INVESTIGAR, CREAR, INNOVAR

 

 

A Lola Gil Estevan por su creatividad, innovación y liderazgo

Genios tontos que saben absolutamente todo acerca de la química de las enzimas, pero que, debido a esa formación, hace mucho tiempo han dejado de funcionar adecuadamente como personas”

 

Ortega y Gasset[1]

 

Vivimos y bebemos, informativamente hablando, en un mundo de tópicos y estereotipos. Incluso en el ámbito de la ciencia que, al menos teóricamente, entendemos debería quedar al margen de esta distorsión tan dañina como engañosa, se dan y se perpetúan.

Hoy me voy a referir al tópico, convertido en estereotipo, de la investigación, lo científico y la innovación.

En principio pudiera parecer que no hay nada que aclarar en torno a estos conceptos que todas/os identificamos y, al menos en teoría, todas/os comprendemos y por ello no son generadores de controversia o interpretación. Pero nada más alejado de la realidad.

Cuando en los medios de comunicación, en los discursos políticos, en las tertulias de café o en los debates científicos, se habla de investigación, ciencia o innovación, de manera automática se visualiza a un hombre, con bata blanca y con una probeta o un matraz en la mano y un microscopio a su lado. Ese tópico nos acompaña de manera constante y forma parte del imaginario común.

Pareciera como si tan solo aquello que puede verse en un microscopio, cultivarse en una placa de Petri o transformarse en un valor estadístico pueda ser considerado como investigación y, por tanto, como una actividad realizada por científicas/os y, por el contrario, cualquier actividad que no se corresponda con esos parámetros no tenga la consideración de científica y por derivación quien la realiza no  la tenga como científico/a ni forme parte de una investigación digna de ser considerada como tal.

El racionalismo y positivismo imperante y excluyente hacen que tan solo se considere aquello que puede aportar soluciones técnicas a los problemas que aquejan a la humanidad como valioso científicamente hablando y por tanto susceptible de ser financiado y apoyado para desarrollar las investigaciones que permiten obtener dichos resultados.

Este estereotipo/tópico no tan solo se ha instalado como inalterable en el ámbito de lo que se considera como ciencia y científico, sino que ha impregnado el pensamiento de los medios de comunicación que tan solo o mayoritariamente prestan atención y difunden este tipo de investigaciones y a quienes las realizan, lo que contribuye a que la opinión pública perpetúe dichos tópicos/estereotipos como una verdad que no ofrece discusión alguna.

Por su parte las instituciones, públicas y privadas, destinan la mayor parte de sus inversiones a dicha investigación, siendo residual, en el mejor de los casos, o inexistente para otro tipo de investigaciones que se consideran menores por entender que sus aportaciones no contribuyen a mejorar la vida de las personas. De ahí que no tan solo no se destinen fondos, sino que ni tan siquiera se dignan a identificar a otras ciencias como áreas de conocimiento y, por tanto, de investigación propias lo que supone que se tengan que integrar en los existentes e imperantes y, por tanto, tengan que ajustarse a sus planteamientos científico-técnicos que, lamentablemente, provocan su fagocitación y la invisibilidad de sus hipótesis, planteamientos, objetivos o diseños que, por ser diferentes, que no excluyentes, de los planteados por la “ciencia oficialmente etiquetada”, son desestimados o minusvalorados.

Este monopolio científico-investigativo que provoca los tópicos/estereotipos comentados se comporta en sí mismo como una parte más del lobby corporativista que lo lidera y que actúa con idéntico autoritarismo tendente a mantener el protagonismo exclusivo de la investigación que se han encargado en acotar a la biomedicina o las ciencias médicas impidiendo que con ellas pueda convivir cualquier otra área de conocimiento que identifiquen como “peligrosa” o “intrusiva”, de tal manera que si se desarrollan investigaciones de Enfermería por parte de enfermeras o se etiquetan con dicha denominación de origen o no tienen posibilidad de llevarse a cabo ni mucho menos de difundirse, con lo que pasan a engrosar el apetito voraz de dicho lobby.

Los premios a la investigación que se conceden en la mayoría de los certámenes nacionales e internacionales ignoran cualquier investigación que no se ajuste a esos tópicos/estereotipos y quedan invisibilizadas aportaciones valiosísimas de las investigaciones que realizan otras disciplinas que aún siendo parte de ciencias reconocidas son sistemáticamente olvidadas como tales.

Pero además de la investigación y las/os científicas/os, la innovación sufre idénticos síntomas de exclusividad y de exclusión por influencia o contagio de lo ya comentado, lo que conduce a que se interprete casi de manera automática el que la innovación y la creatividad son igualmente características inherentes a la investigación oficial u oficialista.

La innovación es un proceso por el cual se crea algo nuevo y por tanto, innovar consiste en el acto de aplicar nuevas ideas para potenciar el valor de lo que se produce como evidencia o conocimiento nuevos o mejorados.

Pero para que haya innovación tiene que haber creatividad, definida como el proceso que realizamos al usar la imaginación para crear. Es una habilidad mental que sirve para imaginar y crear nuevas ideas, es decir, provocar el nacimiento de algo novedoso.

En base a ello, ¿dónde está el problema para identificar, valorar, reconocer y apoyar que las enfermeras tenemos capacidad creativa, de innovación y por tanto de investigación como científicas? ¿cómo se puede seguir justificando la exclusión de nuestra ciencia como ámbito propio de investigación por parte tanto de organismos nacionales como internacionales? ¿qué intereses espurios existen para mantener una situación incoherente y acientífica? ¿por qué las enfermeras no somos capaces de liderar, visibilizar y poner en valor nuestras aportaciones científicas, creativas e innovadoras?

Porque nadie debe confundir que la creatividad o la innovación en investigación son lo mismo que tener gracia o ser ocurrente. La creatividad y la innovación son la capacidad de crear una realidad mejor basándose en el conocimiento, la inteligencia y las evidencias, desde la certeza, es decir, exponiendo lo que se tiene certeza de hacer o decir y no jugando con los elementos para ver si se tiene suerte y suena la flauta. No es posible tener una idea que pueda cambiar la realidad sin que exista creatividad. Cualquier idea innovadora precisan de imaginación y pensamiento creativo como elemento fundamental para que se plantee una idea original. Por lo que sin creatividad no puede existir innovación. Pero sin ciencia las propuestas de creatividad se convierten en ocurrencias que distan mucho de ser innovación y mucho menos evidencias.

Las enfermeras, desde siempre, hemos trabajado por prestar cuidados de excelencia. Es cierto que durante mucho tiempo se hizo empíricamente, pero no es menos cierto que desde hace ya bastante tiempo y cada vez más dicha excelencia está guiada por la calidad, eficacia y resultados en salud, derivados de la investigación científica, la creatividad y la innovación.

El problema viene determinado cuando, o bien nosotras mismas planteamos nuestras investigaciones desde un paradigma que no nos es propio, con lo que anulamos la capacidad creativa y la innovación al incorporar nuestros resultados al producto final de la investigación de otra ciencia o campo de conocimiento o bien vemos limitada la capacidad creativa e innovadora por las barreras que el propio sistema mantiene más allá de la lógica.

Pero a pesar de ello, las enfermeras, nuevamente desde la capacidad creativa e innovadora y desde la ciencia enfermera estamos en disposición de generar evidencias que transformen la realidad existente haciendo que algo cambie o sea distinto, sin que ello signifique necesariamente que se tengan que alterar totalmente todas sus características esenciales.

Para transformar desde la investigación, la creatividad y la innovación hace falta que exista un liderazgo capaz de influir, motivar, organizar y llevar a cabo acciones para lograr los fines y objetivos que involucren a personas y grupos en un marco de valores en el ámbito de los cuidados profesionales enfermeros que propicien el cambio y la transformación personal y colectiva, influyendo y motivando en los demás para transformar a personas y a grupos. Se trata de asumir responsabilidad, de ser ser creativas, innovadoras, proactivas, asertivas, arriesgadas, optimistas y luchadoras por una sociedad mejor. Es una oportunidad y es un potencial que debemos desarrollar para que los tópicos y estereotipos existentes se eliminen y permitan identificar a las enfermeras como científicas investigadoras, creativas e innovadoras.

Y finalmente opino que más allá de ser una oportunidad y un potencial, es una obligación que tenemos no tan solo con nuestra ciencia/disciplina/profesión, sino con las personas, las familias y la comunidad a las que prestamos cuidados.

Hay que desterrar por siempre el chascarrillo de que las cosas se hacen de una determinada manera porque siempre se han hecho así. Tan solo desde la aportación de evidencias científicas creativas e innovadoras seremos capaces de cambiar nuestra realidad y la de la sociedad a la que nos debemos.

[1] Filósofo y ensayista español, exponente principal de la teoría del perspectivismo y de la razón vital e histórica, situado en el movimiento del novecentismo (1883-1955).

LA MEMORIA DE LOS CUIDADOS

“Cada uno tiene el máximo de memoria para lo que le interesa y el mínimo para lo que no le interesa”.

