NEUTRALIDAD Y POLÍTICA Aranceles de Cuidados

                                                                                      A mi hermano Carlos, a quien tanto admiro y del que tanto aprendo. Ni puedo ni quiero, en este caso, ser neutral.

 

“Si la neutralidad sigo,

a andar solo me condeno,

porque el neutral nunca es bueno

para amigo ni enemigo.”

Pedro Calderón de la Barca[1]

 

Tal como trasladaba en mi reflexión del pasado 24 de enero (https://efyc.jrmartinezriera.com/2025/01/21/el-cuidado-de-la-libertad-mas-alla-de-una-estatua/ ), las decisiones, o mejor dicho imposiciones, que, de manera inmediata y precipitada, estaba adoptando el recién nombrado presidente de los EEUU y, en concreto, aquellas que de manera directa o indirecta van a tener un impacto en la salud de la población, generan incertidumbre, alarma e inquietud.

Se puede creer que la distancia geográfica es un factor que nos protege de cualquier efecto a quienes nos situamos en contextos ajenos o lejanos. Sin embargo, esta percepción es, no tan solo fallida, sino que incluso me atrevo a decir que es claramente irresponsable.

Pensar que los efectos generados por esas imposiciones, sobre la salud de la población, queda limitada por la distancia geográfica, en un contexto de extrema globalización, es no entender o querer ignorar el alcance y magnitud de las mismas.

En este sentido, recientemente, la Academia Americana de Enfermería (American Academy of Nursing) trasladó, en un mensaje de su Presidenta Linda D. Scott y su Directora Ejecutiva Suzanne Miyamoto, la profunda preocupación por las órdenes ejecutivas del Presidente de los EEUU y las directrices y normas que de las mismas se derivan. Nuevamente podemos pensar que la preocupación de la Academia Americana se circunscribe al territorio y población de los EEUU y que el resto podemos seguir actuando como meros espectadores de un panorama tan preocupante como indignante. Al respecto, hay varias consideraciones que considero deberíamos tener en cuenta. En primer lugar, la Academia Americana de Enfermería (ANA) está conformada por más de 3.200 líderes de enfermería en políticas, investigación, gestión, atención y docencia, que no comparten, evidentemente, una única tendencia política ni tampoco ideológica. Esto significa que, con independencia del voto que algunas/os, pocas/os o muchas/os, de sus miembros pudiesen haber emitido en favor del actual Presidente de los EEUU, la ANA se sitúa por encima de las opciones ideológicas y se posiciona claramente con relación a las imposiciones que se están ejerciendo. Por otra parte, la ANA, la componen representantes de más de 42 países, es decir, no tan solo está integrada por enfermeras norteamericanas, otorgando a la ANA una visión global evidente que desmonta el argumentario de quienes consideran que lo que está sucediendo en EEUU es tan solo un asunto interno de los EEUU, que no tiene repercusión más allá de sus fronteras. Una visión tan reduccionista como irreflexiva ante tan grave situación global.

Así pues las cosas, cabe plantearse algunas consideraciones al respecto. Por una parte y ciñéndonos al ámbito español, la respuesta que la ANA ha tenido con relación a las decisiones comentadas ha sido inmediata y contundente. En nuestro país, al margen de lo que está pasando en EEUU, en determinados territorios autonómicos se están tomando decisiones que ponen en peligro la sanidad y la educación públicas, el derecho a decidir de las mujeres sobre su cuerpo, la diversidad de género, la perspectiva de género, la lucha contra la violencia de género, el cambio climático, la xenofobia, la LGTBIfobia, la criminalización de la población migrante, los constantes bulos y mentiras… A pesar de lo cual, nuestros, en teoría al menos, máximos representantes profesionales enfermeros, no se manifiestan, ni posicionan. Como si nada de dichas decisiones, actitudes, o incluso normativas, tuviese mayor trascendencia para la salud de las personas, las familias o la comunidad. Adoptan la postura cómoda, ambigua y defensiva, de escudarse en una supuesta y falsa neutralidad política que ni es real ni tiene fundamento alguno que justifique el silencio y la inacción.

Por su parte, en el contexto iberoamericano, que está muy condicionado y afectado por algunas de las imposiciones que desde la Casa Blanca se están adoptando por razones por todos conocidas, se mira hacia otro lado para “no molestar al poderoso”. Argumentando que, desde las organizaciones científicas/profesionales, no se debe entrar en consideraciones políticas. Argumento tan manido como débil que, como anteriormente comentaba, tan solo obedece a una manifiesta ambigüedad para evitar ser identificados como “activistas incómodos”. Como si la salud no tuviese nada que ver con la política o la política y quienes la gestionan no tuviesen nada que ver con la salud.

Sinceramente, creo necesario hacer un análisis riguroso de nuestra actitud como colectivo, pero también a nivel individual, con relación a determinadas decisiones que afectan de manera tan evidente a la salud y el bienestar de la población. Refugiarnos en nuestra zona de confort, desde la que insonorizamos nuestras conciencias y silenciamos nuestros sentimientos, no es ni la solución, ni lo que, como enfermeras, nos corresponde hacer. Tenemos una responsabilidad, un compromiso, una obligación ética y profesional con la sociedad a la que ni podemos ni debemos dar la espalda, olvidar o, lo que es peor, confundir, cuando no engañar, con argumentos fallidos, tratando de convencernos de que lo mejor es no hacer ni decir nada.

La justicia social, la pobreza, la educación, la accesibilidad, los derechos humanos, la libertad, la dignidad humana… no pueden pasar a ser considerados tan solo como conceptos abstractos o etiquetas que se utilizan para conformar mensajes de conveniencia en momentos puntuales. Son realidades sociales, familiares, individuales, comunitarias… que están íntimamente ligadas con los cuidados que, como enfermeras, debemos prestar.

El problema está en el desprecio que, desde las políticas neoliberales, negacionistas, mercantilistas, autoritarias, fascistas…, se vierte sobre dichos conceptos, que realmente son valores, degradándolos, mancillándolos, manipulándolos, manoseándolos, utilizándolos… para imponer supuestos nuevos valores, asociados a un concepto de patria exclusivo y excluyente, que realmente esconden odio, rechazo, violencia, discriminación… hacia todo o todas/os aquello/s que no se ajustan a su patrón de “normalidad”.

Desde su pensamiento alienador y excluyente, revestido de ideología falsamente liberadora, abogan por la eliminación o la distorsión de estos valores que consideran un peligro a su autoridad, como la única manera de “curar” a la sociedad que ellos consideran enferma desde los mismos principios que rigen los modelos medicalizados y mercantilizados de los sistemas sanitarios que defienden. La causalidad positivista, la epidemiología reduccionista, la tecnología como remedio exclusivo a todos los problemas, la tiranía de los datos que ocultan la diferencia y la diversidad… acaban excluyendo o situando en el margen, el ámbito de la insustancialidad, a los cuidados que, saben y por eso se esfuerzan en ocultar o eliminar, son la única manera de afrontar la vulnerabilidad, la pobreza, la inequidad, la soledad, la discapacidad… que no pueden “curarse” desde su visión reduccionista de la vida y que tanto les molestan. Su pensamiento eugenésico persigue sociedades y personas “puras” en las que no tienen cabida todas aquellas realidades o personas que puedan suponer una contaminación a la pureza de su planteamiento nacionalista. Por eso utilizan dichos valores. Una utilización utilitarista desde la que engañar a la población para hacerles creer que todo es culpa de las políticas sociales, de la democracia, de la migración, del Estado…para así destruir, con la impunidad que les otorgan los votos, todo aquello que dificulta sus NEGOCIOS.

Todo lo dicho, incluso el posicionamiento de la ANA, refuerza aún más si cabe, aquello en lo que desde hace tiempo vengo insistiendo. Tenemos que desprendernos de la fascinación que nos produce el ámbito anglosajón en general y muy especialmente el estadounidense. Porque no hacerlo nos deslumbra y atrapa en su dinámica seudocientífica-mercantilista, que impide que seamos conscientes del potencial que, como contexto Iberoamericano, tenemos.  Consumiendo, al precio que determinan y nos empobrece, sus productos de negocio – NANDA, NIC, NOC, EBSCO, PUBMED, CINHAL…-, sin que realmente se ajusten a nuestra realidad, cultura, tradiciones, valores… Y, en paralelo, despreciamos nuestras contribuciones por considerarlas, sin fundamento (más allá del economicista), inferiores. Todo lo cual secuestra nuestro conocimiento y favorece su enriquecimiento, sin generar evidencias que contribuyan al desarrollo de nuestras enfermeras, ni a la calidad de los cuidados que prestamos a nuestras comunidades.

Puede parecer una exageración lo que digo. Pero los hechos son los que son y más allá de lo que yo pueda pensar o plantear, la realidad se impone y avanza inexorablemente.

Al margen de análisis y reflexiones más amplias, que entiendo no son objeto de este espacio enfermero, lo que sí me parece necesario es llamar la atención sobre la pasividad y la inacción de las enfermeras en general y de las organizaciones e instituciones que nos representan en particular. Muchas de ellas, justifican su actitud desde el argumento del respeto a la decisión de la soberanía popular, el no menos recurrido de que eso es política y no va con nosotras o el aún más ambiguo y débil de la necesaria neutralidad.

El argumento de la soberanía popular, sin discutir que debe ser respetado, no está exento de manipulación y deber ser criticado e incluso cuestionado. Porque son muy claros y dolorosos los ejemplos de apoyo popular que permitieron y siguen permitiendo, que la tiranía, el crimen o la exterminación se instalen en la sociedad, con plena impunidad y con el beneplácito y la alabanza de dicha soberanía popular. Porque el pueblo, por soberano que sea, también se equivoca, es engañado o se deja engañar con mensajes basados en la mentira, la descalificación, los bulos y la deformación interesada de la información. Y, las enfermeras, como parte de ese pueblo, tenemos una responsabilidad clara para que la población, al margen de cualquier ideología, sepa lo que significa la vulneración de derechos y la pérdida de libertad que, no lo olvidemos, tienen un claro impacto en la salud y bienestar del conjunto de la sociedad.

Argumentar, por otra parte, que eso es política y no va con nosotras es, además, de ridículo, absolutamente falso. Todo, absolutamente todo lo comentado, no es una opción para las enfermeras. Para otros profesionales no lo sé, pero para las enfermeras, desde luego, no, rotundamente NO. Tenemos la obligación de defender la dignidad humana y de cuidar, no tan solo a las personas, sino a todo aquello que de una u otra manera pueda afectar a su salud y bienestar. Por eso, las enfermeras, no nos limitamos a asistir a la enfermedad, sino que atendemos a las personas. Por eso, las enfermeras, no tan solo identificamos el desequilibrio de un órgano, aparato o sistema, sino que abordamos las dimensiones social, mental y espiritual. Por eso, para las enfermeras, la familia y el contexto son fundamentales. Por eso, para las enfermeras, la promoción y la educación para la salud son esenciales. Por eso, para las enfermeras, la solución no pasa exclusivamente por la farmacología o la tecnología, sino que lo hace desde la comunicación, la empatía, la escucha activa, la compasión, el consenso, el respeto a la decisión de las personas, la indicación social, los activos para la salud, el empoderamiento, la autogestión, la autodeterminación, la autonomía y el autocuidado… en definitiva, LOS CUIDADOS. Por eso, para las enfermeras, los determinantes morales y sociales, inciden de manera directa en la salud de las personas y la comunidad, más allá de la causalidad positivista. Y todo eso y mucho más, es POLÍTICA. El problema, por tanto, no es la política, sino el uso interesado y oportunista, que de la misma hacen quienes deciden utilizar la política para aprovecharse de ella. Para responder a sus intereses personales, financieros, económicos y no en beneficio del conjunto de la sociedad sino tan solo a un reducido grupo de la misma, desde planteamientos mercantilistas que pasan por reducir o anular los derechos del resto de personas, por mucho que traten de maquillarlo con palabrería, eufemismos y demagogia para tapar sus verdaderas intenciones. Así pues, la política no tan solo va con las enfermeras, sino que tenemos, desde la competencia política, la obligación de velar y trabajar para que la salud se incorpore en todas las políticas.

Por último, pero no por ello menos pueril argumento, está la supuesta neutralidad que las enfermeras debemos de mantener y guardar. Como si debiéramos conservar el silencio que durante tanto tiempo nos impusieron para lograr nuestra docilidad y obediencia. Porque la neutralidad esgrimida nunca debería significar mantenerse al margen de la abogacía de la salud, la justicia y la libertad que toda persona merece por el hecho de ser persona y no por la ideología que lo determine. La neutralidad no debe ser utilizada como justificación para mantenerse al margen de las decisiones o imposiciones que impactan sobre la salud y el bienestar de las personas, las familias y la comunidad. Porque ser o actuar desde la competencia política es intervenir en los asuntos públicos con nuestra opinión, o de cualquier otro modo. Que nadie intente engañar, manipular, deformar, mentir, para que la neutralidad sea identificada como una opción o tenga que ser asumida desde la imposición, para establecer el silencio con el que ocultar las consecuencias de decisiones/imposiciones que atentan contra la sociedad en su conjunto y la de determinados grupos de manera muy particular. No hagamos nuestra la omertá– ley del silencio o código de honor siciliano-. Las enfermeras no podemos declarar la neutralidad ante la vulnerabilidad, la pobreza, la inequidad, la injusticia… de las personas, en ningún caso y mucho menos cuando son consecuencia de decisiones/imposiciones por parte de quienes, en teoría, son las/os garantes de que no se produzcan. Mantener esa esgrimida neutralidad nos sitúa en idéntico nivel al de quienes actúan desde el poder contra la población. Porque quien calla otorga y quien otorga se convierte en cómplice necesario para el logro de dichos propósitos. Tal como escribiera Dante Alighieri[2] “Los lugares más calientes del infierno están reservados para aquellos que en tiempos de crisis moral mantienen su neutralidad.”

No es mi intención reclamar una militancia ideológica concreta. Ni tan siquiera una resistencia política. Pero sí que reclamo y me permito exigir, como enfermera, una posición activa y decidida que de respuesta a la vulneración de la dignidad humana. Y reclamo y exijo “aranceles del cuidado” que contrarresten la imposición medicalizada y tecnológica que deshumaniza y afecta a la salud de las personas y de la sociedad en su conjunto.

