METONIMIA INFORMATIVA O IGNORANCIA SANITARIA De periodistas y políticos

“Saber dónde encontrar la información y cómo usarla. Ese es el secreto del éxito”

Albert Einstein[1]

 

Estoy verdaderamente molesto a la vez que decepcionado con la labor informativa de quienes dicen ser profesionales del periodismo.

Molesto porque “llueve sobre mojado”. Es sospechosamente reiterativo el ocultamiento que de las enfermeras hacen la inmensa mayoría de profesionales de la información de todos los medios de comunicación. Y digo sospechosamente porque es mucho el tiempo que vienen cometiendo este sistemático olvido de las enfermeras cuando elaboran y difunden información sobre la salud, el sistema sanitario, eso que ellos llaman con tanta frecuencia e imprecisión, los sanitarios, o cualquier otro tema en el que las enfermeras no es que estén presentes, sino que están desarrollando una labor imprescindible que o bien se obvia o bien, que aún es casi peor, se asigna a otros profesionales a quienes identifican como exclusivos protagonistas de la salud, o mejor la enfermedad, fagocitando con ello cualquier aportación realizada por otras/os profesionales.

Se que esto no es nuevo y que ya he reflexionado en otras ocasiones al respecto sobre ello. Pero no es menos cierto que se les ha trasladado tanto por parte mía[2],[3] como de organizaciones profesionales[4] y sociedades científicas[5], este hecho. Y se ha llevado a cabo siempre desde el máximo respeto, solicitando su análisis y rectificación a lo que se les trasladaba, apoyando la petición con información basada en evidencias para que no se interpretase como una pataleta sin fundamento. Y la respuesta siempre ha sido la misma. El absoluto silencio y por tanto el máximo desprecio, como única contestación a las sugerencias, comentarios, peticiones… Lo que genera una información deformada, manipulada, distorsionada, falsa… que perpetúa no tan solo los tópicos y estereotipos que, sobre la salud, la sanidad y sus profesionales existe en la sociedad como resultado de tan lamentable tratamiento de la información, sino que además sirve de manera consciente o inconsciente a los intereses de un lobby profesional como el médico en su cruzada por mantener el poder exclusivo y absoluto. Lo cual puede interpretarse bien como un intercambio de favores entre lobbies o en una manera de sucumbir ante lo que es una clara distorsión de la realidad que, al menos teóricamente, va en contra del rigor informativo al que tantas veces aluden y del que tanto presumen, precisamente, quienes lo incumplen de manera sistemática. Pero más allá del rigor, necesario e imprescindible a la hora de informar, existe la ética que es igualmente ignorada al hacer un uso de ella interesado y alejado de aquello que se espera de profesionales del periodismo. Así pues, la falta de rigor y de ética son fácilmente identificados y reconocibles en la información que nos trasladan.

Porque de no ser esta actitud periodística la que conduce a esta distorsión informativa, tendríamos que pensar que se trata de ignorancia, lo que es tanto como decir que la inmensa mayoría de periodistas tiene claras deficiencias tanto en su formación como en su desarrollo profesional. Y esto es algo que me resisto a contemplar como posibilidad. Lo que lamentablemente nos sitúa en el punto de partida al que me refería al principio con relación a la falta de rigor y de ética. Algo que sin duda es preocupante y lamentable.

Es cierto, tal como en algunas ocasiones han manifestado tratando de justificarse, que los periodistas no pueden saber de todo, como tampoco las enfermeras lo pueden hacer como me dijo en una ocasión un avezado periodista. Evidentemente no se pide que las/os periodistas sean enciclopedias andantes. Como tampoco se puede pretender que las enfermeras sean sabias eruditas capaces de responder a todas las situaciones de salud que se les presenten, a pesar de que son capaces de adaptarse de manera excepcional, eficaz y eficiente, a múltiples situaciones, escenarios y contextos como diariamente demuestran, sin que dicha capacidad sea la deseable por cuanto supone pensar, como hacen la mayoría de gestores sanitarios en reiteradas ocasiones, que las enfermeras sirven igual para un roto o un descosido. Y eso no tan solo no es acertado, sino que supone trasladar una carga de estrés muy importante a quienes se exige tal adaptación, sin que, por otra parte, se corresponda con un reconocimiento acorde a la responsabilidad y el riesgo que requiere asumirlo. De igual forma que a un cardiólogo no se le pide, ni mucho menos exige, que acuda a cubrir una plaza de traumatólogo, debería tenerse en cuenta que las enfermeras no sirven para todo como se pretende. Aunque realmente lo que se hace al actuar de esta manera es despreciar el valor del cuidado profesional y asimilar el mismo como algo intrascendente y subsidiario al hipotético, falso y exclusivo valor de la aportación médica a la salud de las personas, las familias y la comunidad. Sacralizando la curación y minusvalorando el cuidado.

