THE MATRIX NURSING

“Todo depende de cómo vemos las cosas y no de cómo son en realidad”.

Carl Jung[1].

 

Las enfermeras españolas se han convertido en un bien muy preciado y solicitado por muchos países. Realidad que sin embargo contrasta con la situación de indiferencia o, cuanto menos, de desvalorización que en nuestro país se tiene de y hacia ellas, sobre todo, por parte de quienes tienen la capacidad de decisión para que dicha situación sea diferente y se evite su permanente éxodo poniendo en serias dificultadas al Sistema Nacional de Salud. No tanto por una cuestión económica, dadas las bajas remuneraciones que perciben, como por la necesaria aportación de cuidados que el SNS precisa y a la que no se responde en la medida necesaria por, paradójicamente, falta de enfermeras.

Pudiera parecer que se trata tan solo de un asunto de “recursos humanos”, es decir, de fuerza laboral en cuanto a cantidad de enfermeras a incorporar sin que importase necesariamente la calidad de sus cuidados. O bien que el reclutamiento de enfermeras “low cost”[2] por parte de terceros países fuese realmente lo que justificase dicha demanda de enfermeras y el consiguiente éxodo al que aludía.

Sin embargo, no es tan solo una cuestión de cantidad, sino también de calidad. No lo es, a pesar de la errónea y machacona referencia a las ratios. No se trata, por tanto, de contratar más enfermeras de manera lineal y en base a criterios que, o bien no obedecen a necesidades de prestación de cuidados reales, o bien se establecen en base a indicadores de comparación o acompañamiento a otros profesionales generando fórmulas tan ridículas como exentas de evidencias como las de establecer asignaciones de 1 enfermera por cada médico o de 1 enfermera por cada 2 médicos, como si de raciones culinarias al peso se tratase. Con estas fórmulas pueden llegar a maquillarse las ratios que nos sitúan a la cola de los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE)[3], entre otros organismos internacionales que están, por otra parte, fuera de toda sospecha. Pero difícilmente conseguirán mejores respuestas de salud que es lo que verdaderamente importa y debería preocupar tanto a las enfermeras como a quienes deciden su incorporación en el SNS, más allá de resultados aparentes en uno u otro sentido.

Pero, como comentaba, el valor reconocido más allá de nuestras fronteras no viene determinado tan solo por esa oportunidad de obtener enfermeras a coste cero en cuanto a lo que su formación se refiere, aunque sin duda no es una razón desdeñable tampoco el hecho de que nos hayamos convertido en “productores” de enfermeras para la exportación sin que dicha transacción reporte beneficio alguno a quien invierte dinero público para dicha formación, es decir el Estado con los impuestos de la ciudadanía. Algo que ni se ha explicado ni tiene explicación razonable alguna, a pesar de lo cual, más allá de lo que debiera considerarse mínimamente sensato y ético, se sigue propiciando, manteniendo y tolerando por parte de quienes tienen la responsabilidad de modificar estas anomalías que, junto a otras, están próximas o constituyen un claro fraude de ley[4], mientras los cuidados siguen siendo ignorados o, en el mejor de los casos, desvalorizados.

En el prestigioso ranking de Shangái, 7 Facultades de Enfermería de España se sitúan entre las mejores del mundo[5]. Es decir que no tan solo se llevan a enfermeras gratis, sino que se llevan a enfermeras que en muchos casos han sido formadas en las consideradas mejores Facultades de Enfermería del mundo, sin que ello signifique que el resto de Facultades de nuestro país no tenga una formación de alta calidad. Ya sabemos que los rankings tampoco pueden ni deben ser considerados excluyentes de nada ni de nadie. En definitiva, todo un verdadero chollo para quienes las reclutan y un auténtico desastre para el país que pierde a profesionales de excelencia que difícilmente van a retornar, dando lo mejor de sí fuera de nuestras fronteras, mientras quienes permiten y dejan que esto suceda siguen haciendo falsa e hipócrita apología hacia las enfermeras.

Sino fuera por lo patética que resulta esta situación, podríamos decir que estamos ante The Matrix Nursing,

Tal como se plantea en la saga de películas escritas y dirigidas por las hermanas Wachowski[6], en un país como España en el que casi todas las enfermeras han sido “esclavizadas” por un modelo asistencialista, deshumanizado y medicalizado alejado de su verdadero paradigma disciplinar, se les mantiene en suspensión y con su conocimiento conectado a una realidad virtual llamada Matrix (Sistema Nacional de Salud-SNS) que se presenta como un modelo de excelencia. Las enfermeras son usadas por las organizaciones sanitarias para obtener resultados que alimenten esa realidad virtual que se ha creado en torno al SNS. Las pocas enfermeras que no están conectadas al modelo o que han logrado mantenerse alejadas del mismo, se mueven al margen de dicha realidad entrando a Matrix (SNS) en un intento por liberar a quienes están conectadas y mantienen una sensación de permanente bienestar en la zona de confort virtual que se les ha creado y que han asumido como propia, o tratando de cambiar el modelo con lo que ello supone de resistencia y de riesgo para ellas, o huyen buscando otras realidades en las que puedan desarrollar sus competencias de manera autónoma y digna.

Es cierto que xisten referentes enfermeras en Matrix (SNS) que pueden ser quienes acaben con esa subsidiariedad, según algunas profecías o leyendas. Sin embargo, dichas referentes son señaladas y perseguidas tanto por quienes protegen Matrix (SNS) como por quienes se mantienen conectadas a dicho modelo, aunque pudiese suponer su liberación y recuperasen de su libertad de actuación y autonomía profesional.

Pero, al contrario de lo que pasa al final de la primera película de esta serie de ciencia ficción no existe la/el Elegida/o que acabe con quienes lideran Matrix (SNS). The Matrix Nursing, lamentablemente, no es una historia de ciencia ficción creada por las hermanas Wachowski. Se trata de una realidad alejada de la ciencia y la ficción, muy próxima a la política que mantiene conectadas las enfermeras al SNS (Matrix).

Volviendo al contexto en el que la realidad supera a la ficción, es decir, a nuestra triste realidad, las enfermeras siguen manteniendo un SNS que ni cree ni apuesta por ellas, a pesar de ser, posiblemente, de las mejores enfermeras del mundo.

Es difícil imaginar que contando con ingenieros, matemáticos, filósofos, historiadores… excelentemente formados, se les contratase para obreros de la construcción, contables, cuentacuentos o monologuistas, que siendo oficios muy dignos y necesarios, no deben ser ocupados por profesionales con una formación superior y de alta calidad que requiere de una gran inversión y que privaría a la sociedad de la posibilidad de contar con infraestructuras fiables, seguras y de calidad, formulaciones matemáticas que facilitan muchos procesos complejos, de reflexiones sobre la esencia, las propiedades, las causas y los efectos de las cosas naturales, especialmente sobre el hombre y el universo, o de conocer, de acuerdo con determinados principios y métodos, los acontecimientos y hechos que pertenecen al tiempo pasado y que constituyen el desarrollo de la humanidad desde sus orígenes hasta el momento presente. Sin embargo, se admite como lógico que se contraten enfermeras con la única y casi exclusiva “función” de ser soporte subsidiario de la actividad médica, usurpando a las personas, las familias y la comunidad de los cuidados profesionales que les permitan tener una atención integral, integrada, integradora y humanizada.

En lugar de eso se pervierte el discurso tratando de confundir tanto a las enfermeras como a la sociedad con unas hipotéticas y nuevas funciones a desarrollar por parte de las enfermeras, cuando en realidad lo que se está pretendiendo es substituir o subsanar la respuesta médica ante una demanda inducida e insatisfecha que no corresponde a las enfermeras solucionar, aunque si contribuir a ello. Nunca fue buena apuesta el desvestir un santo para vestir a otro. Entre otras cosas porque posiblemente las ropas de uno no se adapten a las condiciones y necesidades del otro. En definitiva, no se trata de que las enfermeras asuman nuevas funciones, que podría y debería ser objeto de análisis y debate para darle el contenido y el sentido que merecen desde una respuesta enfermera, lo que se pretende, es tan solo una respuesta de circunstancias que, entre otras cosas, responda a las demandas de falta de tiempo de los médicos o a la falta de estos derivada de una nefasta gestión de ordenación profesional y no tanto al número de estos en el SNS, tal como se desprende también de los datos aportados por la OCDE que lamentablemente son ignorados.

Nuevamente la utilización de profesionales altamente cualificadas en Enfermería se identifican como si de una rama de la medicina se tratasen de tal manera que sirvan para maquillar las deficiencias del modelo Matrix al que se les intenta conectar artificialmente con el fin de que den respuestas artificiales y se elimine la posibilidad de que lo hagan en base a los conocimientos, habilidades y competencias que les otorgan para prestar cuidados de calidad, en el entorno de la realidad no virtual que se obvia permanentemente.

El resultado no puede ser peor. Ni la sociedad va a tener satisfacción con la respuesta dada, ni las enfermeras van a poder desarrollar su actividad autónoma y reconocida fuera de nuestras fronteras e ignorada en las nuestras, dando la razón al dicho popular de que nadie es profeta en su tierra.

No se trata por tanto de nuevas funciones, no nos equivoquemos. Ni asumiéndolas, tal como se pretende, vamos a tener mayor reconocimiento. Ni lograremos que el sistema funcione mejor.

Caer en esa trampa es conectarnos a la realidad virtual con la que quieren deslumbrarnos al tiempo que atraparnos.

Como profesionales con una reconocida formación superior de alta calidad, debemos aportar la coherencia y la evidencia que nos permite exigir desarrollar nuestro verdadero papel en el SNS, liderando los cuidados y ofreciendo respuestas éticas y humanas al tiempo que científicas y razonadas desde nuestro paradigma enfermero. No hacerlo supone dejar espacios que van a tratar de rellenarse con soluciones que sustituyan nuestra aportación específica de cuidados profesionales, mediante titulaciones tan innecesarias como ineficaces e ineficientes, bajo el pretexto de una supuesta necesidad que no se tiene la voluntad política de reconocer quienes son sus verdaderas e insustituibles protagonistas, las enfermeras.

