“El que obtiene la unidad, lo obtiene todo”
María Zambrano [1]
El Consejo Internacional de Enfermeras (CIE) y la Asociación de Enfermeras de Canadá (CNA) han organizado el 29º Congreso del CIE, celebrado del 1 al 5 de julio de 2023 en Montreal -Canadá-, con el tema: Las enfermeras unidas: una fuerza para la salud global.
Sin duda un lema que representa un gran deseo y una imprescindible necesidad, pero que lamentablemente no deja de ser un sueño del que despertamos diariamente con la sensación de que nunca lograremos alcanzarlo y que, en ocasiones incluso, se torna en pesadilla por cuanto supone una fuerte respuesta emocional, derivada de la ansiedad que genera y que desemboca en una profunda tristeza.
Puede parecer extraño, cuando no contradictorio, que el deseo de unidad derive en ansiedad. Pero, al menos en nuestro país, hablar de unidad es algo que algunas/os deseamos, otros/as rechazan y otros/as temen.
El deseo de quienes han/hemos trabajado y siguen/seguimos trabajando por dicha unidad lamentablemente y a pesar del trabajo, esfuerzo y dedicación para lograrlo se ha topado siempre con las trabas y trampas de quienes identifican en dicha unidad una pérdida de poder y una oportunidad para medrar a costa de la Enfermería y las enfermeras, aunque su discurso pretenda trasladar entrega y dedicación de manera tan falsa como interesada. Rechazo y temor, por tanto, que justifica la permanente parálisis a la que someten, con su falta de acción y decisión, a la Enfermería y con ello a la debilidad de la misma ante la administración política y sanitaria y la propia sociedad.
La presencia en Montreal no es suficiente para lograr la unidad. Las fotos protocolarias no contribuyen al consenso necesario. Las buenas intenciones, trasladadas a través de mensajes tan artificiales como falsos, no permiten modificar la sensación de aislamiento y falta de representación. Montreal queda demasiado lejos para la gran mayoría de las enfermeras. Cuando la realidad más cercana, más íntima, más identificable de nuestro entorno, no se vive con la ilusión de unidad sino con la permanente sensación de distancia, aislamiento y ruptura entre quienes debieran conformar la representación de los diferentes ámbitos científico-profesionales de gestión, atención, docencia e investigación, impide que identifiquemos como propio el lema elegido y que cueste creernos y apoyar la esencia del mismo que, por sí solo, no es capaz de lograr la unidad que propone.
Sin duda, la unidad es tan deseable como necesaria, pero para lograrla se requiere voluntad real y no tan solo manifestaciones a las que tan acostumbradas/os estamos, pero que no debemos naturalizar ni entender, en ningún caso, como normales. Porque no se trata de tender hacia el pensamiento único, sino de huir de él para construir desde el pensamiento crítico una realidad de unidad en la que como dijo Stephen Covey[2], “las fortalezas están en nuestras diferencias, no en nuestras similitudes”.
Quienes ahora se apresuran a aplaudir el lema, son exactamente los mismos que han evitado, por acción u omisión, que sea cuanto menos una posibilidad con sus estrategias de confusión, sus dinámicas de exclusión, sus posicionamientos de fuerza, sus eufemismos y sus falacias. No se logra la unidad, en la que ahora parecen creer, ya que la identifican como una amenaza a sus intereses particulares, en lugar de como una oportunidad a los intereses generales de las enfermeras. Pretender que creamos en sus buenas intenciones es tanto como querer que continuemos creyendo en las hadas madrinas y los milagros, más aún cuando hablamos de profesionales de una ciencia que requieren y exigen evidencias y no tan solo ocurrencias por fantásticas que puedan ser y que, además, no lo olvidemos, se pagan con el dinero de todas las enfermeras.
La unidad precisa de generosidad, de voluntad, de compromiso, de humildad, de libertad, de sinceridad, de ética y estética… para lograr que sea una realidad que trascienda a la simple verbalización vacía y sin sentido que actualmente se le da.
Asistir a la conferencia del CIE debería ser una forma de concretar acciones, de aportar convicciones, de generar evidencias, de compartir experiencias, de establecer estrategias, de limar diferencias, de facilitar consensos, de plantear objetivos, de valorar resultados… y no tan solo un escaparate de sonrisas más o menos sinceras, más o menos protocolarias, más o menos necesarias, ni una reunión en la que aparentar lo que en muchas ocasiones no se es ni se desea ser.
Canadá queda lejos, pero aún queda mucho más lejos la actitud de quienes dicen representarnos.
Canadá no la podemos acercar, es evidente, pero la actitud si podemos y debemos aproximarla a las necesidades reales de la profesión/disciplina enfermera y de las enfermeras que son las que pueden y deben cambiarla para que la unidad sea una realidad asumible y asumida por todas ellas.
Pero Canadá propició otros hechos como que el primer ministro del país, asistiese a la Conferencia. Si bien es cierto que su presencia puede enmarcarse en una muestra de respeto protocolario, no es menos cierto que ya nos gustaría a las enfermeras españolas que nuestro presidente o jefe de estado, se implicasen de igual forma, aunque tan solo fuese por protocolo, con nosotras, en lugar de mantener su permanente distancia y por tanto compromiso que no se minimiza con declaraciones más de apoyo a las mismas tras la pandemia, faltaría más por otra parte. Aspecto que con otras disciplinas tratan con mayor mimo, asistiendo a los llamamientos que les realizan, lo que, cuanto menos, induce a interpretar que se establecen prioridades a la hora de responder con una presencia real y no tan solo epistolar de disculpa por las inefables y recurribles “cuestiones de agenda”, lo que pone de manifiesto que en las agendas no parece haber nunca espacio para las enfermeras.
