A Carmen Gallardo, María Sainz e Hiram Arroyo, promotores de salud y de ilusión.
“Nunca abandones un sueño por el tiempo que te puede tomar. De igual forma, el tiempo pasará”
Earl Nightingale[1]
Desde que en el 2015 las Naciones Unidas adoptaran los Objetivos de Desarrollo Sostenible como un llamamiento universal para poner fin a la pobreza, proteger el planeta y garantizar que para el 2030 todas las personas disfruten de paz y prosperidad, han pasado ya más de 7 años sin que hasta la fecha se haya avanzado mucho más que identificar su logo y conocer la intención de su logro. Pero nuevamente, como ya sucediera con el famoso “salud para todos en el año 2000” tras la Conferencia de Alma Ata, todo queda en una perspectiva esperanzadora, una quimera aplazable o una declaración de intenciones, buenas, pero poco más que intenciones, que no acaban por concretarse.
Poner fechas, aparentemente lejanas, parece que anima a creer que se puede lograr aquello que se plantea. Considero que más por una cuestión de ilusión en que acabe concretándose que por razones objetivas que permitan tener la convicción de hacerlo. La relatividad del tiempo contribuye a ello y la relajación en la toma de decisiones para hacer realidad el eslogan que, con tanta alegría como falta de interés suelen aplicar en su adhesión, pone el resto. Pero el resultado lamentablemente acaba siendo siempre el mismo. La fecha por lejana que parezca cuando se plantea acaba inexorablemente llegando sin que la misma consiga, lamentablemente, ir acompañada del cumplimiento de los objetivos que tan poco cuesta plasmar en un papel y tanto cuestan que los mismos se transformen en hechos reales, constatables y evaluables.
La Atención Primaria que debía ser el modelo y motor de atención a la salud para lograr alcanzar esa salud global que se promulgaba en la célebre frase, tan solo logró ser un nuevo elemento de interés político, de refugio profesional y de decepción comunitaria.
Supuso un claro aliciente para que las/os políticas/os hiciesen sus propuestas electorales y electoralistas acuñando aquello del Nuevo Modelo de Atención que nadie sabía a ciencia cierta a qué se refería, pero que logró acaparar la atención de muchos, motivar a bastantes y generar resistencia a otros tantos, en su puesta en marcha.
La Salud para todos en el año 2000 suponía un reto que pocos veían como tal teniendo en cuenta que se situaba a las puertas de un nuevo siglo que se antojaba tan lejano como posiblemente lo fue para Stanley Kubrick su película 2001 Una Odisea del Espacio. Así pues, ambas visiones confluían en el planteamiento de ciencia ficción.
En la película por su temática futurible e inquietante por cuanto se plantean temas como la evolución humana, la tecnología y la inteligencia artificial que ahora se antojan superados pero que en su momento causaron impacto, temor y recelo a lo desconocido.
Por su parte la Atención Primaria de Salud (APS), planteaba una transformación de la, hasta ese momento, hegemónica figura y absoluto protagonismo del médico, al incorporarlo en un ámbito en el que, al menos teóricamente, debía trabajar en equipo con otras/os profesionales que hasta ese momento habían sido subsidiarias/os de la asistencia médica primaria para pasar a ser profesionales autónomas/os de la Atención Primaria de Salud, o como muy bien reflejara Mª Victoria Antón Nárdiz en su icónico libro, “De enfermeras de los médicos a enfermeras para la comunidad”, que fue visto por muchos como una ofensa contra su poder y posición, como sucedía con la máquina HAL de la película de Kubrick, que tomaba sus propias decisiones sin obedecer las órdenes de los astronautas que teóricamente la controlaban para que actuase en beneficio de sus necesidades, hasta que esta se rebela y desoye tales órdenes para actuar autónomamente, momento en el cual quieren deshacerse de ella por considerarla peligrosa a sus intereses. La analogía con las enfermeras que se integraron en estos nuevos equipos considero que no es difícil de establecer.
Así pues entre luchas corporativas, idealismos, ilusiones, resistencias, dudas, falta de formación, recelos, ausencia de planificación, organización deficiente, inercias del antiguo modelo, voluntarismo profesional y falta de voluntad política… lo que se planteó como una plataforma desde la que trabajar para lograr alcanzar ese reto de Salud, para muchos tan solo significaba una filosofía, utopía o lo que es peor una amenaza, que se empeñaron en obstaculizar y que el paso del tiempo tan solo consiguió que las ganas de quienes creyeron se transformara en decepción, cuando no frustración, y las resistencias de otros lograran que se fueran derrumbando todos y cada uno de los planteamientos de reforma y se volviese, con una cada vez menor resistencia, a los planteamientos asistencialistas, medicalizados, fragmentados, paternalistas y subsidiarios de los hospitales que reconvirtieron los centros de salud en ambulatorios de lujo, por su estructura que no por su contenido ni su cometido.
