INTELIGENCIA ARTIFICIAL vs INICIATIVA AUTÓNOMA

 

Antes de trabajar en inteligencia artificial, ¿por qué no hacemos algo sobre la estupidez natural?”

 Steve Polyak[1]

 

No es la primera vez, ni imagino que será la última, que hablo de la fascinación que muchas enfermeras y la mayoría de nuestras/os estudiantes tienen hacia la técnica. Una fascinación que hace que aspectos trascendentales en la configuración, identificación, identidad, valor… de la enfermería queden ocultos, o cuanto menos desvalorizados, por considerarlos menores o irrelevantes ante la magnitud que se le otorga y desde la que se visibiliza e interioriza la técnica. Este es un hecho que, sin duda, no favorece la construcción de una identidad propia y apartada de los artificios y el ruido que provoca la técnica. No es menos cierto también que esta fascinación por la técnica, es como la adolescencia, que se muestra muy intensamente florida y desconcertante durante una época y que, poco a poco, conforme se va alcanzando madurez profesional en el primero de los casos y personal en el segundo se va alcanzando un equilibrio que permite ver las cosas desde otra realidad, adquiriendo personalidad definida y experiencia contrastada. No hacerlo es situarse en el ámbito de la inmadurez en ambos casos y por tanto en la incapacidad de identificarse y valorarse como persona o como enfermera.

Esta realidad de la que habitualmente nos quejamos y que en muchas ocasiones nos impide avanzar, sin embargo, viene determinada no tanto por una voluntad de las/os adolescentes o las/os estudiantes, sino por la acción social y familiar en el caso de la adolescencia y por la acción docente en el del proceso de enseñanza/aprendizaje de las enfermeras. Culpabilizar de falta de madurez en ambos casos a jóvenes y estudiantes es una forma tan inmadura como simplista de analizar y no reflexionar sobre la acción que familia, sociedad o docentes tenemos en su educación y en la enseñanza/aprendizaje durante todo su ciclo de desarrollo vital o educacional, al tratarlos desde una perspectiva absolutamente simplista, paternalista y limitadora de la autonomía personal y profesional que provoca una dependencia de prolongada duración que coarta o anula la capacidad reflexiva y el pensamiento crítico, imprescindibles en la construcción de la personalidad y del conocimiento científico, lo que finalmente influye de manera significativa en la percepción de la realidad desde cualquier ámbito social, familiar, relacional, docente o profesional que es sustituido por la fascinación de la virtualidad de las redes sociales o de la tecnología sanitaria.

Llegados a este punto, que no somos capaces o no queremos resolver, que de todo hay, aparece una nueva variable que se incorpora con una fuerza arrolladora que genera mucha más fascinación que la técnica que hasta ahora conocíamos o manejábamos.

La Inteligencia Artificial (IA), por tanto, provoca tanta o más fascinación que la generada hasta ahora por la tecnología y las técnicas pero con la diferencia de que se incorpora una gradiente de inequidad que sino somos capaces de controlar puede suponer el fin de muchas cosas que hasta la fecha identificábamos como inalterables o insustituibles. Hasta ahora considerábamos que el cuidado y la interacción personal que se requiere entre enfermera y persona para prestarlo son absolutamente insustituibles y garantizan la pervivencia de las enfermeras y de la enfermería como profesión, ciencia y disciplina. La pérdida del liderazgo del cuidado a favor de las transformaciones tecnológicas sin control, suponen un riesgo que ya no es supuesto, sino absolutamente real.

Nuevamente la perspectiva biologicista, medicalizada y tecnológica que impregna el modelo sanitario impuesto y perpetuado por la acción de los lobbies médico y farmacéutico, sitúan el foco de atención y el reto tecnológico en lograr la vida eterna y, por tanto, en vencer, o mejor dicho en negar y ocultar, la muerte como parte del ciclo vital de las personas, tratando de conseguir que no se tenga una fecha de caducidad concreta.

Así pues, a lo ya logrado hasta la fecha a través de la ingeniería biológica (reescribiendo los genes a través de las CRISPR[2]) y la combinación de de partes orgánicas e inorgánicas (ciborgs) se une ahora la IA capaz de generar entidades totalmente inorgánicas que establecen una relación diferente con la mortalidad tras más de 4.000 millones de años de evolución humana, al tratarse de un invento absolutamente diferente a todos los creados hasta la fecha y ser la primera herramienta creada por el hombre capaz de tomar decisiones por sí misma, pudiendo crear ideas, planteamientos, teorías… completamente nuevas. Hasta ahora la tecnología, incluso la más avanzada, era capaz de transmitir ideas, pero no de crearlas. La IA a través de la utilización y combinación de creaciones ya existentes crea otras nuevas, es decir, adquiere la creatividad que era exclusiva de las personas.

Por tanto la IA que sustituye a la Iniciativa Autónoma, en el caso de las enfermeras, puede quitarnos el liderazgo de los cuidados al poder decidir sobre nosotras, creando nuevas ideas que no seremos capaces de entender, supeditando nuestro futuro sino somos capaces de gestionar este nuevo poder. Es decir nos pasamos prácticamente toda nuestra vida como profesión, ciencia y disciplina, tratando de romper la subsidiariedad y dependencia del poder médico para pasar a depender de un nuevo y, si cabe, más peligroso poder como es la IA, que anula, por otra parte la Iniciativa Autónoma que nos permite, cuanto menos, crear propuestas de identidad, valor, significación, evidencia científica… propias, a través de la creatividad.

Lo que identificamos actualmente como un peligro potencial para la credibilidad de la ciencia, como son las fake news creadas por humanos, favoreciendo el negacionismo de las vacunas, el cambio climático, la violencia de género… la IA lo podrá hacer de manera absolutamente independiente, imprevisible e incontrolable, configurándola, no ya como un potencial peligro sino como una absoluta destrucción de la confianza entre humanos, al incorporarse identidades artificiales que actuarán por su cuenta sin que seamos capaces de distinguirlas de las figuras naturales.

