A Mª Paz Mompart, referente y símbolo
del sentimiento de pertenencia enfermero.
“Envidio la felicidad de los demás … Envidio el sentido de pertenencia … Parece que siempre estoy rehaciéndome”
Richard Eyre [1]
Últimamente me pregunto con relativa frecuencia sobre la razón o razones que impiden que las enfermeras tengamos respuestas colectivas ante las amenazas e incluso ataques que se producen cada vez con mayor asiduidad e incluso intensidad. Respuestas que vayan más allá de la unidad de la que ya he hablado recientemente[2]. Que no se relacionen exclusivamente con aspectos de reivindicación laboral o retributiva. Que no conduzcan a una demanda judicial. Respuestas que supongan una manifestación clara e inequívoca de rechazo al ataque de la identidad enfermera y al mismo tiempo de posicionamiento decidido, riguroso y participativo para rechazarlo con energía y fundamento.
Se ha escrito y hablado mucho sobre la identidad enfermera, ligándola en muchas ocasiones a la vocación como una relación casi automática, como si una fuese condición de la otra o la otra consecuencia de la una. Sin embargo, no sé bien si esta unidad es imprescindible, necesaria, importante o en ocasiones se trata tan solo de una impostura o una adaptación a la norma establecida que hace inseparables ambos términos[3]. Pero también es cierto, por otra parte, que existe el ejemplo casi antagónico al de la vocación, es decir, el del interés por encontrar un trabajo de manera inmediata y casi asegurado de por vida, lo que supone que enfermería sea entendida tan solo como un medio para ello, sin importar realmente el hecho de ser enfermera y mucho menos el sentirse como tal.
Nos encontramos pues ante dos maneras de acceder y entender Enfermería que pueden determinar claramente la forma en que esta sea identificada, sentida y vivida. Sin que ninguna de ambas garantice, en ningún caso, sentimiento de pertenencia o absoluta indiferencia.
La vocación, entendida como un interés especial hacia algo por razones no siempre conocidas, ni tan siquiera entendidas y no como una llamada para llevar una forma determinada de vida como en muchas ocasiones se ha querido asociar por la relación que durante tanto tiempo tuvo la enfermería con la religión desde una perspectiva de caridad y no de profesionalidad, no garantiza que la enfermería genere, en quien actúa por dicho impulso, un sentimiento de pertenencia hacia ella o por ella, es decir, no existe una relación inseparable entre vocación y sentimiento de pertenencia.
Por su parte la elección interesada por motivos laborales o económicos no excluye de manera automática el que pueda existir un sentimiento de pertenencia que al menos en principio ni existía ni se esperaba lograr, pero que se puede descubrir y generar a posteriori.
Es cierto que las señas de identidad profesional enfermera, tanto individuales como colectivas, vienen determinadas por las diversas características que definen a las enfermeras y a sus órganos de representación y que configuran finalmente la imagen que tienen y trasladan tanto en su contexto profesional como a la sociedad en su conjunto. Características que, en el caso de enfermería, en muchas ocasiones se han estereotipado y convertido en tópicos que desvirtúan su imagen y con ella la capacidad de favorecer una identidad aceptada y asumida por todas las enfermeras y respetada por los demás. Se trata de una construcción compleja en la que intervienen e interaccionan muchos elementos y factores. Por tanto, no podemos hablar de una identidad enfermera única como muchas veces se pretende, sino que está conformada por múltiples señas que la identifican, tales como elementos de interacción, coincidencia, conocimiento, diálogo, convivencia, interés común…
Se trata pues de un proceso de conocimiento y enriquecimiento lento y progresivo en el que las relaciones de convivencia, las señas de identidad y el sentimiento de pertenencia se refuerzan entre las diferentes visiones, planteamientos, objetivos, actitudes… de las enfermeras, como elemento diferenciador, de defensa y subsistencia, y como cohesión de quienes como tales comparten identidades. De tal manera que en ocasiones sucede que la identidad individual, la propia de cada enfermera, pretende imponer sus características identitarias como generales o propias de enfermería en su conjunto, considerando las diferencias como extrañas, impropias e incluso rechazables. Lo que en sí mismo representa una clara dificultad o barrera para el logro necesario de un sentimiento de pertenencia entendido desde del derecho a ser diferente, al diálogo y a la interacción entre enfermeras… Incluso a hablar y reflexionar sobre este sentimiento como contenido del diálogo.
Lo que parece no ofrece discusión es que el sentimiento de pertenencia resulta fundamental en la definición y cohesión de la identidad enfermera.