Arthur Schopenhauer[1]

A Cristian Benítez Rodríguez y a cuantas/os como él sufrieron el azote de la COVID

El pasado día 14 se cumplieron tres años del confinamiento derivado del estado de alarma provocado por la pandemia de la COVID.

Tres años que parece son muchos más o bien se nos antoja algo muy reciente. Ya sabemos que esto del tiempo es muy relativo y depende de tantos factores y condicionantes que hacen que cada cual lo vivamos de manera totalmente diferente, pues todo depende del cristal con qué se mire.

Pero, con independencia del cristal con el que miremos, lo bien cierto es que podemos decir, sin miedo a equivocarnos, que hay un antes, un durante y un después de la pandemia. El antes y el durante no va a ser objeto de mi reflexión, pero considero importante detenerme a analizar y compartir lo que considero aspectos relevantes derivados del efecto de la pandemia y de cómo los mismos han afectado o nos pueden afectar.

No sé si realmente por efecto de la adaptabilidad humana, del intento de resiliencia o de la frágil memoria o facilidad para olvidar determinados hechos o acontecimientos, lo bien cierto es que ahora mismo el recuerdo de la COVID es más bien algo difuso e incluso, me atrevo a decir, confuso.

Es cierto que todas/os recordamos que la COVID provocó dolor, sufrimiento y muerte. Pero, ¿recuerda alguien el número casos y de muertes que se produjeron? Evidentemente son cifras, datos, estadísticas, pero sin duda su magnitud trasciende el simple carácter numérico para situarse en la dimensión real de lo que supuso esta pandemia para quienes la sufrieron directa o indirectamente. Casi catorce millones de contagiados (13,778.467) y cerca de ciento veinte mil muertes (119.618)[2]. Escalofriante recuerdo que, posiblemente por eso trata de esconderse en lo más recóndito de la memoria para transformarlo en un, muchas o muchísimas, menos concreto y doloroso.

Sin embargo, no son las únicas consecuencias de la pandemia. Posiblemente sean las más alarmantes, las más impactantes, pero ello no nos puede apartar de la realidad más próxima y cotidiana, como son los casos de COVID persistente que se calcula afecta entre el 10 al 15% de los contagiados por COVID, situando por tanto la cifra en algo más del millón trescientas mil personas[3], con síntomas muy diversos pero, sobre todo, con necesidades que actualmente no están siendo debidamente atendidas o lo son de manera absolutamente sintomática y desde una perspectiva asistencialista que no tiene en cuenta ni las situaciones personales ni, mucho menos, las consecuencias que las mismas tienen en sus familias y en la propia comunidad.

Los efectos, por otra parte, no tan solo afectan a las personas, sino que el impacto que la pandemia tuvo y sigue teniendo, aunque de manera mucho menos aparente pero no por ello menos grave, sobre el Sistema Nacional de Salud (SNS) es, no tan solo una evidencia sino un problema que también podría considerarse como parte de la COVID persistente.

La pandemia, unánimemente es asumido que puso en evidencia las debilidades de un SNS que se consideraba excelente y que se demostró cuanto menos vulnerable con relación a su gestión, organización y modelo claramente caduco, ineficaz e ineficiente, del que tan solo se salvaron sus profesionales, que sufrieron en primera persona las terribles consecuencias de la COVID.

En cuanto a las debilidades del SNS y a pesar que se precipitaron y replicaron a lo largo de todo el país las denominadas Comisiones de Reconstrucción, estas tan solo sirvieron para maquillar su lamentable imagen y la evidente muestra de astenia organizativa, de disnea política, de anorexia inversora y de depresión profesional, en la que había acabado sumido. Nada de lo que en las citadas comisiones quedó recogido como consideraciones, demandas, necesidades, urgencias… condujeron más que a la redacción de informes que, como las muertes, quedaron ocultas en la memoria, en este caso, de políticos y decisores que no de profesionales y sociedad en general que están sufriendo las consecuencias de tan nefasta situación. No es que el SNS esté en la UCI, es que está en cuidados paliativos a la espera de una muerte que ni tan siquiera se aventura como digna y de la que muchos quieren sacar beneficios, tras la certificación de su muerte o de su desahucio vital, como si de una herencia se tratase.

El empleo, la salud mental, la vulnerabilidad, la accesibilidad, la pobreza… son efectos colaterales de esa guerra en la que algunos quisieron convertir la pandemia y que requeriría de un análisis mucho más extenso que no estoy en disposición ni posición de realizar, aunque si de plantear como recordatorio de esa frágil y selectiva memoria que tenemos.

Pero no quiero cerrar este triste aniversario sin poner a debate algo que es común a todo cuanto he dicho y, posiblemente, a cuanto, sin decir, también lo es. Y ese punto común, de encuentro, hasta de consenso me atrevería a decir, aunque haya quienes quieran desvirtuarlo, no es otro que los CUIDADOS. Los cuidados en mayúsculas, de manera general y los cuidados, también en mayúsculas y negrita, profesionales enfermeros.

Porque si durante la pandemia los cuidados se mostraron y demostraron como esenciales en la atención a las personas que padecían y sufrían la COVID, tras la pandemia todas y cada una de las consecuencias que ha dejado como secuelas en la sociedad y en la salud de las personas, las familias y la propia comunidad requieren de una prestación de cuidados profesionales y no profesionales que debe estar coordinado, articulado y liderado por las enfermeras como las profesionales que mejor conocimiento, competencia y experiencia tienen en cuidados. Su ausencia, invisibilidad, desvalorización o ignorancia tan solo lleva a que los efectos de la pandemia se conviertan en un problema de salud de primera magnitud que el asistencialismo y la medicalización imperantes no solo no van a ser capaces de dar respuestas eficaces, sino que contribuirán a un progresivo deterioro de la salud comunitaria y con ello a un colapso aún mayor del actual modelo del SNS.

Los cuidados profesionales y las enfermeras deben ser identificados y valorados como respuesta imprescindible en el afrontamiento de una situación que se aleja mucho, aunque se quieran empeñar algunos en plantear lo contrario, de la normalidad y que a corto y medio plazo puede tener consecuencias imprevisibles.

Que nadie quiera hacer una lectura reduccionista, interesada y corporativista a lo que es una realidad que trasciende cualquier reivindicación disciplinar y se sitúa en la coherencia y el planteamiento ampliamente solicitado y razonado de los principales organismos internacionales de salud.

Seguir en una posición de negacionismo permanente del valor de los cuidados supone una clara irresponsabilidad que afecta a la salud de las personas, las familias y la comunidad.

Políticos, gestores, enfermeras, profesionales de la salud y la propia ciudadanía tenemos la responsabilidad y la obligación de trabajar por un contexto de cuidados de calidad y calidez que permita hacer frente de manera participativa, profesional y política a las demandas y necesidades que plantea la sociedad.

Caer en una amnesia institucional o política de esta necesidad es conducir al SNS a un progresivo y lamentable deterioro que acabará por olvidar a quienes son y deben ser legítimos depositarios de la memoria de los cuidados.

[1]Filósofo alemán (1788-1860)

[2] https://es.statista.com/estadisticas/1107506/covid-19-casos-confirmados-muertes-y-recuperados-por-dia-espana/

[3] https://isanidad.com/228717/al-menos-1340000-personas-pueden-sufrir-covid-persistente-espana/

ATRAPEMOS EL SUEÑO

                                                            “Para conseguir grandes cosas debemos no sólo actuar, sino también soñar; no sólo planear, sino también creer

Anatole France [1]

 

 

Durante mi visita por tierras mexicanas he tenido ocasión de identificar, analizar, reflexionar y debatir con muchas enfermeras latinoamericanas las incertidumbres, los temores, las barreras… que nos afectan como disciplina y profesionales, pero también las ilusiones, los deseos, los objetivos que se desea lograr y para los que coincidimos en que se necesita trabajar desde el conocimiento y las evidencias.

Este diálogo compartido no ha hecho más que reforzar lo que considero algo que va mucho más allá de un sueño, porque para lograr algo primero hay que soñarlo y después, evidentemente concretarlo con acciones.

Lo que me ha sorprendido es que este sueño es compartido y que tanto la disponibilidad como el compromiso para lograrlo va mucho más allá de las buenas palabras e intenciones y se identifica en la voluntad firme y decidida por hacerlo realidad a través de, primero, la identificación de las necesidades compartidas y la priorización de las mismas, para poder pasar así a la acción que facilite la construcción pausada pero constante de ese necesario marco iberoamericano de enfermería en el que no tan solo podamos sentirnos todas las enfermeras identificadas sino que también todas nos sintamos implicadas en el trabajo compartido y colaborativo que nos permita trascender las barreras geográficas para establecer un ámbito de desarrollo científico profesional en el que el conocimiento y las evidencias científicas sean los principales recursos de trabajo y de investigación, sin descartar las experiencias, las vivencias, los sentimientos, los valores o las emociones que pueden y deben actuar como elementos de cohesión de dichos recursos. Todo ello sin que se eliminen las especificidades, particularidades o singularidades de cada uno de los espacios que conformen el contexto general. Precisamente desde la riqueza de la diversidad lograremos una realidad mucho más fuerte, cohesionada y ecléctica que nos permita sentar las bases de nuestro desarrollo, pero también de nuestra identidad, referencia y visibilidad.