Todo ello, a pesar de que algunas/os crean que de esta manera Darías Alegría[7] a alguien. No se trata de dar alegrías en forma de supuestas soluciones que ignoran las que se tienen y, además, son de gran calidad y a un coste razonable si se tiene en cuenta el beneficio que a medio – largo plazo se obtiene. Jugar al cortoplacismo del oportunismo político no da alegrías y supone un claro perjuicio económico, social y, sobre todo, de salud, para la población a la que hay que atender.

No se trata de buscar al Elegido como sucede en Matrix, ni esperar a que aparezca en escena Morfeo. Se trata de saber qué somos y qué podemos ofrecer sin necesidad de que nos tengan que dictar las funciones que en cada momento interesen a la virtualidad de Matrix.

Por su parte quienes desde sus puestos de responsabilidad política siguen planteando respuestas virtuales deberían reflexionar sobre el daño que hacen a la salud comunitaria como derecho que es de la ciudadanía a quien dicen representar. Identificar, reconocer y valorar a las enfermeras y su aportación singular e insustituible no debiera ser una opción sino una obligación como garantes que son de ofrecer las mejores respuestas posibles en base al acceso y movilización de los recursos de mayor calidad disponibles. No hacerlo, tal como hacen, es un claro ejemplo de mala gestión, torpeza política, ignorancia, o de claudicación a presiones alejadas de criterios de calidad y cercanas a presiones de poder. O la combinación de todas ellas.

Generar discursos en los que se utilicen los rankings de excelencia de formación enfermera o la demanda de enfermeras por parte de terceros países, tal como hacen algunas/os políticas/os, como elemento de calidad “Marca España” es un ejercicio de cinismo, hipocresía, demagogia, populismo y mediocridad que no tan solo deja en evidencia a quienes los trasladan, sino que convierte en cómplices de los mismos a quienes aplauden tan indignas como patéticas palabras.

Por parte de las enfermeras resulta imprescindible que sepamos respondernos y responder a la sociedad sobre ¿qué somos? ¿qué aportación singular y específica realizamos? ¿qué nos hace diferentes? ¿qué nos hace insustituibles? ¿qué significa el cuidado enfermero? No hacerlo genera dudas razonables que propician la conexión a la virtualidad de quienes siguen interesados en que existamos, pero no pensemos ni actuemos con la autoridad, el liderazgo y el empoderamiento de una ciencia propia que genera conocimiento diferenciado, pensamiento crítico y evidencias que ponen evidencia el modelo sanitario al que nos quieren conectar en un intento desesperado por mantenerlo a pesar de sus claras deficiencias.

La salud, los cuidados, la empatía, la humanización, la enfermería no son ciencia ficción. Son parte de una realidad viva, dinámica y necesaria, que no se puede ni debe obviar por intereses de nadie ni de nada. Hacerlo es intentar construir un escenario que, por muy idílico que se quiera presentar, siempre acaba por dejar al descubierto sus carencias y sus dolencias que, en definitiva, quienes las sufren son las personas, las familias y la comunidad que son engañadas desde la ficción que se les presenta.

El SNS no puede seguir siendo el Matrix en que lo han convertido. Las enfermeras, por su parte, deben ser desconectadas de la virtualidad que lo alimenta para que se les pueda exigir resultados basados en sus competencias y no en lo que de ellas se quiere obtener para mantenerla.

La virtualidad del Matrix en que se ha convertido nuestro SNS, en definitiva, es costosa, ineficaz e ineficiente y provoca una fuga importantísima de conocimiento, creatividad y talento que todas/os deberíamos impedir generando una realidad atractiva y atrayente a la que incorporarse y no una desagradable y repelente que siga alimentando el libre reclutamiento de las mejores enfermeras que les permita situarse lejos de esta virtualidad tan nociva.

Me gustaría pensar que esto es el sueño de una noche de verano tórrido y asfixiante como el que estamos sufriendo y que realmente se acabe imponiendo lo que nunca debiera haberse perdido, la coherencia y el sentido común.

Dejar escapar talento, es defraudar. No retener talento es signo de ineficacia. No reconocer talento es síntoma de ignorancia. No valorar talento es muestra de desprecio. Permitir que otros lo hagan y nos priven de la riqueza que tenemos y generamos es producto de la mediocridad de altos cargos con la capacidad de decisión para evitarlo.

No actuar para reclamar nuestra posición. No rechazar propuestas alejadas de nuestra realidad disciplinar/profesional. No identificar a nuestras/os referentes. No huir de las zonas de confort que se crean para inactivarnos. Son claras muestras de debilidad e inmadurez profesional/disciplinar que propician nuestra conexión a una virtualidad que nos esclaviza y paraliza o a una huida masiva que no es deseada, pero acaba siendo prácticamente la única vía de escape de Matrix.

Y con esta reflexión, para nada virtual, abro un paréntesis de descanso que cerraré en septiembre para seguir compartiendo mis inquietudes, deseos, sentimientos y emociones en torno a la Enfermería, las enfermeras, los cuidados y la salud.

Feliz y saludable descanso a todas/os quienes puedan tenerlo y a quienes no, que su trabajo sea realizado con la satisfacción y el orgullo de ser y sentirse enfermeras.

A todas/os un fuerte abrazo.

[1]   Médico psiquiatra, psicólogo y ensayista suizo, figura clave en la etapa inicial del psicoanálisis (1875-1961)

[2] http://efyc.jrmartinezriera.com/2018/08/09/las-enfermeras-low-cost/

[3] Crespo-Montero R. 2020. Año Internacional de las Enfermeras y las Matronas. Enferm Nefrol. 2020 Ene-Mar;23(1):7-8

[4] Los actos realizados al amparo del texto de una norma que persigan un resultado prohibido por el ordenamiento jurídico, o contrario a él, se considerarán ejecutados en fraude de ley y no impedirán la debida aplicación de la norma que se hubiere tratado de eludir. Artículo 6.4 Código Civil.

[5] https://www.redaccionmedica.com/secciones/estudiantes/espana-logra-sumar-7-facultades-de-enfermeria-entre-las-mejores-del-mundo-4670?utm_source=redaccionmedica&utm_medium=email-2022-07-26&utm_campaign=boletin

[6] Conocidas como Las hermanas Wachowski, son directoras de cine, guionistas y productoras estadounidenses, creadoras de la saga Matrix

[7] En referencia a la Ministra de Sanidad, Carolina Darias, y de la Ministra de Educación, Pilar Alegría, que están ignorando y ninguneando a las enfermeras con sus silencios, medias verdades o mentiras completas que afectan de manera tan negativa al desarrollo profesional y disciplinar.

AUTOCUIDADO Día Internacional del Autocuidado

A todas /os las cuidadoras/es que facilitan la salud individual y colectiva con el autocuidado.

“No podemos dirigir el viento, pero podemos ajustar las velas «.

Dolly Parton[1]

 

 

            Hablar de autocuidado es hablar de cuidados. Esto que en apariencia puede parecer una obviedad que no precisa ser destacada considero que es fundamental para identificar y valorar en su justa medida el valor, precisamente, del autocuidado.

            Porque si partimos de la base de que los cuidados, lamentablemente, siguen estando infravalorados y casi exclusivamente ligados a la mujer como rol social que le es asignado por el simple hecho de serlo y al ámbito doméstico y familiar como parte de esa misma designación social transmitida de generación en generación a través de la cultura, la educación, entenderemos el valor que se  le da al autocuidado más allá del que supone como descarga para los conocidos como sistemas formales de cuidados, es decir, los prestados por las organizaciones sanitarias o sociales.

Esta idea, aún presente en nuestra sociedad, toma mayor relevancia en la mujer sin responsabilidades familiares, a la que se consideraba disponible para dedicar su tiempo y energía a cualquier miembro de la familia que necesitase ayuda en sus cuidados, considerando normal la dedicación a los demás y que además lo haga con una actitud de complacencia. Por el contrario, la no dedicación es considerada una conducta reprobable, lo que está muy influenciado por la cultura judeocristiana en la que la culpabilidad y la resignación impregnan este sentimiento cuidador.

A pesar de los cambios demográficos, epidemiológicos, sociales, culturales, económicos y de la estructura familiar, las mujeres siguen siendo mayoritariamente las cuidadoras, aunque estas no tengan vínculos familiares al ser mujeres que se incorporan al cuidado como soporte de dicha necesidad y con remuneración, aunque la misma no esté regulada y sea una fuente de precariedad laboral importante[2].

De lo que no cabe ninguna duda es que el cuidado no puede quedarse en una responsabilidad individual o familiar de quienes tienen a su cargo personas con problemas de dependencia, sino que hay que comenzar a mirar esta realidad como un problema social que requiere de las medidas sociales y de los recursos necesarios para abordarlo responsablemente.

A todo ello hay que añadir que los cuidados familiares, identificados en cierta medida como autocuidados al realizarse al margen del ámbito profesional, no se limitan a aquellos que se prestan a personas con falta de autonomía o con dependencia. Porque todas las personas, por el hecho de serlo y de ser vulnerables, requieren igualmente de cuidados y de autocuidados.

Twigg y Atkin (1994) ofrecen un modelo explicativo sobre el papel que desempeñan los cuidadores que resulta de utilidad para analizar la relación que se produce entre éstos y las enfermeras. Así pues, se distinguen los del cuidador como recurso, el cuidador como co-rabajador, el cuidador como cliente y el cuidador como elemento de producción de bienestar[3].

El modelo de la cuidadora como recurso centra la atención en la persona que requiere los cuidados, la cuidadora solamente es considerada en función de la ayuda que presta a la persona dependiente. Desde esta perspectiva, cobra significado la mirada que se proyecta desde la North American Nursing Diagnosis Association (NANDA) con la propuesta de las etiquetas diagnósticas de cansancio del rol del cuidador, como la «dificultad para satisfacer las responsabilidades de cuidados, expectativas y/o comportamientos requeridos por la familia o personas significativas», y de riesgo de cansancio del rol del cuidador, en el que el cuidador es susceptible al diagnóstico real (Herdman et al. 2019)[4]. En esta propuesta se pone de manifiesto la importancia de la cuidadora como recurso, que interesa en la medida en que puede garantizar el cuidado de quien requiere de la ayuda, quedando exenta de consideración en sí misma.

