SATURACIÓN INDUCIDA Una oportunidad oportunista

“En momentos de agobio, ser audaz y valiente”.

Horacio[1]

 

Nunca antes se había hablado tanto de la Atención Primaria en España como durante la pandemia. Pero lamentablemente nunca se había hecho tan mal. Por eso es preciso, a pesar del aparente poco tiempo transcurrido, hacer un repaso que nos permita reflexionar al respecto. La memoria es muy corta y fácilmente engañosa.

En su inicio estuvo en boca de todos por el manifiesto desprecio que hacia la misma y hacia sus profesionales se llevó a cabo por parte de las/os decisoras/es. La Atención Primaria quedó reducida a una actuación secundaria y residual en la que los hospitales de campaña, cuanto más grandes mejor, daban mayor dramatismo y realidad a la guerra que se había determinado iniciar contra el enemigo COVID 19.

No se planteó en ningún momento que se pudieran llevar a cabo intervenciones comunitarias en las que se trabajase conjuntamente con la comunidad, a través de sus agentes de salud y líderes comunitarios, para informar y capacitar de manera participativa, mediante Educación para la Salud, a la población, tal como desde Sociedades Científicas como la Asociación de Enfermería Comunitaria (AEC) se trasladó en reiteradas ocasiones. Esa estrategia se descartó a pesar de que la incertidumbre, la alarma, el miedo, la angustia y el sufrimiento aumentaban de manera progresiva entre quienes eran aislados en sus casas como si las mismas se tratasen de refugios, en este caso, antivirus a semejanza de los antiaéreos. Quedaban aislados del contexto vírico pero al mismo tiempo también de cualquier tipo de contacto con quienes podrían haber supuesto un alivio en forma de seguridad y tranquilidad en ese conflicto bélico al que se referían permanentemente y en el que la letalidad del virus ocultaba otra no menos importante como el abandono, la tristeza, la distancia, la incomunicación o la soledad, que se veían alimentadas por la infodemia creciente que lejos de aplacar los efectos de la pandemia los aumentaba al tiempo que incorporaba elementos de duda, sospecha y recelo contra el sistema sanitario y sus profesionales. La Atención Primaria, quedó reducida a labores de contingencia e incluso clausurada para remitir profesionales al frente hospitalario. Vio limitada su capacidad de atención integral, integrada e integradora, la atención domiciliaria, las intervenciones comunitarias, las consultas presenciales… paradójicamente por miedo al contagio sin tener en cuenta el miedo que provocaba anularlas. Aislada del ámbito sociosanitario que padecía las peores consecuencias sin que se permitiese una coordinación tan necesaria y tan incomprensiblemente limitada.

El número de bajas creciente, la debilidad manifiesta ante los ataques, la falta de defensas personales, efectivos insuficientes, recursos escasos… configuraban un panorama desolador, que generaba desmoralización entre las “tropas” de profesionales cansadas y desanimadas. Este podría ser el parte de guerra diario en aquellos momentos en los que, sin embargo, la Atención Primaria seguía “inactiva” y poco operativa, no por falta de interés o compromiso de sus profesionales sino por la estrategia bélico-hospitalaria de las/os decisores que ignoraron el potencial real de las aportaciones que podían haber realizado las/os profesionales obligatoriamente atrincherados en las atalayas defensivas en que convirtieron los centros de salud, anulando su capacidad como recurso comunitario y provocando que fuesen percibidos por la población con desdén ante la falta de atención solicitada que se pretendió sustituir con unas ineficaces comunicaciones telefónicas que no funcionaban por razones obvias de saturación de las líneas existentes y la ausencia de comunicación personal y directa que demandaba la población. Problemas como la cronicidad, los cuidados paliativos, la atención a las/os cuidadoras/es, la discapacidad, la falta de autonomía… quedaron relegados por la exclusiva atención a la COVID tanto en las consultas como en los domicilios, lo que generaba no tan solo la incomprensión de quienes lo padecían y sufrían sino el desarrollo progresivo de efectos colaterales de incierta evolución, pero de clara ansiedad para quienes sufrían el inexplicable abandono y, sobre todo, falta de comunicación. El intento de entrada en los centros de salud se convirtió en una prueba de obstáculos tratando de superar las medidas de seguridad impuestas y no siempre adecuadamente explicadas que provocaban una clara estigmatización por sentirse rechazados y peligrosos, desde la perspectiva de sus problemas, reales o somatizados, pero problemas sentidos, al fin y al cabo.

Con las olas llegó de nuevo la incertidumbre y las medidas de restricción que cada vez se aceptaban con peor talante por parte de una sociedad a la que se le trasladaban permanentemente mensajes de corresponsabilidad y agradecimiento por la misma, pero a la que no se hacía partícipe de ninguna de las decisiones, por lo que cada vez se identificaban más como sujetos pasivos de los que tan solo se esperaba obediencia sobre aquello que se les exigía, con el agravante sancionador y punitivo que generaba su incumplimiento.

A todo lo cual hay que añadir la distorsión, cuando no manipulación, de la excesiva información y el poco conocimiento que, por sí solo, justifica la necesidad de crear nuevas redes de confianza que contrarresten los bulos y las mentiras que se alían con el virus como elemento destructor de la pandemia. Todo lo cual forma parte de la contracción del presente y la sociedad del riesgo, descritas por Zygmunt Bauman[2] en su obra Modernidad Líquida[3], en la que describe como los sólidos, a diferencia de los líquidos, conservan su forma y persisten en el tiempo: duran. En cambio, los líquidos son inestables y se transforman constantemente: fluyen. Los sólidos que se están derritiendo en este momento, el momento de la modernidad líquida, apuntada por Bauman, son los vínculos entre las elecciones individuales y las acciones colectivas consecuencia de la ausencia de procesos participativos, en una sociedad individualista en la que la desregulación, la flexibilización y la liberalización de todos los mercados, hacen que adquiera más consistencia el valor económico de la salud en lugar del valor social, público y comunitario. Ante el colapso del sistema sanitario público el sector sanitario privado, con mensajes centrados en la excelencia como contraposición y sustitución de las carencias del sistema público que la pandemia deja al descubierto, logra una expansión sin precedentes en España.

Llegados a este punto y ante tantas evidencias en contra de la decisión de no contar con la Atención Primaria en el inicio de la pandemia, se decidió modificar no tan solo el clima belicista sino también el papel, al menos en clave discursiva, que la Atención Primaria debía tener en el desarrollo y afrontamiento de la pandemia.

Pero el problema no está en otorgar o no protagonismo discursivo a la Atención Primaria, sino en que este sea real y se concrete en una clara voluntad política de cambio tanto en lo que se refiere al modelo como a la inversión presupuestaria y de personal necesarios para que ese discurso pase de las palabras a los hechos.

Así pues, la Atención Primaria y las enfermeras en particular pasaron a ser foco de atención mediática, no por lo que hubiese sido deseable que se hiciese, sino por lo que se les asignó hacer, convirtiendo a las enfermeras primero en rastreadoras y con la llegada de las vacunas en el mes de diciembre de 2020, en vacunadoras. Lo de menos era el papel de vigilancia epidemiológica que realizaban en el primero de los casos o de planificación estratégica en el segundo. Nuevamente, desde el modelo asistencialista se centraba la atención exclusivamente en la tarea, rastreo o inyección, y no en la competencia de su planificación, desarrollo e impacto en la salud comunitaria. Mientras tanto, actividades de promoción de la salud, comunitarias, de atención familiar domiciliaria, de atención a la demanda, de atención programada en consultas… seguían estando relegadas o bajo mínimos desde el voluntarismo profesional.

La Navidad trajo una nueva ola al priorizar la economía de las fechas consumistas sobre la salud comunitaria, primando la Navidad sobre la Sanidad. En dicha ola además se buscó y encontró un chivo expiatorio perfecto sobre el que lanzar todas las miradas acusatorias y reprobatorias de políticos, decisores y sociedad en general contagiada por el efecto de los primeros. La juventud se convirtió en diana de las iras y las culpas al tiempo que aliviaba la responsabilidad de gestoras/es y políticas/os. Esperar un comportamiento idéntico en jóvenes y adolescentes que en personas adultas mayores o en niñas/os es tanto como despreciar la inteligencia de la población y con ello la capacidad de actuar con la responsabilidad que se les exigía pero que nadie se preocupada en consensuar. Todo lo cual se trató de enmascarar o maquillar con el inicio de las vacunas, aunque fuese de manera simbólica y mediática.

Las medidas de restricción derivadas de las nuevas olas, se combinaban con una gestión ineficaz, ineficiente y una insuficiente racionalización de las/os profesionales, que se acentuaba con insólitas decisiones para prescindir de los refuerzos contratados en su momento.

El éxito de la vacunación masiva de la población y por tanto su eficaz planificación fue secuestrada de manera totalmente rentista por parte de las/os políticas/os y gestoras/es, usurpando el mismo a quienes realmente lo hicieron posible, las/os profesionales de Atención Primaria en general y muy particularmente las enfermeras comunitarias.

Nuevamente el verano se identificó como punto de inflexión de la pandemia, cuando realmente fue un nuevo intento de salvar la campaña turística y con ello de descuidar las medidas con contradictorios mensajes de tranquilidad y de reclamo de responsabilidad que equilibrasen la relajación de las medidas mientras se seguía aumentando la tasa de vacunación comunitaria, pero sin tener en cuenta la desigual tasa de vacunación en otros países que además, en muchos casos, eran origen de los turistas que nos visitaban, en un espacio de fronteras abiertas.

Los fondos europeos y el acceso a ellos determinaron, poderoso caballero es don dinero, que se firmase un acto de buena voluntad por parte de todas las consejerías de salud con el ministerio de sanidad y se reactivase de manera sorpresiva la mesa técnica del Marco Estratégico de la Atención Primaria de Salud y Comunitaria, no como resultado de un renovado interés por cambiar el modelo de organización sino por la necesidad de responder a las exigencias de la Comunidad Europea para obtener dichos fondos. Y así fue. Hecha la escenificación, foto incluida, precisa para lograr los fondos y conseguidos estos, se acabó la voluntad de cambio hasta que haga falta una nueva teatralización.