Reclamo y exijo un posicionamiento firme, riguroso, científico y profesional por parte de las organizaciones e instituciones enfermeras que identifique claramente el sentir de las enfermeras ante el ataque que suponen decisiones/imposiciones de quienes utilizan la política para ir, precisamente, contra la POLÍTICA. En lugar de aplicar la POLÍTICA, como arte, doctrina u opinión del gobierno de territorios y en beneficio de la ciudadanía.

Pensar o querer hacer pensar que las decisiones/imposiciones que actualmente se están tomando, desde planteamientos que desprecian la dignidad de las personas, se tomen donde se tomen y las tomen quienes las tomen, no es responsabilidad de las enfermeras es una temeridad, una torpeza o un claro desconocimiento de lo que es y significa ser y sentirse enfermera. No se trata de una elección entre derecha o izquierda, rojos o azules, demócratas o republicanos, progresistas o conservadores. Se trata de una elección por la libertad, la equidad, la dignidad y el respeto. No es, por tanto, una cuestión de ideas o ideologías, sino de cómo las mismas sirven a las personas en lugar de servirse de ellas.

En cualquier caso, si reclamar humanización y cuidados es política, desde YA, me considero político. Si denunciar la injusticia de decisiones/imposiciones es perder la neutralidad, me considero, desde YA partidista. Porque escudarse en la política o la neutralidad, renunciando a la responsabilidad y la ética profesionales, me parece muy triste y peligroso.

[1] Escritor, dramaturgo y sacerdote español, miembro de la Venerable Congregación de Presbíteros Seculares Naturales de Madrid San Pedro Apóstol y caballero de la Orden de Santiago, conocido fundamentalmente por ser uno de los más insignes literatos barrocos del Siglo de Oro, en especial por su teatro. (1600-1681).

[2] Poeta y escritor italiano, conocido por escribir la Divina comedia, una de las obras fundamentales de la transición del pensamiento medieval al renacentista y una de las cumbres de la literatura universal (1265.1321).

LAS ENFERMERAS EN LA LITERATURA Historia, ficción y realidad

                                                                         «Los libros tienen los mismos enemigos que el hombre. El fuego, la humedad, los bichos, el tiempo, y su propio contenido»

Paul Valéry [1]

 

Esta semana acabé la lectura de la novela “La enfermera de Bellevue”[2] de Amanda Skenandore[3].

Cada vez son más los libros protagonizados por enfermeras (Historia de una Enfermera de Lola Montalvo; La enfermera de Christian Nocera; Mariela de Yolanda Guerrero; Un cuento de enfermera de Louisa May Alcott; Testamento de juventud de Vera Britain; Invierno en tu rostro de Carla Montero; Memorias de una enfermera de Cristina Francisco Rey; La enfermera del puerto de Melanie Metzenthin; La enfermera del enemigo de Laura Mars; 1921, diario de una enfermera de Eligio R. Montero; Las historias silenciadas de Nieves Muñoz de Lucas; La enfermera de Auschwitz de Anna Stuart…) . No es mi intención, en esta nueva entrada, hacer una crítica literaria sobre los mismos. No soy crítico literario y mi opinión como lector está claramente sesgada por mi condición de enfermera. Y es, precisamente, en este punto sobre el que quiero reflexionar. Sobre cómo es abordada la figura de la enfermera en la literatura. Teniendo en cuenta, por otra parte, que no todas/os las/os autoras/es que incorporan como protagonista a una enfermera en sus obras, son enfermeras.

Tan solo por el título de las obras podemos identificar la clara relación que se establece entre los conflictos bélicos y las enfermeras, al igual que sucede con la religión. De ahí que se identificara, durante mucho tiempo, a las enfermeras como mitad monjas, mitad soldados. En este sentido hay una copla tradicional española, “La enfermera y el militar”[4], que lo recoge de manera muy clara.

Pero, a parte de la guerra, otro de los ambientes en los que se incorporan con mayor asiduidad a las enfermeras como protagonistas de novelas, es el del misterio. Bien como asesinas o como sospechosas de asesinatos que les obliga a demostrar su inocencia.

Por lo tanto, la condición de enfermera es más un recurso literario oportunista con el que aderezar o adornar la trama en paralelo a la misma. Pero sin que dicha condición de enfermera sea, realmente, una forma que permita visibilizar el verdadero valor de su aportación profesional de manera tácita, real y objetiva. Suelen seguir muy presentes las historias almibaradas que les asimilan a dóciles y sumisas ángeles protectoras o, en contraposición, a profesionales de conductas desagradables y autoritarias e incluso deleznables y sibilinas criminales.

Por su parte, es muy difícil encontrar relatos en los que un hombre sea protagonista como enfermera y sigue siendo habitual que cuando aparece de manera secundaria su tratamiento sea muy confuso al asimilarlo a funciones de camillero o de celador, muy alejadas de su denominación, como enfermero.

Una de las pocas obras en que la enfermera protagonista es un hombre data de los años 60 en que, el entonces prolífico y célebre autor, José Luís Martín Vigil[5], incorpora en su novela “Alguien debe morir” (1964) a un practicante que es acusado de asesinato y debe demostrar su inocencia. En la misma el protagonista es practicante por no tener recursos para estudiar medicina, lo que finalmente logra gracias al buenismo de un médico que le costea los estudios de su verdadera vocación. Un relato muy de la época que refleja una realidad que, adaptada a los cambios sociales, sigue estando vigente hoy en día. Lo que sin duda es un elemento de distorsión y limitación para la verdadera identificación y valoración de la enfermería que es vista como un medio para el logro del fin y no como un fin en sí misma.

Así pues, las enfermeras parece que nos hemos convertido en un objetivo interesante para escritoras/es como eslabón importante de sus historias. De igual manera, cada vez más enfermeras, se deciden a introducirse en el mundo literario incorporando a enfermeras en sus obras. Pero, desde mi punto de vista, ni unas/os ni otras/os abordan, con la seriedad, respeto y rigor que correspondería y debería, la verdadera identidad de las enfermeras y de la enfermería. A las enfermeras se les sigue asignando un valor secundario, residual, subsidiario e incluso servicial y sumiso. Su perfil está muy alejado de una profesional universitaria y mucho menos de una científica o investigadora. Las tramas en las que se les incorpora siempre van ligadas, en mayor o menor medida e intensidad, a la figura de los médicos, a quienes sí se les identifica como profesionales capaces, resolutivos y con autoridad. Eso sin olvidar que en la mayoría de los escenarios siempre aparece una relación romántica o de simple atracción sexual entre enfermeras y médicos, en las que, las primeras sucumben a los encantos de los segundos, o las enfermeras seducen maliciosamente a los médicos, para lograr un estatus social-económico-profesional que, por sí mismas, como enfermeras, no son capaces de alcanzar.

Los escenarios de las historias, por otra parte, o son los hospitales de campaña de los conflictos bélicos, de los que no hemos escapado desde las carpas de la guerra de Crimea en que Florence Nightingale caminaba con su lámpara, que acabó siendo símbolo identitario de todas, o de hospitales civiles. En ninguna novela se describe un escenario diferente en el que situar a la enfermera.

Los cuidados, por su parte, o son una anécdota o se abordan desde una perspectiva que los asimila a la simpatía, la bondad o la caridad que, siendo destacables, son tan solo una parte y no la más importante, sin duda, de los cuidados profesionales. La técnica y la tecnología desplazan sistemáticamente a los cuidados a un segundo plano o simplemente logran ocultarlos.

En base a lo dicho, todas las obras están repletas de los mismos tópicos y estereotipos de siempre. Más o menos evidentes, disimulados o maquillados. Con mayor o menor acierto a la hora de tratarlos. Pero siguen siendo una losa que sepulta la verdadera identidad enfermera.

Preocupa, me preocupa al menos a mí, que las autoras enfermeras no escapen a ese rosario de tópicos y estereotipos que acaban por convertirse en un estigma tan triste como doloroso. Que ellas, como enfermeras, sigan replicando esa imagen manida, distorsionada, retórica de la imagen enfermera contribuye no tan solo a perpetuarla, sino a que acabe naturalizándose en el imaginario común como la única posible y verdadera. Por tanto, no sorprende el que autoras/es no enfermeras definan a sus protagonistas enfermeras desde esos parámetros tan caducos, pero al mismo tiempo tan presentes.

Es cierto que la historia es la que es y debe ser narrada de manera objetiva, sin interpretaciones que traten de adaptarla a intereses o situaciones concretas que la deformen. Incluso cuando se utiliza como trasfondo de una narración novelada. De hecho, es una manera muy interesante de conocer de dónde venimos. Siempre que la narración se amolde a la historia real y no a la inversa, como lamentablemente sucede muchas veces.

      Otra cuestión es cuando la imagen de las enfermeras es utilizada como parte de la trama literaria, desde una perspectiva que no tan solo no se ajusta a la realidad, sino que incluso, en muchas ocasiones, es interesadamente deformada para servir a los intereses del/la autor/a o, simplemente, se hace desde el desconocimiento real de lo que es y significa ser enfermera.

      ¿Por qué, entonces, se recurre con tanta frecuencia a la figura de la enfermera en la literatura? Deben ser muchas las razones y no todas ellas es posible conocerlas y mucho menos entenderlas o justificarlas. Sin embargo, considero que existen algunas que, por recurrentes, resulta más fácil identificar.

La presencia de enfermeras en la narrativa literaria, en la mayoría de las ocasiones, va acompañada de la de médicos. Algo que no dejaría de ser una obviedad producto de la normalidad, si esa convivencia laboral y narrativa no se manipulase, como tan habitualmente se hace.

Sucede que, tanto si el protagonismo es de las enfermeras como si lo es de los médicos, la relación que se establece entre ellos por parte de las/os autoras/es, siempre es de subsidiariedad, cuando no de sumisión, de las enfermeras hacia los médicos. No se trata, o se hace de manera muy torpe, de establecer una relación profesional en la que no se imponga la autoridad o el poder a la interrelación y el consenso profesional. Posiblemente resulte más fácil para las/os autores esta correlación de desigualdad en la que se pueden desencadenar situaciones noveladas mucho más efectistas para las/os lectoras/es. Por otra parte, la permanente incorporación de las atracciones sentimentales o simplemente sexuales, entre unas y otros u otros y unas, son tan irreales e innecesarias como torpes, sórdidas o almibaradas. Parece que no sea posible el trabajo entre médicos y enfermeras sin que no haya un romance o un encuentro sexual que, además, siempre suele tener un trasfondo de admiración irrefrenable por la autoridad que, a modo de feromonas, transpiran los médicos seduciendo a las enfermeras o de obediencia de estas sobre los primeros ante la petición de favores de cualquier tipo a los que acaban sucumbiendo. Así pues, las/os autoras/es no tan solo no huyen de este recurso simplón, sino que lo utilizan con una reiteración que hace que la ficción deforme la realidad y naturalice como normal lo que no deja de ser un tópico más de los que habitualmente acompañan al ámbito sanitario, perpetuando las desigualdades y deformando la realidad de lo que son y aportan realmente enfermeras y médicos y que, desde luego, va mucho más allá de las atracciones físico-sentimentales.

      Otra de las razones, sin duda, es el desconocimiento de lo que es y aporta profesionalmente una enfermera. Desde dicha ignorancia o desde la creencia de que lo que saben es lo que realmente se corresponde con la realidad, configuran una imagen distorsionada de la enfermera que encaja en alguno de los perfiles anteriormente descritos. Pero en el caso de autoras/es que además son médicos, esta imagen no es imputable a la ignorancia, sino a la firme convicción de que esa es la que consideran deben tener las enfermeras. Utilizando el recurso literario para reforzar su habitual actitud, en la relación profesional con las enfermeras, dejan patente su autoridad e influencia profesional y social. Tanto si es por ignorancia como si es por constancia, son múltiples las novelas en las que es claramente identificable esta imagen.

      Por último, aunque menos frecuente a pesar del incremento que últimamente se está produciendo, es el caso de las enfermeras que deciden dedicarse al noble ejercicio literario. En este tema, bien como consecuencia de su decepción con la profesión enfermera que han abandonado o que incluso nunca han ejercido, o bien por su propia percepción distorsionada de lo que es y significa ser enfermera, les lleva a trasladar al papel una imagen igualmente distorsionada, novelesca o irreal de las enfermeras, aunque en este caso, por razones obvias, resulta, si cabe, mucho más triste y doloroso.

      El caso es que, cuando no por unos o por otras, la literatura no nos resulta tampoco un espacio en el que poder corregir tanto desconocimiento sobre la imagen de las enfermeras,

      Pero, más allá de la imagen que de médicos o enfermeras se traslada, resulta muy triste que la casi totalidad de las obras, tratando de dejar un resquicio en el que poder identificar alguna excepción que, yo al menos, desconozco, dibujan un escenario sanitario que está igualmente deformado desde una mirada medicalizada que tamiza toda la realidad y la traslada a las/os lectoras/es como si fuese la única posible. Por no hablar del escaso o nulo abordaje que de los cuidados profesionales se realiza.

      Y yo, me pregunto, tan destacadas/os autoras/es ¿no podrían buscarse asesoras/es que les trasladasen una información, que no por oculta deja de ser auténtica, sobre aquello que tratan de escribir? Porque, de hacerlo, y siempre que las asesorías fuesen eficaces y rigurosas, su contribución no tan solo se centraría en el relato literario que atrajese la atención de las/lectoras/es para su distracción, sino que ayudaría a que la realidad profesional de las enfermeras y del contexto en el que desarrollan su actividad profesional, en el caso que nos ocupa, se ajustase más a una realidad que, o bien desconocen, o bien les interesa bien poco o nada conocer.

      Ahora bien, habría que preguntarse igualmente, si las enfermeras contribuimos con nuestra actividad, actitud y actuación, a que la imagen que trasladamos sea diferente a la que se sigue captando y difundiendo de manera generalizada, tanto en la literatura sobre la que hoy reflexiono como en otros medios de difusión e información. Porque a lo mejor, o a lo peor, resulta que nosotras mismas somos las primeras responsables de esa estereotipación naturalizada e instalada en la sociedad, que acaba por ser compartida, de manera igualmente generalizada, por quienes se deciden a hablar de nosotras, bien sea de manera real o ficticia, logrando crear finalmente una estigmatización identitaria de la que no somos capaces de desprendernos y nos acompaña en todos los escenarios en los que, de una u otra forma, somos situadas.