La consideración de la cuidadora como cotrabajadora concede a ésta un significado activo y la sitúa en una relación simétrica con la enfermera, tanto una como la otra llevan a cabo los cuidados que requiere la persona con el objetivo de conseguir la mejor atención posible. Desde esta perspectiva, los objetivos y las actividades de cuidados serán consensuados y compartidos. En este caso, el papel de la enfermera es fundamental para garantizar el seguimiento periódico y oportuno de la evolución de la persona que requiere cuidados y, también, muy especialmente de la disposición que de la cuidadora mantiene.

En cuanto a la visión de la cuidadora como cliente, se explica desde la necesidad de considerarla como objeto de interés de la enfermera como cliente en sí misma, por los problemas que puede llegar a padecer como consecuencia de su dedicación al otro. Desde esta perspectiva, la cuidadora pasa a ser para la enfermera una persona necesitada de ayuda y objeto de interés de sus cuidados como persona independiente de la persona cuidada, que será considerado en este punto como un factor etiológico que influye en los cuidados de salud de la cuidadora y en sus respuestas.

La cuidadora como elemento de producción de bienestar contempla a ésta desde una perspectiva en la que priman los aspectos económicos. Ya se ha apuntado anteriormente la importancia del sistema familiar de cuidados para la planificación del sistema formal, ya que difícilmente podría asumir este último las atenciones y los costes que actualmente se ofrecen desde el sistema familiar. Una mirada enfermera también nos lleva a considerar la importante aportación que la cuidadora familiar hace al bienestar de la persona que cuida quien es cuidado por esta. Los cuidados de allegados, como actividad derivada de la falta de capacidad de la otra persona para sus autocuidados, se llevan a cabo con acciones que pueden ser como para uno misma o como los que haría la persona dependiente por ella misma si pudiese. Los cuidados familiares, por tanto, responden a los valores y la cultura de referencia de quienes los reciben y los ofrecen, lo que produce una mayor percepción de bienestar[5].

Por tanto, el autocuidado, sea este prestado por alguna persona en el ámbito familiar para resolver la falta de autonomía o dependencia de otra persona o bien sea un cuidado individual hacia la propia persona para satisfacer sus necesidades de salud, requieren de una atención muy especial de quienes tienen la responsabilidad y la competencia de los cuidados profesionales, es decir, las enfermeras.

Pero esta visión del autocuidado está muy ligada e íntimamente relacionada con el modelo que impregna nuestro Sistema Nacional de Salud (SNS) que es claramente paternalista, medicalizado, tecnológico, basado en la enfermedad y asistencialista y en el que, los cuidados, juegan un papel de subsidiariedad que les restan valor y visibilidad. De tal modo que los cuidados realmente no están institucionalizados en el SNS y son una simple consecuencia o aporte secundario a lo que verdaderamente se valora, como es la curación de la enfermedad. Desde esta perspectiva asistencialista los cuidados son una acción que presta socorro, favor o ayuda ante un hecho o necesidad puntual como puede ser la cura de una úlcera, la toma de una constante vital o la administración de una técnica.

Los cuidados profesionales, sin embrago, tienen en cuenta o en consideración a una necesidad o demanda de manera integral, integrada e integradora ante un problema de salud individual, familiar o comunitario, en el que resulta imprescindible la participación de las personas para lograr que estas sean capaces de asumir su propio cuidado.

Autocuidado que debe tener como objetivo fundamental lograr el empoderamiento de las personas facilitando que ejerzan su poder para tomar decisiones por sí mismas, asumiendo como objetivo de este logro del autocuidado por parte de las enfermeras, el conseguir la autogestión, autodeterminación y autonomía de las personas estén estas sanas o enfermas. De tal manera que se deberá perseguir fundamentalmente mantener sanos a los sanos a través del autocuidado y ayudar y asesorar en el cuidado a quienes lo requieran hasta que logren hacerlo sin nuestra participación.

Para lograrlo debemos ser capaces, como enfermeras, de dar información técnica asequible y adaptada, ofrecer alternativas a la información, ayudar a identificar problemas, riesgos, mejoras y recursos, facilitar relación de ayuda y modelo de toma de decisiones compartidas, ofrecer alternativas y ayudas para mejorar en su salud y, de manera muy especial, aceptar y respetar, las decisiones tomadas por quienes finalmente tienen la responsabilidad de hacerlo que son las personas.

Ante un contexto de cuidados como el que actualmente existe en nuestra sociedad, seguir negando la importancia de los cuidados y su eficaz y eficiente gestión, es una irresponsabilidad.

Las enfermeras, como garantes de los cuidados profesionales, tenemos el compromiso, la competencia y la responsabilidad de asumir el liderazgo de los cuidados profesionales y su aportación a la capacidad de autocuidado que precisa, necesita y demanda la población mucho más allá del de servir de soporte a la sostenibilidad del SNS.

Las/os decisoras/os políticas/os y sanitarias/os, por su parte, tienen la obligación de tomar decisiones que faciliten, protejan, valoren y visibilicen los cuidados como acciones indispensables de salud individual, familiar y comunitaria y se alejen de los discursos oportunistas en los que los incorporan habitualmente.

El autocuidado, por tanto, adquiere una trascendencia que va más allá de la celebración de un día de recuerdo o conmemoración al tener que incorporarse como un elemento fundamental de abogacía de la salud.

Es cierto que los cuidados son universales y por tanto no son patrimonio exclusivo de nadie. Pero no es menos cierto que los cuidados profesionales son la seña de identidad profesional y científica de las enfermeras y que en base a ello son quienes en mejor disposición están para responder a las necesidades que en este sentido se plantean y que sin duda permitirán generar poblaciones más sanas y saludables.

Para terminar, me gustaría hacerlo con un poema de Rafael Alberti (Poema Canción 8) sobre el agua. Entendiendo que, de igual manera que identificamos al agua como un elemento indispensable para la vida, aunque el mismo sea incoloro, inodoro e insípido, los cuidados a pesar de ser silenciosos, imperceptibles e invisibles, también son indispensables.

Entré en el patio que un día

fuera una fuente con agua.

Aunque no estaba la fuente,

la fuente siempre sonaba.

Y el agua que no corría

volvió para darme agua.

Si sustituimos en el poema la palabra agua por cuidados podemos comprobar que, efectivamente, no podemos vivir sin cuidados, de igual manera que no podemos hacerlo sin agua o sin aire. Necesitamos beber, respirar, pero también cuidar y saber cuidarnos.

[1]   cantautora, actriz, filántropa y empresaria estadounidense (1946)

[2] Martínez Riera JR. Necesidades de los cuidadores según tipo de residencia. Enferm Comunitaria. 2005;1(2):8-15.

[3] Twigg J, Atkin K. Carers perceived: policy and practice in informal care. Philadelphia: Open University Press; 1994.

[4] Herdman TH, Kamitsuru S, North American Nursing Diagnosis Association. NANDA Interna-tional, Inc. Diagnósticos enfermeros: definiciones y clasificación 2018-2020, undécima edición. Barcelona: Elsevier España; 2019.

[5] Mirón González, R. García Sastrey, MM. Francisco del Rey, C. Cuidadora Familiar. En Martínez-Riera, JR y Del Pino Casado, R. Manuel de Enfermería Comunitaria. 2ª Edición. ELSEVIER, 2020.

LA OCASIÓN LA PINTAN CALVA Silencio, competencias y ganancias

A Íñigo Lapetra[1] que de manera tan noble como firme defendió a las enfermeras y la enfermería.

                                   

                                                                                     “¿No te parece significativo, por ejemplo, que el concepto de lo justo coincidiera siempre sospechosamente con nuestros intereses?”.

Miguel Delibes.[2]

 

El refranero español, tan popular como sabio, nos permite identificar pensamientos, enseñanzas o consejos que permanecen invariables a lo largo del tiempo.

Traigo en esta ocasión uno de dichos refranes porque creo que resume en muy pocas palabras lo que actualmente está sucediendo en el panorama sanitario con relación a la denunciada falta de profesionales sanitarios.

El refrán proviene de la representación de la Diosa de la Ocasión, conocida como Diosa de la Oportunidad. Para los romanos, era una mujer de hermosa cabellera larga, que le cubre el rostro y es calva por detrás, por lo general, posee alas en los talones y espalda, sostiene un cuchillo en su mano derecha, y se encuentra parada sobre una rueda en movimiento.

La oportunidad, tal como la Diosa, cuando pasa por enfrente se debe de coger por la cabellera, ya que cuando termine de pasar no habrá por donde sujetarla, y generalmente las buenas ocasiones solo pasan una vez, no existe otra totalmente igual.

La ocasión la pintan calva hace referencia, por tanto, a las oportunidades que se presentan, aprovechando y disfrutando de las buenas coyunturas.

Y eso precisamente es lo que algunas/os están haciendo con ocasión de la situación que se ha presentado tras la pandemia y que se ha querido y se ha logrado trasladar como una situación de carencia de médicos, sobre todo en Atención Primaria. Digo de médicos porque es de lo que se está informando diariamente en los medios como si el resto de profesionales de la salud no tuviesen ese problema.

La cuestión es si tal situación obedece a un intento lícito, aunque no sea real, de lograr mejoras laborales. Porque lamentablemente se concretan casi exclusivamente en las mismas, sin que al menos por parte de los medios de comunicación o de quienes en los mismos se manifiestan en representación del citado colectivo, se hable de nada más que no sea de dichas condiciones y sus reivindicaciones. Condiciones que, por otra parte, utilizan como argumento que pretenden sea exclusivo y excluyente de las razones por las que los médicos abandonan la Atención Primaria como ámbito de desarrollo profesional o que ni tan siquiera les seduzca la posibilidad de acceder a él como demuestra las plazas desiertas de dicha especialidad en la última oferta de formación especializada médica (MIR)[3].

