“La gratitud silenciosa no es de mucha utilidad para nadie”.
GB Stern[1]
Era el año 1994 y hacía pocos años que se había iniciado el denominado Nuevo Modelo de Atención Primaria de Salud (APS). En el mismo, nos integramos las enfermeras con expectativa, ilusión, motivación, pero también con muchas dudas e incertidumbre. Se trataba de un espacio nuevo y desconocido que ofrecía oportunidades de desarrollo autónomo para las enfermeras. Pero para el que no estábamos formadas. Así mismo, era un contexto que encerraba amenazas, no por conocidas menos peligrosas, que trataban de impedir precisamente ese desarrollo que algunos identificaban como una amenaza a sus intereses.
La curiosidad, la innovación, la creatividad… , ante la falta de formación específica, fueron los motores que impulsaron la integración de las enfermeras en los primeros centros de salud, y que sirvieron para configurar el papel que debían asumir en los mismos junto a profesionales de otras disciplinas en un trabajo en equipo que, si bien era constantemente referido, nadie sabía cómo llevar a cabo realmente. Así pues, se trataba de un reto en el que las voluntades de sus integrantes no siempre eran coincidentes ni tan siquiera positivas, provocando fricciones y conflictos derivados de intereses corporativistas, protagonismos, desconfianza, ataques y demandas, que de todo había.
La falta de información, formación, criterios, organización… contribuían a que el funcionamiento de los denominados Equipos de Atención Primaria de Salud (EAPS) se basase fundamentalmente en el voluntarismo y adoleciese de bases normativas sólidas que avalasen las decisiones y garantizasen la consolidación de las acciones derivadas de las mismas.
La evolución de la APS, estaba acompañada de luces y sombras que impedían que progresase con la normalidad y regularidad que requería, generando funcionamientos dispares y relaciones no siempre estables y ni tan siquiera de respeto.
Esta situación de inestabilidad fue, precisamente, el detonante que propició el que enfermeras de APS de la Comunitat Valenciana decidiesen reunirse para abordar lo que estaba pasando y la difícil posición en la que se encontraban. Sin apoyo institucional y con una clara indefinición sobre su perfil y autonomía profesional.
La sombra de unas acacias en los Jardines de Viveros de la ciudad de Valencia fueron el primer, improvisado y natural espacio de reflexión y debate elegido por este grupo de enfermeras, del que surgió la necesidad de crear una Sociedad Científica de Enfermería Comunitaria.
Mentiría si dijese que existía un planteamiento de base claro, firme y unánime sobre qué es lo que se debía de hacer. Las propuestas iban desde la creación de un sindicato, a la formación de grupos de presión sin una estructura clara y definida. Pero, precisamente, el análisis, la reflexión y el debate condujeron a que la opción de una Sociedad Científica tomase cuerpo.
No existía, por aquel entonces, experiencia ni presencia de muchas sociedades científicas enfermeras y mucho menos del ámbito de la APS que tan poco recorrido tenía todavía en nuestro país. Sin embargo, fue tomando forma lo que tan solo fue una idea y que acabó concretándose en lo que hoy es una realidad firme, consolidada y en permanente expansión.
Puede que haya quien crea que fue algo fortuito, casual, improvisado, sin fundamento. Nada más lejos de la realidad.
En ese momento en el APS la única realidad científica era la Sociedad Española de Medicina Familiar y Comunitaria (SEMFyC). Aunque, teniendo en cuenta los conflictos que la citada Sociedad estaba generando entre los médicos nos planteábamos si era la mejor opción de partida.
En cualquier caso, la aproximación nos sirvió, sobre todo, para saber qué es lo que no teníamos que hacer y lo que no debíamos mimetizar como tan acostumbradas/os estábamos a hacer las enfermeras con relación a los médicos.