      No es mi intención, ni tampoco mi ilusión que se otorgue y difunda una imagen de las enfermeras, idílica, falsamente modélica o irreal de nuestra capacidad profesional, científica o investigadora. Sería tanto como intentar trasladar un modelo artificial que para nada ayudaría a corregir las inexactitudes existentes que permean en la sociedad. Porque, entre otras cosas, si bien es cierto que “Quien escribe lo que le gusta a los demás puede ser un buen escritor, pero nunca será un artista” (Juan Carlos Onetti)[6], no es menos cierto que, quien escribe lo que se ajusta a la realidad, además de ser un buen escritor, será también un riguroso artista.

            Yo, mientras tanto, coincido con lo que tan bien expresó Ana María Matute[7], cuando decía que “Escribir es siempre protestar, aunque sea de uno mismo” y, parafraseando a Virginia Woolf[8], de autodescubrimiento en busca de mi propia verdad y autenticidad sobre la Enfermería y las enfermeras. Posiblemente por eso, cuanto más cerca estoy, o creo estar, de dicha autenticidad, más insatisfecho me siento con lo que otros expresan y/o trasladan. Espero encontrar pronto, puntos de concordancia que limiten mi protesta y descontento. Hasta entonces seguiré practicando la escritura, como la mejor manera que conozco de generar resistencia, compartir mis sentimientos y sentirme realizado, a través de las palabras. Si, además, logro que alguien se sienta partícipe de lo expresado, sería fantástico.

[1] Escritor, poeta, ensayista y filósofo francés (1871-1945).

[2] https://www.maeva.es/colecciones/novela-historica/la-enfermera-del-bellevue

[3] https://www.maeva.es/autores/amanda-skenandore

[4] https://corpusdeliteraturaoral.ujaen.es/archivo/0230r-la-enfermera-y-el-militar

[5] https://es.wikipedia.org/wiki/Jos%C3%A9_Luis_Mart%C3%ADn_Vigil

[6] Escritor uruguayo, considerado uno de los narradores más importantes de su país y de la literatura hispanoamericana (1909-1994).

[7]  Novelista española miembro de la Real Academia Española (1925-2014)

[8] Escritora británica, autora de novelas, cuentos, obras teatrales y demás obras literarias; considerada una de las más destacadas figuras del vanguardista modernismo anglosajón del siglo XX y del feminismo internacional (1882-1941).

EL CUIDADO DE LA LIBERTAD Más allá de una estatua

“La libertad nunca es dada; se gana”

Philip Randolph [1]

 

En mi anterior entrada decía que deseaba cerrar los ojos para emular las aventuras de ciertas/os personajes de la ficción y el cómic. Quería soñar. Hoy quisiera poder despertar de la pesadilla en la que estamos inmersos. Una pesadilla de la que, lamentablemente, no podemos salir como se sale de las que se generan durante el sueño fisiológico. Una pesadilla que no es producto del sueño, sino de la realidad a la que estamos asistiendo y en la que, todas/os estamos implicadas/os sin posibilidad de escapar al ensueño angustioso y tenaz que la misma está generando.

Creer que lo que ocurre a más de 6000 km de distancia no nos afecta es como, cuando nos tapamos hasta la cabeza y nos acurrucamos en la cama pensando que así nos libramos de la pesadilla que estamos teniendo. Hacer oídos sordos, cegar nuestra visión o enmudecer, ante lo que está ocurriendo y lo que se prevé que ocurra, es una manera insensata de afrontar dicha pesadilla, dicha realidad.

Situar en el ámbito de lo gracioso, anecdótico o curioso, los discursos de odio, exclusión, negacionismo, discriminación, distorsión, manipulación… es contribuir a que los mismos adquieran rango de normalidad y certeza, consolidándose como fundamento de decisiones que afectan a la dignidad y los derechos de muchísimas personas

Creer que el dinero y quienes lo amasan de manera absolutamente vergonzosa puede convertirse en la razón que justifique el ataque a todo cuanto sea identificado como una amenaza para seguir aumentando sus riquezas y con ello disminuir el acceso a derechos fundamentales como la salud, la alimentación, la educación, el bienestar, la justicia, la vivienda… para millones de personas, es contribuir a la inequidad, la injusticia, la pérdida de libertad, la transparencia y cuantos valores determinan la fortaleza de la democracia. Todo ello, paradójicamente, haciendo un uso arbitrario, tramposo, engañoso e interesado de los mismos como forma de blanquear sus comportamientos y decisiones.

Hemos llegado a un punto en el que las elecciones democráticas no garantizan, desde la razonable y necesaria alternancia política, la libertad, al situar como líderes a quienes utilizan su liderazgo en beneficio propio y el de sus allegados y en contra de quienes identifican como enemigos de unas patrias construidas en base a sus intereses y sus principios mercantilistas y de negocio, que fundamentan en “un idealismo dispuesto a matar la libertad de los demás con objeto de encontrar la libertad de su propio plan” (Rabindranath Tagore)[2]. Lo importante deja de ser el bagaje de experiencia, conocimiento y coherencia, para dejar paso al valor económico de sus fortunas y la capacidad que, a través de las mismas, tienen para modificar y modelar la realidad que les interesa.

 Dios es utilizado como comodín para sustituir a sus verdaderos ídolos y como reclamo publicitario y político de unos supuestos valores que ignoran, desprecian o vulneran en función de las circunstancias y las apetencias de su insaciable atracción por el dinero que utilizan como motor de su poder y autoridad. Que uno de sus principales mantras sea el de “Dios salve a América”, viene a demostrar que o bien tan solo Dios lo puede hacer en detrimento de quienes tienen la responsabilidad de hacerlo o que ellos mismos suplantan a Dios, revistiéndose de tal divinidad salvadora.

Todo lo cual, erosiona, destruye y elimina, por decreto, derechos fundamentales que han costado muchos años, sacrificios y compromisos de alcanzar, siendo reemplazados por promesas de una idílica realidad a la que nunca van a poder acceder la mayoría de las personas que quedan hipnotizadas por ellas y por quienes las realizan, agitando la controversia y la confrontación, favoreciendo el hostigamiento y justificando la violencia, silenciando el debate y castigando la crítica, apoyando la discriminación y atacando la igualdad, exaltando la pureza de raza y criminalizando la multiculturalidad, ridiculizando a la ciencia y exaltando el negacionismo, controlando la información y divulgando desinformación, empobreciendo la cultura y manipulando la educación, pervirtiendo la salud y magnificando la enfermedad, ridiculizando la justicia y permitiendo la prevaricación. Anestesiando a una sociedad que acaba por creer, en ese estado de letargo inducido, que esa es la mejor manera para lograr un bienestar que nunca llega, pero que mantiene activo el apoyo hacia quienes les engañan sistemáticamente con acusaciones infundadas hacia hipotéticos enemigos de la Patria y los falsos valores que en torno a ella se crean para generar confusión al tiempo que veneración irracional.

      Se trata de políticos/as y sus políticas, aunque sería mejor decir y sus caprichos o imposiciones, que convierten la política en la antítesis al “arte, doctrina u opinión referente al gobierno de los Estados”, desde el momento que se alejan de la capacidad y/o habilidad para hacer política ante su falta de talento, habilidad, condición, disposición, inspiración, destreza, habilidad, práctica, experiencia, maestría o primor, o a su absoluta falta de principios, sabiduría, erudición o ciencia, que les conduce a imponer ideas en lugar de exponerlas o compartirlas para el logro del bien común en favor del bien particular, desde el dominio del poder. Olvidando o ignorando que “la libertad suena donde las opiniones chocan” (Adlai E. Stevenson)[3]

Por tanto, actúan como si de una especie invasora se tratase. Capaces de adaptarse a contextos adversos o cuanto menos extraños, como son los espacios democráticos, en convivencia, aparentemente armónica, con las especies autóctonas propias de dichos entornos, pero a las que acaban eliminando al imponerse casi en exclusividad o con frágiles y difíciles equilibrios en los que la debilidad de quienes eran sus moradores queda supeditada a las condiciones que establece la especie invasora. De tal manera que poco a poco modifican el ecosistema político, al acabar con la relación de elementos relacionados y pertenecientes a un determinado territorio o ámbito político, a través de la depredación, el parasitismo o la lucha y en contra de la simbiosis, la combinación o el sincretismo.

      Esta ruptura del ecosistema político provoca graves consecuencias para la sociedad en la que se produce. Alterando los equilibrios entre las personas que configuran la comunidad; favoreciendo el crecimiento acelerado de determinadas clases en detrimento de la mayoría; dificultando o impidiendo el acceso universal a determinados derechos esenciales; dominando y manipulando los medios de información y comunicación, para generar miedo y transmitir una falsa seguridad en sus propuestas exclusivas y excluyentes, porque tal como dijera Aristóteles[4] tan solo “El que ha superado sus miedos será verdaderamente libre”; identificando enemigos en quienes son diferentes a las normas y valores de su especie, alimentando el odio y su expulsión del nuevo ecosistema; acotando o prohibiendo el acceso a determinadas informaciones para favorecer el adoctrinamiento, distorsionando la realidad o generando una en paralelo… como resultado de todo ello, se configura un nuevo ecosistema en el que tan solo son capaces de vivir sin amenazas y con bienestar, las clases dominantes. Mientras que el resto resiste y subsiste como puede, en muy malas condiciones.

Esta evolución forzada y destructiva, que no natural, provoca un cambio climático de la política global, que desencadena gravísimas alteraciones en la convivencia entre diferentes culturas, pueblos o civilizaciones, que o bien se someten a la ”nueva realidad”, o son atacados sin piedad hasta su rendición o eliminación mediante presiones o agresiones políticas, económicas, financieras… o la más expeditiva, la guerra genocida que configure su nuevo orden mundial, basado en la oligarquía financiera.

Como ciudadano que soy, me genera mucha tristeza y mucho miedo este panorama desolador y asolador que avanza implacable ante la, en apariencia al menos, pasividad cuando no connivencia de gran parte de la población, que con su apoyo o su indiferencia favorecen su presencia nociva y destructora, que acaba imponiéndose e imponiendo su “ley y orden”. Pero también me genera mucho miedo por lo que supone, no tan solo de retroceso, sino de involución absoluta y absolutista. Tan solo “los que no se mueven, no se dan cuenta de sus cadenas” (Rosa Luxemburgo)[5]

Como enfermera comunitaria que soy y me siento, tengo una mirada particular desde el cuidado que a lo anteriormente dicho se añade el dolor de percibir la devaluación de la salud como derecho universal, ligado a la libertad, la equidad, la accesibilidad… La degradación de la atención al situarla tan solo en el ámbito de la asistencia. La consagración de la enfermedad como valor supremo del asistencialismo curativo que esconde, anula o estigmatiza la muerte, al identificarla como un fracaso de la acción curativa médica, tecnológica y farmacológica. La focalización de la investigación médica en estudios ligados al hedonismo, la belleza y la vida eterna, en detrimento de las enfermedades y los problemas de salud que afectan a pobres y débiles. El acceso a la asistencia restringida a quienes dispongan de recursos económicos disponibles, creando una asistencia para unos pocos ricos, en contraposición a una beneficencia para la mayoría de pobres. La identificación de la humanización como un reclamo de marketing en lugar de un imperativo de la atención. La relación con la ética como una opción interesada en lugar de una obligación profesional. La utilización de la objeción de conciencia como un instrumento utilitarista y mercantil para negar el acceso a determinados derechos. La desvalorización del cuidado, situándolo al servicio del poder establecido de la curación y la tecnología. La imposición de una jerarquía en las organizaciones que favorece los intereses corporativos de los lobbies. La limitación o eliminación de la participación de la comunidad en la toma de decisiones en favor del paternalismo profesional dominante. La utilización de la salud, o mejor dicho de la enfermedad, como un producto financiero con el que hacer negocio y enriquecerse a costa de la salud de la comunidad.

Por eso, como ciudadano y enfermera comunitaria, me revelo a que lo que parece inevitable realmente lo sea. A que lo que se presenta como una salvación pueda ser visto como el verdadero peligro que representa. A que el abuso de autoridad castigue la discrepancia, la crítica, el debate, la reflexión, para imponer su ideario/ideología en contra de las ideas, los argumentos, las evidencias o la razón. A que la fuerza sea el único instrumento ideológico. A que la diversidad sea vista como un peligro que hay que contener y ocultar, porque “cuando perdemos el derecho a ser diferentes, perdemos el privilegio de ser libres” (Charles Evans Hughes)[6]. A que igualdad se circunscriba exclusivamente a determinados ámbitos de exclusividad de género, raza, sexo, ideología… A que la libertad se convierta en un instrumento utilitarista en manos de quienes precisamente están contra de la misma acotándola, ya que cuando “no hay tal cosa como un poco de libertad. O eres totalmente libre, o no eres libre” (Walter Cronkite)[7]. A que la equidad sea un término caduco que deja de tener sentido. A que el acceso a la información y la formación sea un privilegio exclusivo de quienes imponen su autoridad y poder. A que la violencia sea ejercida, aceptada, aplaudida o naturalizada, en función de a quienes se agreda o de quienes agreden. A que la vulnerabilidad y la pobreza sean identificados como una consecuencia de la actitud de determinadas personas, entornos o etnias y no como efecto de los determinantes generados por las clases dominantes, desde la perspectiva de que “la libertad, por lo que respecta a las clases sociales inferiores sea poco más que la elección entre trabajar o morirse de hambre” (Samuel Johnson)[8]. A que el acceso a la educación, la sanidad, la vivienda, la alimentación… sean un privilegio en lugar de un derecho. A que la Salud Pública se convierta en un instrumento al servicio del poder establecido y en contra de la población. A que la promoción de la salud sea una anécdota oportunista en lugar de una oportunidad de bienestar…

Y me revelo y resisto porque “La libertad está en ser audaz” (Robert Frost)[9] , negándome de manera activa y proactiva a aceptar sin más lo que acaba considerándose algo inevitable y natural como parte del proceso democrático de alternancia. Cuando realmente es una invasión perversa, mezquina y perfectamente orquestada que va minando cualquier forma de oposición o diferencia de ideas que pueda suponer una amenaza a su avance y colonización del ecosistema democrático. Porque de no hacerlo, la resistencia acabará siendo una actitud a perseguir y castigar que constituirá la fase final del cambio del ecosistema. Recordemos siempre tal como nos lo trasladó Martin Luther King[10] que “La libertad nunca es dada voluntariamente por el opresor; debe ser demandada por el oprimido”.