El recorrido no va a ser fácil, ni posiblemente corto, pero ello, lejos de desanimarnos, nos tiene que alentar al trabajo permanente, unitario, reflexivo, crítico… que impida la improvisación, fundamente las propuestas y limite las incertidumbres. Lo importante, por tanto, es seguir creyendo en esta realidad que pasa del sueño a convertirse en una necesidad absolutamente imprescindible para nuestro futuro como enfermeras.

No es la intención de este planteamiento el establecer absolutamente ninguna competencia con otros ámbitos o contextos con los que tradicionalmente venimos conviviendo y de los que nos hemos alimentado, sino de establecer uno que nos sea mucho más reconocible, más cercano y más real, para que, de esta manera, el acceso, la comprensión y la aplicabilidad de las evidencias o las propuestas y el desarrollo de las acciones basadas en ellas, contribuya de manera mucho más firme, concreta y reconocible a que todas las enfermeras se sientan reconocidas, implicadas y comprometidas con el objetivo común de una Enfermería Iberoamericana que sea referente mundial en la aportación compartida de todos los contextos enfermeros, permitiendo una interacción e interrelación que, desde el respeto y la generosidad, así como del rigor y del compromiso ético, logren la generación de una imagen más asumida, y asumible que facilite el orgullo de pertenencia y el sentimiento de identidad que en muchas ocasiones queda diluido, debilitado u ocultado por un contexto que no nos resulta acogedor aunque pueda ser admirado por la fascinación que provoca. Fascinación que, sin embargo, nos distrae de nuestra verdadera realidad y nos sitúa en un nivel de permanente y desigual competitividad que impide que el desarrollo enfermero trascienda al conjunto de las enfermeras y se sitúe en un nivel de exclusividad o incluso de una utopía inalcanzable que provoca la desmotivación y con ella la inacción y el conformismo.

Se trata de un sueño, de una realidad que, necesariamente debe ser colectiva para lograr que su resultado sea identificado como algo propio y de la que todas/os nos sintamos parte activa y participativa.

Tras la pandemia, retomar el contacto directo y próximo con las diversas realidades y con quienes son sus artífices en Iberoamérica me ha permitido darme cuenta de lo mucho que tenemos en común y de lo mucho que podemos aportarnos unas/os a otras/os.

Ahora se trata de no volvernos a dormir y caer en un sueño que nos sumerja en el letargo, en lugar de hacer realidad un sueño que ya identificamos como realidad posible y necesaria.

México me ha evocado que soñar, creer y construir es posible para hacer realidad un cuidar y un cuidado enfermeros que trascienda fronteras y nos sitúe en un contexto común iberoamericano. Atrapemos el sueño y no dejemos que se nos escape.

[1]Escritor francés. En 1921 le fue concedido el Premio Nobel de Literatura (1844-1924).

GÉNESIS DE UNA REALIDAD

No podemos resolver problemas pensando de la misma manera que cuando los creamos”

Albert Einstein[1]

A Ángela Sanjuán por su coherencia personal y profesional

Puede parecer repetitivo, pero es que me sigue inquietando, a la vez que preocupando, la actitud que en general mostramos las enfermeras ante situaciones que chocan frontalmente, no ya contra nuestros intereses profesionales, laborales o corporativos, sino contra la esencia misma de lo que es, supone y representa la enfermería y el ser y sentirse enfermera.

En esta ocasión, mi reflexión la voy a centrar en la que considero génesis de la realidad que apunto y que responde, en gran medida, a lo que desde el inicio hacemos o dejamos de hacer, que de todo hay, en la formación de las futuras enfermeras.

Creo que ya a nadie sorprenderá a estas alturas el hecho de que existen diferentes razones por las que las/os alumnas/os deciden iniciar los estudios de Enfermería. Dejando a un lado quienes dicen hacerlo por la tan manida, como no siempre bien entendida vocación, están quienes lo hacen para poder acceder a estudiar medicina; quienes argumentan razones de influencia familiar; quienes identifican que se trata de una profesión que tiene muy buena salida; quienes se deciden por la falsa creencia de que son unos estudios fáciles; quienes no saben realmente por qué se decidieron a elegirlo o lo hicieron sin convicción por acompañar a un/a amigo/a y finalmente quienes se tratan de desmarcar con frases tan recurrentes como “querer ayudar” o “salvar vidas”. Posiblemente hayan más razones, pero las que mayoritariamente identifico creo haberlas referido. Sin embrago, y descartando la vocación como principio y fin del argumento, pocas, muy pocas razones argumentan claramente la decisión adoptada desde una perspectiva de convencimiento por aquello que representa o supone el poder ser enfermera, más allá de la obtención del título que les acredita como tales. Y esto también tiene que ver con lo que transmitimos a la sociedad y, por tanto, a quienes puedan o quieran ser enfermeras por razones diferentes a las aludidas.

Llegados a este punto, la primera pregunta que me hago es si realmente esta heterogeneidad en cuanto a la elección de unos estudios que van a significar el futuro personal y profesional de estas/os estudiantes, su aportación al futuro desarrollo de la ciencia/disciplina/profesión de Enfermería y la calidad de la atención que las/os mismas/os presten a la población, sucede de igual manera en todos los estudios de Grado existentes en la Universidad. Y creo que realmente no es así, o cuanto menos no lo es en aquellos estudios que en mayor o menor medida tienen una relación más estrecha con los de Enfermería. Ni medicina, ni farmacia, ni fisioterapia, ni podología, ni odontología … tienen esa casuística de indefinición y de falta de sentimiento de pertenencia a la disciplina que se elige estudiar, entre otras razones porque todas ellas tienen una base tecnológica y un reconocimiento y valor social evidentes que las diferencia, al menos en teoría, de la Enfermería y que suelen incorporarse como elemento fundamental de atracción e identificación con lo que la misma representa.

Es cierto, que en algunos de los casos citados el mensaje que impregna toda la narrativa docente y que se traslada desde el inicio de los estudios al alumnado influye de manera determinante en la construcción de una clara y firme identidad corporativista, individualista y altamente competitiva que muchas veces se acompaña de una inmunización ideológica y dialéctica, preventiva contra otras disciplinas, como la enfermera.

No es mi intención ni pretendo convencer de que esta sea la manera de actuar para tratar de cambiar la actitud del alumnado con relación a su elección y a lo que significará su futuro profesional. Es más, la rechazo frontalmente, pero no por ello deja de ser una realidad que influye también en todo este proceso de desnaturalización al que me refiero.

Pero, centrándome en lo que pasa en nuestras aulas y dejando al margen, que no olvidando, lo que sucede en las de otras titulaciones, mi inquietud se centra en qué es lo que transmitimos, cuándo, cómo y de qué manera lo hacemos, con relación a lo que es y significa ser y sentirse enfermeras. Tengo la sensación, que nos limitamos, en muchas ocasiones, a los aspectos más formales, normativos, conceptuales, estandarizados … de los conocimientos que conforman los planes de estudio y su traducción en créditos como moneda de medida y fuerza, eliminando, por acción u omisión, aquellos que conforman la esencia, la filosofía, el espíritu, el alma, llamémosle como queramos, de la Enfermería, por no considerarlo prioritario, darlo por asumido o incluso entenderlo como inapropiado para la construcción de una profesión científica. Y esa actitud y probablemente también esa falta de aptitud para abordarlo, hacen que se diluya la identificación del sentimiento enfermero y prevalezca la perspectiva tecnológica que fascina finalmente al estudiantado.

Esto posiblemente, entre otras cosas, justifique la pobre asistencia de estudiantes a las clases de aquellas asignaturas en las que la técnica tiene un componente residual o secundario en sus contenidos. No puedo entender que en grupos de 75/100 estudiantes, en las asignaturas aludidas y dada que la presencialidad es voluntaria, la asistencia a clases no vaya más allá de 10 a 25 estudiantes en el mejor de los casos, pudiendo llegar a tener tan solo 2 estudiantes, según los grupos, sin que la razón, aunque pueda existir en algunos casos, sea la metodología docente empleada, pues paradójicamente en muchas clases repletas, la metodología utilizada es la de la clase magistral, si a leer diapositivas como si de un karaoke se tratase, se le puede denominar así. Ni tan siquiera obedece al/la docente que, pudiendo ser excelente, va a estar condicionado/a por la materia que imparta, lo que resulta verdaderamente triste. Pero claro, donde esté la deslumbrante atracción de una sonda, un catéter, una úlcera, una sutura o una maniobra lo demás queda desdibujado, oculto y sin valor. Por otra parte, esta desertificación de las aulas en las universidades de presencialidad docente, hasta ahora mayoritariamente públicas, da argumentos de peso para el crecimiento exponencial de universidades privadas. Naturalizar esta situación es una grave irresponsabilidad por parte de todas/os.