De igual manera no parece razonable que un periodista deportivo sea el encargado de informar sobre un conflicto bélico, un acontecimiento político o el estado meteorológico, por poner tan solo algunos ejemplos. Así pues, lo que se espera y desea de quienes informan sobre temas de salud es que lo hagan con el rigor que merece y que cuando lo tengan que hacer se informen y acudan a lo que tantas veces aluden, fuentes fiables de confianza y valor contrastados. Lo contrario es participar en el juego nada recomendable del acierto error, o al menos deseable de las ocurrencias. Tal como decía Winston Churchill[6] “el auténtico genio consiste en la capacidad para evaluar información incierta, aleatoria y contradictoria”. Y es que parece que, como se recoge en la letra de “Eungenio Salvador Dalí” [7] de Mecano[8], “…andamos escasos de genios”.

Ante esta triste realidad, tan solo me queda pensar que existe una explicación intermedia entre la falta de rigor y ética y la ignorancia y es lo que voy a denominar como metonimia informativa.

La Real Academia de la Lengua (RAE) define metonimia como “Tropo que consiste en designar algo con el nombre de otra cosa tomando el efecto por la causa o viceversa, el autor por sus obras, el signo por la cosa significada”. Es decir, designar una cosa o idea con el nombre de otra con la cual existe, o se interpreta que existe, una relación de dependencia o causalidad. Y es aquí donde radica el problema. Que se sigue considerando dependiente de la medicina, los médicos o la acción médica, cualquier cuestión que tenga que ver con la salud o la sanidad, cuando la realidad es bien diferente por mucho que se insista en ocultarla o presentarla de manera invariable desde esta perspectiva o tratamiento informativo. De tal manera que cuando hablan de personal médico lo hacen refiriéndose a todas/os las/os profesionales, sean médicos o no. O cuando hablan de sanidad estén queriendo designar a la salud. O cuando hablan de enfermería se estén refiriendo a las enfermeras. O cuando hablan de asistencia médica lo hagan con relación a la atención a la salud. O cuando hablan de rama médica incluyan a quienes no forman parte de ella. O cuando hablan de los MIR se quieran referir a todas las especialidades de ciencias de la salud, a las que por cierto muchos médicos se resisten o niegan formar parte. Y así podríamos continuar de manera extensa y variada recogiendo las múltiples y reiteradas metonimias incorrectas con las que deforman la información trasladada. A parte, claro está, del efecto amplificador que realizan de cuanto hace o dice el colectivo médico, con seguimiento en directo de sus huelgas en Madrid, por ejemplo, o el efecto silenciador con relación a lo hecho o dicho por las enfermeras, con nulo o discretísimo abordaje a las reivindicaciones de las enfermeras catalanas, por ejemplo. Como si las peticiones de unos tuviesen mayor importancia que las de otras. Sin que se expliquen las razones de tal diferencia. Posiblemente porque no se pueda.

La metonimia, como fenómeno de cambio semántico, puede entenderse e incluso aceptarse en cierto tipo de narrativa o de lenguaje coloquial, pero la misma resulta inaceptable cuando el resultado de su utilización no obedece a un recurso semántico, narrativo o literario sino a una absoluta falta de información o conocimiento de lo que se está tratando de informar a la audiencia a la que se dirige. De una falta de interés y responsabilidad de quienes lo utilizan como recurso informativo. De una manifiesta mala fe en la transmisión confusa de la información que contribuye a generar confusión y falta de información veraz.

Cualquiera de estas posibles causas o cualesquiera otras que puedan existir para actuar de manera tan anómala como indeseable, deben ser erradicadas del trabajo periodístico en cualquier medio de comunicación. Y debe ser así por dignidad de quienes tienen la competencia y la responsabilidad de informar con rigor y ética periodística. Por consideración hacia la población a la que se informa, tratando de trasladar información veraz y ajustada a la realidad y no una aproximación interesada o torpe a la misma. Por respeto a quienes son objeto, directo o indirecto, del contenido informativo evitando en todo momento su distorsión, invisibilidad o ignorancia.

Me consta la profesionalidad de la gran mayoría de periodistas de todos los medios de comunicación. Pero por eso mismo no entiendo el porqué de su reiterada, machacona, insistente, manifiesta… costumbre en ocultar, manipular o distorsionar la información relativa a la salud, la sanidad o sus profesionales. Con la particularidad de que siempre se hace en idéntico sentido de error, lo que me hace sospechar que la casualidad no puede ser identificada como causa de su mala praxis informativa.

La labor informativa y periodística es de vital importancia en nuestra sociedad y es por ello que la misma no puede estar sujeta a imprecisiones, errores, olvidos… que lejos de contribuir a difundir una información que permita, a la población a la que se dirige, tener elementos de análisis y reflexión reales y contrastados, se aporte una información incompleta, deformada o falsa que favorece la construcción de realidades paralelas a la existente sobre quiénes y qué la conforman.

Es cierto que en este caos informativo no tan solo las/os profesionales del periodismo tienen la culpa. Las fuentes a las que en muchas ocasiones acuden para construir las noticias, aportan una información que no es real. Pero esto también tendría solución si las/os periodistas abrieran el abanico de posibilidades para obtener información y de esta manera poder contrastarla y ajustarla a la realidad a la que se quieren aproximar.