El virus, en su estrategia de permanente adaptación logró mutar de nuevo y la nueva cepa en la que se manifestó y que se bautizó como Ómicron, resultó ser altamente contagiosa, lo que suponía un riesgo de nueva ola. Riesgo que pasó a ser una realidad en plena campaña de Navidad y Reyes en forma de dadivosos contagios, como si de regalos se tratase, para todas las edades, aunque con una letalidad notoriamente más baja, lo que siendo cierto provocaba una sensación de falsa seguridad y manifiesta relajación.

Las dosis de refuerzo para quienes ya habían sido vacunados y la administración de la vacuna para grupos de edades más jóvenes e incluso niños, condujeron a un nuevo aumento de la actividad en Atención Primaria que, sin embargo, no proyectaba un mensaje de colapso o saturación.

El inicio del año aportó un incremento muy elevado de casos y con ellos una demanda de bajas laborales muy significativa que, en este caso, sí que fue identificada e inmediatamente difundida como causante de una “dramática” saturación de la Atención Primaria.

Curioso el hecho de que una campaña de vacunación que afectaba a toda la población y que venía realizándose desde hacía un año, no generase o al menos no trasladase alarma de saturación y colapso y que el aumento de bajas laborales de una parte de dicha población se convirtiera en noticia de primera magnitud en todos los medios y de preocupación política y social.

O bien las enfermeras compatibilizan mejor su actividad y gestionan más eficazmente su tiempo, se quejan menos y son más prescindibles e interesan menos. O bien los médicos se quejan más, se les hace más caso, se proyectan más, se planifican peor y aprovechan mejor las circunstancias para sus reivindicaciones. Lo que no cuadra es que la saturación esté determinada no tanto por la presión, la demanda, las necesidades, las actividades… como por quienes tienen que responder a las mismas modulando tanto la sensación de colapso como su proyección. Algo falla.

Pero lo que falla no es la Atención Primaria sino quien la gestiona y quien se resiste al cambio necesario para que realmente sea el ámbito de actuación dentro del Sistema de Salud que responda a las necesidades de las personas, las familias y la comunidad y no a las demandas corporativistas, a los intentos de parálisis, a la mercantilización de la salud, al modelo asistencialista y medicalizado, a las presiones de lobbies…

La pandemia, no, mejor quien la gestiona, han logrado que lo que era identificado como un remanso de paz, tranquilidad, descanso y oportunidad prejubilar para muchas/os, se convierta en un erial, producto de las fallidas estrategias bélicas desarrolladas, en donde ya nadie quiere estar. Médicos de Familia y de Pediatría porque no supone, en general y mayoritariamente, un espacio atractivo para su paradigma profesional, lo que provoca que sean las últimas plazas en ocupar por quienes aprueban el acceso a especializarse (MIR). Las enfermeras porque han visto reducidas sus competencias al paradigma médico que les sitúa en la subsidiariedad y la intrascendencia, porque han vetado el espacio a las enfermeras especialistas que se forman con recursos públicos, porque gestoras/es y políticas/os, en connivencia, han logrado que lo que fue acabase no siendo y que lo que podía volver a ser no se quiera alcanzar porque no creen en la salud y la capacidad de las enfermeras en promocionarla, mantenerla y potenciarla como si ello fuese un peligro para ellos y para el modelo que defienden a pesar de su evidente y dañino fracaso.

Y ante la falta de ideas y de planificación surgen las ocurrencias. Ocurrencias sin fundamento que no tan solo no solucionan la situación generada, sino que incorporan nuevos elementos de desestabilización, incertidumbre, dudas y confrontación. Para muestra la creación de titulaciones sin sentido, pero con clara intencionalidad racionadora y mercantilista[4]; o la derivación de competencias a las farmacias que son identificadas e incorporadas como nuevos y sugestivos nichos de negocio[5], o la incorporación de médicos sin especialidad como técnicos de salud[6]. No sé si la siguiente puede ser que quienes estén realizando prácticas en autoescuelas para sacarse el carnet de conducir las hagan conduciendo ambulancias, o que las/os peluqueras/os se incorporen como asistentes de salud mental… porque Atención Primaria se ha convertido en un circo de muchas pistas en el que todo es posible y todo cabe.

Si no saben, no pretendan solucionar nada a través de ocurrencias alejadas del sentido común y, sobre todo, de la evidencia científica, con el fin de ponerse una medalla o tratar de justificar el sueldo que cobran por el puesto que ocupan. O preguntan, se asesoran y hacen caso a quienes saben, o mejor mantengan silencio. Como dijera Maurice Swuitzer “Es mejor guardar silencio a riesgo de ser pensado como tonto, que hablar y eliminar toda duda”[7]

Mientras tanto las enfermeras especialistas de Enfermería Familiar y Comunitaria siguen sin poder incorporarse como tales por no haberse creado plazas específicas y las Enfermeras Comunitarias sin poder desarrollar sus competencias por limitar su acción a las técnicas y su organización a actividades y tareas. Como nos descuidemos pronto contratarán a auxiliares veterinarios para prestar cuidados o las farmacias lo incorporarán también a su negocio, como vienen reclamando. Y ya se sabe que quien llora mama.

No nos equivoquemos, la saturación no es real, de hecho, ya hay quienes así lo manifiestan[8], es inducida y permitida por quienes tienen la capacidad de decisión, pero adolecen de la voluntad de tomar las que situarían en el lugar que corresponde a la Atención Primaria. Dando valor a quienes tienen la capacidad y las competencias para responder de manera real, eficaz y eficiente a las necesidades y demandas sociales, con independencia de la disciplina o nivel en que se les sitúa para evitar, precisamente su acceso a dichos puestos.

Sin embargo, se mantiene la dinámica continuista que perpetúa los fallos que se cometieron en la evolución de Atención Primaria, devaluándola de manera interesada y progresiva hasta alcanzar el estado crítico en el que la han dejado por acción o por omisión. Estado en el que tienen responsabilidad compartida, aunque no en igual proporción, políticos, gestores, profesionales y la propia ciudadanía, al contribuir con su pasividad, conformismo y egoísmo interesado a que llegase al estado de coma inducido en que se encuentra. Por tanto, hay dos posibilidades, o se le desconecta totalmente y se le deja morir o se le activa, reanima y rehabilita para que logre su estado de plenitud.

La Atención Primaria, no está saturada, está caduca, enferma, en descomposición por la indolente, permanente y sistemática falta de voluntad política de quienes nos quieren convencer de lo contrario con mensajes tan falsos como interesados, con el único objetivo de seguir vendiendo un Sistema artificialmente excelente que les reporte rédito político, aunque ello suponga una clara pérdida de salud para la población. Tampoco se trata de una crisis sanitaria como se ha esgrimido para contrarrestar las críticas de una oposición ventajista y sin ideas o propuestas de cambio que no pasen exclusivamente por la privatización. La Atención Primaria debe dejar de ser el permanente aliviadero de los Hospitales, tanto para contener como para recibir. La Atención Primaria tiene y debe recuperar identidad propia como ámbito de atención a las personas, familias y comunidad y no como elemento subsidiario de los Hospitales. La Atención Primaria lo es de la salud y no de la enfermedad, aunque la atienda, por lo que debe ser identificada como tal y no tan solo para acompañar eufemísticamente a los Centros que la integran (Centros de Salud). La Atención Primaria lo es por ser el primer recurso de salud en orden dentro del Sistema Sanitario, pero sobre todo resulta principal o esencial, base o fundamento necesario para que dicho Sistema funcione y preste atención de calidad, cercana, humana, integral, integrada, integradora, equitativa, accesible y no tan solo un recurso utilitarista para los Hospitales y la asistencia.

Seguir utilizando eufemismos que oculten la realidad de una patética gestión política y sanitaria es tan solo una forma de defenderse e ignorar la verdad que no quiere asumirse ni afrontarse, posiblemente porque hacerlo suponga reconocer su propia incapacidad.

Que Dios nos libre de los amigos que de los enemigos ya nos ocuparemos nosotras. Pero que esto nos lleve a identificar la importancia de actuar desde la unidad, sin que ello signifique hacerlo desde el pensamiento único que, por otra parte, es lo que se pretende cuando se hacen afirmaciones ausentes de argumento por parte de responsables del ministerio de sanidad en contra de las Sociedades Científicas, tratando de justificar la falta de comunicación y participación con ellas por ser muchas y mal avenidas[9]. Un nuevo ejercicio de cinismo e hipocresía que trata de esconder la manifiesta incapacidad de gestión por parte de quien debiera ordenar las profesiones sanitarias, en lugar de hacer justamente todo lo contrario, en un gobierno que, además, está en permanente enfrentamiento. Le dijo la sartén al cazo[10].

[1] Quinto Horacio Flaco, conocido como Horacio, fue el principal poeta lírico y satírico en lengua latina.

[2] Zygmunt Bauman (Poznan, 1925 – Leeds, 2017) profesor emérito de Sociología en la Universidad de Leeds.

[3] Modernidad Líquida en S.L. FONDO DE CULTURA ECONOMICA DE ESPAÑA, 2003.

[4] http://efyc.jrmartinezriera.com/2022/01/24/cuidados-low-cost-las-apariencias-enganan/

[5] https://www.lavozdegalicia.es/noticia/galicia/2022/01/25/farmacias-podran-asumir-tareas-medir-tension-evitar-consultasprimaria/0003_202201G25P7991.htm?utm_source=whatsapp&utm_medium=referral&utm_campaign=share&utm_content=0003_202201G25P7991

[6] https://www.diariomedico.com/medicina/medicina-familiar/politica/galicia-incorpora-medicos-sin-especialidad-como-tecnicos-de-salud-para-aliviar-la-primaria.html?check_logged_in=1

[7] Mrs. Goose, Her Book de Maurice Switzer (1907).

