A veces pienso que las enfermeras no somos conscientes de la importancia, el valor y el prestigio de nuestras aportaciones como profesionales de la salud de primer nivel. Y digo que no somos conscientes porque realmente nos cuesta mucho generar un discurso positivo y de autoestima que refuerce y fortalezca nuestra profesión y disciplina.
Es habitual oír, sin embargo, el discurso lastimero de nuestras carencias (http://efyc.jrmartinezriera.com/2018/07/29/calimero-y-el-cainismo/) como argumento casi exclusivo del mismo.
No seré yo quien niegue que existen factores externos que influyen de manera negativa en nuestro progreso científico-técnico, profesional y de reconocimiento social, pero me planteo si los mismos no los estaremos alimentando nosotros mismos con esa permanente y estéril postura victimista. Cada vez tengo más claro que para avanzar hay que dejar de llorar y ponerse seriamente a construir nuestro presente y nuestro futuro sin desdeñar ni renegar de nuestro pasado que, como todos los pasados, tienen cosas buenas y malas, pero que sin duda es el que nos ha colocado donde actualmente estamos, no lo olvidemos. Pero tampoco caigamos en el error de pensar que cualquier tiempo pasado fue mejor, porque es una falacia que paraliza y no permite avanzar.
Así pues, nuestra realidad es la que es, asumámosla y sintámonos orgullosos de la misma sin que ello signifique, ni mucho menos, que ya está todo logrado. Pero asumirla significa también ser críticos para tratar de mejorar lo logrado y, sobre todo, para sacarnos del letargo de complacencia, persecución, acoso y manía en el que estamos instalados y que nos aboca a un permanente llanto lastimero que lejos de lograr algo positivo nos sume en el pozo de la indiferencia propia y ajena.