Antes de trabajar en inteligencia artificial, ¿por qué no hacemos algo sobre la estupidez natural?”
Steve Polyak[1]
No es la primera vez, ni imagino que será la última, que hablo de la fascinación que muchas enfermeras y la mayoría de nuestras/os estudiantes tienen hacia la técnica. Una fascinación que hace que aspectos trascendentales en la configuración, identificación, identidad, valor… de la enfermería queden ocultos, o cuanto menos desvalorizados, por considerarlos menores o irrelevantes ante la magnitud que se le otorga y desde la que se visibiliza e interioriza la técnica. Este es un hecho que, sin duda, no favorece la construcción de una identidad propia y apartada de los artificios y el ruido que provoca la técnica. No es menos cierto también que esta fascinación por la técnica, es como la adolescencia, que se muestra muy intensamente florida y desconcertante durante una época y que, poco a poco, conforme se va alcanzando madurez profesional en el primero de los casos y personal en el segundo se va alcanzando un equilibrio que permite ver las cosas desde otra realidad, adquiriendo personalidad definida y experiencia contrastada. No hacerlo es situarse en el ámbito de la inmadurez en ambos casos y por tanto en la incapacidad de identificarse y valorarse como persona o como enfermera.
Esta realidad de la que habitualmente nos quejamos y que en muchas ocasiones nos impide avanzar, sin embargo, viene determinada no tanto por una voluntad de las/os adolescentes o las/os estudiantes, sino por la acción social y familiar en el caso de la adolescencia y por la acción docente en el del proceso de enseñanza/aprendizaje de las enfermeras. Culpabilizar de falta de madurez en ambos casos a jóvenes y estudiantes es una forma tan inmadura como simplista de analizar y no reflexionar sobre la acción que familia, sociedad o docentes tenemos en su educación y en la enseñanza/aprendizaje durante todo su ciclo de desarrollo vital o educacional, al tratarlos desde una perspectiva absolutamente simplista, paternalista y limitadora de la autonomía personal y profesional que provoca una dependencia de prolongada duración que coarta o anula la capacidad reflexiva y el pensamiento crítico, imprescindibles en la construcción de la personalidad y del conocimiento científico, lo que finalmente influye de manera significativa en la percepción de la realidad desde cualquier ámbito social, familiar, relacional, docente o profesional que es sustituido por la fascinación de la virtualidad de las redes sociales o de la tecnología sanitaria.
Llegados a este punto, que no somos capaces o no queremos resolver, que de todo hay, aparece una nueva variable que se incorpora con una fuerza arrolladora que genera mucha más fascinación que la técnica que hasta ahora conocíamos o manejábamos.
La Inteligencia Artificial (IA), por tanto, provoca tanta o más fascinación que la generada hasta ahora por la tecnología y las técnicas pero con la diferencia de que se incorpora una gradiente de inequidad que sino somos capaces de controlar puede suponer el fin de muchas cosas que hasta la fecha identificábamos como inalterables o insustituibles. Hasta ahora considerábamos que el cuidado y la interacción personal que se requiere entre enfermera y persona para prestarlo son absolutamente insustituibles y garantizan la pervivencia de las enfermeras y de la enfermería como profesión, ciencia y disciplina. La pérdida del liderazgo del cuidado a favor de las transformaciones tecnológicas sin control, suponen un riesgo que ya no es supuesto, sino absolutamente real.
Nuevamente la perspectiva biologicista, medicalizada y tecnológica que impregna el modelo sanitario impuesto y perpetuado por la acción de los lobbies médico y farmacéutico, sitúan el foco de atención y el reto tecnológico en lograr la vida eterna y, por tanto, en vencer, o mejor dicho en negar y ocultar, la muerte como parte del ciclo vital de las personas, tratando de conseguir que no se tenga una fecha de caducidad concreta.
Así pues, a lo ya logrado hasta la fecha a través de la ingeniería biológica (reescribiendo los genes a través de las CRISPR[2]) y la combinación de de partes orgánicas e inorgánicas (ciborgs) se une ahora la IA capaz de generar entidades totalmente inorgánicas que establecen una relación diferente con la mortalidad tras más de 4.000 millones de años de evolución humana, al tratarse de un invento absolutamente diferente a todos los creados hasta la fecha y ser la primera herramienta creada por el hombre capaz de tomar decisiones por sí misma, pudiendo crear ideas, planteamientos, teorías… completamente nuevas. Hasta ahora la tecnología, incluso la más avanzada, era capaz de transmitir ideas, pero no de crearlas. La IA a través de la utilización y combinación de creaciones ya existentes crea otras nuevas, es decir, adquiere la creatividad que era exclusiva de las personas.