Considero, como ciudadano y enfermera comunitaria, que tengo la obligación ética, moral y estética de pensar, opinar y defender los valores que favorecen la convivencia en la discrepancia, la diferencia y la diversidad desde el cuidado a la dignidad humana, respetando la libertad de pensamiento, expresión y acción de todas las personas. Porque La única manera de lidiar con un mundo sin libertad es llegar a ser tan absolutamente libre que tu misma existencia es un acto de rebelión” (Albert Camus)[11]

Ahora que mi actividad profesional enfermera va a situarse en un nivel diferente de acción, siento que mi responsabilidad debe focalizarse en un cuidado más amplio, diverso, calidoscópico, integral, integrado e integrador de la sociedad a la que pertenezco y de la que me siento parte definida y diferente, activa y autónoma, solidaria y comprometida y no tan solo como un sujeto, un dato, un número o un paciente, en el entorno positivista en el que nos quieren alienar. Coincido pues con Elbert Hubbard[12] cuando dice que “La responsabilidad es el precio de la libertad”

Nada de lo que está pasando en casual. Obedece a una causalidad tecno-financiera que tan solo puede ser contrarrestada desde el conocimiento, la ciencia, las evidencias, el debate, la solidaridad, y la convivencia social que requiere de un esfuerzo y una generosidad individual y colectiva para poder seguir disfrutando de algo que requiere de tanto cuidado como la libertad que alimenta la democracia. Que cada cual, desde sus ideas, sus conocimientos, sus aptitudes y su voluntad cuide de ella. Porque no hacerlo supone contribuir a que tan solo tengamos referencia de ella a través de una estatua que además de estar muy alejada de nuestro entorno, a lo mejor, pronto, le cambian el nombre. Como expresara Voltaire[13] “El hombre es libre en el momento en que desea serlo”. No perdamos nunca ese deseo, sin duda, merece la pena, porque recordando a Jean-Jacques Rousseau[14] Gente libre, recordar esta máxima: podemos adquirir la libertad, pero nunca se recupera si se pierde una vez”. Porque, al igual que ocurre con la salud, ésta se cuida, no se cura.

[1] Sindicalista del Movimiento obrero y del Movimiento por los Derechos Civiles en Estados Unidos (1889-1979)

[2] Poeta bengalí, poeta filósofo del movimiento Brahmo Samaj (posteriormente convertido al hinduismo), artista, dramaturgo, músico, novelista y autor de canciones que fue premiado con el Premio Nobel de Literatura en 1913 81861-1941)

[3] Abogado, político y diplomático estadounidense (1900-1965)

[4] Filósofo, polímata y científico griego (384 a. C. – 322 a.C.)

[5] Teórica marxista polaca de origen judío (1879-1919)

[6] Estadista, político, académico y jurista estadounidense (1862-1948)

[7] Periodista de radiodifusión estadounidense (1916-2009)

[8] Poeta, ensayista, biógrafo, crítico literario y lexicógrafo inglés (1709-1784)

[9] Poeta estadounidense (1874-1963)

[10] Activista bautista estadounidense que se convirtió en el portavoz y líder más visible del movimiento de derechos civiles desde 1955 hasta su asesinato en 1968 (1929-1968)

[11] Novelista, ensayista, dramaturgo, filósofo y periodista argelino-francés (1913-1960)

[12] Escritor, editor, artista y filósofo estadounidense (1856-1915)

[13] Escritor, historiador, filósofo y abogado francés (1694-1778)

[14] Polímata suizo francófono (1712-1778).

TOMA DE POSESIÓN DE LA RECTORA DE LA UA Cuestión de formas

            El comportamiento es un espejo en el que cada uno muestra su imagen.

Goethe[1]

 

Tras la victoria, en las elecciones a rector/a de la Universidad de Alicante, de la profesora Amparo Navarro Faure, el pasado día 17, se llevó a cabo su nombramiento oficial y protocolario en el Paraninfo de la Universidad de Alicante, con la presencia del President de la Generalitat, Carlos Mazón, la Ministra de Ciencia, Innovación y Universidades, Diana Morán y el Conseller de Educación, Cultura, Universidades y Empleo, José Antonio Rovira, entre otras personalidades académicas, civiles, políticas, militares…

            Tras la promesa del cargo de Rectora por parte de Amparo Navarro y de las/os vicerrectoras/es que componen su equipo, fue el momento de los discursos.

            En primer lugar, intervino la ministra Diana Morán que reiteró su apoyo a la UA y la gestión llevada a cabo por parte de la Rectora que ha permitido la continuidad de los estudios de medicina. Pero más allá de cualquier análisis sobre las palabras de la ministra, en su intervención quiso recalcar que su opinión y apoyo a la UA trasladados en su anterior visita no habían cambiado. Algo que, adelantaba, no todos podrían mantener, como así se demostró posteriormente.

Pero más allá de las palabras de la ministra, lo que merece destacarse es el comportamiento impropio de quien ostenta la máxima representación de la Universidad Miguel Hernández (UMH), su rector, con un ostensible y nada disimulado lenguaje no verbal que rehuía el contacto visual con la ministra y que acompañó de permanentes y manifiestas expresiones faciales y corporales, gestos y posturas, que finalizaron con su negativa a aplaudir la intervención de la ministra. Lenguaje y comportamiento que continuaron con la posterior intervención de la Rectora de la UA y que tan solo se modificaron con la del President de la Generalitat. Él se encargó de decirlo todo. No hacen falta interpretaciones.

Teniendo en cuenta que su “discurso silencioso” pero no por ello menos escandaloso estaba siendo visto e interpretado por cuantas personas tuvieron oportunidad de verlo directamente o a través de las pantallas de la sala y de cuantas lo siguieron vía online, podemos asegurar que su manifestación tuvo una clara intencionalidad. Si a ello añadimos que el impacto del lenguaje no verbal, según los expertos, es del 65% del total del mensaje, queda todo dicho.

Así pues, el rector de la UMH le ha hecho un flaco favor a su universidad con su triste, incomprensible y reprochable comportamiento, que se aleja del más mínimo decoro y respeto institucional y académico que le correspondería mantener, con independencia de lo que pueda estar pensando, sintiendo o sufriendo. Porque el cargo que ostenta, supone asumir ese comportamiento de respeto y contención que él ignoró.

            A continuación, fue el turno de la Rectora recién nombrada. La misma mantuvo en todo momento, a pesar de la difícil y delicada situación generada previamente por las protestas que contra el Sr. Mazón se produjeron, la serenidad, compostura y entereza propias del cargo acababa de prometer. En su turno de palabra, lejos de ahondar en la herida abierta como consecuencia de los intentos por paralizar los estudios de medicina en la UA, centró su discurso en exponer los objetivos a lograr durante su próximo mandato, sin reproches ni acusaciones y agradeciendo a su equipo y a toda la comunidad universitaria el apoyo recibido. Así mismo lanzó un mensaje de unidad y trabajo compartido entre todas las universidades valencianas que permitan avanzar en el logro de retos importantes para la universidad en su conjunto y para la sociedad de la que forman parte. Un mensaje, en este caso verbal, pero acompañado de la serenidad que trasladaba con el no verbal, que fue respondido con una ovación unánime de todo el auditorio puesto en pie, la mayoría de manera sincera y voluntaria y otros obligados para evitar quedar en mayor evidencia de lo que ya lo habían hecho.

            Finalmente tomó la palabra el President de la Generalitat Valenciana que empezó su discurso presentándose como adalid de la concordia, la unidad y la colaboración entre todas las partes, en una clara demostración de desprecio hacia la comunidad universitaria a la que se estaba dirigiendo. Como si, con sus palabras, se pudiese borrar la actitud que él y su gabinete mantuvieron durante los meses previos con relación a la UA y su defensa de los estudios del grado de medicina, a la que acusaron, a través de su conseller de Educación, de presentar un proyecto plagado de errores en un momento en el que se estaba elaborando la sentencia relativa al recurso presentado por la UMH. Agitando la discordia y reabriendo heridas entre las dos instituciones universitarias alicantinas.

Continuó con un halago artificial e impostado sobre su vinculación a la UA y la importancia que la misma tenía para la sociedad alicantina y valenciana. Continuó con una exposición repleta de referencias a sus logros y proyectos al frente de la Generalitat y la crítica permanente al gobierno central, en una nueva muestra del victimismo defensivo que últimamente viene adoptando en todas sus manifestaciones públicas. Actitud que evidenció su incapacidad de distinguir entre un mitin, una intervención parlamentaria o un mensaje institucional como el que estaba pronunciando. Nada dijo, sin embargo, del pacto con el rector de la UMH para implantar estudios de Enfermería en dicha Universidad al margen, claro está, de la UA. La diferencia, y ambos lo saben, es que la UA no va a proceder con recursos judiciales como hizo el mentado rector.

Finalmente, su intervención fue aplaudida por la mayoría de los asistentes, como muestra del respeto institucional que la comunidad universitaria de la UA sabe mantener a pesar del desprecio que a su inteligencia trasladó en su intervención. El tiempo, juez implacable, justo e insobornable, dispondrá y determinará el lugar en el que cada cual queda.

            En resumen, creo que el acto demostró la diferencia entre una Señora que asume con coherencia, elegancia templanza, talante y máximo respeto su condición de Rectora de la UA y lo que ello representa y la de unos señores que, haciendo gala de desprecio, incapacidad, torpeza, incoherencia, indolencia y falta de respeto, actúan como hooligans. Y de una comunidad universitaria seria, rigurosa, comprometida con la universidad y lo que la misma significa y respetuosa con las instituciones y autoridades, aunque discrepen de sus planteamientos y de sus actitudes y actuaciones.

            Por todo ello podemos decir que las formas marcaron la diferencia.

[1] Poeta y dramaturgo alemán (1749-1832).

QUI TE FAM SOMIA AMB ROTLLOS (Quien tiene hambre sueña con rosquillas) Porque los sueños, sueños son.

“La esperanza es un sueño despierto.”

Aristóteles [1]

 

  • Te ha llegado esta carta del centro quirúrgico hospitalario, Marc.
  • ¿A ver? Gracias Mamá
  • ¿Qué te dicen?
  • Pone que el próximo día 17 esté, a las 09:30 horas, en el centro quirúrgico hospitalario para ser intervenido de la hernia umbilical que me diagnosticaron el mes pasado. Mi enfermera de referencia me informará de todo el proceso antes de pasar al Quirófano de IA 0027 en donde se me realizará la intervención quirúrgica automatizada según el protocolo 789/20257HU. Concluida la intervención seré atendido por la enfermera de cuidados intermedios antes de ser dado de alta para continuar con los cuidados domiciliarios que me prestará mi enfermera comunitaria de referencia.

Mi madre, que me mira entre atónita y escéptica, me dice que no entiende cómo una máquina sea la que realice la intervención. Que ella no se fía.

  • Mamá, le contesto cogiéndole la mano, desde que la IA se desarrolló asumiendo la mayoría de las intervenciones de diagnóstico y tratamiento, tanto médicas como quirúrgicas, los resultados positivos obtenidos han aumentado hasta lograr la eliminación casi absoluta de la iatrogenia. Por otra parte, tanto la preparación previa como la recuperación y continuidad de los cuidados personalizados que prestan las enfermeras han logrado unos índices de satisfacción y calidad máximos. Las listas de espera han desaparecido y se han optimizado los recursos, gracias al funcionamiento continuado, 24 horas al día/365 días al año, de dispositivos de diagnóstico y tratamiento, así como de quirófanos. Los ingresos son mucho más reducidos y la atención en los domicilios gestionada por enfermeras comunitarias ha logrado una articulación de recursos comunitarios óptimos gracias a la gestión de casos IA y unos cuidados individualizados de calidad por parte de las enfermeras comunitarias.

Mi madre, que no acaba de fiarse, me pregunta:

  • Pero, entonces hijo, ¿dónde están los médicos ahora?, ¿ya no hay?
  • A ver mamá, ya lo hemos hablado en otras ocasiones, tranquila. Recuerda lo que te conté sobre el Programa de Intervención Médica de Inteligencia Artificial (PIMIA) que se implementó en los Sistemas de Salud de manera generalizada. Los médicos están, o bien dirigiendo, supervisando y evaluando dicho Programa en el Centro Operacional Médico de Inteligencia Artificial (COMIA) o bien en el Centro de Investigación Médica de Inteligencia Artificial (CIMIA), en donde siguen trabajando para perfeccionar los diagnósticos y tratamientos médicos, estando en permanente contacto con las enfermeras que actualmente dirigen los diferentes centros de atención de los Sistemas de Salud. No han desaparecido. Únicamente ha cambiado su manera de actuar, pero sigue siendo muy importante su aportación.
  • Hijo, todo esto que me cuentas lo entiendo. Pero, es que resulta muy raro que no haya médicos que nos atiendan.
  • No, vamos a ver mamá. Eso no es exactamente así. Los médicos van a seguir atendiendo a las personas. Pero lo van a hacer de otra manera. Cuando realmente sea necesaria su presencia. Para ello, las enfermeras que dirigen y atienden los centros de cuidados, bien sean hospitales, centros de atención y promoción de la salud o centros de atención específica al ciclo vital, determinan a través de los consensos establecidos entre ellos cuando deben realizar dicha atención presencial.
  • Pero es que esos centros de cuidados de los que tú hablas, ya no son cómo eran antes. Los hospitales ya no tienen plantas de trauma, de cirugía o cardiología. Ahora son plantas de Nivel 1 de cuidados, Nivel 2… o cuidados complejos. Una ya no sabe dónde está y por qué está y para qué…
  • No mamá, sí que se sabe dónde y para qué. Lo que ocurre es que ahora las personas que precisan de cuidados durante su ingreso en el hospital, son ubicadas en función de la complejidad de cuidados que requieren. De esta manera la atención es mucho más personalizada y la organización de las plantas que tu comentas se puede llevar a cabo con criterios tanto de calidad como de eficiencia mucho mayores.
  • Pues si tú lo dices. Pero sigue habiendo muchas dudas en la población y los medios de comunicación siguen dando mensajes muy contradictorios. El otro día me contaba mi amiga Julia que su dispositivo de compañía IA, le había comentado que se estaba planteando una huelga de médicos por la invasión de competencias de las enfermeras que, según ellos, está poniendo en riesgo la salud de la población.
  • Dile a tu amiga Julia que deje de hacer caso a ese tipo de noticias. Es cierto que existen protestas en el sentido que me comentas, pero tan solo obedecen a un sentimiento de pérdida de un reducido grupo del colectivo médico e incluso de una parte del colectivo de enfermeras que se resisten a asumir unos cambios que mayoritariamente están consensuados y normalizados. Ya sabes que todos los cambios generan resistencia. Pero se está llevando a cabo una gran campaña de información/formación a todos los niveles, en la que participan tanto médicos y enfermeras como agentes de salud comunitarios y otras/os profesionales, para que la población esté puntualmente informada y sea partícipe de estos cambios que, repito mamá, están siendo muy positivos y que, además, cuentan cada vez más con una mayor aceptación y valoración de la población. Así que tranquila.
  • Ahora que lo dices, tengo una reunión comunitaria en la que vamos a tratar de esto que me estás hablando. Casi se me olvida. Ya te diré si realmente sirve para algo.
  • Claro que te servirá. Pero es que, además, tú debes implicarte para que entre todas/os mejoremos la calidad de nuestra salud y de la atención y promoción a la misma, mamá.
  • Bueno, pero podré ir a verte cuando te operen ¿no?
  • No hará falta mamá. Será una intervención corta y no necesitaré quedarme en el hospital. De todas maneras, la enfermera te mantendrá informada a través del Sistema de Atención Telemática (SAT) que tienes instalado en el móvil. Ya estuvimos viendo cómo funcionaba, ¿te acuerdas?
  • Si, si, me acuerdo. Parece que las enfermeras han acaparado todo el poder.
  • No se trata de poder mamá. Se trata de que cada profesional pueda aportar lo mejor y de la mejor manera posible. Las enfermeras a través de los cuidados profesionales que son muy importantes y necesarios han logrado, por fin, ser valoradas y reconocidas. No se les ha regalado nada. En todo caso se les ha dejado desarrollarse y demostrar su aportación específica cuidadora que durante tanto tiempo se les negó.
  • ¿Y por qué ellas no pueden hacerlo como los médicos a través de la IA?
  • ¿Crees, que la IA puede sustituir los cuidados de una madre, mamá?
  • Nunca, ¡hasta ahí podíamos llegar!
  • Pues tampoco los cuidados de las enfermeras pueden ser prestados por la IA. De ahí que su presencia sea tan necesaria como importante.
  • – ¿Más que la de los médicos?
  • Y dale con las comparaciones mamá. Que no se trata de quién es más importante o menos. Se trata de quién es más importante, o mejor dicho, quién puede dar mejor respuesta, en cada lugar y circunstancia. Con lo que ha costado llegar hasta aquí, no seamos nosotros quienes cuestionemos lo que tan buenos resultados está logrando.
  • Vale, vale, me callo.
  • No, no quiero que te calles. Quiero que trates de comprender lo que te digo.
  • Lo comprendo hijo. Y, ahora, te dejo que sino llegaré tarde a la reunión comunitaria que te he comentado.
  • De acuerdo mamá. Ya me cuentas luego como te ha ido.
  • Si, aunque después de lo que me has contado tú, no sé si realmente hace falta que vaya.
  • Claro que hace falta, mamá. Además, así podrás intervenir reforzando lo que se va abordar en la reunión y contribuir a que todas/os nos sintamos parta activa de la atención a la salud.

 

  • Guillem, Guillem, despierta, ¿qué no oyes el despertador?
  • Ohhh, vaya, ¡¡¡estaba profundamente dormido y soñando!!!
  • Pues vas a llegar tarde al trabajo.
  • ¿Al trabajo?
  • Si, al trabajo. ¿En dónde estás? Vuelve a la realidad.
  • Si voy.

 

Sentado en el borde de la cama, sigo pensando en el sueño en el que estaba inmerso y del que me cuesta salir. Posiblemente porque me gustaría que lo que le estaba contando a mi madre fuese una realidad que, de momento, se me antoja difícil que se haga realidad.

Con lo ojos aún cerrados en un intento por recuperar la onírica realidad en la que me hallaba inmerso, volvió a sonar el maldito despertador que me sacó definitivamente de mi ensimismamiento. Ni la ducha, ni el precipitado desayuno lograron despejar mi mente, ni rescatar mi atención para depositarla en la rutina de mi actividad diaria en el Centro de Salud en el que trabajo como enfermera. La voz de mi madre apareció en mi subconsciente con una de sus frases favoritas, “Fill, qui te fam somia amb rotllos”[2]  (Hijo, quien tiene hambre sueña con rosquillas), y acabó por despejarme y ser consciente de la verdadera realidad en la que, como enfermera, estaba inmerso, aunque me resultase tan difícil de asumir y entender, así como de la intervención quirúrgica a la que me iba a someter mañana, tras más de seis meses de lista de espera, en el Hospital comarcal.

  • Guillem, mientras te duchabas han llamado del hospital para decirte que anulaban la operación por falta de personal. Que ya te avisarán cuando puedan meterte en lista quirúrgica. Ya te dije que fueses por la privada si querías que te operasen. Tu idealismo no te va a solucionar el problema, ¡¡¡a ver si te enteras de una vez!!!!

En un estado que iba de la decepción a la rabia, de lo soñado a lo realmente vivido, salí de casa para contribuir, con angustia no exenta de cierta resignación, a mantener un sistema tan caduco como ineficaz. Con la rabia de no poder ser y sentirme la enfermera especialista que soy, porque no crean plazas, ni dejan espacio para ello. Las retinografías, las espirometrías, los tratamientos de Sintrom, los electrocardiogramas… volverán a ocupar todo el tiempo que, como enfermera comunitaria, debiera dedicar a la promoción de la salud, la intervención comunitaria, la atención familiar domiciliaria… que nuevamente quedarán en una posibilidad que nunca se logra y para la que nunca hay voluntad real de que se logre.

Quiero cerrar los ojos y soñar con ser el Principito en el desierto del Sahara, o Alicia en el país de las Maravillas, o Tintín aterrizando en la luna, o vivir la odisea de Astérix, o Peter Pan en el país de Nunca Jamás… para vivir la aventura de un cambio que, no sé si realmente de tanto soñarlo me parece que es posible, o si lo sueño tanto porque realmente es inalcanzable. Quiero que mis sueños, dejen de ser el felpudo que da paso a la pesadilla de la rutinaria normalidad. Quiero despertar del sueño y encontrarme con una realidad diferente, deseable, posible, necesaria, en la que pueda contribuir y aportar y no tan solo estar, sin ser ni reconocerme.

Que no me hablen más de que hacen falta enfermeras. Porque para sostener este sistema, este modelo, este escenario de «cartón piedra” en el que nos quieren exclusivamente de tramoyeras para que se luzcan los de siempre, mejor sigo disfrutando de mi sueño. Y es que, está claro, que lo más obvio resulta lo más complicado de ver.

Finalmente, como dijera Calderón de la Barca[3]:

¿Qué es la vida? Un frenesí.

¿Qué es la vida? Una ilusión,

una sombra, una ficción,

y el mayor bien es pequeño;

que toda la vida es sueño,

y los sueños, sueños son.

[1] Filósofo, polímata y científico griego nacido en la ciudad de Estagira, al norte de la Antigua Grecia. Es considerado junto a Platón, el padre de la filosofía occidental. (384 a.C.—322 a.C.).

[2] Refrán valenciano que viene a decir que quien tiene una idea fija o un gran deseo es propenso a creerse que las cosas son así como las piensa o desea.

[3] Escritor, dramaturgo y sacerdote español (1600 – 16819

QUE EL CUIDADO NO ME SEA INDIFERENTE

“La peor de las actitudes es la indiferencia, decir no puedo hacer nada, ya me las arreglaré.”

Stéphane Hessel [1]

 

Escuchando la magnífica canción, «Solo le pido a Dios»,  compuesta por León Gieco[2] e interpretada, entre otras/os muchas/os, por Mercedes Sosa[3]  o Ana Belén[4], me hizo pensar sobre la facilidad o la naturalidad con la que solemos olvidar el valor del cuidado y de quienes lo prestan, sea de manera profesional o no.

Resulta curioso, o más bien doloroso, identificar que no se relacione la salud, el bienestar, la calidad de vida… con el cuidado.

Porque la salud, aunque nos pese -a unas/os más que a otras/os- se sigue relacionando exclusivamente con la enfermedad.

Porque la salud se confunde con la sanidad, que, si bien puede contribuir a promocionarla, recuperarla o mantenerla, lo hace desde la perspectiva exclusiva de la enfermedad y su curación, relegando a los cuidados a la indiferencia, a pesar, y esa es la paradoja, que no es posible lograrlo sin la acción cuidadora.

Porque al cuidado, desde la perspectiva cientificista que no científica -que determina a la ciencia empírica como la más acreditada o valiosa del conocimiento humano, excluyendo otros puntos de vista- desde la que se ha decidido evaluar la salud, si es que tal evaluación es posible- se le ha negado su valor científico ignorando las emociones, los sentimientos, las sensaciones… que generan e influyen en la salud de las personas, las familias y la comunidad. Negando y resistiéndose a admitir, por tanto, la dimensión espiritual del ser humano que, evidentemente, escapa a ese racionalismo numérico excluyente que rechaza todo aquello que no se puede cuantificar, aunque lo que cuantifica no siempre justifica o permite entender y comprender las respuestas humanas.

Porque el cuidado es anterior a la ciencia. El cuidado surge, se entiende y perdura por la vulnerabilidad del ser humano y es, precisamente a partir de esa relación cuidadora, desde la que posteriormente se desarrolla la ciencia del cuidado y no a la inversa. Lo que permite entender mejor su dimensión humana y humanista, sin que ésta, como algunas/os pretenden, se excluya como ciencia. En un planteamiento tan irracional y absurdo como el de pretender excluirlo de la ciencia o darle un valor inferior a la humanización. Como dijera Anatole France[5], “prefiero los errores del entusiasmo a la indiferencia de la sabiduría”.

Porque la perspectiva de género tiene una clara influencia en la valoración, reconocimiento y respeto hacia el cuidado, que ha hecho que el mismo haya sido objeto de idéntica desigualdad a la que ha sufrido y sigue sufriendo la mujer por el simple hecho de ser mujer. Porque el cuidado ha sido identificado, asignado e impuesto a la mujer y como consecuencia de dicha imposición social, cultural y religiosa se relegó al cuidado al ámbito exclusivamente doméstico en el que sufrió no tan solo la indiferencia sino el hostigamiento y el menosprecio para limitar, reducir o anular el valor de su aportación, tanto profesional como científica.

Por eso, tal como dice la canción de Giesco, quiero que lo injusto no me sea indiferente. Porque se trata, precisamente, de una injusticia mantenida y consentida durante demasiado tiempo. Una injusticia tanto para quien presta los cuidados como para quien los requiere y recibe, porque desde dicha injusticia se impide su desarrollo y la calidad que de los mismos se esperan y desean. Porque desde el buenismo de la beneficencia sanitarista, la religión se adueñó del cuidado, usurpando su condición de patrimonio universal y su capacidad de desarrollo científico. Estableciendo, además, una relación vocacional como inspiración divina que restringía su profesionalización.

Porque me niego a que me abofeteen la otra mejilla, después de la garra que arañó e inmovilizó al cuidado como identidad profesional de la Enfermería y de las enfermeras. Por eso reclamo, no tan solo una firme resistencia, sino también una razonada respuesta de cambio radical ante la indiferencia de esta injusticia universal, como si de una suerte adquirida se tratase.

Porque el cuidado significa equidad, libertad, igualdad, justicia, respeto… la guerra, la vulnerabilidad, la pobreza, la violencia, la pobre inocencia de la gente… no pueden ni deben resultar indiferentes. Porque el cuidado hace frente a ese monstruo grande que pisa fuerte.

Para que la fascinación de la técnica sobre la acción del cuidado no haga que me resulte indiferente tal engaño. Si un embaucador, un traidor puede más que unos cuantos, que al menos esos cuantos no lo olviden fácilmente. Porque el olvido es la antesala del engaño y el engaño, alimenta la injusticia y la indiferencia del cuidado.

Para que el futuro del cuidado no me sea indiferente, ante el individualismo, la insolidaridad, el hedonismo, la competitividad agresiva, la inmediatez, la soledad no deseada, la violencia, el rechazo a la diversidad y la igualdad, la tecnología mercantilista de la salud, la desinformación… resulta imprescindible poner en valor, visibilizar, respetar, desarrollar, investigar, reforzar… el cuidado. Porque el futuro se construye desde el recuerdo del pasado, la apuesta firme del presente, el dinamismo, la acción, la innovación… que permitan avanzar hacia un futuro del cuidado y por los cuidados.

Que quien marche a vivir una cultura diferente del cuidado no sea porque el cuidado sea indiferente en su contexto. Que no resulte indiferente la construcción de contextos de cuidados multiculturales y al mismo tiempo próximos en tradiciones, normas, lengua… que faciliten la comprensión del cuidado y eviten la contaminación derivada de la fascinación artificial y artificiosa.

Porque el verdadero peligro, se llama indiferencia. Ser indiferente ante el cuidado es condenarlo al peor de los desprecios. La omisión, tal como expresa Pascual García Senderos[6], es más hiriente que cualquier acción. Por eso, desde la acción, las enfermeras debemos evitar tal indiferencia. Pero, para ello, debemos ser las enfermeras las/os primeras/os en posicionarnos claramente en defensa de los cuidados. Permanecer indiferente ante la indiferencia de los cuidados es indefendible. Debemos esforzarnos y perseverar y nunca rendirnos ante la indiferencia. Sino lo hacemos, las enfermeras del presente, tendremos que lamentarnos no solo por las palabras, las omisiones y los actos que alimentan la indiferencia, sino por los clamorosos silencios de quienes actúan como meras/os espectadoras/es de tan lamentable escenificación. Sino lo hacemos así lo que puede y posiblemente suceda es que, con el tiempo, lo que un día nos dolió nos comience a dar igual, es decir, que se naturalice la indiferencia de los cuidados y con ella la indiferencia de las enfermeras. No nos equivoquemos pensando que no tiene relación. Porque quién no demuestra lo que siente, pierde lo que quiere. Y quien pierde lo que quiere ya no tiene nada por lo que ilusionarse ni por lo que luchar.