No hacerlo es participar en el juego perverso de las amistades peligrosas que con tanta frecuencia se produce entre quienes informan y quienes son objeto de información. Se da categoría de infalibilidad a ciertos informantes y se desprecia a otros en un claro sesgo de selección que limita, deprecia, intoxica o anula la información que finalmente se difunde.

Diariamente se están produciendo ejemplos sangrantes de cuanto estoy relatando. Y diariamente se ignora con absoluta indecencia la petición de rectificación que se traslada. Convirtiéndose este engreimiento informativo en un claro ejemplo del desprecio hacia quienes sufren la permanente metonimia informativa o la ignorancia sanitaria que las ocasiona.

Ni la salud es posible con la participación exclusiva de ningún profesional, sean los que sean, ni la información lo es con la exclusividad de las/os periodistas por importantes y estrellas que sean o se consideren. La salud, al igual que la información, salvando todas las diferencias, requieren de la aportación valiosa y por tanto visible de todas/os cuantas/os participan en su logro. Erigirse y enrocarse en el orgullo del protagonismo hedonista, en cualquiera de los casos, es actuar con irresponsabilidad, además de hacerlo con egoísmo y desconsideración.

Sería deseable que de igual forma que las/os periodistas se afanan en denunciar las mentiras de los políticos en tantos temas, lo hiciesen en lo que respecta a la sanidad y la salud al ser dichos políticos los primeros que ocultan, transforman o deforman la información, en un uso similar de metonimia a la descrita, pero con intereses claramente diferentes, al menos en principio al de los profesionales del periodismo.

Por ejemplo y sin ir más lejos, la metonimia utilizada por la actual ministra de sanidad, Mónica García, cuando habla de recuperar la universalidad de la sanidad reuniendo a las organizaciones sociales y científicas, obviando la participación de las enfermeras[9]. Como si fuese posible tal objetivo sin las enfermeras. La información que de este hecho se traslada a la opinión pública es la de una participación global de “todos”, cuando realmente se excluye a una parte fundamental de esa deseada y deseable sanidad universal en la que las enfermeras han demostrado sobradamente su compromiso e implicación, mucho más allá de lo que han hecho algunos de los representantes de organizaciones presentes en dicha reunión.

Es decir, se demuestra una vez más que las/os políticas/os, sean del signo que sean, mienten y utilizan a las enfermeras para el logro de sus intereses personales o partidistas. No basta con decir demagógicamente lo importante que son las enfermeras cuando los hechos ponen de manifiesto que se les ignora. No vale tan solo con nombrar como asesora a una enfermera que maquille o decore el ministerio y a quien lo dirige, sin que la misma tenga capacidad de decisión ni, por lo visto hasta ahora, de influencia para cambiar lo que se produce política e informativamente como una constante. Torpe, mentirosa y falsa, pero una constante. La ignorancia y el desprecio de y hacia las enfermeras.

Déjense unos y otros, periodistas y políticos, de retóricas. Al pan, pan y al vino, vino, sin adulterarlos. No adulteren con tan indigna actitud la verdad. Si quieren ser respetados, respeten.

[1] Físico alemán de origen judío, nacionalizado después suizo, austriaco y estadounidense. Se le considera el científico más importante, conocido y popular del siglo xx (1879 – 1955).

[2] https://efyc.jrmartinezriera.com/2018/10/28/enfermeras-y-medios-de-comunicacion-2/

[3] https://efyc.jrmartinezriera.com/2018/01/12/enfermeras-y-medios-de-comunicacion/

[4] http://efyc.jrmartinezriera.com/2024/01/22/grupo-40-iniciativa-enfermera-se-dirige-a-los-medios-de-comunicacion/

[5] http://efyc.jrmartinezriera.com/2024/01/22/las-sociedades-cientificas-elaboran-un-decalogo-dirigido-a-los-medios-de-comunicacion-para-que-se-dignifique-el-abordaje-que-realizan-sobre-las-enfermeras/

[6] Político, militar, escritor y estadista británico que se desempeñó como primer ministro del Reino Unido de 1940 a 1945 (1874 – 1965)

[7] https://www.letras.com/mecano/261444/

[8] Grupo español de género pop, pioneros del tecno-pop, new wave y wave en España entre 1981 y 1992.

[9] https://www.lamoncloa.gob.es/serviciosdeprensa/notasprensa/sanidad14/Paginas/2023/181223-universalidad-sanidad.aspx

LAS SOCIEDADES CIENTÍFICAS ELABORAN UN DECÁLOGO DIRIGIDO A LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN PARA QUE SE DIGNIFIQUE EL ABORDAJE QUE REALIZAN SOBRE LAS ENFERMERAS

Las principales Sociedades Científicas Enfermeras han trasladado a los medios de comunicación un decálogo con el que pretenden que se dignifique el tratamiento que sobre las enferemras se realiza en dichos medios.

 

GRUPO 40 + INICIATIVA ENFERMERA SE DIRIGE A LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN

Grupo 40 + Iniciativa enfermera ha tasladado a todos lo medios de comunicación un posicionamiento en el que traslada su preocupación y descontento por el tratamiento que se realiza de las enfermeras en dichos medios.

