DE ORDEN Y DESORDEN

“Existen empresas en las cuales el verdadero método lo constituyen un cierto y cuidadoso desorden.”

 Herman Melville[1]

 

Recientemente he asistido a dos reuniones convocadas por el Ministerio de Sanidad de España en las que inicialmente se planteaban temas a abordar de gran interés tanto para las enfermeras, como para el Sistema Nacional de Salud (SNS) en general y la Atención Primaria y Comunitaria (APyC) en particular, como para la población a la que se atiende.

La primera de ellas era la constitución de la Comisión Científico-Asesora para la Iniciativa Marco en Cuidados del SNS (IMACU), que tiene como propósito definir, ordenar, y transformar un modelo organizativo de cuidados, que permita garantizar el derecho fundamental de la ciudadanía a recibir unos cuidados profesionales reconocidos en la Ley de Ordenación de las Profesiones Sanitarias (LOPS) como cuidados, que desarrollan y/o dirigen las enfermeras que actualmente forman parte del SNS, adecuados y de calidad.

Sin duda una muy buena noticia por cuanto por primera vez, el ministerio como máximo órgano en materia de salud a nivel nacional reconoce el valor de los cuidados profesionales enfermeros y la importancia de regularlos y visibilizarlos.

Una Comisión que está compuesta por representantes de sociedades científicas enfermeras, representantes sindicales y representantes de organizaciones ciudadanas y que complementa la comisión ya constituida de técnicas/os de los diferentes servicios de salud de las 17 Comunidades Autónomas (CCAA).

Sin embargo, el planteamiento de inicio realizado por las/os responsables del ministerio dejó más dudas que certezas sobre el fin real de la citada Comisión, por una parte, y de la Iniciativa en su conjunto por otra.

Porque plantear como punto de partida el desarrollo e implementación de la figura de la Enfermera de Práctica Avanzada (EPA) es, en sí mismo, un despropósito mayúsculo a la hora de hablar de ordenar los cuidados y su prestación.

Considero que es un despropósito no porque esté en contra de la figura de la EPA, en absoluto, sino porque considero que una Iniciativa de cuidados en la que previamente no existe una regulación/ordenación clara de las actuales figuras de las principales prestadoras de cuidados, es decir, enfermeras generalistas y enfermeras especialistas, es introducir nuevos y peligrosos elementos de confusión y confrontación, tanto entre las propias enfermeras, como con otros colectivos profesionales y con la propia población que es, no lo olvidemos, el principal objetivo sobre el que debemos centrar la atención y la acción.

Partiendo con que actualmente no existen criterios homogéneos, ni a nivel nacional ni autonómico, sobre cómo articular y coordinar a enfermeras generalistas y especialistas en espacios compartidos de atención; al no estar reguladas de manera clara e inequívoca las competencias de unas u otras; ni estar definidas las plazas en una gran parte de las CCAA lo que provoca que no se contraten especialistas a pesar de que, paradójicamente, esas mismas CCAA estén formándolas, lo que en sí mismo constituye un fraude de ley al estar invirtiendo dinero público en su formación que posteriormente a la misma no se recupera a través de su contratación para prestar cuidados específicos y especializados que complementen los que ya se vienen prestando por las enfermeras generalistas.

Por ello, plantear la incorporación de la EPA resulta desconcertante y altamente contradictorio por cuanto quien tiene la máxima responsabilidad de ordenar la profesión, es decir, el ministerio de sanidad a través de la Dirección General de Ordenación Profesional en coordinación con las CCAA a través del Consejo Interterritorial, haga suyo un planteamiento sin que haya resuelto la ordenación ya comentada y provocando de partida una situación de rechazo por parte de la gran mayoría de miembros que componen la Comisión, como así se trasladó.

Por otra parte, tratar de regular la prestación de cuidados profesionales para lograr una mayor efectividad y eficiencia en la forma de cuidar de la salud de la población, sin tener clara la importancia de dichos cuidados y cómo se deben integrar de manera clara y visible, a través de su institucionalización y la posibilidad de medir su impacto en la salud de la población mediante la generación de indicadores, es un brindis al sol que tan solo puede llevar a una nueva y triste frustración ante la inconcreción de algo tan trascendente como los cuidados no tan solo para las personas, las familias y la comunidad sino para el propio SNS. Construir la casa por el tejado nunca ha dado buenos resultados y las consecuencias han sido siempre desastrosas.

Así mismo, plantear una Iniciativa de cuidados por parte del ministerio de sanidad sin que el propio ministerio cuente con una enfermera como máxima responsable de los mismos en su organigrama es, igualmente, un error de partida que pone en manos de personas que no son ni expertas ni conocedoras de su complejidad la citada Iniciativa dado que la solución no pasa, como sucede, por la creación de asesorías que no tienen capacidad de decisión. Aspecto que, por otra parte, ya es sabido viene siendo reclamado y recomendado de manera sistemática por organizaciones tan poco sospechosas de corporativismo como la Organización Mundial de la Salud (OMS).

La inexistencia de un mapa de necesidades reales que no se circunscriba al discurso de la cronicidad que el propio SNS con su abordaje está cronificando, ni de la dependencia que el SNS paternalista hace más dependiente, ni de la desigualdad social que con las decisiones políticas neoliberales conducen a un empobrecimiento de la atención de los servicios públicos en favor de los privados con un aumento desmesurado en la contratación de seguros privados que favorecen la desigualdad a través de una atención pública para pobres que se corre el riesgo de convertir en beneficencia, una atención privada de muy baja calidad en aquellos casos de primas muy reducidas, ya que nadie da euros a cincuenta céntimos, atención privada para clases medias altas y atención para clases ricas que podrán acceder a todos los servicios mediante el pago de su altísimo coste. Es decir, una clarísima inducción a la desigualdad tanto social como de acceso a la salud de calidad como derecho fundamental. Así mismo resulta imprescindible la identificación de unos cuidados que se centren en la salud y su promoción y no exclusivamente en la enfermedad tal y como se plantean.

La ausencia de una planificación de las necesidades de profesionales en base, no de unas ratios que no responden a la demanda real, sino de las necesidades derivadas de la población a atender y del contexto en que vive, tampoco propicia una adecuada Iniciativa como la que se plantea.

Plantear una Iniciativa de cuidados en la que, por un lado, se habla de EPA, mientras se desarrollan titulaciones de formación profesional para la prestación de cuidados en residencias con una evidente merma de la calidad y despreciando a las especialistas en enfermería geriátrica, no es un buen comienzo.

