Dedicado a Elvira Gras, Marta Gran, Pablo Serna, Andrés Climent, David Bermejo, Daniel Giménez, Isaac Badía, Albert Llorens y todas las enfermeras jóvenes que tienen la fuerza para generar el cambio.
“La medida más segura de toda fuerza es la resistencia que vence”.
Stefan Zweig[1]
Recién acabadas las Jornadas Nacionales de la Asociación de Enfermería Comunitaria (AEC)[2], celebradas en Ponferrada (España), me asaltan pensamientos y sentimientos tan diversos como, en ocasiones, divergentes.
Ha sido un espacio científico de gran nivel que me ha permitido reflexionar sobre algunos aspectos de nuestra profesión enfermera que, a veces, damos por sabidos, entendidos o asumidos. Cuando en realidad distan mucho de ser, ni tan siquiera, conocidos. De ahí que se genere el torbellino al que hacía referencia, que provoca una fuerza de absorción y de atracción de la que resulta muy difícil escapar.
Pero lejos de ser interpretado como un peligro o amenaza, esa fuerza centrípeta, la identifico como una gran oportunidad de innovación, ilusión, compromiso, trabajo compartido, desarrollo, consolidación… de nuestra profesión, disciplina y ciencia, la Enfermería en general y la Enfermería Comunitaria en particular.
Dice el dicho popular que “la procesión va por dentro” cuando se habla de una persona que ante una situación difícil, disimula o no exterioriza el sufrimiento que está padeciendo. Haciendo un anagrama[3] con la palabra procesión, podemos decir que la profesión muchas veces, demasiadas según mi opinión, va por dentro. Es decir, las enfermeras solemos disimular o evitamos visibilizar nuestra condición profesional como enfermeras. Como si hacerlo nos situase ante una vulnerabilidad manifiesta o al asumir nuestra condición profesional nos generase sufrimiento o fuese una muestra de debilidad que tratamos de ocultar. Por eso no dejamos que la profesión vaya por fuera. Que sea, visible, manifiesta, perceptible, sensible.
Por tanto, esa introspección profesional hace que generemos resistencia al cambio, al desarrollo, a la innovación, al reconocimiento y en su conjunto al sentimiento de orgullo de pertenencia.
Necesitamos hacer un ejercicio de autoestima que devuelva, a quienes lo perdieron o nunca lo tuvieron, el sentimiento de orgullo, de ser y sentirse, parte de la Enfermería como enfermeras. No hacerlo nos invisibiliza y sitúa en una posición de vulnerabilidad producto de nuestra propia pasividad y conformidad. Se requiere un ejercicio de extroversión sin miedo ni reservas que nos haga sentir vivas, capaces y valientes para afrontar nuestro presente y nuestro futuro, siendo conscientes y agradecidas con nuestro pasado y sus principales referentes. Una valentía que, en ningún caso, supone ser temerarias, irresponsables e irracionales. Porque precisamente, de lo que se trata, es de ser coherentes y actuar con determinación científica.
Por eso, estas jornadas en las que acabo de participar, han supuesto una clara apuesta por la transformación radical que requiere nuestro sistema sanitario, nuestro modelo educativo, nuestra actitud ante las necesidades, nuestra imagen y actitud como enfermeras, nuestra aportación cuidadora… Apuesta que deriva de la gran aportación realizada y trasladada por enfermeras jóvenes, competentes, decididas, realizadas, rigurosas y, sobre todo, orgullosas de ser y sentirse enfermeras sin ningún tipo de reservas, miedos o complejos. Con la cabeza alta, la mirada firme, el pulso sereno, la voluntad audaz… en definitiva, empoderadas como enfermeras capaces de responder con rigor y humanidad a las demandas de salud de las personas, las familias y la comunidad, teniendo en cuenta los determinantes sociales y morales, la ética y la estética de los cuidados, la evidencia científica y la participación activa de las personas sanas y enfermas… como respuesta necesaria e imprescindible a su dignidad humana.
Una fuerza que, además, trasladan con humildad, que no con sumisión, con gratitud, que no subsidiariedad, con compasión que no insensibilidad, con reconocimiento, que no con desprecio, hacia quienes identifican como referentes y maestras/os.
Fuerza que logra impactar tanto en noveles como en seniors y saca del silencio, la inacción, la introspección, la lástima, la interpretación, los juicios de valor… a quienes retienen la profesión por miedo a hacerla patente.
Fuerza que permite identificar las fortalezas que, como enfermeras, tenemos y somos capaces de activar para prestar cuidados de calidad y calidez.
Fuerza que nos saca de la oscuridad para situarnos a la luz de la realidad de una sociedad dinámica que requiere de adaptaciones constantes para identificar las necesidades sentidas de salud y saber responder con rigor y proximidad.
Fuerza que nos empodera, pero no nos engola, dejando espacio a la participación comunitaria, al trabajo transdisciplinar, a la intersectorialidad, sin renunciar a nuestra identidad y especificidad.
Fuerza que moviliza nuestros recursos como profesionales para saber y poder identificar los de las personas, las familias, las redes sociales y de la comunidad, con el fin de articularlos y que sean capaces de aportar su potencial de salud.
Fuerza que, desde una perspectiva y posicionamiento, salutogénicos, permiten dar valor y coherencia a los activos para la salud. Pasando de los factores de riesgo a las oportunidades de salud, de la asistencia a la enfermedad a la atención a la persona y su salud, de la dependencia al autocuidado, del paternalismo al reconocimiento de la autonomía, de la imposición al consenso, de la pasividad a la acción.
Fuerza investigadora capaz de generar pruebas que sustenten la atención enfermera con argumentos contrastados y sustentados en la ciencia enfermera, sin renunciar por ello a la aportación de otras ciencias.
Fuerza para definir indicadores precisos que aporten datos de eficacia, eficiencia y efectividad de nuestra aportación específica a la salud, la satisfacción, la calidad… como impacto real de los cuidados enfermeros, anulando o minimizando los intentos de ocultación, ignorancia o silencio.
Fuerza para liderar equipos diversos en situaciones cambiantes y complejas con determinación y una firme preparación.
Fuerza para asumir la competencia política que nos permita contribuir, de manera clara y decidida, a que la salud forme parte de todas las políticas. Competencia política para realizar una abogacía por la equidad, la accesibilidad, la libertad, los derechos humanos… en definitiva una abogacía por la salud integral, integrada e integradora.
Fuerza que nos permite ser identificadas como bien intrínseco de salud, es decir, como aquellas/os profesionales que tan solo nosotras/os pueden dar respuesta a las necesidades de cuidados profesionales que requieren las personas, las familias y la comunidad.
Fuerza que nos sitúa mucho más allá de los sistemas sanitarios en donde se nos ha encasillado tradicionalmente. Dando respuestas allá donde las personas viven, conviven, estudian, trabajan, se divierten… para trabajar con y para la comunidad de manera global.
Fuerza que trasciende fronteras y nos sitúa en un marco de referencia iberoamericano desde el que dar respuestas de salud desde una nueva conciencia global con enfoque holístico para afrontar la desigualdad social desde la justicia social y la equidad. Incorporando a nuevos actores en el marco de una ciudadanía global comprometida y corresponsable capaz de tomar decisiones sobre su salud y la de las comunidades en las que están integradas. Identificando la diversidad y la diferencia de la multiculturalidad, de la pluralidad de valores, de la multiplicidad de normas, del conjunto de sentimientos, emociones, creencias… que configuran un contexto con muchos aspectos comunes y con diferencias que, lejos de crear diferencia, pueden y deben enriquecer la capacidad de respuesta de las enfermeras iberoamericanas.
Fuerza que no es casual y que como sucede con la energía ni si crea ni se destruye, se convierte. Porque la Enfermería ya está creada y no requiere recrearla como algunos pretenden y porque nadie va a ser capaz de destruir por pucho que se empeñen en ello. Otra cosa, bien diferente, es que seamos capaces, nosotras mismas, de convertirla, adaptarla, modelarla, estructurarla… sin perder nuestra esencia ni nuestra ciencia. Porque aseveraciones como las de «la enfermera es líder natural», o la idea simplista del emprendedurismo, sin profundizar, tan solo contribuyen a la creación de una falsa identidad que, además, suele dar respuesta desde paradigmas alejados del enfermero. Se requiere, por tanto, la fuerza del pensamiento crítico, del análisis, de la reflexión, para desarrollar una mirada enfermera autorizada y respetada que contribuya a llevar a cabo las transformaciones radicales que se requieren y que, lamentablemente, son constantemente paralizadas por la influencia de intereses corporativistas y mercantilistas de los grandes lobbies profesionales o de la industria.
Una fuerza libre de compromisos oportunistas, de condicionantes interesados, de ataduras impuestas, de restricciones normativas, de mordazas silenciadoras, de barreras que impidan avanzar. Pero una fuerza que seamos capaces de generar con autodeterminación, autonomía y libertad. No esperando que sea activada por otros.
Y es esa fuerza la que sin duda logrará que la realidad virtual que se presentó en una de las mesas de las Jornadas, precisamente la de “Enfermeras y futuro” (https://www.facebook.com/share/v/fd9fi9HX4Uo5cncg/?mibextid=WC7FNe), se transforme en una realidad tangible y sin artificios que logre esas transformaciones radicales que las enfermeras tenemos, por lo visto, escuchado y debatido en Ponferrada, más que claras. Porque como dijese Damian Marley[4] “quiero ser una fuerza de cambio.
Hacía mucho tiempo que no asistía a un evento científico en el que la juventud, no tan solo estuviese tan presente, sino que estuviese tan activa, participativa, implicada y comprometida con el futuro de las enfermeras y de la enfermería. Pero también de que tuviese tanta complicidad y estuviese tan aliada con las generaciones más veteranas. Una relación, sin duda, necesaria y que resulta imprescindible para lograr la retroalimentación en ambas direcciones. Si importante es la fuerza que traslada la juventud, no menos trascendente resulta la que, a través de la experiencia, proyectan las enfermeras seniors. La complementariedad en lugar de la exclusión, se configura como la principal herramienta para convertir la energía en fuerza de desarrollo, avance, y progreso de la profesión enfermera. Profesión enfermera que va tanto por dentro, como por fuera, para que la misma sea identificada, valorada y reconocida.
Ese contexto de oportunidad y fortaleza no es, por otra parte, casual, nada lo es. Se trata de un contexto que se viene construyendo desde hace 30 años por parte de la Asociación de Enfermería Comunitaria (AEC). Contexto en el que confluyen realidades diferentes, sentimientos diversos, expectativas variadas, planteamientos desiguales, culturas múltiples, contextos alejados geográficamente, pero próximos en la identificación de una misma ilusión y un mismo objetivo… pero en el que se integran de manera natural para transformar la fuerza cuidadora de la Enfermería Comunitaria. Al igual que el contexto que representa y configura la Asociación Internacional de Escuelas y Facultades de Enfermería (ALADEFE)[5], en un trabajo permanente, multinacional y diverso de consolidación de la fuerza enfermera. Son contextos diferentes con un mismo planteamiento, la construcción del contexto Iberoamericano de Enfermería, sin que el mismo oculte o elimine la singularidad de ninguno de ellos. Ambos necesarios, complementarios, capaces, reales y tangibles.
Estoy convencido de que en AEC y ALADEFE y desde AEC y ALADEFE, seremos capaces de hacer realidad lo que ahora tan solo vemos como una propuesta virtual o incluso utópica. Nadie, hace años hubiese creído que la realidad que vivimos, con todas sus limitaciones, fuese posible. Pero aquí está y lo está por la fuerza de quienes siempre creyeron que esta apuesta era tan necesaria como posible.
Gracias por ello a quienes lo hicieron, lo hacen y lo harán posible.
[1] Escritor, biógrafo y activista social austríaco, posteriormente nacionalizado británico, en la primera mitad del siglo XX (1881 – 1942).
[2] https://www.enfermeriacomunitaria.org/web/
[3] Cambio en el orden de las letras de una palabra o frase que da lugar a otra palabra o frase distinta.
[4] Cantante y músico jamaicano, ganador de tres premios Grammy, y artista de roots reggae y dancehall (1978)