En memoria de Desiderio Rodrigo Tolsá (DEP)
“La peor amenaza para nuestro planeta es la creencia de que alguien lo salvara.”
Robert Swan [1]
Estamos asistiendo a una ola de calor cuya excepcionalidad no es tanto la intensidad de calor, que también, como las fechas en las que se está produciendo adelantándose a la estación estival. Tampoco puede decirse que no se hayan producido olas similares en épocas anteriores, porque se han producido. El problema viene determinado por la frecuencia con que se producen últimamente efectos meteorológicos extremos y las consecuencias que los mismos tienen en las poblaciones y en el medio ambiente. Así mismo la evidencia científica, tan molesta para algunas/os, establece una clara relación de dichos fenómenos con el cambio climático producido por la intervención humana sobre el medio ambiente. Nada que no sepamos, aunque nos resistamos a actuar con la determinación necesaria para corregir el desastre que provoca e incluso a admitir que esta relación es un hecho incontestable.
Puede parecer que nada de lo dicho, más allá de ser una realidad, tenga relación alguna con la enfermería o las enfermeras. Pero prácticamente nada está exento de cierta dependencia o correlación.
La reflexión que hoy comparto no trata, sin embargo, de establecer de qué manera las enfermeras pueden y deben actuar sobre temas de tanta sensibilidad y que tanto efecto tienen sobre la salud de las personas y los entornos en donde viven y conviven, aunque, por otra parte, es preciso tener en cuenta a la hora de prestar cuidados profesionales. Lo que pretendo es establecer un paralelismo entre lo que sucede con el cambio climático y lo que pasa con la, para mí, convulsa situación de la profesión enfermera y las consecuencias que la misma tiene tanto para las propias enfermeras como para la población a la que estas atienden y que provocan efectos cada vez más frecuentes de desestabilización, confusión, incertidumbre, desilusión, pérdida de identidad y de sentimiento de pertenencia, enfrentamientos, radicalización de planteamientos, invisibilidad de referentes, ausencia de liderazgo… que podrían asimilarse a la frecuencia cada vez mayor de ciclones, lluvias torrenciales, olas de calor y frío extremos, tornados, deterioro del medio ambiente, extinción de especies de flora y fauna…
Mientras que, como ya he comentado, el cambio climático y sus consecuencias está muy fundamentado científicamente, a pesar del negacionismo existente al respecto, en la situación de inestabilidad enfermera la relación de causalidad, además de ser múltiple está falta de un análisis en profundidad e integral que identifique esas causas a qué son debidas y cómo pueden ser abordadas para evitar que el deterioro siga siendo tan progresivo como dañino.
Muy pocos cuestionan la importancia del medio ambiente para la sostenibilidad de la vida en nuestro planeta y a pesar de ello se siguen cometiendo ataques indiscriminados contra él sin tener en cuenta su finitud, sensibilidad y fragilidad y que el mismo no se resintiese provocando los efectos devastadores cada vez más frecuentes.
De igual manera nadie cuestiona la, al menos, aparente importancia de las enfermeras para la salud de la población y a pesar de ello tanto quienes deberían velar por su respeto y consideración en los entornos en donde trabajan, como las propias enfermeras con su permanente falta de autoestima y los ataques internos que se producen como efecto de las luchas de interés y oportunismo, en sus diferentes órganos de representación. Como si las enfermeras fuesen capaces de asumirlo todo sin desgaste alguno y sin que se produzcan efectos importantes en su manera de pensar, sentir y comportarse como enfermeras con lo que ello representa para los cuidados que prestan y que deben dar respuestas eficaces y eficientes a las necesidades de las personas, las familias y la comunidad.
Mientras tanto se suceden las reuniones mundiales que tratan de establecer medidas correctoras que, cuanto menos, ralenticen los efectos del cambio climático tratando de lograr una reversión de la situación a medio o largo plazo. Reuniones en las que, sin embargo, precisamente quienes más contaminan e influyen negativamente sobre el medio ambiente, son quienes más se resisten a asumir las medidas consensuadas, lo que impide un avance eficaz para lograr los objetivos planteados.
Por su parte, el problema en Enfermería es que, si bien es cierto que se identifican los problemas, se protesta por ellos, se sabe cuáles son algunas de las causas e incluso los causantes que los provocan, a pesar de ello, no se actúa. Se protesta mucho. Incluso se llora demasiado, pero no se actúa. Existe el sentimiento generalizado de que las respuestas a sus problemas deben ser resueltos por otros. Que las soluciones dependen de otros. Que nada de lo que ocurre tiene que ver con nuestra actitud o nuestra falta de compromiso e implicación. Todo ello conduce a un victimismo que lejos de ayudar se comporta como un efecto multiplicador de los efectos que se provocan.