Seguir manteniendo una absoluta desconsideración hacía las enfermeras especialistas en salud mental ante una situación de gravedad como la que plantea la sociedad actual con relación a la soledad, la juventud, el suicidio, el acoso… y la necesidad de cuidados que generan, mientras se siguen haciendo abordajes medicalizados, estigmatizadores, fragmentados y sin continuidad es no tan solo un despropósito sino una falta de consideración hacia la población.

No plantear la coordinación de los equipos de APyC con consultores de las especialidades enfermeras de pediatría, salud mental, trabajo, geriatría, que facilite la continuidad de cuidados y la eficacia de la atención, en lugar de plantear su incorporación en los equipos básicos es replicar el modelo médico-centrista hospitalario que es claramente ineficaz e ineficiente.

Una iniciativa de cuidados requiere de entrada una seria, firme y decidida apuesta por un modelo de cuidados frente a un modelo curativo como al que hasta el momento existe y obvia, olvida y desprecia sistemáticamente los cuidados.

Pero, al menos se ha planteado desarrollar la iniciativa, lo que ya es un avance significativo con relación a lo hecho hasta la fecha en que ni tan siquiera se planteaba como opción. Pero esto, con ser importante, no es suficiente, ya que debe existir un compromiso y voluntad política de que la iniciativa no se quede, como tantas estrategias, proyectos o programas en meras propuestas o durmiendo el sueño de los dioses en cajones ministeriales y que tan solo sirven para malgastar tiempo, esfuerzo y trabajo al mismo tiempo que generan desconfianza, desilusión y frustración.

Lo dicho se ve reforzado por lo acontecido en la segunda reunión a la que hacía referencia al inicio y que tenía por objeto la presentación de resultados del estudio “Adaptación de la Atención Primaria a las necesidades actuales de la población española”. Un estudio encargado por el ministerio de sanidad a una consultora en el que intervinieron sociedades científicas de diferentes disciplinas, organizaciones ciudadanas y técnicos de la administración, así como diferentes expertas/os.

Pues bien, ya desde el principio, en la presentación de los resultados por parte de la responsable de la consultora, quedó patente lo que acabaría siendo una triste realidad al no hacerse mención alguna a los cuidados o a las enfermeras, ni una sola vez. A pesar de estar presentando unos resultados que, según lo que reza el título del proyecto hace referencia a las necesidades de la población. Unos resultados absolutamente sesgados en los que se puso el acento exclusivamente en la enfermedad, el asistencialismo, la tecnología y en único grupo profesional, el médico. Algo que sin duda no se ajusta a las necesidades actuales de la población por mucho que aparezca como título del estudio.

Tras la presentación, transmití mi desacuerdo y profundo malestar por la presentación de dichos resultados a la consultora, quien me dio la razón y me comentó que tenía muchas presiones (sic), lo que no deja de ser muy significativo y preocupante. Presiones de quién o de quiénes… preferí no saberlo y que coincidiese con todas mis sospechas.

Pero, esto fue tan solo el preludio de un discurso monocorde que se repitió en el resto de la Conferencia con el desarrollo de unas mesas cuya composición, por si quedaban dudas, dejaba bien patente cuál era el interés del Ministerio y de quienes han desarrollado el proyecto, en destacar y poner en valor las necesidades del colectivo médico. Sus peticiones sobre el exceso de demanda, falta de médicos, falta de reconocimiento… unas mesas claramente reivindicativas de mejoras para el colectivo médico y alguna referencia errática y de compromiso hacia otras cuestiones que quedaron en anécdotas ante el apabullante discurso médico-centrista.

De igual manera quedó patente la falta de interés del ministerio por otra cosa que no fuese el criterio médico al identificar a las/os expertas/os que participaron en el proyecto y entre las/os cuales no se contó con ninguna enfermera.

Ante estos hechos que en ningún caso son subjetivos y si muy preocupantes creo se puede entender la desconfianza que genera la IMACU pues, quienes la plantean, son las/os mismas/os que en el estudio de necesidades ignoran a los propios cuidados y a quienes los prestan, las enfermeras, despejando las dudas que planteaba sobre si la propuesta es una apuesta real por los cuidados o tan solo una nueva puesta en escena que, además, coincide con una muy próxima contienda electoral. Y no creo en las casualidades, pues todo es casual.

Lo que debiera arreglarse o corregir irregularidades o deficiencias, poniendo orden, en orden a las necesidades y demandas de cuidados, de manera ordenada, de orden de quien tiene la responsabilidad y, por tanto, la obligación de hacerlo, consignando las órdenes de lo que ha de hacerse, llamando al orden a quien o quienes no se ajusten a lo que se ordena con el fin de ponerse a la orden del día de aquello que es preciso, para evitar actuar sin orden ni concierto, alocadamente y sin planificación, es justamente lo que no tan solo no se hace sino que parece que se actúe para evitarlo y generar confusión y alteración del orden en un claro exceso y abuso de poder o en una manifiesta falta de criterio y de orden mental que induce al desorden permanente.

Tras este galimatías ordenado sobre el orden y el desorden, concluyo en que los cuidados lamentablemente siguen sin ser considerados en orden a su importancia y en el orden de prioridades que les corresponde.

Posiblemente las únicas que, realmente, tengamos la capacidad de poner orden en los cuidados seamos las enfermeras y si nosotras no asumimos la responsabilidad, no ya de hacerlo, sino de exigirlo, seguirán sepultados en la ignominia administrativa de quienes quieren hacer creer lo contrario con propuestas efectistas que no efectivas.

Y es que tal como dice Rafael Barrett[2], “Las autoridades no son verdaderamente lo que deberían ser. De ellas suele partir el desorden y el peligro. A veces es necesario un motín para restablecer el orden.” Y yo ahí lo dejo

[1] Escritor, novelista, poeta y ensayista estadounidense, del período del Renacimiento estadounidense (1819-1891).

[2] Escritor, narrador, ensayista y periodista español (1876-1910)

NEURONA vs TESTOSTERONA Razón vs Pasión

 

Lo que la razón teje, la pasión lo deshace”

Alexander Pope[1]

 

A las puertas de una nueva campaña electoral, podría pensarse, aunque tan solo fuese como reclamo para la captación de votos, aún a sabiendas de la corta, por no decir nula, veracidad de los mensajes trasladados, que los mismos contendrían promesas de una mayor consideración a la profesión enfermera que no fuesen tan solo oportunismos electorales.