Para ello y en un intento por entender mejor su trascendencia se podría definir el sentimiento de pertenencia como el conjunto de sentimientos, percepciones, expectativas, deseos, necesidades, afectos, vínculos, etc. que van construyéndose a partir de las experiencias y de las prácticas cotidianas desarrolladas por las enfermeras o las organizaciones que les representan en los espacios de desarrollo profesional.
Dicho sentimiento de pertenencia puede que no todas las enfermeras lo identifiquen o incluso lo valoren como una necesidad, al menos no de forma consciente, pero no es menos cierto que forma parte de un amplio abanico de necesidades que en mayor o en menor medida influyen en la relación que las enfermeras tienen con la enfermería de la que forman parte y que no siempre se identifican como valores o aportaciones a dicho sentimiento de pertenencia, como la seguridad, la autoestima, el reconocimiento, el bienestar, el compromiso, las actitudes positivas, etc.
Es cierto, así mismo, que tanto la identidad como la construcción del sentimiento de pertenencia de las enfermeras, como sentimiento y vínculo que son, resultan complejos, al intervenir factores tan amplios, diversos y heterogéneos como el contexto en el que se producen, las ideas y experiencias previas, las relaciones profesionales tanto con otras enfermeras o con profesionales de otras disciplinas como con la población a la que se prestan los cuidados, la cobertura de las necesidades que como enfermeras se identifican, las experiencias positivas y satisfactorias en los diferentes ámbitos laborales, los símbolos y valores propios y compartidos de la enfermería que no siempre son asumidos como propios o reconocibles, la participación y cooperación en las organizaciones profesionales tales como colegios, sociedades científicas, sindicatos… o el reconocimiento y aceptación en la propia profesión.
Todo lo cual conduce a que este sentimiento que en muchas ocasiones se utiliza como estandarte o señal de la propia enfermería no sea un sentimiento estándar o generalizado, sino que sea diverso y con múltiples variantes que lo convierten en una construcción dinámica y cambiante. Es por ello frecuente que el sentimiento de pertenencia enfermero presente características muy diferentes, o que cambie en función de las influencias que un determinado contexto ejerza sobre el mismo. Esto explicaría, por ejemplo, el sentimiento de pertenencia de las enfermeras comunitarias o las hospitalarias que compartiendo el mismo entorno disciplinar, enfermería, su percepción o sentimiento es diferente, lo que como ya he comentado no es excluyente, pues de serlo el sentimiento de pertenencia deja de tener sentido colectivo y se comporta como una confrontación de ideas o posicionamientos en los que influyen aspectos o factores ajenos al comportamiento colectivo enfermero y pasan a ser más un sentimiento de pertinencia individual o sectario, entendido por ser adecuado u oportuno en un momento o una ocasión determinados y no de pertenencia tal como lo he descrito.
Esto se justifica, o al menos permite entenderse, por el hecho de que el sentimiento de pertenencia está muy relacionado con el contexto donde se trabaja y al que, de una u otra forma, se identifica que se pertenece y en donde se generan las interrelaciones y se viven las experiencias más significativas del desarrollo profesional, lo que acaba por marcar claramente la percepción e incluso el comportamiento que modelan o pueden modelar dicho sentimiento de pertenencia. De ahí que sea frecuente oír lo de ser enfermera de primaria o de hospital, por ejemplo, en lugar de ser enfermera con independencia de dicha identificación laboral, dado que existen valores de sentimiento positivos o de identidad o valores negativos o de rechazo, que finalmente pueden actuar como antagonistas entre si, debilitando o impidiendo el arraigo de un sentimiento de pertenencia colectivo. Por eso es muy importante la comprensión de los diferentes contextos de desarrollo profesional en la construcción del sentimiento de pertenencia, a partir de la configuración de relaciones inclusivas como, por ejemplo, la participación y cooperación entre iguales.
Lo dicho, aún adquiere mayor sentido cuando el ámbito del que se trata es, por ejemplo, el docente, ya que en este caso ni tan siquiera, muchas veces, se identifican las enfermeras como enfermeras docentes, haciéndolo exclusivamente como docentes e investigadoras, renunciando de manera expresa e intencionada a su condición como enfermeras, lo que influye tanto en la dificultad para la construcción colectiva del sentimiento de pertenencia al que aludo, como en la generación de una distancia al no establecerse una relación desde el respeto a la diferencia sino una ruptura de la identidad enfermera y con ella la ausencia o cuanto menos la confusión del sentimiento de pertenencia.
