COMUNA 13 Comunidad y Memoria. Sentimientos encontrados.

                                  A las mujeres que siguen caminando por la verdad y la memoria en la Comuna 13                                   y a la Facultad de Enfermería de la Universidad de Antioquia por ofrecerme participar de una experiencia única.

 

“La memoria del corazón elimina los malos recuerdos y magnifica los buenos, y gracias a ese artificio, logramos sobrellevar el pasado»

Gabriel García Márquez[1]

 

Durante mi estancia en Colombia he tenido oportunidad de participar en actividades académicas, docentes y de investigación de gran interés y muy productivas.

Sin embrago, en esta ocasión, me llevo una experiencia que ha generado en mi un cúmulo de sentimientos y emociones muy diversas que me han hecho reflexionar tanto a nivel personal como profesional sobre nuestro comportamiento como personas y como enfermeras.

La realidad de Colombia es compleja y diversa, intensa e inquietante, dolorosa y sanadora, rica y pobre a la vez. Es una realidad tejida con recuerdos que muchas veces se quieren olvidar y otras se exige recordar. Una realidad que ha generado heridas no siempre curadas. Una realidad que sacude la memoria y adormece el perdón. Una realidad cargada de nostalgia y de necesidad de futuro. Una realidad obstinada y frágil. Una realidad latente y lacerante. Una realidad presente pero llena de ausencias. Una realidad tan lejana como próxima. Una realidad que endurece, pero genera debilidad. Una realidad tan permanente como perdurable. Una realidad que cuesta entender y comprender, pero que es necesario conocer.

Y esa realidad, tan habitualmente manoseada, distorsionada, manipulada, disfrazada, hace que sea vista por quienes no la hemos vivido en primera persona como una realidad artificial, artificiosa, novelesca, cinematográfica… que juega con los tópicos y estereotipos creados a su alrededor como fetiches con los que disfrutar de ella sin tener en cuenta lo triste, sangrante o lacerante, que puede ser para quienes la han padecido o la padecen aún, desde la perplejidad, la rabia y la incomprensión de tanto juicio de valor y tanta interpretación interesada.

Como decía, en mi visita a la Facultad de Enfermería de la Universidad de Antioquia me ofrecieron visitar un fenómeno social que se ha producido en una de las comunas más castigadas por esa realidad. La comuna 13.

El hecho de que la visita se iniciase en la Asociación de Mujeres Caminando por la Verdad, supuso un punto de partida que sin duda modificó la mirada posterior al fenómeno generado en dicha población.

La citada asociación lleva más de 20 años tratando de mantener la memoria de unos hechos que se inician con la irrupción violenta del ejército colombiano por mandato del entonces presidente de Colombia, el autoproclamado salvador de la patria, Álvaro Uribe, y de los paramilitares con el pretexto de expulsar a la guerrilla de la citada Comuna. Aunque el verdadero objetivo era ocupar dicho territorio por se estratégico por su acceso al mar. La incursión se lleva a cabo con la famosa y tristemente conocida operación Orión el 16 de mayo de 2002 con presencia de helicópteros de asalto, tanquetas y un gran número de efectivos del ejército y los paramilitares como si fueran un mismo cuerpo. Durante los tres días que dura la “invasión” además de las muertes provocadas en los enfrentamientos con la guerrilla, desaparecen más de 400 personas de las que, a día de hoy, aún no se sabe nada. A pesar de que existen indicios, testigos y testimonios de que se hallan enterrados en una escombrera anexa a la Comuna, pero que hasta la fecha no se ha podido comprobar por la negativa de las autoridades a autorizar la excavación de la citada escombrera en busca de los cuerpos de todas estas personas en su gran mayoría jóvenes sin otra culpa que ser residentes de la Comuna, lo que por sí solo, les convertía en sospechosos, cuando no en criminales.

El dolor de la pérdida unido al intento permanente de sepultar, junto a los cuerpos de estas personas, la memoria de lo acontecido, han sido una constante que ha permanecido en la vida de las/os habitantes de la Comuna en general y en la de los familiares de las/os desaparecidos en particular, junto a la constancia, el compromiso, la fortaleza, el recuerdo, la añoranza y la esperanza por encontrar a sus seres queridos para restablecer su recuerdo y mantener la memoria de unos hechos, con el principal objetivo de que nunca más se produzcan hechos similares.

En ese caminar por la verdad durante más de 20 años, los resultados han sido escasos, aunque las alianzas, los vínculos, las relaciones generadas entre estas personas, producto del dolor compartido, han propiciado apoyos invaluables, afrontamientos terapéuticos, resiliencia sanadora… que han permitido que se mantenga viva su esperanza por lograr su objetivo. Un objetivo tan humano como el reencuentro con sus familiares y tan incomprensible como persistentemente negado desde la mezquindad más absoluta por quienes aún hoy siguen actuando como actores de dichas desapariciones.

Asentada en esta cruda y desgarradora realidad, está la transformación que ha sufrido la comuna 13, convirtiéndola en un centro de atracción turística. Los grafitis de recuerdo a lo acontecido pintados en las fachadas de las precarias viviendas de la Comuna, fueron el inicio de una atracción curiosa por contemplar estas obras de arte callejero. Se fueron complementando con la habilitación de las viviendas en lugares de consumo de comidas y bebidas, de venta de recuerdos entre los que se mezcla la ficción con la realidad, la verdad con la mentira, el dolor con la diversión… logrando que el negocio se apodere del recuerdo, la memoria e incluso el dolor, para dejar paso a una atracción turística que desvirtúa una realidad como la descrita al principio. La descripción de los grafitis en inglés se convierte en un relato anecdótico sin nexo de unión con la cruda realidad y diluido en la fiesta que lo rodea todo.

Se impone la dinámica del negocio a la vivencia y la memoria. Cada nuevo local de ocio entierra una parte de la memoria que se ha intentado recuperar durante todo ese tiempo. Cada nuevo letrero de neón ciega la verdad de lo ocurrido. Cada nueva escultura disfraza la miseria aún presente. El dinero consumido hace, si cabe, más patente la pobreza existente. La contaminación acústica de la música y las voces de las/os turistas hace más ensordecedor el silencio de la historia pasada. Y todo esto con la escombrera que contiene los cuerpos de los desaparecidos como terrible testigo de toda esta cruel transformación mercantilista.

La perspectiva de negocio está provocando la compra de viviendas para convertirlas en nuevos locales de diversión, lo que provoca un desplazamiento y un desarraigo de quienes llevan desde siempre viviendo en la Comuna. Es decir, no es una transformación en la que las/os habitantes sean sujetos activos de la misma y por tanto se beneficien de ella con un cambio en sus actividades y en sus vidas. No, se trata de una colonización del espacio con todo lo que la misma supone.

A todo esto, contribuye la administración pública con la instalación de escaleras mecánicas que faciliten el acceso sin esfuerzo de las avalanchas de turistas, cuando hasta hace poco las/os habitantes de la Comuna tenían serias dificultades para acceder a los lugares de abastecimiento de alimentos o a servicios esenciales. Las líneas de autobuses ahora llegan donde antes nadie quería hacerlo. Todos, en mayor o en menor medida, contribuyen a esta surrealista realidad que se quiere vender como una oportunidad de cambio favorable para la Comuna. Comuna que no tiene otra que contemplar como lo que nunca se le concedió a ella, cuando no había negocio, ahora se ofrece con tanta facilidad como generosidad con tal de incrementar las ganancias.

Uno se asoma a una de las tantas terrazas de los establecimientos de restauración y contempla con perplejidad el mar de techos de uralita sujetos, tan solo por el peso de unos viejos ladrillos o de piedras, a la precaria estructura de lo que es una vivienda igualmente precaria, cuyos moradores además ahora, deben soportar los inconvenientes del ruido, el tráfico, y la presencia escandalosa de las/os turistas ajenos a cuanto sucedió allí y al sufrimiento que causó y permanece tan vivo como escondido por esta nueva y consentida realidad.

La mirada enfermera de cuanto contemplé me llevó a reflexionar sobre la condición humana y también sobre la condición enfermera. Cuanto veía y escuchaba generó en mí, sentimientos encontrados y confrontados que no me permitían disfrutar al mismo nivel del que se identificaba en el ambiente.

La condición humana por lo que supone que lo que antes era un espacio de violencia, terror, miedo, inseguridad… se convierta, en aras del mercantilismo más exacerbado en un foco de atracción y diversión sin importar lo más mínimo lo que ese cambio supone y representa para quienes antes eran considerados casi como delincuentes en potencia y ahora simplemente son ignorados.

La condición enfermera por lo que representa que una comunidad pierda su condición de comunidad para transformarse en un sumatorio de individuos que simplemente habitan en un contexto que pierde su identidad, sus tradiciones, su historia, su cultura e incluso su memoria, por tristes y dolorosas que fueran, en favor de un negocio del que, en la gran mayoría de las ocasiones, no son partícipes ni mucho menos beneficiarios.

Una comunidad que fue objeto permanente de olvido por parte de las instituciones públicas a la hora de ofrecer servicios que permitiesen llevar una vida digna a las/os habitantes de una comuna que se agarra como puede a las laderas de una montaña que circunda la opulencia de un ciudad a la que ven desde la distancia. Una comunidad que no ha sido identificada como un contexto vulnerado sino vulnerable, entendiendo que son vulnerables en función de su voluntad y no como consecuencia del olvido, la dejadez, la insidia y la desidia de quienes teniendo la obligación moral y ética de actuar no lo han hecho argumentando para ello razones tan falsas como torpes.

Las administraciones públicas tienen la obligación de velar por la seguridad, libertad, equidad, acceso a bienes esenciales, el respeto a los derechos humanos… de cualquier comunidad y no tan solo de aquellas que tienen los recursos y las facilidades para lograrlo, haciendo un uso racional de los recursos y una distribución equitativa de los mismos. Favoreciendo la prestación de cuidados, de asistencia sanitaria, de acceso a la educación, de saneamiento, de limpieza… aunque no sean objeto de atracción turística. Facilitando la accesibilidad y disminuyendo la pobreza, la desnutrición y la pérdida de autonomía de sus habitantes. Y estas obligaciones no se pueden limitar a enterrar la identidad comunitaria para construir sobre ella una nueva realidad al margen de la memoria, el recuerdo, el dolor, el sufrimiento e incluso la muerte generada y enterrada de manera cobarde y mezquina.

Las enfermeras, por su parte, tienen igualmente la obligación de atender las necesidades de las personas, trabajando por generar entornos saludables allá donde sea necesario y confluyan determinantes sociales que impactan muy negativamente en la salud de las personas, donde el acceso a los recursos es difícil o improbable, donde los niveles de educación son bajos o inexistentes, donde la pobreza es alta o sistemática… porque esos son los contextos prioritarios de atención. Porque esas son las personas vulneradas que precisan de nuestros cuidados. Porque esos son los entornos susceptibles de discriminación. Porque esas son las familias con necesidad de intervención. Porque esa es nuestra responsabilidad y nuestro ámbito de actuación prioritaria. Porque esas son las comunidades que más precisan de ser empoderadas para lograr la autodeterminación, la autogestión y la autonomía que les permita y faculte para su autocuidado.

No podemos ni debemos escudarnos en limitaciones organizacionales, ni en dependencias funcionales, ni en criterios administrativos… que en lo único en que se convierten es en escusas para tranquilizar nuestras conciencias en el mejor de los casos o de distracción para desviar la mirada hacia otro lado con tal de evitar ver la realidad existente.

El liderazgo transformador enfermero va más allá de la normatividad, las intervenciones en comunidades reguladas y regladas, las estrategias con disponibilidad de recursos, las acciones de resultados esperados o el control calculado. El liderazgo transformador enfermero representa asumir responsabilidad, ser creativo, innovador, proactivo, asertivo, arriesgado, optimista y luchador por una sociedad mejor. Para ello debemos trascender a las apariencias, las sospechas, los temores… basados en estereotipos sociales que generan discriminación y limitan nuestra intervención.

Transformar supone hacer que algo cambie o sea distinto, pero sin alterar totalmente todas sus características esenciales, como lamentablemente se está haciendo con la Comuna 13, con todo lo que ello supone para sus gentes y para su comunidad y su sentimiento como tal. Y con lo que ello significa de modelo a replicar en otras comunidades en un intento por salir de la situación que nadie quiere identificar y sobre la que nadie tiene interés en intervenir.

No actuar representa un riesgo para las comunidades y una pérdida de control sobre sus vidas, su convivencia y su salud.

Nadie es ajeno pues a lo que suceda. Actuar como mero turista supone contribuir a perpetuar unas heridas abiertas que antes o después desencadenarán nuevamente violencia como efecto de una memoria ocultada y amordazada.

 

[1]Escritor y periodista colombiano. Reconocido por sus novelas y cuentos (1927-2014).

COMPETENCIAS DE LAS ENFERMERAS COMUNITARIAS Con pasión y con compasión

                          A las/os estudiantes, docentes, líderes y gestoras de la Universidad Nacional de Colombia (Bogotá). Por ser un ejemplo de superación y de fortalecimiento de la Enfermería Colombiana.

                        Abrazar el sufrimiento culmina en una mayor empatía, la capacidad de sentir lo que es para                                   el otro sufrir, que es la base de la compasión y el amor no sentimentales«

Stephen Batchelor[1]

 

Siempre que hablamos de competencias de las enfermeras comunitarias hacemos énfasis en la salud. Hablamos de salutogénesis en contraposición a la patogénesis. Incidimos en la importancia de la promoción de la salud. Abogamos por la indicación social antes que por la prescripción farmacológica. Creemos en el consenso y la participación activa de las personas y no en la orden o el mandato terapéutico. Preferimos escuchar y actuar a actuar y que nos escuchen solamente. Acompañar a tan solo sustituir. Educar a imponer. Respetar, aunque no compartamos, a amenazar o asustar. Situar a la persona y su identidad por delante de la enfermedad. Identificar las necesidades en lugar de percibirlas. Observar en vez de interpretar. Valorar y movilizar sus recursos antes de imponer los nuestros. Empatizar y no tan solo simpatizar. Ayudar a las personas a lograr la autoestima y autonomía, que les faculte en el autocuidado, en vez de hacerles pasivos, obedientes y sumisos. Pasar el protagonismo a las personas abandonando el nuestro. Ayudarles a comprender, querer, lograr y mantener la salud y no a perseguirles con la salud. Equilibrar en vez de prohibir. Informar y no alarmar. Afrontar en lugar de rechazar. Aprender de la narrativa de las personas en lugar de usar únicamente nuestra narrativa técnico-profesional. Humanizar la ciencia para que aporte cuidados dignos además de evidencias. Abogar por la equidad, libertad, igualdad… y no tan solo por la legalidad vigente. Ayudar a elegir y no escudarnos en una conciencia individual y egoísta…

Pero estas competencias necesarias para prestar una atención de cuidados se interpretan muchas veces como menos importantes, especializadas, necesarias, científicas… por alejarse de la tecnología, el positivismo, la causalidad, la medicalización… que caracterizan a la asistencia creada, modelada, guiada, reglada… por quienes, actuando como exclusivos protagonistas del sistema en que se da, invalida las capacidades de sus receptores y la de cualquier otra posible opción de intervención profesional.

Es como si desde el planteamiento humanista y humanizado del cuidado profesional enfermero no se pudiese contribuir a curar. Como si el hecho, la acción, la competencia o la capacidad del cuidado anulasen, impidiesen o contraviniesen las de curar. Como si cuidar y curar fuesen antagonistas. Como si cuidar no fuese una manera de curar o si curando no se pudiese cuidar. Dicotomía del cuidar – curar que se asimila a la de salud – enfermedad, anulando con ello a una de las partes.