La dependencia de la IA, por tanto, nos puede hacer no tan solo menos autónomas, menos competentes, sino que nos puede hacer menos inteligentes. Desde la máxima del divide y vencerás, la IA nos someterá a la tiranía tecnológica de la que ya somos dependientes y que tanto nos fascina, pero que, considero, aún estamos a tiempo de controlar si logramos mantener el liderazgo del cuidado y nos posicionamos en contra de su poder exigiendo que se regule, controle y limite su utilización con el fin de que seamos nosotras, como enfermeras pero también como humanos, quienes controlemos su utilización, expansión y, sobre todo, el poder de fascinación que ejerce.

Por todo ello, resulta imprescindible que las enfermeras incorporemos de manera absolutamente necesaria la Iniciativa Autónoma para crear espacios, contextos, ámbitos, escenarios… de cuidados reales, próximos, cálidos, referentes, racionales y humanos que contribuyan a ofrecer, compartir, consensuar, cuidados profesionales que respondan a las necesidades de las personas, las familia y la comunidad, sin necesidad de recurrir exclusivamente a la técnica que despersonaliza y elimina la confianza en las enfermeras.

De nosotras depende que sepamos controlar la fascinación tecnológica y sigamos creyendo en nuestra respuesta profesional, los cuidados, si realmente queremos que las enfermeras respondamos en base al manejo adecuado de las emociones, los sentimientos, los valores y no de algoritmos que creen respuestas artificiales que, además, en la mayoría de las ocasiones incorporarán intereses concretos que escaparán a nuestro entendimiento y supondrán que quedemos relegadas a ser tan solo mano de obra que no requerirá de conocimientos, de pensamiento crítico o de evidencias, sino tan solo de obediencia, docilidad y sumisión a la IA y su capacidad de decisión.

El lobby de la IA no podrá ser regulado sino actuamos desde ya para hacerlo. Porque el lobby médico o el farmacéutico ejercen el poder desde la autoridad humana que, por potente que sea, puede ser doblegado y controlado desde el poder del liderazgo enfermero. Pero no habrá nada que podamos hacer ante el poder tecnológico creado por la IA.

Sino innovamos, involuciaremos y desapareceremos.

Innovar es dar sentido a los cuidados, es dotarlos de conocimiento y evidencia, es saberlos valorar para poder transmitir dicho valor a la sociedad y que su prestación sea imposible de ser sustituida, anulada o falseada a través de una Inteligencia que no tan solo es Artificial, sino que es Criminal, al matar el sentido humano de los cuidados, tal como ya se expresara de manera magnífica en la película Blade Runner[3] cuando el ciborg, en una de las escenas finales, decía:

«- Diseñados para imitar a los humanos en todo menos sus emociones. Pero había una posibilidad de que desarrollaran emociones propias. Odio, amor, miedo, enojo, envidia. Así que tomaron precauciones.- ¿Cuáles?

– Les dieron cuatro años de vida”.

“Nuestro lema es: más humanos que los humanos”.

 

Aún estamos a tiempo de que la Tecnología esté a nuestro servicio y no nosotras al suyo desde la fascinación que provoca la IA.

[1]Neuroanatomista y neurólogo estadounidense considerado uno de los neuroanatomistas más destacados del siglo XX (1955)

[2] Acrónimo en inglés de Clustered Regularly Interspaced Short Palindromic Repeats, o Repeticiones Palindrómicas Cortas Agrupadas y Regularmente Espaciadas.

[3]  Película estadounidense neo-noir y de ciencia ficción dirigida por Ridley Scott, estrenada en 1982.

NO TOMES EL NOMBRE DE ENFERMERÍA EN VANO

Nada más intenso que el terror de perder la identidad

 Alejandra Pizarnik[1]

 

Aún perduran en la memoria los textos, discursos, buenos deseos, las felicitaciones… que con motivo del Día Internacional de la Enfermera se escribieron, leyeron, compartieron, y difundieron por múltiples medios en todo el mundo bajo el lema propuesto por el Consejo Internacional de Enfermeras (CIE), “Nuestras enfermeras. Nuestro futuro”.

Sin embrago, ni la denominación oficial del Día, ni el Consejo Internacional que lo promueve, ni el texto del lema que lo apoya, fueron suficientes en muchas más ocasiones de las deseables, para respetar nuestra denominación propia de Enfermeras. Nuevamente muchas/os prefirieron utilizar a Enfermería, que es profesión/disciplina/ciencia, como parapeto tras el que esconder su verdadera denominación y contribuir, de esta manera, a perpetuar la confusión de nuestra identidad, a diluir nuestra imagen, a consolidar nuestros miedos a ser y sentirnos enfermeras, a debilitar nuestro valor, a negar nuestro sentimiento propio o a refugiarnos en la inconcreción y la ambigüedad.

Si nuestro máximo órgano de representación internacional determina que lo es de las enfermeras, que no de Enfermería. Si el mismo CIE, determina que el Día Internacional que anualmente se celebra lo es de la Enfermera, que no de la Enfermería. Si el lema elegido y difundido por el propio CIE para conmemorar el Día Internacional de la Enfermera, hace referencia expresa a las Enfermeras, en esta ocasión hasta en dos veces en las cuatro palabras que lo componen, en lugar de hacerlo como Enfermería. Si todo esto es una realidad no sujeta a la interpretación o subjetividad, no entiendo el por qué hay sectores y grupos profesionales de enfermeras que se siguen empeñando, de manera tan terca como irracional, en ir contra lo que son o representan, posicionándose en un claro negacionismo de identidad enfermera.

Haciendo un análisis más detenido de una cuestión que, por otra parte, los negacionistas de la identidad enfermera, quieren presentar como menor o, lo que aún es peor, identificándolo y trasladándolo como discurso dogmático y radical de quienes defendemos nuestro derecho identitario, nos encontramos con evidencias de dicho posicionamiento negacionista que tan solo se mantiene por su clara aunque inconsistente resistencia a un cambio que no tan solo es necesario y urgente, sino que es coherente, pertinente, consecuente y lo que aún es más importante, respetuoso con nuestra identidad. Tan solo así se entiende que, a estas alturas, cuando hemos logrado desprendernos, no sin esfuerzos y venciendo múltiples resistencias, de denominaciones tan lamentables como la que se utilizó para eliminar nuestra identidad como las de Ayudante Técnico Sanitario (ATS), que posteriormente se maquilló con la de Diplomado Universitario de Enfermería (DUE), sustituyendo, en ambos casos, la denominación de enfermera por sus respectivos acrónimos de ATS o DUE. Denominación que adoptaron los Colegios Profesionales y el Consejo General, hasta que cambiaron dicha denominación de ATS/DUE por la de Enfermería, haciendo propia la representación de la profesión/ciencia/disciplina, cuando la que les corresponde, como Colegios profesionales que son, es la de sus profesionales, es decir, las enfermeras, que es lo que somos, aunque parece que les moleste.