[8] https://www.rioja2.com/n-159943-2-maria-somalo-en-ningun-momento-ha-habido-colapso-en-la-atencion-primaria/

[9] https://www.redaccionmedica.com/secciones/medicina/sanidad-propone-reducir-las-sociedades-cientificas-para-mejorar-el-trabajo-3802

[10]https://cvc.cervantes.es/lengua/refranero/ficha.aspx?Par=58520&Lng=0#:~:text=Significado%3A%20Recrimina%20a%20las%20personas,critican%20faltas%20menores%20en%20otros

CUIDADOS LOW COST Las apariencias engañan

“El mundo recompensa antes las apariencias de mérito que al mérito mismo.”

François de La Rochefoucauld [1]

 

Hoy, lunes 24 de enero de 2022, se ha publicado en el BOE el Real Decreto 46/2022, de 18 de enero, por el que se regula la cualificación profesional Supervisión de la atención sociosanitaria, cuya competencia general es Supervisar el desempeño de las actividades del equipo técnico de cuidados en la atención sociosanitaria y de los recursos materiales y humanos en coordinación con el equipo interdisciplinar, los servicios generales del centro y otros servicios externos, para contribuir a garantizar la atención centrada en la persona, cumpliendo la normativa relativa a la planificación de la actividad preventiva y a los estándares de calidad[2].

No alcanzo a entender el objetivo real de esta nueva titulación, aunque sospecho que no es precisamente velar por la calidad de los cuidados.

En un momento en el que la pandemia nos deja un contexto de cuidados de alta complejidad, en el cual el ámbito sociosanitario en general y las residencias de personas adultas mayores en particular, precisan de cuidados integrales y personalizados que se alejen de la medicalización, la apuesta por un modelo de cuidados tecnológicos, de escasa entidad científica, con competencias que son transferidas desde otras disciplinas para devaluarlas, tan solo puede obedecer a varios criterios:

  • Abaratar costes eliminando a enfermeras de dichos centros que son quienes tienen las competencias profesionales específicas para prestar cuidados de calidad, científicamente contrastados.
  • Desvalorizar a las enfermeras especialistas en Geriatría y Gerontología que se vienen formando desde hace años con importantes inversiones de dinero público, sin que se hayan definido, hasta la fecha puestos específicos.
  • Favorecer la privatización de la atención geriátrica al reducir costes en la contratación de personal.

O puede que sean todos ellos a la vez. Aunque también puede deberse a la ignorancia absoluta que en torno a los cuidados tienen quienes han pensado, diseñado y desarrollado esta titulación. No cabe otra posibilidad, ya que si se conocen las necesidades y las respuestas que precisan, sería tanto como ratificar que no les importa en absoluto la calidad de las mismas y que se trata tan solo de una forma barata y aparente de asistir, que no atender, a las personas adultas mayores.

Es un despropósito y un claro ataque a la disciplina y profesión enfermeras el plantear siquiera una titulación de esta índole. Pero es un desprecio absoluto a la inteligencia colectiva pretender que nos creamos que esta apuesta formativa responde a intereses reales sobre la calidad de vida de las personas adultas mayores. Desprecio y preocupación que ya fueron trasladados por parte de Sociedades Científicas y Colegios Profesionales a las responsables de su tramitación parlamentaria, cuya respuesta fue no tan solo ignorar los argumentos trasladados sino menospreciarlos con respuestas sin fundamento científico alguno y con el aviso de que nada ni nadie impediría su desarrollo, como así ha sido. Finalmente “aparentar tiene más letras que ser”[3] y eso es lo que han preferido con su decisión, aparentar.

Pero es que además de lo dicho, las palabras, que no son inocentes, en este caso aún lo son mucho menos. Se habla en todo momento de supervisar que tal como recoge la RAE es “Vigilar o dirigir la realización de una actividad determinada [una persona que tiene la autoridad o capacidad para ello]”. Dotar de autoridad y capacidad de dirección a personas sin competencias reales para ello, porque no es suficiente con plasmarlas en un RD, es una temeridad, una irresponsabilidad y un engaño. Más aún cuando los mismos que lo hacen niegan sistemáticamente, a quienes tienen competencias contrastadas y científicas para ello, como las enfermeras, el acceso a puestos de dirección con capacidad en la toma de decisiones.

La opinión pública debe saber y conocer que se está dando rango normativo a una calidad de cuidados deficiente e insuficiente que tan solo se sostiene desde los eufemismos y la demagogia que tratan de “vender” como cuidados de calidad lo que convierten en cuidados “low cost”, intentando aparentar algo que realmente no es aunque lo parezca.

El Presidente del Gobierno y sus Ministras de Sanidad y Educación son, desde el mismo momento en que dan validez legal a una titulación oportunista, populista y rentista, responsables del deterioro evidente que su implantación supondrá en la vida de las personas adultas mayores y cómplices necesarios de la privatización y menoscabo de la atención sociosanitaria que favorecen.

La inversión en una atención sociosanitaria integral, integrada, integradora, intersectorial, articulada, coordinada, accesible y de calidad, no pasa por una respuesta como la que se plantea y mucho menos por un desprecio absoluto a la entidad, valor, reconocimiento y visibilidad de los cuidados profesionales enfermeros que, en ningún caso, se compensa con palabras vacías, aplausos interesados o menciones tan oportunistas como falsas hacia quienes tienen las competencias para prestarlos, las enfermeras.

El pasado día 20 de diciembre la Ministra de Sanidad anunciaba, en su triste y forzado adiós al movimiento Nursing Now España[4], la puesta en marcha de una estrategia nacional de cuidados. Si este es el inicio de dicha estrategia no quiero ni pensar lo que queda por descubrir.

Aún están a tiempo de parar lo que nunca se debió iniciar. Pero mucho me temo que la soberbia de actuación y el nepotismo de la acción, no nos deparará nada nuevo ni bueno.

Por lo tanto, deberemos trabajar para que la sociedad sepa lo que realmente importa la salud de las personas adultas mayores a nuestros decisores. Es una responsabilidad colectiva de las enfermeras parar este despropósito institucional y este ataque a la dignidad profesional enfermera.

[1]  Escritor francés.

[2] https://www.boe.es/eli/es/rd/2022/01/18/46

[3] Karl Kraus (1874-1936) Poeta, autor satírico y crítico austriaco.

[4] http://efyc.jrmartinezriera.com/2022/01/20/funeral-de-nursing-now-espana-una-escenificacion-ministerial/

FUNERAL DE NURSING NOW ESPAÑA Una escenificación ministerial

                                                                              “Una posición eminente sin nobleza de carácter, culto sin veneración, prácticas funerarias sin sincero dolor: he aquí situaciones que no soporto.”

Confucio[1]

 El 20 de diciembre del recién terminado año 2021, se celebró en Madrid, en el Ministerio de Sanidad, lo que vino en denominarse Jornada Nursing Now, con el lema “El futuro de la Enfermería en España”

El 14 de mayo de 2019 la entonces ministra de sanidad, Mª Luisa Carcedo, firmó en la sede del Consejo General de Enfermería, la constitución del grupo Nursing Now España, con la presencia del Promotor y copresidente de la Campaña Nursing Now, Lord Nigel Crisp y el director ejecutivo del Consejo Internacional de Enfermeras, Howard Catton. Dicha firma y la foto oficial de todos los firmantes, escenificaba pues el apoyo explícito a los planteamientos que de la citada campaña se derivaban, como la visibilidad y valoración que el mismo debía suponer para las enfermeras, así como la necesidad de que las enfermeras se incorporasen a los puestos de responsabilidad y toma de decisiones para participar de manera activa y real en las políticas de salud a todos los niveles. Objetivos, por otra parte, que destacó en su intervención online el director general de la Organización Mundial de la Salud (OMS), Tedros Adhanom Ghebreyesus ese mismo día. Toda una declaración de intenciones desde luego.

Tras dos nuevos ministros de sanidad, Salvador Illa y Carolina Darias, una pandemia y el 2021 como año internacional de las enfermeras y matronas declarado por la OMS, el ministerio que firmase en 2019 su apoyo a la campaña Nursing Now permitió escenificar el cierre y entierro de la campaña con una jornada de poco más de una hora de duración a la que, además, fue restringida la asistencia, 48 horas antes de su celebración con fin de semana por medio, de quienes habían sido invitadas/os, con la peregrina excusa de la situación de la pandemia, mientras simultáneamente se celebraban actos políticos masivos o se tenía libertad absoluta de acceso a centros comerciales, de cultura, ocio o restauración. Significativo.

No he querido escribir nada al respecto hasta ahora porque recordando a mi madre, he preferido contar hasta 100, antes de hacerlo, con el fin de tener el ánimo y espíritu más serenos y con ello una deseable, aunque difícil objetividad que trataré de mantener en mi reflexión.

Tuve la suerte o el privilegio, según se mire o se quiera adornar, de ser uno de los elegidos para asistir personalmente al Ministerio de Sanidad por razones que hasta la fecha desconozco y que supusieron que muchas/os representantes de organizaciones, instituciones o sociedades científicas enfermeras, quedaran excluidos/as de poder asistir, tras serles notificada oficialmente la invitación en reiteradas ocasiones. Una afluencia que iba a ser de 120 personas y que al parecer las/os responsables del ministerio, con su ministra al frente, consideraron excesiva y posiblemente peligrosa. No sé si por motivos de control de la pandemia, aunque hasta donde yo sé y conozco, las enfermeras no tenemos ningún gen o característica especiales que generen mayor peligro de contagio que cualquier otra persona, o bien porque un número “tan elevado” de enfermeras en el ministerio se consideró pudiese ser peligroso para sus moradores. En cualquier caso, finalmente la asistencia no superó los 60 asistentes entre las/os que había enfermeras y otras/os profesionales que se nos dispuso dejando libres dos asientos de distancia en el Salón Ernest Lluch del ministerio, mientras teatros, cines, restaurantes… no tenían restricciones de aforo. Utilizar la prevención de manera tan interesada como precipitada no deja de ser una manipulación tan difícilmente entendible como escasamente explicada.