Se establece una confrontación en la que se trata de competir sobre qué es más importante, si cuidar o curar. Quién puede tener más prestigio, si quien cuida o quien cura. Cuál es más imprescindible, más influyente, más reconocido y reconocible. Y en ese torpe juego de vanidades se deshumaniza el curar y el cuidar. Porque se está más pendiente de lo que pueden perder unas/os u otras/os desde sus respectivas competencias que de lo que pueden y deben aportar o de lo que pueden perder las personas.

Se ha impuesto y con ello naturalizado que curar es una acción superior y de prestigio que tiene un único dueño profesional y científico. Que cuidar, sin embargo, es algo consustancial al ser humano y como tal universal y en consecuencia ausente de ciencia o al menos una ciencia menor que se incorpora a las ciencias de la salud, a las que, quienes se consideran dueños exclusivos de la curación no quieren o se resisten a pertenecer por miedo a perder visibilidad, protagonismo y autoridad[2].

Desde esta falsa y manipulada creencia, cuidar se identifica como algo secundario en el proceso de salud enfermedad y muerte. Muerte que, curiosamente, tienden a rechazar o esquivar quienes tan solo tienen como objetivo curar al identificarla como un fracaso a su intervención.

Así pues, ser y actuar como enfermera comunitaria en un contexto tan profesionalmente manipulado resulta no tan solo difícil sino en muchas ocasiones desalentador.

Es necesario destacar y aclarar que las enfermeras comunitarias, desde esa máxima de mantener sanos a los sanos, no renuncian en ningún caso a su necesaria e importante intervención cuidadora de quienes tienen problemas de salud además de enfermedades. Y, precisamente, aquí radica la diferencia. En que, como enfermeras comunitarias, no tan solo nos centramos en las enfermedades, sino que lo hacemos sobre todos aquellos aspectos, determinantes, causas, que impactan en la salud de las personas, las familias y la comunidad. Sobre todas las necesidades que requieren de respuestas humanas y humanizadas que permitan construir afrontamientos eficaces desde los recursos personales, familiares, sociales y comunitarios de los que disponen. Sobre los miedos, los temores, las incertidumbres, que provocan las enfermedades, pero también sobre los que provocan las desigualdades, la vulnerabilidad, la violencia, la discapacidad, la diversidad, las diferencias… que actúan como detonantes de desequilibrios físicos, mentales, sociales y espirituales que requieren de respuestas integrales, integradas e integradoras que impidan fragmentar a las personas en función del órgano, aparato o sistema que tengan afectado.

Porque al cuidar en la comunidad se asume un cuidado continúo y continuado a lo largo de todo el ciclo vital, desde antes del nacimiento hasta después de la muerte, que requiere y exige un conocimiento especializado y un compromiso e implicación con la salud desde una perspectiva de integralidad.

Pero interpretar esa integralidad como generalidad y desde la misma exenta de conocimiento especializado es en sí mismo una torpeza o una clara mezquindad. De igual manera que interpretar el cuidado como algo menor o secundario al curar.

Cuidar en y con la comunidad supone adquirir competencias que hagan del cuidado una respuesta de salud, saludable y sanadora, que se complemente con las competencias profesionales de otras disciplinas y con las competencias individuales y colectivas de las personas y las familias. Requiere de conocimientos científicos, pero también del conocimiento del contexto en el que se actúa Cuidar en y con la comunidad no es un acto puntual, es una actitud permanente de atención y no tan solo de asistencia, hacia quien es cuidada/o respetando su autonomía para evitar su dependencia. Cuidar en y con la comunidad es renunciar a nuestros posicionamientos para tratar de comprender, que no asumir, los de quienes cuidamos. Cuidar en y con la comunidad significa defender la dignidad humana. Cuidar en y con la comunidad exige una empatía que nos sitúe en el lugar de las personas y sus circunstancias. Cuidar en y con la comunidad requiere respuestas firmes y decididas que implican, muchas veces, confrontaciones con el poder establecido, en cualquiera de los ámbitos o maneras en que se ejerce. Cuidar en y con la comunidad demanda una actualización permanente de conocimientos científicos, pero también de información que no nos aísle en nuestro nicho ecológico profesional. Cuidar en y con la comunidad supone identificar y comprender las necesidades más allá de las palabras. Cuidar en y con la comunidad supone salir de nuestras zonas de confort para ir allá donde las personas viven, conviven, trabajas, estudian, se divierten… Cuidar en y con la comunidad es tejer redes de colaboración, apoyo, resistencia y resiliencia desde las que empoderar a las personas para que sean dueñas y responsables de su salud.

Y este cuidado en y con la comunidad, se lleva a cabo con personas sanas y enfermas.

La cronicidad, la salud mental, el cáncer, la discapacidad… precisan de cuidados que vayan más allá de la resignación al dolor, el sufrimiento o la muerte. Se puede y deben ser atendidos desde planeamientos de promoción de la salud, de integración, de experiencia, de autoestima… que permitan a las personas sentirse útiles en una sociedad tan influenciada por una obsolescencia ligada al posicionamiento dicotómico establecido entre un patrón muy determinado de belleza y la edad que nos lleva a una nueva forma de discriminación social como son el edadismo y el utilitarismo. Es por eso que debemos cuidar desde la compasión que no compadecer.

Cuidar desde la compasión entendida esta como “la cualidad humana de entender o ser consciente del sufrimiento de los demás, acompañado del deseo de actuar para remediarlo mediante intervenciones culturalmente apropiadas y aceptables[3]que se aleje del significado secuestrado por la religión como sinónimo de caridad, misericordia o beneficencia que en ningún caso pueden ni deben ser virtudes de una atención de calidad y calidez en un sistema público de salud. Siendo fundamental para llegar a generar una sociedad compasiva en idénticos términos a los expuestos.

Esta atención cuidadora desde la compasión se concreta según diferentes estudios[4] entre otras a la atención integral continuada. A la presencia, referida a dedicar tiempo de calidad a las personas. Al acompañamiento emocional estableciendo una conexión con las personas en términos de igualdad y haciendo uso de la empatía. Identificando las necesidades de las personas y resolviéndolas mediante cuidados óptimos.

Por todo ello son necesarias las referidas competencias de las enfermeras comunitarias, porque limitarse a las responsabilidades técnicas no satisface las acciones compasivas. “Ir más allá” significa abordar, desde la humanización que no del sentimentalismo, los ámbitos emocional, psicológico, cognitivo y espiritual para lograr la satisfacción de las necesidades holísticas, que de manera tan insistente como torpe se resisten a entender e incorporar quienes todavía se sienten dueños y decisores exclusivos de la sanidad, que no de la salud, a pesar de que actúan a espaldas o en contra de la misma en base a muchas decisiones que deshumanizan la atención. Como se demuestra cuando se habla de la necesidad de rehumanizar la atención en clara alusión a la pérdida de la misma.

Desde la atención comunitaria, por otra parte, hay que tener en cuenta que la influencia cultural alimenta y determina el concepto de compasión, así como la manera en la que las enfermeras comunitarias la ponen en práctica. Es importante destacar pues, que la diferencia cultural es la causa de la discordancia en la percepción del concepto entre países y contextos. Dentro de la cultura, la religión tiene una gran influencia, así como la tiene también el nivel económico y educativo, los valores y cultura propios, la edad o el género. Todo lo cual exige una preparación muy especializada y una actitud muy comprometida con el cuidado profesional que prestan las enfermeras comunitarias.

Pero resulta también imprescindible tener en cuenta la influencia del contexto sociopolítico, las situaciones de guerra, crisis económicas o catástrofes naturales, que en ningún caso pueden ser eludidos en el proceso cuidador de las enfermeras comunitarias, como si fuesen sucesos, acontecimientos o hechos ajenos a nuestra atención cuidadora. Hacerlo supone ignorar el sufrimiento que provocan y con ello su trascendente y negativo impacto en la salud.

Seguir creyendo que curar se circunscribe a la asistencia médica, tecnológica o farmacológica es un planeamiento reduccionista que limita o anula la identificación del cuidado profesional como una aportación tan valiosa como imprescindible Además de que el mismo favorece una acción saludable centrada en las personas. Integradora e integral. Contribuyendo a la construcción de entornos más saludables, autónomos, solidarios y felices, en los que poder vivir y convivir.

Por lo tanto la salud y el cuidado tienen cabida en la enfermedad. Y no tan solo como un fin, sino como el medio para responder a las necesidades que se generan y que requieren de cuidados prestados con pasión, no de padecimiento sino de preferencia o devoción y con compasión.

Por eso mismo las enfermeras comunitarias seguiremos trabajando con pasión para defender nuestra aportación fundamental a la deseada compasión que permita ofrecer la mejor atención a las personas, las familias y la comunidad. Pasión que venza una pasividad que supone el peor enemigo ante lo que suponen claros intentos por mantenernos al margen de esta defensa y en beneficio de un sistema claramente alejado de la compasión y más cercano a la beneficencia.

[1]Profesor y escritor budista, que se ha convertido en un referente del movimiento de Budismo Secular.(1953).

[2] Tan dolo hay que ver cómo en muchas Universidades las Facultades de Medicina están separadas de las Facultades de Ciencias de la Salud por decisión propia e incomprensible consentimiento y permisividad de los equipos de gobierno universitario. Significando en sí mismo una incongruencia científica. A nadie se le ocurriría una Facultad de Abogacía al margen de la Facultad de Derecho, por ejemplo.

[3]Papadopoulos I, Ali S. Measuring compassion in nurses and other healthcare professionals: An integrative review. Nurse Educ Pract. enero de 2016;16(1):133-9. Disponible en: https://www.sciencedirect.com/science/article/abs/pii/S1471595315001298?via%3Dihub [acceso: 05/03/2024]

[4]Papadopoulos I, Taylor G, Ali S, Aagard M, Akman O, Alpers L-M, et al. Exploring Nurses’ Meaning and Experiences of Compassion: An International Online Survey Involving 15 Countries. J Transcult Nurs. mayo de 2017;28(3):286-95. Disponible en: http://journals.sagepub.com/doi/10.1177/1043659615624740[acceso:05/03/2024]

 

AUSENCIA DE REFERENTES Razones y sin razón de una falsa igualdad.

                                                                       Gracias a todas aquellas enfermeras referentes que no han sido ni identificadas ni reconocidas, pero que han actuado como tales.

                                 Al final, no son los años en nuestra vida lo que cuenta, sino la vida en nuestros años»

                               Abraham Lincoln[1]

 

He reflexionado muchas veces sobre la falta de identificación de referentes enfermeros y sus consecuencias en la identidad profesional. No es novedad y no voy a volver a insistir sobre algo que todas/os conocemos, aunque lamentablemente mantenemos prácticamente inalterable.

Sin embargo, dicha carestía identitaria, aunque identificada y reconocida, raramente es analizada en busca de sus causas. Porque sin conocer cuáles son las posibles razones de la incapacidad de reconocimiento, difícilmente seremos capaces de revertirlas y mucho menos de evitar las consecuencias tan negativas que dicha ceguera profesional provoca en nuestro colectivo.

Posible o seguramente, las razones que ahora voy a plantear, no serán las únicas e incluso algunas/os consideren que ni tan siquiera debieran ser consideradas como tales. Puede, incluso, que haya quienes piensen que no es cuestión de buscar causas, al considerar que se trata de una característica propia de nuestra profesión que no es posible cambiar y que no representa un problema.

En cualquier caso me voy a aventurar a compartir mis planteamientos al respecto por varias razones. En primer lugar porque me resisto a pensar que las cosas son lo que son porque siempre han sido así y no se pueden ni deben modificar. Algo tan irracional y poco científico que, en sí mismo, ya es una poderosa razón para tratar de identificarlas. No hacerlo es un primer paso para la renuncia científica de nuestra profesión o para la ausencia de pensamiento crítico.

En segundo lugar, porque estoy plenamente convencido de que ser enfermera, aunque sea algo más que una profesión y pase a convertirse en una forma de vivir, no puede ser nunca una manera de anular su identidad y la de sus referentes, porque ello supondría una manera negativa de vivir que impediría una proyección positiva en los cuidados que prestamos.

Y en tercer lugar y no por ello en último, porque posiblemente haya más argumentos que en estos momentos no logro tipificar y que requieren de mayor reflexión.

Por otra parte, desde la identificación propia que hago de referentes en mi vida enfermera, me niego a aceptar que estos puedan ser una rareza, excepción, distorsión, anomalía… de la realidad enfermera y de distancia con otras disciplinas, profesiones o ciencias.

Así pues me voy a permitir empezar por una razón que considero muy poderosa, pero que ha venido determinada por la acción que sobre nuestra evolución han tenido las decisiones tomadas por personajes ajenos a nuestra profesión.

Aunque pueda parecer reiterativa su mención, no deja de ser una realidad que debe ser recordada, aunque tan solo sea para evitar que nunca más se vuelva a repetir. La decisión injusta, irracional, reaccionaria, autócrata, represora… tomada tras la finalización de la guerra civil y la instauración de la dictadura franquista, de paralizar el desarrollo profesional de las enfermeras iniciado durante la segunda república, supuso a mi modo de ver, entre otras consecuencias, cercenar cualquier posibilidad de referencia enfermera derivada de su trabajo específico, excelente y autónomo. Limitar la capacidad de referencia a las “virtudes” de obediencia, lealtad, docilidad, sumisión, que entre otras, se asociaron a una impuesta vocación divina de servicio, no son la mejor manera desde la que hacer aportaciones profesionales destacadas que pudiesen ser identificadas como ejemplo a seguir, ni como identidad de quienes las realizaban, a no ser las ya descritas que siempre se relacionaron a los comportamientos considerados adecuados para las mujeres por imperativo social y militar. Por lo tanto, esta es una realidad que no puede ser esgrimida nunca como algo consustancial con la enfermería y mucho menos con las mujeres. Se trató de una acción premeditada de invisibilización y sometimiento que actuó de manera intensa e intensiva tanto sobre la imagen que se proyectaba a la sociedad como sobre la que se identificaba de ellas mismas por parte de las propias enfermeras.

En idéntico periodo convivían con las enfermeras los practicantes que eran reconocidos como ayudantes de medicina y cirugía y que en la mayoría de los casos eran o médicos frustrados o que no habían tenido las posibilidades de estudiar medicina, pero que en ningún caso eran referencia de una enfermería que no practicaban a pesar de su denominación de practicantes.

Por ambas razones las sombras proyectadas por unas y otros nunca permitieron proyectar la luz que podrían haber iluminado acciones específicas de referencia enfermera.

Tras algunos años de posguerra se determinó, por quienes siempre quisieron hacer un uso y abuso de las enfermeras, que era momento de aunar las profesiones de enfermeras, matronas y practicantes en una sola que determinaron con absoluta premeditación e intención que se denominase Ayudante Técnico Sanitario (ATS). Ni la acción de supuesta y benéfica unidad, ni la denominación que anulaba la identidad enfermera, ni los contenidos de los estudios para poder acatar actividades y tareas exclusivamente delegadas, fueron casuales, ni obedecieron a una sana intención. Todo fue una maliciosa estrategia de negacionismo profesional que, además, se pensó sería más eficaz reagrupando a todas/os en un único y perverso proyecto de subsidiariedad hacia la poderosa medicina y quienes desde la misma urdieron el plan. No dejaron nada al albor de la casualidad o de la capacidad de reacción de quienes fueron conducidas/os a dicha aniquilación profesional. Así pues, desde esa trampa profesional, pero ausente de profesionalidad, resultaba muy difícil, por no decir imposible, identificar referencias propias que permitiesen asimilarlas a liderazgos profesionales. Fundamentalmente porque nos habían dejado sin profesión, nos habían inmovilizado con los grilletes de ATS y nos vigilaban y controlaban para que cumpliésemos con el cometido que habían dispuesto e impuesto.