Sin embargo la realidad es muy tozuda y acaba por dejar al descubierto las verdaderas intenciones de unos u otros cuando se realizan propuestas que suponen supuestas pérdidas de privilegios para quienes siempre han controlado, manejado y manipulado el sistema a su antojo, imagen y semejanza profesional y a los miedos de las/os políticas/os que siguen considerando a dicho lobby de poder como el gran peligro para sus intereses, por lo que son incapaces de mantener, apoyar o defender ni una sola de las acciones, cambios o estrategias que puedan ser contestadas y rechazadas por el mismo, aunque los argumentos, evidencias o justificaciones sean tan débiles como muchas veces inexistentes.

De tal manera que constantemente nos encontramos inmersos en el juego del ratón y el gato. Porque las/os políticas/os en su habitual ambigüedad, permanente hipocresía, constante cinismo y tradicional mediocridad aliadas con la lentitud administrativa, legislativa y jurídica de nuestro sistema político-administrativo que se alía como un eficaz contendiente contra la eficacia y la eficiencia en la toma de decisiones que, además, es utilizada de manera perversa, utilitarista, interesada y oportunista por quienes lanzan mensajes de supuestos y esperanzadores cambios organizativos de un modelo tan caduco como ineficaz e ineficiente, pero sabiendo que los mismos no se llevarán a cabo ante la reacción furibunda de quienes ven amenazados los privilegios narcisistas del protagonismo y autoritarismo corporativo autoasignado por el lobby de poder y mantenido y consentido por las/os decisoras/es de turno con independencia de la tendencia política de las/os mismas/os, que acaban sucumbiendo a su impositivo y excluyente criterio amparados en las leyes que permiten la subsidiariedad e impiden cualquier cambio por necesario o importante que este sea, siempre que el mismo sea interpretado, que es casi siempre, como un agravio a la supremacía de la bata blanca y fonendo al cuello como iconos de adoración.

Son muchos, casi diarios, los casos en los que las declaraciones, manifestaciones, posicionamientos, ataques, amenazas, descalificaciones… realizadas por representantes de diferentes organizaciones del colectivo médico ante cualquier propuesta de cambio, de liderazgo o de planteamiento de atención que se aparte de lo que, desde dicho colectivo, entienden vulnera los principios básicos de su estatus, parcela de poder o protagonismo exclusivo, desde el argumento de una supuesta competencia profesional que realmente es un celo desmesurado por controlar lo que interpretan como propiedad desde el pensamiento excluyente del mi, me, conmigo, como forma de ser, pensar y actuar.

Tratar de enumerar, analizar y rebatir cada uno de ellos supondría un ejercicio de dedicación exclusiva al desagravio que no merece la pena, porque supone entrar en el juego de contraponer la neurona de la razón a la testosterona de la pasión visceral y sin mayor argumento que el intento de posesión absoluta de todo y todos.

Pero, como decía al inicio, los comicios electorales suelen ser propicios a desmanes de proporciones tan desmesuradas y ofensivas como inoportunos e innecesarios.

Para muestra valgan las declaraciones realizadas por el máximo representante de los médicos en Tenerife, el Presidente del Colegio de Médicos, ante la estrategia de gestión de la demanda impulsada desde el Gobierno Canario y que es interpretada por dicho representante con argumentos tan pasionales, como poco fundamentados al identificarlos como una injerencia y una “sustracción” de competencias para entregársela a las enfermeras saltándose las leyes para ello (sic). Pero tales declaraciones tan solo son el principio de un argumentario, tan simple, populista como efectista, de cara a sus fieles seguidores, al que incorpora afirmaciones como que “lo que se pretende es castigar un poco a los pacientes que acuden sin cita haciendo que sean vistos por una enfermera, vulnerando las leyes” o cuando remata con que “ellos (los médicos) son los interlocutores principales con el paciente” en una clara muestra de su obsesión posesiva para con todo y todos, sus pacientes, sus enfermeras…, pero es que además declara, en una clara muestra de absolutismo, que “la mayoría de los enfermeros no quieren” haciendo suya la posesión de la verdad absoluta y poniendo voz a quienes ataca como intrusistas. No contento con lo ya expuesto, considera que es bueno incorporar elementos de confrontación entre pacientes y enfermeras cuando asevera que “los pacientes se pueden negar a ser vistos por una enfermera”, en su intento por recuperar, a través del arte de la manipulación, lo que consideran de su propiedad exclusiva, aunque para ello tengan que retorcer la realidad y dotarla de un dramatismo que les sitúe a ellos como salvadores y exclusivos sanadores al tiempo que víctimas de la conjura por arrebatarles competencias y a las enfermeras como usurpadoras que se prestan a los malévolos intentos del gobierno de Canarias por quitárselas, con lo que logran un nuevo y perverso objetivo como es el de enfrentar a médicos y enfermeras que en la inmensa mayoría de ocasiones no tienen problema alguno en compatibilizar el trabajo trasndisciplinar desde el que los marcos competenciales se desdibujan para reforzar y poner en valor los objetivos centrados en las personas, las familias y la comunidad.

Todo este cúmulo de desafortunadas y lamentables declaraciones esconden una evidente falta de autocrítica a una gestión de la demanda que ellos mismos han sido incapaces de controlar eficazmente, al generar el efecto contrario, es decir, una demanda inducida, insatisfecha y dependiente que satura sus agendas y que, paradójicamente, utilizan de excusa para justificar listas de espera, demoras y demandas laborales… que cuando se intenta solucionar, ante su falta de respuesta para hacerlo, se revuelven contra quienes no tan solo no cometen ninguna ilegalidad sino que tan solo dan respuesta a su capacidad competencial para atender a las personas tanto en la salud como en la enfermedad desde la prestación de cuidados profesionales de manera integral, integrada e integradora, eficaz y eficiente. Respuesta que, hay que recordar, ni es nueva, ni supone sustracción alguna de competencias, ni representa un enfrentamiento contra nada ni contra nadie, ni pretende suplantar ni sustituir a ningún profesional. La salud es demasiado importante como para que esté en manos exclusivamente de los profesionales de la salud y mucho menos en manos de una exclusiva profesión. La atención compartida forma parte del trabajo transdisciplinar que debiera ser la metodología de actuación de los equipos de salud, en lugar de la asistencia paternalista y protagonista que se pretende perpetuar. Por último cabe recordar también que lo que se propone desde el gobierno de Canarias es algo que en muchos países está incorporado con absoluta normalidad sin que suponga rechazo alguno ni por parte de la población ni del colectivo médico y que está avalado por las principales organizaciones internacionales de salud con resultados óptimos de satisfacción y resultados en salud.

