DE LO COMUNITARIO Y LA COMUNIDAD Trileros, filibusteros y fariseos.

                                                                    “El Príncipe debe hacer uso del hombre y de la bestia: astuto como un zorro para evadir las trampas y fuerte como león para espantar a los lobos”

Maquiavelo[1]

 

Primero fueron los cuidados. Pasaron de estar identificados exclusivamente en el ámbito doméstico (ocultación) y como función natural de la mujer (sexismo), a ser valorados como un bien rentable que todos incorporaron en sus estrategias de marketing, según las cuales nos encontramos con que actualmente cuida desde el champú, al yogur, pasando por los detergentes, las compresas o la ropa íntima. Todo tiene capacidad y cualidad de cuidar.

            En el ámbito de los cuidados profesionales, por su parte, pasamos de la subsidiariedad y la absoluta indiferencia con la que se valoraban, mejor dicho, se infravaloraban, los cuidados enfermeros a ser objeto de interés y de deseo por parte de prácticamente todas las profesiones y sus profesionales. Pasaron a cuidar los médicos, que solo curaban, los psicólogos, los trabajadores sociales, los biólogos, los arquitectos, los ingenieros… y por supuesto, las farmacias, que identificaron en el término una oportunidad fantástica de negocio, de su negocio como empresas privadas que son. Nada que objetar a la universalización de los cuidados, porque efectivamente son universales y no son patrimonio exclusivo de nadie. Pero mientras las enfermeras identificamos los cuidados profesionales como cuidados enfermeros, es decir que tienen denominación de origen, el resto los utilizan como etiqueta exclusivamente, sin que realmente tengan mayor sentido, ni científico ni tan siquiera común. Simplemente queda bien para aquello que se trata de vender, de poner en valor o de acaparar mayor cuota de poder. El colmo de la apropiación indebida e interesada de los cuidados la hacen las/os políticas/os que también los han incorporado a sus discursos demagógicos pervirtiendo su sentido y su verdadero valor.

            La pandemia, la recurrente pandemia, ha venido a dejar claro qué cuidados son realmente profesionales, los enfermeros, y quienes son sus principales y verdaderos protagonistas, las enfermeras.

            Pero ahora se abre un nuevo frente de interés, lo comunitario, que no la comunidad. Porque realmente lo que interesa es lo que vende, no lo que significa. Y lo comunitario, como en su momento los cuidados, son el nuevo y oscuro objeto de deseo de casi todos.

            Hace más de 35 años tan solo las enfermeras hablábamos de comunidad y de acción, intervención y participación comunitarias, porque hasta los médicos, que ya tenían especialidad de medicina familiar y comunitaria, renunciaron a parte de su denominación al autodenominarse como médicos exclusivamente de familia. De hecho, la principal y decana sociedad científica enfermera del ámbito de la comunidad se denomina Asociación de Enfermería Comunitaria, que siempre ha entendido que la atención comunitaria engloba a la persona, la familia y la propia comunidad.

            La evolución de la Atención Primaria (AP), ámbito en el que, al menos teóricamente, debe darse cobertura a la comunidad, fue abandonándola progresivamente hasta dejarla como una mera demarcación territorial, sin mayor valor y con una mínima y despreciable intervención y participación en la toma de decisiones.

            Cuando el grado de deterioro de la AP ya alcanza límites de verdadera catástrofe organizativa y de sentido, a las enfermeras comunitarias se les vacía de contenido competencial para que pasen a ser profesionales tecnológicos y subsidiarios del hospital, dejando de atender a la comunidad más allá de actividades esporádicas, voluntaristas o efectistas, vacías de contenido y de planificación, por lo que se diluyen totalmente quedando devaluadas.

