LOTERÍA FORMATIVA. EL PREMIO SON LOS PUNTOS.

La lotería, y más concretamente la lotería de Navidad, supone un punto de inflexión anual en la vida de muchas personas. Lo es durante unas horas en las que las bolas parecen como si se peleasen por salir, o por no hacerlo, del bombo en el que giran incesantemente. Lo es mientras la monótona y repetitiva cantinela de niñas y niños uniformados, que parece como si no tuviesen otro objetivo en sus vidas que hacerlo, tararean los números grabados en las bolas que finalmente han salido y la cantidad de euros que se corresponden según lo grabado en otras bolas. Lo es mientras periodistas de todas las cadenas radiofónicas y canales televisivos se apresuran por decir dónde se ha vendido tal o cual número y tratar de localizar al lotero o lotera que han repartido el preciado premio y conocer la alegría que parece producir esa venta. Lo es mientras el cava acompaña las risas, el nerviosismo y las lágrimas de agraciadas y agraciados con el reparto de dinero para el que previamente han tenido que invertir cantidades importantes de dinero y en ocasiones de tiempo para adquirir los números de la suerte impresos en décimos o papeletas. Lo es para el resto de personas a las que sin ser agraciadas con premio alguno se contagian de alegría y de una deseada salud que compense la falta de suerte con los números que portaban. En definitiva, parece como si una locura colectiva contagiase a toda una nación y no existiese nada más importante durante las horas de ese que ha venido en denominarse el Sorteo de Navidad, en el que, aunque tan solo sea por ese día, todo el mundo desea ser agraciado con la obesidad del premio mayor, es decir, el gordo.

Este es tan solo un ejemplo, de otros muchos, en los que decidimos invertir dinero e ilusión en algo deseado pero que no sabemos si realmente se cumplirá. Lo hacemos, además, con alegría y lo repetimos de manera puntual y sistemática, a pesar de los “fracasos” reiterados por no ser agraciados con la suerte o con el logro deseado con nuestra inversión.

Es pues, precisamente por eso, que me causa mayor perplejidad la resistencia o negación que muchas ocasiones genera la inversión en el futuro profesional enfermero. Y la negativa no es siempre a una inversión económica sino la que se refiere a una inversión personal de tiempo, esfuerzo, dedicación y compromiso.

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EL PROFESOR DE LA UNIVERSIDAD DE ALICANTE JOSÉ RAMÓN MARTÍNEZ RIERA, ENTRE LOS FINALISTAS A MEJOR DOCENTE DE ESPAÑA 2018

El profesor titular del Departamento de Enfermería Comunitaria. Medicina Preventiva y Salud Pública e Historia de la Ciencia de la Universidad de Alicante (UA) José Ramón Martínez Riera se encuentra entre los finalistas a Mejor Docente de España 2018, según un comunicado de esta institución académica

Martínez Riera ha superado la primera criba de candidatos a Mejor Docente de España 2018 de los Premios Educa Abanca donde se enfrentaba a otros 356 aspirantes en la categoría de universidad y es uno de los diez finalistas de esta edición que dará a conocer el ganador el próximo 10 de enero, informa la nota de prensa.
Según la UA, Martínez Riera es «el único finalista» de la Comunitat en la categoría de enseñanza universitaria y entre sus rivales hay tres profesores de Castilla y León, otros tantos de la Comunidad de Madrid y tres más de Aragón, Asturias y Galicia.
Todos ellos han llegado a ser finalistas por sus propios méritos y tras la valoración de estos de conformidad con una baremación previamente establecida, señala el comunicado.
Sin embargo, para ser candidatos han necesitado algo más que su currículum. Ha hecho falta que sus propios alumnos sean quienes les propongan.
En este sentido, el docente de la Facultad de Ciencias de la Salud de la UA ha destacado que el hecho de que «se reconozca el trabajo que se desarrolla es muy importante».
«Y que lo hagan las/os estudiantes es aún más emotivo al ser los principales protagonistas del proceso de enseñanza-aprendizaje. Quienes verdaderamente pueden establecer una evaluación objetiva y sincera de lo que reciben y lo que se les deja aportar», ha dicho.
Sobre los motivos de su nominación, Martínez Riera se ha mostrado sorprendido y ha asegurado desconocerlos. «Supongo que a alguien le debe gustar mi docencia», ha comentado.
El finalista de la UA a los premios a Mejor Docente de España 2018 se ha referido a las máximas que caracterizan su forma de impartir clase: «dinamismo, participación, reflexión, creatividad y respeto», además de «creer y querer la educación».
La entrega de premios a los Mejores Docentes y del diploma conmemorativo a los diez finalistas de cada categoría tendrá lugar el próximo 23 de febrero durante el segundo Congreso Mundial de Educación (Educa 2019), en Santiago de Compostela. EFE