Es cierto que este es un mal que no tan solo afecta a Enfermería, pues ya son bastantes las voces que están alertando de tan decepcionante actitud estudiantil[2], pero cada cual ve el problema en su casa y tampoco se trata de un hecho aislado ni circunscrito a ciertas universidades. Lo que no nos puede ni debe hacer caer en el conformismo de la generalización del problema, pues ello tan solo se convierte en un consuelo aceptado desde la irreflexión que nos sitúa como estúpidos, tal como reza el refrán cuando dice, mal de muchos, consuelo de tontos.

Así pues, creo que, en Enfermería, estamos asistiendo a un momento de evidente crisis de fe. Si, de fe en lo que es Enfermería, lo que la identifica como ciencia y lo que la misma puede aportar de manera absolutamente diferenciada a la población con relación a otras profesiones. Y perdida la fe en aquello que se es, resulta muy difícil trasladar algo más que no sea una secuencia de procedimientos, técnicas, abordajes… sin conexión alguna con la aportación singular y específica de la ciencia enfermera y desde el paradigma enfermero propio, lo que acaba por desligarlos totalmente de ellos convirtiéndose en una mera referencia teórica sin que se logre dar sentido y consistencia científica a lo que realmente debería ser el valor de los cuidados enfermeros. Cuidados, por otra parte, que quedan en el plano de la abstracción, la nimiedad o la intrascendencia al no sentirlos como seña de identidad, ni trasladar lo que suponen y significan, siendo, finalmente, tan solo una etiqueta que trata, sin lograrlo, de dotar de Denominación de Origen a la Enfermería, cuando de hecho ya es una Denominación reclamada y exigida por muchos, aunque tan solo sea por intereses de imagen al margen, claro está, de lo que significan y aportan.

La desvalorización actual de la docencia en la Universidad, la focalización en una investigación impuesta, impostada e impostora a través de un régimen autocrático de publicaciones que acaba por alimentar un negocio editorial de proporciones escandalosas, el acceso de profesionales de muy diferentes disciplinas a la docencia que, como en Enfermería, requieren de una especificidad e idoneidad muy claras, las manifiestas condiciones de precariedad en las que se trabaja actualmente en la universidad y las dificultades de una carrera académica encorsetada, endogámica y casposa, suponen un rechazo por parte de las enfermeras a incorporarse a la universidad lo que deja espacio a que otras disciplinas ocupen el vacío dejado. Estas pueden ser algunas de las razones que avalen, aunque nunca justifiquen, todo lo hasta ahora comentado.

Sea como fuere, lo bien cierto es que existe una realidad de evidente deterioro en cuanto a la posición, el empoderamiento y el liderazgo de las enfermeras, que, desde mi punto de vista, tiene una génesis muy clara y determinante en la Universidad en donde se forman. Lo que sigue, ya lo estamos viendo y viviendo con angustia por parte de unas/os, de perplejidad por parte de otras/os, de rechazo por parte de unas/os pocas/os y de indiferencia por una mayoría silenciosa que nos aboca a la más absoluta intrascendencia.

Creo, sin embargo, que aún estamos a tiempo de retomar esta deriva y redirigirla en la dirección correcta. Pero para ello hace falta que analicemos, reflexionemos y hablemos para identificar cuáles son los déficits y cuáles las fortalezas, que nos den una oportunidad de salvar la amenaza que actualmente pende sobre la Enfermería y las enfermeras.

No intentarlo, es tanto como asumir nuestra muerte o, lo que es peor, nuestra permanente dependencia y subsidiariedad del sistema y de quienes lo controlan y manejan.

[1] Físico alemán de origen judío, nacionalizado después suizo, austriaco y estadounidense. Se le considera el científico más importante, conocido y popular del siglo XX (1879-1955).

[2] https://www.elconfidencial.com/espana/andalucia/2023-02-22/profesor-universidad-cadiz-carta-frustracion_3580641/

TOMEMOS LA PALABRA Abandonemos el silencio

                                                       A Mª Paz Mompart por ser su palabra referencia y guía para el desarrollo de la Enfermería y para tantas enfermeras.

Al negro sol del silencio las palabras se doraban”.

Alejandra Pizarnik [1]

 

El espectáculo de lucha libre al que estamos asistiendo, en su modalidad de Submission Match, es decir, en el que solo se gana al provocar que el oponente se rinda en la lona, nos tiene absolutamente abstraídos y distraídos, lo que provoca que olvidemos algunos temas que sin desmerecer el del conflicto de la Atención Primaria en Madrid, no han perdido ni interés, ni trascendencia. Posiblemente porque hay quienes siguen creyendo, como dijera Homero[2], que “las batallas se ganan con los puños, y las palabras sirven en el consejo. Conviene, pues, no hablar, sino combatir.”

Da pues la sensación de que hayan desaparecido los problemas en las Residencias de personas adultas mayores. Que no existan poblaciones vulneradas que quedan al margen de las cuitas que se están dirimiendo en el espectáculo aludido. Que las necesidades de cuidados no tengan importancia que se centra tan solo o sobre todo en las peticiones por reducir las listas de espera, como si los cuidados no tuviesen también una demora, en este caso histórica. Que la promoción de la salud y, por tanto, la generación de conductas y contextos saludables, tan solo fuesen un recuerdo lejano de algo que pudo o quiso ser y nunca fue. Que la Salud Pública ha vuelto de nuevo a ocupar su lugar de intrascendencia y carácter burocrático al que se le tiene acostumbrado. Que la intersectorialidad es una entelequia que tan solo sirve para rellenar discursos demagógicos. Que la medicalización y el asistencialismo siguen impidiendo la solidez, la capacidad, la eficacia y la calidad basada en los activos de salud y los cuidados. Que la participación comunitaria haya quedado reducida a que la ciudadanía deposite su voto, a ser posible cautivo, silencioso y acrítico, en las urnas para que se puedan seguir replicando combates de lucha libre en los que, lo de menos es para lo qué sirven, porque se trata tan solo de generar espectáculo, aunque el mismo se sepa amañado.

Pero nada de esto y de otras muchas cosas han desaparecido o se han solucionado. Todo lo contrario. Pero parece resultar mucho más rentable mantener a la población distraída con combates efectistas, aunque realmente no sean efectivos.

Se está haciendo un uso perverso de la salud como derecho universal, del que no estamos siendo conscientes o que siéndolo preferimos ignorar, lo que supone un peligro enorme que cada vez resulta más difícil evitar.

No voy a discutir ni a poner en tela de juicio la importancia que tiene el movimiento ciudadano en defensa de la Sanidad Pública, es más, considero que es fundamental esa conciencia ciudadana, aunque la misma no siempre esté todo lo informada que sería deseable. Pero no confundamos la Sanidad Pública de calidad con una asistencia temprana, una técnica o el acceso a un fármaco que, siendo importantes, no son en ningún caso la solución a lo que se está reclamando con justicia y pasión, a la vez que con desconocimiento e inocente confianza.

Las enfermeras, tanto tiempo calladas y agazapadas, debemos salir del escondite, la zona de confort, el burladero de nuestros miedos, el anonimato voluntario o forzado… para hacernos visibles, pero, sobre todo, para hacernos oír con fuerza y determinación. No sigamos chistando para solicitar, aceptar y asumir nuestro silencio y lo que supone de condescendencia y asunción de cuanto se hace al amparo del mismo además de la interpretación que de él se haga como actitud profesional en defensa de la salud que, por otra parte, parece que olvidemos supone una vulneración manifiesta de nuestro código deontológico que hay recordar, es mucho más que un compendio de recomendaciones u opciones. Es nuestra obligación ética, estética y moral a actuar como enfermeras ante y con las personas, las familias y la comunidad.

No más silencio, por resultar doloroso, extraño e incomprensible. Pero también por resultar incierto, tramposo y peligroso para nosotras mismas y para quienes no son capaces de oír y entender nuestro mensaje. Mensaje que en ningún caso pretende ser una reivindicación laboral sino una manifestación de identidad, de valor de los cuidados profesionales y derecho a la salud de la ciudadanía.

Necesitamos hacer audible nuestro mensaje de salud y de cuidados, que no va contra nada ni contra nadie, al contrario, va a favor de todo y de todos. De todo lo que suponga aportar respuestas eficaces a las necesidades sentidas de salud y cuidados y de todas/os cuantas/os las trasladan o, sin saber cómo expresarlas, las callan. Ayudemos con nuestra voz a hacer comprender la importancia cuidadora de las enfermeras. Contribuyamos, con nuestra comunicación, a que la educación para la salud permita la autogestión, autodeterminación, autonomía y autocuidado de las personas, las familias y la comunidad. Promocionemos las conductas y hábitos que permitan acabar con la salud persecutoria hacia las personas con mensajes fiscalizadores, penalizadores y alarmistas, incorporando acciones que logren la convicción de asumirlas para generar espacios de salud y saludables. Consensuemos, desde la participación activa y real de la población, la toma de decisiones en favor de una salud que se aleje de la comparación permanente o sustitutiva de la enfermedad. Facilitemos la integración de las personas haciendo posible su afrontamiento efectivo a los problemas de salud sin que los mismos sean vistos como invalidantes o discapacitantes, sino como estados diferentes desde los que se puede seguir aportando. Afrontar la soledad, la violencia de género, la pobreza, la desigualdad… desde la palabra que acompañe, pero también que se posicione, reclame y aporte. Porque todo ello es competencia y responsabilidad nuestra como enfermeras.