            En esta situación, que sin duda ha quedado patente y agravada por efecto de la pandemia con decisiones políticas absolutamente descabelladas que han contribuido a aumentar el ya maltrecho deterioro de la AP, empiezan a emerger intereses inusitados por ponerse el apellido de comunitaria/o. Farmacias, fisioterapeutas, pediatras, trabajadores sociales, psicólogos, odontólogos… como si de repente la comunidad les interesase o la acabasen de descubrir. Comunidad que siempre ha existido y a la que nunca han hecho caso hasta ahora que lo comunitario vende, da prestigio y esplendor… Nuevamente algo totalmente depreciado y despreciado, se torna inusitadamente valioso, atractivo y atrayente. Lo de menos es lo que signifique el hecho de denominarse comunitario. Lo importante, lo único verdaderamente de interés, es lo que aporta como etiqueta. Está de moda y de igual manera que se quiere que los pantalones vaqueros lleven la etiqueta que los prestigia, estos advenedizos quieren incorporar la etiqueta de comunitarios, aunque ello no conlleve, en la mayoría de los casos, la intención de trabajar en y con la comunidad, entre otras muchas cosas porque ni saben ni quieren saber. Unos por negocio y otros tan solo por el hecho de hacerse un hueco en esto que ahora quieren denominar Atención Primaria de Salud y Comunitaria (APSyC) a través del Marco Estratégico que se está gestando deprisa y corriendo para poder tener acceso a los fondos europeos. Como casi siempre en este país sin planificación y con urgencias.

            Así pues, lo que se inició como una gran estrategia para dotar a la AP de los contenidos, las competencias, la organización, la gestión e incluso la financiación que le corresponde, se está convirtiendo en un bazar en el que los mercaderes de la salud tratan de negociar su espacio y sus condiciones, utilizando, para ello, estratagemas de maquillaje, camuflaje, enmascaramiento… que les sitúe en el escaparate sanitario como valedores indiscutibles de sus competencias, aunque su colonización esté alejada de lo que es y significa ser y actuar con perspectiva y sentimiento comunitarios.

            Y quienes tienen la capacidad de tomar decisiones, se dejan arrastrar por intereses que se alejan de las necesidades sentidas de la comunidad para satisfacer los deseos corporativistas que eviten los conflictos y las protestas de los lobbies sanitarios, mientras la comunidad sigue ignorándose por mucho que se utilice el término de comunitario.

            Esta situación no pasa desapercibida por ciertos depredadores que identifican la oportunidad de negocio, más allá de cualquier otro interés. Y para conseguir sus espurios objetivos de ayuda y apoyo desinteresados realizados desde unas empresas privadas que actúan, además, como monopolio, aunque las intenten revestir de servicio público como maniobra de distracción y confusión con la que no tan solo engañan a la comunidad de la que pretenden adquirir su denominación, sino, y esto es lo más grave, a las/os políticas/os que, atraídos por sus cantos de sirena, se dejan arrastrar tomando decisiones que lejos de solucionar los problemas a los que, aparentemente, se pretende dar respuesta, acaban encallando a la AP en los arrecifes de la falta de recursos y financiación y vaciando de contenido y competencias a quienes son los verdaderos protagonistas, las/os profesionales de AP que ven con estupor, tristeza y frustración como son ninguneados e ignorados, además de maltratados institucionalmente.

            La utilización de recursos públicos no debe, en ningún caso, servir para favorecer intereses privados, contando como se cuenta con recursos públicos de altísimo valor que precisan ser racionalizados que no racionados.

            Utilizar como símbolo una cruz, usar bata blanca, dispensar medicamentos y denominarse profesionales sanitarios, no son razones ni suficientes ni evidentes para dotarles de unas competencias que no les son propias y que supone generar un enfrentamiento tan innecesario, como estéril e inapropiado con los profesionales de los verdaderos servicios públicos, no tan solo por la atención que dispensan si no por la gestión y financiación que reciben, generando un conflicto que acaba provocando un problema de dimensiones mucho más grandes que el que aparentemente pretenden solucionar, anunciándolo además con idéntica proporción de algarabía y oportunismo político que de irreflexión y falta de coherencia, ante los medios de comunicación como si de un gran logro se tratase.

            Pretender que las personas con cronicidad sean atendidas, controladas o seguidas desde los mismos establecimientos desde los que se les dispensan los fármacos para sus problemas de salud y en los que se venden muchos más productos que quedan al margen de la financiación pública y por tanto son parte del negocio del establecimiento, con la ilusoria idea que no se van a producir intentos de venta de los mismo a las personas a las que hipotéticamente se van a controlar o a sus familias, es como meter a un niño en una tienda de golosinas sin vigilancia alguna y con acceso total a las mismas y pretender que no coja ninguna.