La pandemia, como para tantas otras cosas, ha sido la excusa perfecta para que una campaña que era identificada, cuanto menos, como incómoda para muchos sectores políticos y profesionales pasase inadvertida, invisible y olvidada. Algo bueno debía tener la pandemia, debieron pensar algunas/os. De ahí que nada de lo que inicialmente se tenía previsto celebrar o cambiar, no tan solo no se llevase a cabo, sino, ni tan siquiera se plantease como posibilidad de hacerlo. Posiblemente se pensó que sería suficiente con los aplausos, que la sociedad brindó desde los balcones, no se sabe si como reconocimiento real o como forma de superar el aburrimiento del confinamiento, a los que se sumaron teatralmente las/os responsables políticos, aunque las enfermeras quedásemos incluidas en ese genérico y neutro término de sanitarios tan ampliamente utilizado y con el que se conoce también a las piezas de los baños, servicios o toilettes (bidé, lavabo, taza del wáter, bañera…). Amén, claro está, de la consideración de heroicidad con la que quisieron regalarnos los oídos, aunque, por supuesto, sin otorgarnos poderes. Este fue todo el despliegue de apoyo y consideración del Nursing Now en España por parte de las/os políticas/os, la palmadita en la espalda y poco, muy poco más, a excepción de nobles y meritorias acciones en un muy reducido número de comunidades autónomas. En la mayoría de territorios no se pasó, en el mejor de los casos, de la constitución de los grupos Nursing Now autonómicos que no hicieron más que sumarse a la inacción del propio ministerio en un acto de solidaridad que hubiese sido deseable no se produjese.

Pero como quiera que la representante en España de Nunsing Now, la Dra. Adelaida Zabalegui, en un alarde de perseverancia, paciencia y encono, posiblemente insistió al ministerio sobre la necesidad de hacer al menos un cierre de la campaña que maquillase su triste desarrollo, la ministra en un acto de máxima benevolencia y simpatía, que no de empatía, permitió que se concediera a las enfermeras una hora de su tiempo y espacio para enterrar ya de una vez esta incómoda campaña que da la impresión tuviese mayor peligro para su salud y la de su equipo que la propia pandemia. Una hora, no fuese que un tiempo de exposición mayor a las enfermeras les generase unos efectos tan indeseables como nocivos.

Así pues, se confeccionó un programa según el cual, para empezar, el director general de ordenación profesional, el Sr. Vicenç Martínez, se dirigió al auditorio presente y al virtual, sin nombrar ni una sola vez a las enfermeras como tales sino, en todo momento, como profesionales de enfermería en un acto que pareciera de prevención a la denominación que nos corresponde como enfermeras y que con tanto empeño como éxito evitó en su alocución inaugural. Un discurso vacío, de circunstancias y de estricto y aséptico protocolo en el que se limitó a no decir nada que pudiese suponer un resquicio de fundada esperanza de cambio, ni una ofensa directa a las enfermeras a las que se dirigía por obligación, aunque estuviese plagado de ellas de manera indirecta. Un discurso, en definitiva, propio de quien no ha demostrado en ningún momento, durante el ejercicio de su cargo, empatía alguna por las enfermeras, su situación y su desarrollo profesional que, teóricamente, es lo que le correspondería hacer desde el puesto que ocupa. A lo mejor es que nadie se lo ha explicado y sigue haciendo lo que siempre ha hecho, ignorar o minusvalorar a las enfermeras.

Las palabras de la Dra. Adelaida Zabalegui, correctas y de agradecimiento. Agradecimiento que se sitúa tan solo en el ámbito de la corrección y el respeto institucional pero que no obedece, no porque no se quiera trasladar sino porque no hay donde o hacia qué o quién hacerlo, a lo que merecen quienes presidían el velorio. Intervención que se centró básicamente en la presentación de las/os intervinientes internacionales y de la mesa posterior y poco más. Triste y lamentable balance de una campaña que tanto ilusionó y que final y nuevamente tanto defraudó. No era momento de alaracas, sino de un lacónico y correcto mensaje por su parte.

Las intervenciones de las/os representantes internacionales Elizabeth Iro. Directora de Enfermería de la OMS; Pamela Cipriano. Presidenta del Consejo Internacional de Enfermería, Barbara Stilwell. Directora Ejecutiva de la Campaña Nursing Now y Nigel Crisp. Co-Director General de la Campaña Nursing Now, destacando lo que suponía la campaña Nursing Now, como no podía ser de otra manera, dichas con emoción, ilusión y fe en las mismas, posiblemente desconocedoras/es de la realidad de la citada campaña en España que no pasó de ser una campaña de rebajas con mucha propaganda y resultados muy pobres.

A continuación, una mesa en la que participaron Conrado Domínguez director General del Servicio Canario de Salud; Ana Teresa Domínguez. Enfermera del Nursing Now Challenge de Extremadura; Florentino Pérez. Presidente del Consejo General de Enfermería; Rafael Bengoa ex -consejero de Sanidad del País Vasco (que intervino a través de un vídeo); Patricia Gómez consejera de Sanidad de las Islas Baleares; María Gálvez Sierra directora Plataforma de Organizaciones de Pacientes y Manuel Cascos presidente SATSE (Sindicato de Enfermería), que con más voluntad que acierto, salvo honrosas excepciones, trasladaron lo que debió suponer y no supuso y lo que finalmente se deseaba alcanzar y no se alcanzó. Deseos trasladados más como una súplica póstuma de la campaña que desde el convencimiento para que alguien, aunque estuviese presente la ministra, fuese capaz de recoger el guante y asumir el reto de hacerlos realidad. Como carta a los Reyes Magos, que estaban por venir en aquellos momentos no estuvo mal, pero como propuesta de realidad factible y creíble dejaba mucho que desear. No tan solo por quienes las pronunciaron con mayor o menor acierto, sino por quien las debía recoger para que obras fueran amores y no tan solo buenas razones.

Finalmente estaba la expectativa, la esperanza, el anhelo de que la ministra, como el cercano día del sorteo de la Lotería de Navidad, nos sorprendiese a todas/os con el premio gordo de trasladar de manera concreta, firme y sin reservas, su compromiso y el del gobierno al que pertenece y representaba en el acto, para y con las enfermeras a través de propuestas concretas que respondiesen a los postulados de la campaña que estaba enterrando con sus palabras y con su actitud distante y de alivio por la despedida que estaba escenificando. Gobierno, cuyo presidente, todo sea dicho de paso, podría haber asistido si es que alguien le hubiese informado de que se iba a producir el sepelio.

Así pues y más allá de las consabidas y ya aburridas referencias a la pandemia, la vacunación y los rastreos, sin nombrarnos tampoco como enfermeras, no mostró ni cantó la deseada bola del Gordo o de un Premio de consolación. Nada, todas las papeletas quedaron en simples y vacías expectativas de lograr alguna recompensa en un sorteo, el de Nursing Now, por el que habíamos apostado fuerte, pero que quedará como recuerdo de lo que pudo ser y no se quiso que fuese. Nos tuvimos que conformar con la pedrea de un anuncio, que no deja de ser contradictorio, como el de la futura puesta en marcha de una estrategia de cuidados en la que anunció estaríamos representadas las enfermeras. Ojo, no que fuésemos a liderar, dirigir o coordinar, las enfermeras, sino que estaríamos presentes, es decir, nos premió con la terminación del número que como suele suceder con la lotería quedará sin cobrarse o se cambiará por otra papeleta que tampoco obtendrá premio. Una estrategia, me temo, planteada más como una contraofensiva a la impulsada desde el Ministerio de Igualdad de la ministra Irene Montero, en la que no se cuenta con el Ministerio de Sanidad, que como oferta real y en la que crean. Es decir, una nueva y torpe maniobra de confrontación política para la que utilizan un tema de tanta relevancia y en la que tanto tenemos que aportar las enfermeras, como son los cuidados. Esa fue la intervención, que no consumió siquiera el tiempo que tenía asignado en programa, de la máxima responsable de la sanidad española ante las enfermeras. Esa fue su apuesta por las enfermeras. Ese fue su compromiso con las enfermeras. Esa fue su actitud de cambio. Ese fue su triste legado en la despedida de una campaña a la que puso fin con tanto desprecio como indolencia. Nada, absolutamente nada, de lo que se proponía en la campaña fue tan siquiera nombrado, simplemente lo obvió y con ello a las enfermeras. Como dijera Eurípides de Salamina, “las exequias suntuosas (aunque estas ni siquiera lo fueron) sirven para satisfacer la vanidad de los vivos.”

Triste y corta jornada, una hora escasa, que eso sí, fue fiel al título o lema que se le impuso de “El futuro de la Enfermería en España”, no por lo que el mismo nos depara de ilusión o esperanza sino por las certezas de decepción, deriva, incertidumbre, alarma y tristeza que quedaron patentes en el mortuorio acto de despedida que nos brindó el ministerio y su ministra.

Tras tan decepcionante acto llegaba el momento de las fotos. Me sorprende como tras lo escuchado y visto hubiera empujones por hacerse una foto con la ministra. Imagino, o quiero imaginar, que fue tan solo por guardar un recuerdo del sepelio como quien guarda los recordatorios de fallecimiento de los finados. Pero sinceramente pienso que ni tan solo por eso valió la pena inmortalizar un acto de afrenta que no de gratitud y reconocimiento como hubiese sido deseable que fuese. Ni tan siquiera nos quedará el duelo por la pérdida. El muerto, Nursing Now, al hoyo, y con ella las enfermeras en su conjunto, y el vivo al bollo, en el que no hay ni quieren hacer espacio para las enfermeras.