No tengamos miedo a hablar, porque la población necesita conocer, entender, y reclamar lo que aportamos y para lo que somos competentes. Las palabras están ahí para explicar el significado de las cosas, de manera que el que las escucha, entienda dicho significado” (Aldous Huxley)[3], pero teniendo en cuenta que “las palabras que no van seguidas de hechos, no valen nada” (Esopo)[4]

No caigamos en la distracción de quienes quieren que la lucha libre en la que han convertido al Sistema Nacional de Salud nos aparte de la realidad de cuidados que existiendo se trata de ocultar, enmascarar o rechazar.

Utilicemos los espacios de los que disponemos o creémoslos para que nuestra voz sea audible y entendible. Sabiendo que como dijese Lao-tsé[5] “las palabras elegantes no son sinceras; las palabras sinceras no son elegantes”. Porque no se trata de construir un mensaje políticamente correcto sino de hacer lo correcto con el mensaje, ya que finalmente y aunque haya que evitarlas “la palabra más soez y la carta más grosera son mejores, son más educadas que el silencio” (Friedrich Nietzsche)[6]. El respeto nunca está reñido con la verdad, aunque esta pueda doler, porque, a lo mejor resulta que eso que tantas veces hemos oído de que todo lo que duele cura, finalmente puede ser verdad.

[1] Poeta, ensayista y traductora argentina (1936-1972).

[2] Poeta griego (750 ac – 650 ac).

[3] Novelista, ensayista y poeta inglés. (1894-1963)

[4] Fabulista griego (S. VII aC-S. VII aC).

[5] Filósofo chino. (570 aC-490 a C)

[6] Filósofo alemán. (1844-1900)

APS: POSICIONAMIENTO SESPAS

La Sociedad Española de Salud Pública y Administración Sanitaria (SESPAS), a la que pertenece la Asociación de Enfermería Comunitaria (AEC), defiende una Atención Primaria sólida y reclama su consolidación con respuestas claras a sus problemas
Un posicionamiento claro, coherente y razonado que debería ser tenido en cuenta como punto de inflexión para un debate serio y riguroso que impulse su cambio y desarrollo.

 

PROBLEMAS PROFESIONALES Y DE DESARROLLO DE LAS COMPETENCIAS

Cecilia Rita RE

Dra. en Pensamiento complejo, filosofía

Master en Cs. de la Educación, ort. FADA

Lic. en Enfermería

 

Las competencias o habilidades tienen relación directa con el diseño curricular y la formación continua del personal de enfermería. Las competencias incluyen valores y actitudes fundamentales para el ejercicio profesional. Estas deben ser evaluadas por la Orden o el Colegio profesional, cada cinco años, para asegurarle al público la actualización de los conocimientos y de las competencias de sus miembros, calificándolos para un ejercicio eficiente y eficaz en sus intervenciones.  

Las competencias no son rígidas, sino que se tiene en cuenta las particularidades psicológicas y motrices individuales que hacen a la personalidad. Es la individualidad que diferencia y hace el éxito en un dominio y en una especialidad. Ellas revelan el dominio de los conocimientos, de las habilidades y de los hábitos. Destacan a una enfermera sobre otra en la ejecución de un mismo acto o actividad, impregnada con valores, actitudes y virtudes. Sin embargo, para el ejercicio, se exige un común denominador que viene a normatizar las competencias mínimas. Una enfermera necesita un adecuado equilibrio entre tres áreas fundamentales para las competencias profesionales como son:

El Saber Ser: valores, creencias, convicciones y actitudes, las que deben estar acordes a las de la profesión. Cuantas más cercas estén las escalas individuales a las de la profesión (Yo personal) mayor perfección habrá en la realización de su rol (Yo profesional).

El Saber-Saber: conocimiento, comprensión, inducción, deducción, análisis, síntesis, inferencia y transferencia. Sin habilidades intelectuales y de transferencia teoría -práctica, se comenten graves errores de todo tipo. Para transferir, hay que estar en posesión del conocimiento. Este proviene de la aplicación volitiva disciplinada en la búsqueda incesante de la perfección de su ser y de comprender y explicar la realidad. Involucra la necesidad de verdad en el ser de la enfermera.    

El Saber -Hacer: habilidades técnicas, diagnósticas y terapéuticas. La desteridad, la coordinación mano-ojo, el dominio del motor fino y los buenos reflejos, son necesarios para el ejercicio profesional.

El acto del cuidado se sustenta en las habilidades personales, interpersonales, sociales, clínicas, técnicas, intelectuales y conductuales. Las competencias de enfermería están diversificadas y se les encuentra en todas las esferas de la actividad relacionada con la salud.

Los enfermeros cuidan, educan, aconsejan, dirigen, filosofan, teorizan y también investigan (competencias holísticas). Ejecutan técnicas acompañadas de calor humano y de la simplicidad en el contacto y en la comunicación.

La relación entre problemas y competencias radica en que estas son necesarias para valorar, tratar y evaluar los problemas bio-psico-sociales y espirituales de diferentes binomios, directamente, primer aspecto de preocupación, el enfermera-cliente, llevado al Proceso de Atención de Enfermería (PAE) o Plan de Intervención Terapéutico Enfermero (PITE). Los otros binomios básicos donde se generan problemáticas son el enfermera-enfermera, enfermera-equipo de salud, etc., dentro de un contexto. 

Diferencia entre problema y diagnóstico de enfermería

Es un error decir que hay similitud entre problema y diagnóstico de enfermería. Las similitudes se encuentran en el proceso de solución o de resolución de problemas y el proceso de enfermería, el que soluciona problemas clínicos y los evita, del cliente, familia y comunidad, compartiendo ambos pasos o etapas.

El Diagnóstico de Enfermería (DEx) es el resultado de una síntesis intelectual, es un razonamiento crítico con contenido ético, pues busca Hacer el bien y Evitar el mal, y, como consecuencia, tiene contenido moral, al ejecutar las intervenciones que se seguirán a partir de su enunciado.

El DEx es un juicio clínico que habilita un tratamiento enfermero. Para llegar a un diagnóstico correcto, se realizan momentos especulativos y otros de orden practico. Se aplican operaciones mentales como el análisis, la generalización, la abstracción, la inducción y la deducción de la información, que, junto a los conocimientos bio-psico-sociales y espirituales, más los clínicos, científicos y éticos, permiten arribar al DEx y establecer una proposición de tratamiento.

A partir del DEx profesional, se estructura la intervención, priorizando su actuación según las necesidades del cliente.  Estas intervenciones deben ser, en primer lugar, las independientes, pues conciernen solo al cuidado profesional y es por eso que existe el puesto de enfermería y su paga.

Luego, se consideran las acciones interdependientes o de colaboración hacia los otros profesionales del equipo de salud. Estos, no permanecen las 24 horas al lado del cliente. Necesitan de la vigilancia, del control y de la información suministrada por la enfermera para continuar con sus propios tratamientos. Estos profesionales, también delegan su autoridad y responsabilidad profesional en el pedido de realización de alguna tarea a la enfermera. Al haber delegación, hay traspaso de responsabilidad ética y legal y, por esto, enfermería debe recibir una remuneración, dado que reemplaza al profesional de origen que delega.

El CIE clasifica los cuidados en autónomos y en colaboración. Este punto desliga los problemas profesionales permitiendo ser abordados y tratados por enfermería de manera autónoma o en colaboración, facilitando la actuación en el mundo sanitario asistencial. Por otro lado, brinda una aproximación descriptiva que facilita, en el mundo científico, la investigación de problemáticas.

CARTA ABIERTA A ENRIQUE RUIZ ESCUDERO CONSEJERO SANIDAD COMUNIDAD DE MADRID

https://www.rtve.es/play/videos/telediario/enrique-ruiz-escudero-numero-dos-ayuso/5828329/

Sr Consejero:

Está usted ante una grave encrucijada que le está generando graves problemas y que, como le ocurriera a Alicia en el País de las Maravillas, constantemente le plantea la interrogante de qué camino tomar, cuando realmente y tal como le contestara el gato Cheshire, todo dependerá de a dónde quiera llegar. Y ese es su verdadero problema que no sabe a dónde quiere llegar. O que para llegar a dónde quiere el camino no existe y lo tiene que crear.

