PARADIGMA ENFERMERO Y ESTRATEGIA DE CUIDADOS Construcción o indiferencia

“Si quieres cambios grandes y primarios, trabaja en tus paradigmas”

Stephen Covey[1]

 

Sin duda estamos asistiendo a momentos difíciles para la Enfermería y las enfermeras en España. Es una evidencia que no puede ser ocultada, ni negada, ni ignorada, pero que parece nos resistimos a aceptar con actitudes que lejos de aportar soluciones incrementan mucho más la crisis.

Thomas S. Kuhn[2] se refirió al paradigma como el conjunto de prácticas y saberes que definen una disciplina científica durante un período específico[3]. En base a ello cabe que nos preguntemos si realmente la ciencia Enfermera ha sido capaz, no tan solo de construir sino de reconocer y aceptar como propio, ese conjunto de conocimientos, teorías, experiencias y prácticas capaces de definir la disciplina científica enfermera. O si por el contrario la contaminación de saberes de otras disciplinas unida a la falta de determinación y concreción de las propias enfermeras para fortalecer su paradigma propio y diferenciado han limitado o impedido configurar ese paradigma disciplinar enfermero.

Porque dar respuestas desde un paradigma de otra disciplina o desde uno que no ha sido construido con conocimientos claros, propios y contrastados supone que las mismas no se correspondan con la identidad que, al menos teóricamente, pretendemos tanto a nivel social como científico y profesional, lo que provoca confusión entre las propias enfermeras y en la población a la que prestamos los cuidados profesionales que supuestamente nos identifican de manera diferenciada.

Da la sensación de que hemos estado jugando permanentemente a la rayuela o sambori[4] de la ciencia, saltando de casilla en casilla y haciéndolo en ocasiones desde la inestabilidad que da hacerlo con un solo pie, sin saber exactamente cuál es el objetivo a alcanzar.

Pero ni la ciencia es un juego, ni la enfermería como ciencia lo es tampoco. Por lo tanto, deberemos reflexionar sobre si realmente estamos en disposición de definir, asumir y actuar en base a un paradigma propio y diferenciado o si por el contrario queremos seguir siendo invitados interesados de otros paradigmas desde los que difícilmente podremos ser referentes de nada ni de nadie.

No podemos hablar tampoco, desde mi punto de vista, de un cambio de paradigma. Primero porque eso supondría asumir que realmente tenemos un paradigma desde el que nos proyectamos como disciplina y profesión, lo que realmente no está claro o cuanto menos no asumido de manera generalizada en la práctica diaria de las enfermeras. Por otra parte, porque para que se diera la posibilidad de plantear dicho cambio de paradigma sería preciso que este hubiese sido identificado y asumido por las enfermeras y reconocido por la comunidad científica. Ni las enfermeras, como ya he comentado, lo han identificado y actuado en consecuencia al mismo, ni la comunidad científica lo reconoce, tal como se desprende de las resistencias aún existentes por organismos tanto nacionales como internacionales de reconocernos como ciencia, como sucede, por ejemplo, con los Códigos[5] de clasificación UNESCO[6] para TESEO[7]. Esto significa que, a pesar de poder acceder a los programas de doctorado para la realización de Tesis con las que obtener el grado de Doctoras, estas no pueden ser referenciadas ni recuperadas una vez defendidas con un código o códigos de Enfermería, teniendo que hacerlo en otras ciencias como las Médicas.

Esta evidente debilidad contribuye a que la identificación del paradigma enfermero sea difusa, confusa y limitada con lo que ello significa no tan solo para la consolidación de la Enfermería como ciencia, sino también para la generación de un discurso homogéneo sobre la aportación específica de las enfermeras a la sociedad en cualquier ámbito de actuación de tal manera que exista una clara correlación entre lo que somos capaces de ofrecer de manera diferenciada y lo que pueden demandar las personas de manera indiscutible como valor intrínseco de las enfermeras.