Lo que está claro es que la indiferencia se convierte al final en un arma devastadora que a algunas/os, les interesa y gusta de utilizar de manera sistemática para evitar, por motivos tan irracionales como infantiles, que los cuidados adquieran la importancia que tienen y representan para la salud individual y colectiva. Tal como expresa de manera tan clara como precisa, Victoria Camps[7] “enseñar a respetar es enseñar a no hacer todo aquello que significa menosprecio o indiferencia hacia los otros”. Se trataría pues de llevar a cabo un proceso pedagógico, por parte de las enfermeras, de lo que son y significan los cuidados profesionales y aquellos que en el ámbito familiar prestan las personas con vinculación familiar o no, pero que suponen una red indispensable para la sostenibilidad de cualquier Sistema de Salud y para la consolidación de las redes sociales como recursos fundamentales de salud.

Tengamos bien presente, que la indiferencia es nuestro peor enemigo y no caigamos en la trampa de una supuesta y maliciosa imparcialidad. Porque la imparcialidad es un nombre pomposo para la indiferencia, que, a su vez, es un nombre elegante para la ignorancia. Y la ignorancia es el mejor caldo de cultivo del olvido. Evitemos la alfabetización de la ignorancia que algunas/os promueven de manera tan maquiavélica como mezquina, para actuar con la impunidad que lo hacen..

Finalmente, quienes trabajan en contra de los cuidados lo hacen en proporciones similares de indiferencia y malicia, desde una engañosa actitud de defensa disciplinar, corporativa o científica que .no tan solo es falsa, sino que además está sustentada en la envidia y la irracional incoherencia de argumentos de exclusividad que realmente tan solo pretenden la exclusión. Y es que la indiferencia es la carta mejor jugada por la gente sin escrúpulos. Gente, que además disfraza cínicamente de cortesía y falsa adulación, hacia aquello o aquellos/as a lo/s que muestran indiferencia, y que no es más que una indiferencia perfectamente planificada. Porque la indiferencia no es casual, como casi nada, es causal. La indiferencia esconde sentimientos verdaderamente intensos que, son, precisamente, los que provocan, impulsan y mantienen tal indiferencia hacia algo o alguien, con el claro objetivo de impedir que pueda ser valorado por lo que aportan y, como consecuencia, , inducir a que a sean despreciados o minusvalorados por lo que sobre ellos se ignora. Indiferencia que, como aportase Jorge González Moore[8], “es el apoyo silencioso a favor de la injusticia”. Y es que finalmente la indiferencia es más fácil de asumir que la verdad sobre aquello sobre lo que realmente se pretende crear indiferencia, los cuidados. Lo que supone, como afirmara Tupac Shakur[9], “tener los ojos cerrados para siempre”.

Pero, con ser preocupante, al mismo tiempo que rechazable, la obstinada y obscena actitud mostrada por ese “monstruo grande que pisa fuerte” que refiere León Giesco en su canción, para conseguir que los cuidados sean indiferentes, lo verdaderamente nocivo es el efecto que, en este sentido, logra producir. Parafraseando a Lauren Oliver[10] el odio de quien desea y actúa para lograr la indiferencia no es lo más peligroso. Lo verdaderamente peligroso es la indiferencia que logra naturalizar en diferentes ámbitos de la sociedad y en la población.

Porque el monstruo grande que pisa fuerte actúa sobre toda la pobre inocencia de la gente, haciéndole creer que los cuidados no tienen importancia y que el poder del monstruo es lo único que debe ser identificado, valorado y respetado/temido por la gente.

Pero más allá de la pobre inocencia de la gente, existen determinados agentes, exentos de inocencia, que contribuyen a reforzar y amplificar, desde el ámbito de influencia en el que se integran y al que representan los medios de comunicación, el efecto de indiferencia en torno a los cuidados. Logrando hacer creer, desde la manipulación, el alarmismo, el sensacionalismo o la ignorancia, que el monstruo parezca cada vez más grande como producto de la contaminación que generan y de la invisibilidad provocada por el reduccionismo de su mirada en torno a la salud y sus protagonistas.

Ante esta polaridad exacerbada entre el monstruo de la sanidad y la enfermedad y la víctima propicia de los cuidados y quienes los prestan, cabe preguntarse sino es preferible un amor irracional a los cuidados o la más sesuda y potente, en apariencia, indiferencia. Considero, creo y defiendo que, tal vez, mi equivocada pasión moral por los cuidados y lo que los mismos representan y a quienes identifican y significan, es preferible a asumir la indiferencia que se pretende crear en torno a ellos, de manera similar a como describía Iris Murdoch[11].

Finalmente, lo que más miedo e inignación me produce toda esta historia es que las propias enfermeras hagan suya esta indiferencia hacia los cuidados. Porque desde la misma se sientan más seguras y/o confortables tal como expresa Susan Sontag[12] De tal manera que acabe, como expresa Antonio Gramsci[13], “siendo el peso muerto de nuestra historia”. Tal como dijera Georges Perec[14] “la indiferencia no tiene principio ni fin: es un estado inmutable, un peso, una inercia que nadie logra hacer tambalearse”

Por todo lo expuesto y sobre todo lo reflexionado, considero que ante la tenaz indiferencia que se pretende perpetuar sobre los cuidados, a las enfermeras, no nos queda otra que una pertinaz y activa resistencia, al tiempo que una rigurosa aportación de evidencias científicas que logren desmontar la falaz estrategia de quienes actúan defensivamente ante el miedo que les generan los cuidados, impulsando a provocar indiferencia hacia ellos, aún a sabiendas de que con ellos no pueden acabar.

Solo le pido a Dios que el cuidado no me sea indiferente y que la reseca muerte no me encuentre, vacío y solo sin haber hecho lo suficiente.

ANA BELÉN-SOLO LE PIDO A DIOS

 

MERCEDES SOSA-SOLO LE PIDO A DIOS

 

 

 

[1] Diplomático, escritor y militante político francés. (1917-2013).

[2] Músico y cantante popular argentino (1951)

[3] Cantante de música folclórica argentina (1935-2009)

[4] Cantante, actriz y directora española (12951)

[5] Escritor, poeta, periodista y novelista francés (1844-192)

[6] Novelista, poeta, catedrático de Lengua y Literatura en el IES Alfonso X el Sabio de Murcia (1962)

[7] Filósofa española, catedrática emérita de la Universidad de Barcelona (1941)

[8] Ingeniero, escritor y poeta británico y español (1974).

[9] Rapero, compositor y actor estadounidense (1971-1996)

[10] Escritora y empresaria norteamericana (1982)

[11] Escritora y filósofa irlandesa (1919-1999)

[12] Escritora, novelista, filósofa y ensayista, así como profesora, directora de cine y guionista estadounidense (1933-2004)

[13] Intelectual, filósofo, teórico marxista, político, sociólogo y periodista italiano /1891-1937)

[14] Fue uno de los escritores más importantes de la literatura francesa del siglo XX (1936-1982)

MIS CUIDADOS, MIS PALABRAS Narrativa personal y profesional

“Los humanos somos una pura narración, somos palabras en busca de sentido.

«El peligro de estar cuerda» (2022), Rosa Montero[1]

 

Llevo seis años publicando reflexiones en torno a la enfermería, enfermería comunitaria, enfermeras, sanidad, salud… en la que se ha convertido en una de mis “rutinas” favoritas. Escribir me libera, me hace pensar, me reconforta, me inspira, me motiva y, sobre todo, me permite seguir enganchado permanentemente a mi mayor satisfacción y orgullo, ser y sentirme enfermera.

No se trata de una retórica literaria, ni tan siquiera de un postureo profesional o una impostura interesada. Es una realidad y una necesidad vital. Me encanta escribir. Otra cosa bien diferente es que alguien quiera leerme. Pero más allá del número de lectoras/es que puedan seguirme, mi objetivo es poner negro sobre blanco aquello que pienso y sobre cómo lo pienso. Tan solo pretendo reflexionar en voz alta sobre lo que me interesa, me ocupa, me preocupa, me interpela, me incomoda o me alegra. Reflexionar para después compartir. Porque no hay nada mejor que compartir, debatir, dialogar… para poder construir, conocer, pensar, enseñar, aprender, decidir.

Por eso, hoy que cierro un nuevo compendio de reflexiones en este mi sexto año haciéndolo de manera ininterrumpida, he querido compartir con todas/os quienes tienen el atrevimiento, la generosidad, la voluntad, la curiosidad… de leerme semanalmente e incluso de compartir conmigo sus pensamientos, opiniones, discrepancias o coincidencias sobre lo que traslado, cómo me siento haciéndolo. Qué me reporta y qué pretendo.

Escribir me hace sentir realizado, libre, capaz, generoso, empoderado, realizado… porque escribir es plasmar las ideas, las dudas, las certezas, los sentimientos, los ideales, los rechazos, las aceptaciones., la voluntad, la resistencia, la capacidad, la resiliencia, los temores, las convicciones… que se generan en torno a lo que vivo, percibo o siento, sobre las enfermeras y la enfermería.

Observar, captar, analizar, reflexionar… sobre aspectos cotidianos, de actualidad, de interés, de preocupación, de alegría, de la vida, de la salud y de la enfermedad -aunque menos-, de las pasiones, de las vivencias, de las experiencias, de los sueños, de la esperanza, de la decepción, de la ilusión, de la frustración, de la lucha, de la resistencia, de la acción, de la pasividad, de la tolerancia, de la tristeza, del liderazgo, de los cuidados, de las personas, de la familia, de la comunidad. En definitiva, de todo aquello que incide, impacta, preocupa, afecta, refuerza o debilita a las enfermeras o a la enfermería.

No pretendo llevar a cabo un ejercicio literario, aunque procuro cuidar el lenguaje. Porque cuidarlo es parte de la esencia de los cuidados enfermeros. La voz, plasmada en escritura, es terapéutica para quien la pronuncia/escribe y para quien la escucha/lee -al menos eso quiero pensar-. Por eso trato que sea una escritura que mueva conciencias, despierte interés, movilice sentimientos, invite a la reflexión, cautive, inquiete, auxilie, active… pero sobre todo que no cree indiferencia.

Las palabras están cargadas de intención. Nunca son inocentes, pero no por ello deben hacer daño.

Y, sí, mis palabras tratan de ser intencionales e intencionadas, aunque siempre desde el respeto, sin perder la firmeza cuando es preciso utilizarla. Intención entendida como la determinación de mi voluntad para lograr un fin. El fin de contribuir a mejorar la enfermería, a descubrir sus fortalezas, pero también sus debilidades, a denunciar a sus enemigos y a reconocer a sus valedores, a identificar y reconocer a sus referentes, a mitigar el dolor de las pérdidas o los fracasos, a apoyar iniciativas, a descubrir amenazas y también oportunidades, a denunciar a quienes engañan, a agradecer a benefactores, a indagar posibilidades, a ser propositivo, a generar iniciativas, a procurar innovaciones…

Mis palabras, tampoco son inocentes, porque no pretenden ser cándidas, ingenuas, párvulas, simples… al contrario, buscan la sinceridad, la ausencia de doblez o de malicia, la concreción.

Pero las palabras, con independencia de su intencionalidad e inocencia, configuran mensajes, posicionamientos, historias, realidades, sueños… como parte inseparable de quien las dice. Configuran, determinan, reflejan, definen a quien las comunica como parte de su aportación personal, íntima, profesional. Comunicación que pretende trascender la redacción para situarse en la configuración de una idea definida, concreta, cercana. Comunicación que, por ser personal, no puede ni quiere eliminar su subjetividad en tanto en cuanto forma parte de mi esencia, de mi pensamiento, de mi posicionamiento individual y colectivo como enfermera. Subjetividad que, sin embargo, trata, en todo momento, de ser coherente, consecuente, con lo que soy y siento.

La vehemencia que muchas veces impregnan mis palabras son producto de la convicción, no pretendiendo trasladar imposición. Convicción de ideas que configuran conceptos dinámicos, diversos, adaptados y adaptables en torno al debate sereno, razonado y razonable.

Siempre que me pongo frente a una pantalla en blanco me pregunto qué y cómo trasladar aquello que tengo intención de compartir. Dudo sobre la oportunidad e idoneidad. Sobre la forma de enfocar y desarrollar. Sobre las palabras a emplear. Porque cada situación es diferente y requiere de palabras diferentes, de tonalidad diversa, de fuerza controlada o no, de malicia que no maldad, de fina ironía o de mensaje directo. En cualquier caso, siempre me quedan dudas sobre el acierto o no de mi reflexión. Lo que está claro para mí, tan solo está claro para mí, y por tanto lo que transmita debo entender y aceptar que quedará sujeto a la interpretación de quien lo lea. Por eso mismo me esfuerzo en dejar los menores resquicios a la interpretación. No porque dude de la capacidad de quien me lee, sino justamente, al contrario, porque dudo sobre si yo habré sido capaz de trasladar lo que siento y pienso, para que sea comprendido, aunque pueda no ser compartido.

El teclado a veces se me antoja un enemigo al permanecer inerte ante mi mirada perdida en busca de una idea que teclear. Mientras el cursor parpadea impaciente como reclamándome una acción que no soy capaz de iniciar. La pantalla, como la mente, en blanco. Y de repente, como si los dedos adquiriesen vida propia, empiezan a bailar sobre el teclado buscando las letras precisas para ir configurando palabras. Palabras que se unen formando frases que requieren de puntuaciones precisas para que adquieran el sentido que su ausencia modifica. De repente el folio virtual se va llenando de líneas, de párrafos que se alinean de manera justificada y con una separación previamente elegida. Los números de página van en aumento y el momento de poner fin al relato, una vez he logrado arrancar, no siempre me resulta fácil. Me enredo, me repito, me contradigo y no acabo. A veces, opto por guardar y cerrar, para retomar más tarde, con el ánimo más sereno y la mente más despejada. Las ideas ya están plasmadas. Queda ponerlas en orden. Corregir imperfecciones. Cambiar determinados giros. Eliminar algunas líneas confusas o reiterativas. Pulir la redacción y rematar con claridad. Me doy por satisfecho a falta de un par de lecturas más que terminen de convencerme. De repente, me viene a la mente una idea, una frase, un comentario, que creo debería incorporar y corro a hacerlo o me lo grabo en el móvil para que no se me olvide e incorporarlo en la siguiente lectura/revisión.