Tras varias reuniones en lugares tan variopintos como parques, cafeterías, centros sociales… se decidió que la Sociedad Científica se denominase Asociación de Enfermería Comunitaria con el acrónimo de AEC. Determinamos pues, que las enfermeras que trabajábamos en APS fuésemos denominadas enfermeras comunitarias y no de APS como hasta ese momento se nos identificaba tanto a nivel institucional como profesional. No se trataba de una cuestión de imagen ni de un capricho. Fue una decisión meditada y con una clara visión de presente, pero, sobre todo, de futuro. No mimetizamos la denominación de la especialidad médica, aunque años después se nos impusiese, como en tantas otras cuestiones ha sucedido con nuestra profesión/disciplina. Determinamos que éramos enfermeras de la comunidad y que nuestra aportación cuidadora era por, para y con la comunidad. Entendiendo que la comunidad abarcaba tanto a la familia como a las personas de manera individual. A pesar del poco tiempo de desarrollo que llevábamos en APS, supimos diferenciar claramente lo que era un ámbito de atención, la APS, de lo que era una visión global de salud integrada en la salud pública y con vocación de servicio y de abogacía por la salud, como era la Comunidad en la que conviven, trabajan, estudian, se divierten…las personas tanto sanas como enfermas. Y era precisamente en y con la Comunidad donde las enfermeras comunitarias teníamos nuestro ámbito de atención más allá del centro de salud o de cualquier otra estructura sanitaria.
Definido el marco de referencia con y con el que nos identificábamos, redactamos los estatutos[2], los fines, la misión, los objetivos[3]… elegimos el logo que nos representa y, el 26 de noviembre de 1994 en Asamblea celebrada en Alcoi (Alicante) nos constituimos como Sociedad Científica. Eligiendo la que sería primera Junta Directiva de la AEC, tal como se recoge en el Acta Fundacional[4], presidida por la reciente y tristemente desaparecida Mª Jesús Pérez Mora.
La AEC iniciaba su camino en la Comunitat Valenciana, pero con una clara visión de crecimiento y desarrollo. De hecho, en su denominación no tan solo no se acotó al ámbito autonómico, sino que, ni tan siquiera, al nacional, con una visión de futuro que el paso del tiempo ha puesto de manifiesto.
La AEC pronto se dio a conocer y despertó el interés de enfermeras de diferentes comunidades autónomas como La Rioja o Canarias.
Las actividades científicas que se desarrollaron permitieron crear un foro científico de reflexión y construcción de la Enfermería Comunitaria, inexistente hasta ese momento, en el que participaron referentes nacionales e internacionales tan importantes y singulares como Mari France Collière, Rosa Blasco, Rosamaría Alberdi, Mª Victoria Antón… lo que propició que se fuesen incorporando enfermeras del resto de comunidades autónomas que conformaban ya una realidad nacional.
Su crecimiento, relevancia, pero también su espíritu de unidad, hizo que en el seno de la AEC se plantease la creación de una Federación de Enfermería Comunitaria que reuniese a las diferentes Asociaciones y Sociedades autonómicas de APS y Enfermería Comunitaria que habían ido surgiendo para, de esta manera, alcanzar una mayor cohesión. De dicho proceso surgió la Federación de Asociaciones de Enfermería Comunitaria y Atención Primaria (FAECAP). Lamentablemente el afán de protagonismo y la falta de consenso en cuanto a la organización de la citada Federación condujo a que la AEC se desvinculase del proyecto que ella misma había generado. De tal manera que a partir de ese momento coexisten, con diferencias no siempre conciliables, la AEC y FAECAP. La experiencia de la SENFyC, sin quererlo, la replicaba Enfermería.
La creación del que fue el Boletín de Enfermería Comunitaria (BEC)[5] como canal de comunicación con las/os socias/os y las enfermeras comunitarias en general dio paso al actual órgano de difusión científica, la Revista Iberoamericana de Enfermería Comunitaria (RIdEC)[6] que en la actualidad es ya una revista de referencia, indexada en importantes bases de datos nacionales e internacionales.
La AEC no perdió nunca su vocación de trabajo compartido, transdisciplinar, intersectorial y participativo y por ello se integró en la Sociedad Española de Salud Pública y Administración Sanitaria (SESPAS) de la que forma parte, como única sociedad científica enfermera, logrando que las enfermeras comunitarias sean identificadas, valoradas y respetadas como profesionales de referencia en Salud Pública y Comunitaria en igualdad al resto de disciplinas que la integran.
La visibilidad, referencia, difusión, impacto… generados por la AEC han permitido que su presencia en instituciones, foros de trabajo, grupos de discusión, organismos públicos y privados… sea imprescindible.
Enumerar las acciones en las que ha participado la AEC y los logros derivados de las mismas supera con mucho el espacio de esta reflexión y tampoco es mi intención hacerlo. Pero no haría justicia con la historia sino hiciese una mención especial al papel relevante que tuvo en el impulso, concreción y desarrollo de la actual especialidad de Enfermería Familiar y Comunitaria aprobada y publicada en el Boletín Oficial del Estado (BOE) en 2005, en cuyo programa formativo también participó a través de la Comisión Nacional de la que formaron parte varias/os socias/os de la AEC[7].