En base a lo dicho, por tanto, tampoco podemos hablar de lo que Kuhn denominaba una revolución científica que se produce cuando los científicos encuentran anomalías que no pueden ser explicadas por el paradigma universalmente aceptado dentro del cual ha progresado la ciencia hasta ese momento. Parece claro que esta premisa no se da en tanto en cuanto ya he descrito que estamos construyendo o en el mejor de los casos consolidando el paradigma enfermero y por tanto no se puede hablar de fin de ciclo, de saturación o de falta de explicaciones a un supuesto paradigma que ni ha sido aceptado universalmente ni por las enfermeras ni por la comunidad científica, ni ha permitido progresar de manera inequívoca a la ciencia enfermera en una dirección determinada y unívoca.

En cualquier caso, no se trata de que el paradigma constituya un dogma de fe o plantee un pensamiento único de acción, en absoluto. Pero si que sea capaz de sentar las bases conceptuales y prácticas en las que basar el desarrollo académico, profesional, investigador y científico de la Enfermería.

Mientras sigamos instalados o vagando por el árido y ajeno paradigma de la enfermedad, entendida esta como el desequilibrio, disfunción o lesión de un órgano, aparato o sistema que provoca signos, síntomas o síndromes a los que hay que dar respuestas que se alejan de nuestro paradigma al basarse en la fragmentación, la biología, el paternalismo asistencialista y la medicalización, no seremos capaces de generar un constructo científico-profesional propio y seremos identificadas como parte secundaria o subsidiaria de quienes son los verdaderos dueños de dicho paradigma. Actuar desde un paradigma ajeno supone asumir sus conocimientos, sus prácticas y sus saberes y, por tanto, renunciar a los que como disciplina autónoma y ciencia nos corresponde no tan solo asumir, sino alimentar, potenciar, defender y desarrollar.

Si por el contrario nos situamos en el paradigma de los problemas de salud, con independencia de la/s posible/es patologías que puedan tener las personas, para tratar de identificar las dificultadas u oportunidades que tienen las personas para afrontar su situación tanto de manera individual, como desde y con  la familia de la que forman parte y de la comunidad en la que están integradas, desde una perspectiva integral, integrada e integradora y teniendo en cuenta las dimensiones física, social, psicológica y espiritual de dichas personas como seres únicos que requieren de respuestas individualizadas facilitando la coordinación y articulación de los recursos individuales, familiares, sociales (redes de amistad y vecinales) y comunitarios que permitan, a través de la Educación para la Salud, favorecer la autodeterminación, la autogestión, la autonomía y el autocuidado que les empodere en la toma de decisiones sobre sus procesos de salud y enfermedad, tendremos la oportunidad y capacidad de generar conocimientos, saberes y prácticas propias que consoliden un paradigma enfermero desde el que dar respuestas enfermeras que sean identificadas y valoradas por nosotras mismas como enfermeras, por el resto de la comunidad científico-profesional, por las/os responsables de las instituciones u organizaciones en donde actuemos y por parte de la población con la que interactuamos y con la que consensuamos sus respuestas de salud.

No se trata de confrontar paradigmas, ni de establecer una competencia artificial sobre cuál es mejor o más importante, ni de excluir a uno sobre el otro. Ambos paradigmas deben ser identificados como necesarios, compatibles y generadores de respuestas conjuntas de salud. Pero ambos paradigmas deben ser respetuosos y generosos entre si en tanto en cuanto ambos hacen aportaciones valiosas e imprescindibles. Otra cuestión es el ámbito de los lugares comunes, que sin duda existen, entre ambos y que generan solapamientos que en ningún caso deben ser identificados como invasiones competenciales o intrusismos profesionales que tan solo obedecen a planteamientos corporativistas que se alejan del objetivo común que no debe ser otro que el de dar la mejor respuesta a las necesidades de las personas.

Por tanto, ambos paradigmas son, no tan solo necesarios, sino imprescindibles y complementarios. No podremos dar respuestas eficaces y eficientes desde la negación, el chantaje, la ignorancia o la indiferencia hacia alguno de ellos o hacia ambos.