La elección de la imagen y el título de la entrada para publicar en el Blog es otro momento de incertidumbre. Elegir imágenes que sean capaces transmitir de un vistazo la idea que desarrollo en el texto. La composición, el equilibrio entre la imagen y el texto. El tipo de letra, su tamaño, la combinación de colores, la distribución… son siempre una preocupación. El título, por su parte, es fundamental. Trato de evitar el sensacionalismo sin renunciar a la originalidad. Que sea atractivo y al mismo tiempo claro y contundente. Un título en mayúsculas y un subtítulo aclaratorio en minúsculas. Configuro, guardo en formato de imagen y lo adapto para la posterior difusión en redes.

El momento de subirlo al blog está próximo y siempre me queda la incertidumbre de si he acertado o no con lo que quiero transmitir. Si la imagen es adecuada o confunde. Pero hay que publicar, es un rito que he incorporado en mi rutina habitual y no quiero crear excepciones que puedan convertirse en costumbre. Finalmente entro al blog, traslado el texto y le doy a la tecla de publicar. La publicación rápidamente navega por internet y llega a los destinatarios que han elegido libremente recibirlo.

El siguiente paso, casi en paralelo, es publicarlo en redes (Facebook, Instagram, Linkedin, X) y posteriormente distribuirlo a través de las listas de difusión y los grupos de whatsapp.

Tras estos pasos mecánicos de difusión, queda esperar las posibles reacciones. Las respuestas son diversas y espaciadas en función de las diferencias horarias entre países. Pero llegan y en la mayoría de las ocasiones alegra recibir los mensajes o emoticones de aceptación, alegría o cariño que mis incondicionales me hacen llegar. Es el regalo que más aprecio, el que me da fuerzas para seguir semana a semana, mes a mes, año tras año, ya van seis, compartiendo cuidados a través de mi lenguaje, mi identidad y mi orgullo de ser y sentirme enfermera.

A punto de acabar un nuevo año para recibir al siguiente, quisiera trasladar un último mensaje de gratitud, no sin antes desear lo mejor para cada una/o de mis lectoras/es y seguidoras/es. Que todo aquello que pueda haceros felices lo podáis lograr y disfrutar.

El año que pronto se iniciará será un año especial para mí. Pero no adelantemos acontecimientos. Cada cosa en su justo momento.

Un fuerte abrazo y ser muy felices.

[1]  Escritora y periodista española. Ha publicado exitosas novelas y es una de las principales columnistas del diario El País (1951).

CÓMO ME SIENTO 25 años de docente enfermero

                                                                            “Enseñar no es transferir conocimiento, sino crear las posibilidades para su propia producción o construcción.”.

Paulo Freire[1]

 

            Hoy me toca a mí, queridas/os estudiantes, deciros cómo me siento.

            Tras más de 25 años preguntando, cada vez que entraba al aula, a alguna/o de vosotras/os, cómo os sentíais, hoy me toca a mí, aunque no me lo preguntéis, compartir con todas/os vosotras/os, pasadas/os y presentes e incluso futuras/os estudiantes, cómo me siento yo, el último día que voy a entrar, como profesor de Enfermería, en un aula de la Universidad de Alicante.

            Porque hoy, 18 de diciembre de 2024, es mi última clase como profesor del Departamento de Enfermería Comunitaria, Medicina Preventiva y Salud Pública e Historia de la Ciencia de la Facultad de Ciencias de la Salud de la Universidad de Alicante. Esa suerte habéis tenido. En el buen o en mal sentido. Eso cada cual que lo valore como lo sienta.

            Una dedicación, la docente, que debo a dos motivos fundamentalmente, aunque no, exclusivamente. A mi pasión por la Enfermería y a la admiración por una extraordinaria enfermera, fantástica docente y mejor persona, Mª Jesús Pérez Mora. Con quien tuve la inmensa fortuna de trabajar, tanto en el ámbito de la atención comunitaria, en la puesta en marcha de la Atención Primaria en Alicante, como en el ámbito de la docencia, en esta casa compartida que pasó a ser mi casa, la Universidad de Alicante.

            Fue, sin embargo y a pesar de lo dicho, una decisión difícil. Dejar la atención directa con las personas, las familias y la comunidad, la gestión de los cuidados, el diseño, implementación, desarrollo y evaluación de estrategias comunitarias… para incorporarme a un contexto que me fascinaba pero que al mismo tiempo tanto respeto me generaba. Vencer esa resistencia que creaba en mi la duda de saber responder como quería hacerlo y como, por otra parte, había exigido que se hiciese, no resultó sencillo. Pero finalmente pudieron más la tentación y la ilusión que, la aparente seguridad y tranquilidad de mi puesto de enfermero comunitario, en atención primaria, tras tantos años de ejercicio profesional que, venimos en llamar experiencia.

            Y di el paso, me decidí, sabiendo que contaba con un seguro llamado Mª Jesús, Pérez Mora, que me apoyó, guio y enseñó gran parte de lo que, desde entonces, traslado curso, tras curso, promoción tras promoción. Primero en la Diplomatura de Enfermería y ahora en el Grado de Enfermería, tanto en estudios de grado como de posgrado y doctorado. Primero en la Escuela de Enfermería y ahora en la Facultad de Ciencias de la Salud. Compaginándolo, además con la gestión académica gracias a referentes indiscutibles para mí como Ana Laguna Pérez, con quien pude participar de manera directa en los cambios comentados y desarrollar posteriormente, con el apoyo y la confianza de Amparo Navarro Faure, actual rectora, un planteamiento enfermero que es como concebí el proyecto de Universidad Saludable, que es ya es una realidad consolidada. Teniendo la oportunidad de compartir experiencia y aprendizaje con profesionales como Rocío Juliá Sanchis, actual Decana de esta Facultad. Y con tantas/os otras/os que me vais a perdonar no nombrar para evitar olvidos involuntarios al tiempo que imperdonables. A todas/os ellas/os les debo gran parte de lo que soy y con lo que me iré. Mi sentimiento de orgullo de pertenencia a esta casa, la UA y a esta profesión, disciplina y ciencia, que tanto me ha aportado y me sigue aportando.

Aquí descubrí otra manera de construir, defender, desarrollar… la Enfermería. Una forma que me permitía transmitir lo importante que es ser y sentirse enfermera. Una forma de realizarme contribuyendo a la formación y la concepción de quienes estabais llamadas/os a ser las/os futuras/os enfermeras. Una forma, maravillosa, de aprender y aprehender de todas/os vosotras/os la importancia del conocimiento enfermero. Una forma de lograr enfrentar juntos nuestros miedos, dudas, incertidumbres, inseguridades, que, como enfermeras, se nos plantean diariamente, a vosotras/os con perspectiva de futuro y a otros, como a mí, de presente y proyección de futuro también, con el fin de lograr la autoestima y el empoderamiento que nos permita ser referentes de la salud y los cuidados profesionales ante la sociedad a la que nos debemos.

Será, seguro, una sensación extraña. Un laberinto de emociones y sentimientos. Un torbellino de recuerdos. Una sensación de vértigo ante el abismo de la desconexión docente, del contacto con vosotras/os, de la construcción compartida de conocimiento, de la búsqueda de la identidad enfermera, del contraste de pareceres, del intento por acercar la teoría a la práctica, de la defensa del cuidado, de la abogacía por la salud, de la intervención y participación comunitaria, de la salud pública y la sanidad pública, de la promoción de la salud, de la salutogénesis y también, claro está, de saber cómo os sentís… en definitiva, de todo aquello que he intentado siempre compartir con quienes decidisteis, por la razón que fuese y más allá de la manida y no siempre real vocación, ser futuras enfermeras.

Tratando de contrarrestar la fascinación técnica con la aportación específica de los cuidados humanitarios. Para que la escucha activa, la asertividad, la atención directa, la observación… permitieran que identificaseis la importancia de las personas y sus problemas de salud de manera prioritaria, o en lugar de, los pacientes y sus enfermedades. Para que dejaseis de parapetaros tras la Enfermería, que es ciencia, disciplina y profesión, para aceptaros y enorgulleceros como lo que vais a ser, enfermeras. Para que la intervención familiar trascendiese a la visita domiciliaria. Para que valoraseis la importancia de mantener sanos a los sanos sin abandonar la atención a la quienes lo necesiten por enfermedad, discapacidad o vulnerabilidad. Para que la asistencia dejase paso a la atención, la imposición al consenso, el protagonismo profesional a la participación ciudadana y, en definitiva, la salud y el cuidado a la enfermedad y la curación como objetivos exclusivos y excluyentes, alejados del paradigma enfermero. Mi objetivo, no ha sido tanto decir, explicar o demostrar como inspirar en vosotras/os lo que es y significa ser una excelente enfermera comunitaria.

            Por todo esto me siento raro. Rareza por lo que supone conjugar, equilibrar, administrar, la tristeza del fin como profesional en activo con la emoción del principio profesional como jubilado. Porque acabo una etapa de mi ciclo vital, para iniciar otra. Pero no abandono mi condición de enfermera, mi curiosidad permanente, mi ilusión constante, mi apetito insaciable por aprender, mi contacto directo con la realidad que nos acompaña y con la que no siempre me siento cómodo, pero a la que no renuncio, tratando de aportar aquello que puedo para tratar de mejorarla.  Me voy, pero permanezco, o al menos lo intentaré.

            Os dejo en muy buenas manos. Iván Hernández Caravaca y Ana García Rubio, ayudados por Toni Pastor y Andrea Gallardo, os acompañarán, como ya vienen haciéndolo desde hace algún tiempo, para recorrer ese maravilloso camino del aprendizaje, de lo que es y significa ser enfermera, una extraordinaria enfermera. En el mejor lugar para hacerlo, la Facultad de Ciencias de la Salud de la Universidad de Alicante.

            Gracias a todas/os quienes habéis sido estudiantes y me habéis permitido compartir con vosotras/os todo aquello que siempre me ha motivado y movido. Motivado porque ha sido lo que me ha mantenido en permanente alerta. Movido, porque es lo que ha hecho que siempre huyese de la pasividad y la inacción para centrarme en la iniciativa y la acción.

            Perdonad por todos aquellos errores que, a buen seguro, habré cometido, pero que nunca han sido intencionados. Por todo lo que, posiblemente, no haya sido capaz de trasladaros, pero que estoy convencido, seréis capaces de identificar e interiorizar. Por todo aquello que me haya impedido empatizar con vosotras/os a pesar de mis intentos por lograrlo.

            Siempre seréis una referencia permanente de mi recorrido vital y profesional. Os llevaré, aunque no sea capaz de retener vuestros nombres, como bien sabéis, en mi memoria y en mi corazón. Formáis parte inseparable de mi esencia enfermera. Aquella que me acompaña y me identifica y sin la que no me reconozco. Si yo, en algún momento, soy rescatado de vuestra memoria me sentiré dichoso por ello, aunque no logre saberlo.

            Os deseo a todas/os vosotras/os lo mejor. Porque además será lo mejor para la Enfermería. Algunas/os de vosotras/os, como quien hoy nos acompaña Isaac Badía, o quienes nos han acompañado durante este curso como Pablo Serna, Marta Gran, Alejandro Cremades u otras/os como Andrés Climent, Elvira Gras, Jorge López, Antonio García, Albert Llorens, Olga Navarro… ncluso como Daniel Vela, que sin ser enfermera seguro que ya se siente como tal, entre otras/os muchas/os ya son, a pesar de su juventud, referentes enfermeros que están marcando la realidad presente y futura de las enfermeras y de la Enfermería.

            Tras todo lo cual, puedo deciros de manera muy clara y voz muy alta, que me siento, FELIZ, ORGULLOSO Y MUY AGRADECIDO.

            HASTA SIEMPRE.

[1] Pedagogo, educador y filósofo brasileño. Es considerado uno de los pensadores más notables en la historia de la pedagogía a nivel mundial(1921-1997)

EL SECUESTRO DE LOS SISTEMAS SANITARIOS Movimiento insuficiente, para cambios necesarios

                                                                                                     “El secuestro es una contradicción en un país que nació de la lucha contra la esclavitud”

 Laura Esquivel[1]

 A Tino Blanco, por su coherencia, su constancia y su compromiso.

 Algo se está moviendo en el Ministerio de Sanidad. No reconocerlo sería de estúpidos o malintencionados. Y no quiero parecer, ni mucho menos ser, ninguna de ambas cosas.

Otra cosa es que el movimiento sea suficiente y, sobre todo, en la dirección adecuada.

Reconozco que el solo hecho de iniciar el movimiento, en sí mismo, ya es complejo dada la cautela con la que hay que actuar, las opiniones y/o posturas que hay que respetar- muchas de ellas sin compartir-, las barreras que hay que salvar, las presiones que hay que aguantar, los equilibrios que se tienen que realizar… para, cuanto menos, vencer la inacción de muchos años mirando hacia otro lado. Por tanto, tan solo por eso o, precisamente por eso, hay que agradecer que el actual equipo ministerial haya ejercido ese empuje.

El movimiento no se concreta en una sola dirección, ni tan siquiera en un único objetivo. Aunque finalmente todo confluya en lo que aún hoy sigue siendo un oscuro objeto de deseo. Al menos para unos cuantos (no diré ni pocos, ni muchos, pero no desde luego para todos).

En algún caso, como el de la Estrategia de Atención Primaria y Comunitaria, que cabe y merece recordar fue iniciado por la ministra Mª Luisa Carcedo y continuado por Salvador Illa, con la impagable y nunca suficientemente reconocida aportación de Faustino Blanco Fernández (Tino). Proceso que sufrió la parálisis provocada por la COVID 19 y sostenida por la, no menos nociva, ministra Carolina Darias y la pasividad e inacción de José Manuel Piñones. No fue hasta la configuración del nuevo ejecutivo, con la incorporación de Mónica García, que se retomó el desarrollo de la Estrategia.

Se impulsó también la Acción Comunitaria con el objetivo de dotarla del contenido y la consistencia que requería para que no quedase nuevamente en una ilusión, una quimera o un sueño de una noche de verano o de invierno, pero tan solo en un sueño.

La Sra. Darias, que utilizó el ministerio de sanidad para su particular trampolín electoral sin que realmente nada de lo que en el mismo se cocía le interesase en demasía, finalmente anunció, su promesa “estrella”, la Estrategia de Cuidados, que quedó en eso, en una promesa que utilizó como marketing personal, pero que abandonó a su suerte. Que no fue otra que la del olvido.