A pesar del tiempo transcurrido y de las innumerables ocasiones en que esta petición tan importante como lógica ha sido trasladada, tan solo un reducido número de Colegios profesionales ha modificado su denominación a Colegio de Enfermeras o de Enfermeras y Enfermeros. Para ello el peregrino, oportunista y misógino mensaje que los/as (que de todo hay, aunque más de los primeros que de las segundas), responsables de la mayoría de Colegios y del Consejo General de España utilizan para mantener la denominación errónea y usurpadora de los órganos de representación de las enfermeras que no de la Enfermería, es el que se ampara en los postulados gramaticales, que no de respeto, de la Real Academia de la Lengua Española (RAE) que no es capaz de admitir una definición de nuestra profesión/ciencia/disciplina acorde con la realidad actual y a la que ni tan siquiera sitúa como primera acepción en su diccionario[2]. Según los académicos determinan, sin posible excepción por razones que avalen la misma, el genérico siempre se escribe en masculino con independencia de la composición de sus miembros. La denominación “correcta” pues debe ser la de Colegio de Enfermeros. Y adoptando como dogma de fe dicho postulado lingüístico, aunque no sean de obligado cumplimiento, los/as responsables de la mayoría de Colegios profesionales, con la débil justificación de no herir susceptibilidades y respetar la diversidad de género, deciden mantener la denominación de Colegio/Consejo de Enfermería que claramente contraviene lo aceptado Internacionalmente en cuanto a la denominación de quienes somos Enfermeras y no sanitarios, profesionales de Enfermería o simplemente Enfermería, al contrario de lo que sucede con el resto de disciplinas cuyos órganos de representación profesional es el de psicólogos, ingenieros, arquitectos, fisioterapeutas… y no de Psicología, Ingeniería, Arquitectura, Fisioterapia… Es decir, claramente, vamos contra corriente y nuevamente somos la excepción de la norma como en tantas otras ocasiones en Enfermería, incorporando elementos de división, indefinición, confusión, interpretación, oportunismo e interés malintencionado.

Como consecuencia de todo ello se derivan situaciones que son evitables e impedirían, o cuanto menos limitarían, confusiones innecesarias y peticiones oportunistas que tratan de aprovechar el desconcierto que generan quienes, precisamente, deberían velar por la defensa y protección de la identidad enfermera con el fin de sustentar artificialmente reivindicaciones laborales y de identidad que no les corresponde[3] o para obtener beneficios de manera malintencionada con ofertas engañosas de titulaciones enfermeras[4].

Como muestra de lo dicho nos encontramos con la paradoja de que el Consejo General de Enfermería (CGE), emita una nota dirigida a las/os presidentes/as de los Colegios Provinciales de Enfermería, en la que textualmente se traslada lo siguiente: “Varios Colegios provinciales se han dirigido a este Consejo General en relación con la publicidad que está llevando a cabo el sindicato de auxiliares de enfermería (SAE) respecto de la marca 12 de mayo, Día del Técnico en Enfermería con la que pretenden asimilar en un mismo cuerpo profesional a los titulados superiores en enfermería (graduados universitarios) con los técnicos (FP) utilizando para ello la efeméride del Día Internacional de la Enfermería”. Es decir, el Consejo General de las enfermeras de España, denominado de Enfermería, informa de acciones legales contra quienes quieren utilizar, la que ellos mismos en un grado máximo de incoherencia, denominan de la efeméride del Día Internacional de Enfermería que no de la Enfermera como realmente es. Pero, además, en los escritos dirigidos al Ministro de Sanidad y a la Ministra de Educación el presidente del Consejo General de Enfermería, dice textualmente: “…la actuación que está llevando a cabo el Sindicato SAE para confundir a la sociedad y a los pacientes, tratando de asimilar la figura del Técnico Auxiliar con la de la Enfermera”. Es decir, quien se arroga la máxima representación de Enfermería, generando confusión, es el mismo que en el citado escrito hace mención a los estatutos del CGE en cuyo artículo 50.2 se puede leer: “En su cualidad de miembro del Consejo Internacional de Enfermeras, la Organización Colegial establece también como fiesta institucional el Día Internacional de la Enfermería. La utilización de esta denominación requerirá, en todo caso, autorización expresa de la Organización Colegial a través del Consejo General”, lo que contraviene la denominación que traslada el CIE al que pertenece y que hace mención expresa e inequívoca de “Día Internacional de la Enfermera”. ¿Se puede generar más confusión e incoherencia con lo que se pretende reclamar desde una posición que no tan solo es absolutamente incongruente con lo que se expone, sino que permite alimentar e incluso da argumentos a quienes acusa de suplantación para avalar su petición como miembros que son de Enfermería como Técnicos de Cuidados de Enfermería (TCAE) pero no Enfermeras? Situación que quedaría absolutamente zanjada y no daría pie a interpretaciones ni a peticiones de este tipo si se respetase la verdadera denominación de “Día Internacional de la Enfermera”. Tan sencillo como deseable.

Intentar aparecer, por tanto, como adalid en la defensa de los intereses de las enfermeras cuando sistemáticamente renuncian a su denominación como tales para utilizar la de Enfermería, es en sí mismo un engaño hacia quienes dicen representar.

Todo ello, por otra parte, alimenta las denominaciones que se utilizan por parte de medios de comunicación, de responsables sanitarios, políticos y de la propia ciudadanía al referirse a las Enfermeras como Enfermería en una clara muestra de falta de identidad propia que nunca sucede con otras disciplinas, lo que deriva en una deficiente valoración, una insuficiente visibilización y una permanente indefinición.

