Todos los años cada primer domingo de mayo se celebra el día de la madre. Más allá de connotaciones mercantilistas, la conmemoración sirve para agradecer y reconocer los cuidados que prestan en el entorno familia, al margen de la estructura o composición que esta tenga. Así mismo, y aunque no esté tan presente, se hace patente el trabajo que como mujeres desarrollan más allá de los cuidados familiares o mejor dicho, a parte de los cuidados familiares.
Nadie cuestiona esta celebración ni su significación, aunque, lamentablemente, muchas veces tan solo se visibilice durante este día.
Hoy, día 12 de mayo, coincidiendo con el nacimiento de Florence Nightingale, enfermera que es considerada la impulsora de la Enfermería moderna, se celebra en todo el mundo el día internacional de las enfermeras.
No es mi intención establecer un paralelismo con las madres, en tanto en cuanto, desvirtuaría tanto a unas como a otras. Simplemente quisiera llamar la atención sobre la importancia de los cuidados profesionales que las enfermeras prestan a las personas, las familias y la comunidad. Son cuidados que requieren de tiempo y espacio, dedicación y técnica, ciencia y sabiduría, conocimiento teórico y praxis, pero también de valores humanísticos que les confieren su rasgo cuidador, para situarlos a nivel de la dignidad humana.
No se trata, tampoco, de establecer diferencias para intentar valorar qué cuidados son los más importantes. Porque los cuidados tienen razón de ser por la fragilidad humana, sino fuese así no tendrían mayor sentido. Así pues, da lo mismo que la fragilidad sea como consecuencia del ciclo vital en que se encuentre la persona, recién nacido, escolar, anciano… o por la necesidad de obtener, mantener o recuperar la salud. En cualquier caso, se requerirán cuidados, maternales, familiares o profesionales.
El problema viene determinado por el escaso valor que la sociedad en general ha dado y sigue dando a los cuidados. Sean estos del ámbito doméstico, familiar o profesional. Entre otras cosas por asignarlos de manera estereotipada a las mujeres y desligarlos de la fuerza del trabajo y de la ciencia.
Dignificar los cuidados es un objetivo que tiene que ir más allá de la celebración del día de la madre o de las enfermeras. Supone reconocer su fuerza humana, profesional o científica y darle el verdadero valor que tienen.
Visibilizar y dignificar la aportación específica de los cuidados enfermeros, reconociéndolos y demandándolos, es algo que como sociedad debemos identificar y llevar a cabo. En la medida que lo hagamos contribuiremos a que pasen de ser, algo en lo que no se repara, a un valor añadido para la salud.
De igual manera que nadie entendería una maternidad sin cuidados no es posible entender una sanidad sin cuidados. La diferencia está en que en la primera es un valor reconocido y en la segunda es un valor oculto.
Tras una crisis sanitaria y de salud como la que hemos y seguimos viviendo con la pandemia, ha quedado de manifiesto la importancia de los cuidados ante tanto dolor, sufrimiento y muerte. Ahora que empezamos a desprendernos de las mascarillas y a recuperar una normalidad tan deseada, deberíamos tener presente que en la misma no se puede, no se debe, incorporar el volver a olvidar ni a desprendernos también de la importancia de los cuidados profesionales enfermeros y de quienes los prestan desde la profesionalidad, la ciencia y la humanidad, como son las enfermeras. Porque sin duda sería una normalidad adulterada y alejada de las necesidades reales de la sociedad que, por supuesto, van mucho más allá de la técnica o la curación. Porque tanto la técnica como la curación no siempre son posibles, ni accesibles ni logran lo que de ellas se espera. Pero, sin embargo, los cuidados siempre son posibles, accesibles y capaces de lograr efectos terapéuticos desde la atención integral, integrada e integradora a la que toda persona tiene derecho y que toda enfermera tiene la obligación y la responsabilidad de prestar.
Las enfermeras tenemos valor intrínseco, entendido el mismo como aquel que como enfermeras aportamos y tan solo nosotras estamos en condiciones de hacer a través de nuestros cuidados. El valor, como activo intangible de la aportación enfermera, es la mejor forma de hacer oír nuestra voz y de hacer visible nuestra identidad y liderazgo de los cuidados. Y es también la mejor manera de celebrar nuestro día internacional. Pero queremos y deseamos que nuestra celebración sea colectiva y participativa. Precisamente con quienes son nuestra razón de ser y sentirnos enfermeras, las personas, las familias y la comunidad.
No somos ni queremos ser héroes ni heroínas. No queremos ser más que otros, pero tampoco menos. No queremos que se nos regale nada, pero si que se nos reconozca y visibilice. No queremos asumir más protagonismo que el de los cuidados profesionales que prestamos para contribuir a lograr la autodeterminación, autogestión, autonomía y autocuidado de las personas en la toma de decisiones.
Somos profesionales y desde la responsabilidad que como tales tenemos queremos aportar y que se nos exija, desde el respeto, el valor de nuestra aportación. Queremos ser visibles y hacer oír el liderazgo de los cuidados para así contribuir a mantener el derecho a los mismos y a la salud global.
Hagamos nuestra, como sociedad, la celebración del día de las enfermeras, como hacemos con el día de la madre, contribuyendo a dignificar los cuidados para disfrutar así de los beneficios de prestarlos o recibirlos.