Lo cierto es que el desarrollo y fortalecimiento del sentimiento de pertenencia de las enfermeras o de sus organizaciones de representación contribuye de manera clara y decidida a construir conciencia de vinculación, favorece las actitudes participativas y de cooperación tanto con el ámbito profesional como en el social, y facilita el proceso de inclusión y la cohesión. Como decía Turner, el sentimiento de pertenencia es un elemento positivo, movilizador en los grupos y comunidades[4].
Así pues y tras lo dicho, las enfermeras, deberíamos cuanto menos reflexionar seriamente sobre cuáles son los factores o elementos que nos impiden tener un sentimiento de pertenencia que permita responder con criterio, decisión, firmeza, convencimiento, compromiso e implicación a cualquiera de las acciones o planteamientos que influyen de manera tan negativa como potente contra la propia construcción enfermera.
Pero es que además deberíamos plantearnos contemplar una intervención clara y decidida de dicho abordaje desde las aulas, en donde se empieza a construir dicho sentimiento de pertenencia. Para ello no se puede renunciar a la condición de enfermera de quien modela, transmite, construye, participa e influye en la identidad enfermera que será, finalmente, la que de valor y consistencia al sentimiento de pertenencia. No es posible sentirse partícipe de algo que no se conoce o que se presta a interpretaciones alejadas del fundamento y esencia de la ciencia enfermera. Si a ello añadimos la cada vez mayor incorporación de disciplinas ajenas a la enfermería que intervienen de manera directa en la formación de las futuras enfermeras desde una ausencia absoluta tanto de identidad enfermera, por no serlo, como de la, en este caso, deconstrucción del sentimiento de pertenencia, podemos entender las respuestas de inacción, conformismo, inmovilismo o escepticismo de muchas enfermeras una vez lo son y actúan como tales, al menos desde la perspectiva estrictamente contractual.
Por su parte las enfermeras gestoras, en cualquier nivel de gestión sea como mandos intermedios o de alta gestión, no pueden ni deben inhibirse de su condición de enfermeras a la hora de gestionar. En primer lugar, porque deberían identificar claramente que su gestión es, ante todo, una gestión de cuidados y por derivación una gestión encaminada a garantizar la mejor calidad de los mismos por parte de las enfermeras que tienen bajo su responsabilidad. Si se asume una gestión despersonalizada, deshumanizada y desprofesionalizada, en la que se obvia u olvida su condición enfermera para ser parte, exclusivamente, de la cadena de mando, los resultados de la misma estarán ausentes de los valores humanísticos que permiten reforzar la construcción del sentimiento de pertenencia enfermero y contribuirán tan solo al logro de objetivos ligados a intereses de la organización, de otros colectivos o de la rendición de cuentas, despersonalizando y difuminando la identidad enfermera.
Las organizaciones que representan a las enfermeras, por su parte, deberían centrar sus esfuerzos y su trabajo en velar por la identidad enfermera, tratando de aunar las diferentes sensibilidades, intereses, ideas o experiencias, de las enfermeras con el fin de enriquecer dicha identidad. No se trata tanto de defender la misma desde la demanda judicial como muestra de fuerza ante el ataque a la misma desde cualquier ámbito, como de la necesidad de construir dicha identidad desde la fortaleza de la propia enfermería y no desde la debilidad de la misma. Las propias enfermeras no tienen ese sentimiento de pertenencia con relación a dichas organizaciones, lo que repercute claramente en su debilidad de influencia tanto interna como externa. Entre otras cosas porque dicha pertenencia tan solo obedece, en algunas organizaciones, a la obligatoriedad de pertenecer a las mismas para poder ejercer como enfermeras, pero sin que genere ese sentimiento de pertenencia que sería deseable y necesario para, desde el mismo, trabajar el sentimiento de pertenencia enfermero. Sentimiento que no podrá ser fortalecido nunca desde la soberbia de sentirse imprescindibles que algunas creen poseer y que genera justamente el efecto contrario al de favorecer el sentimiento de pertenencia.
No deja de ser curioso, por otra parte, como el sentimiento de pertenencia es muy fuerte, intenso y permanente en determinadas sociedades o colectivos con independencia incluso de los resultados que los mismos obtengan para generar una gran atracción y fidelidad. Es el caso, por ejemplo, de los clubs deportivos y muy especialmente los de fútbol. Se podría argumentar que su fortaleza viene determinada como respuesta al espectáculo deportivo que ofrecen y a la competitividad establecida en su contexto. Pero esto quedaría limitado exclusivamente a un selecto grupo de equipos que encajan en estas características, por lo que el sentimiento de pertenencia viene determinado por otros factores o casusas que van más allá de los éxitos deportivos. ¿Por qué entonces no es posible que las enfermeras tengamos arraigado ese sentimiento de pertenencia con independencia de las diferencias que en torno a enfermería existen?