El tiempo de la condena en los “campos de concentración sanitarista” no permitió ningún avance significativo y tan solo desde la resistencia y coincidiendo con la agonía del dictador y su tiránica acción se logró, por parte de un destacado y convencido grupo de enfermeras, eliminar los grilletes de ATS e iniciar una nueva etapa de desarrollo profesional propio bajo un nuevo acrónimo como el de Diplomado Universitario de Enfermería (DUE). Si bien es cierto que fue un punto de inflexión fundamental, no es menos cierto que continuábamos ligadas a unas siglas que nos diferenciaban claramente, diplomadas que no licenciadas, aunque nos identificaban como universitarias y ligadas a la Enfermería. Unas siglas las de DUE, que nos enfrentaban a las/os ATS y seguían ocultando nuestra verdadera identidad como enfermeras. Habíamos pasado de ATS a DUE. Desde esta nueva realidad, aunque indudablemente positiva, tampoco resultaba fácil identificar referentes y además resultaba complejo desprenderse de la influencia de las/os ATS y de sus “guardianes” para un desarrollo que nos permitiese proyectar la luz propia de la Enfermería.

Seguíamos pues ausentes de referentes. Bueno no, ausentes no, porque haberlos, como las meigas, los había, pero o nos daba miedo reconocerlos o nos negábamos a ello por miedo, envidia, ignorancia o desidia, que de todo había como en la viña del Señor.

El Espacio Europeo de Educación Superior (EEES), junto a las acciones de algunas sociedades científicas y la aparición de las primeras revistas científicas de Enfermería, contribuyeron a que la Enfermería y las enfermeras empezasen a ser visibles y audibles, aunque fuese en baja resolución de imagen y a un nivel muy bajo de voz, pero cuanto menos lo éramos como enfermeras. Esta nueva situación nos situaba en idéntica posición académica en la Universidad a la del resto de ciencias y disciplinas, pero no así en el ámbito profesional de las organizaciones sanitarias, dado que seguían existiendo clarísimas diferencias de actitud y reconocibles coincidencias de resistencia al desarrollo profesional. Tanto internas o propias de las enfermeras, como externas o ajenas por parte de los médicos. Todo ello seguía propiciando una espesa niebla profesional que impedía reconocer a las referentes enfermeras y que su luz se proyectase con claridad, en su intento fallido por superar la bruma que las ocultaba.

Si bien es cierto que el paso del tiempo fue reduciendo significativamente las diferencias con ATS y DUE, lo que permitió recuperar y asumir, nuestra identidad propia como enfermeras, no es menos cierto que las instituciones no contribuyeron a que, este deambular entre tinieblas, resultase fácil a la hora de reconocer dicha identidad y con ella interiorizarla con la naturalidad que correspondía y hubiese permitido un recorrido menos penoso y complicado a la vez que deseado y necesario. Pero nuevamente nada era casual.

La última de las razones que voy a plantear no deja de ser una consecuencia de las anteriores, aunque considero que esta tiene una implicación directa de las enfermeras que escapa, sino totalmente casi, a la influencia ejercida por terceros como sucedía con las razones previas.

Lo que considero reminiscencia de lo vivido, es la influencia que se ejerció en nuestro imaginario profesional y que condujo a que las enfermeras nos identificásemos como profesionales aptas para cualquier actividad, función o competencia, es decir, servíamos igual para un roto que para un descosido. Esta uniformidad artificialmente impuesta supuso un claro obstáculo a la identificación de referencias destacables por parte de las enfermeras, al asumir como natural lo que era una forma clara de limitar nuestra diferencia. Utilizarnos como comodín era muy eficiente para el sistema, pero al mismo tiempo actuaba como barrera para nuestra proyección profesional.

Con relación a dicha uniformidad es preciso destacar también la falsa creencia, incorporada como parte de nuestra forma de ser y comportarnos, de que todas somos iguales. Y todas ni somos iguales ni nos comportamos igual. La igualdad no es incompatible con la diferencia, es más, la diferencia contribuye a la verdadera igualdad y no su ausencia que la enmascara y distorsiona.

La experiencia es fundamental en el desarrollo profesional de cualquier disciplina tal como refleja de manera precisa la Dra. Patricia Benner en su obra “De enfermera novicia a enfermera experta”[2], que a pesar de los años transcurridos sigue estando vigente y de actualidad. Pero para lograr experiencia, no tan solo se requiere el transcurso del tiempo. Esto no es experiencia es antigüedad y es importante distinguir la diferencia si queremos lograr resultados de excelencia. Resulta imprescindible el compromiso e implicación de las nuevas enfermeras en su formación y desarrollo, pero también el respeto hacia quienes ya han alcanzado una experticia por la que necesariamente deben ser identificadas como referentes con las que aprender a avanzar y a adquirir dicha experiencia. Se trata pues de un camino compartido de respeto mutuo y de reconocimiento diferenciado que cimente el necesario desarrollo profesional que contribuirá a mejorar la atención prestada por unas y otras. Por su parte las enfermeras expertas no deben actuar desde la indolencia y la insolencia con las nuevas generaciones de enfermeras. Asumiendo su deber, como enfermeras expertas, de formadoras, tutoras, facilitadoras, articuladoras, del desarrollo profesional de las nuevas enfermeras para que puedan ser identificadas por estas como referentes. Ser compañeras no debe suponer en ningún caso que se pierdan las imprescindibles y necesarias referencias de relación profesional que van mucho más allá de una cuestión de galones o de antigüedad. Existe la obligación de actuar científicamente abandonando la tentación de la pasividad que conduce a mantener como válido aquello que se repite por inercia y rutina asimilándolo a una falsa evidencia. Pero esto, lamentablemente, ni lo tenemos identificado, ni asimilado, ni superado, ni a sumido. Cualquier enfermera recién graduada pasa a tener exactamente la misma consideración que aquella que lleva 30 años de ejercicio y de formación. Es más, sigue siendo igual de válida para incorporarse a cualquier servicio por complejo que este sea en base a su consideración como enfermera. Consideración realizada tanto por parte de la institución que las contrata, como por parte de las enfermeras que lo aceptan como natural. Se sienten en igualdad de condiciones por el hecho de ser enfermeras, aunque realmente debiéramos decir que lo es por el hecho de tener el título que les habilita como enfermeras. Porque SER enfermeras es algo mucho más complicado que tener un título por el que te contraten. Y esta falsa igualdad se traduce inmediatamente en una dificultad para lograr identificar y respetar a las referentes enfermeras y aún mucho más para proyectarlas y hacerlas visibles como líderes.

No se trata, al menos no es esa mi intención, establecer la jerarquía castrense que tienen impuesta los médicos, fundamentalmente en el ámbito hospitalario. Pero sí de diferenciar, en base a capacidad, méritos y actitud, la acción profesional y en base a ello poder identificar y respetar a quienes deben de ser nuestras referentes profesionales.

La sólida preparación de las enfermeras jóvenes, o noveles como las identifica Benner, no debe impedir, sino justamente todo lo contrario, seguir aprendiendo de la experiencia de sus compañeras desde la humildad, generosidad, el respeto y la admiración, que no la sumisión, tratando de identificar e incorporar referentes a su desarrollo profesional. Solamente desde esa actitud serán capaces de desarrollar un trabajo que se traduzca en excelentes aportaciones como enfermeras y en la consecuente adquisición de una experiencia tan necesaria como habitualmente poco reconocida.

Así pues, los determinantes históricos y la evolución y actitud de nuestra propia profesión nos han conducido a asumir como naturales la ceguera y sordera identitarias que nos impiden conocer y reconocer a nuestras/os referentes. Debemos empezar a abrir los ojos y destapar los oídos si queremos realmente avanzar como ciencia, profesión y disciplina, y no seguir tropezando permanentemente en la misma piedra y permaneciendo al margen de lo que es necesario oír.

Conocidas o reconocidas las razones, no podemos ni debemos caer en la sin razón de mantener la ausencia de identificación y reconocimiento de referentes. Finalmente no es tanto lo que nos ocurre, sino cómo reaccionamos a lo que nos importa o nos debiera importar.

[1] Político y abogado estadounidense que ejerció como decimosexto presidente de los Estados Unidos de América desde el 4 de marzo de 1861 hasta su asesinato en 1865 (1809 – 1865).

[2] Benner P. From novice to expert: Excellence and power in clinical nursing practice. Menlo-Park, CA: Addison-Wesley; 1984.

VÍDEO DE LA CÁTEDRA DE ENFERMERÍA FAMILIAR Y COMUNITARIA

Vídeo de la Cátedra de Enfermería Familar y Comunitaria presentado en el Acto de Entrega de Premios celebrada el día 23 de febrero en la Universidad de Alicante

DISCURSO DE PRESENTACIÓN DE LA IV EDICIÓN DE LOS PREMIOS DE LA CÁTEDRA DE ENFERMERÍA FAMILIAR Y COMUNITARIA

El día 23 de febrero tuvo lugar en el Salón de Grados Alfredo Orts de la Universidad de Alicante, el Acto de entrega de Premios de la Cátedra de Enfermería Familiar y Comunitaria, con la presencia de destacadas autoridades sanitarias, académicas, políticas, premiadas/os, profesionales y amigas/os y familiares. 

Antes del inicio del Acto se guardó un minuto de silencio en memoria de las víctimas y afectados por el terrible incendio que el día anterior se produjo en Valencia.

Tras la presentación del vídeo de la cátedra su Director, dio por iniciado el Acto con su discurso de apertura que reproduzco a contonuación:

Es para mí un verdadero honor presentar de nuevo estos Premios que pretenden valorar y reconocer el trabajo realizado en el proceso de enseñanza-aprendizaje, de formación especializada, de investigación, de docencia o de prestación de cuidados a las personas, las familias y la comunidad en el marco de la Enfermería Comunitaria.

La Cátedra de Enfermería Familiar y Comunitaria ha venido trabajando, gracias al apoyo de la Universidad de Alicante, CEISAL y la Asociación de Enfermería Comunitaria (AEC), de manera conjunta, participativa y permanente, en el objetivo de poner en valor y visibilizar el papel fundamental de las enfermeras comunitarias y su aportación específica en, con y para la Comunidad. Este esfuerzo, sin embargo, no es suficiente, aunque sí muy importante. Se requiere de voluntad política para lograr que aquello que la actitud y la aptitud de las enfermeras comunitarias vienen demostrando sistemáticamente con resultados de eficacia y eficiencia se traduzca en decisiones que permitan situar a las enfermeras comunitarias en los lugares que, por competencia, mérito y capacidad, están en disposición de desempeñar. Seguir manteniendo límites normativos que impiden dicho acceso a puestos de responsabilidad y toma de decisiones es tanto como reducir las opciones de calidad de la atención y de eficacia de la gestión, que finalmente se traducen en peores resultados de salud para la población. Nadie, sea quien sea, puede ni debe ostentar la capacidad exclusiva y excluyente en base a una titulación determinada. Las asesorías, por su parte, siendo importantes, no son ni suficiente ni adecuada respuesta a lo que es una necesidad que va mucho más allá de cualquier cuestión de poder o autoridad.

Es justo valorar muy positivamente los avances logrados en cuanto a reconocimiento de la especialidad de Enfermería Familiar y Comunitaria en muchos Sistemas de Salud, entre ellos el valenciano. Pero dicho reconocimiento sin un marco competencial de referencia para el puesto que van a desempeñar de manera conjunta con enfermeras comunitarias no especialistas es insuficiente y requiere de una respuesta urgente por parte de los órganos competentes tanto a nivel nacional como autonómico. No se trata tan solo de catalogar los puestos de trabajo. Hay que ordenarlos, articularlos, coordinarlos, gestionarlos y racionalizarlos con eficacia para que sean capaces de ofrecer los mejores resultados derivados de su aportación específica.

No es una novedad, aunque no por ello tenga la notoriedad que requiere, que la Atención Primaria es fundamental en el conjunto de cualquier Sistema de Salud. Pero para que pueda dar la respuesta que de la misma se espera y desea se precisa de un cambio de modelo que lamentablemente hasta la fecha no se ha producido. Es cierto que el Marco Estratégico de Atención Primaria y Comunitaria puede ser un punto de inflexión fundamental en el logro de dicho cambio, pero para ello resulta imprescindible que se tomen decisiones, no siempre fáciles pero muy necesarias, que rompan la dinámica asistencialista, medicalizada, biologicista, paternalista, hospitalcentrista y focalizada en la enfermedad que sigue impregnando el actual modelo. En este sentido y sin ánimo de hacer proselitismo ni corporativismo alguno, creo poder decir con absoluta convicción que para lograrlo es fundamental, que no exclusivamente, que las enfermeras comunitarias asuman las competencias para las que están capacitadas con el fin de contribuir de manera determinante a que la promoción de la salud, la participación comunitaria, la alfabetización en salud, la identificación, movilización y articulación de activos para la salud, el empoderamiento de la población, entre otras, posibiliten el cambio de la patogénesis actual a la salutogénesis que se plantea en el citado Marco Estratégico. Es un proceso lento y progresivo que debe vencer la inmediatez con la que se plantean muchas veces las estrategias de salud, pero tiene que instaurarse y desarrollarse con continuidad y sobre todo con determinación. La cronicidad, la salud mental, la atención a la violencia de género, la intervención escolar… deben plantearse desde una perspectiva de salud integral que impida la fragmentación, como ha sucedido muchas veces,y que se cronifiquen los problemas de salud en lugar de darles soluciones participativas y de consenso con quienes los tienen que afrontar. Huir de la enfermedad supone hablar de las personas que las afrontan y no exclusivamente de las enfermedades que les invisibilizan y cosifican. Situar a las personas en el centro de la atención supone hablar de ellas y no de lo que padecen cuando les etiquetamos como diabéticos, hipertensos, obesos… sin que ello suponga en ningún caso la atención a la enfermedad, pero desde un planteamiento de salud, entendiendo la misma como la forma de vivir autónoma, solidaria y feliz tal, como expresó el Dr. Gol.

Uno de los principios básicos de la Atención Primaria derivado de la declaración de Alma Ata que sigue vigente, al menos como principio, es la longitudinalidad. Principio que supone prestar una atención continua y continuada a las personas a lo largo de todo su ciclo vital allá donde viven, conviven, trabajan, estudian, se divierten… en la comunidad. Y para ello los equipos básicos de atención deben continuar siendo el núcleo de la Atención Primaria de Salud y Comunitaria. Caer en la tentación de generar figuras artificiales y artificiosas o incorporar a demanda nuevos profesionales como parte de dichos equipos, es un error que conduciría irremediablemente a la fragmentación de la atención y con ella a romper la referida longitudinalidad. Los Centros de Salud deben continuar siéndolo y no pasar a convertirse en Centros de Especialidades que fragmenten la atención en base a patologías o problemas de salud. La atención en la escuela, el domicilio, la comunidad… debe ser prestada por dichos equipos básicos, siendo apoyados en todo caso por equipos de soporte de determinadas/os especialistas de manera coordinada. Porque para ello los profesionales que integran los equipos de Atención Primaria son especialistas, que es algo que muchas veces se olvida. Y son especialistas de una atención compleja que requiere de conocimientos y competencias que deben mantenerse actualizados a través de formación continua y del apoyo a una investigación propia y específica que requieren de tiempo y recursos.

El trabajo transdisciplinar, por otra parte, debe constituir la metodología de intervención de los equipos. De tal manera que los marcos competenciales se diluyan para responder a las necesidades de la comunidad, de las familias y de las personas y no a las de las diferentes disciplinas que componen los equipos. Las competencias, no pueden ni deben ser utilizadas desde el oportunismo en función de las necesidades de unos u otros. Las competencias no se prestan, se asumen. Y se asumen desde la responsabilidad y la capacidad para tomar las decisiones y los riesgos derivadas de las mismas y no como una concesión vigilada para paliar, aliviar o reducir la demanda de nadie, como objetivo principal o exclusivo de dicha concesión. Más aún cuando de manera paralela se presentan demandas por asumir dichas competencias argumentando intrusismo y en base a normativas obsoletas e incoherentes con el citado trabajo transdisciplinar.