En cuanto al cambio climático surgen referentes que son identificados, valorados y respetados. Se generan grupos que se implican en política para incorporar sus planteamientos al debate que propicie políticas medio ambientales. Se construyen mensajes capaces de sensibilizar a la población de la necesidad de autorresponsabilidad en el desarrollo de las acciones e incluso en el cambio de hábitos y conductas tendentes a la sostenibilidad y el respeto al medio ambiente. Existe un consenso amplio en la necesidad de actuar con determinación. Se identifican y rechazan las acciones que suponen un ataque al medio ambiente.
En cambio, ante la situación existente en Enfermería, las enfermeras no identificamos la necesidad de confluir en foros como las sociedades científicas que subsisten con el voluntarismo de las pocas enfermeras que se incorporan a ellas, lo que se traduce en una clara debilidad de las mismas que influye en las acciones que tratan de impulsar para revertir situaciones de parálisis e inmovilismo. Las enfermeras abandonamos espacios propios y específicos por entender que no tienen la importancia que como profesionales universitarias tenemos, quedando “libres” para ser colonizados por otros colectivos a los que posteriormente acusamos de intrusismo sin querer ver cuál es el verdadero problema. Las enfermeras nos resistimos a asumir la necesaria competencia política que permita trasladar la visión enfermera a todos los ámbitos sociales, económicos. políticos, educativos … de tal manera que se impregnen las políticas de los necesarios cuidados que se precisan y cuando esporádicamente lo hacemos olvidamos que lo somos. Las enfermeras no tan solo no consideramos necesario identificar, valorar y respetar a nuestras/os referentes, sino que los negamos e incluso rechazamos, cuando no atacamos Las enfermeras no somos capaces de sensibilizar a la población con un mensaje de salud, cuidados y humanización al quedarnos estancadas permanentemente en la técnica, la rutina y la medicalización. Las enfermeras no tenemos un sentimiento de orgullo y pertenencia que nos impulse a defender nuestro espacio, nuestra aportación, nuestra imagen, nuestra identidad… lo que provoca una permanente indefinición sobre lo que somos y cómo nos sentimos, que impiden o limitan una defensa de lo nuestro y de lo que ello puede y debe aportar como valor diferenciado. Somos enfermeras sin ser conscientes de manera clara de lo que es y significa serlo. Tan solo actuamos como tales en base a lo que se nos plantea y no en base a lo que nosotras planteamos, lo que conduce a ser contaminadas y con ello contaminar aquello que hacemos con el consiguiente perjuicio para quienes deberían ser receptores de respuestas sin contaminantes nocivos para su salud.
Los efectos causados por el cambio climático provocan muerte, pérdidas, dolor y sufrimiento, sobre todo, en poblaciones vulneradas que no disponen de nada que les proteja ante la destrucción o la afectación de su salud por falta de medios para protegerse.
La situación de indefinición enfermera conduce a una indefensión de la población, sobre todo la más vulnerada, que ve como se debilitan las aportaciones de cuidados tan necesarios para protegerse de los problemas de salud derivados de la pobreza, la migración, la violencia, la soledad, la inequidad… que les sitúan ante una fragilidad que se traduce en mayor sufrimiento, dolor y muerte, por la falta protección de los cuidados profesionales enfermeros.
Los expertos y científicos vienen avisando de los peligros que para el planeta supone el cambio climático a medio y largo plazo sino se ponen límites a la contaminación y a las actuaciones que la actividad humana contribuyen a que se mantenga e incremente de manera tan rápida como peligrosa y que incluso pone en peligro la propia existencia de la vida. No es nueva, es cierto, la extinción de la vida en nuestro planeta, pero nunca hasta ahora había sido consecuencia de la intervención directa de quienes se sienten dueños absolutos del planeta y de todo cuanto él nos aporta para vivir en equilibrio, lo que hace que existan todavía, aunque cada vez en menor medida, posibilidades de paralizar la destrucción y con ello las consecuencias que ocasiona.