La generación de conocimiento debe contribuir no tan solo a nutrir las publicaciones científicas como vehículos de comunicación del mismo o como desarrollo académico de las/os investigadoras/es o de las instituciones en las que trabajan, sino a su incorporación y contribución en la construcción de nuestro paradigma y a que actúe como plataforma de lo que las enfermeras, como miembros del mismo, y solo ellas, comparten. Esta es la clave, que compartamos ese paradigma enfermero claro, visible, reconocible y perceptible desde el que proyectemos una imagen de liderazgo de los cuidados, pero también de compromiso con las personas, las familias y la comunidad.

Llevamos más de 40 años en la Universidad y los avances alcanzados han sido tan importantes como evidentes, pero los mismos no han logrado, al menos hasta ahora y de manera estable, homogénea, aceptada y visible, configurar un paradigma enfermero desde el que proyectarnos social, profesional y científicamente. Por tanto, en ningún caso podemos hablar como algunas/os plantean que nos encontramos ante un cambio de paradigma o como Kuhn describía un estado de crisis. Porque no se han acumulado anomalías en contra de un paradigma vigente que obligue a plantear nuevas ideas o recuperar algunas de las que pudieron descartarse en su momento, provocando una batalla intelectual entre los seguidores del nuevo paradigma y quienes resisten con el viejo paradigma. El problema por tanto no es el de una revolución científica en terminología de Kuhn.

Ante esto lo que realmente debe plantearse de manera urgente, reflexiva, crítica y rigurosa, es un gran proceso de debate científico-profesional de la Enfermería, en el que los diferentes planteamientos, posiciones, miradas, ideas, pensamientos, corrientes… se expongan, analicen, contrasten, defiendan y refuten, con el objetivo de llegar a un consenso que permita identificar y aceptar los conocimientos, saberes, y experiencias que conformen un paradigma enfermero aceptado y seguido por todas las enfermeras en cualquier ámbito de actuación.

No podemos seguir trabajando, investigando, enseñando, gestionando, desde posicionamientos dicotómicos sin fundamento o con argumentos dispersos y sin cohesión científica que polarizan el pensamiento y paralizan el conocimiento.

Esto en ningún caso significa estandarizar la ciencia enfermera, ni generar un pensamiento único, ni instaurar un control de la actividad enfermera. Nada de esto es cierto, porque todas las disciplinas científicas basan su desarrollo en paradigmas propios desde los que impulsan su acción.

Precisamente disponer de un paradigma conocido y reconocido permite justamente lo contrario, es decir, el dinamismo, la diversidad, la acción contrastada, el planteamiento novedoso… que no tan solo facilite mantener vivo el paradigma, sino que logre establecer los mecanismos de discusión, debate, cuestionamiento o cambio que propicien nuevos planteamientos tendentes, en ese momento si, a generar un cambio de paradigma.

Ahora que se va a empezar a debatir sobre una estrategia de cuidados en la que sin duda las enfermeras tenemos mucho que decir, aportar y liderar, nos podemos encontrar con la paradoja de que no sepamos argumentar científicamente el cuidado y que este se convierta en un obscuro objeto de deseo por parte de quienes desde hace un tiempo han descubierto en el cuidado y los cuidados una oportunidad de crecimiento cuando no de enriquecimiento, reclamándolos para si y desvirtuando el verdadero sentido ético y estético de los mismos.

Pero difícilmente lograremos ser identificadas como líderes de dicha estrategia si seguimos soltando “lastre” al abandonar la responsabilidad de cuidados básicos como la higiene, la alimentación o la eliminación por poner algunos ejemplos manifiestamente vigentes. O si no somos capaces de definir la importancia de los cuidados profesionales en nuestra actividad de tal manera que trasciendan, se hagan visibles y adquieran el verdadero valor que tienen. Pero para ello, lógicamente, nos lo tenemos que creer nosotras y después de ello dotarlos del conocimiento y la evidencia científica que les otorguen valor indiscutible, para poder convencer al resto de la comunidad científica y a la sociedad.

