TOMEMOS LA PALABRA Abandonemos el silencio

                                                       A Mª Paz Mompart por ser su palabra referencia y guía para el desarrollo de la Enfermería y para tantas enfermeras.

Al negro sol del silencio las palabras se doraban”.

Alejandra Pizarnik [1]

 

El espectáculo de lucha libre al que estamos asistiendo, en su modalidad de Submission Match, es decir, en el que solo se gana al provocar que el oponente se rinda en la lona, nos tiene absolutamente abstraídos y distraídos, lo que provoca que olvidemos algunos temas que sin desmerecer el del conflicto de la Atención Primaria en Madrid, no han perdido ni interés, ni trascendencia. Posiblemente porque hay quienes siguen creyendo, como dijera Homero[2], que “las batallas se ganan con los puños, y las palabras sirven en el consejo. Conviene, pues, no hablar, sino combatir.”

Da pues la sensación de que hayan desaparecido los problemas en las Residencias de personas adultas mayores. Que no existan poblaciones vulneradas que quedan al margen de las cuitas que se están dirimiendo en el espectáculo aludido. Que las necesidades de cuidados no tengan importancia que se centra tan solo o sobre todo en las peticiones por reducir las listas de espera, como si los cuidados no tuviesen también una demora, en este caso histórica. Que la promoción de la salud y, por tanto, la generación de conductas y contextos saludables, tan solo fuesen un recuerdo lejano de algo que pudo o quiso ser y nunca fue. Que la Salud Pública ha vuelto de nuevo a ocupar su lugar de intrascendencia y carácter burocrático al que se le tiene acostumbrado. Que la intersectorialidad es una entelequia que tan solo sirve para rellenar discursos demagógicos. Que la medicalización y el asistencialismo siguen impidiendo la solidez, la capacidad, la eficacia y la calidad basada en los activos de salud y los cuidados. Que la participación comunitaria haya quedado reducida a que la ciudadanía deposite su voto, a ser posible cautivo, silencioso y acrítico, en las urnas para que se puedan seguir replicando combates de lucha libre en los que, lo de menos es para lo qué sirven, porque se trata tan solo de generar espectáculo, aunque el mismo se sepa amañado.

Pero nada de esto y de otras muchas cosas han desaparecido o se han solucionado. Todo lo contrario. Pero parece resultar mucho más rentable mantener a la población distraída con combates efectistas, aunque realmente no sean efectivos.

Se está haciendo un uso perverso de la salud como derecho universal, del que no estamos siendo conscientes o que siéndolo preferimos ignorar, lo que supone un peligro enorme que cada vez resulta más difícil evitar.

No voy a discutir ni a poner en tela de juicio la importancia que tiene el movimiento ciudadano en defensa de la Sanidad Pública, es más, considero que es fundamental esa conciencia ciudadana, aunque la misma no siempre esté todo lo informada que sería deseable. Pero no confundamos la Sanidad Pública de calidad con una asistencia temprana, una técnica o el acceso a un fármaco que, siendo importantes, no son en ningún caso la solución a lo que se está reclamando con justicia y pasión, a la vez que con desconocimiento e inocente confianza.

Las enfermeras, tanto tiempo calladas y agazapadas, debemos salir del escondite, la zona de confort, el burladero de nuestros miedos, el anonimato voluntario o forzado… para hacernos visibles, pero, sobre todo, para hacernos oír con fuerza y determinación. No sigamos chistando para solicitar, aceptar y asumir nuestro silencio y lo que supone de condescendencia y asunción de cuanto se hace al amparo del mismo además de la interpretación que de él se haga como actitud profesional en defensa de la salud que, por otra parte, parece que olvidemos supone una vulneración manifiesta de nuestro código deontológico que hay recordar, es mucho más que un compendio de recomendaciones u opciones. Es nuestra obligación ética, estética y moral a actuar como enfermeras ante y con las personas, las familias y la comunidad.

No más silencio, por resultar doloroso, extraño e incomprensible. Pero también por resultar incierto, tramposo y peligroso para nosotras mismas y para quienes no son capaces de oír y entender nuestro mensaje. Mensaje que en ningún caso pretende ser una reivindicación laboral sino una manifestación de identidad, de valor de los cuidados profesionales y derecho a la salud de la ciudadanía.

Necesitamos hacer audible nuestro mensaje de salud y de cuidados, que no va contra nada ni contra nadie, al contrario, va a favor de todo y de todos. De todo lo que suponga aportar respuestas eficaces a las necesidades sentidas de salud y cuidados y de todas/os cuantas/os las trasladan o, sin saber cómo expresarlas, las callan. Ayudemos con nuestra voz a hacer comprender la importancia cuidadora de las enfermeras. Contribuyamos, con nuestra comunicación, a que la educación para la salud permita la autogestión, autodeterminación, autonomía y autocuidado de las personas, las familias y la comunidad. Promocionemos las conductas y hábitos que permitan acabar con la salud persecutoria hacia las personas con mensajes fiscalizadores, penalizadores y alarmistas, incorporando acciones que logren la convicción de asumirlas para generar espacios de salud y saludables. Consensuemos, desde la participación activa y real de la población, la toma de decisiones en favor de una salud que se aleje de la comparación permanente o sustitutiva de la enfermedad. Facilitemos la integración de las personas haciendo posible su afrontamiento efectivo a los problemas de salud sin que los mismos sean vistos como invalidantes o discapacitantes, sino como estados diferentes desde los que se puede seguir aportando. Afrontar la soledad, la violencia de género, la pobreza, la desigualdad… desde la palabra que acompañe, pero también que se posicione, reclame y aporte. Porque todo ello es competencia y responsabilidad nuestra como enfermeras.

No tengamos miedo a hablar, porque la población necesita conocer, entender, y reclamar lo que aportamos y para lo que somos competentes. Las palabras están ahí para explicar el significado de las cosas, de manera que el que las escucha, entienda dicho significado” (Aldous Huxley)[3], pero teniendo en cuenta que “las palabras que no van seguidas de hechos, no valen nada” (Esopo)[4]

No caigamos en la distracción de quienes quieren que la lucha libre en la que han convertido al Sistema Nacional de Salud nos aparte de la realidad de cuidados que existiendo se trata de ocultar, enmascarar o rechazar.

Utilicemos los espacios de los que disponemos o creémoslos para que nuestra voz sea audible y entendible. Sabiendo que como dijese Lao-tsé[5] “las palabras elegantes no son sinceras; las palabras sinceras no son elegantes”. Porque no se trata de construir un mensaje políticamente correcto sino de hacer lo correcto con el mensaje, ya que finalmente y aunque haya que evitarlas “la palabra más soez y la carta más grosera son mejores, son más educadas que el silencio” (Friedrich Nietzsche)[6]. El respeto nunca está reñido con la verdad, aunque esta pueda doler, porque, a lo mejor resulta que eso que tantas veces hemos oído de que todo lo que duele cura, finalmente puede ser verdad.

[1] Poeta, ensayista y traductora argentina (1936-1972).

[2] Poeta griego (750 ac – 650 ac).

[3] Novelista, ensayista y poeta inglés. (1894-1963)

[4] Fabulista griego (S. VII aC-S. VII aC).

[5] Filósofo chino. (570 aC-490 a C)

[6] Filósofo alemán. (1844-1900)