Por su parte, los medios de comunicación una vez más, contribuyen a la confusión, el alarmismo y la distorsión de la realidad con su peculiar manera de abordar la información desde una perspectiva en la que centran la atención en una sola dirección, contrastar datos y sin contar con otras voces que no sean las de quienes identifican como únicos protagonistas de la sanidad, que no de la salud. La Televisión Canaria que se hace eco de la noticia, realmente lo que hace es de portavoz amplificando la voz del Colegio de Médicos de Tenerife al difundir una información sesgada que contribuye a que la población se posicione en contra de una atención que trasladan como negativa con nula neutralidad informativa y claro sesgo sensacionalista y alarmista, al dar voz tan solo a una de las partes intervinientes en un conflicto que contribuyen a generar artificial, oportunista e interesadamente.

Este hecho que repito ni es aislado ni esporádico, se ve reforzado con aportaciones que mezclan la opinión generada como consecuencia de la acción victimista trasladada por parte de determinados sectores del colectivo médico, como el referido anteriormente, con la información sesgada por parte de algunos medios de comunicación. Este es el caso, por ejemplo, de la reciente noticia publicada en un medio al respecto del último barómetro sanitario publicado por el Ministerio de Sanidad y el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) que, al menos en teoría no ofrecen sospechas de imparcialidad y rigor sobre los temas abordados[2]. En el citado barómetro los ciudadanos valoran mejor la atención prestada por enfermeras con relación a la ofrecida por los médicos. Hasta aquí todo parece correcto ya que se aportan los datos estadísticos que justifican esta afirmación. Pero el medio en cuestión que entrevista al Presidente del Foro Español de Pacientes, concluye en el relato que dicha elección es achacable “al trato cercano con la enfermera en comparación con el médico”. Utilizar el verbo achacar al referirse a los datos significa tal como se define por parte de la RAE “atribuir algo, especialmente una falta o culpa a una persona o cosa”. Es decir, es en sí mismo, un claro sesgo de la información pues está estableciendo que la mejor atención por parte de las enfermeras es una falta o culpa. No se trata de una interpretación por mi parte, es tan solo el hecho de analizar la utilización de las palabras que nunca es inocente y que no atribuyo a una casualidad.

Por su parte el Presidente del Foro Español de Pacientes, más allá de poner en valor la aportación de las enfermeras justifica que los médicos no tengan mejor valoración por su mayor presión asistencial, haciendo suyos los argumentos que machaconamente trasladan desde el colectivo médico y rebajando así la importancia de esa mejor valoración hecha por la ciudadanía, lo que no deja de ser una absoluta interpretación subjetiva que no puede nunca avalar el resultado del estudio. Finalmente el presidente, en su particular argumentario de descarga hacia los médicos, incide en el hecho de que las enfermeras tienen ese mejor trato porque “tienen un tiempo que a veces el médico no dispone de él”, como si el tiempo tuviese dimensiones diferentes para médicos y enfermeras, cuando la realidad es que el tiempo es el mismo para todos y que lo que puede suceder es que se gestione de diferente manera y por tanto con resultados diferentes. Para apostillar con el argumento de que “si el médico tiene más tiempo puede surgir una conexión mucho más fácil” rizando el rizo en su intento por disculpar el que los médicos sean peor valorados por la población. Aunque Termina su intervención con una afirmación que justifica los resultados cuando dice “Las enfermeras en Atención Primaria son muy necesarias porque aumentan la calidad de vida de los pacientes y aportan fortaleza al Sistema Nacional de Salud (SNS)”. No entiendo pues por qué tiene que estar justificando la diferencia de valoración en lugar de centrarse en lo que finalmente concluye que, por otra parte, es lo que aporta el estudio del CIS. Aunque a lo mejor sale algún representante médico que trata de convencer de que dichos datos han sido “cocinados” para ir en su contra, como hacen algunas/os representantes políticos con las encuestas que no les son favorables.

Finalmente queda claro que la ciudadanía está muy por encima de las manifestaciones fuera de lugar y de las informaciones sesgadas a la hora de valorar la atención prestada más allá de las guerras competenciales que interesadamente se quieran generar.

En cualquier caso y por concluir con esta reflexión, cabe señalar que estas situaciones no se modificarán, ni será posible revertirlas sino se realizan cambios legislativos que eliminen las barreras que aún hoy siguen vigentes y hacen inviables cualquier estrategia de cambio en la que se plateen asunción de competencias por parte de las enfermeras. No porque no tenga dichas competencias y la capacidad de desarrollarlas, sino porque la legislación actual sigue dando argumentos judiciales, que no científicos, para seguir manteniendo a las enfermeras bajo el autoritarismo, que no autoridad, médica y con ello perpetuar su narcisismo y protagonismo exclusivos.

De nada van a servir anuncios de iniciativas, proyectos o programas en las que las enfermeras tengan visibilidad, voz y valor sin la voluntad y valentía políticas para vencer las resistencias del poder médico y favorecer su desarrollo efectivo y que no tan solo se queden en brindis al sol y declaraciones de intenciones.

Lo contrario supone una infrautilización del talento y el valor de las aportaciones específicas y autónomas de las enfermeras y con ello un claro compromiso de la calidad de la atención a la salud de las personas, las familias y la comunidad.

Es deseable que para responder a situaciones o propuestas organizativas se evite hacerlo desde la secreción de testosterona que impide la generación de ideas, limita el análisis de situaciones, anula la reflexión y el pensamiento crítico, favoreciendo la imposición acrítica e irreflexiva desde la pasión irracional y por el contrario se utilicen las neuronas que favorece anular los efectos anteriores y facilitan el diálogo, el debate, el consenso y la razón.

[1]Poeta inglés (1688-1744).

[2] https://www.redaccionmedica.com/secciones/enfermeria/-por-que-los-pacientes-prefieren-enfermeros-a-medicos-3-claves-lo-explican-6048

 

 

DOCENCIA, CUIDADOS Y DESHUMANIZACIÓN Alma, corazón y vida

 

El alma es aquello por lo que vivimos, sentimos y pensamos”

Aristóteles [1]

 

El pasado 7 de abril leía en el diario EL PAÍS[2] la profunda y demoledora reflexión de la extraordinaria Profesora de la Universidad de València la Dra. Adela Cortina, titulada “La Universidad, al margen de la ley”.