Las enfermeras comunitarias tienen una formación en la que la atención integral, integrada e integradora, la continuidad de los cuidados, la intersectorialidad, la participación comunitaria, la gestión, el liderazgo… forman parte fundamental de sus programas para adquirir competencias. La formación especializada en enfermería familiar y comunitaria, por su parte, incorpora competencias especiales y se refuerza con la integración de la investigación en la búsqueda de evidencias científicas que permitan prestar cuidados de calidad, pero también de calidez desde una perspectiva de humanización que lamentablemente no siempre forma parte del contexto de salud en que se prestan.

Las enfermeras, al contrario de lo que sucede con otras disciplinas, identifican y eligen la especialidad de enfermería familiar y comunitaria, de manera prioritaria y ocupando todas las plazas ofertadas, lo que sin duda determina un indicador claro del compromiso e implicación con la salud comunitaria, que debería valorarse en su justa medida a la hora de determinar las plazas de formación especializada que se ofertan.

Resulta imprescindible, sin embargo, un profundo análisis de la formación especializada, del programa formativo y su desarrollo en las Unidades Docentes multiprofesionales que permita identificar las necesidades específicas que tienen identidad propia y requieren de respuestas inmediatas. Es fundamental la puesta en valor y el reconocimiento, más allá de su nombramiento, de las enfermeras tutoras. Deben identificarse los recursos que pueden contribuir de manera determinante en la formación especializada y que, en la actualidad, lamentablemente, continúan estando al margen de la misma. En este sentido, las Universidades, las Sociedades Científicas y múltiples recursos comunitarios que sin ser sanitarios si lo son de salud, deben integrarse de manera sistemática y normalizada en la formación especializada sin que ello se interprete como una intrusión por parte de las Unidades Docentes. No hacerlo es desaprovechar oportunidades reales de mejora que no tiene justificación alguna.

La Cátedra de Enfermería Familiar y Comunitaria, única en España, tiene como objetivo fundamental el apoyo, promoción e impulso de la generación de conocimiento propio enfermero, así como de evidencias científicas que avalen y refuercen la acción cuidadora de las enfermeras a través de becas y premios, pero también del reconocimiento al trabajo realizado en diferentes ámbitos de actuación. Todo ello sin perder su vocación irrenunciable a la Salud Pública y Comunitaria en colaboración con profesionales de otras disciplinas y agentes de salud que permitan abordar la salud desde una perspectiva plural, diversa, dinámica y multicultural. Vocación que se hace evidente a través del trabajo compartido y participativo con Sociedades Científicas de Salud Pública, instituciones públicas y privadas y organizaciones y asociaciones ciudadanas a nivel nacional e internacional.

Pero coincidirán conmigo en que la Cátedra debería ser un complemento a este objetivo que sería deseable y es necesario exigir de las administraciones públicas y privadas con el fin de que, de una vez por todas, los cuidados profesionales enfermeros se institucionalicen como un valor imprescindible y no como una acción secundaria que no cuenta ni con el apoyo ni con el reconocimiento que merecen y precisan.

Disfrutemos de un día, como el de hoy, en el que las enfermeras comunitarias y sus cuidados, adquieren protagonismo por lo que son, representan y aportan a la salud de las personas, las familias y la comunidad y esperemos que el mismo trascienda y logre una voluntad política que se traduzca, más allá de las palabras y de las buenas intenciones, en hechos concretos y reales. Porque hacerlo es, no les quepa duda, una apuesta clara, eficaz y eficiente por la salud comunitaria. No es, por tanto, si me lo permiten, una opción, sino una obligación.

Hoy tendremos ocasión de compartir la alegría con quienes han sido premiados y reconocidos, así como con las personas o entidades que han creído y apoyado su trabajo y desarrollo. Disfrutemos de ello y con ellas. El merecido aplauso que hoy obtengan de su parte, debería tener continuidad con el reconocimiento a su esfuerzo y aportación por parte de las administraciones sanitarias y de la sociedad. Dejar escapar esta oportunidad es convertir estos premios en una efímera alegría que debiera tener, como la Atención Primaria, continuidad.

Muchas gracias de nuevo a todas y todos por su presencia y espero que disfruten del Acto tanto como nosotros lo hemos hecho durante todo este año de trabajo.

DISCURSOS DIRECTOR CÁTEDRA DE ENFERMERÍA FAMILIAR Y COMUNITARIA EN LA IV EDICIÓN DE ENTREGA DE PREMIOS

INTRODUCCIÓN

José Ramón Martínez-Riera. Director de la Cátedra de Enfermería Familiar y Comunitaria

 

Es para mí un verdadero honor presentar de nuevo estos Premios que pretenden valorar y reconocer el trabajo realizado en el proceso de enseñanza-aprendizaje, de formación especializada, de investigación, de docencia o de prestación de cuidados a las personas, las familias y la comunidad en el marco de la Enfermería Comunitaria.

La Cátedra de Enfermería Familiar y Comunitaria ha venido trabajando, gracias al apoyo de la Universidad de Alicante, CEISAL y la Asociación de Enfermería Comunitaria (AEC), de manera conjunta, participativa y permanente, en el objetivo de poner en valor y visibilizar el papel fundamental de las enfermeras comunitarias y su aportación específica en, con y para la Comunidad. Este esfuerzo, sin embargo, no es suficiente, aunque sí muy importante. Se requiere de voluntad política para lograr que aquello que la actitud y la aptitud de las enfermeras comunitarias vienen demostrando sistemáticamente con resultados de eficacia y eficiencia se traduzca en decisiones que permitan situar a las enfermeras comunitarias en los lugares que, por competencia, mérito y capacidad, están en disposición de desempeñar. Seguir manteniendo límites normativos que impiden dicho acceso a puestos de responsabilidad y toma de decisiones es tanto como reducir las opciones de calidad de la atención y de eficacia de la gestión, que finalmente se traducen en peores resultados de salud para la población. Nadie, sea quien sea, puede ni debe ostentar la capacidad exclusiva y excluyente en base a una titulación determinada. Las asesorías, por su parte, siendo importantes, no son ni suficiente ni adecuada respuesta a lo que es una necesidad que va mucho más allá de cualquier cuestión de poder o autoridad.

Es justo valorar muy positivamente los avances logrados en cuanto a reconocimiento de la especialidad de Enfermería Familiar y Comunitaria en muchos Sistemas de Salud, entre ellos el valenciano. Pero dicho reconocimiento sin un marco competencial de referencia para el puesto que van a desempeñar de manera conjunta con enfermeras comunitarias no especialistas es insuficiente y requiere de una respuesta urgente por parte de los órganos competentes tanto a nivel nacional como autonómico. No se trata tan solo de catalogar los puestos de trabajo. Hay que ordenarlos, articularlos, coordinarlos, gestionarlos y racionalizarlos con eficacia para que sean capaces de ofrecer los mejores resultados derivados de su aportación específica.

No es una novedad, aunque no por ello tenga la notoriedad que requiere, que la Atención Primaria es fundamental en el conjunto de cualquier Sistema de Salud. Pero para que pueda dar la respuesta que de la misma se espera y desea se precisa de un cambio de modelo que lamentablemente hasta la fecha no se ha producido. Es cierto que el Marco Estratégico de Atención Primaria y Comunitaria puede ser un punto de inflexión fundamental en el logro de dicho cambio, pero para ello resulta imprescindible que se tomen decisiones, no siempre fáciles pero muy necesarias, que rompan la dinámica asistencialista, medicalizada, biologicista, paternalista, hospitalcentrista y focalizada en la enfermedad que sigue impregnando el actual modelo. En este sentido y sin ánimo de hacer proselitismo ni corporativismo alguno, creo poder decir con absoluta convicción que para lograrlo es fundamental, que no exclusivamente, que las enfermeras comunitarias asuman las competencias para las que están capacitadas con el fin de contribuir de manera determinante a que la promoción de la salud, la participación comunitaria, la alfabetización en salud, la identificación, movilización y articulación de activos para la salud, el empoderamiento de la población, entre otras, posibiliten el cambio de la patogénesis actual a la salutogénesis que se plantea en el citado Marco Estratégico. Es un proceso lento y progresivo que debe vencer la inmediatez con la que se plantean muchas veces las estrategias de salud, pero tiene que instaurarse y desarrollarse con continuidad y sobre todo con determinación. La cronicidad, la salud mental, la atención a la violencia de género, la intervención escolar… deben plantearse desde una perspectiva de salud integral que impida la fragmentación, como ha sucedido muchas veces,y que se cronifiquen los problemas de salud en lugar de darles soluciones participativas y de consenso con quienes los tienen que afrontar. Huir de la enfermedad supone hablar de las personas que las afrontan y no exclusivamente de las enfermedades que les invisibilizan y cosifican. Situar a las personas en el centro de la atención supone hablar de ellas y no de lo que padecen cuando les etiquetamos como diabéticos, hipertensos, obesos… sin que ello suponga en ningún caso la atención a la enfermedad, pero desde un planteamiento de salud, entendiendo la misma como la forma de vivir autónoma, solidaria y feliz tal, como expresó el Dr. Gol.

Uno de los principios básicos de la Atención Primaria derivado de la declaración de Alma Ata que sigue vigente, al menos como principio, es la longitudinalidad. Principio que supone prestar una atención continua y continuada a las personas a lo largo de todo su ciclo vital allá donde viven, conviven, trabajan, estudian, se divierten… en la comunidad. Y para ello los equipos básicos de atención deben continuar siendo el núcleo de la Atención Primaria de Salud y Comunitaria. Caer en la tentación de generar figuras artificiales y artificiosas o incorporar a demanda nuevos profesionales como parte de dichos equipos, es un error que conduciría irremediablemente a la fragmentación de la atención y con ella a romper la referida longitudinalidad. Los Centros de Salud deben continuar siéndolo y no pasar a convertirse en Centros de Especialidades que fragmenten la atención en base a patologías o problemas de salud. La atención en la escuela, el domicilio, la comunidad… debe ser prestada por dichos equipos básicos, siendo apoyados en todo caso por equipos de soporte de determinadas/os especialistas de manera coordinada. Porque para ello los profesionales que integran los equipos de Atención Primaria son especialistas, que es algo que muchas veces se olvida. Y son especialistas de una atención compleja que requiere de conocimientos y competencias que deben mantenerse actualizados a través de formación continua y del apoyo a una investigación propia y específica que requieren de tiempo y recursos.

El trabajo transdisciplinar, por otra parte, debe constituir la metodología de intervención de los equipos. De tal manera que los marcos competenciales se diluyan para responder a las necesidades de la comunidad, de las familias y de las personas y no a las de las diferentes disciplinas que componen los equipos. Las competencias, no pueden ni deben ser utilizadas desde el oportunismo en función de las necesidades de unos u otros. Las competencias no se prestan, se asumen. Y se asumen desde la responsabilidad y la capacidad para tomar las decisiones y los riesgos derivadas de las mismas y no como una concesión vigilada para paliar, aliviar o reducir la demanda de nadie, como objetivo principal o exclusivo de dicha concesión. Más aún cuando de manera paralela se presentan demandas por asumir dichas competencias argumentando intrusismo y en base a normativas obsoletas e incoherentes con el citado trabajo transdisciplinar.

Las enfermeras comunitarias tienen una formación en la que la atención integral, integrada e integradora, la continuidad de los cuidados, la intersectorialidad, la participación comunitaria, la gestión, el liderazgo… forman parte fundamental de sus programas para adquirir competencias. La formación especializada en enfermería familiar y comunitaria, por su parte, incorpora competencias especiales y se refuerza con la integración de la investigación en la búsqueda de evidencias científicas que permitan prestar cuidados de calidad, pero también de calidez desde una perspectiva de humanización que lamentablemente no siempre forma parte del contexto de salud en que se prestan.

Las enfermeras, al contrario de lo que sucede con otras disciplinas, identifican y eligen la especialidad de enfermería familiar y comunitaria, de manera prioritaria y ocupando todas las plazas ofertadas, lo que sin duda determina un indicador claro del compromiso e implicación con la salud comunitaria, que debería valorarse en su justa medida a la hora de determinar las plazas de formación especializada que se ofertan.

Resulta imprescindible, sin embargo, un profundo análisis de la formación especializada, del programa formativo y su desarrollo en las Unidades Docentes multiprofesionales que permita identificar las necesidades específicas que tienen identidad propia y requieren de respuestas inmediatas. Es fundamental la puesta en valor y el reconocimiento, más allá de su nombramiento, de las enfermeras tutoras. Deben identificarse los recursos que pueden contribuir de manera determinante en la formación especializada y que, en la actualidad, lamentablemente, continúan estando al margen de la misma. En este sentido, las Universidades, las Sociedades Científicas y múltiples recursos comunitarios que sin ser sanitarios si lo son de salud, deben integrarse de manera sistemática y normalizada en la formación especializada sin que ello se interprete como una intrusión por parte de las Unidades Docentes. No hacerlo es desaprovechar oportunidades reales de mejora que no tiene justificación alguna.

La Cátedra de Enfermería Familiar y Comunitaria, única en España, tiene como objetivo fundamental el apoyo, promoción e impulso de la generación de conocimiento propio enfermero, así como de evidencias científicas que avalen y refuercen la acción cuidadora de las enfermeras a través de becas y premios, pero también del reconocimiento al trabajo realizado en diferentes ámbitos de actuación. Todo ello sin perder su vocación irrenunciable a la Salud Pública y Comunitaria en colaboración con profesionales de otras disciplinas y agentes de salud que permitan abordar la salud desde una perspectiva plural, diversa, dinámica y multicultural. Vocación que se hace evidente a través del trabajo compartido y participativo con Sociedades Científicas de Salud Pública, instituciones públicas y privadas y organizaciones y asociaciones ciudadanas a nivel nacional e internacional.

Pero coincidirán conmigo en que la Cátedra debería ser un complemento a este objetivo que sería deseable y es necesario exigir de las administraciones públicas y privadas con el fin de que, de una vez por todas, los cuidados profesionales enfermeros se institucionalicen como un valor imprescindible y no como una acción secundaria que no cuenta ni con el apoyo ni con el reconocimiento que merecen y precisan.

Disfrutemos de un día, como el de hoy, en el que las enfermeras comunitarias y sus cuidados, adquieren protagonismo por lo que son, representan y aportan a la salud de las personas, las familias y la comunidad y esperemos que el mismo trascienda y logre una voluntad política que se traduzca, más allá de las palabras y de las buenas intenciones, en hechos concretos y reales. Porque hacerlo es, no les quepa duda, una apuesta clara, eficaz y eficiente por la salud comunitaria. No es, por tanto, si me lo permiten, una opción, sino una obligación.

Hoy tendremos ocasión de compartir la alegría con quienes han sido premiados y reconocidos, así como con las personas o entidades que han creído y apoyado su trabajo y desarrollo. Disfrutemos de ello y con ellas. El merecido aplauso que hoy obtengan de su parte, debería tener continuidad con el reconocimiento a su esfuerzo y aportación por parte de las administraciones sanitarias y de la sociedad. Dejar escapar esta oportunidad es convertir estos premios en una efímera alegría que debiera tener, como la Atención Primaria, continuidad.

Muchas gracias de nuevo a todas y todos por su presencia y espero que disfruten del Acto tanto como nosotros lo hemos hecho durante todo este año de trabajo.

 

RECONOCIMIENTO AL MEJOR VÍDEO DE ENFERMERÍA COMUNITARIA

 

Uno de los objetivos de la Cátedra de Enfermería Familiar y Comunitaria es contribuir a la visibilización y puesta en valor de las enfermeras comunitarias.

En una sociedad de la imagen y de las tecnologías de la comunicación, resulta fundamental que dicha imagen sea difundida, conocida, respetada y valorada.