La incorporación de Mónica García y con ella la de la enfermera Alda Recas primero, como Asesora del Secretario General de Sanidad (hasta su marcha al Congreso de los diputados), y posteriormente la de un grupo de enfermeras que ocuparon puestos de funcionarias técnicas, sirvió para sacar del ostracismo la Iniciativa del Marco en Cuidados del Sistema Nacional de Salud (IMACU) que empezó a trabajarse desde el Comité Técnico-Científico y la posterior incorporación, en paralelo, de un grupo extenso de expertas/os, entre los cuales no existe conexión, lo que genera incertidumbres sobre cómo puede evolucionar su desarrollo.

En paralelo a estos “movimientos” están acometiéndose reformas legislativas que sin duda resultan imprescindibles no tan solo para acompañar las iniciativas comentadas y que las mismas no tengan problemas posteriores de recursos por parte de los grupos de presión inmovilistas de siempre y para que puedan desarrollarse con amplias garantías. Así pues, se están debatiendo las reformas de normas tan importantes y largamente esperadas como el Estatuto Marco, La Ley del medicamento o la Ley de Ordenación de las Profesiones Sanitarias (LOPS).

            Por tanto, queda claro, que movimiento existe.

            ¿Por qué entonces dudo sobre la dirección del mismo? Trataré de explicarme.

            En cuanto a las dos primeras estrategias (la de AP y Comunitaria y la de Atención Comunitaria), porque considero que, aunque la voluntad es buena, las reservas, miedos, presiones, recelos, incertidumbres… hacen que las expectativas sean, por una parte, muy heterogéneas en función de la Comunidad Autónoma en la que se desarrollen. Por otra parte, la actitud de quienes tienen que concretarlo con su compromiso e implicación, no siempre son ni los deseados ni los más adecuados para que el cambio que se espera sea el realmente necesario. Pero, sobre todo, porque estos cambios se enmarcan en un modelo asistencialista, medicocentrista, hospitalcentrista, paternalista, fragmentado, tecnocrático, decadente y caduco, como el Sistema Nacional de Sanidad (SNS). Y digo Sistema Nacional de Sanidad, porque por mucho que algunas personas, con buena intención, quieran hablar de Sistema Nacional de Salud, esto es, de momento al menos, tan solo el deseo de unos pocos, demasiados pocos diría. Porque la influencia que ejerce este modelo que impregna, fagocita y contamina, todo, hace que cualquier reforma que se trate de llevar a cabo, finalmente quede tan solo en un intento o que su desarrollo tenga un recorrido efímero y reducido.

            No ha habido nadie que se haya atrevido a acometer una reforma integral del Sistema, como única vía real de cambio. Salvo la que durante el mandato del ministro Salvador Illa, lideró el entonces director general de Sanidad, Tino Blanco, con la constitución, tras la pandemia y sus efectos devastadores no tan solo para la población sino para el Sistema que mostró sus debilidades y deficiencias, de una Comisión de expertos que acometiese con determinación la reforma comentada. Un grupo heterogéneo, multidisciplinar, con amplia experiencia, motivado, exigente… que trabajó, con las limitaciones que marcaba la situación pandémica, con gran implicación y, sobre todo generosidad. Generosidad que se concretaba tanto en la dedicación y el tiempo aportados para avanzar en la redacción del documento, como en la capacidad de abandonar los intereses corporativos, disciplinares o personales, para responder al fin mayor que era el lograr un documento que recogiese los principales cambios a acometer. Cambios que se plantearon no desde un posicionamiento reactivo o de enfrentamiento contra nada ni contra nadie, sino desde el pensamiento crítico, el análisis y la reflexión que partió de la situación de la que se partía, de los recursos con los que se contaba y de las necesidades que se identificaron. Un documento que quedó concluido a pesar de lo que algunos auguraron como imposible. Pero un documento que quedó, finalmente en el fondo de algún cajón o en las cuchillas de alguna máquina trituradora de documentos del ministerio. Es curioso, o no, que a todas/os cuantas/os participamos como expertas/os nos hicieran firmar un documento de confidencialidad. Posiblemente porque ya sospechaban que lo allí propuesto no tuviese posibilidades de salir adelante y así, desde el silencio impuesto, se evitase que la propuesta producto, repito, del trabajo de un grupo de profesionales entregado y muy capaz, viese la luz para no dejar en evidencia la incompetencia o lo que incluso es peor, la maleficencia de quienes dicen sentirse “afortunadas/os” de ser servidores públicos. Ni son servidoras/os, ni creen en lo público. Lo único que puede tener un viso de realidad es que se sientan afortunadas/os por ocupar un puesto desde el que hacer su carrera política. Lo demás les importa realmente poco.

En definitiva, una pérdida de energía, de tiempo, de talento y de aportaciones, cuanto menos, dignas de haber sido tenidas en cuenta y no ignoradas y sin reconocimiento alguno hacia quienes las aportamos por petición ministerial que no por voluntad personal. Quienes relevaron en el ministerio a Salvador Illa y condujeron al abandono a Tino Blanco primero y de parte de su equipo posteriormente, por cansancio y aburrimiento ante la desidia y la incompetencia de quienes desembarcaron en el ministerio dejaron en el olvido y enterrada la propuesta y, por tanto, la posible reforma. La competencia, capacidad y eficacia son virtudes identificadas como muy peligrosas por parte de ciertos personajes instalados en la mediocridad permanente desde la que se toman decisiones en base a ocurrencias o a intereses personales, oportunistas o partidistas. Ya nunca más se supo del tema, a pesar de reclamar su seguimiento. Demasiado atrevimiento para tan poco talento.

No estaría de más, pues, que en ese balanceo que se está generando, se diese un impulso mayor al mismo que permitiese un avance real y no tan solo una sensación del mismo. Intentando acometer, de forma más decidida y enérgica, un cambio más radical para poder hablar, con más criterio que adulterio, de un Sistema Nacional de Salud. No hacerlo, lamentablemente, nos llevará a generar nuevas frustraciones, decepciones, renuncias… de quienes creyeron, una vez más, en las posibilidades de generar un cambio tan esperado y necesario.

            Por el contrario, mantener una estructura como la actual, conducirá a que el Sistema Sanitarista devore cualquier atisbo de cambio que sea identificado por sus defensores a ultranza como una amenaza para sus intereses corporativistas y para quienes se siguen lucrando con una sanidad privada que sigue creciendo de manera permanente. Con el consiguiente empobrecimiento, igualmente creciente, del sistema público que, cada vez, tiene más riesgo de parecerse a un sistema de beneficencia para pobres. Esa si es una estrategia bien pertrechada, con la que se engaña a la población a quien, además, se responsabiliza en gran medida del fracaso del sistema por su alta demanda y dependencia. Ocultando, hipócritamente, la verdadera responsabilidad del colapso y consiguiente fracaso que es, casi exclusivamente, de quienes han generado un sistema paternalista y altamente medicalizado, que se resisten con uñas y dientes a cambiar por considerarlo su nicho ecológico.

Pero esta concatenación de acontecimientos, avances, retrocesos, parálisis, tímidos movimientos, aunque se vendan como acelerones importantes, e incluso ocurrencias poco acertadas, no son exclusivas de nuestro Sistema Sanitario. Diferentes países de Latinoamérica, con la incorporación de gobiernos progresistas, como México, Colombia, Chile… están haciendo propuestas similares a las ya comentadas en sus respectivos países. El problema, como en España, no es que sean necesarias, sino que se presentan como una gran apuesta sin que cuenten con una adecuada planificación organizativa, profesional o económica que, posiblemente, sea la causa de que fracasen. Con la inestimable ayuda, esos sí, de los mismos detractores que actúan como si de una franquicia internacional se tratase.

            Mucho tienen que cambiar las cosas para que el movimiento y los cambios anunciados a nivel Iberoamericano, no sean frenados en seco a las primeras de cambio por las/os de siempre. Porque ni creen en la AP, ni en la Atención Comunitaria y mucho menos en los cuidados enfermeros que consideran una amenaza seria a sus intereses.

Otra razón, esta muy poderosa, para impulsar el Contexto Iberoamericano de Enfermería Comunitaria, desde el que ejercer un verdadero liderazgo social que impulse los cambios radicales que requieren los Sistemas Sanitarios secuestrados durante tanto tiempo para ejercer un chantaje permanente que paraliza la acción eficaz y eficiente de la atención a la salud que precisa la ciudadanía.

Es hora de hacer frente a los lobbies de presión que, amparándose en su interesada aportación a la enfermedad, que no a la salud, mantienen maniatados a gobiernos de todos los colores y tendencias políticas, mientras la población padece las consecuencias de unos sistemas tan caducos, ineficientes y deshumanizados.

            O nos movemos de verdad o nos paran y paralizan, para volver atrás como tanto añoran los secuestradores.

[1]Escritora y política mexicana. Desde 2015 es diputada federal por el Movimiento de Regeneración Nacional (Morena). (1950).

El A1 como derecho y no como caridad De medio monja/medio soldado a Enfermera

“La manera de dar vale más que lo que se da”.

Pierre Corneille[1]

 

La verdad es que no sé muy bien quien me ofrece mayor desconfianza, visto lo visto hasta ahora, si el Sindicato de Enfermeras o el ministerio de sanidad.

Por un lado, el Sindicato de enfermeras, que ahora se ha convertido también, en un acto de claro mercantilismo corporativista, en el Sindicato de los Fisioterapeutas, eso sí conservando las siglas del extinto ATS (SATSE) de tan nefasto recuerdo para las enfermeras Por otro, el ministerio de sanidad que a pesar de que sus actuales inquilinos, con Mónica García al frente, ha modulado su discurso, con relación a las enfermeras, tratando de ofrecer una cara más amable, aunque, al menos de momento, los resultados sean una incógnita cargada de incertidumbre que sigue generando desconfianza.

Recientemente, el diario en línea Infobae[2], que tiene denuncias por difundir fake news, ha publicado la siguiente noticia: Las enfermeras tendrán el A1, pero sin subida salarial: Sanidad traicionará a enfermeras y fisioterapeutas” “El ministerio de Mónica García ha propuesto llevar a cabo la reclasificación profesional de los sanitarios “a coste cero”, denuncia SATSE”. Esta notica, que hasta el momento ninguna de las partes ha desmentido ni confirmado, viene a confirmar mi recelo ante lo que considero un derecho irrenunciable de las enfermeras que, sin embargo, se está utilizando de manera absolutamente maliciosa para presentarla como una reivindicación caprichosa y sin fundamento por parte de quienes siguen ejerciendo el poder de la exclusividad y la exclusión, el lobby médico, que se aferra al A1 como un elemento de distinción con relación a las enfermeras y a otros profesionales, que en ningún caso quieren compartir.

Este derecho, que es lo que realmente es, de las enfermeras, que se asienta en argumentos tan sólidos como irrefutables, por mucho que se viertan razones que tan solo se basan en la clasificación clasista de quienes las utilizan, ha sido capitalizado casi exclusivamente por el SATSE, con tímidos apoyos del Consejo General de Enfermería (CGE) que han visto en este tema una forma de rentabilizar sus organizaciones mientras se olvidan de temas relevantes, tanto laborales como profesionales respectivamente, para las enfermeras.

Por su parte el ministerio de sanidad, enarboló el estandarte de defensa de las enfermeras en diferentes frentes, con un discurso populista que, cuanto menos, ilusionó a las enfermeras, tan faltas de soluciones a los problemas que limitan su desarrollo y encorsetan su evolución de manera sistemática. Una defensa que se concretaba, entre otras medidas y proyectos, en la modificación del vetusto Estatuto Marco, o la Ley del medicamento o la Ley de Ordenación de las Profesiones Sanitarias (LOPS), aún por acometer. Reformas que, sin duda, son urgentes y muy necesarias pero que están sujetas a las presiones de quienes ven en las mismas una amenaza a sus privilegios ancestrales.

Llegados a este punto ni la aparente vehemencia del SATSE, ni la demagogia del ministerio, son suficientes para afrontar y lograr que se consiga este derecho de las enfermeras. Que nadie, ni unos ni otros, se erijan en salvadores de una causa que debiera resolverse sin tener que pactar o contentar a quienes se oponen a tal derecho por mero y exclusivo egoísmo corporativista.

Lograr equipararse al resto de profesionales que comparten idéntico nivel académico a través de los Grados (enfermería, medicina, farmacia, biología, psicología…), no puede ni debe consentirse nunca que sea una concesión caritativa que suponga tener que asumir nuevas limitaciones, como se desprende de la noticia de referencia que, por otra parte, hay que tomar con la cautela y las reservas que merece el medio que la difunde, pero que no se aleja demasiado de los postulados restrictivos a los que nos han intentado acostumbrarnos a las enfermeras secularmente (recordemos, como ejemplo, el Real Decreto de Especialidades de Enfermería[3] en el que se nos hacía renunciar por “ley” a cualquier retribución “extra” por ser y ejercer de especialistas. Todo un “logro” del CGE).

Las enfermeras, dejamos hace tiempo de ser medio monjas y medio soldados como pretenden algunos mantener. No somos monjas de la caridad, ni de la misericordia, ni de la paciencia. Ni somos soldados que tengamos que estar permanentemente metidas en las trincheras para protegernos de los ataques de unos u otros o llevar a cabo incursiones sigilosas para conquistar nuestros “territorios”.

Las enfermeras somos tituladas universitarias como la totalidad de las disciplinas universitarias. Con idénticos deberes (que ya se han encargado de exigirnos de manera inapelable) y derechos. Esto es lo que nos corresponde y esto es lo que exigimos se nos conceda por ley y sin restricciones, al igual que hemos respondido con exquisita ejemplaridad a los deberes inherentes a nuestra condición.

Esgrimir el mayor número de años de Grado (que mantienen como otra forma de diferenciarse del resto sin una justificación real), para mantener privilegios tan anacrónicos como incomprensibles, tan solo obedece a una actitud gremial de autarquía y autoritarismo disciplinar, más medieval que contemporánea. Consentir que esta actitud, no tan solo se mantenga, sino que determine las relaciones interprofesionales e imponga las reglas de juego sometiendo a los poderes públicos a sus postulados caprichos, corporativistas y reduccionistas, es absolutamente intolerable en un Estado de derecho. Porque esto, también es y constituye una clara muestra de chantaje institucional, aunque se quiera “vender” de otra manera.

[1] Poeta, teórico y dramaturgo francés (1606-1684)

[2] https://es.wikipedia.org/wiki/Infobae

[3] Real Decreto 450/2005, de 22 de abril, sobre especialidades de Enfermería. https://www.boe.es/buscar/act.php?id=BOE-A-2005-7354