En ella la Profesora Cortina disecciona con precisión y crudeza la actual situación de la Universidad, no tan solo española sino iberoamericana e internacional. Una situación en la que, según sus palabras, la Universidad está perdiendo el alma. El alma de la educación que ha decidido vender al diablo encarnado en la supuesta excelencia investigadora de sus miembros, abocados, posesos, abducidos por la métrica del sexenio y de los rankings por los que actualmente se rigen las Universidades. Una mezquina manera de abandonar el compromiso con la enseñanza/aprendizaje, con la búsqueda del conocimiento compartido entre estudiantes y profesorado. Una corriente que anula el pensamiento crítico para sustituirlo por el pensamiento único de la publicación a cualquier precio, incluso el de acabar con la educación que, no lo olvidemos, desde que se crearan las primeras universidades, siempre fue el de la búsqueda y construcción del conocimiento, la ciencia, el saber… a través de la enseñanza-aprendizaje.

No voy a replicar la exposición de hechos, ideas, evidencias y motivos plasmados por la Dra. Cortina y sobre los que yo mismo reflexioné en las entradas de mi Blog[3], “SEXENIO DOCENTE Docencia y decencia, pese a quien pese”[4], “DOCENCIA EN ENFERMERÍA Y FUTURO DE LAS ENFERMERAS Universidad, inmovilismo y mercantilismo”[5] y en “¿DOCENCIA ENFERMERA EN PELIGRO DE EXTINCIÓN?”[6]. Pero considero que es necesario detenerse a valorar qué es lo que está pasando para que las/os docentes hayamos caído en la trampa sin oponer más resistencia que la del pataleo o la discusión de corrillo o pasillo. Que hayamos sucumbido a la dictadura de una acreditación investigadora perversa, maniquea, manipuladora y destructora, sin la que, también es cierto, la Universidad no permite avanzar en la carrera académica. Que hayamos creído finalmente que es el único camino posible para la excelencia académica al aceptar como propios los postulados de quienes se han erigido en defensores acérrimos de una cruzada que, como cualquier cruzada, es absolutamente innecesaria y reprobable y que se sustenta en admitir como dogma de fe exclusiva y excluyente la publicación en revistas que la maquinaria mercantilista editorial sitúa como de alto impacto.

Un proceso que la propia Universidad ha adoptado, aceptado y comprado porque con él va asociada su posición en los no menos perversos y dudosos rankings de excelencia universitaria tanto nacionales como internacionales con los que entra en esta absurda, pero tan bien articulada competición.

Una tormenta perfecta ideada, montada, implementada y desarrollada de manera homogénea y estandarizada en todas las Universidades que acaba alienando a todo el profesorado, si quiere subsistir en ese contexto de competencia creada artificialmente, o que somete al ostracismo a quienes se niegan a asumir esas reglas de juego para permanecer en su “particular” excelencia docente que la Universidad y las agencias creadas a su alrededor para alimentar este sistema, han decido que no tiene valor o, al menos, uno infinitamente menor al que han otorgado a los idolatrados sexenios de investigación.

Pero como digo el sistema es tan perverso que se vuelve en contra de aquellos que, en teoría lo sostienen y alimentan. Y lo hacen creando verdaderos depredadores de las publicaciones que se convierten en una obsesión para quienes ven en ellas su manera particular de reflejar su supuesto prestigio y excelencia investigadora que, a la vez, contribuye a nutrir la voracidad de las instituciones universitarias por contar con los investigadores más prolíficos y, sobre todo citados, sin que les importe demasiado los medios que se utilicen para ello si los resultados les sirven para escalar puestos en las competiciones en que participan y que configuran los rankings de una supuesta calidad que se mide en base a dichos parámetros perversos.

Hasta tal punto se genera una paranoia que lo que parece un modélico sistema de acreditación puede desembocar en casos como los del “prestigioso” profesor de la Universidad de Córdoba (UCO) Rafael Luque que publica un estudio cada 37 horas, y que recientemente ha sido suspendido de empleo y sueldo por trece años, por firmar sus trabajos como investigador de la Universidad Rey Saúd, de Riad (Arabia Saudí), y de la Universidad Rusa de la Amistad de los Pueblos, en Moscú[7]. Es decir, no se cuestiona que haya firmado en lo que va de año más de 54 artículos en las principales revistas científicas o más de 700 en los últimos años, sino su vinculación con otras universidades con las que firmaba parte de dichos trabajos, aunque no exista la constatación de una remuneración periódica, sino de viajes y alojamientos de lujo en sus visitas académicas a dichas universidades. Paradójicamente esta sanción le supondrá a la UCO descender en el ranking de Shanghai por la sanción impuesta al investigador que le desvincula de la misma, lo que provocará que deje de generar el anhelado impacto para mantener la actual posición en el ranking. Mientras tanto, las dos Universidades a las que se le vincula seguirán manteniendo dicho impacto que, por otra parte, es la razón por la que se le fichó. El propio profesor expedientado ha manifestado que todo es una vendeta producto de la envidia. Lo único cierto, más allá de las conjeturas, interpretaciones o planteamientos que al respecto se puedan o quieran hacer es que el mercado de las publicaciones no se detiene. El conocimiento cuyo principal sentido es que circule y sea compartido queda seriamente comprometido o, cuanto menos, cuestionado, al hacerlo al mejor postor, que en este negocio es quien más alto precio fija para que se publiquen los trabajos, estableciendo una nueva y perversa relación de coste – beneficio que se rige por las leyes del mercado y no del conocimiento científico que bajo estas premisas no es posible establecer de manera rigurosa la garantía de que la calidad de lo publicado sea proporcional al precio pagado, por alto que este sea.

Este caso es posiblemente el más llamativo y mediático, pero no es, seguro, el único que reúne idénticos componentes perversos generados y alimentados por el propio sistema, a la vez que tolera y admite como natural, siempre que se mantenga en un orden de apariencia que no distorsione en exceso el escenario de aparente rigor científico, para así poder seguir manteniendo el negocio, aunque ello suponga tener que vender el alma de la docencia.

Pronto oiremos, como ya sucede con el Sistema Sanitario, que hay que rehumanizar la Universidad. En ambos casos dicho planteamiento supone en sí mismo un reconocimiento expreso de que no se actúa desde la humanización que debe ser exigible y deseable en ambos contextos.

Y es que en el Sistema Sanitario se ha producido un fenómeno similar al descrito en la Universidad, pero que en su caso lleva muchos lustros manteniéndolo y por tanto perdiendo también el alma de la atención a la salud que, básicamente, y no por ello quiero decir que sea menor, se fundamenta en la prestación de los cuidados que han ido perdiendo, no tan solo visibilidad, sino valor, al situarlos muy por debajo de la tecnología y el asistencialismo a la enfermedad, que han desplazado a las personas como referentes de la atención, pasando a ser meros sujetos o “material” para los métodos que sobre ellos se aplican en el estudio de sus enfermedades.