Otra cosa bien distinta es si esta ocasión que aprovechan es, además de lícita, ética, apropiada, oportuna o estética. Pero tampoco esto pretende ser motivo de mi reflexión, que considero debería ser realizada por el propio colectivo médico a través de un análisis que huya de corporativismos arcaicos y alejados del que debiera ser objetivo de su valiosa aportación profesional.

Lo que realmente me preocupa es que la situación de desolación organizativa y de atención que tras de sí está dejando la pandemia, porque no podemos olvidar que continua entre nosotros y sigue dejando rastros de dolor, sufrimiento y muerte, sea precisamente la ocasión que pintan calva.

Resulta triste y me atrevo a decir que rechazable que cualquiera haga un uso interesado y oportunista para tratar de sacar rédito laboral o de cualquier otro tipo de dicha situación.

Porque el tema lamentablemente no es cómo mejorar el SNS y las consecuencias de su caduca, ineficaz e ineficiente organización, gestión y respuesta. El tema se centra en cómo aprovechar estas circunstancias de tal manera que parezcan las razones de una no menos caótica respuesta profesional derivada o secundaria a las anteriores, aunque posiblemente obedezcan a un mismo patrón de comportamiento, basadas en la mediocre toma de decisiones políticas influenciadas por presiones que lejos de pretender dar respuestas a las necesidades de la población se concretan en las necesidades corporativas de quienes actúan como lobbies de poder.

Por tanto, considero que la solución al KO no es, al menos exclusiva y posiblemente tampoco de manera prioritaria, la falta de profesionales, aunque determinados colectivos sigan insistiendo en esta causa y algunos medios sigan dando credibilidad a la misma sin ni tan siquiera contrastarla. Dando voz únicamente a quienes así lo reivindican con vehemencia, asumiendo como válida esta premisa y descartando sin más el que puedan existir carencias en otros colectivos que simplemente ignoran.

Mientras se quedan desiertas plazas de formación especializada de medicina familiar y comunitaria tal como comentaba, las plazas ofertadas de formación especializada enfermera en idéntico ámbito son las primeras en cubrirse. Sin embargo llama la atención que posteriormente estas especialistas no sean contratadas como tales por no existir, en la mayoría de los servicios de salud de nuestro país, la categoría laboral creada y sin que en aquellos en los que si lo está estén definidas las competencias que tienen que asumir de manera diferenciada con las enfermeras no especialistas lo que supone tanto descrédito y falta de valor añadido y diferenciado para la propia especialidad, como generación de conflictos ante la indefinición provocada, nuevamente, por la ausencia de criterios claros y rigurosos en la toma de decisiones de las/os gestoras/es políticas/os y sanitarias/os.

Pero, además, tenemos que resaltar la que sin duda es una falta de respeto por parte del Ministerio de Universidades hacia las enfermeras al llevar 7 meses, desde que se celebrase el 11 de diciembre del pasado año la lamentable y caótica prueba excepcional de acceso a la especialidad tras más de una década para convocarla, sin dar una respuesta a quienes aprobaron la citada prueba y sin que se sepa aún la fecha de celebración del segundo examen. El silencio tanto del ministro Castells como de su predecesor el Sr Subirats ante las permanentes solicitudes por parte de sociedades científicas como la Asociación de Enfermería Comunitaria (AEC) o las respuestas retóricas y sin sentido, han sido la constante de los máximos responsables del citado Ministerio[4], [5][6], [7], [8], [9], [10]. Posiblemente porque piensen que mejor callar, ante la sospecha de su mediocridad, a hablar y que despejen cualquier duda al respecto.

Por su parte el Ministerio de Sanidad, aunque no tiene competencias en cuanto a la solución del proceso evaluador, tampoco ha ejercido, no ya presión que sería lo deseable, sino ni tan siquiera solicitud alguna para que se lleve a cabo la resolución de la prueba que supone el reconocimiento a la especialidad, siendo esto igualmente una absoluta desconsideración hacia las enfermeras. Pero en este caso además, como máximo órgano de la sanidad española, falta de respeto también hacia la población a la que se debe dar respuesta de cuidados, al no mostrar interés alguno en que se cuente con profesionales que mejorarían la calidad de la atención y paliarían parte de las graves deficiencias actuales de la Atención Primaria de Salud, tal como se recoge en la Estrategia de Atención Primaria y Comunitaria, pero que lamentablemente queda únicamente como una nueva declaración de intenciones que no solo no se concreta al no darse los pasos necesarios para que se haga efectiva.

No es una cuestión laboral, que nadie trate de manipular, se trata de una respuesta a las necesidades de salud y cuidados que quedan claramente evidenciadas en múltiples estudios científicos que son sistemáticamente obviados[11], [12], [13]. Es decir, no existe voluntad política por resolver el problema y tan solo tratan de maquillar la situación con anuncios tan llamativos como incumplidos como la creación de una estrategia de cuidados hecha por la actual ministra de sanidad, Carolina Darias, durante el cierre de la campaña Nursing Now que se vio obligada a realizar en diciembre del pasado año. Todo ello aderezado con idéntica capacidad de diálogo que su homólogo en el ministerio de Universidades, es decir, el silencio como única e implacable respuesta a cualquier petición que en tal sentido se le ha venido trasladando en repetidas ocasiones, como elemento para ejercer su poder

Desde el ministerio de Educación, por su parte, la actual ministra, la Señora Alegría, no se le ocurre mejor manera para regular la falta de respuesta cualificada de cuidados que crear nuevas titulaciones que lejos de suponer una mejora pueden significar una importante merma en la calidad de la atención. De manera mimética a sus compañeros ministeriales mantienen el silencio como respuesta a los intentos de análisis conjunto, a pesar de las solicitudes realizadas por parte de Sociedades Científicas o grupos profesionales de referencia como Grupo 40+ Iniciativa Enfermera, en torno a un contexto que desprecian en igual proporción al desconocimiento que del mismo tienen[14], [15].

Parece como si desde los tres ministerios, como hicieran las constructoras para lograr acceder a contratos públicos, se pusieran de acuerdo para adoptar idéntica estrategia ante las demandas tan lícitas y justas como sistemáticamente incumplidas o respondidas con fallidas y deplorables soluciones, manteniendo como denominador común el silencio, pensando posiblemente, que es pacífico, cuando en realidad es doloroso y clara y necesariamente evitable.

Este incomprensible y reprochable silencio tratan de maquillarlo anunciando una estrategia de cuidados, al mismo tiempo que se obstaculiza, limita o niega el valor de los cuidados y de las enfermeras que los prestan, en un acto de hipocresía institucional y de absoluta falta de responsabilidad política, institucional e incluso humana de quienes tienen la obligación de servicio que les otorga los puestos que ocupan y de los que hacen un uso partidista y alejado de la realidad de cuidados que plantea la comunidad.

Incluso el presidente del Gobierno esta misma semana en su discurso del Estado de la Nación planteó una metáfora en la que habló de la necesidad de contar con médicos especialistas en lugar de curanderos para atender la actual y maltrecha situación económica y social. No sé hasta qué punto no hubiese sido mejor que hablase de la necesidad de contar con enfermeras que son especialistas de cuidados que, en gran medida, es lo que le hace falta a esta sociedad tan carente de los mismos. Pero es lo que tiene, las/os políticas/os tan solo relacionan la salud con quienes precisamente tan alejados de ella están y así es difícil que logremos una sociedad saludable. Ante la carencia de anuncios relacionados directamente con la salud o la sanidad, más allá de los económicos que sin duda repercuten en la salud, anunciar el desarrollo de la estrategia de cuidados para que no se quede tan solo y nuevamente en una ilusión o promesa para mantener satisfechas temporalmente a las enfermeras, hubiese aportado valor al discurso presidencial, pues sin duda es un tema de calado para la población aunque no se identifique como tal por razones que sospecho pero que prefiero no referir.

Mientras todo esto está sucediendo y se trata de hechos contrastables y alejados de cualquier interpretación maliciosa e interesada, en algunos servicios de salud autonómicos se pretende que las enfermeras acepten como válidas respuestas que están al margen de la legalidad vigente y que además suponen tener que renunciar a hacer lo que les compete, prestar cuidados de calidad, para asumir lo que, aún en disposición teórica para hacer, no disponen del soporte normativo que les respalde hacerlo[16], [17]. Se trata, una vez más, de un intento por utilizar a las enfermeras como comodín o arma arrojadiza de sus torpes jugadas políticas y de culparlas, llegado el caso, por rechazar su envenenado encargo, en un despreciable juego de cinismo y de desprecio a las enfermeras y a la población a la que dicen representar y, por tanto, respetar. Nada más lejos de la realidad. No tienen intención alguna de promocionar y favorecer el desarrollo profesional enfermero, pues su decisión de adjudicación competencial es realizado con idéntico número de enfermeras e idéntica remuneración y sin que en ningún caso se contemple la incorporación de especialistas de enfermería familiar y comunitaria o de llevar a cabo un diagnóstico que permita identificar claramente las necesidades reales de profesionales, su distribución y asunción de competencias en base a la legalidad vigente[18], [19]. Además, con su decisión enfrentan a las enfermeras con los médicos que las identifican como intrusistas y con la población al situarlas como las culpables de no querer dar respuesta a sus demandas provocando, por tanto, una respuesta de rechazo ante una decisión tan coherente, ética, estética y de máximo respeto hacia la sociedad por parte de las enfermeras.

Por su parte, los médicos, aparecen en este escenario como víctimas de todo este proceso que no es producto de la falta de efectivos de manera única y generalizada, pero que se ha generado la ocasión propicia para que así parezca y por la que la sociedad los identifica como tales alineándose con sus reivindicaciones. Es, en definitiva, la tormenta perfecta.