La expansión de la AEC traspasó fronteras y actualmente tiene implantación internacional con nueve vocalías internacionales en Europa y Latinoamérica[8] que se suman a las existentes en toda España[9].
Es difícil, y posiblemente inexacto por las seguras omisiones, resumir en tan poco espacio lo que ha significado para mí la AEC en estos 30 años. Pero, a día de hoy no se puede pensar ni entender la Enfermería Comunitaria sin la existencia y aportación de la AEC.
Del 23 al 25 de octubre, en Ponferrada (España), durante las XII Jornadas Nacionales de la AEC[10], celebraremos el 30 aniversario de su fundación y habrá tiempo para el recuerdo sereno y emotivo.
Han sido 30 años muy intensos, en los que muchas enfermeras, con su trabajo, implicación y compromiso, han logrado que la AEC sea hoy lo que es. Una referencia Científica indiscutible a nivel nacional e internacional, tal como quedó patente, por ejemplo, en las muestras de apoyo que profesionales, políticos, gestores, ciudadanía… trasladaron ya en su 20 aniversario[11].
Durante estos 30 años en los que he sido arte y parte de la AEC he tenido la inmensa fortuna de participar activamente en su desarrollo. Primero como fundador y partícipe directo en diversas responsabilidades. Pero, sobre todo por la presidencia que, durante 12 años (2009-2022), asumí, como continuación de quienes tan magníficamente me precedieron, Desiderio (q.e.p.d.), Silamani, Gálata y Paqui, para posteriormente relevarme con garantía y seriedad la actual presidenta, Mª Isabel Mármol López[12].
Han sido 30 años de vivencias, experiencias, trabajo compartido, construcción, lucha, ilusión, tesón, rigor, determinación… en los que tampoco han faltado las dificultades, amenazas, incertidumbres, barreras… en definitiva, como en casi cualquier grupo, organización o sociedad, un recorrido con claroscuros.
Pero ni las luces me cegaron e impidieron que viera la realidad, ni las sombras me hicieron perder la referencia y seguir el camino iniciado en 1994.
Me resulta muy difícil identificar hechos, acciones, lugares, sensaciones… concretas. No porque no hayan sido relevantes, sino precisamente, por todo lo contrario. Porque han sido tantos que enumerarlos me llevaría, por un lado, a olvidarme imperdonablemente de alguno y porque establecer un orden me resulta de todo punto imposible ya que cada uno de ellos ha tenido importancia y me ha aportado siempre algo positivo.
Pero lo que sí que tengo que destacar es el honor que ha supuesto la convivencia personal y profesional mantenida con enfermeras de puntos tan diferentes y al mismo tiempo tan próximos profesionalmente hablando. El apoyo, ánimo, soporte… recibido de manera totalmente desinteresada, ha sido, sin duda, lo que me ha dado fuerzas siempre para estar al frente de esta Sociedad que trasciende la identidad científica y se convierte en una relación de sentimientos, emociones, valores… que están muy próximos a los de la familia y la comunidad en que se ha convertido la AEC. Sin que ello signifique haber perdido rigor científico, más bien todo lo contrario.
No puedo tener más que palabras de gratitud por todo lo que he recibido. Tengo la impresión, que es mucho más de lo que yo he sido capaz de aportar. En cualquier caso, nada hubiese sido posible sin el equipo humano con el que en todo momento he tenido la fortuna de trabajar. Equipo con una inmensa generosidad, lealtad, humildad, entrega… que han sido los verdaderos artífices de lo que es y significa la AEC. Yo tan solo he sido la imagen, el transmisor, que ha tratado de proyectar lo que entre todas/os ellas/os se construía con denodado esfuerzo, voluntad férrea, sentido común, coherencia y mucha generosidad. He sido protagonista por imperativo del guion, pero la AEC es una obra coral que tan solo se puede entender desde la participación activa y el trabajo compartido. Porque como dijera William Arthur Ward[13], “Sentir gratitud y no expresarla es como envolver un regalo y no darlo”. Y yo quiero y necesito dar ese regalo que con tanto cuidado he envuelto en estos 30 años. Sin olvidarme de nadie y, para ello, resulta imprescindible no errar en una relación que resultaría incompleta e imperdonable, si me olvidase de alguien, no porque no fuese o sea importante, sino porque mi memoria me jugase una mala pasada. Por eso, todas/os y cada una de las personas con las que he trabajado, convivido, debatido o incluso discutido, forman parte de mi recuerdo y gratitud.