Lo peor de todo es que ha sido el propio Sistema y los que lo controlan, quienes han establecido las reglas de juego en las que lo trascendente y lo que da prestigio tanto profesional como institucional no es la calidad de la atención prestada o la humanización alcanzada en la misma, sino la técnica más avanzada, el tratamiento más innovador, la tecnología de última generación o el trasplante más arriesgado. Aspectos todos ellos que, siendo importantes y trascendentes, no pueden ni deben minimizar, ocultar o eliminar la acción cuidadora que resulta fundamental para la salud de las personas, que queda eclipsada, desvalorizada y olvidada, hasta el punto que se pierde la humanización que, de manera más publicitaria que real, ahora se dice querer recuperar. Y digo que más publicitaria que real, porque no se toman decisiones, ni medidas, ni acciones que permitan recuperar el valor de los cuidados y con ellos la humanización que requiere situarlos al nivel de la dignidad humana, quedando todo en una declaración de intenciones o en brindis al sol realizados en discursos oportunistas.

No es que hayan desaparecido los cuidados, porque mientras haya enfermeras se prestarán cuidados, lo que sucede es que no se visibiliza ni reconoce la aportación específica de las enfermeras y de sus cuidados profesionales y el impacto que los mismos tienen en la promoción de la salud, la prevención de la enfermedad, la recuperación, la rehabilitación y la reinserción de las personas, las familias y la comunidad. Los cuidados no están institucionalizados en la misión y visión del Sistema Sanitario.

Como pasa en la Universidad, en Sanidad lo importante es hacer cuantas más consultas, intervenciones, pruebas… mejor, como indicador de excelencia y calidad, cuando realmente se trata de números que tan solo obedecen a un sistema que genera una gran demanda inducida e insatisfecha y provoca una alta dependencia, siendo incapaz de establecer criterios de calidad y satisfacción relacionados con los cuidados recibidos. Pero es en base a dichos indicadores por los que se establecen los particulares rankings de hospitales y otras instituciones sanitarias altamente jerarquizadas y con una organización centrada en la enfermedad, lo que provoca respuestas muy ineficaces e ineficientes que se mantienen muy por encima de lo mínimamente razonable, porque es el sustento que retroalimenta de manera permanente al sistema y a quienes lo controlan desde el narcisismo y los egos corporativistas, con el beneplácito de quienes lo gestionan desde las instituciones políticas, en una espiral de la que resulta muy difícil salir y que, realmente, no se quiere o se teme romper, para establecer un modelo que elimine las normas impuestas, los estándares obsoletos, la organización caduca y los dañinos estereotipos asumidos. Un sistema en el que se valore tanto a quienes actúan ante la enfermedad, como con quienes lo hacen cuidando la salud y que, en ambos casos, sea capaz de hacerlo y exigirlo desde la humanización que nunca se debió perder o se quiso eliminar.

Tanto la Universidad como el Sistema Sanitario precisan recuperar su alma para dar respuesta a las necesidades, demandas y exigencias que tanto la educación como el cuidado de la salud de las personas precisan recibir con la calidad y la calidez que la dignidad humana requiere. Todo lo cual acaba por beneficiar a los “Señores de la Salud” que trafican con ella, con el beneplácito de quienes actúan como espectadores o incluso actores de dicho negocio, con sus decisiones políticas.

La investigación, la técnica, las publicaciones científicas, deben seguir siendo elementos fundamentales de la Universidad y el Sistema Sanitario, pero sin que ello signifique anular o menospreciar la educación y los cuidados, como acciones indispensables para generar, construir o desarrollar el conocimiento y la salud, como alma que son de ambos contextos. La valoración de todo ello debe regirse, además, por modelos capaces de medir las aportaciones singulares de docentes, investigadores y profesionales de la salud sin que se excluya ninguna aportación esencial o se de mayor peso a unas sobre otras y sin que faciliten, promocionen o generen nichos de negocio con apariencia de excelencia que benefician a unos pocos, someten a una gran mayoría y excluyen o menosprecian a otros.

Lo que hoy no se valora, la docencia y los cuidados, en un futuro se lamentará si no somos capaces de poner freno a la especulación y al negocio que con ellos se está realizando.

Tal como dijera Platón[8], “El conocimiento es el alimento del alma”, por lo que dependerá de la calidad de dicho conocimiento el que el alma de la Universidad se mantenga viva y fuerte. Por su parte sería bueno que el Sistema Sanitario, como dijera Wayne Dyer[9] “Comenzara a verse como un alma con un cuerpo en lugar de un cuerpo con un alma”

Posiblemente, por ser el alma algo abstracto, invisible, espiritual, en una sociedad altamente utilitarista, individualista y competitiva, no se perciba como necesaria, ni tan siquiera como identificable, ni para la docencia ni para la sanidad que buscan la inmediatez de los resultados y la solidez palpable que aporta una publicación o un órgano con los que seguir manteniendo los actuales modelos de mercado universitario y sanitario. El alma es etérea y abstracta, y como tal sujeta a sentimientos y emociones que tan mal se llevan con las leyes de mercado.

Las enfermeras, tanto en la Universidad como en el Sistema Sanitario, tenemos mucho que decir y que aportar. Esperar a que otras/os lo hagan por nosotras/os es contribuir a la deshumanización y a nuestra opacidad tanto docente como científico/profesional.

Como inmortalizaran Los Panchos[10] necesitamos alma para conquistar el conocimiento y los cuidados, corazón para quererlos y vida para seguir aprendiendo, enseñando y cuidando[11].

[1]Filósofo, polímata y científico griego nacido en la ciudad de Estagira, al norte de la Antigua Grecia (384 ac-322 ac).

[2] https://elpais.com/opinion/2023-04-07/universidad-al-margen-de-la-ley.html

[3] http://efyc.jrmartinezriera.com/

[4] SEXENIO DOCENTE Docencia y decencia, pese a quien pese

[5] http://efyc.jrmartinezriera.com/2019/12/13/docencia-en-enfermeria-y-futuro-de-las-enfermeras-universidad-inmovilismo-y-mercantilismo/

[6] http://efyc.jrmartinezriera.com/2019/03/03/docencia-enfermera-en-peligro-de-extincion/

[7] https://elpais.com/ciencia/2023-03-31/suspendido-de-empleo-y-sueldo-por-13-anos-uno-de-los-cientificos-mas-citados-del-mundo-el-espanol-rafael-luque.html

[8] Filósofo griego seguidor de Sócrates y maestro de Aristóteles (427 ac – 347 ac).