Que nadie pretenda hacer un uso interesado de mi reflexión y de lo que de la misma se traslada. En ningún caso, de ninguna manera, pretendo ir en contra del colectivo médico. Más bien todo lo contrario. Considero que se les está utilizando también de manera interesada, pero de igual manera creo que la respuesta que están dando, a través de sus representantes, a una situación de falta de atención humanizada, cercana empática, cuidadora, salutogénica, equitativa… no se corresponde con la realidad, siendo manejada de manera oportunista para conseguir reivindicaciones que a pesar de ser justas no obedecen a los argumentos que se están utilizando, aprovechando las circunstancias y entrando, en muchas ocasiones, al trapo de las provocaciones, al transformar las decisiones políticas en denuncias de supuestos intentos de invasión de competencias por parte de las enfermeras, cuando ni es la intención, ni el interés de las mismas hacerlo[20].

Otra cosa, bien diferente, es que se estudie con rigor la situación actual, tanto de necesidades como la forma para dar la mejor respuesta a las mismas revisando, si hace falta, quiénes, cómo, de qué manera, cuándo, dónde… Sin que ello sea visto como una lucha disciplinar, como se quiere hacer ver, por parte de quienes no creen en la atención primaria ni en cómo mejorarla, sino tan solo como la mejor manera para lograr rédito político, sindical, profesional o laboral… aunque sea a costa de la calidad de la atención y de las personas que la merecen.

Todas/os somos necesarias/o. Otra cosa es que se pretenda creer o hacer creer que algunas/os son imprescindibles. Porque de imprescindibles están llenos los cementerios. Por tanto, trabajemos desde la necesidad que no desde la imprescindibilidad que de nuestras competencias se supone.

La atención de salud que precisan las personas, las familias y la comunidad, requieren de respuestas de equipo que trasciendan a los intereses laborales o profesionales y se centren en las necesidades sentidas por ellas. El trabajo transdisciplinar, por tanto, debe ser un esfuerzo común para conseguirlo y la mejor manera para atajar de una vez por todas la utilización que de unos y otros hacen las/os políticas/os con cantos de sirena que lo único que logran es que finalmente encalle, en el mejor de los casos, o se hunda la nave común en la que navegamos, es decir, el Sistema Nacional de Salud y que tanto desean los piratas de la salud que vigilan constantemente, cuando no atacan, para llevarse el botín y lucrarse con él.

La mejora de las condiciones profesionales e incluso laborales tanto de médicos, enfermeras como de otras/os profesionales de la salud no se concretan únicamente en el aumento de contratación de profesionales. Nuestra obligación como profesionales, con independencia de la disciplina en la que ejerzamos nuestra profesión, es la de dar la mejor respuesta desde nuestro paradigma disciplinar, pero también desde nuestro esfuerzo colectivo para que sea una respuesta de salud integral, integrada e integradora que pasa por huir de disputas y trabajar para sumar las fortalezas de cada una de las partes, restar las amenazas del entorno en que se producen, equilibrar las debilidades individuales y respetar las aportaciones singulares y específicas que lejos de ser excluyentes son necesariamente complementarias, teniendo en cuenta que también se requiere de la participación activa y decidida de la población, sin la que difícilmente seremos capaces de hacerlo con la garantía precisa.

Todo ello sin que hacerlo signifique necesariamente un trabajo de voluntarismo sin reconocimiento, al contrario. No somos ONGs y como profesionales debemos ser valoradas/os y justamente remuneradas/os, pero para ello debemos tener la firme y decidida voluntad de demostrar que somos merecedoras/es de serlo con aptitudes y actitudes dignas de las profesiones a las que representamos y de las que vivir dignamente sin pretender el lucro como único objetivo.

Cojamos del pelo a la Diosa Ocasión antes de que perdamos la oportunidad y nos encontremos con la sorpresa de su alopecia occipital que nos impida retenerla.

El refranero español es certero y al ya indicado y que da pie a esta reflexión se puede añadir el que dice que a río revuelto ganancia de pescadores. Lo que no acaba de aclarar el refrán en cuestión es quienes son, en esta ocasión, los pescadores, aunque parecen claras cuales son las ganancias pretendidas por unas/os u otras/os.

Para acabar un nuevo refrán que considero deberíamos aplicarnos con mayor frecuencia todas/os si realmente queremos que las cosas cambien, a Dios rogando y con el mazo dando.

[1] Informador de la salud del Consejo General de Enfermería que falleció el pasado día 8 a consecuencia de la COVID.

[2]   Novelista español y miembro de la Real Academia Española desde 1975 hasta su muerte, ocupando la silla «e» (1920-2010)

[3] https://diariosanitario.com/plazas-mir-desiertas-medicina-familia/

[4]https://www.enfermeriacomunitaria.org/web/attachments/article/2771/CARTA%20AEC_SEC.GRAL.UNIVERSIDADES_PRUEBA%20EXT_14_12_2021.pdf

[5]https://www.enfermeriacomunitaria.org/web/attachments/article/2783/CARTA_MINISTRO_UNIVERSIDADES_PRUEBA_EXT_20_01_2022_AEC[44].pdf

[6]https://www.enfermeriacomunitaria.org/web/attachments/article/2835/20220301_CARTA_MINISTRO_UNIVERSIDADES_PRUEBA_EXT_01_03_2022_AEC[6].pdf

[7]https://www.enfermeriacomunitaria.org/web/attachments/article/2855/20220323_CARTA_MINISTRO_UNIVERSIDADES_PRUEBA_EXT_22_03_2022_AEC[9].pdf

[8]https://www.enfermeriacomunitaria.org/web/attachments/article/2881/20220505_CARTA_MINISTRO_UNIVERSIDADES_PRUEBA_EXT_05_05_2022_AEC[46].pdf

[9]https://www.enfermeriacomunitaria.org/web/attachments/article/2881/20220120_CARTA_MINISTRO_UNIVERSIDADES_PRUEBA_EXT_AEC.pdf

[10]https://www.enfermeriacomunitaria.org/web/attachments/article/2891/20220509_Carta%20AEC.pdf

[11] Martín Palomo, María Teresa, & Venturiello, María Pía. (2021). Repensar los cuidados desde lo comunitario y las poblaciones vulnerables: Buenos Aires y Madrid durante la pandemia de SARS-CoV-2. Apuntes, 48(89), 127-161. https://dx.doi.org/10.21678/apuntes.89.1471

[12] Leticia San Martín-Rodríguez ∗ , Cristina García-Vivar, Paula Escalada-Hernández y Nelia Soto-Ruiz

Las enfermeras tras la pandemia por Covid-19: ¿y ahora qué? Enf Clínica 32 (2022): 1-3.

[13] Ana Mª Porcel-Gálvez, Bárbara Badanta, Sergio Barrientos-Trigo, Marta Lima-Serrano. Personas mayores, dependencia y vulnerabilidad en la pandemia por coronavirus: emergencia de una integración social y sanitaria. Enf Clínica 31 (2021): S13-S18.

[14] https://www.grupo40enfermeras.es/wp-content/uploads/2022/02/Carta-Ministra-Alegria.pdf

[15] https://www.grupo40enfermeras.es/wp-content/uploads/2021/05/MANIFIESTO-sobre-titulo-superior-para-TCAEs.pdf

[16] https://www.elmundo.es/madrid/2022/06/07/629ee3e5fdddff65068b4580.html

[17] https://www.huffingtonpost.es/entry/centros-de-salud-sin-medico-en-madrid-atencion-primaria_es_62ab7561e4b0cdccbe5b0526

[18] https://www.madridiario.es/sindicatos-plantan-propuesta-atencion-primaria-sin-medicos

[19] https://www.vozpopuli.com/espana/enfermeros-plan-madrid-medicos-familia.html

[20] https://vivirediciones.es/medicos-de-familia-ven-un-espanto-su-sustitucion-por-enfermeras-en-madrid/

EL DIFÍCIL ADIÓS A ÍÑIGO

                                                                                             La muerte es algo que no podemos temer porque, mientras somos, la muerte no es, y cuando la muerte es, nosotros no somos

Antonio Machado[1]

Toda pérdida es dolorosa por el hecho de suponer una carencia de lo que se poseía.

No todas las pérdidas, sin embargo, significan ni se sienten de igual manera dado que la carencia que representa cada pérdida no es nunca comparable y si se me permite medible.

El vacío, el dolor, la tristeza, la soledad, la impotencia, la rabia, la incomprensión… que cada pérdida genera resulta muy difícil, por no decir imposible, de cuantificar.

Por tanto, no se trata de hacer una hipérbole de la pérdida de alguien como Íñigo Lapetra Muñoz. Entre otras muchas razones porque sería traicionar su recuerdo, su manera de ser y estar, su actitud ante la vida, su personalidad y su comportamiento. Pero ello no puede evitar, en ningún caso, que su pérdida sea tan solo vivida como un episodio, un acontecimiento, un momento puntual, una circunstancia vital. Porque la pérdida de Íñigo trasciende a todo ello.

Íñigo se fue de manera precipitada, inoportuna, inesperada y casi secreta. Se fue con la humildad que él tenía y proyectaba, con la misma discreción que le caracterizaba, con idéntico sigilo con el que actuaba. Pero en esta ocasión su partida, aunque él no lo quisiera, nos ha provocado a cuantas/os tuvimos ocasión de conocerle y quererle, porque lo uno era consecuencia de lo otro, un torbellino de sentimientos, sensaciones y emociones que resultan muy difícil de gestionar.

La gran y desagradable sorpresa inicial al conocer su pérdida fue directamente proporcional a la generación de dicho torbellino que atraía hacia sí pensamientos, recuerdos, momentos, experiencias… vividas junto a él en un intento tan irracional como natural por recuperarlo a sabiendas que dicho intento era tan vano como necesario para paliar, aunque tan solo fuese mínimamente la certeza de la pérdida.

Se ha ido quien dio valor a la amistad, a las personas, a los sentimientos, a la vida, a la profesión y a lo que, sin ser, quería, respetaba, valoraba y defendía, a la enfermería y a las enfermeras. Sin ser enfermera hacía suyo el valor de los cuidados y del cuidado como identidad e impronta de su actuación en todo cuanto hacía. Tan solo así se puede comprender cómo fue capaz de plasmar de manera tan intensa como real el sentimiento enfermero en el himno que escribió y que quedará como legado indeleble para todas las enfermeras.