Ni se logró la Salud para Todos, ni Todos tuvieron la posibilidad de alcanzarla, ni tan siquiera la Salud fue el centro del modelo, al acabar siendo tan solo una referencia anacrónica del verdadero objetivo de los centros, que tan solo respondían a la demanda de la enfermedad de espaldas a las necesidades de las personas, las familias y la comunidad.
Ni la promoción de la salud, ni la participación comunitaria, ni la accesibilidad, ni la longitudinalidad, ni la equidad… que se promulgaban como principios fundamentales de la APS para lograr la salud para todos y con ello la erradicación de las desigualdades, la pobreza, el hambre, el acceso a los bienes y servicios esenciales… pasaron a ser anécdotas puntuales que junto al voluntarismo de quienes las impulsaban, se fueron diluyendo, acompañadas del conformismo, la inacción y la atracción ejercida por el hospitalcentrismo de un Sistema Nacional de Salud que se alejaba mucho de la excelencia promulgada por quienes abandonaron la posibilidad de lograr lo que inicialmente abrazaron con entusiasmo y que ahora abandonaban con absoluta impunidad para que languideciese hasta su desaparición.
Pero, muerto por fracasado, no tardaron en aceptar con entusiasmo el nuevo reto planteado, en esta ocasión por Naciones Unidas, de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS). Ya había un nuevo eslogan con el que jugar, entretener, ilusionar e incluso, por qué no, engañar. Y si el mismo estaba ligado a la moda de la sostenibilidad que, como toda moda, la cuestión no es que guste, sino que se acepte como parte de la norma social.
La pobreza, el hambre, la salud y bienestar, la educación, la igualdad de género, el agua potable y saneamiento, la energía limpia, el trabajo digno, la innovación, la igualdad, las ciudades sostenibles, el consumo responsable, el clima, la vida submarina, ecosistemas, paz y justicia y las alianzas para lograr todo esto, se dibujan sobre el papel asignando a cada uno de ellos un número con los que confeccionar combinaciones que serán asignadas a las diferentes estrategias planteadas con la vana esperanza de que sea, como en los juegos de azar, finalmente la combinación ganadora, mientras la gran mayoría sigue contemplando la posibilidad de lograr el premio como algo imposible y, por tanto, fiando nuevamente a la suerte la posibilidad de tener acceso a la salud o a cualquiera de los objetivos de desarrollo sostenible que les permitiese acercarse a ella.
Mientras tanto el tiempo pasa y avanza imparable hacia el, inicialmente lejano, destino marcado de 2030, en el que, salvo sorpresa no esperable aunque deseable, se plantee desde cualquiera de los organismos internacionales, un nuevo reto con una nueva fecha que permita seguir manteniendo las expectativas de quienes como siempre van a seguir teniendo dificultades para lograr que lo que se forja en los despachos se traduzca en realidades que palíen o eliminen las barreras que les impide tener acceso a lo más elemental y al mismo tiempo más esencial como es la salud, no como antagonista de la enfermedad sino como un estado de vida, autonomía, bienestar y felicidad.
Pero posiblemente sigan existiendo exactamente las mismas inercias, idénticas resistencias, parecidas barreras, similares planteamientos, que los que impidieron la Salud para Todos en el año 2000, los que dificultan los objetivos de desarrollo sostenible al ser identificados como obstáculos de dificultad sistemática y que posiblemente vuelvan a ralentizar, paralizar o eliminar las propuestas que se planteen bajo el paraguas del nuevo eslogan.
Se trata pues de generar Otra Dimensión de Salud (ODS) que elimine la Aparente Posibilidad de Salud (APS) para lograr que la Atención Primaria de Salud (APS) sea una realidad que permita acceder a las personas, a las familias y a la comunidad a ser agentes de transformación social y protagonistas de su salud a través de la promoción y la educación para la salud.