Es por ello que la Cátedra ha considerado importante reconocer aquellas aportaciones que a través del vídeo trasladen a la sociedad una imagen acorde a las competencias de las enfermeras comunitarias y, sobre todo, al valor de sus cuidados para lograr una comunidad más sana y saludable.

Dicen que una imagen (en este caso algunas más), vale más que mil palabras.

RECONOCIMIENTO AL MEJOR VÍDEO DE ENFERMERÍA COMUNITARIA

Enfermería Familiar y Comunitaria

Autoras/es:

ASOCIACIÓN DE ENFERMERÍA COMUNITARIA (AEC)

 

Recoge el reconocimiento la Presidenta de la AEC, la Dra. Mª Isabel Mármol López

Entrega el reconocimiento: Juan José Tirado Dardet-Presidente CECOVA

 

PREMIO AL MEJOR VÍDEO DE ENFERMERÍA COMUNITARIA REALIZADO POR ESTUDIANTES DE INTERVENCIÓN COMUNITARIA DEL 4º CURSO DEL GRADO DE ENFERMERÍA DE LA UNIVERSIDAD DE ALICANTE

 

La formación en general y la de las enfermeras en particular, requiere de metodologías innovadoras y participativas que permitan a las/os estudiantes ser protagonistas en la construcción del conocimiento que debe integrarse como sostén fundamental en la adquisición de las competencias.

La educación para la salud, la promoción de la salud, la prevención… son herramientas, conceptos, que requieren de un aprendizaje que vaya más allá de la teoría y su memorización. Para lograr su interiorización en la futura prestación de cuidados a las personas, las familias y la comunidad se requiere aplicar abordajes que huyan del protagonismo docente y el paternalismo.

Las/os estudiantes de la Universidad de Alicante a través de la identificación de problemas de salud relevantes, el análisis de los mismos, la planificación de las acciones tendentes a favorecer su abordaje… realizan vídeos que pretenden plasmar no tan solo la importancia de los mismos, sino de manera muy especial la aportación que como enfermeras comunitarias pueden realizar para afrontarlos.

La creatividad, el rigor, la reflexión, el análisis, se combinan de manera equilibrada en el planteamiento que en breves minutos realizan de problemas complejos, situando en primer plano a las personas y facilitando que sean identificados y valorados por la población.

PREMIO AL MEJOR VÍDEO DE ENFERMERÍA COMUNITARIA REALIZADO POR ESTUDIANTES DE INTERVENCIÓN COMUNITARIA DEL 4º CURSO DEL GRADO DE ENFERMERÍA DE LA UNIVERSIDAD DE ALICANTE

 

 

Prevención del suicidio en jóvenes

 

Autoras:

 

Derin Su An

Silvia Contreras Borja

Alba Crespo García

Miriam Sánchez Belda

 

Recogen el premio: las premiadas

Entrega el reconocimiento: Rocío Juliá Sanchis-Decana Fac Ciencias Salud-Universidad Alicante

 

 

 

PREMIO MEJOR TRABAJO FIN DE GRADO EN ENFERMERÍA FAMILIAR Y COMUNITARIA

            La formación enfermera es fundamental para el futuro de la enfermería en general y de la enfermería comunitaria en particular.

            Durante cuatro años las/os estudiantes tienen que adquirir una serie de competencias que les permita incorporarse como enfermeras en la sociedad para dar respuesta a las necesidades y demandas de la población.

            En el último tramo de sus estudios deben llevar a cabo el que se conoce como el TFG, que tanto miedo y estrés genera por ser el último reto antes de acabar sus estudios de grado, aunque les esperen muchos más.

            Sin embargo, el temido TFG supone, o debe suponer, una oportunidad inmejorable de acercamiento a la realidad en la que se incorporarán las futuras enfermeras y, por ello, su realización debe representar un motivo de satisfacción y disfrute.

            Para que esto sea una realidad deben darse como mínimo dos condiciones. La predisposición a disfrutar del/la estudiante y la apuesta firme y decida, para que ello suceda, de quien actúa como tutor/a.

            De entre los muchos trabajos presentados que cumplían dichas condiciones el jurado finalmente dictaminó que el TFG ganador fuese:

Begudes energètiques i salut en adolescents: una intervenció educativa.

Autora:

ANNA BATET MARGALEF

Tutora

LAIA WENNBERG CAPELLADES

 

Recoge el reconocimiento Laia Wennberg

Entrega el premio: Carmen Llabata-Directora Enfermera AP Dpto Hospital General Alicante

 

 

 

PREMIO MEJOR TRABAJO FIN DE MÁSTER EN ENFERMERÍA FAMILIAR Y COMUNITARIA

La investigación es fundamental en cualquier ciencia, profesión o disciplina a la hora de generar evidencias que se incorporen a la práctica diaria en sus ámbitos de actuación.

            La investigación enfermera no lo es menos y por ello requiere de una atención particular que permita, por una parte, adquirir las competencias específicas de investigación general y adaptarlas a las diferentes áreas de especialización. Pero por otra, precisa de un apoyo claro y decidido de las administraciones y organizaciones que hasta la fecha no se da en la proporción y potencia que sería no tan solo deseable sino también necesario.

            A través de la realización de los másteres se pueden adquirir estas competencias que se reflejan en los TFM que deben realizarse como preámbulo a su finalización. En los mismos los estudiantes deben demostrar sus habilidades investigadoras.

            Desde la Cátedra de EFyC queremos contribuir a reconocer y apoyar las aportaciones realizadas a través de los TFM, como partida de lo que debe constituir una carrera investigadora que contribuya al desarrollo de la Enfermería Comunitaria y con ello a la mejora continua de la atención a la salud.

            Tras la deliberación del jurado el TFM ganador es:

ATENCIÓN CENTRADA EN LAS PERSONAS CON ENFERMEDADES CRÓNICAS AVANZADAS EN EL ABS DE PALAFRUGELL

Autora:

ÀNGELS LARRABEITI CASTILLO

Tutora

MERCÈ PRAT MARTINEZ

 

Recoge el reconocimiento Àngels Larrabeiti y Mercè Prat

Entregan el premio: Mª Teresa Pinedo Velázquez y Manuel Lillo Crespo-Acad Enf CV

 

 

 

PREMIO MEJOR TRABAJO FIN DE RESIDENCIA DE LA ESPECIALIDAD DE ENFERMERÍA FAMILIAR Y COMUNITARIA

Si antes decíamos que el TFG y el TFM suponían el final de los estudios de grado o máster, el TFR es la antesala a la incorporación como especialistas de las enfermeras residentes una vez concluidos sus dos años de formación.

            En este caso, tanto el tema, como el trabajo en sí suponen un grado de complejidad mucho mayor al tener que elaborar un proyecto de investigación que dé respuesta a alguno de los abordajes que como especialistas deberán llevar a cabo una vez concluyan su formación. La aproximación real al tema, la identificación de las evidencias actuales, el diseño metodológico, la obtención y análisis de resultados, su aplicación práctica, la discusión y las conclusiones del estudio determinarán la calidad del trabajo desarrollado y su viabilidad real. Para ello la guía del/la tutor/a metodológico será fundamental y permitirá a la enfermera residente aproximarse a la investigación sin vértigo y con la ilusión de trabajar en algo que le apasiona.

            La Cátedra, consciente de la importancia de estos trabajos, quiere reconocer no tan solo el esfuerzo que su realización supone, sino la calidad y aportación a la práctica enfermera del mismo.

            Han sido muchos los trabajos presentados, lo que ha complicado la decisión del Jurado que finalmente determinó conceder el Premio al trabajo:

MAPEANDO ACTIVOS PARA EL BIENESTAR EMOCIONAL EN JÓVENES

Autoras:

Matilde Coll Moreno

Alba Ruiz San Pedro

Alba Sanfélix Navarro

Inés Viñas Asensio

Unidad Docente de València

 

Tutor Metodológico: Juan Luis Chanques

 

Recoge el premioPremiadas

Entrega el premio: Ana Mª Arbáizar Martínez y Desamparador Romero Cervera-UD AFyC València

 

 

PREMIO RELATOS COMUNITARIOS

            En la actividad enfermera, además de las competencias, las evidencias, los cuidados prestados… son muchas las vivencias y experiencias que se generan configurando un mapa de emociones y sentimientos tan rico como muchas veces desconocido.

            La Cátedra quiere premiar también aquellos relatos que constituyan una narración de vida y profesión, de profesional y persona, de empatía y escucha, de proximidad y realidad, que nos permita identificar esto que ahora se vende como “humanización” y como algo novedoso y que las enfermeras vienen realizando desde siempre a través de la prestación de sus cuidados.

            Como en el resto de categorías los relatos presentados han sido muchos y de indudable calidad, siendo finalmente los premiados:

Primer Premio:

REUNIÓN DE EQUIPO

Autora:

CRISTINA HERNÁNDEZ PÉREZ

 

Segundo premio:

NUESTRA ESTRELLA DE ESPERANZA

Autora:

LEIRE LABIANO MACÍAS

 

Tercer premio

MÁS ALLÁ DE LAS FRONTERAS EN LA ENFERMERÍA COMUNITARIA

Autora:

TERESA POZO RICO

 

Recoge el premio: Teresa Pozo. Excusa asistencia Leire Labiano y Cristina Hernández Pérez

Entrega el premio: D. Vicente Gea Caballero-Decano Fac CC Salud VIU y DirectorRIdEC

 

 

 

BECA REALIZACIÓN TESIS DOCTORAL SOBRE ENFERMERÍA FAMILIAR Y COMUNITARIA

El mayor grado académico en la Universidad es el logrado a través del Doctorado.

Durante mucho tiempo, las enfermeras no tuvieron la oportunidad de acceder al mismo desde su propia disciplina. Una vez que dicha posibilidad estuvo al alcance de las enfermeras en igualdad de condiciones con el resto de disciplinas científicas, estas se incorporaron a los programas de doctorado para desarrollar tesis que le diesen acceso al grado de Doctoras.

La realización de una Tesis Doctoral supone una dedicación, preparación y esfuerzo considerables durante mucho tiempo y con un coste personal y familiar importantes. Su conclusión, más allá de la satisfacción personal del/la doctorando/a, representa una gran aportación a la construcción del conocimiento enfermero y al avance en la práctica profesional, que precisan, además, de un acompañamiento que garantice la excelencia del trabajo realizado, que se concreta en la figura del Director o Directora de la Tesis.

La Cátedra quiere apoyar la realización de Tesis que contribuyan al crecimiento científico-profesional de la Enfermería Comunitaria y para ello otorga la Beca para la Realización de la Tesis Doctoralal trabajo titulado:

Evaluación de la factibilidad de una intervención educativa para prevenir el embarazo no deseado en estudiantes universitarias españolas mediante el uso de tecnología móvil.

Autora:

XANA GONZÁLEZ MENDEZ

Director Tesis

  1. RUBÉN MARTÍN PAYO

 

Recoge el premio: Xana González Mendes

Entrega el premio: Salvador Ivorra Chorro-Vicerrector Infraestructuras, Sostenib, Seg Laboral-UA

 

 

RECONOCIMIENTO A LA LABOR JOVEN DE ENFERMERÍA FAMILIAR Y COMUNITARIA

La experiencia es fundamental en el desarrollo profesional de cualquier disciplina tal como refleja de manera precisa la Dra. Patricia Benner en su obra “De enfermera novicia a enfermera experta”, que a pesar de los años transcurridos sigue estando vigente y de actualidad.

Pero para lograr experiencia, no tan solo se requiere el transcurso del tiempo. Esto no es experiencia es antigüedad y es importante distinguirlo si queremos lograr resultados de excelencia. Resulta imprescindible el compromiso y la implicación de las nuevas enfermeras en su formación y desarrollo, pero también el respeto hacia las que ya han alcanzado una experticia por la que necesariamente deben ser identificadas como referentes con las que aprender a avanzar y a adquirir dicha experiencia. Se trata pues de un camino compartido de respeto mutuo y de reconocimiento diferenciado que cimente el necesario desarrollo profesional que contribuirá a mejorar la atención prestada por unas y otras.

La enfermera a la que hoy se otorga este reconocimiento aúna estas aptitudes, pero también una clara actitud que le permite avanzar con paso firme, decidido y valiente, aunque no con temeridad. Su sólida preparación no le impide seguir aprendiendo de la experiencia de sus compañeras desde la generosidad, el respeto y la admiración. Gracias a esta actitud es capaz de desarrollar un trabajo en equipo que se traduce en excelentes aportaciones como enfermera comunitaria en la adquisición de una experiencia tan necesaria como habitualmente poco reconocida.

Por ello hoy queremos destacar la labor que, una joven enfermera especialista en enfermería familiar y comunitaria, desarrolla diariamente de manera eficaz y encomiable en su avance hacia la experiencia.

  1. ISAAC BADÍA MANZANO

 

Recoge el Premio: D. Isaac Badía Manzano

Entrega el Premio: Dr. Vicente Gea Caballero. Decano Facultad Ciencias Salud VIU. Director Revista Iberoamericana de Enfermería Comunitaria (RIdEC)

 

RECONOCIMIENTO AL DESARROLLO CIENTÍFICO DE ENFERMERÍA FAMILIAR Y COMUNITARIA

En muchas ocasiones el trabajo desarrollado desde la Cátedra puede parecer que es el resultado de unas pocas personas que son las que tienen mayor visibilidad.

Sin embrago nada de lo que desde la Cátedra de Enfermería Familiar y Comunitaria se realiza sería posible sin el gran estímulo, apoyo e implicación de unas organizaciones o instituciones y quienes las representan, que resulta imprescindible destacar y reconocer.

            Enfermería como ciencia que es requiere de la aportación, pero también de la identificación, custodia y proyección de lo que como tal ciencia aporta a la comunidad científica y a la sociedad en su conjunto. Más allá de las/os investigadoras/es y de las instituciones académicas o de las sociedades científicas en que se integran, existe una institución que reúne a quienes han demostrado ser portadores y difusores del conocimiento para trabajar en su seno en defensa de su rigor y valor. La Comunitat Valenciana ha sido una de las pioneras en constituir una institución de estas características como referente de la ciencia enfermera y por ello desde la Cátedra de Enfermería Familiar y Comunitaria se quiere reconocer a la

ACADEMIA DE ENFERMERÍA DE LA COMUNITAT VALENCIANA

Recoge el Premio: D. Manuel Lillo Crespo-Acad Enf CV

Entrega el Premio: Montserrat Angulo, Presidenta Colegio Enfermería Alicante

 

 

RECONOCIMIENTO A LA MEJOR LABOR DOCENTE EN ENFERMERÍA FAMILIAR Y COMUNITARIA

A nadie se le escapa la importancia de quienes dedican su energía, tiempo, trabajo y esfuerzo en formar a quienes deciden ser enfermeras o a quienes siéndolo requieren de formación que consolide y refuerce sus competencias.

     La docencia en cualquiera de sus ámbitos, grado, posgrado, especialización… constituye un valor trascendental que no debe nunca desprotegerse ni naturalizarse como algo habitual pero poco valorado.

     El conocimiento es necesario, pero no suficiente para el aprendizaje. La manera de construirlo, compartirlo o difundirlo resulta determinante en la calidad de la docencia y en la eficacia de su cometido. Para ello quien, de una u otra forma, se dedica a la docencia requiere de unas competencias específicas, pero también de una actitud de servicio, generosidad, compromiso y fortaleza que acompañe a su valía intelectual.

     La docencia, por otra parte, no se circunscribe exclusivamente a un aula, a una sala de simulación o a una consulta. La docencia en la comunidad transmitiendo los conocimientos científicos sin desdeñar los saberes populares, respetando las emociones, sentimientos y creencias de quienes serán depositarios de la atención profesional, reconociendo la importancia de quien aprende, identificando las necesidades formativas, planificando las acciones y evaluando los resultados, es una labor que no siempre se valora en su justa medida y que incluso en muchas ocasiones se considera una pérdida de tiempo, lo que supone que, quien la desarrolla, debe tener competencias de liderazgo que le permitan luchar contra la adversidad, cuando no ante la ignorancia de quienes se oponen o resisten a que se desarrolle.