Resulta triste y doloroso escribir unas palabras que, aunque sinceras no se acaban de entender, de querer expresar, de admitir su necesidad. Pero no puede el silencio ser la única muestra que nos genere la partida del amigo, del compañero, del profesional del padre que todos quisimos.

El dolor posiblemente se mitigue, sobre todo porque su intensidad es insoportable, pero el recuerdo no se borrará nunca de nuestra memoria y mucho menos de nuestro corazón. Cada vez que leamos una noticia, veamos un reportaje o escuchemos el himno de las enfermeras nos recordarán a quien nunca debió irse tan pronto, a quien tanto tenía aún para aportar, a quien tanto nos quedaba por admirar y querer.

Tuve la inmensa fortuna de conocer a Íñigo. Pero sobre todo tuve el privilegio de contar con su amista. El dolor de su partida, por tanto, se multiplica al tiempo que se amplifica mi admiración hacia el profesional y el amigo.

Gracias por todo lo aportado y por todo lo vivido. Siempre serás un referente enfermero a pesar de no serlo, porque sin serlo lo sentiste, viviste y difundiste con orgullo y admiración.

Hasta siempre querido amigo.

[1] Poeta español, el más joven representante de la generación del 98 (1875-1939).

ESTABILIDAD LABORAL vs ESTABILIDAD PROFESIONAL

A Amparo Benavent Garcés. Maestra y referente de enfermeras y del cuidado profesional enfermero.

 

 “Recuerda siempre que lo más importante de un buen matrimonio no es la felicidad sino la estabilidad.»

El amor en los tiempos del cólera» (1985)

Gabriel García Márquez”[1]

 

Esta semana pasada el presidente del Gobierno anunciaba un plan de estabilización de 67.000 profesionales sanitarios. Las reacciones, la mía propia, no se hicieron esperar. Como suele suceder las hubo para todos los gustos y en todos los sentidos. Desde las más entusiastas a las más críticas e incluso despectivas. Obedeciendo las mismas lamentablemente, más, a una cuestión de filias y fobias políticas que a una posición fundamentada en datos objetivos o planteamientos razonados.

Desde mi punto de vista, personal, aunque transferible, el anuncio obedecía más a una estrategia política que a un plan voluntariamente elaborado y, lo que es más importante, planificado. Porque siendo cierto, y nadie puede negar, que el anuncio supone una necesidad larga e incomprensiblemente demorada, no es menos cierto que este se ha producido como consecuencia del toque de atención dado por la Comunidad Europea sobre el alto porcentaje de inestabilidad que obliga a reducir al 8% la temporalidad en 3 años, como condición para recibir los fondos del plan de recuperación. Algo que no se dice pero que es lo que se exige.

Dicho lo cual no se sostienen, más allá de una expresión emocional y por tanto irracional, ni las alaracas ni los desprecios. Porque siendo una necesidad y una oportunidad para restituir una injusticia, no podemos creer, ni mucho menos entender, que esta medida servirá para solucionar las graves deficiencias del Sistema Nacional de Salud (SNS). Por tanto, no justifico mi escepticismo en el rechazo a la medida que, repito, considero fundamental, sino en la posible intención de querer trasladar que esta decisión, impuesta al menos en el tiempo, sea entendida como el remedio a los males que aquejan y paralizan al SNS. Sería muy deseable que el anuncio de tan importante reversión de la temporalidad laboral y por tanto de la precariedad que la misma supone hubiese ido acompañada del anuncio de un análisis en profundidad del actual modelo del SNS para proceder a su remodelación y adaptación a las necesidades de salud de las personas, las familias y la comunidad, que permitan, entre otras muchas cosas, dar cabida, encaje y, por tanto, respuesta adecuada, eficaz y eficiente a la Estrategia de Atención Primaria y Comunitaria. No hacerlo supondrá que la citada Estrategia se convierta en un intento voluntarista que acabe en fracaso y con ello en una nueva oportunidad de ataque por parte de quienes nunca han creído en la Atención Primaria desde posicionamientos de rigidez dogmática y corporativa que tratan de mantener por todos los medios el modelo caduco de hospitalcentrismo, asistencialismo paternalista, fragmentación, medicalización… en el que se sienten cómodos y desde el que se desprecia a la salud en favor de la enfermedad. Posiblemente en esa creada y figurada zona de confort o bienestar de la que no quieren salir y de la que si saliesen posiblemente se dieran cuenta de que no genera ni tanto confort ni mucho menos bienestar.

Por otra parte, la estabilización no palia en nada la deficiente dotación de profesionales, ya que se estabiliza la deficiencia. Así mismo, hay quienes se precipitan a pescar en aguas revueltas para obtener beneficios apuntándose al carro de una deficiencia que en absoluto es igual para todos los colectivos. Mucho menos aún, mejorará la irracionalidad de una distribución realizada en base a criterios de mera adscripción especulativa de la población para todas/os las/os profesionales por igual, sin tener en cuenta las necesidades de salud y cuidados derivadas de factores como la vulnerabilidad, morbilidad, accesibilidad, migración, inequidad… ligados a determinantes sociales o los objetivos para el desarrollo sostenible (ODS).

Pero más allá de esto quisiera retomar lo que decía en mi anterior entrada[2] al referirme al argumentum ad nauseam, o argumento hasta la náusea, como la falacia dirigida a las emociones en el que las personas creen que una afirmación es más probable de ser cierta o más probable de ser aceptada como verdad cuantas más veces la hayan oído. Como prejuicio cognitivo ante el pensamiento crítico.

Y lo hago porque me sirve como punto de partida para iniciar mi reflexión que está íntimamente relacionada con lo que ya he dicho.

Es decir, se repite hasta la saciedad la importancia, eficacia, aportación, actitud, aptitud, relevancia… de los profesionales de la salud tanto en relación al sistema como en su relación con la población a la que atienden. Es más, incluso se ha llegado a asimilarlos con héroes y heroínas.

No seré yo quien cuestione las cualidades que se les atribuyen, aunque se utilizan más como un argumento de defensa por parte de quienes, de manera reiterada la utilizan en defensa de sus propios intereses, que como convicción real de aquello que trasladan tanto para “regalar” los oídos de las/os profesionales como para “contentar” las demandas de la comunidad haciendo ver que están en las mejores manos.

Pero más allá de generalidades quisiera concretar en las deidades que en sus discursos trasladan las políticas/os y gestoras/es sanitarias/os con relación a las enfermeras, al referirse a ellas como una divinidad, cuando realmente son identificadas y valoradas por esas/os mismas/os oradoras/es interesadas/os con veleidades, es decir, con inconsistencia y ligereza. Se trata, por tanto, de un juego de engaño que tiene como objetivo hacer creer una cosa repitiéndola muchas veces para que las enfermeras se crean finalmente, de tanto oírlo, que es cierto y en consecuencia mantengan su creencia de valoración positiva de lo que son y lo que aportan, cuando en realidad dicha falacia lo único que persigue es evitar, precisamente, el pensamiento crítico al anularlo con adulaciones artificiales y artificiosas que, lamentablemente, acaban repercutiendo en la calidad de los cuidados que prestan y lo que es peor aún en la capacidad de análisis de lo que realmente son como enfermeras y cuál es su aportación real a la salud de la población a la que atienden, no la que se les hace creer. De tal manera que la diferencia entre el autoconcepto ideal, es decir aquello que le gustaría ser a la enfermera y lo que se transmite como forma de adulación sobre ellas acaba provocando una clara distorsión en la imagen que se proyecta de la enfermera y en como las propias enfermeras acaban por configurar y proyectar su propia imagen. Además, claro está, de que, quienes esto hacen, mantienen la absoluta e inamovible falta de voluntad política a la hora de cambiar la percepción y reconocimiento de lo que son y representan las enfermeras y de lo que son y aportan los cuidados profesionales que siguen relegándose a un ámbito residual y sin más valor que el de su denominación genérica lo que los hace intrascendentes y ausentes de reconocimiento institucional.

Así pues, considero que la estabilización laboral de las enfermeras (como también del resto de profesionales) siendo una reivindicación justa y que debe ser atendida, supondrá también una estabilización y perpetuación de la ausencia de reconocimiento profesional de las enfermeras a las que además se tratará de convencer nuevamente con mensajes machacones y ausentes de sentimiento y convicción de que son importantes sin darles importancia, que son imprescindibles aunque se prescinda sistemáticamente de ellas, que son el pilar del sistema aunque se trate de un sistema diáfano y vacío de contenido, que son referentes aunque permanecen invisibles, que son heroínas aunque se les trate como villanas, en definitiva el juego de la confusión, los eufemismos, las verdades a medias, las mentiras completas, la magia del engaño, la declaración de intenciones, las promesas incumplidas, el silencio delator, la palabra tramposa, la ignorancia intencionada, el rechazo disimulado, la desigualdad consentida, la realidad deformada, el agravio comparativo, la intención maliciosa… al que juegan sin importar lo que realmente suponga mantener esa actitud de manera permanente y aunque para ello tengan que hacer trampas, siempre que el beneficio se consiga con independencia de los medios que para ello se tengan que emplear.

A esta visión, por otra parte, contribuyen de manera muy significativa los medios de comunicación que, aunque utilicen el genérico de profesionales sanitarios a la hora de referirse a la citada noticia, en el tratamiento que de la misma hacen, en la gran mayoría de las ocasiones, se refieren en exclusiva a los médicos, como si el resto de profesionales no sufriese precariedad o falta de estabilidad o como si la estabilidad importante fuese la de los médicos y la del resto irrelevante. En cualquier caso, aun no siendo irrelevante claro está, con su abordaje sesgado la hacen, contribuyendo con su torpe actitud a que la sociedad tan solo valore y reconozca a una sola profesión, haciendo al resto subsidiaria de esta.