La sensación de haber logrado el éxito por el hecho de situarnos en condiciones de igualdad ante el resto de disciplinas, en lugar de seguir trabajando por consolidar, reforzar y avanzar. La facilidad para encontrar trabajo de manera casi inmediata que se identifica e interioriza como una zona de confort desde la que se dan escasas muestras de interés en el desarrollo enfermero. La falsa creencia de que el respeto y el reconocimiento se obtienen por el hecho de ser enfermera, cuando se deben lograr a través del trabajo de calidad permanente, autónomo y diferenciado. El lamento constante ante lo que se consideran injusticias, pensando siempre que deben ser otras/os quienes resuelvan sus “y de lo mío qué”, cuando realmente lo suyo es lo que corresponde y esperan los otros como forma de crear un espacio diferenciado y diferenciador en el que nos reconozcamos y nos reconozcan. Pensar que el hecho de ser enfermeras nos otorga la capacidad para actuar como enfermeras, siendo que ser enfermeras en relativamente sencillo, como lo es ser cualquier otra cosa estudiando y obteniendo el título que lo acredita, pero actuar como enfermeras es un proceso difícil que supone esfuerzo, dedicación, tiempo, compromiso e implicación. Todo ello son efectos derivados de esa inestabilidad enfermera que ponen en peligro de extinción a las propias enfermeras al no identificar, asumir, defender y prestar los cuidados profesionales que o bien abandonan o bien contaminan desde otras disciplinas. Como sucede con la vida en el planeta, la Enfermería también está en riesgo de extinción, que no los cuidados, que de una u otra forma, por unas/os u otras/os profesionales, serán prestados, aunque su oportunidad, idoneidad o calidad no sean las que corresponderían. Esta es la realidad, aunque nos resistamos a admitirla y con ello contribuyamos, como los negacionistas con el cambio climático, a acelerar el proceso y a ralentizar o evitar adoptar medidas correctoras que nos sitúen como enfermeras de y para la sociedad y no como enfermeras de y para las organizaciones sanitarias o para otros profesionales.
La ola de calor, al igual que otros peligrosos efectos meteorológicos, generan discursos preventivos para evitar las consecuencias indeseables, pero la solución no pasa tanto por evitar los peligros como por evitar las causas que los ocasionan. De igual forma la simple identificación de los problemas que afectan a la Enfermería y las enfermeras no es suficiente para evitarlos, necesitando llevar a cabo estrategias que permitan identificar el verdadero papel de las enfermeras y con ellas las acciones que den sentido, coherencia y fortaleza a las competencias enfermeras desde un paradigma enfermero y con un pensamiento enfermero.
La docencia, la investigación, la gestión, la atención, enfermeras, es decir la Enfermería y las enfermeras, deben ser objeto y sujetos de análisis, reflexión, debate y propuestas serias y rigurosas de equilibrio, posicionamiento, pensamiento, opinión y respuestas enfermeras, que limiten la inestabilidad y luchen contra ella como la única manera de situar a la Enfermería y las enfermeras donde les corresponde y desde donde pueden dar sentido a los cuidados profesionales que merecen y esperan las personas, las familias y la comunidad.
De igual manera que el cambio climático requiere de profundos cambios en las estructuras políticas, administrativas, económicas, educativas, judiciales… que permitan articular y dar viabilidad a las medidas que contengan y reviertan el cambio climático, los modelos sanitarios deben sufrir cambios radicales que huyan de la fragmentación, el asistencialismo, la medicalización o el biologicismo que los contaminan evitando un desarrollo ecológico de la salud.
Esperar o creer que todo se solucionará tan solo con el paso del tiempo o con la respuesta que otros den nos llevará a que cada vez existan más efectos indeseables para la salud como consecuencia del cambio climático o de la situación de inestabilidad enfermera.
Ahora que tanto se habla, otra cosa es en qué medida se actúa, de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), en los que el medio ambiente está incorporado, habría que plantearse si no debiera incluirse en dicha rueda a las enfermeras o si bien, que es lo que realmente pienso, las enfermeras debiéramos posicionarnos claramente y sin ambigüedades como protagonistas y líderes de estrategias integrales, integradas e integradoras de cuidados que contribuyan a resolver los peligros que en cada uno de dichos objetivos se plantean. Ese debe ser nuestro objetivo de desarrollo profesional y disciplinar.
De nosotras depende cambiar la inestabilidad por equilibrio, la duda por certidumbre, la inacción por la iniciativa, el inmovilismo por la acción, la desconfianza por la autoestima, la rutina por el rigor, la amenaza por oportunidad, la resistencia por resiliencia, el victimismo por la participación, el lamento por la proposición… como la forma más eficaz de evitar nuestra extinción o aún peor nuestra indefinición e indiferencia. Hagamos visible nuestro activismo y desde el respeto exijamos el respeto que logremos merecer con nuestra aportación.
Lo más valiente es cuidar el medio ambiente, lo más sensato es lograr que las enfermeras presten cuidados profesionales. Parafraseando a Robert Sawn [1] La peor amenaza para Enfermería es la creencia de que alguien la salvará.
[1] Historiador, explorador y activista británico (1956)