Otra Dimensión de Salud (ODS) en la que los profesionales de la salud sean facilitadores, impulsores, articuladores y no impositores, protagonistas o controladores. ODS desde la que se propicie la participación activa de la comunidad en la toma de decisiones. ODS que, transforme a las Universidades, las Escuelas, las Empresas, las Ciudades… en espacios saludables capaces de generar salud y articular sus activos de salud y sus recursos en favor de la salud. ODS capaz de lograr la responsabilidad individual y colectiva desde la interiorización y la concienciación social y solidaria. ODS en la que los diferentes sectores identifiquen sus fortalezas para generar salud desde la colaboración, el trabajo conjunto y la generosidad de sus aportaciones singulares. ODS que facilite la incorporación de la salud en todas las políticas. ODS que no dificulte el acceso de quienes en mejor disposición estén para aportar ideas, innovación y estrategias en puestos de responsabilidad política. ODS que transforme la resistencia en voluntad, la negación en aceptación, la irracionalidad en coherencia, la mediocridad en excelencia, el oportunismo en oportunidad, el poder en posibilidad, la inacción en movimiento, el conformismo en ilusión, la crispación en respeto, la intransigencia en disponibilidad, la parálisis en acción. ODS dinámica, innovadora, accesible, equitativa, respetuosa con las personas y sus necesidades, con las familias y sus posibilidades y con la comunidad y sus recursos.
Finalmente, no se trata tanto de la fecha que se ponga, sino de la voluntad que se tenga de querer cambiar aquello que se mantiene más allá de lo que el sentido común dicta.
Si se sigue priorizando la enfermedad ante la salud, la asistencia ante la atención, la intervención ante la promoción, la imposición ante el consenso, la prohibición ante la adquisición de hábitos o conductas, el reproche ante la reflexión… nada de lo que se plantee por lejano que se haga en el tiempo se logrará y exigirá tener que elegir nuevos eslóganes que sigan aparentando una intencionalidad sin capacidad real de logro.
Todo esto mientras las lecciones dejadas por la pandemia en las que se manifestaban de manera tan clara las deficiencias del Sistema Nacional de Salud (SNS), lamentablemente no han sido aprendidas, ni mucho menos aprehendidas por quienes ante un aparente regreso a la normalidad incorporan de nuevo el discurso de la excelencia y con él ocultan las deficiencias de un modelo caduco, ineficaz e ineficiente, como si no hubiese sucedido nada, con lo que perpetúan el citado modelo focalizado en la enfermedad y en la epidemiología de la misma, arrinconando la salud y su promoción, así como una necesaria epidemiología de los cuidados.
Si se sigue identificando a quienes piensan, creen, trabajan, investigan, proponen, desarrollan… desde la promoción de la salud como visionarios, utópicos, trasgresores, adoctrinadores, rebeldes, antisistema… en lugar de hacerlo como posibilitadores, creadores, transformadores, impulsores, innovadores… que creen el la comunidad y en la ciudadanía como principal fuerza de salud global a través de sus lugares de trabajo, estudio, ocio, socialización y con una perspectiva de futuro realista, basada en evidencias y hechos constatables y contrastables, las posibilidades de alcanzar logros en salud serán tan solo fruto del azar.
La salud es demasiado importante para estar en manos exclusivamente de los profesionales de la salud. La salud es un derecho y un patrimonio de todas las personas que debe ser compartido para lograr que la misma deje de ser sustitutiva para pasar a ser constitutiva, de ser persecutoria a ser buscada, de ser un resultado a ser un proceso, de ser un fin a ser un medio, de ser una posibilidad a ser una certeza, que se puede promocionar, buscar, cambiar, activar, dinamizar, adaptar, facilitar, desde la educación y el empoderamiento de la comunidad.
Situemos la promoción y la educación para la salud como los verdaderos motores de los Sistemas de Salud que posibiliten mantener sanos a los sanos y afrontar desde la salud los procesos de enfermedad o discapacidad.
La enfermedad es una realidad que no se puede ni se debe negar. Pero la salud es una realidad mucho más potente que ni se puede ocultar ni mucho menos secuestrar.
Las intervenciones para paliar, mejorar o superar la enfermedad no tienen porque rechazar la promoción de la salud como si fuesen incompatibles o excluyentes.
Como dijera Adre Gide, “todas las cosas están ya dichas, pero como nadie escucha hay que volver a empezar siempre”, a lo mejor algún día dejamos de pensar en un nuevo eslogan de salud y nos centramos en plantear nuevos retos tras los ya logrados. Hasta entonces deberemos seguir insistiendo hasta que alguien sea capaz, no tan solo de escuchar, sino de entender y actuar en consecuencia.
[1] Locutor y autor de radio estadounidense, que se ocupó principalmente de los temas del desarrollo del carácter humano, la motivación y la existencia significativa (1921-1989)
Sabías reflexiones de mi querido amigo José Ramón.