[9] Psicólogo y escritor de libros de autoayuda estadounidense (1940 – 2015)

[10] Trío musical romántico internacional formado por los mexicanos Chucho Navarro, Alfredo Gil y el puertorriqueño Hernando Avilés en la década de los 40 en la Ciudad de México.

[11] https://acordes.lacuerda.net/panchos/alma_corazon_y_vida

 

 

 

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LOS FANTASMAS Y LAS AMENAZAS DE LOS CUIDADOS La historia interminable

Es mucho más fácil matar a un fantasma que a una realidad “

Virginia Wolf[1]

 

Los cuidados profesionales a lo largo de las últimas décadas y fundamentalmente desde que la Enfermería entró en la universidad en 1977 ha tenido diferentes etapas que han provocado que su identificación, visibilización, valoración y referencia haya sido tan diversa como cambiante y en ocasiones contradictoria y extraña.

Antes de la incorporación de los estudios de Enfermería en la Universidad, los cuidados fueron invisibilizados y desvalorizados como consecuencia de la paralización de las reformas emprendidas durante el gobierno de la 2ª República en la profesionalización de la enfermería y llevaron a que, con la instauración de la dictadura tras la guerra civil, no tan solo se acabase con los proyectos iniciados sino que se sometiera a la enfermería, como se hizo con las mujeres, a un ostracismo absoluto y a una dependencia total de los médicos que identificaban a las enfermeras como sus servidoras dóciles, insignificantes, obedientes y solícitas a sus órdenes. Los cuidados en esta fase pasaron a ser una labor femenina como prolongación de la que se realizaba, esperaba y exigía en el ámbito doméstico, pero sin mayor valor ni reconocimiento que el de la amabilidad, la entrega y la compasión.

La supuesta y tramposa unidad de matronas, enfermeras y practicantes en una misma titulación cuya denominación, Ayudante Técnico Sanitario (ATS), no dejaba lugar a dudas sobre lo que de ellas se esperaba, se exigía y de lo que de ellas no debía consentirse, condujo a una separación de la docencia por sexos (ATS femeninas y ATS masculinos) que, además, era impartida por médicos casi exclusivamente en instituciones religiosas, en el caso de las mujeres, y en las facultades de Medicina, en el caso de los hombres, y en la que los cuidados no dejaban de ser una anécdota sin importancia pues el verdadero objetivo era el de obtener fieles y obedientes ayudantes para la realización de las técnicas que los médicos no querían hacer por considerarlas menores o simples en el ámbito sanitario que ellos planificaban y organizaban para dar cumplida respuesta a sus necesidades de desarrollo profesional, que no de las personas a las que se asistía en las mismas. Son los años del desarrollo de los grandes hospitales que requieren de mano de obra barata y obediente, para lo que, en muchos de ellos, se crean escuelas para responder a necesidades alejadas de los cuidados. Escuelas, algunas de las cuales, aún existen como adscritas a universidades, lo que, sin entrar en valoraciones sobre la calidad de su docencia, no deja de ser un claro anacronismo que no tiene parangón con ninguna otra disciplina, situando nuevamente a Enfermería como excepcionalidad, en el ámbito de la Academia como ha sucedido en otros casos con las venias docentes etc.

El ATeSeismo[2] hizo muchísimo daño a la Enfermería, logrando posiblemente lo que se pretendía con su creación, ya que nada es casual. La separación por sexos condujo a que se estableciesen dos tipos de profesionales. Las ATS femeninas que seguían siendo identificadas como enfermeras, aunque desprovistas de toda ciencia e identidad profesional y los ATS masculinos que seguían teniendo como referencia a los extintos practicantes, pero con idéntica anulación de ciencia e identidad enfermera, aunque en su caso se nutrían de la parte de ciencia médica que interesaba a quienes la cedían. Esta división se traducía en una animadversión de unos/as hacia otros/as y en una servidumbre a la clase médica tanto de unas como de otros, aunque los otros querían hacer ver que su estatus y valoración era superior al de las dóciles enfermeras a las que, en muchas ocasiones, asumiendo la imagen médica que anhelaban, exigían idéntico servilismo como una forma más de marcar distancias con lo que rechazaban, los cuidados y la enfermería que en el caso de las ATS femeninas nunca dejaron de identificar como propio aunque fuese empíricamente.

Fue una etapa oscura en la que tan solo la voluntad de algunas enfermeras referentes logró que la llama de la simbólica lámpara de Florence Nightingale no se extinguiese definitivamente y que la misma, aunque de manera tenue iluminase el que sería el inicio de una recuperación de identidad y, sobre todo, de dignidad profesional para volver a ser y sentirse enfermeras, lo que sin embargo ni fue ni sigue siendo sencillo.

El daño infligido fue tanto y la cicatriz que dejó tan evidente y permanente que el enfrentamiento inicial entre ATS masculinos y femeninos se trasladó a un nuevo enfrentamiento. Esta vez de ATS, masculinos y femeninos, contra los nuevos DUEs (Diplomadas/os Universitarias/os de Enfermería), en otro capricho lingüístico a través de un acrónimo, en sustitución del de ATS, que disfrazaba nuevamente nuestra identidad enfermera, viéndolos como enemigos, mientras los “nuevos“, desde su estatus universitario, miraban por encima del hombro a quienes consideraban inferiores. Entretanto, los médicos, recelaban de esta nueva figura profesional y continuaban ejerciendo su presión para someterlos a su autoridad.

Los cuidados fueron tomado cuerpo, a ser visibles y, lo más importante, a tener fundamento científico, lo que permitió alejarse del ámbito doméstico y dotarlos de la evidencia que requerían sin que con ello tuviesen que abandonar la empatía, la escucha activa, la cercanía… que no tan solo son necesarias sino imprescindibles.

Dejaron también de ser un suplemento, una relación de simpatía, una expresión angelical, para pasar a requerir de tiempo y espacio, dedicación y técnica, ciencia y sabiduría, conocimiento teórico y praxis que los convertían en una realidad compleja, no lineal y en evolución, íntimamente ligados a valores humanísticos.

Este punto de inflexión en la evolución de los cuidados no supuso una identificación homogénea, ni por parte de todas las enfermeras, hay que recordar que el ATeSeismo continuaba vivo, ni por parte de las personas que eran destinatarias de ellos que seguían confundiendo amabilidad con profesionalidad, ni por parte de los médicos y otros profesionales que seguían sin entender ni valorar la aportación cuidadora profesional de las enfermeras. Pero la ciencia dota de valor a las acciones y logró que los cuidados fueran adquiriendo notoriedad y visibilidad y la sociedad empezó a identificar que la amabilidad no era ni el único ni el principal valor de las enfermeras. Los cuidados profesionales enfermeros empezaron a ser valorados, pero también envidiados.