 

DEL CIS AL FIS ¿Cuestión de género o género cuestionado?

                                                                        A todas  las víctimas de la desigualdad, el acoso, el maltrato o la violencia del machismo en cualquiera de sus formas.

 

                                                                            “Oprimidos los hombres, es una tragedia.                                                                                                           Oprimidas las mujeres, es tradición”

Letty Cottin[1]

 

En la última encuesta realizada por el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) acerca de las percepciones sobre la igualdad entre hombres y mujeres[2], un 44,1% de los hombres asegura que “se ha llegado tan lejos en la promoción de la igualdad de las mujeres que ahora se está discriminando a los hombres”.

Más allá de valoraciones sociológicas que no me corresponde hacer, el dato resulta cuanto menos llamativo. Llamativo por el alto porcentaje de hombres que lo verbalizan y, por tanto, entiendo que lo “sienten”. Pero más allá del dato cuantitativo, los aspectos cualitativos que de dicho dato se desprenden, me resultan no tan solo llamativos, sino preocupantes.

Preocupantes, en tanto en cuanto, en una sociedad como la nuestra lastrada por la violencia de género, que es el resultado más extremo de la desigualdad entre hombres y mujeres, que se tenga esa percepción por parte de los hombres, debería ponernos en alerta a todas/os sobre lo que este “mensaje” social significa y supone. Porque decir e incluso manifestarse en contra de la violencia de género o a favor de la igualdad entre hombres y mujeres, no es suficiente si después subyace un sentimiento de pérdida de “poder” masculino, que se traduce en un victimismo que no tan solo no es real, según datos contrastados, fidedignos y contrastados, sino que además es el resultado de un mensaje orquestado por determinados sectores sociales y políticos que niegan no tan solo la desigualdad sino la violencia de género. Pero es que además esta respuesta se contradice, por ejemplo, con el tiempo que las mujeres siguen dedicando a los cuidados de hijos o familiares con falta de autonomía, que casi duplica a la que dedican los hombres, 6,7 horas frente a 3,7 horas respectivamente.

Tras tantos años de lucha contra la violencia de género y a favor de la igualdad, queda demostrado que los hombres, en tan alto porcentaje como el obtenido en la encuesta, no identifican la igualdad como un logro sino como una pérdida. De tal forma que los esfuerzos y recursos dedicados a lograr la igualdad se han visto superados y reducidos como resultado de actitudes, discursos, mensajes, decisiones… de una parte de la clase política, que ni tan siquiera es mayoritaria, al ser capaz de modular la identificación de la igualdad como una discriminación que en este caso y al contrario de lo que se pretende con la discriminación positiva para alcanzar la igualdad se configura como negativa en “contra” de los hombres.

Estos datos, por tanto, deberían hacernos pensar y reflexionar. Porque los mismos no son solo datos estadísticos fríos, sino que trasladan una imagen social que deriva de los comportamientos reaccionarios de determinados sectores que se jactan de defenderlos y de aquellos otros que, aunque dicen estar en contra los consienten, asumen y en consecuencia apoyan, como resultado de los intereses para lograr o mantenerse en el poder, convirtiéndoles no tan solo en cómplices de la desigualdad sino en protagonistas directos, por acción u omisión, de la misma, por mucho que pretendan disfrazar o disimular su actitud ante ella. Por otra parte, no menos importante, determinados medios de comunicación contribuyen de manera muy potente a reforzar estos mensajes con su posición tibia o ambigua, cuando no de claro apoyo a los postulados reaccionarios.

Pero no tan solo la clase política es responsable de esta creencia victimista de los hombres. Quienes en mayor o menor medida tenemos responsabilidades en la atención a las personas, ya sea en salud, educación, justicia, o en cualquier otro ámbito social, no podemos mirar hacia otro lado. Porque hacerlo es situarse en idéntica posición a la de quienes, con sus posicionamientos y decisiones o el apoyo a los mismos, contribuyen a provocar esta triste, preocupante y dolorosa realidad. En el caso concreto que me ocupa y preocupa, las enfermeras, deberíamos adoptar una posición firme, decidida y contundente ante lo que está sucediendo. Porque tiene un efecto demoledor en la salud, no tan solo de las mujeres, sino de la sociedad en su conjunto con consecuencias inciertas, aunque con una previsible sospecha.

Estos resultados no vienen más que a constatar lo que está sucediendo y que provocan un efecto contagio en diferentes ámbitos sociales o profesionales.

Sobre lo que a continuación voy a reflexionar no pretende establecer comparaciones por no ser en la mayoría de las ocasiones aconsejables ni acertadas. Pero sí quiero tratar de analizar los efectos que determinadas actitudes como las que estamos abordando tienen en la vida y convivencia de personas/profesionales, así como en la igualdad de oportunidades y de desarrollo.

Ciñéndome a los efectos colaterales que sobre la profesión enfermera están teniendo y que en ningún caso pueden ni deben interpretarse o traducirse como actitudes victimistas por parte de las enfermeras, es importante identificar las cada vez más frecuentes y agresivas declaraciones de destacados responsables de determinados organismos o instituciones médicas en contra de las enfermeras y de su competencia, capacidad y mérito en el desarrollo de su profesión[3], [4], [5].