Sería por lo tanto deseable y es exigible que, utilizando el símil de un mandamiento bíblico, no se tomase el nombre de Enfermería en vano, con el fin de respetar a la ciencia/profesión y disciplina que es y se valorase, defendiese y de igual manera, se respetase a quienes son sus profesionales, al menos una parte de ellos, como somos las enfermeras, sin que ello suponga, en ningún caso, el exigible y necesario respeto hacia quienes conforman también parte de la Enfermería, pero que no son en ningún caso, al menos en España mientras sigamos manteniendo las actuales condiciones y normativas vigentes, enfermeras[5].

Ante esta realidad, el propio CIE debería poner orden y, sobre todo, minimizar la confusión actual, trasladando a los países miembros del mismo a que hiciesen una utilización homogénea y en consonancia a la utilizada por el propio CIE en cuanto a la denominación de sus órganos de representación y a la referencia que de sus profesionales hacen los mismos como enfermeras, lo que evitaría situaciones tan anacrónicas como las referidas.

Pero en espera de que ello pueda producirse, las enfermeras españolas deberíamos trasladar a los Colegios que aún no han modificado su denominación como al propio CGE, que se proceda al cambio inmediato de Enfermería por el de Enfermeras o de Enfermeras y Enfermeros, para ajustarse a la realidad de sus propias competencias de representatividad como de respeto tanto a la profesión/ciencia/disciplina de Enfermería como de a quienes verdaderamente debe representar y defender, las Enfermeras. Mientras se siga tomando en vano el nombre de Enfermería continuaremos en la clara e incomprensible indefinición actual que seguirá generando confusión, enfrentamientos y conflictos tan innecesarios como evitables. Porque tal como escribiera Jorge Luis Borges[6] “Cualquier destino, por largo y complicado que sea, consta en realidad de un solo momento: el momento en que el hombre [la enfermera] sabe para siempre quién es”, pues, “La identidad de un hombre [de una enfermera] consiste en la coherencia entre lo que es y lo que piensa” (Charles Sanders Peirce)[7].

No planteo un mandamiento bíblico, pero si un planteamiento riguroso y coherente para Enfermería, a la que pertenecemos, como lo que somos, Enfermeras. Por tanto, no es una cuestión teológica, pero sí lo es deontológica, no lo olvidemos.

[1] Poeta argentina (1936–1972)

[2] 1. f. Local o dependencia para enfermos o heridos.

  1. f. Actividad profesional que consiste en la atención de enfermos y heridos, así como otras tareas sanitarias, como p. ej. la prevención de enfermedades, siguiendo pautas clínicas.
  2. f. Conjunto de estudios requeridos para conseguir la titulación de enfermería. Ha terminado enfermería y en enero empezará a trabajar en el hospital.
  3. f. Conjunto de los enfermos de determinado lugar o tiempo, o de una misma enfermedad.

[3] Como la petición trasladada por los Técnicos de Cuidados de Enfermería (TCAE) para que se considere el Día Internacional de la Enfermera, que ellas/os plantean como de Enfermería tal como hacen muchas enfermeras y sus representantes, como su día de celebración también, en un claro oportunismo al aprovechar la torpeza de quienes niegan su identidad profesional

[4] https://www.tiktok.com/@MS4wLjABAAAAW94iy-aIr4K-aVcc47tu2ul4M1SiF8N5T_iOoxRITwlbGybpNr8aMIiofTHuPW24/video/7213754019381103873?_r=1&_t=8cKZpsSunFq

[5] A nivel internacional, por otra parte, nos encontramos con diferentes realidades al respecto. Por una parte, en el ámbito anglosajón no se diferencia la denominación entre enfermera y técnico o auxiliar de enfermería, considerándose todas enfermeras, aunque sus competencias están perfectamente reguladas en diferentes grados que regulan la carrera profesional y las competencias en cada caso. En el ámbito latinoamericano, por su parte, distinguen entre enfermeras profesionales o licenciadas y técnicos de enfermería que suponen el mayor número de profesionales en las organizaciones sanitarias. Mientras en el ámbito anglosajón, no supone problema alguno la denominación de enfermeras en el ámbito latinoamericano por razones similares a la referidas a nuestro contexto se tiende a utilizar el término genérico e indeterminado de Enfermería para evitar utilizar el de enfermeras.

[6] Escritor argentino (1899-1986).

[7] Filósofo, lógico y científico estadounidense (1839–1914)

CARTA DE UNA ENFERMERA A LA CIUDADANÍA Día Internacional de las Enfermeras

José Ramón Martínez-Riera

Enfermera

 

Querida ciudadanía:

Hoy me dirijo a vosotros aprovechando que es el Día Internacional de las Enfermeras.

Para nosotras es un día importante en tanto en cuanto la citada celebración nos permite reflexionar sobre lo qué somos, hacemos y aportamos.

Pero también es importante conocer como nos veis, valoráis y reconocéis como ciudadanía y receptores que sois de nuestros cuidados profesionales. Más allá de la simpatía o cercanía que soléis valorar de nosotras, nos gustaría saber si tenéis confianza en nuestra aportación o si la misma la identificáis como algo específico y singular que nosotras y solo nosotras os podemos aportar tanto en la salud como en la enfermedad.

No nos vale tan solo con sentirnos satisfechas desde una autopercepción profesional, individual o colectiva. Ni tan siquiera nos es suficiente que en las encuestas nos valoréis muy satisfactoriamente. Incluso puede ser contraproducente al poder generar una sensación de conformismo o autocomplacencia que nos limite avanzar y mejorar.

Por eso hoy, como enfermera, me dirijo a vosotros para solicitar que hagáis un ejercicio de análisis y reflexión aún mayor sobre lo que esperáis de nosotras. Porque en demasiadas ocasiones damos por sentado que aquello que ofrecemos es lo que necesitáis y esto no siempre, me atrevería a decir que en la mayoría de las ocasiones o siempre, es así.

Vivimos momentos en los que el Sistema Nacional de Salud (SNS) en el que habitualmente, pero no exclusivamente, trabajamos está en cuestionamiento y en el que muchas veces se os trasladan mensajes contradictorios sobre qué es lo que hacemos, podemos hacer, nos dejan hacer o nos obligan a hacer, provocando confusión sobre nuestra actuación autónoma, nuestra competencia y nuestra responsabilidad enfermeras, que os hacen dudar sobre si nuestra aportación es realmente eficaz o es un intento de descargar a otros profesionales o de suplirlos.