Pero es que, además, el primer ministro de Canadá, el Sr. Justin Trudeau, en su discurso dijo algo que, aunque puede ser identificado también como un guiño interesado para la ocasión, no es menos cierto que no deja de ser una declaración que aporta algo más que buenas palabras al manifestar una realidad que interpela a terminar con intenciones de cara a elecciones para pasar a llevar a cabo elecciones de intenciones reales que mejoren la situación de las enfermeras por cuanto hacerlo supone mejorar la situación de salud de las personas, las familias y la comunidad.
Decir que “Las enfermeras son héroes, pero los elogios no pagan el alquiler”[3], tal como hizo el Sr. Trudeau, supone asumir personalmente que su discurso se distancia del elogio fácil, oportunista y puntual, para situarse en la identificación de una realidad que resulta cruel y de la que lamentablemente participan de manera generalizada las/os responsables políticas/os a nivel global, lo que paradójicamente contradice el lema del CIE de “una fuerza para la salud global”, porque ni nos facilitan la fortaleza del liderazgo indiscutible e indispensable de los cuidados profesionales, ni permiten que realmente se convierta en una acción real de salud global como sería deseable y es planteado reiteradamente por parte no tan solo del CIE sino de la propia OMS en innumerables posicionamientos, sin que los mismos sean asumidos por parte de quienes tienen la capacidad política de hacerlo pero adolecen de la voluntad política de concretarlo con acciones firmes, coherentes y determinantes para acabar con una manifiesta e incomprensible falta de apoyo político e institucional.
Repito, se pueden entender las palaras del Sr. Trudeau, como oportunistas, pero nadie puede cuestionar su oportunidad y acierto, aunque dudo que alguien de nuestro país sea capaz no ya de asumirlas sino tan siquiera de entenderlas y con ello tratar de emularlas. A buen seguro, si las han llegado a oír, que no escuchar, estarán pensando, en estos momentos, la manera de utilizarlas para adaptarlas a su discurso electoralista.
Por tanto, la unidad de las enfermeras es un concepto, un deseo, una necesidad, una oportunidad de salud global que escapa a los intereses de unos u otros y se debe concretar y focalizar en las enfermeras. No por cuestiones laborales o corporativas, en absoluto, por muy lícitas que puedan llegar a ser, sino por cuestiones de salud comunitaria, de coherencia política, de apoyo a la salud pública, de evidencia científica, de sentido común, de justicia, de equidad y libertad. No hacerlo nos seguirá situando en un plano de claro deterioro de la atención a la salud desde los sistemas sanitarios que siguen anclados en organizaciones caducas que responden de manera eficaz tan solo a una reducida parte de la población, sin que siempre sea quien más necesidades tiene. Siendo generadoras de dependencia, de demanda insatisfecha, de vulnerabilidad, de falta de equidad, de limitación de la accesibilidad, de favorecer la medicalización, de anular la participación… y, en definitiva, de una atención fragmentada, discontinua, despersonalizada y deshumanizada.
La unidad de todas las enfermeras pasa pues por la necesidad de analizar quienes están actuando como ficticios referentes y cuáles deben ser nuestras/os verdaderas/es líderes, es decir, aquellas/os capaces de catalizar, coordinar, articular y no disgregar, desordenar y confundir, teniendo en cuenta, además, que la unidad no significa que necesariamente debamos pensar todas/os lo mismo, ni estar todas/os de acuerdo, porque precisamente, en la diferencia está la riqueza que puede fortalecer la unidad, porque como expresara Isaac Newton[4] “la unidad es la variedad, y la variedad en la unidad es la ley suprema del universo”. Pero también pasa por exigir que nuestras/os representantes políticas/os en todos los niveles sean capaces de identificar, valorar y reconocer la aportación real y valiosa de las enfermeras de tal manera que el cambio en su discurso sea consecuencia de ello y no tan solo un postureo falso intentando agradar para obtener un apoyo interesado a sus intereses.
Canadá ha sido un ejemplo de lo que puede ser y no es. Pero también debiera ser un punto de inflexión para que realmente sea lo que debe ser si queremos contribuir de manera decidida a la salud global desde la unidad enfermera. Unidad enfermera que, sigo insistiendo, debemos propiciar en el marco de un contexto iberoamericano que nos permita liderar autónoma y libremente nuestro presente y construir el futuro de una realidad propia, sin despreciar las aportaciones externas como referencia, pero no como influencia contaminadora y colonizadora que logra a través de la fascinación, la exclusión de lo que nos es propio, cercano y compartido, empezando en el ámbito académico e invadiendo todo el ser y sentimiento enfermero[5].
[1]Intelectual, filósofa y ensayista española (1904-1991).
[2] Licenciado en administración de empresas, escritor, hacedor de frases, conferenciante, religioso y profesor estadounidense (1932-2012).
[3] https://www.linkedin.com/posts/jesus-morente-lopez-b31a3843_trudeau-las-enfermeras-son-h%C3%A9roes-pero-los-activity-7082972732304351232-AQBg/?utm_source=share&utm_medium=member_ios
[4] Físico, teólogo, inventor, alquimista y matemático inglés (1642-1727)
[5]https://www.researchgate.net/publication/372062294_Hegemonia_del_conocimiento_academico_entre_silenciamientos_y_borramientos