Pero es que, además, y haciendo honor a su apellido materno, tal como nos indica el diccionario de la RAE, está usted actuando como escudero, es decir, “paje que acompañaba a un caballero para llevarle el escudo y las armas y para servirle» o “criado que servía a su señor a cambio de una retribución”. En su caso de la presidenta del gobierno madrileño del que forma parte, actuando como sirviente de sus intereses políticos e ideológicos contra el Sistema Nacional de Salud (SNS) que a usted cada vez se le asemeja más a los molinos de viento que el hidalgo caballero Don Quijote de la Mancha identificaba como gigantes contra los que luchar.

Ante esta tesitura, para vencer una crisis que ustedes mismos han generado artificial y voluntariamente como forma de argumentar la toma de decisiones tendentes al desmantelamiento del actual SNS en general y en particular de la Atención Primaria de Salud (APS), mediante su progresiva privatización y mercantilización, en lugar de utilizar las evidencias, el diálogo y el consenso, han optado por las ocurrencias, el aislamiento y la imposición.

Hoy mismo, sin ir más lejos, ha hecho gala de todo ello anunciando la que aporta como solución a los males que aquejan a la APS en su comunidad. Para ello, ha tenido la desfachatez de focalizar el problema de la APS y sus consecuencias, en la ausencia de médicos. En base a esta falacia ha expuesto su argumento utilizando a las enfermeras como su ariete defensivo y como hipotética solución o camino que le conduzca a encontrar una salida que realmente desconoce pero que le apremian a que identifique[1].

No voy a entrar a hacer valoraciones sobre la afirmación de la falta de médicos. Pero como enfermera, si que voy a trasladarle mi argumentación al absoluto rechazo a su interesada utilización de las enfermeras, que no de la enfermería como usted dice.

En su intento por convencer de su ocurrencia, hace mención al modelo de APS en el Reino Unido que, efectivamente, está gestionado y liderado de manera muy importante por las enfermeras. Sin embargo se le ha olvidado, o desconoce, que a diferencia de lo que usted plantea como un parche, en el Reino Unido se desarrolla este modelo de APS que no de enfermería como usted expresa, en base a una regulación y ordenación de la enfermería comunitaria o de distrito que cuenta con una tradición de más de un siglo, con un modelo que ha sido planificado y desarrollado en base al diálogo y al consenso de las partes y en el que quedan perfectamente delimitadas las competencias de todas/os para dar respuestas eficaces en base a un trabajo en equipo transdisciplinar y no de suplantación como usted traslada, trabajo capaz de ofertar respuestas eficientes y de calidad a las necesidades de la población que, además, ve a las enfermeras comunitarias como referentes, sintiéndose absolutamente identificada con ellas y con los cuidados que le prestan, sin que, en ningún caso, lo interpreten como una injerencia a las competencias de otros profesionales de la salud, con quienes están perfectamente coordinadas, sino como una respuesta autónoma y de calidad.

Ante un problema como el que ustedes tienen actualmente con la huelga planteada por médicos y pediatras de APS, hacen un uso tan mezquino e interesado de las enfermeras con el único propósito de desviar la atención del conflicto y situar el foco en una confrontación perfectamente maquinada entre médicos y enfermeras en el que, ni unos ni otras han intervenido.

Pero es que no tan solo genera un conflicto entre médicos y enfermeras, sino que pone a las enfermeras a los pies de los caballos de una opinión pública que no es que desconfíe de estas, es que no entiende lo que se está planteando como solución, viendo en la propuesta una merma en la calidad de la atención al identificarlas como profesionales que no tienen capacidad necesaria para atenderle, al anular con su decisión la verdadera competencia enfermera, la prestación de cuidados profesionales, y plantearla como un sucedáneo de la médica.

La solución no pasa porque las enfermeras asuman competencias como respuesta a una hipotética falta de médicos o a su saturación. No se trata de una respuesta de déficit sino de ganancia en salud. Las enfermeras son competentes de lo que son y no de las carencias o colapso de otros.

Le recomiendo la lectura del documento que presenta la Oficina Regional de la OMS para Europa, poco sospechosa de nada, y que han elaborado expertos de la Universidad Caledonian de Glasgow, el Consejo Internacional de Enfermeras y Salud Pública de Inglaterra[2] en base a evidencias y no a ocurrencias. En él puede identificar, entre otras cosas, la importancia del trabajo en equipo que usted dinamita en su propuesta.

Reúna a las partes, analicen los problemas que afectan a la APS, que son mucho mayores a los problemas laborales planteados por unos u otros profesionales, identifiquen las necesidades reales de la población, pongan sobre la mesa propuestas de solución centradas en las personas y no en los colectivos, los políticos o sus ideologías, ordenen las profesiones conjuntamente con el ministerio de sanidad abandonando el revanchismo propio de bandas pandilleras, valoren y pongan el foco en la salud comunitaria propiciando la participación real de la ciudadanía, visibilicen e institucionalicen los cuidados y su continuidad y verá cómo se pueden alcanzar consensos. Ese es el camino. Pero para ello, claro está, debe identificar que es ahí a dónde quiere o quieren llegar y ahí es precisamente donde se plantean más dudas.

Su propuesta, Sr. Enrique Ruiz Escudero, además de ser maquiavélica, es perversa, incierta, acientífica, incoherente y deplorable tanto por su parte como por parte de la señora presidenta a quien sirve como escudero y Consejero.

Deje de utilizar a las enfermeras de manera tan interesada y oportunista como falsa. Deje de utilizar a los médicos como diana de sus dardos contra la APS. Deje de utilizar a la población como masa incapaz de pensar y tomar sus propias decisiones y verla tan solo como objetivo electoral y electoralista.

Reflexione, piense, analice y ponga en marcha el pensamiento crítico no para ir en contra de todo lo que piensan o plantean los demás sino, como la mejor manera de ser capaz de criticar aquello que usted mismo piensa y plantea. Del resto deje que se encarguen quienes saben, las/os profesionales.

Hacerlo no duele y, además, favorece su autocuidado, su autoestima, que no su ego, y el cuidado de la población a la que dice servir.

 

José Ramón Martínez-Riera

Enfermera Comunitaria

[1] https://elpais.com/espana/madrid/2023-02-17/el-consejero-de-sanidad-de-madrid-sobre-la-atencion-primaria-y-ante-militantes-del-pp-hay-que-ir-a-un-modelo-basado-en-la-enfermeria.html

[2] https://www.euro.who.int/__data/assets/pdf_file/0004/441868/Competencies-nurses-primary-health-care-eng.pdf

[1] https://www.euro.who.int/__data/assets/pdf_file/0004/441868/Competencies-nurses-primary-health-care-eng.pdf

LA GALA DE LOS GOYA Y LA CRISIS DE ATENCIÓN PRIMARIA. De premios y sofismas

                            “El discutidor falaz, ¿cuántas veces pasa, sin transición consciente, de la artificiosidad de sus sofismas al apasionamiento cierto y a la ilusión de que rompe lanzas por la verdad?”.

José Enrique Rodó Piñeyro[1]

 

El pasado día 11 tuvo lugar la Gala de los Premios Goya del cine español. Una Gala que, además de premiar a directoras/es, actrices y actores, guionistas… suele utilizarse, por parte de quienes tienen una amplia capacidad mediática, para trasladar reivindicaciones sobre situaciones de actualidad que generan una gran sensibilidad o rechazo social al tiempo que una importante discrepancia política. Todos recordamos aún el clamor contra la guerra que se declaró a Irak hace 20 años, en la que nuestro país, por decisión de su entonces presidente José Mª Aznar[2], quiso tener un papel de protagonismo que fue rechazado por una inmensa mayoría de la población española.

Este año en el que otra guerra, en este caso la de Rusia contra Ucrania, mal denominada de Ucrania, como si este país fuese el causante de la misma y el terrible terremoto que desoló parte de Turquía y Siria dejando decenas de miles de muertos, no han sido las protagonistas principales de las reivindicaciones. Posiblemente porque la distancia geográfica siempre juega un papel determinante en la sensibilidad de los acontecimientos. De tal manera que, si no existe coincidencia temporal con ningún hecho dramático, doloroso o de ataque a los derechos y libertad en nuestro territorio, se visibilizan aquellos que, estando más allá de desiertos remotos o de montañas lejanas como dijera el ínclito expresidente Aznar2, generan una sensibilidad y empatía importantes. Pero el destino, la casualidad, la desgracia o de todo un poco, han querido que la situación por la que está atravesando la Sanidad Pública en general y la Atención Primaria (AP), en particular, en la Comunidad de Madrid, hayan capitalizado las denuncias y reivindicaciones del mundo de la cultura en la citada Gala de los Goya.

Y hago mención expresa a la Comunidad de Madrid, porque es allí donde los médicos y pediatras de Atención Primaria están de huelga desde hace varios meses en defensa de sus condiciones de trabajo, aunque finalmente lo que ha trascendido es que la reivindicación es por la dignidad de la AP, por una parte, y que lo que está sucediendo en Madrid se haya identificado y difundido, sobre todo por parte de los medios de comunicación, como un conflicto y un problema nacional, en base al sofisma de que al ser Madrid la capital de España, lo que pasa en Madrid, pasa en toda España que, recuerdo, ya ha capitalizado, para otras cuestiones de su interés político, la presidenta de dicha comunidad y principal responsable de la situación que en torno a la sanidad en su territorio se está viviendo.