Por todo ello, en estos momentos quiero trasladaros un mensaje de tranquilidad. Podéis confiar en la atención integral que os ofrecemos y prestamos. No estamos tratando de ser algo que no somos. Asumimos y ejercemos competencias para las que, no tan solo estamos perfectamente preparadas, sino que, además, nos corresponden como profesionales que actuamos desde la ética de los cuidados humanizados, tratando de situarlos al nivel de la dignidad que, como ciudadanía, os corresponde. Podéis estar tranquilos porque nunca haremos nada que pueda suponer un peligro a vuestra salud o que nos aleje del marco competencial propio. No somos subsidiarias de nadie. Somos autónomas y tenemos capacidad de decisión y de actuación para prestaros cuidados de calidad y calidez. Tampoco queremos ni pretendemos ser, ni tan siquiera parecer, lo que no somos, es más, queremos ser, parecer y aparecer como lo que realmente somos y de lo que nos sentimos orgullosas, enfermeras que trabajamos en equipo con otras/os profesionales sin que ello signifique que tan solo cumplimos órdenes o indicaciones.

En este día de conmemoración, pero también de necesaria reflexión, queremos pediros perdón si en alguna ocasión no hemos sabido trasladaros con la suficiente fuerza y convencimiento la aportación que nos permita contar con vuestra confianza y respeto, pero también pudiendo exigir lo que de nosotras esperáis. No somos un mal menor, un bien devaluado o un recurso más económico, somos, como enfermeras, eficaces, resolutivas y eficientes

En una sociedad de cuidados como la nuestra en la que el 80% de los que se necesitan y prestan en el ámbito familiar lo aportáis vosotras/os, queremos trasladaros que podéis contar con nuestra atención, nuestro apoyo, nuestra compañía y nuestros cuidados profesionales, en ese cuidado que asumís, para que no solo lo prestéis con la calidad que lo hacéis sino para que, como cuidadoras/es, no tengáis que renunciar a dar respuesta a vuestras necesidades.

Pero nos gustaría también que supieseis que nuestra aportación va mucho más allá de momentos en los que tenéis enfermedad, limitaciones, o cuidáis a quienes las tienen. Más allá del hospital o el centro de salud donde nos ubicáis. Allá donde vivís, convivís, trabajáis, estudiáis, disfrutáis… siempre podéis contar o exigir que haya una enfermera que os acompañe, comparta y participe con vosotros en la construcción de vuestra salud. Porque sois nuestro máximo objetivo de interés allá donde estéis o nos necesitéis.

Las técnicas nos acompañan, pero no nos definen ni determinan. Son los cuidados los que dan sentido a nuestra competencia profesional y a la necesidad de que contéis con nosotras para que logréis ser personas autónomas y capaces de tomar vuestras propias decisiones. Para ello estudiamos, trabajamos, gestionamos e investigamos.

Por eso quisiera pediros que no nos miréis con recelo o desconfianza cuando os atendamos. Confiar y valorar nuestra aportación más allá de los tópicos y estereotipos que durante tanto tiempo han marcado nuestra actuación y nuestra imagen. Identificarnos como vuestras referentes de salud y demandar nuestra atención y cuidados.

Os queremos sanos, autónomos y empoderados y para ello queremos y necesitamos vuestra confianza, vuestro reconocimiento y vuestra participación activa.

El SNS, la sociedad, las familias, las personas pueden prescindir de muchas cosas, pero, de verdad, no pueden hacerlo de las enfermeras. Por eso hoy queremos celebrar con vosotras/os que contáis con las mejores enfermeras. Felicitaros y felicitarnos por ello.

Gracias

EL PERRO DEL HORTELANO Ni hace ni deja hacer

                                                                            “Ni me dejo forzar ni me defiendo, darme quiero a entender sin decir nada. Entiéndame quien pueda; yo me entiendo”.

 Lope de Vega[1]. El Perro del Hortelano (1618)

 

Puede parecer que a las enfermeras no nos preocupa nuestro bienestar laboral, ni las condiciones de los contextos en los que tenemos que desarrollar nuestra actividad, ni una adecuada retribución, ni el exceso de demanda, ni la inseguridad jurídica a la que nos sometemos asumiendo competencias, ni la legislación que nos encorseta y limita… porque seguimos ocupando las plazas vacantes aunque estén ubicadas en zonas incomunicadas, alejadas o rurales… Seguimos eligiendo la especialidad de Enfermería Familiar y Comunitaria como opción preferente en las ofertas EIR sin dejar plazas vacantes y todo ello a pesar de que una vez concluida la especialidad no se convoquen plazas específicas en los sistemas de salud de nuestro país.

Puede parecer, por tanto, que los problemas de la Atención Primaria (AP) lo son exclusivamente para otros colectivos que identifican dicho ámbito de actuación como menor, poco atractivo laboral y profesionalmente, estresante, poco valorado, poco retribuido… mientras las enfermeras seguimos trabajando y asumiendo competencias que, en muchas ocasiones, nos suponen problemas legales por no estar amparadas por una normativa ordenada y regulada.

Es decir, estamos asistiendo a un escenario en el que como ya plasmase Lope de Vega en su obra “El perro del Hortelano”: “ni come ni comer deja, ni está fuera ni está dentro”, o en este caso mejor, ni hacen ni dejan hacer, ni está fuera ni quiere estar dentro. Porque no se quieren asumir determinadas competencias por considerar que cargan sus agendas, protestan por la demanda a pesar de que en muchas ocasiones es inducida por la propia dinámica de asistencia paternalista que se sigue prestando, no se quiere incorporar otra metodología que no sea la puramente asistencialista y medicalizada porque no considerarla propia de su particular paradigma… pero, sin embargo, las necesidades son las que son y ante ello cuando se plantean respuestas de optimización y racionalización en las que se asuman competencias por parte de las enfermeras o de otras/os profesionales en las que son competentes, la respuesta es la oposición, el rechazo, la judicialización, el enfrentar a la población con mensajes alarmistas y alejados de la realidad… negándose o solicitando no hacer, pero negándose a que otros, en este caso las enfermeras, hagan. Incoherencia y corporativismo llevados a su máxima expresión de irracionalidad.