Quedaba tan solo la vana esperanza de una difusión del acto en medios de comunicación, por parte del gabinete de protocolo o prensa del ministerio, que trasladase a la opinión pública la escenificación que habían preparado en el improvisado tanatorio en el que se convirtió el ministerio. No fueron, la campaña Nursing Now y con ella las enfermeras, merecedoras de unos minutos en los medios que tanto temen y a los que tanto miman. Posiblemente tuviesen miedo a una corriente de simpatía social hacia las enfermeras que estropease el funeral que habían escenificado y en el que ni tan siquiera hubo cortejo fúnebre para su entierro o incineración que no sabemos que se eligió, aunque sospecho que preferirían lo segundo ante una hipotética e indeseable resurrección de la campaña. Falta por saber que destino tendrían las cenizas. Casi mejor no saberlo, aunque tan solo sea por salubridad.

Así pues entre saludos, abrazos, besos, deseos de paz, felicidad y sobre todo mucha salud, de los pocos asistentes, que es lo que se hace cuando la suerte no nos acompaña, se diluyó la concurrencia, quedando una triste impresión de despedida que no de pérdida, porque no se puede perder aquello que no se tuvo y en España, Nursing Now, fue tan solo el sueño de una noche de verano que causó mucho ruido y pocas nueces a pesar de la importancia de llamarse Nursing Now (Ernesto), porque finalmente la fierecilla (enfermería) fue domada sin que se produjese tempestad ni trabajos de amor ganados, sino tan solo intenciones, ni tan siquiera bien intencionadas, remedando obras de William Shakespeare y Oscar Wilde, que al menos podemos referir como consuelo al olvido al que nos someten.

Poco más que añadir. Cada cual que lleve el duelo como mejor pueda o quiera, pero la realidad de la despedida es la que fue y con ella la importancia que se dio a la campaña Nursing Now España, con el postrero falso y triste adiós por parte de quien nunca creyó en ella, si bien, como sucede en casi todos los entierros, siempre se habla bien del muerto, aunque en vida se le haya ignorado o incluso vilipendiado. Nursing When?[2]

Pero no quisiera despedirme sin trasladar un desafío a la muerte y con ella al entierro forzado realizado a Nursing Now España. Para ello creo que nada mejor que el soneto sagrado de John Donne (1572-1631)[3]

 

«Muerte, no te enorgullezcas, aunque te llame alguno

poderosa y temible, pues no eres tales cosas;

porque aquellos que tu piensas que has derrotado,

no mueren, pobre muerte, ni a mí puedes matarme.

Del sueño y el reposo, de tu imagen solamente,

muchos placeres surgen de ti, mucho más debe fluir,

y pronto nuestros mejores hombres contigo acuden,

reposo de los huesos y liberación del alma.

Eres esclava del Destino, la Oportunidad, reyes, y hombres desesperados, con la guerra, el veneno y la enfermedad habitas; y amapola o encanto pueden hacernos dormir igualmente, y mejor que tus golpes, ¿por qué te jactas entonces?

Un corto sueño pasado, nosotros despertamos eternamente, y la muerte no será más; muerte, tú morirás».

Descanse en paz, o no…

[1] Pensador chino cuya doctrina recibió el nombre de confucianismo también llamado confucionismo.

[2] Enfermería cuándo?

[3] Poeta metafísico inglés de las épocas de la reina Isabel I (1559-1603), el rey Jacobo I (1603-1625) y su hijo Carlos I (1625-1642).

PUÑETERA JUSTICIA La desigualdad como fundamento

“Yo declaro que la justicia no es otra cosa que la conveniencia del más fuerte.”.”

Platón[1]

La desigualdad, por mucho que se empeñen en hacernos creer que no existe o que no se tiene en cuenta a la hora de acceder a derechos fundamentales, en cualquiera de sus formas, variantes, variedades o interpretaciones, que de todo hay, determina claramente muchos aspectos de la vida de las personas, los grupos o las profesiones.

Negar que la enfermería y las enfermeras no hemos sido y seguimos siendo objeto de desigualdad es tanto como negar que no existe machismo o violencia de género. Tratar eufemísticamente de ocultarlo, enmascararlo, edulcorarlo o manipularlo, que todo viene a ser lo mismo, es no tan solo faltar a la verdad sino contribuir a que se perpetúe la diferencia y con ella la desigualdad que dificulta o impide la igualdad de oportunidades para lograr las mismas metas, con idéntica exigencia y mérito evidentemente, que cualquier otra disciplina o profesionales, al situarnos siempre por debajo de quienes tienen asignada la supremacía social, política, científica, profesional… alcanzada por méritos propios, no me cabe duda, pero también por la presión del poder que ejercen para no compartir espacio de igualdad de imagen, valor, identidad y reconocimiento, que no de conocimiento o de competencia profesional propios.

Esa desigualdad, gestada a lo largo de la historia y ligada claramente a una cuestión de género y de fuerza del trabajo, ha permitido y logrado que las enfermeras siempre hayan sido identificadas desde una perspectiva subsidiaria, de menor valor, de obediencia, de debilidad, de sumisión… a la sombra y al mando de quienes siempre han sido identificados como poderosos, fuertes, capaces, resolutivos… De ahí la asimilación que se establece de los ángeles al servicio de Dios. Y como derivación la curación ligada a la sublimación y el milagro y los cuidados a la abnegación, la renuncia y el sacrificio.

Esta diferencia descalificadora, estigmatizante, dolorosa y claramente injusta, sin embargo se ha instalado como una verdad incuestionable no tan solo en la sociedad como creencia popular, sino en quienes como la RAE, al menos en teoría, velan por limpiar, fijar y dar esplendor a aquello que permite identificar, conocer y valorar a través de la lengua, las palabras, recogiendo en su definición exactamente los mismos rasgos de desigualdad que los que se mantienen socialmente y por tanto contribuyendo a que no se modifiquen.

Las personas que deciden dedicarse a la política, teóricamente también, como servicio a la sociedad y defensa de los derechos de la ciudadanía que los elige, también contribuyen con sus decisiones a que dicha desigualdad no tan solo sea considerada normal sino a impedir que se pueda cambiar gracias a las normas que lo impiden o dificultan mucho más allá de lo que supone para otras/os profesionales.

Las/os periodistas o quienes se dedican a la información sin serlo, por su parte, contribuyen al estereotipo de desigualdad con informaciones que mimetizan de idéntica manera los planteamientos descritos, haciendo de caja de resonancia que los amplifica, magnifica, contribuyendo al igual que la RAE a fijarlos.

Tal es, por tanto, la creencia de que esa desigualdad no es tan solo una injusticia, sino que es una característica inherente a quienes, como las enfermeras, la soportan que también los jueces la han asumido como verdad.

Recientemente un juzgado de Alicante sentenció a la Conselleria de Sanitat Universal y Salut Pública de la Generalitat Valenciana a indemnizar a algunos médicos que habían presentado demanda por no disponer de medios de protección personal en el inicio de la pandemia que como se concreta en la sentencia puso en riesgo la salud de dichos profesionales[2].

Dos días más tarde, un magistrado de Jaén, ha dictaminado en su sentencia que la demanda interpuesta por enfermeras de dicha provincia por idéntica situación de desprotección a la anteriormente mencionada no era objeto de consideración dado que según reza la sentencia «Las enfermeras tenían la obligación de sacrificar su vida» y «Las enfermeras deben elegir velar por la vida de los pacientes antes que por la suya propia»[3].

Así pues y sin entrar en consideraciones legales, lo que queda claramente de manifiesto es que la desigualdad en función de ser médico o enfermera ante situaciones idénticas es un determinante a la hora de impartir justicia y, por tanto, a la hora de obtener igual consideración, trato, respeto y protección, hasta el punto de considerar que la vida de unos y otros, médicos y enfermeras, tiene diferente valor.

O bien la norma no está bien elaborada al ofrecer resquicios que permiten interpretaciones tan distantes, desiguales o injustas o bien las interpretaciones de los jueces están tan claramente impregnadas de creencias, tópicos, estereotipos, ideologías y prejuicios que determinan sus sentencias y con ellas la justificación de la desigualdad.

No se puede generalizar, desde luego, pero tampoco se puede obviar la particularidad dañina que puede conducir a ello.

¡Triste época la nuestra! Es más fácil desintegrar un átomo que un prejuicio[4].

Puñetera justicia


[1]  Filósofo griego seguidor de Sócrates y maestro de Aristóteles.

[2] https://www.lasprovincias.es/comunitat/juez-condena-sanidad-indemnizar-medicos-49000-euros-contagio-covid-20220111183223-nt.html?ref=https%3A%2F%2Fwww.google.com%2F

[3]https://twitter.com/EnfrmraSaturada/status/1481767800863698947?t=2AFZ5wCPn9oTF3nw4QQiaw&s=08

[4] Albert Einstein: científico alemán nacionalizado estadounidense.

VOCIFERADORES, MENTIROSOS Y PROFESIONALES. Un problema de identidad y referencia profesional

“Con una mentira es posible que engañes a alguien; pero cualquier mentira te dice a ti mismo una gran verdad indiscutible: eres débil.”

Tom Wolfe[1]

Suele ser habitual, más de lo esperado y deseable, vencer la frustración, la ira contenida, la desilusión personal o colectiva… contra alguien o contra algo con el fin de ocultar la falta de compromiso, acción, implicación o incluso de capacidad personal para lograr aquello que algunas/os consideran que les corresponde, aunque realmente hayan hecho poco, muy poco o nada para lograrlo. Entienden que son otros quienes tienen la obligación de hacer lo que a ellas/os les beneficia, sin que consideren en ningún momento, que su actitud ante lo que esperan alcanzar tenga absolutamente ninguna influencia para ello.