            Si a ello añadimos que quienes han tenido y tienen las competencias profesionales de estos mismos servicios se enteran por los medios de comunicación que un nuevo agente va a hacerlos a partir de ahora sin haber llevado a cabo, no tan solo ninguna planificación previa, sino, ni tan siquiera un análisis compartido con la participación de todas las partes para determinar la oportunidad, necesidad y coordinación de las acciones, así como la responsabilidad que a cada agente corresponde, el resultado no puede ser otro que el de la inmediata resistencia de quienes identifican la estrategia  como un ataque frente a lo que otros hacen como logro de oportunidad, mientras quien lo autoriza, lo ve como rédito político.

            Y, por supuesto, en todo este despropósito la comunidad queda al margen de la toma de decisiones, como sujeto pasivo de la misma, aunque todas las partes se atribuyen el calificativo de comunitarios y sigan creyendo firmemente que lo son y lo merecen.

            Debe ser que estamos próximos a las fiestas navideñas en las que tanto la capacidad de pedir como la de regalar se exacerba. Así unos aprovechan para escribir su particular carta de Reyes y los otros para satisfacer los deseos actuando como Majestades dadivosas. Lo malo es que al hacerlo no se dan cuenta, o les da exactamente lo mismo, que sus peticiones y concesiones repercuten negativamente en muchos ámbitos, personas y profesionales.

            Pero sería injusto que en este análisis quienes realmente pueden decir que son comunitarias, sin miedo a ser identificadas como intrusas, son las enfermeras, que a pesar de los permanentes y sistemáticos ataques al trabajo comunitario por parte de quienes dicen defender la sanidad pública dejándola en manos de empresas privadas y vaciando de contenido el trabajo en y con la comunidad, siguen desarrollando estrategias e intervenciones comunitarias con el objetivo de empoderar a la comunidad a través de una educación para la salud capacitadora y participativa que le permita la autogestión, el autocuidado y la autonomía de sus procesos de salud sin injerencias mercantilistas de aparentes servicios públicos con intereses lucrativos.

            Si a todo ello añadimos que una vez desenmascaradas las intenciones de quienes piden y quienes consienten estos desmanes, la respuesta es tan inconsistente como carente de intención de enmienda y con un mensaje de absoluto desprecio a la inteligencia de profesionales y ciudadanía, en el que se pretende hacer creer que lo que pasa es que no se les ha entendido y que además el servicio propuesto es tan necesario como oportuno para la comunidad y no supone ataque alguno a nadie.

            Todo esto, tras una pandemia en la que se han intentado ocultar las miserias de la gestión con calificativos de heroicidad hacia quienes ahora se les quita no ya tal condición, que nunca demandaron ni quisieron, si no la dignidad profesional para negociar de manera tan torpe como maquiavélica con quienes tan solo buscan obtener mayores beneficios en sus negocios, camuflados de sanitarios y samaritanos cuando tan solo son verdaderos filibusteros y fariseos.

            Y en este punto asistimos a un espectáculo de trileros en el que siempre ganan los tramposos y en el que tanto la comunidad como las/os profesionales observan con cara de asombro como nunca aciertan donde está la bola a pesar de verla con claridad. Y es que las trampas, los engaños, el negocio y la impunidad, siempre acaban por vencer a la transparencia, el compromiso, la motivación e incluso a la ética, convirtiendo la salud en un negocio más de las intrigas políticas y económicas.

            Hagan juego, señoras y señores!!!!

[1] Diplomático, funcionario, filósofo, político y escritor italiano, considerado padre de la ciencia política moderna.

3 thoughts on “DE LO COMUNITARIO Y LA COMUNIDAD Trileros, filibusteros y fariseos.

  1. Genial artículo. Oportuno y certero. Me han encantado las similitudes de la denominación de origen del cuidado enfermero y los cantos de sirena y los trileros. Pero además de la genial y original forma de escribirlo, los hechos que denuncia son tan graves que podemos asistir a un verdadero mercantilismo de la salud de la comunidad y sus miembros.

  2. Muchos se acercan a los términos de cuidado y comunitario sin profundizar en el paradigma que nos da luz para situarnos en una posición que permita su conocimiento y su perspectiva de futuro.
    Todo «por» y «para» la comunidad sin entender que es » con» la comunidad con la que estableceremos vínculos participativos en una relación de igualdad y de cogeneración de conocimiento que favorezcan el cambio.
    Al igual que los cuidados, que si no fomentan la autonomía y la colaboración no facilitaran el avance hacia una sociedad cada día mas justa y saludable.

Responder a Alberto Cancelar la respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *