ANALOGÍA ENFERMERA

            En una anterior entrada titulada “Enfermería y la RAE. Historia de un desencuentro”, reflexionaba sobre el tratamiento que la Real Academia de la Lengua (RAE) hace de las palabras enfermería y enfermera.

De la primera identifica 4 entradas:

  1. f. Local o dependencia para enfermos o heridos.
  2. f. Profesión y titulación de la persona que se dedica al cuidado y atención de enfermos y heridos, así como a otras tareas sanitarias, siguiendo pautas clínicas.
  3. f. Conjunto de estudios requeridos para conseguir la titulación de enfermería. Ha terminado enfermería y en enero empezará a trabajar en el hospital.
  4. f. Conjunto de los enfermos de determinado lugar o tiempo, o de una misma enfermedad.

Destacar que, como primera acepción, y por tanto la que considera principal, hace referencia al local o dependencia y no a la titulación o profesión, que sitúa en segundo lugar y lo hace relacionando la actividad enfermera tan solo con la enfermedad y de manera delegada a través de pautas clínicas.

La tercera entrada del diccionario hace referencia al conjunto de estudios requeridos para lograr la titulación, que establece una clara diferencia con las definiciones que realiza por ejemplo con farmacia como “ciencia que enseña a preparar y combinar…”, biología como “ciencia que trata de los seres vivos…” o medicina “conjunto de conocimientos…”, lo que supone una clara y manifiesta discriminación.

            La última entrada es una variante de la primera. En la primera habla del continente y en esta del contenido.

            En cuanto a enfermera la RAE la define como la “persona dedicada a la asistencia de enfermos”. Sin embargo, las definiciones que hace de farmacéutico como “la persona legalmente autorizada para ejercer la farmacia”, de biólogo como “Especialista en biología” o médico como “persona legalmente autorizada a ejercer la medicina” vuelve a poner en evidencia el claro agravio comparativo entre las diferentes titulaciones y quienes las ejercen legalmente. Mientras que con relación a las enfermeras habla de “persona dedicada a…” sin relacionarlo a titulación alguna ni ha criterio legal necesario para ejercerlo, en el resto de titulaciones, en todas ellas, habla de especialistas o de personas legalmente autorizadas. De lo cual se deduce que para la RAE ni somos especialistas en enfermería ni se requiere estar legalmente autorizados para ejercer la enfermería que concreta, de nuevo, exclusivamente en la asistencia de enfermos. Ni tan siquiera atención, ni mucho menos cuidado.

            Está claro que la RAE, y quien la compone, ni saben, ni muestran interés alguno por la enfermería y las enfermeras. Se sitúan en la arcaica concepción de, según ellos, una supuesta imagen social que trasladan a las páginas de un documento que debería servir como vehículo de conocimiento, enriquecimiento y respeto y que lamentablemente ni limpia, ni da esplendor, tan solo fija, aunque al menos en el caso de la enfermería y las enfermeras, lo haga de manera tan alejada de la realidad académica, profesional y científica.

            Pero más allá de las desavenencias con la RAE, que son evidentes, la palabra enfermería, y por derivación lo que significa más allá de la semántica, ofrece también otro tipo de problemas como, por ejemplo, las analogías.

            Analogía significa comparación o relación entre varias cosas, razones o conceptos; comparar o relacionar dos o más seres u objetos a través de la razón; señalando características generales y particulares comunes que permiten justificar la existencia de una propiedad en uno, a partir de la existencia de dicha propiedad en los otros.

La analogía posibilita, por lo tanto, una vía inductiva de argumentar. Nos permite intentar representar un pensamiento o experiencia respecto a algo a través de una comparación de distintas dinámicas o situaciones; dando a entender que éstas comparten similitudes.

John Stuart Mill considera que la analogía es como un argumento inductivo, pero sin ser inducción completa.

Acepta el argumento analógico, siempre y cuando se den ciertas condiciones; no solamente tener en cuenta las semejanzas, sino también las diferencias considerando las relaciones entre ambas en un conocimiento suficientemente extenso.

Solo se puede admitir el argumento analógico en la medida en que las semejanzas son grandes y las diferencias muy pequeñas, lo que, en realidad, convierte a dicho argumento analógico en un argumento inductivo.

En base a lo dicho y aunque el tratamiento sobre la analogía es muy amplio, trataré de establecer un argumento inductivo en torno a la enfermería y las enfermeras que ponga, cuanto menos en duda razonable, lo expuesto por la RAE.

            La RAE establece una clara analogía semántica con enfermería al contribuir con sus definiciones a que el sentido del discurso en su referencia a la realidad, provoque problemas de muy diversa índole. En el tema que nos ocupa ponemos la atención en que enfermería puede adquirir diversos significados o sentidos según un uso determinado.

La RAE no permite que exista, con relación a enfermería, univocidad ya que con su definición impide que la palabra enfermería o el discurso que de la misma se deriva tengan un significado determinado en su referencia a la realidad y que el uso concreto que se hace en la construcción del lenguaje responda a dicho significado.

Por lo tanto, la RAE favorece y permite el equívoco de la palabra o expresión referente a «enfermería» ya que solamente por el contexto podremos establecer si se refiere a una profesión o disciplina o a un local o dependencia de enfermos. Parece como si la RAE estuviese sujeta, “apresada” o condicionada por determinadas circunstancias para hacer que el uso de la palabra enfermería y su sentido dependa de dichas condiciones o circunstancias. Jugando con la equivocidad que ofrece la analogía de la palabra, sus expresiones y situaciones de forma retórica, aunque no esté mintiendo.

Pero es que volviendo a lo que anteriormente comentaba sobre la admisión del argumento analógico, en el caso de enfermería las definiciones que realiza la RAE tienen la proporción inversa, es decir tienen grandes diferencias y las semejanzas son muy pequeñas.

Siendo como es, la enfermería una ciencia, la RAE debería respetar que el discurso de la ciencia pretenda tener una referencia unívoca y por tanto generar un proceso de formalización de la definición de enfermería y enfermera que evitara toda equivocidad, como recurso retórico de la ironía y el “doble sentido” que es.

Pero no solamente la RAE contribuye a que se perpetúe esta analogía. El sistema sanitario, los decisores sanitarios y las propias enfermeras contribuyen a este permanente equívoco y, por tanto, limitan o impiden la univocidad.

Nos encontramos con múltiples ejemplos de equivocidad al utilizar la palabra enfermería. Por ejemplo, se sigue viendo en las unidades de los hospitales que al espacio en el que trabajan las enfermeras se le denomina “Control de Enfermería”, lo que sin duda y en base a las definiciones de la RAE provoca una clara confusión de la que se deriva una permanente indefinición tanto del todo, la enfermería, como de la parte, las enfermeras. Además, la utilización de la palabra control aún genera mucho mayor equívoco por cuanto la RAE lo define como “comprobación, inspección, fiscalización, intervención, dominio, mando, preponderancia u oficina, despacho, dependencia, etc., donde se controla”, de tal manera que el resultado global es mucho peor. No existe, por contra un control de medicina. A no ser que se entienda que todo lo que no es control de enfermería debe entenderse como control de medicina. Sería mucho más claro si únicamente se identificase como “Enfermeras”, los pacientes y sus familiares lo entenderían mucho mejor y no generaría el respeto o temor que provoca en sí mismo el significado de control.

En el ámbito de la Atención Primaria también tenemos un caso similar con las consultas de enfermería. Siguiendo las definiciones de la RAE serían las consultas de los locales de enfermos, o de la profesión, o del conjunto de estudios o del conjunto de enfermos, lo que no parece muy razonable. Sería mucho más acertado denominarlas como Consulta Enfermera.

Podría seguir aportando muchos más ejemplos, pero creo que son suficientes para comprobar la confusión que la palabra enfermería y su analogía genera.

La RAE deberá entender de una vez por todas que la enfermería y las enfermeras trascienden a la enfermedad, a los enfermos, a la asistencia, al seguimiento de guías clínicas… y que se trata de una ciencia con conocimientos propios que deberían ser suficiente argumento como para revisar las definiciones del diccionario que debe limpiar, fijar y dar esplendor a la lengua que todas/os utilizamos y no a generar confusión, equívoco y opacidad.

Esperemos que el cambio de Presidencia no tan solo sea capaz de poner orden interno en una institución arcaica, empobrecida y machista, sino que logre adecuar el lenguaje a la realidad social y a la ciencia. Las enfermeras se lo agradecerán y la sociedad también.

A propósito de «Plataformas y pateras»

Parece ser que una de mis últimas entradas en el Blog, “De plataformas y pateras” ha generado una intensa controversia que ha llevado, además, a que haya quien se ha sentido ofendido.

Lo primero, y para mi más importante, pedir disculpas a quienes haya podido ofender mi escrito. Nunca, ni en ningún momento ha sido mi intención hacerlo. En cualquier caso, considero, que no es el insulto y la descalificación precisamente la mejor manera de contestar a argumentos con los que no se está de acuerdo. Puedo entender la discrepancia, pero nunca la descalificación y la agresión verbales gratuitas y sin mayores argumentos que la amenaza.

Mi reflexión, pues tan solo es eso, se hace desde mi conocimiento de los hechos y precisamente y justamente, al contrario de lo que algunos entienden como un ataque a quienes durante muchos años han trabajado y luchado porque la especialidad sea una realidad, como una defensa a su esfuerzo, dedicación y paciencia. Pero, como en cualquier otra situación, la regulación se establece para cumplirla y lo que no se puede pretender es que, ahora que se está a punto de conseguir lo que hace tanto tiempo se debiera haber realizado, se modifique una norma para satisfacer a unos pocos que ya tienen otras vías de acceso a la especialidad.

No soy yo quien establece la norma y, por lo tanto, no soy yo quien genera un debate que se han encargado de incorporar con agresividad y descalificaciones unas/os pocas/os a través de una plataforma, obviando e ignorando a quienes durante muchos años han venido trabajando a través de organizaciones científico-profesionales, que son las que dotan de madurez a una profesión/disciplina, para que se pueda contar con la especialidad y durante los cuales, estas mismas personas, han estado ocupadas en otros menesteres sin preocuparse por lo que sucedía hasta que le han visto las orejas al lobo.

Que nadie se confunda. El enfrentamiento no lo están provocando quienes han seguido escrupulosamente lo establecido, sino quienes con reivindicaciones demagógicas, populistas y ausentes de argumentos están enarbolando una bandera de discordia y descalificación.

No por chillar más van a tener más razón. Y es, cuanto menos paradójico, que quienes ahora hablan de unidad no la hayan considerado antes cuando tan necesaria era para lograr que la especialidad se desarrollase con garantías y la máxima calidad.

Tener la especialidad no es un galón más que exhibir. Es una responsabilidad que hay que lograr y cumplir respetando los tiempos y las formas y no pretendiendo adecuarlas a los intereses particulares de unos pocos.

En cualquier caso y para concluir, especialistas o no, lo que realmente importa y debiera trascender es el hecho de ser y sentirse enfermeras, que para algunas/os parece que no es trascendente.

EL JUEGO INFINITO: EFyC, EIR, ERE

Desde que en 1987 se publicase en el BOE núm. 183, de 1 de agosto de 1987, el Real Decreto 992/1987, de 3 de julio, por el que se regulaba la obtención del título de Enfermero especialista, que nunca se desarrolló, hasta que en 2005 se publicó en el BOE núm. 108, de 06/05/2005 el Real Decreto 450/2005, de 22 de abril, sobre especialidades de Enfermería, han sido muchas/os las/os que han estado trabajando de manera seria, rigurosa y constante para que las especialidades enfermeras en general y la especialidad de Enfermería Comunitaria en particular fuesen una realidad.

                 El Real Decreto de 1987 que regulaba las especialidades enfermeras se publicaba en un momento especialmente significativo e importante tanto para las enfermeras como para el sistema sanitario. Para las enfermeras porque, tras diez años desde la incorporación de los estudios de enfermería en la universidad, se planteaba la posibilidad de un desarrollo real y efectivo que permitiese adquirir competencias específicas en diferentes áreas de especialización, en un momento en el que se estaban generando grandes cambios sociales, políticos, económicos… que tuvieron consecuencias, de manera muy especial, en el sistema sanitario.

                  Para el sistema sanitario porque tras la publicación, en 1986, de la Ley 14/1986, de 25 de abril, General de Sanidad, se regulaba el Sistema de Salud en España y se estructuraba en base a dos niveles claramente definidos, la Atención Hospitalaria o especializada como se denomina en la Ley (art 56) y la Atención Primaria de Salud (APS) que amparándose en la declaración de Alma Ata de 1978 se denominó como el nuevo modelo de atención, presentándose como un escenario en el que, tal como se recoge en el artículo 56 a) de la Ley de 1987, se deberán realizar actividades “…mediante fórmulas de trabajo en equipo, se atenderá al individuo, la familia y la comunidad; desarrollándose, mediante programas, funciones de promoción de la salud, prevención, curación y rehabilitación, a través tanto de sus medios básicos como de los equipos de apoyo a la atención primaria”. Previamente a la Ley, además, ya se había regulado la actividad de las enfermeras en APS a través del Real Decreto 137/1984, de 11 de enero, sobre estructuras básicas de salud. Así pues, el denominado nuevo modelo iba a precisar de profesionales altamente cualificados y preparados. En este sentido los médicos ya tenían prevista en 1978 su especialidad a través del Real Decreto 3303/1978, de 29 de diciembre, de regulación de la medicina de familia y comunitaria, Posteriormente diferentes normas legislativas regularon su ordenamiento en la APS.

                 Con la publicación del Real Decreto de 1987, por lo tanto, parecía que las enfermeras iban a poder acceder a una especialización, denominada como Enfermería de Salud Comunitaria, que contribuyese al desarrollo del nuevo modelo. Es importante destacar que la denominación se diferenciaba de la que ya tenían los médicos, focalizando su atención en la Salud como centro de atención de los cuidados enfermeros en APS y en el ámbito comunitario que integraba tanto a la persona como a la familia. Por otra parte, en el artículo 5 del citado Real Decreto se determinaba que “La formación de las Especialidades relacionadas en el artículo 2° se llevará a cabo en Unidades docentes acreditadas para desarrollar los correspondientes programas de formación. que estarán supervisadas y coordinadas a estos efectos por las Escuelas Universitarias de Enfermería que correspondan”, lo que representaba una clara diferenciación del programa formativo MIR al integrar con un peso específico importante a las entonces Escuelas de Enfermería en la formación de las especialidades que, necesariamente, debían articularse con los dispositivos sanitarios como se recogía en el artículo 6 de la misma norma. Se estaba pues ante una realidad propia y diferenciada para la formación especializada y ante la posibilidad de dar una mayor consistencia a la recién creada APS. Sin embargo, el Real Decreto no se llegó a desarrollar nunca y, por lo tanto, el proceso de especialización enfermera sufrió una nueva parálisis. Las razones de esta incomprensible y dañina parálisis tanto para las enfermeras como para el Sistema de Salud no están claras, aunque se sospechan algunas de ellas.

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DE PLATAFORMAS Y PATERAS.

            Con independencia del acierto o no de la norma que regulaba las especialidades enfermeras, lo bien cierto es que quedaba fijado el proceso y se establecían los plazos para hacerlo.

            Todas aquellas enfermeras que quisieron presentar los méritos para acceder a la especialidad por la vía excepcional lo pudieron hacer. Otra cosa es el retraso, totalmente injustificado e injustificable, de la administración a la hora de evaluar los expedientes presentados y de convocar la prueba para que ese acceso pueda ser real.

            En 2010, por su parte, se publicó en el BOE el programa oficial de la especialidad de Enfermería Familiar y Comunitaria, y unos meses más tarde se convocaron las primeras plazas de especialistas. Se cerraba pues el proceso y se regularizaba, normativa y efectivamente, el proceso de acceso a la especialidad.

            A partir de 2010, con la oferta anual de plazas de formación para la especialidad, el acceso a la misma se canalizaba ya a través de la vía EIR contemplada y desarrollada en el Real Decreto. Por lo tanto, todas aquellas enfermeras que, a partir de ese momento, hubieran querido realizar la especialidad estaban en igualdad de condiciones para acceder a la misma a través del examen de acceso al EIR. De hecho, hubo muchas enfermeras que, ocupando plazas de enfermera comunitaria o incluso teniendo plaza fija como tales, optaron por preparase el examen, aprobarlo, abandonar su situación laboral e incorporarse como enfermeras internas residentes, en muchas ocasiones, lejos de su lugar de residencia y de su entorno. Otras, sin embargo, optaron por mantener su puesto de trabajo o por esperar a obtenerlo. Sin duda ambas opciones son respetables.

            El tiempo fue transcurriendo y la prueba excepcional, a pesar de las múltiples demandas, presiones y solicitudes realizadas por sociedades científicas y otras organizaciones enfermeras, no se hacía efectivo por una indudable falta de voluntad política. Cuando hace pocas fechas, el nuevo equipo ministerial surgido del cambio de gobierno, anuncia que se va a celebrar la prueba durante el año 2019, tras las reuniones mantenidas con las Sociedades Científicas, surge un movimiento que ha venido en denominarse “plataforma”, mimetizando una denominación que sugiere claros sentimientos reivindicativos. Por supuesto nada que objetar a la libertad que cada cual tiene a la hora de reivindicar aquello que considere más oportuno. Pero también se hace preciso analizar las solicitudes demandadas y, sobre todo, su coherencia, argumentos y oportunidad.

Cuando en el año 2005 se aprobó el Real Decreto de especialidades de enfermería, en el mismo y en la disposición transitoria segunda se establecían las condiciones para el acceso excepcional al título de especialista. Se habilitaba una posibilidad de acceder a la especialidad por la que muchas enfermeras habían trabajado intensamente y que no pudieron acceder al título por razones evidentes.

            Sin entrar en todos los temas que, en forma de “totum revolutum”, han incorporado quienes han tomado la iniciativa de crear la citada plataforma, sí que me parece necesario clarificar una de sus principales peticiones. Solicitan tener acceso a la prueba excepcional todas aquellas enfermeras que desde 2011, en que se inició la oferta de plazas EIR, no lo pudieron hacer dado que estaba cerrado el plazo. Y ante esto hay que dejar claro que estas enfermeras que ahora solicitan tal prebenda, pudieron acceder a través del examen EIR y no lo hicieron o no lo consiguieron por las razones que en cada caso lo provocase, pero que era única opción legal que existía ya. Durante todo este tiempo, casi 9 años, muchas enfermeras, hemos estado trabajando intensamente por y para que la especialidad fuese una realidad y que los compromisos que la norma dictaban se cumpliesen. Muchas enfermeras han sacrificado muchos aspectos de su vida profesional y personal para poder ser especialistas. Muchas enfermeras, han creído en las Sociedades Científicas para que, a través de ellas, se pudieran conseguir los logros de una especialidad que tanto costó alcanzar. Y mientras todo esto sucedía muchas enfermeras, de las que ahora se amparan en esta plataforma, miraban hacia otro lado como si nada de esto fuese con ellas.

            Solo se han acordado de Santa Bárbara cuando han oído tronar. Y claro, ahora ya es demasiado tarde. Como profesionales de una disciplina científica deberían conocer estas enfermeras que las demandas deben justificarse con argumentos basados en evidencias o, cuanto menos, en hechos objetivables y justificados y no incorporarse en un movimiento oportunista y fácil de manipular por intereses ajenos a la realidad profesional.

            Quienes, atraídas por cantos de sirena totalmente irreales, se incorporen en este movimiento sin haber realizado una necesaria reflexión, un análisis en profundidad y haber contrastado la información que se traslada para contrastar su certeza, su oportunidad y su idoneidad, deben saber que quedan sujetas al populismo oportunista de unas cuantas personas que lejos de buscar el interés común, posiblemente, lo que desean es su interés personal o incluso ni eso, tan solo un intento de fragmentar, distorsionar, distraer e impedir que se logre normalizar, finalmente, un proceso en el que nunca han estado interesadas y en el que nunca han creído.

            La citada plataforma, tiene similitudes de irracionalidad y de peligro con las pateras. Se comercia con personas a las que se engaña y que desean alcanzar un mejor estatus, poniendo en peligro su vida en unos casos o su estabilidad y credibilidad en otros, con un claro y manifiesto riesgo de naufragar en el intento y perderlo todo, y teniendo en cuenta que quienes les arrastraron a embarcarse en dichas plataformas, llamadas pateras o de cualquier otra forma, se mantendrán a salvo, de incógnito y a la espera de nuevos incautos a los que engañar para proseguir con su negocio.

            La situación no es la deseada por la mayoría de las enfermeras, pero es la que es y está reglamentada. Lo que debemos hacer es, a través de la unidad, trabajar para que se alcance cuanto antes la dignidad de una especialidad tan necesaria como imprescindible para el sistema de salud, pero, sobre todo, para las personas, las familias y la comunidad. Incorporarse en plataformas de dudosa procedencia, con oscuros fines, demagógicos planteamientos, falsos argumentos y nula credibilidad a lo único que pueden conducir es al enfrentamiento entre las enfermeras y a que las administraciones se amparen el mismo para paralizar los procesos que se han iniciado y que posiblemente acaben con la parálisis que hasta la fecha hemos sufrido.

            Me permito aconsejar a quienes, de manera impulsiva, pero, posiblemente, poco reflexiva, tengan la tentación de utilizar su tiempo, su energía e incluso su dinero en procesos tan intoxicados como nocivos que reaccionen y centren sus esfuerzos en trabajar con quienes de manera razonada, razonable, serena al tiempo que enérgica, constante y mantenida en el tiempo han estado y siguen estando centrados exclusivamente en logar lo mejor para las enfermeras comunitarias, sea cual sea su condición y situación.

            Alicia, en el cuento de Lewis Carroll, le preguntaba al gato apostado en un árbol, que cuál era el camino que debía tomar. El gato de manera serena a la vez que socarrona le contestó que eso dependía de a dónde quisiera ir. Así pues, identifiquemos claramente a dónde queremos y tenemos oportunidad de ir para saber escoger el camino acertado que nos lleve a alcanzar nuestro objetivo. Y si, además, lo hacemos unidos, mucho mejor, lo que no quiere decir que debamos hacerlo de manera uniformada y sin poder discrepar, pero sabiendo lo que queremos para elegir la mejor manera de lograrlo.

¿SEGUIMOS JUGANDO A MÉDICOS?

Durante muchos años a las enfermeras, a las que se nos había usurpado el nombre y la identidad profesional, se nos formó como ayudantes y como técnicos al servicio de los médicos. Jugábamos con ellos a médicos, solo a médicos, porque a las enfermeras ya se habían encargado de eliminarlas.

En ese juego planificado e ideado para actuar como fieles, leales y obedientes ayudantes, como ellos mismos nos enseñaban en las escuelas que dominaban y copaban, nos creímos importantes a su lado. Haciendo lo que nos mandaban, pero deslumbradas con las técnicas que ejecutábamos con precisión, aunque sin convicción profesional.

Sin embrago algo cambió cuando algunas enfermeras empezaron a identificar la importancia de serlo y de actuar como tales, con determinación y convicción. Su tesón condujo a que recuperásemos parte de la identidad perdida y el control de la docencia con la incorporación de los estudios de enfermería en la Universidad.

Ser universitarias junto a otros importantes acontecimientos como la aparición de la Revista ROL de Enfermería o la creación de la Asociación Española de Enfermería Docente (AEED) nos ayudó a ir abandonando nuestra condición de ayudantes, aunque inicialmente fuese tan solo por el abandono de la denominación, al pasar de ATS (Ayudantes Técnico Sanitarios) a DUE (Diplomado Universitario de Enfermería), lo que no dejaba de ser un cambio de siglas que no nos permitía recuperar totalmente nuestra denominación enfermera.

Por otra parte, la puesta en marcha del denominado nuevo modelo de Atención Primaria constituyó un hecho relevante tanto para el Sistema Sanitario español como para las enfermeras que se incorporaron en dicho modelo al pasar, de enfermeras de médicos a enfermeras de la comunidad como magistralmente expuso Mª Victoria Antón Nárdiz en su libro[1]. En dicho contexto las enfermeras encontraron lugar para desarrollar su paradigma centrado en las personas, las familias y la comunidad, desde los nuevos centros de salud en los que se creaban las consultas enfermeras como espacios autónomos de atención y donde la comunidad adquiría una nueva dimensión al poder trabajar en y con ella a través de la participación activa de la misma. La ilusión, el compromiso, la energía… con los que se acometió este proceso de construcción de la salud comunitaria permitió que las enfermeras abandonasen definitivamente el jugar a médicos al pasar a asumir su rol como enfermeras.

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AXIOMA ENFERMERO

Los cuidados son la seña de identidad de las enfermeras.

Esta proposición o enunciado parece tan evidente que se considera que no requiere demostración. Es decir, un axioma.

Sin embargo, el axioma no siempre ha tenido idéntico significado o planteamiento. Inicialmente se consideraba, por parte de los griegos helenísticos, que un axioma era una proposición evidente que no requería de demostración previa. Y de alguna manera con los cuidados enfermeros pasaba esto, que eran asimilados como “bien” propio y casi exclusivo de las enfermeras. Sin que requiriese de mayor justificación ni demostración para corroborarlo. Los cuidados eran identificados como algo menor, que se circunscribía al ámbito doméstico y, por tanto, a cargo de las mujeres. Eran razonas más que suficientes para no requerir demostración de profesionalidad ni tan siquiera de identidad enfermera.

Más adelante desde el planteamiento imperante del sistema hipotético-deductivo, pasó a ser considerado como toda proposición que no fuese deducida de otras, es decir, que se constituyese como una regla general de pensamiento lógico en oposición a los postulados que eran considerados como una proposición no evidente por sí misma, ni demostrada, pero que se acepta, ya que no existe otro principio al que pueda ser referida. Es decir, como una premisa que se asume, independientemente de que pueda ser evidente o no y que, por tanto, se usa para tratar de demostrar otras proposiciones. De tal manera que los cuidados se asumían como propios de las enfermeras ya que no existía nadie que los reclamase como parte de su actividad, acción o significación profesional. Se daba por hecho que los cuidados eran a las enfermeras como las enfermeras eran a los cuidados en un intento por fundamentar la proposición.

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LOTERÍA FORMATIVA. EL PREMIO SON LOS PUNTOS.

La lotería, y más concretamente la lotería de Navidad, supone un punto de inflexión anual en la vida de muchas personas. Lo es durante unas horas en las que las bolas parecen como si se peleasen por salir, o por no hacerlo, del bombo en el que giran incesantemente. Lo es mientras la monótona y repetitiva cantinela de niñas y niños uniformados, que parece como si no tuviesen otro objetivo en sus vidas que hacerlo, tararean los números grabados en las bolas que finalmente han salido y la cantidad de euros que se corresponden según lo grabado en otras bolas. Lo es mientras periodistas de todas las cadenas radiofónicas y canales televisivos se apresuran por decir dónde se ha vendido tal o cual número y tratar de localizar al lotero o lotera que han repartido el preciado premio y conocer la alegría que parece producir esa venta. Lo es mientras el cava acompaña las risas, el nerviosismo y las lágrimas de agraciadas y agraciados con el reparto de dinero para el que previamente han tenido que invertir cantidades importantes de dinero y en ocasiones de tiempo para adquirir los números de la suerte impresos en décimos o papeletas. Lo es para el resto de personas a las que sin ser agraciadas con premio alguno se contagian de alegría y de una deseada salud que compense la falta de suerte con los números que portaban. En definitiva, parece como si una locura colectiva contagiase a toda una nación y no existiese nada más importante durante las horas de ese que ha venido en denominarse el Sorteo de Navidad, en el que, aunque tan solo sea por ese día, todo el mundo desea ser agraciado con la obesidad del premio mayor, es decir, el gordo.

Este es tan solo un ejemplo, de otros muchos, en los que decidimos invertir dinero e ilusión en algo deseado pero que no sabemos si realmente se cumplirá. Lo hacemos, además, con alegría y lo repetimos de manera puntual y sistemática, a pesar de los “fracasos” reiterados por no ser agraciados con la suerte o con el logro deseado con nuestra inversión.

Es pues, precisamente por eso, que me causa mayor perplejidad la resistencia o negación que muchas ocasiones genera la inversión en el futuro profesional enfermero. Y la negativa no es siempre a una inversión económica sino la que se refiere a una inversión personal de tiempo, esfuerzo, dedicación y compromiso.