Al mismo tiempo, se reclama una petición expresa para que las enfermeras asuman unas competencias que sirvan de “descarga” a su actividad, de “ayuda” a su asistencia, de “derivación” de su demanda… limitando la capacidad autónoma de las enfermeras para desarrollar su actividad familiar y comunitaria a través del desarrollo de competencias específicas que permanentemente se subordinan, subestiman y subyugan a las necesidades de los médicos con lo que supone de relegar las necesidades de las personas, las familias y la comunidad a la que se debe atender y no tan solo asistir por razón de enfermedad

Pero es que además se están trasladando mensajes en los que por una parte se dice estar protestando por una sanidad pública de calidad como justificación de sus demandas ante la población, a pesar de que la realidad se traduce en reivindicaciones retributivas y laborales, legítimas pero que no son la causa del deterioro de la AP, mientras por otra parte se solicita arbitrar medidas de conciertos con la sanidad privada cuando la demanda impida responder a la misma por parte de los profesionales públicos, todo menos que esa demanda pueda ser ordenada y asumida en la medida que se considere con garantías jurídicas, científicas y profesionales por las enfermeras como sucede en muchos países de manera absolutamente normalizada. Parece ser, por tanto, que la carencia de médicos es diferente si se trata del sector público o del privado.

Considerar que el principal problema de la AP es la situación de los Médicos de Familia es un gravísimo error que desvirtúa totalmente la misma AP y desvía el foco de la atención de lo que realmente es y debe ser el núcleo de interés y respuesta, que no es otro que la población a atender y sus necesidades, para situarlo en las necesidades de un colectivo profesional que, por importante que sea y que nadie cuestiona, ni es exclusivo, ni tan siquiera, en muchas ocasiones, el principal agente que pueda/deba responder a las necesidades reales de salud y no tan solo de enfermedad. La Atención a la Salud Comunitaria no es un problema profesional, es una cuestión social, sanitaria y de salud pública que precisa de respuestas colectivas, intersectoriales, transdisciplinares, de consenso y alejadas de egos y protagonismos corporativistas desde las que resulta imposible satisfacer las necesidades de la comunidad.

Pero es que, además, la solución no pasa por respuestas precipitadas basadas en ocurrencias que acaban siendo parches accidentales que tan solo persiguen acallar voces o maquillar situaciones, sin que las mismas logren resolver el problema real que no es otro que el modelo caduco en el que se sustenta. La organización arcaica que se mantiene, la jerarquía obsoleta que se pretende perpetuar, la inmovilidad derivada de la inacción que se sigue admitiendo con normalidad absolutamente incomprensible, el desorden en el que se articula la clara artrosis administrativa, normativa y ejecutiva, los planteamientos interesados, oportunistas y efectistas que no se concretan en acciones reales de cambio, la ausencia absoluta de evaluaciones reales que vayan más allá de del contaje inútil de actividad de procesos, la ausencia de incentivos que eliminen el hastío profesional, el reconocimiento real de las capacidades, competencias, acciones, aptitudes y actitudes, tanto individuales como colectivas más allá de discursos prefabricados con intereses de satisfacción inmediata pero de nula continuidad, la eliminación de barreras que impiden la regulación de las profesiones y su máxima respuesta competencial, la identificación de necesidades reales y la adecuación de personal en base a los mismos que eliminen la manida ratio lineal que mantiene equipos sobredimensionados o infradimensionados, la adecuada financiación de la AP que permita responder con calidad y no tan solo desde el voluntarismo de algunas/os, la priorización de la salud y su promoción a través de la acción comunitaria, la revisión de los actuales programas de formación especializada para adecuarse a la realidad comunitaria y no tan solo a la profesional, la revisión de los planes de estudio de grado que incorporen la atención comunitaria como un eje fundamental de los mismos y no como un aspecto residual subsidiario de las técnicas y la tecnología…  son tan solo algunos de los factores que deben ser abordados con determinación si realmente tenemos intención de que la AP funcione o tan solo pretendemos que sea un nicho ecológico profesional y una zona de confort.

Pero al margen de lo dicho, es preciso analizar con objetividad y capacidad de autocrítica lo que está sucediendo con relación a la falta de identidad de los médicos con la Atención Familiar y Comunitaria que conduce a que, por ejemplo, queden desiertas más de 200 plazas ofertadas y que la solución a dicha reiterada situación pase por una oferta extraordinaria que lejos de solucionar nada va a ser enarbolada como elemento de reivindicaciones nuevamente alejadas de la realidad en ese permanente ejercicio de no hacer ni dejar hacer en el que una parte del colectivo médico se ha instalado y quiere trasladar como elemento de victimismo profesional que confunda a la población y le haga situarse como parte activa de sus reclamaciones en lugar de contribuir a través del diálogo, el análisis, la reflexión, la autocrítica y el debate a revertir una situación que no es el problema de los médicos sino de la comunidad y en la que la propia comunidad debe participar y no ser utilizada como recurso para lograr los fines profesionales que se plantean permanentemente desde posicionamientos corporativistas que, por otra parte, afectan de manera directa y negativa a la gran mayoría de médicos que creen y trabajan por una atención familiar y comunitaria de calidad que no puede seguir siendo comparada permanentemente con la atención hospitalaria como modelo a replicar laboral u organizativamente, porque se trata de conceptos, perspectivas, visiones, realidades diferentes y equidistantes que, sin embargo, requieren de articulación para lograr una eficaz y eficiente continuidad de cuidados.

Pero no tan solo se trata de un celo competencial con y contra las enfermeras. Ante la propuesta, ya instaurada en Reino Unido, por la cual los farmacéuticos podrán prescribir medicamentos, ya se han apresurado a decir que eso no se puede ni tan siquiera plantear en España como posibilidad en una nueva muestra de no hacer ni dejar hacer.

No es que se defiendan las competencias propias, es que no se deja que se valoren siquiera opciones diferentes a las existentes por entender siempre que se trata de una pérdida de influencia y poder, que finalmente es como ven su vigilancia/control particular de la asistencia médica, que no de la salud comunitaria.