No se trata, en ningún caso, de litigios puntuales derivados de un conflicto competencial. Es un sistemático hostigamiento hacia las enfermeras como respuesta a un sentimiento de discriminación de los médicos, idéntico al que se obtiene en la encuesta del CIS. Es decir, los médicos en este caso en base a las presiones tanto verbales como judiciales que llevan a cabo, están trasladando una imagen de indefensión y menosprecio como consecuencia de la hipotética e imaginaria promoción de igualdad con la que, según ellos, se beneficia a las enfermeras y se les perjudica a ellos.

Beneficios, como digo absolutamente infundados. Porque se trata de la reivindicación de un reconocimiento que les corresponde, al tiempo que se les niega a las enfermeras, tanto en el ámbito laboral, competencial como económico, que hay que recordar tienen idéntico nivel académico al que ostentan quienes se sienten agraviados y discriminados. Lo que realmente sucede es que se niegan a que exista una igualdad de trato, respeto y consideración que no de competencias profesionales. Por mucho que traten de desviar la atención hacia esa supuesta invasión a la que aluden con tanta fuerza y virulencia, como ausente de sentido, argumento y razón.

Este comportamiento, me atrevo a decir, forma parte de un machismo profesional/institucional que se ejerce con independencia de que sean hombres o mujeres quienes lo hagan. Porque tal machismo lo es en función de la masculinidad de la profesión médica contra la feminidad de la profesión enfermera, concretándose en un acoso permanente que trata en todo momento de establecer los códigos de poder establecidos que se resisten a abandonar por entenderlos de exclusiva propiedad. Actitud que, además, ataca directamente a los cuidados al desvalorizarlos, provocando un déficit de cuidado en la población atendida. No por culpa, dejación o falta de competencia de quienes lo prestan, sino por interés y decisión de quienes lo ocultan y minusvaloran como forma de abuso y maltrato hacia las enfermeras.

Por otra parte, pretender, como se hace, asimilar machismo con feminismo como estrategia de defensa de los/as primeros/as contra las/os segundas/os es tan simplista como mezquino y tan solo obedece a una absoluta falta de argumentos rigurosos que sustenten sus ataques indiscriminados. Además de dejar manifiestamente claro el nivel moral e intelectual de quienes así piensan y actúan.

Estamos pues ante un panorama desalentador y muy peligroso, no tan solo por lo que supone de acoso cobarde y abusivo, sino por las consecuencias que el mismo tiene sobre las víctimas que se ejerce y que son premeditada y conscientemente elegidas tratando, además, de infringirles el mayor daño posible, sea a nivel físico o psicológico en el acoso tanto contra las mujeres como el realizado contra profesionales. En unos casos por el hecho de ser mujeres y en otros por tratarse de enfermeras. Sin duda no son comparables los efectos ni la magnitud de la violencia de género con la del acoso profesional, pero si que obedecen ambas a una manera de ejercer un tipo poder y autoridad, desde la condición masculina de los hombres o de los/as profesionales, contra quienes consideran débiles, inferiores y peligrosas/os para los intereses de unos y otros/as. En definitiva, estamos ante raquíticos de inteligencia, raquíticos de formas, raquíticos de sentimientos. Pero los raquíticos con poder, aunque este sea infundado y auto otorgado en base al temor que trasladan, son muy peligrosos.

Además, en el caso del acoso o machismo profesional/institucional, el mismo se mantiene y perpetúa por efecto de la ambigüedad, cuando no del posicionamiento en su favor, que practican las/os responsables políticos/as y sanitarias/os, al permitir con su falta de voluntad política y ausencia de decisiones correctoras que la situación cambie o se elimine. No deja de ser paradójico que se denuncie la violencia de género ejercida contra las mujeres, al mismo tiempo que se consiente o contribuye al acoso profesional ejercido contra las enfermeras. Aunque hay quienes ejercen, amparan o niegan ambas formas con discursos que, además, son asumidos por parte de una población cada vez mayor y más joven.

Que nadie se tire las manos a la cabeza por lo dicho, porque los hechos son muy tozudos y la realidad muy reconocible.

Por otra parte, es preciso reconocer que ante esta violencia o acoso tanto las mujeres en un caso como las enfermeras en otro han contribuido durante mucho tiempo, con su actitud y silencio, a que sea muy complicado revertir las actitudes que lo provocan y que por lo tanto lo alimentan en una espiral de miedo o temor de la que resulta muy complicado escapar.

En el caso del acoso profesional, las enfermeras han llegado a naturalizar la situación convenciéndose de que es necesario aprender a convivir con ella como manera de protegerse de la misma. O bien aliarse con quienes ejercen el acoso tratando de escapar a sus efectos, en una relación de conformismo o sumisión que no les identifique como rebeldes o reaccionarias haciéndose invisibles y poco molestas. Esta puede ser una de las razones, aunque no la única, de la falta de reacción, respuesta o implicación ante los ataques de los que son objeto de manera colectiva fundamentalmente.