Así las cosas, creo que resulta necesario hacer una reflexión sobre estos hechos, pues sino corremos el riesgo de que todos parezcan malos o todos buenos según el lado desde el que se analicen.

En primer lugar y sin entrar en valoración alguna sobre las que considero legítimas reivindicaciones de médicos y pediatras, creo que lo que no puede hacerse es confundir a la población de manera totalmente oportunista e interesada al trasladar que sus problemas son los que están causando los de la AP. Porque ni los médicos representan en exclusiva la AP ni los problemas de los médicos son los únicos, ni tan siquiera los principales, responsables de la crisis de AP. Nuevamente se aplica un sofisma, como argumento falso, caprichoso o capcioso que se pretende hacer pasar por verdadero. Como médicos y pediatras trabajan en AP, si estos tienen problemas laborales en AP, supone que la AP tiene problemas.

Dicho lo cual no significa que esté pretendiendo trasladar que no existe una verdadera, profunda y preocupante crisis en AP. Pero dicha crisis tiene múltiples factores que no pueden ni deben quedar eclipsados por las deficiencias laborales de una parte de quienes trabajan en dicho ámbito de atención.

La precariedad laboral sin duda es un problema de primera magnitud para quienes trabajan en AP, no tan solo para médicos y pediatras por el hecho de ser quienes se han decidido a protestar y a reivindicarlo con fuerza, al tiempo que con una estrategia que les ha situado, a ojos de la sociedad, como únicas víctimas de la misma. La precariedad la sufren también otras/os profesionales como las enfermeras, matronas, fisioterapeutas, personal de administración… aunque su, incomprensible y doloroso silencio, no secunde las protestas por una mejora, no ya de sus condiciones laborales, sino de la AP. Porque no hacerlo supone dar validez al sofisma según el cual los males de los médicos y pediatras son los males de AP, lo que significa a la postre invisibilizar la valiosa e imprescindible aportación que esos otros profesionales prestan en defensa de la salud pública y comunitaria y como consecuencia, dando a entender que la misma es secundaria o subsidiaria a la que realizan quienes protestan y se identifican como exclusivos valedores de la calidad de la AP.

En base a lo dicho tengo que trasladar mi admiración hacia quienes han diseñado y desarrollado la estrategia de huelga de médicos y pediatras de AP en Madrid, al haber sido capaces de hacer creer a una gran mayoría de la ciudadanía que sus problemas son los de la AP. Dicho lo cual debo mostrar mi satisfacción y mi gratitud, desde la distancia geográfica que no de sentimiento, a cuantas personas de manera totalmente comprometida han salido a las calles para demandar masivamente una sanidad pública y una AP gratuitas y de calidad, aunque, vuelvo insistir, su protesta está claramente inducida y sesgada por un discurso parcial y corporativista que no recoge la verdadera dimensión del problema y que mucho menos se concreta exclusivamente en la problemática laboral de una parte de las/os trabajadoras/es de AP y de la sanidad pública. Falta saber si la indignación mostrada se traduce dentro de unos meses en una respuesta electoral acorde con lo que se exige.

Al mismo tiempo necesito expresar mi decepción, desconcierto y absoluto desconocimiento de las razones que están provocando el silencio de las enfermeras y de sus representantes (colegios, sindicatos fundamentalmente) ante la crisis de la AP, ayudando con dicha actitud a alimentar el sofisma generado del que ya he hablado. Me resisto a pensar que se trate de miedo. Me preocupa pensar que sea por conformismo. Me genera mucha ansiedad pensar que sea por indiferencia. Y me da mucha tristeza pensar que sea una mezcla de todo a la vez.

Sigo creyendo firmemente en las enfermeras y su capacidad, por eso me resulta tan difícil entender por qué no alzan su voz y dicen basta a tanta mediocridad, pero también a tanta manipulación. No hacerlo, es decir, callar, supone otorgar, admitir, asumir, permitir, aprobar… que nada de lo que está pasando va con ellas o lo que, si cabe, es aún peor, que nada pueden hacer para, cuanto menos, denunciarlo y argumentarlo, con el fin de contribuir a que cambie.

Las voces de unos, médicos y pediatras, y el silencio de otras/os, las enfermeras, conducen a la correlación directa y por tanto causal, que no casual, entre mal de médicos, mal de la AP. Sin duda un mal diagnóstico y una grave iatrogenia que afecta a todas/os y beneficia a unas/os pocas/os.

Pero es que, además, como comentaba, hacer creer que lo que pasa en Madrid es semejante o puede replicarse de manera mimética al País Vasco, la Comunitat Valenciana, Balears, Canarias, Extremadura… es tanto como negar la capacidad autónoma de gestión derivada de la transferencia de competencias en materia de sanidad asumidas por los 17 territorios autonómicos de España y que, por tanto, de nada sirven si su situación se vincula a lo que suceda en Madrid por el simple o complejo hecho de su capitalidad y poder de influencia mediática que, parece ser, también lo es a efectos de resultados, en este caso de sanidad y salud.

Con independencia de los graves problemas que el modelo sanitario español en general y el de la AP en particular padecen y que van mucho más allá de los problemas laborales de absolutamente cualquier colectivo que en los mismos desarrolle su actividad laboral, la realidad o realidades, porque son diversas, en cada una de las Comunidades Autónomas (CCAA) obligan a realizar análisis y diagnósticos igualmente diferenciados y diferenciadores de la situación, que permitan identificar los defectos derivados de una deficiente gestión, pero también de valorar las bondades, porque las hay, aunque queden ocultas en el ruido que se genera muchas veces de manera interesada. No todas/os son iguales; no todas/os tienen los mismos intereses ni tan siquiera en salud; no todas/os identifican y valoran igual los servicios públicos y la oferta que los mismos deben trasladar a la población; no todas/os destinan los mismos recursos, los mismos esfuerzos o el mismo interés, a la sanidad pública; no todas/os entienden lo que es y significa la AP y quienes en ella trabajan; no todas/os tienen la misma capacidad de respuesta, ni la misma voluntad política para plantear soluciones que mejoren la gestión de la sanidad pública; no todas/os se dejan asesorar por profesionales alejados de su ámbito de influencia política que les digan lo que quieren oír y no lo que realmente sucede; no todas/os están en disposición de reconocer sus errores como paso previo para su solución… sin embargo hay algo en lo que todas/os coinciden en sus discursos políticos, se sienten todas/os y cada un/o de ellas/os las/os máximas/os defensoras/es de la sanidad pública, con independencia de sus decisiones y de lo que las mismas provoquen. Y lo dicen desde la convicción política de sus respectivas opciones ideológicas con el ánimo de convencer, aunque para ello tengan que retorcer, interpretar o adaptar, los datos, las cifras, los hechos o las consecuencias derivadas de su gestión presentándolas, con independencia del valor real de los mismos, como indicadores de excelencia gestora y de una encendida defensa por la sanidad pública y la salud de la población a la que dicen representar con los importantes desvelos y sacrificios que se afanan siempre en trasladar para que no lo olvidemos y volvamos a depositar nuestra confianza cuando toque elegir la papeleta de voto.

Por lo tanto, y tras lo dicho, no todas/os son iguales, ni todas/os somos iguales. Existen diferencias por mucho que, sea lo que sea lo que se produzca, se genere en Madrid.

Pero además no todas/os nos creemos, ni participamos del mensaje victimista adaptado a sus intereses, de quienes están utilizando la crisis de la AP y del conjunto del Sistema Nacional de Salud (SNS), como discurso exclusivo para defender su situación laboral. No todo vale y hay que decirlo para que todas/os sepamos, realmente, que es lo que se reclama, por qué y para qué. Porque puede suceder que logrados sus objetivos en muy poco tiempo nos encontremos en idéntico punto de partida en relación al modelo del SNS y de la AP, pero con una parte de sus profesionales más satisfechos con sus condiciones laborales, aunque las respuestas que se sigan dando no solucionen los problemas de salud de la población. No porque sus respuestas sean deficientes, en absoluto, sino porque se seguirán dando en el marco de un modelo organizativamente caótico y caduco que diluye cualquier intento bienintencionado y eficaz realizado por parte de sus profesionales.

Por muchas movilizaciones que se generen, por muchas voces que se alcen, por muchos eslóganes que se griten, si lo único que se mejora es exclusivamente las condiciones laborales de trabajadoras/es, al margen de cualquier otra intervención, estaremos contribuyendo a que la muerte de la AP y de la sanidad pública sea una realidad y que, además, pueda volverse en contra de quienes, con tan buena intención como desinformación, están movilizándose.

No es bueno, pero es que tampoco es aceptable, que se quiera hacer un uso tan posesivo como interesado de lo que es y significa la sanidad pública. Se pueden defender los legítimos intereses laborales sin utilizar para ello lo que es de todas y de todos, más allá del colectivo al que se pertenezca, bien sea profesional, ciudadano, político o informativo. Cosificar la sanidad pública utilizándola como objeto en lugar de como objetivo, es una forma, como otra cualquiera, de generar desigualdad.