No es necesario concretar casos específicos para identificar claramente de lo que estamos hablando. Entre otras cosas, lamentablemente por la frecuencia con que se producen estas muestras de artificial y artificiosa indignación que suelen ir acompañadas de manifestaciones de desprecio, descalificaciones e insultos como complemento a las medias verdades o mentiras con las que tratan de justificar su estado de apatía e inmovilidad y ocultar así su evidente desconocimiento o manifiesta voluntad de manipular o simplemente hacer daño gratuito con el que alcanzar una notoriedad que no tienen otra forma de lograr. Tal como apuntara Alessandro Manzoni[2] “las injurias tienen, sobre las razones, la gran ventaja de ser admitidas sin prueba alguna por un gran número de lectores”.

Agazapadas/os en su zona de confort y/o mediocridad, que de todo hay, esperan la ocasión propicia para saltar a las redes a vociferar contra todo y contra todos a los que eligen como diana de sus dardos envenenados y trucados. Lo importante es el fin, su fin, que justifica los medios empleados, los que sean, con tal de presentarse como víctimas de unas injusticias y persecuciones que no tan solo son infundadas, si no el resultado de su habitual actitud de pasividad y conformismo. Para ellas/os lo de menos es la coherencia, el fundamento científico, el valor o la forma de alcanzar algún objetivo, porque lo que priorizan, aunque sea a costa del descrédito o la desvalorización del logro, es obtener su beneficio, aunque este no sea merecido.

Pero lo grave no es tanto, que lo es, el daño que hacen de manera voluntaria y premeditada contra quienes eligen como objetivo de sus furibundos ataques. Lo verdaderamente grave es el daño que estos personajes hacen contra la profesión enfermera, aunque traten de erigirse en adalides de la misma con su dramática y torpe interpretación. Y es que en su pensamiento o torpe razonamiento actúan como dijera Adolf Hitler[3] creyendo que “las grandes masas sucumbirán más fácilmente a una gran mentira que a una pequeña”, por lo que finalmente les pasa como a Mariano Rajoy[4] que con sus discursos tratan de hacer creer que “cuanto peor mejor para todos y cuanto peor para todos mejor, mejor para mí el suyo beneficio…»[5], en un alarde de claridad y concreción.

Resulta difícil entender este tipo de actitudes y actuaciones y mucho menos justificarlas. Pero voy a tratar de analizarlas desde la Teoría de la Aceptación-Rechazo Interpersonal (IPARTheory) que es una teoría basada en la evidencia y por lo tanto alejada de la interpretación interesada que se me podría imputar. Trata de predecir y explicar las principales causas, consecuencias y correlatos de la aceptación-rechazo, que básicamente es lo que las provoca.

La aceptación-rechazo (warmth dimension) es una dimensión que se extiende a lo largo de un continuo desde la aceptación hasta el rechazo. A lo largo de este continuo, que trato de centrar en el ámbito de las relaciones enfermeras, cada profesional puede situarse de acuerdo con la historia de relaciones que ha percibido/interpretado de sus principales referentes o representantes, en el caso que nos ocupa de las/os líderes o de las instituciones a las que representan o lideran.

El extremo inferior de este continuo representa la aceptación y se refiere a las conductas de comodidad, preocupación, apoyo, en definitiva, el aprecio que las/os profesionales pueden experimentar/interpretar de sus referentes o representantes que, aunque los ignore o niegue, siempre están en su punto de mira. El otro extremo, rechazo, se refiere a la ausencia o retirada significativa de estas conductas o sentimientos que son interpretados como una variedad de afectos y conductas psicológicas y físicamente dañinas.

La subteoría de la personalidad, por otra parte, mantiene que la satisfacción de la necesidad emocional de obtener una respuesta positiva por parte de las/os referentes/representantes es un motivador poderoso. Cuando ciertas/os profesionales no satisfacen esta necesidad adecuadamente, habitualmente de manera subjetiva, tienden a responder emocional y conductualmente de una manera específica. Particularmente, los efectos de este rechazo incluyen hostilidad, agresión, falta de respuesta emocional, baja autoestima y autoeficacia, percepción negativa del entorno y dependencia inmadura (excesivo reclamo de aceptación) o independencia defensiva (evitación de cualquier signo de afecto o aceptación de los otros), que inducen a algunas/os profesionales a desarrollar una visión negativa del entorno y de las relaciones interprofesionales caracterizadas por la desconfianza, la hostilidad, la inseguridad, la amenaza y el peligro[6].

Así pues, tendríamos alguna referencia que, cuanto menos, explique que no justifique, dichos comportamientos histriónicos y agresivos desde la perspectiva más individual de la personalidad de quienes los protagonizan. Pero por sí sola dicha referencia no es suficientemente explicativa, pues la percepción/interpretación de aceptación-rechazo predice universalmente una media del 26% de la varianza del ajuste psicológico descrito, siendo aproximadamente el 74% restante de esta varianza, explicada por otros factores sobre los que a continuación reflexionaré, sin que los mismos sean ni exclusivos ni invariables en su influencia.

Es de todas/os conocido que una disciplina, ciencia o profesión no se desarrolla y crece de manera espontánea ni tampoco por las acciones exclusivamente individuales de sus miembros.

Es por ello que el desarrollo de la Enfermería, como el de cualquier otra disciplina, ciencia o profesión, ha sido, es y seguirá siendo posible por el compromiso e implicación colectivos de la mayoría de sus miembros, en este caso las enfermeras.

Sin duda, el liderazgo es fundamental y sin él difícilmente se pueden alcanzar determinados logros u objetivos. Pero dicho liderazgo debe ir acompañado, siempre, para que este sea realmente eficaz, del reconocimiento de sus iguales como referentes y no de la ignorancia, cuando no del desprecio, de los mismos como general, sistemática y tristemente se produce en Enfermería por parte de algunas/os de sus profesionales que están esperando cualquier ocasión propicia para sus ataques o descalificaciones.

Liderazgo tanto individual, de alguna/o de sus miembros, como colectivo a través de las organizaciones, instituciones, sociedades o asociaciones desde las que ejercen dicho liderazgo individual. Ambos liderazgos, individual y colectivo, son necesarios y complementarios y en ningún caso excluyentes. La fortaleza, por tanto, de una profesión, disciplina o ciencia, estará íntimamente relacionada con la fortaleza de sus sociedades científicas, tal como puede identificarse claramente en otras profesiones, disciplinas o ciencias con mayor recorrido histórico que Enfermería.

La velocidad con que se ha producido el desarrollo disciplinar enfermero desde su entrada en la Universidad hace 45 años, posiblemente nos haya producido cierto vértigo y con él la pérdida del equilibrio necesario para poder mantener un crecimiento sostenido y sostenible que sea la causa, entre otras, de actitudes como las que estoy analizando.

El problema, o uno de los problemas al menos, puede estar en la desigual velocidad de crecimiento a nivel disciplinar, profesional e incluso científico, causantes del vértigo comentado.

Mientras se ha alcanzado el máximo desarrollo disciplinar con el acceso al doctorado en el tiempo comentado, no ha sucedido lo mismo con el desarrollo en el ámbito profesional de las instituciones de salud en las que continuamos, en muchos casos, teniendo problemas de visibilidad, valoración y/o subsidiariedad. Cuestión, por otra parte, que puede explicar, al menos en parte, la histórica, repetida y me atrevo a decir actualmente aumentada, brecha entre asistencia y docencia que limita, sin duda, el crecimiento y desarrollo equilibrado de la Enfermería asistencial, sin que ello signifique, en ningún caso, la ausencia de graves problemas y desequilibrios en la carrera académica de las enfermeras docentes e investigadoras a pesar de haber logrado las máximas cotas académicas descritas.

Al desequilibrio comentado hay que añadir también la fala de identificación y valoración de las sociedades científicas enfermeras por parte de las propias enfermeras. Por una parte, porque la mayoría de ellas tiene un recorrido relativamente corto que, en el mejor de los casos, está ligado al de la propia evolución de la Enfermería ya comentada de 45 años. Por otra parte, porque existe mucha confusión sobre el papel que las citadas sociedades científicas tienen en el desarrollo profesional y científico de la Enfermería en general y de las especialidades o ámbitos de conocimiento específicos en que se enmarcan, en particular y porque además dicho desarrollo, incluso, no es percibido e identificado como necesario por algunas enfermeras para el ejercicio de su profesión.

En este sentido cabe destacar la confusa delimitación competencial de las sociedades científicas con relación a colegios profesionales y sindicatos. Estos últimos, con un recorrido histórico mayor, no siempre saben o quieren acotar, en más casos de los deseados, sus competencias a lo que sus respectivas organizaciones tienen determinado por ley, a saber, regulación profesional y defensa laboral respectivamente. De tal manera que asumen o acaparan espacios que no les corresponden, abandonando los que les son propios y provocando la referida confusión que se traduce en el rechazo de las/os profesionales fundamentalmente hacia las sociedades científicas, dado que la colegiación es obligatoria y el sindicalismo se identifica como imprescindible al contrario de lo que sucede con las sociedades científicas. De tal manera que finalmente estas quedan en un terreno que, o se desconoce o simplemente se ignora por no reconocerlo como necesario, pero a las que, sin embargo, ante situaciones puntuales, se les exigen resultados muy por encima de su capacidad tanto de potencial económico y de número de profesionales asociadas/os a las mismas, como de capacidad de influencia derivada de lo anterior. Pero a las que sin embargo se recrimina pasividad o negligencia, por parte de quienes, sin ser miembros de las citadas sociedades ni reconocer a sus representantes, provocan un rechazo que se traduce en ira y descalificación hacia ellos. Como dice el refrán, tan solo se acuerdan de Santa Bárbara cuando truena y en este caso, además, le culpan de que truene.

En la sociedad de la información en la que vivimos, aparentemente, las enfermeras tenemos múltiples opciones para elegir y muchísima información para hacerlo, pero faltan guías, referencias y conocimiento y es fácil que se sientan desbordadas/os y se confundan. Una explicación alternativa sobre el aumento de la confusión es la propuesta por Brand (2001)[7], quien dice que se debe a la discrepancia entre lo que una/o es y lo que la sociedad le exige que sea, lo que causa la confusión y con ella las reacciones descritas inicialmente[8]. De ahí que el orgullo de identidad sea esencialmente el mejor antídoto ante dicha confusión y sus efectos. Confusión que, en ningún caso, debe imputarse a las sociedades científicas con una marcada identidad científico-profesional, si no al deterioro cognitivo que quienes la padecen.