Llegados a este punto y tras 30 años fantásticos, me hago a un lado. No me oculto, no huyo, no desaparezco. Tan solo salgo del campo de visión para dejar paso a generaciones jóvenes que impriman energía y vigor acompañando a excelentes veteranas/os para seguir construyendo una realidad tan hermosa y necesaria como la de la AEC.
Engañaría si dijera que no me voy con emociones encontradas. Pero me engañaría a mí mismo si pretendiera perpetuarme y ser un jarrón chino que acapara la atención, más por su antigüedad que por su valor real, tal como sucede en algunos ámbitos políticos y sociales muy reconocidos y reconocibles. En palabras de Gabriel García Márquez[14], “No lloro porque ya se terminó, sonrío porque sucedió”. Y con esa sonrisa limito las lágrimas de emoción, que no de tristeza.
Quiero y necesito ser coherente con mis planteamientos y valores y creo que este es el momento de retirarme a una posición en la que siempre se me podrá encontrar si se quiere y requiere.
Nunca olvidaré a la AEC y lo que la misma significa y dignifica. Siempre tendré en mi memoria a las enfermeras que han sido referentes y se convirtieron en confidentes y amigas/os. A quienes se fueron dejando un vacío que tan solo su recuerdo y su aportación singular logran llenar, quedando grabados en mi memoria con toda mi admiración y cariño. Porque como dice la canción, “algo se queda en el alma”. Y lo que en la mía queda, aunque no sepa bien donde situarla, es muy importante, valioso y querido.
Así pues, querida AEC, alma, corazón y vida. Alma para recordarte, corazón para cuidarte y vida para vivirla cerca de ti[15].
Deseo lo que, sin duda, sé que pasará. Que la AEC seguirá siendo el faro imprescindible que guía, tanto en la tempestad como en la calma, a las enfermeras comunitarias. Para seguir aportando los mejores cuidados, individuales, familiares y comunitarios, para mantener sanos a los sanos y para que se recuperen quienes, no estándolo, requieren de nuestra aportación cuidadora profesional.
Nadie esperaba, y algunos no deseaban, que el camino iniciado en 1994 tuviese el recorrido que celebramos en Ponferrada. Brindemos por el mismo y para que le sucedan muchos más años más de éxito y visibilidad enfermera.
[1] Escritora de novelas, cuentos, juegos, biografías y crítica literaria (1890 – 1973).
[2] https://www.enfermeriacomunitaria.org/web/attachments/category/120/ESTATUTOS%20de%20AEC.pdf
[3] https://www.enfermeriacomunitaria.org/web/index.php/menu-principal-item-asociacion
[4] https://www.enfermeriacomunitaria.org/web/index.php/menu-principal-item-asociacion/historial/816-acta-de-constitucion-de-la-aec
[5] https://www.enfermeriacomunitaria.org/web/index.php/menu-principal-item-asociacion/comunicados/1064-mportante-recuperacion-de-boletines-de-enfermeria-comunitaria#comment-34
[6] https://www.enfermeriacomunitaria.org/web/index.php/ridec
[7] De hecho, la AEC, redactó la primera propuesta de Programa Formativo de la especialidad, aunque el mismo, desgraciadamente, no tuvo recorrido en su implementación.
[8] https://www.enfermeriacomunitaria.org/web/index.php/menu-principal-item-asociacion/vocalias-internacionales
[9] https://www.enfermeriacomunitaria.org/web/index.php/menu-principal-item-asociacion/menu-principal-item-vocalias-territoriales
[10] https://aecponferrada2024.com/
[11] https://www.enfermeriacomunitaria.org/web/attachments/article/1042/PRESENTACIÓN_20_AÑOS.pdf
[12] https://www.enfermeriacomunitaria.org/web/index.php/menu-principal-item-asociacion/historial/1813-presidencias
[13] Escritor estadounidense (1921-1994)
[14] Escritor, guionista, editor de libros y periodista colombiano (1927-2014)
[15] Adaptación de la canción de Adrián Flores Alvan, alma corazón y vida, interpretada por diferentes cantantes.