Volviendo a la Gala de los premios Goya, tras su conclusión se preguntaba al ganador de la noche, Sorogoyen[3], si estaba satisfecho con los premios que había obtenido por su magnífica película, As Bestas. Su respuesta huyó de los formalismos y las etiquetas que suelen generar este tipo de preguntas, al decir que su película ya había cumplido su objetivo y que ahora, junto a su equipo que era el verdadero artífice del éxito, tenía que pensar en la próxima, porque es lo que de ellos espera el público, pero que además los premios son injustos porque no era ni entendible ni admisible que una película como Alcarrás no hubiese obtenido ni un solo premio.

Salvando todas las distancias y sabiendo que toda comparación es odiosa o cuanto menos cuestionable, en la defensa de la Sanidad Pública también es injusta la lectura que de la misma se está haciendo a través de la huelga de médicos y pediatras, porque está suponiendo que se invisibilicen no tan solo muchas de las carencias del modelo y del SNS, sino de las aportaciones de otras/os profesionales o las deficiencias de organización, al centrar toda la atención en quienes han sabido, eso sí, capitalizar la atención de todas/os y olvidar o ignorar muchos otros factores importantes que por el hecho de que no estén siendo “premiadas” con la atención mediática y ciudadana, no significa que no tengan importancia. Porque de igual manera que no se puede entender el éxito del cine español sin las aportaciones de Alcarràs, Cinco lobitos, Modelo 77, Cerdita, Mantícora, En los márgenes… y otras muchas películas más, tampoco se puede entender el fracaso de la AP sin tener en cuenta esos múltiples factores que influyen en su desastre. 

La fiesta del cine, está claro, que lo es básicamente para quienes acaban logrando obtener uno de los preciados y deseados bustos de Goya y no lo es tanto, por mucho que se quiera disimular o se intente maquillar con discursos ensayados, para quienes no lo logran y se van de la fiesta de vacío, por lo que realmente no la identifican como fiesta.

La reclamada y aclamada defensa de la sanidad pública y de la AP será identificada como un éxito por parte de quienes han capitalizado la protesta si finalmente son “premiados” con la obtención de las mejoras laborales que reivindican, pero para nada significará que dicho éxito corporativo suponga una solución a la crisis de la AP y al impacto que la misma pueda tener en la defensa de la sanidad pública, mientras queden sin abordar ni solucionar aspectos fundamentales de organización y de gestión del modelo en que se sustenta, por lo que realmente no será identificado ni valorado como un logro que suponga la solución integral que requiere dicha crisis. Como en los premios Goya, por tanto, nos podemos encontrar con grandes alegrías y escandalosas decepciones tras las manifestaciones, batucadas y mensajes colectivos que, sin embargo, no obtendrán el “premio” esperado y deseado.

El guion de la crisis de AP se ha presentado como una serie por capítulos con tintes dramáticos mezclados con el thriller más trepidante, el suspense más inquietante, la denuncia social más cruda, el realismo más desgarrador, pero también con toques de humor negro que lo convierten en un producto muchas veces surrealista que no deja contento a nadie, pero del que nadie puede ni quiere prescindir y en el que los protagonistas de la acción en muchas ocasiones sobreactúan apartando la atención de las/os espectadoras/es de la verdadera trama. Caer cautivos de la hipnótica e histriónica interpretación de quienes se consideran artífices exclusivos de la serie no significa, en ningún caso, que se trate de un producto de calidad ni que genere satisfacción. Mientras tanto artistas, supuestamente, secundarios quedan ocultos tras la trampa urdida por guionistas, directoras/es e intérpretes, lo que unido a una falta cada vez menor de presupuesto para su producción, deslucen lo que inicialmente parecía una gran apuesta y una mejor oferta, con el riego que supone que se cambie de canal o plataforma, para quienes pueden hacerlo, o dejando una audiencia cautiva y dependiente para quienes es el único canal al que pueden acceder, aunque lo que reciban no les genere ni satisfacción ni bienestar. Sin embargo, paradójicamente, tendrá posibilidades de que obtenga algún premio o reconocimiento, aunque sea tan solo como resultado de una buena campaña de marketing o un discurso demagógico, oportunista e interesado. Finalmente, la realidad siempre acaba superando la ficción del cine y de la sanidad, también.

Atención, silencio, se rueda, ¡¡¡¡ACCIÓN!!!!

[1] Escritor y político uruguayo (1871-1917).

[2] Político español, cuarto presidente del Gobierno de España desde la reinstauración de la democracia en la VI y la VII legislaturas de España, desde 1996 a 2004. Miembro del Partido Popular, del que fue presidente entre 1990 y 2004.

[3] Director de cine, realizador y guionista español (1981) galardonado con los premios Goya 2019 y 2023.

HACER Y OBRAR

Dra Cecilia Rita RE

Autora Dra. Cecilia Rita RE

Doctorado Pensamiento Complejo
Profesora Investigadora Cuidadora Enfermera
Profesora de español como lengua extranjera y segunda lengua

 

Desde la Filosofía, ciencia reflexiva que trata de explicar el todo, se dice que, cuando el hombre utiliza su inteligencia para pensar, para dilucidar, para comprender asuntos abstraídos de la realidad, mediante diversos procesos mentales, hace uso de su inteligencia especulativa. Esta inteligencia especulativa con su producto, sirve para conocer, descubrir.

Este conocer intelectual forma la base o el fundamento para el hacer, haciendo referencia a un orden practico en el que hombre es capaz de actuar. El orden practico comprende dos divisiones.

Cuando el hombre hace, pone en juego sus saberes y habilidades necesarias para ejecutar algo. Por ejemplo, un pintor artístico necesita de conocimientos para hacer un cuadro, dominar la colorimetría, de composición, las reglas de ubicación de objetos en el espacio, dar la idea de tridimensionalidad, etc., agregando su gusto, dominio de estas técnicas, talento, para que el espectador pueda, al verlo, emocionarse, evocar algo que le recuerdo a algo o a alguien de su vida o de la naturaleza o de Dios y decir que es bello.

Poner en practica esos conocimientos requieren de competencias por parte del pintor referidos a la coordinación ojo, mano, dominio de la pinza, del motor fino, de reflejos, el darse cuenta de que esta faltando o sobrando en lo que diseña, debe emitir juicios y tomar decisiones con respecto a lo que está haciendo, seguir o cambiar la técnica, los materiales, etc. El arte, con todas sus ramas, entran este orden llamado práctico. Es el orden de la experiencia.

Lo mismo ocurre con la enfermera que ejecuta una técnica, su arte del hacer Enfermería. Ella ejecuta una técnica con el propósito de proporcionar algún tipo de bien o de alivio en el cliente que la recibe.

Al realizar una técnica de enfermería, esta pone en práctica una serie de pasos, reglas, que parten de un saber racional, pero que necesita de las competencias personales de la enfermera, para su ejecución con maestría. También en su realización, pone su personalidad, su toque personal, tal que lo hace un pintor de cuadros.

Así, lo bello en el arte de la enfermería, se transforma en un valor de bien, en bueno, para el cliente. Pensemos en uno que tiene un globo vesical y para aliviar su mal, sufrimiento, necesita de una inserción de sonda vesical. Este se verá beneficiado por la intervención ejecutada por la enfermera, quien debe ser el tipo de sonda a utilizar, el número, cuántos centímetros introducirla en el uréter, etc., aumentando en el cliente su sentimiento de bienestar.

Surge la segunda división del orden practico al hacer algo, el obrar, en dónde el hombre o la mujer, hace uso de su razón y libertad para hacer o dejar de hacer, en acuerdo a su conciencia moral. Este hacer persigue un propósito bueno o malo. En el caso anterior, podría haber un propósito de colocar la sonda sin seguir las reglas de asepsia porque el cliente me desagrada y así este acto contine maldad. En cambio, si la enfermera observa el globo vesical, lo palpa, determina con un bladder scanner la cantidad de orina retenida en la vejiga, los signos de sufrimiento y decide colocar la sonda para aliviarle, ese acto contiene bondad. 

Llevado al plano de la investigación disciplinaria, advertimos la presencia de los dos momentos intelectuales. La inteligencia especulativa, comprendido los pasos mentales, desde el nacimiento de la duda, la curiosidad, la ignorancia o lo que motive la pregunta, hasta todo su diseño.

Seguido, tenemos el momento del orden práctico, el de ejecución de todo lo planificado, que requiere el dominio de reglas, técnicas, aplicación de instrumentos. Es el arte del hacer investigación. Y también notamos la ineludible presencia del obrar, el sentido moral que impregna cada parte del proceso haciendo el bien o el mal en el acto intencionado y voluntario de investigar. 

Por último, el resultado contemplativo de la investigación, surgido del orden practico, permite al hombre, de ciencia o no, realimentar el conocimiento que se tiene sobre la realidad.