El acceso de las enfermeras, ahora sí recuperada en plenitud nuestra única y verdadera identidad profesional enfermera, y el acceso al máximo nivel académico de doctorado supuso un paso trascendental para dotar de fortaleza y de evidencias científicas a los cuidados y con ello el nivel de envidia aumentó también progresivamente entre quienes hasta hacía relativamente poco tiempo los habían denostado e incluso despreciado.

Algunas voces mediáticas como la del desaparecido Pau Donés puso en valor a las enfermeras y sus cuidados, cuando dijo pública y espontáneamente entre otras muchas cosas: “Mis enfermeras me han devuelto la fe en la humanidad”, “…aprendí que se puede cuidar sin hablar”, “¡Las enfermeras te quieren antes de conocerte! Y luego empiezan a cuidarte” … La pandemia, por su parte, dejó al descubierto las carencias del Sistema de Salud, pero también logró que los cuidados profesionales enfermeros supliesen muchas de esas carencias o paliasen muchas de las consecuencias de la pandemia como la soledad, el aislamiento, la vulnerabilidad, el sufrimiento, el dolor, la muerte…

Tanto es así que los cuidados se empezaron a demandar como algo propio de los médicos, pero también de psicólogos, trabajadores sociales, fisioterapeutas, farmacéuticos… e incluso el valor de los cuidados trascendió el ámbito sanitario y de la salud para ser reclamados por parte de casi todo y casi todos en un alarde de oportunismo y de marketing corporativo y comercial. Los champús, los detergentes, los yogures, las cremas, el deporte… todo cuidaba y sus cuidados eran responsables de bienestar, mejora de imagen, confort, felicidad…

Las enfermeras, por su parte, seguimos identificando en los cuidados, nuestros más íntimos fantasmas, ligados al miedo atávico del que no nos hemos desprendido totalmente, impidiendo o limitando la conciencia sobre tan importante visibilización y valoración de los cuidados. La fascinación en la tecnología y las técnicas desplaza el punto de gravedad de las enfermeras al paradigma médico que nuevamente logra captar su atención para beneficio de la causa médica, en base a la cual diseñaron, organizaron y definieron los hospitales como centro de su desarrollo científico técnico y de su paradigma centrado en la enfermedad, la curación, la fragmentación por aparatos, órganos y sistemas y un egocentrismo paternalista desde el que alimentan su posición científica, profesional, social y política como lobby de poder. De tal manera que el contexto de cuidados que dejó la pandemia, a pesar de su identificación en las famosas e inútiles comisiones de reconstrucción postpandemia, quedó reducido a un escenario vacío en el que ningún/a actor/a interviene para liderarlo, provocando una reacción de colonización médico asistencialista de un ámbito como el de la Atención Primaria que mantenía cierta distancia con el modelo hospitalcentrista.

Pero el deseo de quienes quisieron asumir los cuidados, identificados como amenaza a su posición, no resultó ser tan sencillo como inicialmente pensaron. Su falta de conocimiento, competencia y actitud condujo a un progresivo abandono por la demanda cuidadora. Pero ello no significó, en ningún caso, que ya no identificasen a los cuidados enfermeros como una amenaza, por lo que la última estrategia que están utilizando es la de intentar desacreditar, minusvalorar e invisibilizar de nuevo a los cuidados. Sin darse cuenta que, como dijera Marie Curie[3] “Dejamos de temer aquello que se ha aprendido a entender”. Lo que pasa es que para ello hay que querer entenderlo. Y ni quieren, ni lo intentan.

De tal manera que empiezan a alzarse algunas voces como las que cuestionan la denominación de Unidades de Cuidados Intensivos tal como se recoge en la carta al editor titulada “¿UCI o UVI?»: ni lo uno, ni lo otro[4] en la que los autores se refieren a estas denominaciones como facilidades fonéticas que llevan a engaño (sic), cuando realmente lo que pretenden es trasladar la capacidad limitadora que, según ellos, tiene la utilización de CUIDADOS en “su” especialidad. Es decir, el fundamento de su planteamiento o los argumentos utilizados, que no pasan de ser meras conjeturas, no es si los CUIDADOS y quienes los prestan aportan o no beneficios a las personas a las que los reciben en condiciones muy desfavorables, sino de qué manera dicha denominación puede limitar su prestigio tecnológico, asistencialista y curativo y el de su especialidad. Situación que sin embargo no se plantean como facilidades fonéticas, como ellos mismos denominan, cuando por ejemplo se utiliza el acrónimo del SAMU (Servicio de Asistencia Médica Urgente). Siempre ha habido clases.

Así pues, estamos en una fase en la que los CUIDADOS, van a pasar a ser objetivo contra los que lanzar toda clase de dudas y de reproches para desacreditarlos hasta que consideren que dejan de ser una amenaza a su voracidad egocéntrica y narcisista.

Las enfermeras ante esta situación y cualquier otra que pueda presentarse debemos, tenemos la obligación, de aumentar las evidencias científicas que pongan en valor a los cuidados y sitúen a quienes los tratan de ocultar como charlatanes que tan solo pretenden engañar con el fin de seguir haciendo creer que son los únicos valedores de la salud, a la que por cierto renuncian sistemáticamente huyendo de su pertenencia a las ciencias de la salud en una enloquecida e irracional huida para posicionarse en su exclusiva, excluyente e independiente ciencia, la Medicina.

Finalmente, en esta historia interminable, se trata de excluir a todos y a todo aquello que identifique a los cuidados como una amenaza, porque hacerlo es ir contra la propia evolución de la condición humana de la que forman parte inseparable. ¿Cuándo dejarán de ver y ser fantasmas? Y es que ya decía Ludwig Börne[5] que “El hombre más peligroso es aquel que tiene miedo.”

[1] Escritora inglesa (1882 – 1941).

 [2] Corriente ligada a la titulación de ATS que se interiorizó como una profesión/oficio al margen de la Enfermería por una parte importante de estas/os profesionales

[3] Física y química polaca nacionalizada francesa. Pionera en el campo de la radiactividad (1867-1934)

[4] https://medintensiva.org/es-uci-o-uvi-ni-lo-avance-S0210569123000293

[5] Escritor alemán (1786-1836)