Por tanto la IA que sustituye a la Iniciativa Autónoma, en el caso de las enfermeras, puede quitarnos el liderazgo de los cuidados al poder decidir sobre nosotras, creando nuevas ideas que no seremos capaces de entender, supeditando nuestro futuro sino somos capaces de gestionar este nuevo poder. Es decir nos pasamos prácticamente toda nuestra vida como profesión, ciencia y disciplina, tratando de romper la subsidiariedad y dependencia del poder médico para pasar a depender de un nuevo y, si cabe, más peligroso poder como es la IA, que anula, por otra parte la Iniciativa Autónoma que nos permite, cuanto menos, crear propuestas de identidad, valor, significación, evidencia científica… propias, a través de la creatividad.
Lo que identificamos actualmente como un peligro potencial para la credibilidad de la ciencia, como son las fake news creadas por humanos, favoreciendo el negacionismo de las vacunas, el cambio climático, la violencia de género… la IA lo podrá hacer de manera absolutamente independiente, imprevisible e incontrolable, configurándola, no ya como un potencial peligro sino como una absoluta destrucción de la confianza entre humanos, al incorporarse identidades artificiales que actuarán por su cuenta sin que seamos capaces de distinguirlas de las figuras naturales.
La dependencia de la IA, por tanto, nos puede hacer no tan solo menos autónomas, menos competentes, sino que nos puede hacer menos inteligentes. Desde la máxima del divide y vencerás, la IA nos someterá a la tiranía tecnológica de la que ya somos dependientes y que tanto nos fascina, pero que, considero, aún estamos a tiempo de controlar si logramos mantener el liderazgo del cuidado y nos posicionamos en contra de su poder exigiendo que se regule, controle y limite su utilización con el fin de que seamos nosotras, como enfermeras pero también como humanos, quienes controlemos su utilización, expansión y, sobre todo, el poder de fascinación que ejerce.
Por todo ello, resulta imprescindible que las enfermeras incorporemos de manera absolutamente necesaria la Iniciativa Autónoma para crear espacios, contextos, ámbitos, escenarios… de cuidados reales, próximos, cálidos, referentes, racionales y humanos que contribuyan a ofrecer, compartir, consensuar, cuidados profesionales que respondan a las necesidades de las personas, las familia y la comunidad, sin necesidad de recurrir exclusivamente a la técnica que despersonaliza y elimina la confianza en las enfermeras.
De nosotras depende que sepamos controlar la fascinación tecnológica y sigamos creyendo en nuestra respuesta profesional, los cuidados, si realmente queremos que las enfermeras respondamos en base al manejo adecuado de las emociones, los sentimientos, los valores y no de algoritmos que creen respuestas artificiales que, además, en la mayoría de las ocasiones incorporarán intereses concretos que escaparán a nuestro entendimiento y supondrán que quedemos relegadas a ser tan solo mano de obra que no requerirá de conocimientos, de pensamiento crítico o de evidencias, sino tan solo de obediencia, docilidad y sumisión a la IA y su capacidad de decisión.
El lobby de la IA no podrá ser regulado sino actuamos desde ya para hacerlo. Porque el lobby médico o el farmacéutico ejercen el poder desde la autoridad humana que, por potente que sea, puede ser doblegado y controlado desde el poder del liderazgo enfermero. Pero no habrá nada que podamos hacer ante el poder tecnológico creado por la IA.
Sino innovamos, involuciaremos y desapareceremos.
Innovar es dar sentido a los cuidados, es dotarlos de conocimiento y evidencia, es saberlos valorar para poder transmitir dicho valor a la sociedad y que su prestación sea imposible de ser sustituida, anulada o falseada a través de una Inteligencia que no tan solo es Artificial, sino que es Criminal, al matar el sentido humano de los cuidados, tal como ya se expresara de manera magnífica en la película Blade Runner[3] cuando el ciborg, en una de las escenas finales, decía:
«- Diseñados para imitar a los humanos en todo menos sus emociones. Pero había una posibilidad de que desarrollaran emociones propias. Odio, amor, miedo, enojo, envidia. Así que tomaron precauciones.- ¿Cuáles?
– Les dieron cuatro años de vida”.
“Nuestro lema es: más humanos que los humanos”.
Aún estamos a tiempo de que la Tecnología esté a nuestro servicio y no nosotras al suyo desde la fascinación que provoca la IA.
[1]Neuroanatomista y neurólogo estadounidense considerado uno de los neuroanatomistas más destacados del siglo XX (1955)
[2] Acrónimo en inglés de Clustered Regularly Interspaced Short Palindromic Repeats, o Repeticiones Palindrómicas Cortas Agrupadas y Regularmente Espaciadas.
[3] Película estadounidense neo-noir y de ciencia ficción dirigida por Ridley Scott, estrenada en 1982.