Finalmente falta diálogo y abandonar los posicionamientos de rigidez corporativa desde los que tan solo se identifican amenazas o vulneración de derechos adquiridos sin otra justificación que el poder ejercido desde la imposición y la arbitraria subsidiariedad a la que han sometido tanto a otras profesiones como a la población.

Mientras no se abandonen las miradas exclusivas y excluyentes, los discursos egocéntricos, las posiciones inmovilistas, las sospechas permanentes, las amenazas disuasorias, el victimismo fingido, la descalificación como argumento y se sustituyan por la inclusión, el respeto hacia respuestas diversas y complementarias, el trabajo compartido, los objetivos comunes, la visión global, la humanización de la atención, la capacidad de aprender de otros y enseñar a otros… va a resultar muy difícil que los problemas de la AP y del SNS en su conjunto, se puedan solucionar. Porque, no nos confundamos, el cambio o los cambios necesarios para humanizar la atención, prestar cuidados y atención de calidad, responder a las necesidades reales de la población, actuar como equipos y no tan solo como grupos… pasa por una determinación de quienes tenemos la capacidad de poderlo hacer, las/os profesionales. Nuestra determinación, compromiso e implicación en lograrlo son la clave para que la política y quien la gestiona propicie los cambios. Mientras sigamos enfrentados, peleados, obstinados en nuestros intereses disciplinares particulares, en lugar de los de la comunidad, seguiremos dando argumentos para que siga sin existir una verdadera voluntad política de cambio.

La inanición propia y la de los demás tan solo conduce a desequilibrios que ponen en peligro nuestra razón de ser, la de todas/os, y la del sistema en el que trabajamos. Comamos y dejemos comer. Hagamos y dejemos hacer para poder avanzar.

[1] Fue uno de los poetas y dramaturgos más importantes del Siglo de Oro español (562-1635)

ENTREVISTA CADENA SER A JOSÉ RAMÓN MARTÍNEZ RIERA. EXPOSICIÓN PORTADAS ROL

PALABRAS ENCADENADAS Cuidados encadenados

“Es difícil liberar a los necios de las cadenas que veneran.”

Voltaire[1]

 

Me resisto a creer lo que tantas veces oigo sobre la imposibilidad de cambiar nada que permita mejorar la situación de las enfermeras. Me niego a bajar los brazos e instalarme en un, tan hipotética como falsa, zona de confort que realmente es la excusa que justifica el conformismo y la inacción. Me revelo ante la sola idea de anular mi capacidad de reflexión, análisis y pensamiento crítico, para dejarme arrastrar por el ideario del pensamiento único, la alienación y la anestesia social que permite la manipulación ideológica pero también científica, porque parafraseando a Mark Twin[2], la mejor forma de animarme a mí mismo es intentar animar a otros. Por eso, me posiciono, significo y defiendo aquello en lo que creo y de lo que me siento orgulloso de ser y sentirme, sin disimulos, artificios o mimetismos interesados que oculten o traten de disimular la verdadera realidad enfermera.

Enfermera soy y me siento y como tal quiero reivindicar la capacidad de pensar, actuar, investigar, analizar, debatir, crear, innovar, cuidar… desde mi propio y específico paradigma enfermero, que me permite ser conocido y reconocido como lo que soy y no desde la permanente comparación con otros modelos, poderes, pensamientos o paradigmas que, siendo muy respetables, no me son propios y desde los que no puedo crecer ni proyectarme como enfermera tanto en la comunidad científica, como en el ámbito profesional o ante la sociedad.

Sociedad que me identifica y me valora en base a lo que soy capaz de ofrecer y aportar de manera específica e insustituible para su salud.

Salud que es un derecho universal pero también un concepto multicultural que requiere ser compartido y consensuado para poder responder a las necesidades que para alcanzarla cada cual identifica en base a su contexto individual, familiar, social y comunitario, en base a demandas que nunca pueden ni deben ser interpretadas desde la sistematización o la estandarización de los cuidados.

Cuidados que, como enfermeras, tenemos la obligación de situar al nivel de la dignidad humana, pero también de la ciencia enfermera a la que tenemos que nutrir de conocimiento y evidencias científicas que permitan justificar y argumentar su necesidad.

Necesidad que supone tener confianza y constancia. Confianza en los cuidados profesionales que como enfermeras prestamos de manera exclusiva y constancia en prestarlos con calidez y calidad.

Calidad que nos permita ser demandadas como profesionales indispensables y no tan solo admitidas e identificadas como sustituibles o prescindibles.

Sustituibles o prescindibles porque pasa demasiado tiempo sin que pase nada y, mientras tanto, pasamos, desapercibidas y sin dejar huella de nuestro paso.

Paso con pasado que debe guiarnos para identificar de dónde venimos, pero con presente para adaptarnos a lo que de nosotras se espera y desea con relación a la realidad social, demográfica, epidemiológica, cultural…y con perspectiva de futuro para que no nos pille con el pie cambiado ni con la voluntad doblegada o dormida.

Voluntad doblegada o dormida por efecto de la inercia ejercida por la pasividad de acción o por la acción que se aleja de nuestra realidad científico-profesional para aproximarse a otra con la que nos compararnos permanentemente y desde la que nos mimetizarnos como consecuencia de una fascinación que nos hipnotiza, anulando nuestra capacidad de autogestión, autodeterminación, autonomía y toma de decisiones responsables que permitan construir una realidad propia desde la que ofrecer respuestas ajustadas a la necesidad de cuidados desde el necesario e imprescindible liderazgo enfermero.

Liderazgo enfermero que va mucho más allá de la capacidad y posibilidad real de ocupar puestos de responsabilidad que, lamentablemente, en muchas ocasiones obedecen más a decisiones políticas interesadas, que a la capacidad y mérito de quienes deberían ocuparlos. De tal manera que se lideren procesos, estrategias, programas, políticas… en los que se incorporen la salud y los cuidados como constantes que se distancien de intereses y oportunismos y se aproximen a la creación de entornos saludables desde una perspectiva de acción participativa, equitativa, universal, transversal, democrática y de respeto que permitan promocionar la generación de salud y la atención, recuperación, rehabilitación y reinserción de quienes tengan problemas para mantenerla, a través del trabajo transdisciplinar, la intersectorialidad y la toma de decisiones compartida entre profesionales y ciudadanía.