Abordar el planteamiento de una estrategia de cuidados, con ser importante, no es suficiente. Si como enfermeras no somos capaces de fundamentar, defender, liderar los cuidados, nos podemos encontrar con una estrategia en la que “otros” nos sitúen donde quieren y no donde debemos estar para hacer valer la aportación real de los cuidados profesionales enfermeros en equilibrio con los cuidados prestados en el ámbito familiar, sean remunerados o no, o aquellos prestados desde otras disciplinas o profesiones pero que en ningún caso sean producto del abandono por parte de las enfermeras o de la colonización de los mismos por falta de argumento o de inclusión clara en el paradigma enfermero.

Seguir generando discursos, más o menos bien intencionados, desde los diferentes ámbitos, contextos, partes, organismos, representantes de la Enfermería y, lamentablemente, al margen de las enfermeras, sin que los mismos se construyan desde el pensamiento crítico para lograr un consenso amplio, firme y duradero en el tiempo, perpetuará la posición de debilidad en la que estamos instauradas desde hace tiempo y desde la que nos dedicamos a intentar derribar a quienes consideramos enemigos, en un todos contra todos, que impide el avance y, por supuesto, el entendimiento.

Las posturas pueden ser distantes o incluso diametralmente diferentes. Pero si no somos capaces de ponerlas encima de la mesa para defenderlas, desde el respeto y la humildad, y dejando aparcados los intereses corporativos, institucionales o personales, que impiden el debate, ni lograremos configurar nunca un paradigma propio, ni podremos argumentar, más allá de la reivindicación lastimera, el valor intrínseco de nuestra aportación específica.

De todas y cada una de nosotras depende que logremos desencallar la embarcación enfermera que quedó varada en algún momento de su navegación y que de no hacerlo estaremos irremediablemente condenadas a que se produzca el hundimiento definitivo. Bien porque nuestra propia nave haga aguas que no seamos capaces de achicar y arreglar para reflotarla o bien porque otros decidan que somos un obstáculo para su avance y lo provoquen mediante el asalto o el ataque directo.

Tenemos un potencial de acción impresionante e imprescindible. Pero lo potencial hay que hacerlo real.

Los cuidados no van a desaparecer nunca, son consustanciales a la vida, quienes los presten dependerá de lo que decidamos quienes en estos momentos aún somos referentes de los mismos, aunque con claras muestras de debilidad. El empoderamiento y su liderazgo debemos abordarlos desde el entendimiento y no desde la confrontación permanente e inútil que se ha instaurado desde hace algún tiempo.

No es cuestión de buscar culpables, posiblemente todos lo seamos en mayor o en menor medida. Se trata de hablar, dialogar, negociar, debatir, escuchar, plantear, argumentar, ceder, consensuar, construir, reforzar, transmitir, visibilizar… para abandonar la indiferencia y pasar a ser la diferencia necesaria.

[1]  licenciado en administración de empresas, escritor, conferenciante, religioso y profesor estadounidense (1932-2012).

[2] Físico, filósofo de la ciencia e historiador estadounidense (1922-1996)

[3]  Kuhn, define paradigma de la siguiente manera: «…’ciencia normal’ significa investigación basada firmemente en una o más realizaciones científicas pasadas, realizaciones que alguna comunidad científica particular reconoce, durante cierto tiempo, como fundamento para su práctica posterior. […] Voy a llamar, de ahora en adelante, a las realizaciones que comparten esas dos características, ‘paradigmas’, término que se relaciona estrechamente con ‘ciencia normal’.» Thomas S. Kuhn, La estructura de las revoluciones científicas, Cap. II. El camino hacia la ciencia normal.

[4] https://es.wikipedia.org/wiki/Rayuela_(juego)

[5]http://cms.ual.es/idc/groups/public/@academica/@titulaciones/@doctorado/documents/documento/codigos_unesco_teseo.pdf

[6] Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura

[7] Base de datos del Ministerio de Educación para recuperar las tesis doctorales leídas en universidades españolas