Nada cambia y todo permanece inalterable a pesar de la pandemia y de sus aparentes cambios en el tratamiento que de los profesionales pareció realizarse. La desaparición de la mascarilla ha supuesto también que se olviden de repente tanto la permanencia del virus entre nosotros como la existencia de profesionales que sin ser médicos resultan imprescindibles en el abordaje de la salud comunitaria. Triste realidad de una aún más triste ceguera política, gestora y periodística. Una combinación perfecta para la discapacidad sanitaria, de salud y de cuidados que padecemos y que se sigue alimentando de anuncios tan mediáticos como mediocres en su interpretación, abordaje o desarrollo, como consecuencia, entre otros factores, del hecho apuntado por Medina Moya de que el saber médico se haya convertido a lo largo del tiempo en un régimen autoritario de verdad que al ser prestado a las enfermeras para que desarrollen su función, determina que las relaciones entre ambos estén atravesadas por un poder asimétrico que lo impregna y deforma todo[3]

Finalmente, lo único que parece importar son los números y los intereses que de los mismos se derivan, sin tener en cuenta la salud y sus prioridades, aunque la misma se trate de incorporar con calzador en el mensaje de algún/a político/a con responsabilidades sanitarias que no en salud evidentemente. O que sirva de arma arrojadiza para la particular guerra que ciertas/os políticas/os tienen declarada contra quienes han decido son sus enemigos que no oponentes.

Por su parte las enfermeras participan de esa falacia del engaño al convencerse de lo que oyen sin analizar su contenido y su intencionalidad, lo que supone que acaben por no saber ellas mismas qué es lo que son y pueden aportar, más allá de lo que el Sistema en el que están alienadas y quien torpemente lo gestiona, determinen qué deben hacer, asumir u obedecer, desde el hipnotismo en el que caen sumidas como efecto de la palabrería complaciente pero claramente displicente que las abstrae de su capacidad de pensamiento crítico.

Son muchos los males a los que como enfermeras estamos sometidas desde muy diferentes frentes, pero no podemos obviar ni mucho menos ignorar que nuestra actitud, derivada del conocimiento e interiorización de lo que somos y aportamos, se convierte en el caldo de cultivo adecuado para que proliferen los desmanes y las decisiones contrarias al reconocimiento de nuestro valor intrínseco como enfermeras a través de los cuidados profesionales y que, desde luego, va mucho más allá de la estabilidad de los puestos de trabajo, a los que no se debe renunciar pero que en ningún caso pueden convertirse en la excusa perfecta para que nos hagan creer que es la solución tanto a la precariedad laboral como a la atención que desde el mismo podemos y debemos prestar. No caigamos en la tentación de seguir la zanahoria que nos conduce por el camino que nos quieren hacer recorrer y no del que tenemos capacidad, autoridad, competencia y responsabilidad de seguir para llegar al objetivo que hayamos decidido en base a las necesidades de la comunidad.

No me cansaré de repetirlo a pesar de que pueda resultar pesado, necesitamos reflexionar con seriedad y rigor sobre lo que debemos ser, lo que queremos ser y lo que realmente somos y por lo que tristemente nos valoran o mejor, minusvaloran.

No estoy pidiendo una lapidación pública ni una autoinmolación con metafóricos cilicios. Estoy pidiendo, exigiendo si se me permite, que pensemos cuál es nuestra posición y nuestra disposición con relación a la salud, a cuidar de la salud. Qué entendemos y queremos entender sobre los cuidados que lamentablemente están muy manoseados por tantos advenedizos que quieren utilizarlos para su interés personal o colectivo. Qué nos aporta el ser enfermeras. Qué valoramos por el hecho de ser enfermeras más allá de tener la posibilidad de trabajar de enfermera en lugar de como enfermera.

Son interrogantes tan simples como complejas. Tan importantes como necesarias. Tan urgentes como pausadas. Tan coherentes como emocionales. Tan sinceras como crudas. Tan dolorosas como reparadoras. Tan incisivas como conciliadoras. Pero sin intención alguna de buscar culpables. Entre otras cosas porque no se trata de culpables sino de responsables. No se trata de acusaciones sino de razones. No se trata de castigo sino de salvación. No se trata de resignación sino de resiliencia. No se trata de posiciones sino de posición.

Debemos entender que no acometer esta reflexión es permanecer en la inmadurez de la adolescencia profesional en la que estamos sumidas y de la que es necesario salir para identificar y asumir nuestra personalidad profesional propia y sentirnos realizadas con ella. Generar la autoestima, que no el amor propio, que permanentemente cuestionamos cayendo en la amargura de una estima tan deseada como lejana. Como se dice en una canción de Mecano amar es el empiece de la palabra amargura[4]. Pero vivir sin amar, sin sentirnos respetadas por nosotras mismas, es la permanencia perpetua en dicha amargura que, además, nos impide cuidar a los demás. Y nos tenemos que revelar a vivir en la amargura para pasar a vivir aprendiendo a amar, aunque pueda ser doloroso y difícil. Pero más doloroso y triste es que nos neguemos esta posibilidad y nos sometamos al celibato de la sumisión profesional en la que otros deciden cómo, cuándo, dónde, con quién podemos y debemos desarrollarnos, crecer o creer, desde la ocurrencia de propuestas formativas[5] o la indolencia y la insolencia de la parálisis permanente a la que someten nuestro desarrollo autónomo, especializado y avanzado. Sin vigilancias impuestas con el fin de satisfacer necesidades profesionales ajenas y guías que nos inmovilicen e impidan tomar decisiones propias que dignifiquen los cuidados y a las personas que los requieren para lograr su autocuidado y empoderamiento en salud. Teniendo una predisposición favorable de pertenencia e identidad colectiva profesional que genere compromiso y defensa de los valores. Siendo líderes de nuestra propia estrategia de cuidados como bien intrínseco que son de las enfermeras y no de la anunciada y no asumida por parte de quienes se instalan en la adulación permanente que inmoviliza la acción a través del engaño de la ilusión o del ilusionismo del engaño.

Opto por una estabilización emocional-profesional que nos permita afrontar cualquier situación con la madurez que requiere y exige nuestra ciencia, disciplina y profesión. Porque esa estabilización depende de nosotras mismas. La otra, la anunciada, la impuesta, nos viene dada, concedida, pero no nos aportará esa necesaria madurez. Sino identificamos y valoramos nuestra identidad no será posible la estabilidad que nos permita madurar y amar lo que supone ser y sentirse enfermera. Porque es importante la felicidad para ser buenas enfermeras, pero más importante aún es la estabilidad que nos permita mantenerlo más allá de las buenas o hipotéticas buenas intenciones.

[1] Escritor y periodista colombiano (1927-2014)

[2] http://efyc.jrmartinezriera.com/2022/07/01/pensamiento-critico-vs-critica-al-pensamiento/

[3] Medina Moya, JL. La pedagogía del cuidado: saberes y prácticas en la formación universitaria en enfermería. Barcelona: Laertes, 1999.

[4] Una rosa es una rosa compuesta por José María Cano. Mecano https://www.letras.com/mecano/194852/

[5] https://www.redaccionmedica.com/secciones/parlamentarios/el-congreso-debatira-un-diploma-de-acreditacion-en-diabetes-para-enfermeras-5342

PENSAMIENTO CRÍTICO vs CRÍTICA AL PENSAMIENTO

                               

                                                                     A quienes se atreven a pensar críticamente para cambiar situaciones que impiden el desarrollo y avance de la enfermería y las enfermeras

                                   

“Creer es más fácil que pensar. De ahí tantos más creyentes que pensadores”.

Bruce Calvert.[1]

 

El pensamiento crítico se define como el proceso mediante el cual se usa el conocimiento y la inteligencia para llegar de forma efectiva a la postura más razonable y justificada sobre un tema. Entre los pasos a seguir, los especialistas señalan que hay que adoptar la actitud de un pensador crítico; reconocer y evitar los prejuicios cognitivos; identificar y caracterizar argumentos; evaluar las fuentes de información; y, finalmente, evaluar los argumentos.

El pensamiento crítico implica, por lo tanto, que no es simplemente pensar, sino pensar sobre algo que queremos comprender y hacerlo de la mejor manera posible, apreciando y evaluando el proceso de manera que se puedan tomar «decisiones»[2].

De lo dicho se desprende, o al menos debería hacerlo, que usar el pensamiento crítico significa no admitir la opinión determinada como normal o cuanto menos aceptada como tal por la sociedad o alguno de sus organismos o instituciones. Todo ello en base a ideas que se fundamenten en argumentos que permitan tomar decisiones de manera objetiva con relación a lo que se considere verdadero o falso, aceptable o inaceptable, deseable o indeseable, confrontando y evaluando así de manera permanente los prejuicios ante determinados comportamientos, ideas, planteamientos admitidos de manera implícita.

Sin embargo, estamos asistiendo a un periodo, una etapa, un a época o un tiempo, no me atrevo a determinar, en que pareciera que pensar es incluso hasta peligroso.

En el ámbito que nos interesa, o al menos a mi me ocupa, el de la enfermería y las enfermeras, se ha instaurado, de manera muy generalizada, la creencia o al menos la tendencia a determinar que quienes no estamos de acuerdo con la forma en que se plantean o determinan las decisiones que nos afectan como ciencia, disciplina o profesión somos unos reaccionarios o, cuanto menos, considerados como inconformistas con cuanto piensan los demás. Lo que es justamente todo lo contrario a lo que significa y supone desarrollar el pensamiento crítico.

Pero es evidente que pensar críticamente supone significarse y ser reconocido en el ámbito de la enfermería, de la salud y de la sanidad, lo que lejos de ser considerado como un mérito o cuanto menos una habilidad que todo ser humano debería desarrollar para resolver problemas de una mejor manera, hacernos más analíticos, ayudarnos a saber clasificar la información en viable y no viable, hacernos más curiosos, querer saber e investigar más acerca de lo que nos afecta, es señalado como un incordio, un inconveniente, un disparate, una impertinencia o incluso un esnobismo. Por lo tanto, la creatividad, la intuición, la razón o la lógica entre otras habilidades que se desarrollan desde el pensamiento crítico también son señaladas como ocurrencias. Pero claro, el pensamiento crítico convierte a quienes lo practican en profesionales autónomos en cuanto a su destino y su regulación, lo que dificulta su manipulación.