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NOTICIAS

ARCANO ENFERMERO

 

Parece como si en muchas ocasiones existiesen secretos que impidiesen entender el por qué de determinados comportamientos, pensamientos e incluso decisiones relacionadas con el desarrollo de la enfermería en su conjunto. Como si de un arcano se tratase al ser algo muy difícil de conocer por ser recóndito o reservado.

Pero realmente no se trata de ningún secreto. Más bien es un secreto a voces lo que pasa con la visibilidad enfermera.

Son reincidentes, insistentes e incluso me atrevería a decir que cansinos los llantos por la falta de reconocimiento, valoración, aprecio y visibilidad que las enfermeras ensayan como si de plañideras se tratasen. No seré yo quien minimice o intente negar que, en parte, es verdad que esta invisibilidad existe. Pero considero que la misma no debe continuar siendo en ningún caso la excusa para mantener el llanto permanente por una cuestión que parece que tratemos de mantener como un arcano valioso de nuestra propia identidad simbólica, como sucede con los 22 arcanos mayores del tarot, por ejemplo, en los que cada uno de ellos representa una imagen de carácter arquetípico, con numerosos simbolismos. Nada más lejos de nuestra identidad y aún menos de nuestro simbolismo. Ni tan siquiera, como sucede con el juego del Tarot, puede entenderse nuestro aparente arcano como una «adivinación» del pasado, de la situación presente o la del futuro.

Muchas son las razones que podríamos argumentar para fundamentar esa invisibilidad. Algunas históricas, otras culturales, de relación de poder, sociales e incluso políticas. Pero ninguna de ellas puede continuar siendo utilizada mientras se mantenga la inacción, la parálisis, la ceguera y la falta de visión que provocan el llanto permanente.

Las enfermeras debemos aparecer ante la profesión, la disciplina, la sociedad, la comunidad científica, la política y la sanidad, “lloradas”. Porque nuestro llanto ya no genera lástima, ni dolor, ni interés, ni tan siquiera llama la atención. Nuestro llanto, por el contrario, tan solo provoca irascibilidad, rechazo, hartazón, cuando no ignorancia. Y no hay peor desprecio que no mostrar aprecio.

La rabia que provocan determinadas situaciones, la indignación de determinados comportamientos, la repulsa ante posiciones intransigentes, el rechazo a la falta de interés, la incomprensión a lo evidente… deben de dejar de provocar el llanto y empezar a generar el posicionamiento razonado, la fundamentación científica, la aportación evidente, la acción de la motivación, la inquietud del inconformismo, la decisión de la complicidad, el coraje de la fortaleza… que permitan la visibilidad de nuestros cuidados allá donde los prestemos.

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2017-2018, años de aniversarios

Han coincidido casi en el tiempo dos acontecimientos que marcaron claramente el desarrollo disciplinar y profesional de las enfermeras. El pasado 2017 se cumplieron 40 años de la entrada de los estudios de Enfermería en la universidad. Por su parte, en este 2018 se han cumplido también 40 años de la Declaración de Alma-Ata, que supuso un punto de inflexión en el abordaje de la salud y en el denominado nuevo modelo de Atención Primaria en España. La entrada de los estudios de Enfermería en la universidad significó un avance para el desarrollo disciplinar que, aunque no colmaba todas las expectativas iniciales, permitía ser optimistas. No fue una tarea fácil, pero el esfuerzo, el compromiso y la confianza de un grupo de enfermeras hizo posible vencer las resistencias que se generaron en torno a aquella decisión.