     La enfermera a quien hoy reconocemos su aportación, no tan solo reúne todas estas aptitudes y actitudes, sino que además las desarrolla con encomiable convicción y esfuerzo, logrando resultados que se traducen en una mayor calidad de la atención, una mejor visibilización de la aportación específica enfermera, una mayor participación comunitaria y unos reconocidos y reconocibles resultados de salud centrados en las personas para que logren autogestión, autodeterminación, autonomía y autocuidado.

     Es por todo ello que hoy reconocemos la labor docente desarrollada por

Dª MARÍA RODRÍGUEZ HERRERA

 

Enfermera especialista de Enfermería Familiar y Comunitaria en Castilla y León

Recoge el Premio: María Rodríguez Herrera

Entrega el Premio: Cristina García Vivar. Profesora Titular Universidad Pública de Navarra

 

RECONOCIMIENTO A LA DIVULGACIÓN CIENTÍFICA DE ENFERMERÍA FAMILIAR Y COMUNITARIA

            La producción científica y su difusión resultan clave en la consolidación y fortaleza de una ciencia. La investigación como vehículo indispensable para lograr resultados basados en la evidencia científica y la publicación de los mismos en revistas científicas a través de las cuales poder compartirlos con la comunidad científica y profesional son incuestionables en el desarrollo de cualquier disciplina que se sustenta en la ciencia que la alimenta.

            Enfermería como ciencia, disciplina y profesión ha dado un salto cualitativo sin precedentes en el panorama científico-profesional español en las últimas décadas al tener que recuperar el espacio científico del que incomprensible e impunemente se le excluyó para hacerla subsidiaria a otras disciplinas como Ayudantes Técnicos Sanitarios. La incorporación en 1977 de los estudios de Enfermería en la Universidad constituyó el punto de inflexión al avance que ha permitido que menos de 50 años después se sitúe al mismo nivel académico y científico de cualquier otra ciencia en la comunidad científica.

            Para lograrlo sin duda ha sido necesaria la participación de enfermeras altamente competentes y preparadas que liderasen equipos de investigación y proyectasen sus resultados en las principales revistas científicas a nivel nacional e internacional. Nada de ello ha sido ni sigue siendo gratuito ni fácil, teniendo que salvar muchas barreras interpuestas desde la irracionalidad y la falta de coherencia científica. Sus aportaciones contribuyen a que este avance científico tenga cumplido, necesario y justo reflejo en la atención prestada en las instituciones de salud. Instituciones en las que todavía persisten algunas resistencias con el único fundamento de tratar de mantener una exclusividad que excluye, sin argumentos y desde las ocurrencias que no las evidencias, a quienes prestan cuidados desde un paradigma científico propio.

            Hoy la Cátedra de Enfermería Familiar y Comunitaria quiere reconocer el trabajo que en este sentido ha llevado a cabo Rafael del Pino Casado, que ha permitido que la ciencia enfermera sea conocida y reconocida internacionalmente a través de sus investigaciones siendo uno de los investigadores más citados de toda la comunidad científica y haciéndolo además desde la generosidad, la sencillez y la inteligencia que le caracterizan, otorgándole a dichos méritos, si cabe, un mayor valor y significación.

            Reunir en una sola persona todos estos valores resulta posible hablando de:

 

Dr. RAFAEL DEL PINO CASADO

 

Recoge el Premio: Dr. Rafael Del Pino CasadoEnfermero. Catedrático Universidad de Jaén

Entrega el reconocimiento: Mª Isabel Mármol López-Presidenta AEC

 

 

RECONOCIMIENTO AL DESARROLLO EN EL CONTEXTO IBEROAMERICANO DE ENFERMERÍA FAMILIAR Y COMUNITARIA

     Durante mucho tiempo y aún hoy, persiste la fascinación por todo aquello que proviene del ámbito anglosajón al identificarlo y valorarlo por su procedencia y la lengua en la que se expresa como un valor indiscutible.

     Y no es que no tenga valor. Lo tiene y mucho. Pero ese efecto de fascinación al que aludía, ha ocultado, cuando no anulado, durante mucho tiempo y en múltiples ocasiones las aportaciones realizadas en contextos propios o más cercanos cultural o lingüísticamente hablando, aunque alejados geográficamente.

     Es cierto que las evidencias científicas lo son con independencia de la procedencia o lengua en que se difundan, pero no es menos cierto que las mismas no pueden ni deben obviar la importancia de aspectos tan relevantes como la cultura, las creencias, las normas, las conductas… de los contextos donde se vayan o intenten implementar.

     Es por ello que la búsqueda de espacios comunes desde los que investigar, compartir, analizar, reflexionar, debatir sin excluir con ello las aportaciones de otros contextos, debe ser identificado como un objetivo fundamental a la hora de ofrecer respuestas que se ajusten a las necesidades sentidas de dichos contextos.

     En este sentido el contexto Iberoamericano ofrece unas posibilidades que no han sido suficiente ni adecuadamente desarrolladas por la influencia que otros ámbitos menos comunes han ejercido sobre él.

     La salud comunitaria y la salud pública beben de las fuentes y las evidencias aportadas en muchos países iberoamericanos y por ello resulta necesario reconocer el trabajo que desde determinadas organizaciones se está haciendo para lograr consolidar y visibilizar un contexto iberoamericano de Enfermería.

     La Cátedra de Enfermería Familiar y Comunitaria quiere reconocer en este sentido el trabajo de la

ASOCIACIÓN INTERNACIONAL DE ESCUELAS Y FACULTADES DE ENFERMERÍA (ALADEFE)

 

Recoge el Premio: En representación de su Presidenta Dra. Olivia Sanhueza El Dr. Antoni Merelles Tormo, Decano Facultad Enfermería y Podología Universitat de València, miembro de ALADEFE

 

Entrega el reconocimiento: Dr. Antoni Merelles Tormo. Decano Facultad Enfermería y Podología Universitat de València

 

RECONOCIMIENTO A LA LABOR CIUDADANA EN SALUD COMUNITARIA

 

     Hablar de Salud Comunitaria sin tener en cuenta a la ciudadanía es no tan solo un error de concepto sino, la peor manera de entender y atender a la salud. Pero no tan solo porque la convirtamos en la receptora de atención y cuidados de manera absolutamente pasiva, considerándola como pacientes en lugar de como personas. Sino porque impedimos, con nuestro comportamiento paternalista, derivado del actual modelo asistencialista, que sean partícipes de su propio proceso de atención a través de la toma de decisiones compartida.

     No se puede entender la salud comunitaria sin una participación real de la ciudadanía. Es por ello que resulta imprescindible reconocer y valorar la aportación que hacen a la salud colectiva organizaciones, asociaciones, movimientos ciudadanos que a través del empoderamiento social y el liderazgo transformador contribuyen a cambios significativos en la forma de ver y entender la salud desde la solidaridad y la acción. Recuperando el espacio que se le usurpó hace mucho tiempo, por parte del Sistema Sanitario, en nombre de la salud, pero sin tener en cuenta realmente la salud. Se usurpó y despreció su saber popular y con él su capacidad de participación.

     Resulta imprescindible trabajar por la recuperación de las organizaciones ciudadanas de participación si realmente queremos hablar de salud comunitaria.

     La Cátedra quiere hoy reconocer a una Asociación que lleva veinte años trabajando por y para la salud en Villena (Alicante). Una Asociación ciudadana, una Asociación de Mujeres, que identificó la importancia de poner en valor su aportación como ciudadanas y mujeres en la sociedad. Que lo hizo desde la cultura, la formación, la libertad, el respeto, la participación, la convivencia, la generosidad y que logró identificarse como un referente y recurso comunitario trascendental. Pero también como un activo para la salud comunitaria.

     Gracias a todas las mujeres que han creído en su poder como líderes comunitarias para mejorar la salud de toda la comunidad de Villena. Gracias a todas ellas por su coraje, su compromiso, su ilusión, su alegría, su fuerza, su vitalidad y su autoestima. Lo han logrado a pesar de las resistencias, la incredulidad, el vacío e incluso la insolencia, de quienes las consideraban tan solo un “grupo de mujeres”. Sin darse cuenta que precisamente por eso, por ser mujeres y agruparse, lograron lo que se proponían. No tan solo salir del anonimato al que se les sometía, sino hacerlo con el ímpetu, la creatividad, la fe y la decisión de su acción comunitaria que tal y como incorporaron en su denominación tiene impacto en la salud.

     Por todo esto y mucho más, reconocemos la aportación singular y determinante de la Asociación de Mujeres y Salud a la salud comunitaria.

 

Recoge el Premio: Francisca Navarro Palermo

Presidenta AMyS

 

Entrega el Reconocimiento: D. Fulgencio José Cerdán Barceló-Alcalde Ayuntamiento Villena

 

 

RECONOCIMIENTO AL TRABAJO EN FAVOR DE LA SALUD PÚBLICA Y COMUNITARIA

 

            La construcción de la Salud Pública y Comunitaria requiere de un trabajo participativo de múltiples disciplinas tanto de la salud como de otros sectores sociales que en muchas ocasiones choca frontalmente contra el modelo sanitarista con el que necesariamente debe convivir.

            Lograr aunar el compromiso y la implicación tanto de las diversas disciplinas como de la propia comunidad a la que va destinada, es en sí mismo un trabajo que requiere un firme liderazgo que sea capaz de trasladar la importancia de la salud pública y comunitaria por encima de los intereses de las partes que participan en su desarrollo. Liderazgo que, por otra parte, huya de protagonismos individuales para identificar el protagonismo colectivo a través de la participación activa y coordinada de todos los agentes de salud que intervienen en los procesos, proyectos o estrategias de salud.

            En esa construcción tiene una especial significación la generación de espacios saludables en los que sea posible desarrollar vínculos de solidaridad y autonomía en busca de los activos para la salud a través de la promoción y la educación para la salud. Espacios saludables que sean capaces de salvar las habituales barreras de inequidad, vulnerabilidad, pobreza, desigualdad… favorecidos por los determinantes sociales y que exigen la incorporación de la salud en todas las políticas, en una salud global que haga frente a la desigualdad social a través de un enfoque holístico capaz de generar una nueva conciencia global.

            Este difícil liderazgo se concreta de manera clara y continuada en el tiempo en la figura del Dr. Hiram Arroyo Acevedo coordinador de la Red Iberoamericana de Universidades Promotoras de Salud (RIUPS) que ha sido capaz de tejer con paciencia un movimiento global de salud implicado en la generación de Universidades y Escuelas Promotoras de Salud que trasciende al ámbito de sus instituciones y se proyecta en las comunidades de las que forman parte.

            Desde la Cátedra de Enfermería Familiar y Comunitaria se quiere reconocer la labor llevada a cabo durante todos estos años de quien es reconocido como líder y referente indiscutible de la Promoción de la Salud a nivel internacional, que no tan solo es capaz de coordinar sino de articular las diferentes realidades de quienes, cada vez en mayor número, constituyen la RIUPS, identificando y trabajando de manera colectiva y unida por la salud pública y comunitaria.

 

Recoge el Premio: Carmen Gallardo Pino

Presidenta de Honor de la Red Española de Universidades Promotoras de Salud (REUPS) y Asesora Internacional de la Red Iberoamericana de Universidades Promotoras de Salud (RIUPS)

 

Entrega el reconocimiento: Salvador Ivorra Chorro

Vicerrector de Infraestructuras, Sostenibilidad y Seguridad Laboral de la Universidad de Alicante

 

             

 

RECONOCIMIENTO AL TRABAJO COMO ENFERMERA COMUNITARIA

 

            Hablar de Enfermería Familiar y Comunitaria y hacerlo al margen de quienes le dan sentido y valor es tanto como hacer un brindis al sol.

            Nada, absolutamente nada, de lo que es y pueda ser la Enfermería Comunitaria lo es y será sin la aportación diaria, permanente, continua, continuada y con sentido de las enfermeras comunitarias y de quienes se constituyen por méritos propios en sus referentes indiscutibles.

            En una profesión, como la enfermera, tan dada a olvidar o incluso ocultar a sus referentes, la Cátedra quiere poner en valor la enorme aportación que hacen las enfermeras comunitarias en general y ejemplificarlo en algunas de sus figuras más relevantes y significativas, aunque su trabajo sea silencioso, pero no por ello exento de liderazgo.

            Cuando hablamos de referentes muchas veces y de forma equivocada lo confundimos o lo asimilamos exclusivamente con quienes llamamos también popes o líderes y que se relacionan con una evidente notoriedad mediática, bien sea a nivel profesional o a nivel social o político, que de todo hay.

            Pero lo que desde la Cátedra se quiere reconocer es a aquellas referentes que lo son por su aportación singular en el ámbito en el que se desarrollan como enfermeras comunitarias. Aportación que, repito, no siempre tiene el impacto mediático, la visibilización ni tan siquiera la identificación que merecen. No porque su aportación no tenga valor. Sino porque la misma se circunscribe a un ámbito alejado del poder central ocupado por otros profesionales y se sitúa en la periferia. Y ese es el problema, mejor dicho, ese es el error. Identificar la periferia como algo menor o sin valor. Cuando en la periferia está la comunidad. Y es ahí, en la comunidad, en donde se aplica, compromete e implica la enfermera a la que hoy reconocemos como referente.

            Porque es en la comunidad en donde siempre ha estado y ha querido estar. Al lado de las personas, con las personas. Siendo sensible a sus problemas. Compartiendo sus preocupaciones. Participando de sus inquietudes. Acompañándolas en sus incertidumbres. Empoderándolas en salud. Reconociendo sus sentimientos. Fortaleciendo sus emociones. Articulando los recursos comunitarios. Identificando sus necesidades. Escuchando sus demandas. Consensuando los cuidados. Dotándoles de protagonismo. Dándoles la voz para que decidan sobre su salud. Haciéndolas partícipes activas de los procesos. Incentivando su interés. Respetando sus diferencias. Reconociendo su diversidad.

            Y todo esto que puede parecer muy fácil, es tremendamente complejo. Porque ser enfermera es fácil, se trata tan solo de obtener un título que habilite pare ejercer, como para cualquier otra titulación. Lo que verdaderamente es difícil es ser y sentirse enfermera. Ser una excelente enfermera comunitaria que preste atención integral, integrada e integradora a lo largo de la vida de las personas que componen la comunidad para que sepan afrontar desde la autogestión, la autodeterminación y la autonomía su autocuidado para afrontar los problemas de salud teniendo en cuenta los determinantes sociales que inciden en los mismos. Innovando para modificar hábitos y conductas desde la promoción de la salud y no desde la salud persecutoria. Desde la creatividad para que acontecimientos indeseables que generan incertidumbre, miedo y ansiedad sean canalizados a través del arte y la cultura. Incentivando la movilización de las organizaciones ciudadanas para identificar los activos que les reportan salud. Interviniendo en el ámbito familiar para fortalecer los vínculos entre sus miembros y acompañar a las cuidadoras para que no sucumban en el proceso de cuidados familiares. Controlando la demanda a través de la información sanitaria y la educación para la salud. Disminuyendo el consumo farmacológico indicando recursos comunitarios. Creando vínculos comunitarios a través de redes sociales. Favoreciendo la solidaridad para contribuir a crear contextos saludables. Implicándose en las políticas de salud para lograr que haya salud en todas las políticas. En definitiva, prestando el bien intangible que, tal como determina Adela Cortina, es aquel que tan solo las enfermeras pueden prestar, es decir, los cuidados profesionales y científicos enfermeros.