Recientemente, y desde hace ya un mes, las enfermeras catalanas han dicho basta a los abusos de poder profesional y político en contra de ellas, ejerciendo su legítimo derecho a la huelga como último recurso a la falta de decencia política y la miserable actitud de quienes generan un discurso mentiroso y distorsionado como arma de acoso contra las que consideran enemigas de su causa y sus privilegios tratando de deslegitimizar, además, su derecho a la igualdad, desde la diferencia disciplinar que reconocen y defienden. En ningún caso pretenden, por lo tanto, ser como los médicos como tratan de trasladar a la opinión pública quienes utilizan tan falaz como torpe argumento. Cuando tan solo reivindican, reclaman y exigen, tener idénticos derechos a ellos en función de sus conocimientos, capacidades y méritos como enfermeras que son y se sienten.

Del CIS, con datos tan concluyentes como los obtenidos en su encuesta, al Fondo de Investigaciones Sanitarias (FIS) con resultados y evidencias científicas tan contundentes como las aportadas en múltiples investigaciones, podemos decir que la violencia ejercida desde el machismo, sea del tipo que sea, no tan solo es una cuestión de género sino también de que el género sea sistemáticamente cuestionado para justificar la ficticia discriminación que tan solo sirve de cortina de humo para ejercer una violencia o un acoso que les permita mantener su rol dominante.

No hay peor ciego que quien no quiere ver, ni peor sordo que quien no quiere oír. Pero tampoco hay peor hipócrita que quien no quiere actuar o alienta a quien lo hace para que el machismo adquiera rango de normalidad cuando no de calidad.

Todas/os debemos ser conscientes de lo que sucede. Todas/os tenemos la obligación de actuar para contribuir a eliminar esta lacra. Todas/os podemos hacer más de lo que hasta ahora hacemos. De lo contrario, todas/os nos convertimos en cómplices de los maltratadores. De nuestra decisión depende. Que nadie se ampare en delegar su responsabilidad.

[1] Autora, periodista, conferencista y activista social estadounidense (1939).

[2] https://www.cis.es/-/las-mujeres-dedican-el-doble-de-tiempo-al-cuidado-de-los-hijos-que-los-hombres

[3] https://www.diariodecadiz.es/noticias-provincia-cadiz/Durisimo-comunicado-Sindicato-Medico-Andaluz_0_1864614019.html

[4] https://x.com/sergiovalles77/status/1744711387652268236?s=48&t=n17GnRX5slJrExwhY8av8w

[5] https://x.com/victorpedrera/status/1746620558924542332?s=46&t=UxOkF6NIlwAnr5MX1_crxw

ENTREVISTA Mª PAZ MOMPART

El próximo día 25 de enero de 2024, la profesora Mª Paz Mompart García será investida en solemne acto académico como Doctora Honoris Causa en la Universidad de Alicante (España), actuando como padrino el Dr. José Ramón Martínez Riera, profesor titular de dicha universidad quien realizó la propuesta de investidura.

COMO DIOS MANDA Fanáticos y peligrosos

                                                              Las artimañas se disfrazan muy hábilmente de nobleza, y el fanatismo se viste con las ropas de la defensa de principios».

Adam Michnik [1]

 

El problema de los regímenes totalitarios y de quienes los lideran y secundan es que consideran que, no tan solo, están en posesión de la verdad absoluta, sino que además están convencidos de que todas/os deben seguir su doctrina de pensamiento único. Es más, desde su planteamiento de poder absolutista y excluyente, entienden que quien opine de manera diferente debe ser castigado por ello y si por añadidura tienen el atrevimiento de expresarlo, aunque o sobre todo lo hagan de manera argumentada y razonada, debe llevarse a cabo una estrategia de descrédito y descalificación que les identifique públicamente como un peligro público, aunque para ello tengan que utilizar la mentira, la manipulación y el alarmismo, como medio para mantener una posición de privilegio desde la que ejercer su poder absoluto y absolutista.

Esta manera de actuar que parece responder a situaciones pretéritas ya superadas, lamentablemente cada vez están siendo más frecuentes. Y lo que es peor, están contando con un apoyo popular creciente que obedece, no tanto a posicionamientos ideológicos concretos, como al miedo o el rechazo a las propuestas vigentes, sin que exista una mínima reflexión crítica para ello y sin tener en cuenta las consecuencias que suponen este tipo de soporte. Por su parte, quien lo recibe no lo asume como un compromiso social, sino como una forma egoísta y peligrosa de alimentar el ego de su poder.

Estas preocupantes situaciones, por otra parte, no se limitan a un ámbito concreto de la sociedad y como si de una mancha de aceite se tratase se extiende e impregna la forma de pensar y actuar de determinados grupos reaccionarios y fanáticos que lo aprovechan como una oportunidad para defender sus posiciones de fuerza y de rechazo hacia cualquier forma de pensar, expresarse o actuar que sea identificada como una amenaza a la que consideran y asumen como su zona de exclusiva propiedad. Grupos que, al contrario de lo que podría pensarse, no se circunscriben a sectores poblacionales con bajos niveles socio educativos, siendo precisamente aquellos que mayor nivel tienen los que colonizan dichos espacios desde los que desplegar su estrategia de soberanismo, bien sea social, político, económico o profesional.