Ciudadanía corresponsable de su salud individual, colectiva y comunitaria, gracias a su empoderamiento y alfabetización en salud como agentes fundamentales y referentes de la comunidad en la que viven, conviven, trabajan, estudian… haciendo un uso responsable, eficaz y eficiente de los recursos personales, familiares, sociales y comunitarios y movilizando, articulando y coordinando los activos de salud que den sentido de coherencia y trasciendan a la enfermedad como única referencia asistencial.

Referencia asistencial que debe ser sustituida por una referencia de atención individualizada, integral, integrada e integradora en la que los cuidados sean visibilizados y puestos en valor como parte fundamental de la misma en el afrontamiento de los problemas de salud teniendo en cuenta los determinantes sociales y no tan solo los riesgos derivados de una perspectiva epidemiológica exclusiva de la enfermedad, obviando la epidemiología de la salud y los cuidados.

 Cuidados que deben ser abordados con la valentía de quienes, desde la competencia profesional enfermera, identificamos otra forma de responder a las necesidades de la población teniendo en cuenta sus expectativas, creencias, valores… pero también sus limitaciones, vulnerabilidad, falta de autonomía… que permitan responder desde la honestidad que representa cumplir con nuestro deber como enfermeras y de acuerdo al código deontológico que marca la ética y estética de nuestra acción cuidadora y el compromiso que aceptamos, asumimos y mantenemos con las personas, las familias y la comunidad tanto sanas como enfermas.

Tanto sanas como enfermas y no únicamente como pacientes a quienes cosificamos desde la patología o discapacidad que se incorpora de manera temporal o permanente en sus ciclos vitales, identificando además como parte de los mismos las modificaciones propias de cada uno de ellos, evitando la medicalización y favoreciendo su afrontamiento de manera natural y no como un proceso patológico que lleve aparejado ineludiblemente un tratamiento farmacológico.

Tratamiento farmacológico que debe ser utilizado en los casos en que los cuidados, las recomendaciones sociales y los recursos propios no sean capaces de regular las alteraciones identificadas y se incorporen como última opción terapéutica o como una opción menos agresiva y mantenida en el tiempo de lo que actualmente viene utilizándose.

Utilizándose la comunicación empática, la escucha activa, el método de resolución de problemas… como la mejor manera de identificar las necesidades sentidas de las personas y consensuando con ellas las respuestas a las mismas desde el respeto y alejados de protagonismos y posicionamientos de poder.

Posicionamientos de poder que determinan distancia, provocan rechazo, generan dependencia, favorecen el abandono terapéutico y sustituyen el respeto por el temor a la salud persecutoria y culpabilizante, que sitúa a la población como sujeto/objeto, responsable de sus problemas de salud en lugar de situarla como aliada para lograr superarlos, prevenirlos o evitarlos desde su empoderamiento y participación.

Participación activa de la sociedad que debe ser promovida y liderada por nosotras a través de intervenciones comunitarias que permitan sensibilizar, concienciar e implicar a la comunidad en la generación de conductas, hábitos y respuestas saludables que se alejen de la imposición y se asuman desde la convicción.

Convicción en aquello que nos identifica y define como enfermeras, los cuidados que, aunque pueden y deben compatibilizarse con la tecnología y las técnicas, debemos evitar que éstas nos conviertan en su alimento, desnaturalizando y perdiendo la esencia y el valor de lo que son y significan los cuidados y teniendo presente que su existencia y pervivencia cobran más sentido y razón de ser en los dominios de la complejidad que de la simplicidad.

Simplicidad que nunca debemos perseguir como eje de nuestra atención, pues esta nos lleva a la rutina, la falta de implicación en la mejora continua, la vigilancia permanente en la búsqueda de las mejores evidencias y con ello a la desvalorización de los cuidados profesionales a los que apartamos del ámbito científico.

Ámbito científico en el que, y desde el que adquirimos valor y proyectamos rigor con nuestra atención que, por el hecho de ser humanista, próxima y cálida, no tiene por qué, ni puede, prescindir del conocimiento científico construido desde la investigación, que avale, justifique y fundamente su imprescindible y necesaria prestación por parte de las enfermeras como únicas e indiscutibles valedoras de los mismos. Lo contrario supone que los cuidados profesionales sean oscuro objeto de deseo y de interés por parte de quienes nunca han creído en ellos, pero los han identificado exclusivamente como elemento oportunista de imagen.

Imagen distorsionada la que se produce cuando, quienes utilizan los cuidados, en lugar de cuidar de ellos trasladan una realidad que no se corresponde con el valor y la identidad que les dan como profesionales las enfermeras y que supone que se produzcan despropósitos desafortunados y lamentables de manera encadenada.

De manera encadenada como las palabras que conforman esta reflexión que me gustaría condujese a encadenar voluntades, acciones, iniciativas, compromisos… que no tan solo defendiesen nuestro patrimonio profesional y científico, sino también nuestra identidad e imagen y cómo proyectarlas a la sociedad. Si como enfermeras no somos capaces de hacer nuestro el valor de los cuidados, de cuidar de ellos y protegerlos para que sean valorados y reclamados por quienes los necesitan, si centramos nuestra atención en cuidar de otras cuestiones que se alejan de nuestra identidad enfermera, posiblemente, cuando vayamos a darnos cuenta no tendremos ni de qué, ni de quién cuidar, porque otros habrán decidido a quien debemos servir y obedecer, sabedoras de ello, aunque no conscientes y consecuentes.

No encadenemos a los cuidados que nos identifican y definen como enfermeras ni encadenemos el futuro de las enfermeras con nuestra indiferencia presente. No seamos necias y dejemos de venerar aquello que nos encadena y envenena. Asumamos la libertad de los cuidados, aún a sabiendas de los riesgos que comporta, pero buscando la satisfacción que aportan pues, al final de cuentas, es lo que importa.

[1] Escritor, historiador, filósofo y abogado francés (1694-1778).

[2] Escritor, orador y humorista estadounidense (1835-1910)