 thoughts on “SENTIMIENTOS, POLÍTICA Y SALUD

  1. Los sentimientos son los que nos definen como personas, el amor como sentimiento universal es el que mayor rasgo de humanidad nos confiere como personas y nos permite auto reconocernos, con los otr@s, los sentimientos positivos son los que nos permiten afrontar las situaciones de la vida con mayor éxito.
    Por tanto estos sentimientos se convierten en un recurso que desde la enfermería como agentes de cambio nos permite trabajar hacia una sociedad mas solidaria, comprometida y compasiva, en la que la palabra «bruja» no sea un termino para estigmatizar a las mujeres que quieren ejercer su derecho a ser libres .

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