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EL PROFESOR DE LA UNIVERSIDAD DE ALICANTE JOSÉ RAMÓN MARTÍNEZ RIERA, ENTRE LOS FINALISTAS A MEJOR DOCENTE DE ESPAÑA 2018

El profesor titular del Departamento de Enfermería Comunitaria. Medicina Preventiva y Salud Pública e Historia de la Ciencia de la Universidad de Alicante (UA) José Ramón Martínez Riera se encuentra entre los finalistas a Mejor Docente de España 2018, según un comunicado de esta institución académica

Martínez Riera ha superado la primera criba de candidatos a Mejor Docente de España 2018 de los Premios Educa Abanca donde se enfrentaba a otros 356 aspirantes en la categoría de universidad y es uno de los diez finalistas de esta edición que dará a conocer el ganador el próximo 10 de enero, informa la nota de prensa.
Según la UA, Martínez Riera es «el único finalista» de la Comunitat en la categoría de enseñanza universitaria y entre sus rivales hay tres profesores de Castilla y León, otros tantos de la Comunidad de Madrid y tres más de Aragón, Asturias y Galicia.
Todos ellos han llegado a ser finalistas por sus propios méritos y tras la valoración de estos de conformidad con una baremación previamente establecida, señala el comunicado.
Sin embargo, para ser candidatos han necesitado algo más que su currículum. Ha hecho falta que sus propios alumnos sean quienes les propongan.
En este sentido, el docente de la Facultad de Ciencias de la Salud de la UA ha destacado que el hecho de que «se reconozca el trabajo que se desarrolla es muy importante».
«Y que lo hagan las/os estudiantes es aún más emotivo al ser los principales protagonistas del proceso de enseñanza-aprendizaje. Quienes verdaderamente pueden establecer una evaluación objetiva y sincera de lo que reciben y lo que se les deja aportar», ha dicho.
Sobre los motivos de su nominación, Martínez Riera se ha mostrado sorprendido y ha asegurado desconocerlos. «Supongo que a alguien le debe gustar mi docencia», ha comentado.
El finalista de la UA a los premios a Mejor Docente de España 2018 se ha referido a las máximas que caracterizan su forma de impartir clase: «dinamismo, participación, reflexión, creatividad y respeto», además de «creer y querer la educación».
La entrega de premios a los Mejores Docentes y del diploma conmemorativo a los diez finalistas de cada categoría tendrá lugar el próximo 23 de febrero durante el segundo Congreso Mundial de Educación (Educa 2019), en Santiago de Compostela. EFE

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NOTICIAS

ARCANO ENFERMERO

 

Parece como si en muchas ocasiones existiesen secretos que impidiesen entender el por qué de determinados comportamientos, pensamientos e incluso decisiones relacionadas con el desarrollo de la enfermería en su conjunto. Como si de un arcano se tratase al ser algo muy difícil de conocer por ser recóndito o reservado.

Pero realmente no se trata de ningún secreto. Más bien es un secreto a voces lo que pasa con la visibilidad enfermera.

Son reincidentes, insistentes e incluso me atrevería a decir que cansinos los llantos por la falta de reconocimiento, valoración, aprecio y visibilidad que las enfermeras ensayan como si de plañideras se tratasen. No seré yo quien minimice o intente negar que, en parte, es verdad que esta invisibilidad existe. Pero considero que la misma no debe continuar siendo en ningún caso la excusa para mantener el llanto permanente por una cuestión que parece que tratemos de mantener como un arcano valioso de nuestra propia identidad simbólica, como sucede con los 22 arcanos mayores del tarot, por ejemplo, en los que cada uno de ellos representa una imagen de carácter arquetípico, con numerosos simbolismos. Nada más lejos de nuestra identidad y aún menos de nuestro simbolismo. Ni tan siquiera, como sucede con el juego del Tarot, puede entenderse nuestro aparente arcano como una «adivinación» del pasado, de la situación presente o la del futuro.

Muchas son las razones que podríamos argumentar para fundamentar esa invisibilidad. Algunas históricas, otras culturales, de relación de poder, sociales e incluso políticas. Pero ninguna de ellas puede continuar siendo utilizada mientras se mantenga la inacción, la parálisis, la ceguera y la falta de visión que provocan el llanto permanente.

Las enfermeras debemos aparecer ante la profesión, la disciplina, la sociedad, la comunidad científica, la política y la sanidad, “lloradas”. Porque nuestro llanto ya no genera lástima, ni dolor, ni interés, ni tan siquiera llama la atención. Nuestro llanto, por el contrario, tan solo provoca irascibilidad, rechazo, hartazón, cuando no ignorancia. Y no hay peor desprecio que no mostrar aprecio.

La rabia que provocan determinadas situaciones, la indignación de determinados comportamientos, la repulsa ante posiciones intransigentes, el rechazo a la falta de interés, la incomprensión a lo evidente… deben de dejar de provocar el llanto y empezar a generar el posicionamiento razonado, la fundamentación científica, la aportación evidente, la acción de la motivación, la inquietud del inconformismo, la decisión de la complicidad, el coraje de la fortaleza… que permitan la visibilidad de nuestros cuidados allá donde los prestemos.