Estos 40 años han servido para tomar las riendas de la formación universitaria y para consolidar unos estudios que cambiaron radicalmente los planes de estudios, adaptándolos al paradigma enfermero, dando cabida a las nuevas realidades sociales y profesionales que, por ejemplo, el nuevo modelo de Atención Primaria, derivado de la Declaración de Alma-Ata, exigían. 
Sin embargo, nuestra posición en la universidad impedía el máximo desarrollo disciplinar. Muchas enfermeras tuvieron que acceder al doctorado a través de otras licenciaturas, pero ello no supuso un abandono de la Enfermería por parte de las mismas, claro indicador de fidelidad. No fue hasta la implantación del Espacio Europeo de Educación Superior cuando las enfermeras lograron romper el techo de cristal que les impedía crecer. Tras 40 años de permanencia en la universidad, la Enfermería está situada al mismo nivel que cualquier otra disciplina universitaria, a pesar de que muchos siguen intentando que no sea así.
Casi a la vez se producía otro hecho que cambió el papel de las enfermeras en las instituciones sanitarias. Los cambios organizativos derivados de la Declaración de Alma-Ata dieron lugar a la promulgación de la Ley General de Sanidad, que establecía las bases para el desarrollo de la Atención Primaria de Salud, propiciando que las enfermeras adquiriesen nuevos roles y protagonismo en el citado nivel de atención. Las consultas enfermeras, la participación comunitaria, la promoción de la salud, la Educación para la Salud, etc., constituían una oportunidad de crecimiento profesional autónomo no conocido hasta entonces y que las enfermeras supieron aprovechar situándose como referentes del nuevo modelo y de su desarrollo. Terminando este año, es necesario reflexionar sobre cuál es la situación actual tanto en la universidad como en la Atención Primaria, y cuál el papel que en ambos ámbitos juegan y pueden jugar en el futuro los profesionales enfermeros.
La universidad se ha convertido en un entorno hostil especialmente para las enfermeras. Los criterios de excelencia universitaria pasan por primar la investigación como mérito casi exclusivo de desarrollo según los indicadores de la Agencia Nacional de Evaluación de la Calidad y Acreditación (ANECA), que imponen unas exigencias difíciles de alcanzar para estas profesionales al situarlas al mismo nivel de las ciencias biomédicas, teniendo que competir en un mundo editorial mercantilizado y de muy difícil acceso para lograr los indicadores exigidos. Estas dificultades, unidas a los exiguos sueldos cobrados por el Personal Docente e Investigador (PDI), suponen un repelente para la aproximación de las enfermeras a la universidad, lo que genera nichos de ocupación para otras disciplinas con la siguiente colonización de las facultades y departamentos de Enfermería, que ven mermadas las plazas ocupadas por estas profesionales.
Por su parte, la Atención Primaria, escenario idóneo de desarrollo profesional de Enfermería, fue perdiendo progresivamente sus rasgos diferenciadores, en el que el paradigma enfermero encajaba perfectamente, para ser cada vez más asistencialista, biologicista, medicalizada, tecnologizada y centrada en la enfermedad, lo que claramente desplaza el modelo enfermero, que tiene que jugar cada día un papel más técnico. 
La oportunidad que la Atención Primaria supuso para las enfermeras se fue diluyendo por la marcada presión médica, la falta de planificación en la ordenación profesional, la nula voluntad política por crear plazas específicas de especialistas en Enfermería Familiar y Comunitaria, a pesar de estar formando especialistas desde hace más de ocho años, la deriva asistencial centrada casi exclusivamente en la demanda, el abandono de la promoción de la salud, la escasa participación comunitaria y la progresiva desilusión al ver cómo se desmoronaba el proyecto en el que tanto trabajo se había invertido.
Sin embargo, no es momento de desánimos ni de abandonos. A pesar de todo ello, las enfermeras podemos revertir esta situación a través de nuestra aportación específica, la generación de evidencias y el liderazgo de los cuidados enfermeros, adaptándonos, como muy bien sabemos hacer, a las circunstancias del momento. Ahora más que nunca las enfermeras debemos demostrar que nuestra aportación es exclusiva e imprescindible, en la universidad y en Atención Primaria, para el logro de las METAS deseadas.

Editorial Metas de Enfermería DICIEMBRE 2018 N° 10 Volumen 21