Así pues, la actitud de aceptación-rechazo y la confusión/desconocimiento explicadas, podrían ser las causas de una exacerbada e irracional respuesta por parte de algunas enfermeras ante situaciones, resultados o decisiones que sin corresponder a la acción o intervención de las sociedades científicas, son imputadas a ellas o a sus representantes como causantes del dolo, agravio o problema por parte de quien se revela con bulos, ahora conocidos como fake news, y con injurias que son las razones de quienes no la tienen [9], respondiendo más a pataletas infantiles que a reflexiones profesionales, pero que logran desviar la atención de lo importante a lo trivial y de quienes son responsables directos y reales de la supuesta injusticia hacia quienes son señaladas/os como culpables por el simple o complejo hecho de haberse significado en el trabajo permanente y continuo por resolver los problemas, aunque sin tener la capacidad de decidir sobre ellos desde las sociedades científicas a las que pertenecen voluntaria y altruistamente.

Paradójicamente nos encontramos con el mutismo, la inacción o el conformismo de estas/os mismas/os vociferadores pseudoprofesionales ante situaciones que, dependiendo directamente de la actitud y responsabilidad individual y colectiva de las enfermeras como es el caso, por ejemplo, de las competencias de cuidados, se abandonan por entender que ya no tienen suficiente entidad para seguir asumiendo su responsabilidad, lo que provoca su pérdida y con ella, parte de la identidad enfermera, que finalmente conduce a la confusión de la que hablaba y que se traslada igualmente a la sociedad, con el riesgo que ello conlleva de valoración negativa.

Estas actitudes, propias de un preocupante autismo profesional, generan este tipo de respuestas dicotómicas o bipolares que conducen al cainismo o canibalismo profesional que hace que seamos identificadas/os como irrelevantes, prescindibles o sustituibles a un menor coste, lo que finalmente, interesa políticamente a quien tiene la capacidad de decidir.

Siguen la misma corriente antisistema que nos invade socialmente. Manipulada por personajes populistas y autoritarios que utilizan estrategias mediáticas a través de la mentira, la descalificación y el odio, que no podemos ni debemos minimizar considerándolos como anecdóticos o aislados, dados sus efectos y gravedad. La historia más reciente y la remota también, nos demuestra que no abordarlos y contenerlos a tiempo trae consecuencias muy negativas y difícilmente reversibles.

Estamos pues ante un problema que lejos de ser menor, debería ser analizado y abordado con la seriedad y el rigor que merece. Tendríamos que plantearnos si no es razonable, justificable e incluso exigible que se incorporen en la docencia enfermera competencias de liderazgo, autoestima profesional, representatividad y referentes, que permitan identificar la importancia de las mismas en el desarrollo profesional, disciplinar y científico de las enfermeras, así como en su identidad, más allá de la técnica y el asistencialismo en los que lamentablemente se está focalizando, cada vez más, la atención docente como respuesta a las demandas que el sistema sanitario traslada como demanda de recursos o mano de obra, que no de profesionales científicamente bien preparados, para su modelo patriarcal, asistencialista, medicalizado, fragmentado y centrado en la enfermedad y que finalmente tiene efectos colaterales tan graves para el desarrollo de la Enfermería.

Mientras todo esto sucede resulta triste y lamentable que se desconozcan, por simple desidia derivada de la falta de identidad comentada, informes como el que se elaboró en EEUU sobre el futuro de la profesión enfermera: The Future of Nursing 2020-2030: Charting a Path to Achieve Health Equity o reflexiones sobre el mismo realizados con una perspectiva analítica, objetiva y de pensamiento crítico tan necesarios, como las realizadas por Rodrigo Gutiérrez o por enfermeras comprometidas en organizaciones como el Grupo 40+ Iniciativa Enfermera, la Academia de Enfermería de la Comunitat Valenciana o Sociedades Científicas como la Asociación de Enfermería Comunitaria (AEC), Asociación Española de Enfermería Pediátrica (AEEP), Asociación de Especialistas en Enfermería del Trabajo (AET), Asociación Nacional de Directivos de Enfermería (ANDE), Sociedad Española de Enfermería en Geriatría y Gerontología (SEEGG), Federación de Asociaciones de Matronas de España (FAME), entre otras, que siguen siendo tristemente desconocidas, criticadas y alarmantemente envejecidas por efecto de la falta de motivación de las nuevas generaciones.

Mientras levantar la voz para intentar tener razón, mentir para enmascarar, manipular u ocultar directamente la verdad o simplemente la indiferencia y la indolencia sigan siendo actitudes mayoritariamente adoptadas ante los retos que tenemos planteados las enfermeras, el futuro, el de todas las enfermeras, pero también el de la salud comunitaria, no es incierto, si no verdaderamente preocupante. ¿Hacemos algo por acallar a las/os vociferadoras/es y mentirosas/os con argumentos científicos o seguimos impasibles asumiendo sus “verdades” desde un cómplice silencio?


[1] Periodista y escritor estadounidense.

[2] Poeta, escritor y dramaturgo italiano.

[3] Dictador de la Alemania Nazi

[4] Presidente del Gobierno Español de 2011 a 2018.

[5] Palabras pronunciadas por Mariano Rajoy en el Parlamento español el 13 de junio de 2017.

[6] Rohner Ronald P., Carrasco Miguel Á.. Teoría de la Aceptación-Rechazo Interpersonal (IPARTheory): bases conceptuales, método y evidencia empírica Interpersonal Acceptance-Rejection Theory (IPARTheory): theoretical bases, method and empirical evidence. Acción psicol.  [Internet]. 2014  Dic [citado  2022  Ene  07] ;  11( 2 ): 9-26. Disponible en: http://scielo.isciii.es/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1578-908X2014000200001&lng=es.  https://dx.doi.org/10.5944/ap.11.2.14172.

[7] Brand, J. L. (2001). God Is a Libertarian? American Psychologist, 56(1), 78-79.

[8] Martínez Martí María Luisa. El estudio científico de las fortalezas trascendentales desde la Psicología Positiva. Clínica y Salud [Internet]. 2006 Dic [citado 2022 Ene 07]; 17(3): 245-258. Disponible en: http://scielo.isciii.es/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1130-52742006000300003&lng=es.

[9] Jean Jaques Rousseau. Escritor y filósofo francés.

POLÍTICA, SALUD Y ENFERMERAS. Una combinación posible y necesaria

“He llegado a la conclusión de que la política es demasiado seria para dejarla en manos de los políticos”

Charles De Gaulle[1]

Las fiestas navideñas, de fin de año y de Reyes, con pandemia incluida, dan paso a un nuevo año, 2022, que todos auguran será el definitivo para vencer al COVID 19 que nos ha venido acompañando en los dos últimos años.

A parte de las ya consabidas tasas de incidencia, contagios, vacunación, ocupación hospitalaria y de UCI, unidas a la letanía de la subida de la luz, el denominado Nuevo Año, más allá de cambiar el dígito de unidades, no parece que aporte excesivas novedades con relación al ya finalizado 2021. En todo caso, y en relación a aquello sobre lo que suelo reflexionar, todo parece indicar que lejos de mejorar la situación de la sanidad y de la salud, tiene tendencia a seguir empeorando, aunque pueda parecer que ello es imposible o cuanto menos soportable. Pero como ocurre con el precio de la electricidad, ni los incrementos de este ni el deterioro del sistema sanitario parecen inquietar lo más mínimo a quienes, al menos en principio, tienen la responsabilidad de hacer algo para que el primero baje y se estabilice en una cantidad razonable y soportable para la mayoría de la ciudadanía y el segundo frene la caída libre y mejore no tan solo la calidad de la atención, sino la organización del mismo ligada al necesario e imprescindible incremento de las inversiones para que ello sea posible más allá de las presiones de los lobbies que lo mantienen en estado vegetativo para regocijo y enriquecimiento de la sanidad privada, la desesperación y abandono de amplios sectores de la sociedad que ven recortados sus derechos y sus oportunidades y el maltrato a las/os profesionales que trabajando en condiciones precarias son señalados en muchas ocasiones como culpables de los males del sistema.

Desde luego nada nuevo y mucho menos nada bueno.

Han sido muchas las protestas realizadas, los agravios denunciados, las deficiencias descubiertas, las carencias manifestadas… en los últimos meses y muy especialmente durante la denominada sexta ola de la pandemia en la que especialmente la Atención Primaria ha sido objeto de todas las miradas, comentarios, análisis, debates, opiniones… por parte de tertulianos, periodistas, y analistas de la infodemia en la que se ha instalado todo lo que rodea a la pandemia. Atención mediática, que no política, que sin embargo no ha servido más que para seguir creando mayor confusión, incertidumbre y alarma en una sociedad que tan solo es identificada como receptora y obligada cumplidora de las medidas impuestas por las autoridades y oyente del bombardeo informativo que las cuestiona permanentemente en un juego tan interesado, oportunista, y demagógico como comercial y lucrativo, a pesar de salpicarla con intervenciones de científicas/os algunas/os de las/os cuales parecen haber entrado como plantilla fija de los programas.

Como ya anunciamos algunas/os, las heroínas y los héroes se transformaron en villanas y villanos y los aplausos en descalificaciones e insultos como consecuencia de la gestión paternalista, persecutoria, estigmatizadora, punitiva e impositiva del sistema sanitario, que logró desviar la atención hacia quienes sufren idéntica gestión, las/os profesionales, en lugar de hacerlo hacia quienes son los verdaderos artífices de la misma, las/os políticas/os, al impedir la participación activa de la comunidad en la toma de decisiones, lo que finalmente provoca una tormenta perfecta de inestabilidad, confusión y confrontación.