Entiendo que este espacio de reflexión enfermera no debe entrar en valoraciones que no tengan que ver con el desarrollo, profesional o científico de la enfermería y las enfermeras, o el impacto directo o indirecto, aunque importante en la salud de las personas, las familias y la comunidad. Es por ello que, si bien no entraré a valorar posiciones ideológicas y/o políticas, si que quiero compartir mi punto de vista y mi posicionamiento ante lo que considero una clara y exclusiva estrategia de acoso y derribo hacia cualquiera que sea visto como un peligro profesional, aunque sea infundado, hacia su colonialismo profesional.

Parto de la base de que es lícita y respetable todo planteamiento que trate de defender desde el respeto, la evidencia y el razonamiento científico, cualquier posición profesional o disciplinar en la que, eso sí, prevalezca la defensa de la salud como derecho fundamental de las personas.

Pero para ello no vale toto. No son admisibles imposiciones dogmáticas, ni comprensibles las descalificaciones gratuitas, ni asumibles los planeamientos excluyentes, ni razonables las negativas impuestas, ni tolerables las prohibiciones de desarrollo profesional, ni aceptable la generación de un falso alarmismo, ni admisibles los discursos manipuladores, ni mucho menos válidos los negacionismos irracionales, oportunistas e interesados.

Como decía, parto de la premisa del respeto a cualquier posicionamiento. Pero dejando claro que dicho respeto es hacia la libertad de poder hacerlo, pero sin que ello signifique que deba respetar lo que se dice o cómo se dice, porque eso no puedo ni debo, ni quiero respetarlo siempre, en tanto en cuanto significaría asumir implícitamente, parcial o totalmente, el falso, fanático y peligroso discurso, al poder confundir el receptor de dicho respeto una asunción que no es ni real ni posible.

Ampararse, por otra parte, en instituciones u organizaciones como falso parapeto de defensa disciplinar es hacer una utilización maniquea y tramposa de las mismas para lograr el fin sin importar los medios utilizados y teniendo en cuenta que el fin es, en sí mismo, perverso y alejado de cualquier defensa del interés general centrado, en el caso que nos ocupa, en la salud comunitaria.

Es cierto que los discursos indefinidos, inconsistentes, ocurrentes, manifiestamente inoportunos y con un más que dudoso interés público, realizados por las/os responsables políticas/os, son como echar leña al fuego o intentar apagarlo con gasolina. Lo único que consiguen es alimentar este tipo de posicionamientos incendiarios de quienes actúan como pirómanos corporativistas. Así mismo, la permanente falta de voluntad política a la hora de derogar o modificar normativas obsoletas y claramente obstruccionistas al lógico y deseado dinamismo en el desarrollo de determinadas disciplinas como enfermería, o legislar en consonancia a la lógica evolución social, política, científica… que permita responder con eficacia y eficiencia a las necesidades de salud de la población, son ayudas inestimables para quienes utilizan dicha inacción y pasividad políticas en favor de su primacía y en contra de la lógica y evidente evolución, lo que supone un claro impedimento a la necesaria y deseable mejora de atención a la salud.

Se genera pues un contexto propicio para que emerjan y se multipliquen los mensajes y las actitudes a los que hacía alusión al inicio de mi reflexión.

En un paralelismo que espero no se interprete en ningún caso como una burla o menosprecio a las creencias religiosas, y remitiéndome al libro más vendido, aunque no por ello más leído, del mundo, la Biblia, leemos en el Génesis 1:27 “Creó, pues, Dios al hombre a imagen suya…” Y hay quienes, autoasignándose una divinidad disciplinar, determinaron que también ellos podían crear un sistema sanitario a su imagen y semejanza.

En la misma Biblia, en este caso en el evangelio según San Mateo 16:13:20, leemos: «Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder del infierno no la derrotará». Nuevamente fue emulado por los impostores divinos para “edificar” la que a partir de ese momento consideraron su particular iglesia, el hospital, como templo de su doctrina y para su adoración, identificando como infierno y sus correspondientes demonios a cuantas/os osaran contradecir o simplemente no seguir la doctrina por ellos impuesta. De tal forma que en su particular templo quienes quieran acompañarlos solo lo pueden hacer, o bien como acólitas/os beatas/os dispuestas a la devoción, la obediencia y la sumisión de su dictado y orden divino o bien como fieles seguidores de su dogmática y autoritaria doctrina y de quienes imparten la curación que se atribuyen. Construyendo un imperio de fe disciplinar que se basa en el respeto y reconocimiento impuestos, bajo amenaza de pecado mortal si no se cumplen sus mandamientos sanitaristas.

Esta comparación que, como toda comparación, es odiosa, tan solo pretende poner en evidencia determinadas actitudes que, si bien pueden parecer ya superadas, lo bien cierto es que hay un grupo de fanáticos y sentimentales fundamentalistas, involucionistas y negacionistas que pretenden transformar una disciplina imprescindible y respetable como la medicina en una secta reaccionaria desde la que amedrentar a cuantas/os tengan la osadía de cuestionar su poder, jerarquía y doctrina.