            Y todo esto y mucho más desde la periferia. En su comunidad. Una comunidad que la identifica como referente, agente y líder indiscutible de la salud comunitaria. Una comunidad que sabe lo que es y representa contar con una enfermera comunitaria como ella.

            Y además de todo esto, gestiona, lidera, comunica, reivindica, aboga por la equidad y la igualdad, contribuye a hacer accesibles los cuidados y la salud, interviniendo en las escuelas e institutos, participando en los medios de comunicación con propuestas valientes e innovadoras que captan la atención de la población, luchando contra la soledad a través de proyectos intergeneracionales, fortaleciendo la salud mental para evitar que se cronifique como se hizo con la cronicidad.

            En definitiva, es un ejemplo y un modelo de lo que es una enfermera comunitaria. De lo que supone sentirse enfermera comunitaria. De lo que representa la responsabilidad asumida con la comunidad.

            Una incansable luchadora del trabajo transdisciplinar que ha tenido que salvar en muchas ocasiones las respuestas reaccionarias de quienes veían en ella una amenaza en lugar de un potencial de salud. Teniendo que convencer a sus superiores para que no le prohibieran actuar al margen de lo social, político y sanitariamente establecido y considerado como normal y correcto.

            Carmen Pilar Nieto Pedraza, es la enfermera que todos quisiéramos ser y que muy pocas/os tenemos la posibilidad de ser. Porque para ser y actuar como ella hay que creérselo, comprometerse, e implicarse renunciando a zonas de confort en las que tantas veces nos refugiamos y de las que tan difícilmente se sale.

            Como dice el cuento que escribí,“De mayor quiero ser Enfermera Comunitaria” como Carmen Pi.

            Gracias por ser un ejemplo de vida y de profesionalidad. Gracias por tu carisma y tu convicción. Gracias por tu fuerza y energía. Gracias por tu alegría y tu rigor que tan bien has sabido combinar siempre. Gracias por no desfallecer nunca. Gracias por creer en ti y en lo que representas. Porque haciéndolo nos has permitido a muchas/os creer a amar lo que es y significa ser y sentirse enfermera comunitaria

Entrega el Premio: Dª Milagros Martínez Martínez

Alcaldesa Ayuntamiento Biar

 

PREMIO A LA DIVULGACIÓN Y VISIBILIZACIÓN DE LA IMAGEN ENFERMERA EN LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN

            No se puede negar el gran impacto y valor que los medios de comunicación tienen en la sociedad y el que específicamente tienen en la salud comunitaria.

            En base a ello, los medios de comunicación, tienen una gran responsabilidad por cuanto se convierten en líderes de opinión y transmisores de la información que puede afectar tanto a la salud de las personas como a la forma en cómo estas identifican, interpretan y, en consecuencia, actúan con relación a la misma y la forma en que les afecta tanto a nivel individual como colectivo.

            En este sentido, lamentablemente, no siempre existe una sintonía entre profesionales de la salud, científicos y periodistas. Posiblemente porque haya intereses cruzados que siendo absolutamente respetables no siempre son compartidos ni debatidos para que no generen distorsión en la información que se traslada.

            Resulta por tanto paradójico que hablando de medios de comunicación sea precisamente la comunicación la que falla e impide un diálogo que equilibre el interés informativo de los medios con el interés de quien genera o forma parte directa o indirectamente de la información desde su competencia profesional o científica.

            Así pues, parece que sería razonable establecer canales de comunicación bidireccional que permitiesen unificar el lenguaje sin que con ello se pretenda manipular el mensaje. Es necesario que exista un respeto mutuo que aúne tanto el interés informativo como el divulgativo. Porque en definitiva el producto final repercutirá de manera significativa en lo que capta la audiencia de los medios y en su impacto sobre la salud.

            Encontrar profesionales que sepan y quieran entender este ejercicio de responsabilidad compartida no siempre es fácil y resulta muy gratificante cuando se logra una sintonía que permite identificar la importancia de lo que es noticia y la trascendencia de su contenido riguroso y alejado de juicios de valor.

            La Cátedra de Enfermería Familiar y Comunitaria quiere reconocer con este premio la seriedad de un medio y la profesionalidad de quienes en el mismo trabajan. Profesionalidad en la que, además de sus magníficas competencias periodísticas incorporan una necesaria objetividad no exenta de crítica y firmeza que evita la interpretación y una coherencia que logra transmitir credibilidad.

            Las enfermeras, que algo sabemos de cuidados, nos sentimos cuidadas por Radio Alicante Cadena SER. Cuidadas que no aduladas, porque saben transmitir una imagen, nuestra imagen, ajustada a la realidad profesional y social actuales. Cuidadas porque ponen en valor su aportación específica alejándose de tópicos y estereotipos. Cuidadas porque consultan, analizan, reflexionan, debaten sobre temas de interés para las personas, las familias y la comunidad a través de la comunicación y el contraste de la información. Su rigor informativo, por tanto, se articula con el rigor de quienes son consultadas, entrevistadas o simplemente sobre quienes se informa ante acontecimientos que o bien tienen que ver con su desarrollo científico, profesional o disciplinar, o bien son agentes activos en la atención que prestan a la ciudadanía.

            Pocas veces se encuentran profesionales como por ejemplo Carlos Arcaya que tenga la humildad y generosidad de escuchar y aprender.Para adaptar su lenguaje a la salud y no tan solo a la sanidad. Para identificar y valorar la Promoción de la Salud. Para comprender la importancia de los cuidados y de esta manera hacer de ellos noticia que educa. Y esto, créanme no es habitual.

            Pero es que además todas/os las/os profesionales de Radio Alicante son sensibles a las demandas informativas que trasladamos para ser difundidas por las ondas con un interés de participación comunitaria conjunta, lo que les convierte en agentes y líderes de salud comunitaria. Colaboración importante y no siempre comprendida, pero que en el caso que nos ocupa está interiorizada como parte de su compromiso social con la ciudadanía.

            Sr. Rosales, Director de Radio Alicante Cadena SER, compartimos idéntica población diana. Ustedes les aportan información y nosotras cuidados. Pero también las enfermeras aportamos Información a través de la Educación para la Salud y ustedes aportan cuidados a través de su Información. Por tanto, conformamos una simbiosis informativa-cuidadora que debemos respetar, mimar y desarrollar para con ello mejorar conjuntamente la Salud Comunitaria.

            Estoy seguro, de que la relación que tenemos perdurará en el tiempo y reportará resultados de salud e información muy positivos para la sociedad alicantina en particular y la valenciana en general.

            Ojalá y su ejemplo fuese un modelo a seguir y replicar. Y ojalá que este reconocimiento tan merecido que queremos hacerles hoy sea un acicate para que así sea. Mientras eso sucede congratulémonos todas/os de contar con Radio Alicante y unas/os profesionales tan íntegras/os, rigurosas/os y accesibles como los que conforman su equipo.

            Gracias a Radio Alicante Cadena SER por su periodismo cuidador y saludable. Gracias por lo que aportan y por el compromiso con la salud comunitaria.

RADIO ALICANTE CADENA SER

Recoge el Premio: D. Eduardo Rosales

Director Radio Alicante Cadena SER

Entrega el Premio: José Ramón Martínez Riera

Director Cátedra de Enfermería Familiar y Comunitaria

 

SIN ROL Y SIN METAS Pérdidas sin duelo

                                                                         A quienes construyeron espacios donde albergar el conocimiento del cuidado y ahora son desahuciados.

 

«Cuando no se teme a la muerte, se la hace penetrar en las filas enemigas»

Napoleón[1]

 

Dicen que una estudiante le preguntó una vez a la antropóloga y poetisa Margaret Mead (1901 – 1978), cuál consideraba ella que era la primera señal de civilización en una cultura.

La estudiante esperaba que la antropóloga le hablara de anzuelos, cuencos de arcilla o piedras para afilar, pero su respuesta fue “El cuidado recibido a una niña con un fémur fracturado”.

Al ver la cara de sorpresa de la alumna ante su respuesta, Mead le explicó que, en la naturaleza salvaje, cuando un animal sufre un accidente y se enferma, al romperse una pata, por ejemplo, muere sin remedio al no poder sobrevivir por sí solo ya que, en tales circunstancias, no puede huir del peligro ni ir al río a beber agua ni cazar para alimentarse. De esta manera, se convierte en una presa fácil para sus depredadores.

Ningún animal sobrevive con una pata rota el tiempo suficiente para que el hueso sane.

Por eso, los restos arqueológicos hallados de un fémur roto procedente de un homínido con signos de haberse recuperado por el cuidado prestado por otro homínido es el primer signo claro de civilización.

Es la prueba de que alguien se tomó el tiempo para cuidar a otro ser herido y se quedó con él hasta que estuvo curado

“Ayudar a alguien a atravesar la dificultad es el punto de partida de la civilización”, explicó Mead.

La colaboración y el cuidado mutuo están en el ADN de la civilización.

Con este ejemplo, queda claro que antes de que nadie tuviese ni los conocimientos ni la capacidad para curar a otra persona de sus dolencias, el cuidado ya era una actividad que tenía efectos muy positivos en las personas que los recibían, hasta el punto que les permitía curarse o restablecerse gracias a dichos cuidados y no a otro tipo de acciones.

A lo largo de los siglos, el cuidado ha estado presente en todas las épocas y etapas de la humanidad, sin excepción. La curación, se incorporó con posterioridad contribuyendo sin duda a la mejora de vida de las personas gracias a las intervenciones realizadas para su logro. Pero nunca, la curación, ha sido posible sin la acción cuidadora. Han sido siempre acciones complementarias y necesarias.

Otra cosa es que los cuidados, por razones de atención y de intención que escapan al planteamiento de mi reflexión, no se sustentasen en el conocimiento científico al mismo tiempo que lo hizo la curación. Esta es la razón, entre otras muchas, de que los cuidados hayan estado durante mucho más tiempo del deseado fagocitados y supeditados a la supremacía de la curación y, sobre todo, de quienes asumieron como propia la propiedad exclusiva y excluyente de la misma.

La Enfermería, asumió la identidad de los cuidados y desde la misma fue capaza de construir una ciencia propia en la que adquiriesen la consistencia científica y el valor humano que lograron alcanzar más allá del cuidado que, como patrimonio de la humanidad, sigue siendo parte indiscutible de nuestra relación y convivencia individual, familiar y comunitaria.

Precisamente ese compartir los cuidados, como valor universal, tanto con otros profesionales como con la población en general permite lograr un compromiso colectivo, una corresponsabilidad y una participación activa que resultan fundamentales como respuestas de salud, sin que suponga una renuncia competencial, un intrusismo encubierto o una invasión disciplinar, tal como otras/os profesionales lo identifican con la acción curativa que, además, se encargaron de usurpar de la tradición popular de las comunidades para erigirse como exclusivos protagonistas de la misma, aniquilando cualquier forma de participación en la toma de decisiones sobre sus procesos de salud-enfermedad. En su narcisismo y egocentrismo profesional entendieron que los cuidados no formaban parte de su propiedad y dejaron y propiciaron que siguiesen siendo identificados como una actividad doméstica propia de las mujeres.

Sin embargo, las enfermeras logramos asumir el cuidado profesional como referente de nuestro quehacer y de nuestro valor intangible más allá de los tópicos y estereotipos con los que se nos ha etiquetado como forma de desvalorización de nuestra acción cuidadora diferenciada del cuidado que como personas nos es inherente.

Muchas han sido las enfermeras que han contribuido a que la Enfermería sea una Disciplina Científica que alimenta a los cuidados profesionales de conocimiento y de evidencias que demuestran su aportación singular tanto a la curación como a la promoción, protección y mantenimiento de la salud, como derecho fundamental que permite situar nuestros cuidados al nivel de la dignidad humana.

Así pues, la evolución de la ciencia enfermera y de su acción cuidadora es incuestionable y la incorporación de los estudios de Enfermería en la Universidad fue un punto de inflexión fundamental. A este gran hito, le siguieron otros no menos importantes como la aparición de las primeras Sociedades Científicas Enfermeras como La Asociación de Enfermería Docente (AED), la Asociación Española de Enfermería de Salud Mental (AEESME), la Asociación de Enfermería Comunitaria (AEC), o de Revistas Científicas de Enfermería, como ROL de Enfermería en 1977, de Enfermería Clínica en 1991, de Cultura de los Cuidados en 1997, de METAS Enfermería en 1998, de Enfermería Global en 2002, entre otras. Un camino complicado pero lleno de proyectos, ilusiones, metas, compromisos… que se fueron plasmando en todos estos logros y en muchos otros que permitieron visibilizar a las enfermeras y sus cuidados.

Pero la sociedad en la que evoluciona la Enfermería es dinámica, cambiante, diversa… y está muy influida y se deja influenciar por determinados factores que impactan de manera muy significativa, al tiempo que desigual, no tanto en su desarrollo, como en la capacidad de reacción, acción, resiliencia, posición, conciencia, confianza, estímulo, autoestima de las enfermeras… para afrontar los cambios y poder adaptarse a ellos sin perder la esencia de ser y sentirse enfermeras. Como si lo alcanzado ya no admitiese mayor recorrido y ahora tocase vivir de las rentas de lo logrado Como si el movimiento generado para lograr una velocidad que nunca antes se había alcanzado y que permitió llegar a lugares que siempre parecieron inalcanzables, provocase una inercia suficiente para seguir avanzando. Como si ya tuviésemos bastante para situarnos plácidamente en zonas de confort en las que “hibernar”. Como si el esfuerzo nos hubiese generado anemia, astenia e hipotonía científico profesional que afecta a nuestra salud mental disciplinar con estados de bipolaridad inicial que derivan en una profunda depresión de la que parece que ni supiéramos ni quisiéramos salir. Y mientras tanto, todo a nuestro alrededor se va desmoronando sin que parezca impresionarnos lo más mínimo. Dando por natural lo que no lo es. Dando por inevitable lo que es producto de nuestra propia pasividad. Creyendo que nada de lo que pasa nos va a afectar. Asumiendo como propio lo que nos es ajeno y abandonando lo propio al considerarlo ajeno, en un ejercicio de irresponsabilidad disfrazada de falsa competencia desde la que reclamar un reconocimiento que no somos capaces de ejercer ni con nosotras/os mismas/os.

Pero, lo cierto es que todo lo que pasa es una concatenación de factores, consecuencias, respuestas, indicadores de nuestro progresivo derrumbe, disolución, descomposición, que ni tan siquiera nos lleva a una deconstrucción o desmontaje del concepto enfermero o de su construcción intelectual, por medio del análisis, para reconstruir una nueva realidad. Simplemente nos comportamos como espectadores pasivos de un espectáculo dantesco del que parece no queramos darnos cuenta que formamos parte y nos lleva irremediablemente a la desaparición o lo que aún es peor a la indiferencia, inconsistencia, insensatez, insipidez de nuestra presencia y esencia.