Al margen de otras razones que seguro existen y deben ser identificadas y analizadas, desde mi punto de vista, considero que resulta muy difícil, por no decir imposible, lograr el sentimiento de pertenencia enfermera sin que previamente exista un convencimiento claro y sin fisuras del sentimiento individual sobre aquello que se es, enfermera. Como dice M.F. Moonzajer[5] “la aceptación es el sentido de pertenencia”. Por tanto, si no nos valoramos, aceptamos y sentimos orgullosas/os de ser enfermeras. Si constantemente ocultamos o sustituimos nuestra identidad enfermera. Si ser enfermera es vivido tan solo como un medio, como cualquier otro, para ganar un sueldo. Si no consideramos nuestra aportación específica como insustituible y valiosa. Si creemos que los problemas de enfermería no son nuestros problemas. Si pretendemos que siempre sean otros quienes solucionen los problemas por entender que no va con nosotras. Si mantenemos la creencia de que el reconocimiento debe darse con independencia de nuestra actitud. Si asumimos como válido cualquier planteamiento, aunque afecte negativamente al desarrollo de enfermería. Si todos estos condicionantes y otros muchos, forman parte permanente de nuestra condición enfermera, resultará imposible construir y consolidar el imprescindible sentimiento de pertenencia enfermero que nos haga visibles y reconocibles entre nosotras mismas, otras/os profesionales, las organizaciones en las que trabajamos o nuestras organizaciones de representación y la propia sociedad. Seguir inmersas en una permanente indefinición y desvalorización nos sitúa en la más absoluta insignificancia y en una peligrosa vulnerabilidad a las que no sabemos responder por no saber reconocernos como enfermeras. En definitiva, resulta muy difícil defender aquello en lo que no se cree.
Llegados a este punto podemos preguntarnos qué es primero si el sentimiento o la pertenencia, es decir, ¿es capaz el hecho de ser y pertenecer a enfermería de generar un sentimiento real de pertenencia o resulta imprescindible tener el sentimiento de ser enfermera para poder desarrollar el de pertenencia? Posiblemente no se trata de qué va delante de qué, sino de cómo somos capaces de construir colectivamente la identidad enfermera y desde la misma el sentimiento de pertenencia.
Lamentablemente no tengo las respuestas necesarias para lograrlo. Tan solo un profundo sentimiento de tristeza por no entender cómo se puede ser enfermera y no sentirse orgulloso/a de serlo, de vivirlo, de manifestarlo y de defenderlo. Por no comprender cómo se puede ser enfermera sin tener referentes a los que admirar, querer y respetar para poder mejorar. Por no concebir el desarrollo profesional sin un arraigado, claro y firme sentimiento de pertenencia que no supone, en ningún caso, resignación o asunción incondicional, sino justamente todo lo contrario.
De igual manera que siento un profundo sentimiento de pertenencia como valenciano por mi territorio y como valencianista por mi equipo de fútbol, por ejemplo, siento un idéntico o mayor sentimiento de pertenencia como enfermera por mi profesión. En todos los casos hay muchos aspectos de mi tierra, de mi equipo y de mi profesión que me gustaría que cambiasen o fuesen de otra manera, pero en ninguno de los casos renuncio por ello a mi sentimiento de pertenencia a los mismos y para los mismos y adaptando al poeta Miguel Hernández, sangro, lucho, pervivo. Para defenderlos, doy mis ojos y mis manos, como un árbol carnal, generoso y cautivo[6], ¿te apuntas?
[1] Director británico de películas, teatro, televisión y ópera.
[2] http://efyc.jrmartinezriera.com/2022/02/10/unidad-enfermera-necesidad-o-estrategia/
[3] http://efyc.jrmartinezriera.com/vocacion-vs-dedicacion-postconfinamiento-nueva-temporada/
[4] Turner, J.C. (1985). Social categorization and the self-concept: A social cognitive theory of group behaviour. En E.J. Lawler (Ed.): Advances in group processes: Theory and research (vol., 2, pp. 77-122) Greenwich: JAI Press.
[5] MF Moonzajer es un ex pasante de la Secretaría de las Naciones Unidas en Bonn, Alemania, un académico del Centro Internacional de Investigación para el Desarrollo de Canadá, el editor actual del International Scientific Journal of Issues, Research and Essay (JSRE) y el presidente de Indie Authors
[6] Adaptación del poema “Para la Libertad” de Miguel Hernandez Gilabert (Orihuela 1910 – Madrid 1942).