Así pues, se desarrolla como defensa por quienes se sienten acusados o acosados una perspectiva que tiende a inhibir el uso y sentido de la crítica al considerar que contraviene el orden establecido, aunque dicho orden esté fundamentado en el más absoluto desorden. Es decir, se intenta contrarrestar con la crítica al pensamiento, el pensamiento crítico, lo que supone tener que emplear el poder en lugar del respeto, la descalificación en lugar de las ideas, el silencio en lugar de las palabras, la intolerancia en lugar del diálogo, el insulto en lugar del argumento.

Las redes sociales, además, sirven de altavoz, precisamente para las/os voceros que tratan de desacreditar con sus mensajes a quienes piensan críticamente, tratando de aparentar un discurso coherente que no se sostiene pero que se mantiene, precisamente, por quienes se alimentan de los mismos con idéntica falta de pensamiento crítico y por lo tanto dejándose dirigir y regular, aunque se crean libres por el simple hecho de aplaudir la insensatez del chascarrillo fácil, el sarcasmo como remedo de la ironía o el insulto ante la falta de argumentos.

Quienes desarrollan el pensamiento crítico tienden a considerar el nivel de repercusión que pueden llegar a tener en la profesión, pues crear ideas comienza a ser un modo de crear una interpretación sobre la misma y eso es evidente que molesta a muchos ámbitos de la profesión, pero también fuera de ella y de quienes de una u otra forma son sus representantes, que en la mayoría de las ocasiones llegan a serlo, o se perpetúan, por la falta de pensamiento crítico colectivo, bien sea por falta de habilidad o por simple conformismo e inacción, sin que sea justificable ninguna de ellas, por las consecuencias que su actitud representan para el desarrollo disciplinar y profesional.

Además, suele acusarse a las/os pensadoras/es críticas/os de dogmatismo, radicalismo o incluso yihadismo, por entender o querer hacer entender que se genera un pensamiento negativo o que tan solo se pretende buscar y encontrar fallos o defectos, cuando realmente se trata de un proceso neutro y sin sesgo para evaluar opiniones y afirmaciones tanto propias como de otras personas, en un intento real por mejorar las cosas y nunca, como se quiere hacer ver, de destruir.

Tampoco se pretende, como se dice sin argumentar, el lograr que todas las enfermeras piensen igual, algo que es totalmente inexacto y se aleja radicalmente de la propia idea en que se sustenta el pensamiento crítico que entiende que siempre habrá diferencias en la percepción y las necesidades emocionales básicas que harán definitivamente imposible que todos piensen de la misma forma, es decir, del pensamiento único que por el contrario es lo que persiguen quienes atacan el pensamiento crítico.

Aunque se pretende incluso relacionar a quienes desarrollan el pensamiento crítico con una creencia desde la que dicen adoctrinan, en un nuevo intento de anular lo que tanto les molesta, las ideas y los argumentos. Por el contrario, el pensamiento crítico puede evaluar la validez de las creencias, pero no es una creencia en sí, es un procedimiento que no reemplaza ni minimiza los sentimientos o emociones.

El pensamiento crítico, a pesar de lo que pueda parecer, tampoco genera los argumentos más persuasivos para lograr, cuanto menos, la posibilidad de análisis, reflexión y debate que posibiliten cambios en las estructuras que se mantienen más allá de la lógica, la coherencia y el sentido común. Los argumentos más persuasivos buscan incidir en las emociones más básicas como el miedo, la alarma, la incertidumbre, el placer o la necesidad, en lugar de en hechos objetivos, con una intencionada falta de objetividad y de razonamiento crítico, que conduce a prejuicios cognitivos como el argumentum ad populum, o argumento por el pueblo, que es un argumento falaz que concluye que una proposición debe ser verdadera porque muchas personas lo creen así. Es decir, recurre a que «si muchas personas lo creen así, entonces será así». O un argumentum ad nauseam, o argumento hasta la náusea, que es un tipo de falacia dirigida a las emociones en el que las personas creen que una afirmación es más probable de ser cierta o más probable de ser aceptada como verdad cuantas más veces la hayan oído. O, un argumentum verbosium, o argumento por verbosidad o palabrería, que se produce cuando un argumento es tan complejo, tan extenso y tan pobremente presentado que los demás están obligados a creerlo y suponen que es cierto. También, un argumentum ad verecundiam, o apelación a la autoridad, que es una falacia que consiste en basar la veracidad o falsedad de una afirmación en la autoridad, fama, prestigio, conocimiento o posición de la persona que la realiza. Un argumentum ad antiquitatem que es una falacia lógica típica en la que una tesis, hecho o argumento son considerados y aceptados como correctos basándose en que han sido tradicionalmente considerados correctos durante mucho tiempo. Estas entre otras muchas falacias que como toda falacia es un engaño o mentira que se esconde bajo algo, en especial cuando se pone de manifiesto su falta de verdad. Todas las descritas, por otra parte, forman parte del juego de quienes tan solo pretenden con su utilización neutralizar el pensamiento crítico que tanto temen y a la vez tanto rechazan.

No es difícil identificar ejemplos muy claros, manifiestos y recientes que encajan en las falacias descritas, pero también en el intento permanente por acallar las voces y, lo que es peor, las ideas, pensamientos, planteamientos o razones, construidas desde el pensamiento crítico en su intento por construir que no destruir una mejor enfermería.

La investigación se convierte en el primer paso para las/os pensadoras/es críticas/os. Investigar puntos de vista diferentes por su propia iniciativa, al tiempo que se duda de aquello que investiga para evitar ser dogmática, doctrinal, ortodoxa, ingenua o crédula, que es justamente por lo que son etiquetados por parte de quienes les acusan de críticos y antisistema sin más. Pensar críticamente supone llevar a cabo un proceso intelectual y reflexivo, basado en el examen, evaluación y análisis de un tema, asunto o materia para, tras considerar y contrastar el resultado de sus observaciones, aplicar, bajo criterios lógicos, una serie de razonamientos que permita generar una conclusión válida, a una postura objetiva, es decir; razonable, desde la independencia. Independencia para no tener miedo a investigar. Lo contrario provoca que las presiones de los poderes establecidos o de los lobbies para mantener la estandarización y el conformismo dirijan a la mayoría a la comodidad o al propio deseo de creer en la pertenencia al grupo como puede ser un colegio profesional, un sindicato o una asociación profesional. En teoría al menos las sociedades científicas debieran estar al margen de esta posibilidad dado que el pensamiento crítico debiera formar parte de su actuación permanente. En cualquier caso, las presiones, el miedo a represalias o simplemente al qué dirán acaban modulando las opiniones o creencias que es, por otra parte, el objetivo perseguido por quienes ostentan su representación con independencia, lamentablemente, de cómo la hayan conseguido o de cómo se les haya consentido hacerlo.

De igual manera se tienen que reconocer y prever las barreras o prejuicios del pensamiento crítico, dado que sistemáticamente se trata de bloquear la habilidad para pensar con claridad, precisión y equidad, a través de estrategias sutiles y capciosas realizadas desde la máscara del engaño o embaucamiento que contrarresten la necesidad de identificar y caracterizar argumentos que en ningún caso supone polemizar, reñir o discrepar, incluso aunque la palabra sea usada con frecuencia informalmente en ese contexto. En el contexto del pensador crítico, un argumento significa presentar una razón que soporte, respalde o apoye una conclusión a la que precisamente se ha llegado a través de la investigación y el contraste.

De igual forma, que en la mayor parte de los argumentos se hace referencia a datos para sostener las conclusiones, si los hechos que sostienen un argumento son erróneos, entonces el argumento será también erróneo, por lo que resulta imprescindible aproximarse lógicamente a la evaluación de validez de los datos a través de información sin sesgo u objetiva respecto a un tema. De tal manera que se evite el manido “¿y si?”, es decir, plantear situaciones hipotéticas sin pruebas o sin ningún tipo de dato no con la intención de mostrar los datos realmente probables, sino porque dicha situación sería de gran interés para quienes la plantean, en muchas ocasiones, como ya hemos visto, recurriendo a emociones o sentimientos como el miedo, la incertidumbre o la alarma, como por ejemplo, “¿Y si nos quitan competencias?” sin que se haya planteado ningún hecho razonable que sustente la hipótesis o cuando la suposición se realice para neutralizar lo que es una realidad derivada de una falta de responsabilidad, como la dejación de competencias por entender que no corresponden a las enfermeras.

Planteamientos que no tan solo utilizan quienes ostentan poder o puestos de representación profesional, sino también muchas/os políticas/os que tienen igual o superior rechazo al pensamiento crítico, por lo que se esfuerzan en neutralizar, manipular o eliminar, en su caso, desde el desprecio y el silencio, cualquier posible cuestionamiento a sus intereses partidistas o intentando dar respuesta a las presiones de los lobbies por miedo a las consecuencias derivadas de contradecirles.

Por eso es tan importante que se determine si las presunciones, conjeturas, supuestos o asunciones están garantizadas, si el razonamiento llevado a cabo es relevante y suficiente y si existe información que ha sido omitida con el fin de evitar dar razones a quienes si que están permanentemente en alerta de cualquier fallo u omisión por parte del/la pensador/a crítico/a.

Finalmente, lo que debería hacernos pensar es, que no es razonable que nadie piense por nosotras o que alguien trate de evitar que lo hagamos, o que decidamos no hacerlo y dejar que otros lo hagan por nosotras. En cualquiera de los casos supone un abandono incomprensible de la habilidad humana como es el pensamiento crítico que no debería ser neutralizado por quienes quieren mantener su criterio y su poder en beneficio propio y en prejuicio del colectivo enfermero o abandonado por quienes interpretan que no sirve para nada porque nada se puede hacer, contribuyendo con su actitud a perpetuar la mediocridad y el poder de quienes la representan en nombre de la enfermería.

Ante la crítica al pensamiento, por tanto, no hay mejor respuesta que el pensamiento crítico.

[1]   Director of Residential Dining Operations at Harvard University. Harvard UniversityJames Madison University.(1943-2016)

[2] https://es.wikipedia.org/wiki/Pensamiento_cr%C3%ADtico