Este escenario, por otra parte, es aprovechado por quienes, en lugar de hacer propuestas de mejora y cambio desde la oposición, como sería su obligación, se dedican a sacar rédito político del mismo atacando con descalificaciones lo que requiere de consensos y sentido común. Políticos que tal como expresó Friedrich Nietzsche[2] “dividen a las personas en dos grupos: en primer lugar, instrumentos; en segundo, enemigos”. Pero, claro está, eso sería tanto como pedir que entendiesen lo que significa tener una mirada de Estado en lugar de hacer de su mirada el estado de interés particular o partidista, convirtiendo “la política en el arte de servirse de los hombres haciéndoles creer que se les sirve a ellos”, como dijera Louis Dumur[3].

Todo ello acaba por generar hartazgo, desinterés, rechazo… hacia la Política que no hacia quienes la manipulan y se benefician de ella. Tal como dijo Georg C. Lichtenberg[4] “cuando los que mandan pierden la vergüenza, los que obedecen pierden el respeto”.

Confundir la Política con los políticos es, además de erróneo muy peligroso, porque sin Política no es posible generar políticas que propicien estrategias de cambio y de progreso. Sin Política, no se logran los consensos imprescindibles para fortalecer la educación, la salud o la justicia. Sin Política, se reduce todo a la búsqueda del poder ideológico que no de ideas. Sin Política se utilizan y mediatizan las decisiones para obtener beneficios políticos que no sociales. Sin Política, se manipula y controla la voluntad ciudadana que no la promoción de la participación comunitaria. Sin Política se reduce todo al voto útil que no a la utilidad del voto. Sin Política se busca el poder personal que no el empoderamiento comunitario que se identifica como una amenaza al mismo. Sin Política se estigmatiza la ideología en lugar de respetar la diferencia ideológica. Sin Política resurgen los radicalismos que tratan de controlar la libertad en lugar de favorecer las libertades. Sin Política las diferencias son identificadas como una amenaza que hay que erradicar en lugar de una riqueza que hay que potenciar. Sin Política se favorecen los abusos y la corrupción en lugar del respeto y la transparencia.

Trasladar los ataques hacia la Política identificándola como el mal de todos los males es precisamente lo que hace que la Política deje de ser lo que tiene que ser. Lamentablemente es pervertida en manos de quienes dicen ser servidores públicos cuando realmente lo que hacen es servirse públicamente de la Política para lograr sus fines en una impúdica y reprobable actitud egoísta desde la que cualquier acción o actuación es reconocida como válida siempre que sirva para lograr sus fines, los de quienes dicen ser políticos/as sin saber lo que es y significa la Política o lo que es peor, sabiéndolo, pero ignorándolo.

El cambio del Sistema de Salud para lograr una atención cercana, de calidad, equitativa, integral, integrada e integradora, alejada de intereses corporativistas, centrada en la población y la salud y no la enfermedad, planificada y no improvisada, que dé respuesta a las necesidades reales y sentidas y no a los intereses de quienes lo gestionan, participativo y no paternalista, centrado en los cuidados y desmedicalizado… requiere de Política que permita, articular, coordinar, estructurar, planificar… políticas en las que estén integrados la salud y los cuidados. Que invierta lo necesario para revitalizarlo y no tan solo lo suficiente para mantenerlo en precario. Que se dote de los profesionales necesarios y cualificados en cada caso y contexto según las necesidades identificadas y no en base a cuotas de poder o de interés corporativo, racionalizando en lugar de racionando. Que respete y cuide de sus profesionales al tiempo que exija lo mejor de ellos. Que separe el interés de los políticos de la gestión para evitar convertir al sistema de salud en un escenario más del combate de las/os políticas/os en el que lo que menos interesa es la Política y la Salud. Que la Salud sea identificada y respetada como un derecho fundamental equitativo y garantizado y no como una opción en función de los recursos que tengan las personas para acceder a ella, alimentando con ello la voracidad privatizadora. 

Política que promocione, pero también planifique convenientemente y con criterios de calidad y de necesidad, la formación de profesionales cualificados y competentes para dar respuesta a la comunidad y no tan solo a las organizaciones sanitarias como parte de un sistema de salud politizado al tiempo que paradójicamente alejado de la coherencia política que se precisa.

Política que ordene las profesiones respetando las competencias y las responsabilidades de las mismas, que impida el desorden y el caos académico y de atención a la salud en base a presiones y a intereses que buscan el oportunismo y el rédito político del momento sin importar ni valorar las consecuencias de decisiones caprichosas que acaban en ocurrencias que tan solo consiguen innecesarios enfrentamientos entre profesionales, evitables confusiones competenciales y supuestas y puntuales reducciones de costes que acaban en una menor calidad de atención y un coste global mayor a medio y largo plazo, es decir, lo que se conoce como ahorrar en el chocolate del loro.

Política que identifique y ponga en valor las aportaciones específicas a la salud y no tan solo a la enfermedad, más allá de los lobbies de poder económico o corporativo.

Política que permita identificar la salud como un bien común y no como un fin político con el que beneficiarse.

Política de Salud y Salud Política para lograr un Sistema eficaz al tiempo que eficiente.

Por todo ello dejemos de identificar a la Política como el principal mal de la Salud y la Sanidad y reconozcamos que ir contra la Política es ir contra aquello que realmente puede lograr que mejoren. Se trata, por tanto, de identificar a quienes dicen hacer Política cuando lo único que hacen es servirse de la Política.

Pero también es fundamental que aquellas enfermeras que, teniendo ideas, ideales, compromiso, conocimientos, voluntad de servicio público… identifiquen la Política como un ámbito de actuación desde el que sin duda pueden aportar una atención a la salud y a la comunidad valiosa y necesaria sin olvidarse de lo que son, representan y pueden aportar como enfermeras en Política y no como políticas. Porque si no pasará lo mismo que, lamentablemente, sucede en muchas ocasiones con las enfermeras docentes, que por el hecho de ejercer su actividad en la Universidad olvidan o renuncian a lo que son, enfermeras, al identificarse como profesoras, olvidándose, ocultando o ignorando que si son profesoras en la Universidad es porque son enfermeras.

Como enfermeras debemos también cuidar de la Política para dignificarla y aportar nuestra mirada específica a las políticas.

Si caemos en la trampa de pensar que la Política es la causante de “nuestros” males y la estigmatizamos y despreciamos nunca seremos capaces de participar en la generación de políticas de salud en las que la perspectiva enfermera se incorpore a ellas como parte fundamental de su desarrollo posterior y de beneficio común para quienes van dirigidas.

Las enfermeras no podemos ni debemos quedarnos al margen de la Política. Al contrario, debemos integrarnos en Política en sus muy diferentes ámbitos y escenarios para desde ellos aportar nuestros cuidados profesionales a las políticas de salud. No hacerlo es un prejuicio para la salud comunitaria que ni podemos ni debemos dejar que suceda. Por ello no hay que contemplarlo tan solo como una opción si no como una obligación que tenemos que asumir como parte de nuestras competencias, la competencia política.

No permitamos, tal como dijo Marco Aurelio Almazán[5] que “la política sea el arte de impedir que la gente se meta en lo que sí le importa” y metámonos en Política para hacer aquello que nos importa y de lo que sabemos realmente las enfermeras.

Hacer Política no supone, en sí mismo ser política/o, o al menos no serlo exclusivamente. Uno cuando hace deporte es deportista exclusivamente, cuando escribe, no se es escritor exclusivamente, cuando investiga no se es investigador exclusivamente, pero aporta al deporte, al conocimiento o la ciencia, como lo hace quien implicándose en política aporta en su ámbito de competencia o conocimiento. Porque más allá de lo que se haga o dónde se haga, lo realmente importante es lo que somos y lo que nos sentimos, es decir, enfermeras. Olvidarlo es negar la enfermería y a las enfermeras y caer en la trampa del interés político, al abandonar el servicio que desde la Política se puede hacer, para abrazar el oportunismo personal o partidista de la política, con minúscula, mezquina, mediocre, partidista, reduccionista, ideológica, reaccionaria, revanchista… en la que algunas/os se instalan como forma de vida y de negocio, tal como apuntara  Edmond Thiaudière[6] cuando identificaba “la política como el arte de disfrazar de interés general el interés particular”.

Pretender que los cambios necesarios se pueden hacer al margen de la Política es tanto como negar su existencia y con ello la capacidad de que dichos cambios sean posibles.

Pretender que los cambios necesarios se puedan hacer al margen de las enfermeras es tanto como resistirse o negar la posibilidad de hacerlos reales para prestar la atención de calidad y calidez que la sociedad precisa y que la Política y las enfermeras estamos en disposición de ofrecer.

No hay, por tanto, posibilidad de cambios eficaces, efectivos y eficientes en el Sistema Nacional de Salud, sin Política y sin enfermeras. Sería bueno que las/os políticas/os lo tuviesen claro y cambiasen sus actitudes para permitir que fuese una realidad que va mucho más allá del deseo o la demanda puntual.

Parafraseando a John F. Kennedy[7] “Si hubiera más políticos que supieran de enfermería, y más enfermeras que entendieran de política, el mundo sería un lugar un poco mejor” (“Si hubiera más políticos que supieran de poesía, y más poetas que entendieran de política, el mundo sería un lugar un poco mejor”).

No se trata, finalmente, de una carta a los Reyes Magos, con peticiones utópicas o imposibles. Se trata de una exigencia real y realista que requiere respuestas coherentes políticamente posibles.


[1] Primer ministro de Francia entre 1944 y 1946.

[2] Filósofo, poeta, músico y filólogo alemán del siglo XIX

[3] Escritor y periodista francés.

[4] Científico y escritor alemán.

[5] Escritor y diplomático mexicano.

[6] Escritor y filósofo francés

[7] Político y diplomático estadounidense que se desempeñó como el trigésimo quinto presidente de los Estados Unidos.