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2017-2018, años de aniversarios

Han coincidido casi en el tiempo dos acontecimientos que marcaron claramente el desarrollo disciplinar y profesional de las enfermeras. El pasado 2017 se cumplieron 40 años de la entrada de los estudios de Enfermería en la universidad. Por su parte, en este 2018 se han cumplido también 40 años de la Declaración de Alma-Ata, que supuso un punto de inflexión en el abordaje de la salud y en el denominado nuevo modelo de Atención Primaria en España. La entrada de los estudios de Enfermería en la universidad significó un avance para el desarrollo disciplinar que, aunque no colmaba todas las expectativas iniciales, permitía ser optimistas. No fue una tarea fácil, pero el esfuerzo, el compromiso y la confianza de un grupo de enfermeras hizo posible vencer las resistencias que se generaron en torno a aquella decisión.

Estos 40 años han servido para tomar las riendas de la formación universitaria y para consolidar unos estudios que cambiaron radicalmente los planes de estudios, adaptándolos al paradigma enfermero, dando cabida a las nuevas realidades sociales y profesionales que, por ejemplo, el nuevo modelo de Atención Primaria, derivado de la Declaración de Alma-Ata, exigían. 
Sin embargo, nuestra posición en la universidad impedía el máximo desarrollo disciplinar. Muchas enfermeras tuvieron que acceder al doctorado a través de otras licenciaturas, pero ello no supuso un abandono de la Enfermería por parte de las mismas, claro indicador de fidelidad. No fue hasta la implantación del Espacio Europeo de Educación Superior cuando las enfermeras lograron romper el techo de cristal que les impedía crecer. Tras 40 años de permanencia en la universidad, la Enfermería está situada al mismo nivel que cualquier otra disciplina universitaria, a pesar de que muchos siguen intentando que no sea así.
Casi a la vez se producía otro hecho que cambió el papel de las enfermeras en las instituciones sanitarias. Los cambios organizativos derivados de la Declaración de Alma-Ata dieron lugar a la promulgación de la Ley General de Sanidad, que establecía las bases para el desarrollo de la Atención Primaria de Salud, propiciando que las enfermeras adquiriesen nuevos roles y protagonismo en el citado nivel de atención. Las consultas enfermeras, la participación comunitaria, la promoción de la salud, la Educación para la Salud, etc., constituían una oportunidad de crecimiento profesional autónomo no conocido hasta entonces y que las enfermeras supieron aprovechar situándose como referentes del nuevo modelo y de su desarrollo. Terminando este año, es necesario reflexionar sobre cuál es la situación actual tanto en la universidad como en la Atención Primaria, y cuál el papel que en ambos ámbitos juegan y pueden jugar en el futuro los profesionales enfermeros.
La universidad se ha convertido en un entorno hostil especialmente para las enfermeras. Los criterios de excelencia universitaria pasan por primar la investigación como mérito casi exclusivo de desarrollo según los indicadores de la Agencia Nacional de Evaluación de la Calidad y Acreditación (ANECA), que imponen unas exigencias difíciles de alcanzar para estas profesionales al situarlas al mismo nivel de las ciencias biomédicas, teniendo que competir en un mundo editorial mercantilizado y de muy difícil acceso para lograr los indicadores exigidos. Estas dificultades, unidas a los exiguos sueldos cobrados por el Personal Docente e Investigador (PDI), suponen un repelente para la aproximación de las enfermeras a la universidad, lo que genera nichos de ocupación para otras disciplinas con la siguiente colonización de las facultades y departamentos de Enfermería, que ven mermadas las plazas ocupadas por estas profesionales.
Por su parte, la Atención Primaria, escenario idóneo de desarrollo profesional de Enfermería, fue perdiendo progresivamente sus rasgos diferenciadores, en el que el paradigma enfermero encajaba perfectamente, para ser cada vez más asistencialista, biologicista, medicalizada, tecnologizada y centrada en la enfermedad, lo que claramente desplaza el modelo enfermero, que tiene que jugar cada día un papel más técnico. 
La oportunidad que la Atención Primaria supuso para las enfermeras se fue diluyendo por la marcada presión médica, la falta de planificación en la ordenación profesional, la nula voluntad política por crear plazas específicas de especialistas en Enfermería Familiar y Comunitaria, a pesar de estar formando especialistas desde hace más de ocho años, la deriva asistencial centrada casi exclusivamente en la demanda, el abandono de la promoción de la salud, la escasa participación comunitaria y la progresiva desilusión al ver cómo se desmoronaba el proyecto en el que tanto trabajo se había invertido.
Sin embargo, no es momento de desánimos ni de abandonos. A pesar de todo ello, las enfermeras podemos revertir esta situación a través de nuestra aportación específica, la generación de evidencias y el liderazgo de los cuidados enfermeros, adaptándonos, como muy bien sabemos hacer, a las circunstancias del momento. Ahora más que nunca las enfermeras debemos demostrar que nuestra aportación es exclusiva e imprescindible, en la universidad y en Atención Primaria, para el logro de las METAS deseadas.

Editorial Metas de Enfermería DICIEMBRE 2018 N° 10 Volumen 21