Todo cuanto hasta el momento he dicho puede parecer exagerado y fuera de contexto, pero ante los acontecimientos que últimamente se están produciendo y replicando a lo largo de toda España con declaraciones como las realizadas en la Comunidad Valenciana, Madrid, Canarias, o últimamente en Andalucía[2]… por parte de representantes de sindicatos médicos o de ciertos colegios profesionales, convertidos en los tribunales de la fe y la moral médica desde los que pretenden imponer y exigir cumplimiento fiel y obediente. Con mensajes que no tan solo suponen un ataque frontal hacia las enfermeras a quienes visibilizan como los demonios, sus demonios, sino también de transmisores del miedo y la amenaza a la población al trasladar una imagen de las mismas como peligro público para su salud, a través de informaciones claramente distorsionadas e intencionalmente descalificadoras, sin mayor argumento que el odio y rechazo frontal a planteamientos, ideas, posicionamientos, formas de actuar… diferentes, que no siempre contrapuestas, a su exclusivo dogma médico que ni tan siquiera paradigma profesional.

Para construir su discurso, además, utilizan un rancio e infantil victimismo desde el que construyen realidades paralelas que trasladan como ciertas en contra de lo que ellos identifican, desde su negacionismo, como conspiraciones permanentes a su hegemonía profesional, a pesar de que lo rechazado y considerado anatema esté avalado por organismos nacionales e internacionales de prestigio, alejados de cualquier sospecha.

Así, nos encontramos con la utilización de su mantra favorito como es la falta de médicos, en contra de lo que determinan los principales indicadores internacionales en este sentido. Cabe destacar que la falta de médicos en Atención Primaria, por ejemplo, es consecuencia del abandono de los propios médicos a ocupar plazas de la especialidad de Medicina Familiar y Comunitaria. Por tanto, el problema no es realmente una falta de profesionales sino una inadecuada planificación y ordenación profesional por parte de los principales organismos competentes y de quienes la obstaculizan con un claro y mezquino interés a sus rancias posiciones.

Por otra parte, esa supuesta y artificial amenaza hacía su doctrina que focalizan en las enfermeras tratando de convencer de la misma a la población en general y a las instituciones en particular, es una estrategia de distracción ante lo que supone un claro enrocamiento de sus posiciones trasnochadas, acientíficas y reaccionarias que tan solo persiguen blindar ancestrales privilegios de poder.

Es preciso destacar que tales actitudes no son seguidas ni compartidas por la gran mayoría de los excelentes profesionales de la medicina, pero no es menos cierto que en muchas ocasiones su silencio ante las mismas es una forma de contribuir a que se mantengan e incluso incrementen. El rechazo a tales estrategias no debe interpretarse como una traición a su identidad profesional, sino justamente todo lo contrario. Es fundamental que se visibilicen claramente las posiciones y se abandone la ambigüedad como respuesta. Tal como dijera Arthur E. Morgan[3] “Si la tolerancia tolera la intolerancia corre el peligro de ser destruida por ésta. Si no la tolera, se destruye a sí misma”.

La salud es demasiado importante como para convertirla en motivo de disputa o en un tótem de culto interesado y particular por parte de cualquier disciplina. Es, de igual forma, tan diversa y dinámica como la población que tiene el derecho fundamental a su acceso. Por tanto, requiere de aportaciones multidisciplinares que sean identificadas como complementarias y centradas en las personas, las familias y la comunidad y no como injerencia o intrusismo como se quiere hacer ver. Para contrarrestarlo, el trabajo transdisciplinar y transectorial debe constituir la guía de actuación profesional de todas las disciplinas desde las diversas aportaciones a la salud conjuntamente con la propia población a través de su participación real en la toma de decisiones. De tal manera que se identifique la salud como un patrimonio universal y no como patrimonio profesional de nadie con la intención de satisfacer, de manera oportunista, sus egos y necesidades corporativistas.

Tan solo desde el diálogo compartido, el respeto mutuo, el debate razonado, el pensamiento crítico, la ciencia como planteamiento genérico, la reflexión, el rigor y la ética, podremos ofrecer respuestas eficaces a las necesidades y demandas de salud comunitaria.

Los modelos caducos sobre los que se sustentan los sistemas sanitarios como parcelas de poder, compartimentos estanco o reinos de Taifas tan solo conducen a alimentar la aparición mesiánica de personajes con discursos de salvaciones condicionadas y condicionales y de amenazas y condenas hacia hipotéticos e interesados enemigos de su fe sectaria.

Por último y como expresa André Maurois[4] “Al demostrar a los fanáticos que se equivocan no hay que olvidar que se equivocan aposta”.

[1] Historiador, ensayista y publicista político. Redactor jefe del importante periódico polaco Gazeta Wyborcza (1946).

[2] https://www.diariodecadiz.es/noticias-provincia-cadiz/Durisimo-comunicado-Sindicato-Medico-Andaluz_0_1864614019.html

[3] Ingeniero civil, administrador y educador estadounidense (1878 – 1975)

[4] Novelista y ensayista francés (1855 – 1967).