La disolución de Sociedades Científicas que debilitan el tejido científico que otorga madurez a una disciplina. La falta de interés por un desarrollo científico profesional de los cuidados y la fascinación por la técnica, la tecnología y la enfermedad, que desembocan en una deshumanización de la atención y en una cosificación de las personas al priorizar el “cuidado” de sus enfermedades en lugar de cuidar de sus necesidades. La ausencia de interés, curiosidad o innovación científicos, con un abandono progresivo del análisis y la lectura crítica y científica, junto a la desmedida producción científica con interés exclusivamente curricular, que la convierte en improductiva, contribuyendo a alimentar los fondos buitre que acechan y devoran todo lo que no les interesa o molesta para fortalecer su negocio, abocando, a nuestras publicaciones científicas a su desaparición[2], [3]. La fascinación por un ámbito anglosajón que domina y doma en relación inversa a la desconsideración e indiferencia hacia el contexto ibero-latinoamericano que, sin embrago, está siendo capaz de fortalecer e impulsar revistas científicas cada vez más potentes y apoyadas por sus universidades, al contrario de lo que aquí sucede al dedicarse éstas a apoyar y financiar a las grandes multinacionales del negocio del conocimiento. La indiferencia a los desmanes de quienes teóricamente nos representan, naturalizando sus actitudes o, lo que es peor, dándoles validez[4]. La pérdida progresiva de asistencia a actividades científicas como si ya se tuviese un depósito de conocimiento lleno a perpetuidad o no se tuviese nada importante que compartir o debatir. El continúo y paulatino deterioro de los planes de estudio de grado y posgrado y de los programas de formación especializada producto del abandono del paradigma enfermero para situarse en el más cómodo y subsidiario paradigma médico[5],[6]. La falta de interés por las respuestas humanas que nos aboca a una sistematización, protocolización, estandarización… de unos cuidados que no son capaces de cuidar profesionalmente. La dejación institucional permanente hacia el cuidado que deshumaniza el sistema y la atención prestada, tal como demuestra la parálisis a la que se somete la necesaria estrategia de cuidados[7] (Figura 1). 

 

Un cuidado cada vez más deteriorado, denostado, comercializado, desnaturalizado, producto de la falta de identidad enfermera, de la ausencia de orgullo de pertenencia, de la renuncia a lo que se es sin saber lo que es ni significa. Un cuidado que nunca va dejar de ser necesario, pero que puede y lamentablemente ya está siendo objeto de renuncia, olvido, intrascendencia… por parte de quienes precisamente deberían defenderlos como símbolo de lo que es y significa ser enfermera.

Por lo tanto, sino somos capaces de cuidar de los cuidados profesionales y por derivación de la Enfermería que le tiene que dotar de conocimiento científico, ¿cómo pretendemos cuidar profesionalmente? y lo que aún es más grave, ¿cómo creemos que puede reconocerse nuestra aportación específica enfermera?

A este ritmo no transcurrirán muchos años para que deje de identificarse como referencia de los cuidados a las enfermeras. Porque sino somos capaces de remediarlo, nos veremos abocadas a un oficio de ayuda técnico sanitaria, que con tanto trabajo, esfuerzo y dedicación se logró revocar y abandonar para recuperar una identidad que parecemos empeñadas en que se diluya por lisis de interés.

¿Cuántas referencias más vamos a dejar que desaparezcan sin tan siquiera pestañear? ¿Cuántos agravios vamos a seguir permitiendo con absoluta naturalidad? ¿A cuántos mediocres vamos a dejar que continúen representándonos? ¿Cuántas pérdidas estamos dispuestas/os a soportar como sino fuesen con nosotras/os? Y todo con una insensibilización absoluta de la que está ausente el duelo, como signo de dolor por lo perdido.

Nos hemos quedado sin ROL y sin METAS algo muy significativo que va mucho más allá de la cabecera de las revistas desaparecidas y que parece un aviso claro de hacia dónde nos dirigimos. Con lo mucho, habitual e innecesariamente que lloramos y ahora que llorar haría menos profundo el duelo nos quedamos sin lágrimas.

De nosotras/os y solo de nosotras/os depende que podamos revertir la curva descendente que nos lleva irremediablemente a la más absoluta indiferencia profesional, científica, social…

Nosotras/os y solamente nosotras/os seremos responsables de que el cuidado profesional enfermero siga siendo o no parte de nuestro ADN. Y si lo perdemos ya no podremos ser identificadas, ni reconocidas, acabaremos en la fosa del olvido.

 

[1]Militar y político francés de origen italiano nacido en Córcega que saltó a la fama durante la Revolución francesa (1769 – 1821).

[2] http://efyc.jrmartinezriera.com/2023/12/06/revista-rol-de-enfermeria-principio-y-fin/

[3] https://www.enfermeria21.com/diario-dicen/cierre-revista-metas-de-enfermeria/

[4] https://www.elnortedecastilla.es/valladolid/juzgado-ordena-investigar-finanzas-presidente-nacional-enfermeria-20240215193235-nt.html

[5] https://www.diariomedico.com/enfermeria/enfermero-joven/eir/ccoo-propone-dividir-especialidad-enfermeria-medico-quirurgica-favorecer-desarrollo.html

[6] https://es.linkedin.com/jobs/view/enfermera-tenerife-at-hospitales-parque-3788135325

[7] https://www.instagram.com/reel/C3VFeGmo7QQ/?igsh=MWk0enQ0eGN3b3RpYg==

EL VALOR DE LOS CUIDADOS ¿Vocación o convicción?

                                                                                   A quienes tienen la capacidad y la voluntad de generar y transmitir lo que es y significa ser enfermera.

 

                                                                                             «No puedo hacer todo, pero puedo hacer algo. No debo dejar de hacer el algo que puedo hacer»

Helen Keller[1]

 

Siempre se ha relacionado a Enfermería y al ser enfermera con la vocación. Vocación que según la RAE en su tercera acepción hace referencia a la “inclinación a un estado, una profesión o una carrera”, pero cuya primera entrada es definida como la “inspiración con que Dios llama a algún estado, especialmente al de religión”.

La vocación, es cierto, no tan solo se relaciona con el hecho de estudiar enfermería y ser enfermera. A otras profesiones también se las asocia con la vocación como principal justificación o inclinación a la elección de las mismas. Incluso ahora hay quienes pretenden normativizar la vocación, como si se tratase de una habilidad más, con la pretensión de generar la adherencia de los médicos a la Atención Primaria y a la gestión sanitaria[2]. Pero el problema no es de vocación, es de identificación. No se identifican, mayoritariamente, con la Atención Primaria, ni con la salud, ni con la atención comunitaria… aunque no lo quieran reconocer con tal de no perder “territorio”.

Enfermería ha estado ligada durante gran parte de su historia a una vocación íntimamente relacionada con la religión. En una relación de advocación y de servicio a la llamada divina. Entre otras cosas porque la formación de Enfermería estuvo durante muchas épocas en el seno de órdenes religiosas, tanto masculinas como femeninas, aunque no siempre coincidiendo temporalmente. Esta circunstancia, sin duda, incorporó una impronta de servicio y docilidad no tanto a Dios, que también, como a quienes decidieron suplantar su figura y con ella establecer la obligación de las enfermeras a serles fieles, dóciles y obedientes servidoras. Y digo servidoras porque la vinculación de la Enfermería al género femenino determinó o aumentó la condición de vocación de servicio y obediencia a través de unos cuidados que, quienes asumieron el protagonismo único de la salud, se encargaron de presentar como una bendición divina desprovista de cualquier contenido o relación científica. Cuidados que debían responder tan solo a la simpatía, la resignación y la compasión, como valores propios de la mujer al servicio de la nueva divinidad. Todo ello como respuesta a la vocación y advocación entendida esta última como la “tutela, protección o patrocinio de la divinidad”. Y para asentar esa visión próxima a la divinidad es por lo que se denomina a las enfermeras como ángeles que, en diversas religiones monoteístas, son espíritus celestes creados por Dios para su ministerio, en un nuevo y nada benéfico ni inocente intento por determinar la imagen estereotipada de las enfermeras y su forzada vocación ligada a esa nueva divinidad sanitaria.

Si bien es cierto que la evolución de Enfermería ligada, no lo olvidemos, a la del rol asignado socialmente a las mujeres, fue desprendiéndose de su relación con la religión y, como consecuencia de ello, de una visión de la vocación menos idílica y divina, no es menos cierto que su mención como respuesta a la elección de ser enfermera sigue siendo el recurso más habitual para salir del paso o como la mejor forma de quedar bien ante la ausencia de otras respuestas menos convencionales y más sinceras.

La verdad es que nunca identifiqué mi elección profesional con una relación vocacional. No tenía referentes en mi entorno próximo que hubiesen podido despertar en mí la citada vocación. No existía tampoco un especial interés por el ambiente sanitario ni por esa inclinación de ayuda a los demás que también suele ser respuesta habitual en quienes son preguntados. Ni conocía realmente, como una gran mayoría de la sociedad de aquellos años, lo que era y hacía una enfermera más allá de ser acompañante fiel del médico. Entre otras cosas porque ya se encargaron de que no se supiese al enmascararlo con el acrónimo de ATS que determinaba de manera mucho más explícita lo que era y se esperaba de dichas/os profesionales, es decir, ayudar y obedecer en tareas técnicas de la sanidad. De tal manera que durante mucho tiempo tuve la sensación de que mi elección había sido producto, bien de la casualidad o de la indecisión o bien la mejor manera para lograr un trabajo fácil en un tiempo relativamente corto o servir como puente para “miras” más elevadas como estudiar Medicina, que esta sí, era una referencia de deseo familiar.

Era una sensación que me hacía sentir raro por cuanto parecía que si no se tenía vocación no se entendía la elección.

Por otra parte, el momento en que estudié ATS no favorecía precisamente ningún tipo de reflexión que me hiciese pensar en una elección por convicción. Estudiaba en un ambiente exclusivamente masculino, como había hecho a lo largo de todos mis estudios previos, y la identificación de Enfermería no existió hasta bastante tiempo después. Teniendo, por otra parte, una percepción del trabajo de ATS muy determinada por cuestión de género. Según la cual, no era lo mismo un ATS masculino que una femenina. Más aun teniendo en cuenta que a estas últimas, se les denominaba enfermeras como si fuesen otra profesión diferente a la que yo elegí y con la que no me sentía identificado.

¿Qué pudo determinar pues mi decisión? Eso me lo pregunté justamente cuando descubrí que la verdadera identidad, aunque grotescamente maquillada, de aquello que había estudiado, ATS, era realmente Enfermería. Una identidad que rechacé inicialmente por mi condición masculina al considerar que aceptarla ponía en cuestión mi masculinidad.

La ausencia de referentes comentada anteriormente, tuvo su fin cuando conocí a la que sería mi primer referente. Una enfermera, Esperanza Delgado Calvo, que me descubrió lo que era y significaba la Enfermería y ser y sentirse enfermera. He de reconocer que al principio me costó entenderlo y más aún asumirlo. Pero su descubrimiento supuso una transformación que se mantuvo durante varios años posteriores hasta que asimilé totalmente mi nueva identidad y sentimiento de pertenencia.

Logrado esto reflexioné sobre la posibilidad de que hubiesen existido otros factores los que determinaran mi elección, al resistirme a creer que tan solo fuese producto de la casualidad o de la oportunidad.

En esa búsqueda retrospectiva descubrí la que entendí y sigo entendiendo como causa de mi elección y convicción, aunque no fuese consciente de ella hasta bastante tiempo después.

Crecí en un ambiente familiar en el que se reproducían claramente los roles de género que marcaba la sociedad por imperativo de una dictadura política que se transmitían en todas y cada una de las conductas, normas, valores, comportamientos… que imprimían una educación condicionada por mi género y lo que el misma significaba en cuanto a lo que debía asumir y debía rechazar para formarme como hombre.

Pero en este ambiente de réplica social normalizada, había una figura que, si bien no identifiqué como concluyente en mi infancia, más allá de la relación de cariño hacia ella, fue determinante en el futuro a pesar de su prematura muerte. Mi yaya, como llamamos a las abuelas en mi tierra, resultó ser la persona que, estoy convencido, determinó, no sé bien de qué manera, mi elección profesional muchos años después.

¿Y por qué llegué a esa conclusión? Voy a tratar de verbalizar lo que durante tanto tiempo no logré identificar y que sin embargo estoy convencido supuso tan importante cambio en mi desarrollo profesional, pero también personal.

Mi yaya, para empezar, era en aquel entonces una mujer que no encajaba en su tiempo. Y no lo hacía porque, entre otras muchas cosas era dueña de su vida y sus decisiones y no se dejaba intimidar por las circunstancias ni por nadie. Tomaba sus propias decisiones de manera absolutamente autónoma asumiendo las consecuencias de las mismas con absoluta determinación, lo que le dotaba de algo que posteriormente cobró mucho significado para mí, responsabilidad, entendida esta como la capacidad de tomar decisiones y asumir los riesgos derivados de ello.

Entre esas decisiones estuvo la de no aguantar a un hombre que le engañaba y que no le aportaba nada y por tanto lo tiró de casa, literal, a pesar de tener dos hijos de corta edad a los que cuidar. Esa decisión le supuso replantear su vida para poder ganarse la vida. Abandonó su condición de ama de casa para montar negocios o hacer lo que en aquel entonces se conocía como estraperlo. Iba a Andorra a comprar productos que después revendía. Esa condición de “contrabandista” me salvó la vida cuando yo tenía tres años y enfermé de tifus. El antibiótico necesario para mi tratamiento no se vendía en España y ella lo trajo de contrabando, salvándome la vida.

Era una mujer decidida, valiente, innovadora, creadora… que no encajaba en su tiempo ni en su entorno. Mi madre, de hecho, era muchísimo más conservadora y convencional que ella, hasta el punto de no entender a su madre, mi yaya.

Mi relación con ella era muy intensa. Teníamos una complicidad absoluta a pesar de mi corta edad. Y digo que era muy intensa porque aún hoy la recuerdo de manera muy vívida y con mucha emoción. Teníamos un vínculo que nos unía de manera muy estrecha y especial.

Fueron 9 años maravillosos en los que disfrutamos el uno de la otra y viceversa. Pero el cáncer decidió poner fin a nuestra relación de manera absolutamente prematura, violenta y abrupta. Mis recuerdos de ella consumiéndose en la cama no me hacen olvidar su fuerza, energía, coraje, ni su determinación a seguir aferrada a la vida.

No tuve ocasión de despedirme de ella. Mi madre, mis padres, decidieron que me protegían más si estaba ausente durante sus últimos días de vida y me dejaron en casa de una vecina. Cuando regresé a casa, entré corriendo sin saludar a nadie, para ir a la habitación donde estaba mi yaya. La visión de un colchón desnudo y enrollado sobre el somier me golpeó con tanta fuerza como dolor. Supe en ese mismo instante que ella se había ido sin que yo no me pudiese despedir de quien más quería. Nunca entendí que me apartasen de su lado y no me dejasen decirle adiós, por mucho que lo hiciesen con la mejor de las intenciones cumpliendo una nueva convención de la época como era la de ocultar la muerte en una, tan hipotética como evidente, falsa protección.

Evidentemente el tiempo transcurrió y todo volvió a esa anodina normalidad en la que añoraba la espontaneidad, alegría y empatía, de mi yaya, cuyo recuerdo nunca me abandonaría.

Y ese recuerdo precisamente fue el que afloró y me dio explicación tiempo después de por qué había elegido ser lo que inicialmente no supe que sería, enfermera.

Un recuerdo que me permitió identificar la fuerza de una mujer y como el cuidado podía ser prestado desde la determinación y la autonomía y no tan solo por convención social, condición de género o por imperativo laboral.

Un recuerdo que me enseñó cómo se podían tomar decisiones asumiendo la responsabilidad de las mismas a pesar de las normas establecidas.

Un recuerdo que me hizo recuperar la imagen de una mujer valiente y fuerte consumida por la enfermedad sin que la misma y sus consecuencias le hiciesen perder la sonrisa y las ganas de hablar conmigo mientras me acariciaba con sus huesudas manos de las que salían tubos conectados a unas botellas colgadas de un perchero atado a la cabecera de la cama que, en aquellos momentos, no supe, o no quise, identificar con un final cercano.

Un recuerdo que dejó marcado en mí el valor del cuidado, la fuerza de una mujer y la humanidad que desprendía. Al tiempo que me transmitía la necesidad de mantener la firmeza en defensa de tus convicciones y tu identidad.

Mi yaya Ana, fue para mí lo que otros llaman vocación. Ella sin decírmelo expresamente me lo transmitió. El cómo esa señal pudo determinar mi decisión es algo que no soy capaz de explicar, pero conociéndola no tengo dudas de que algo haría para que se concretase. Cuando estoy en el límite de mi vida profesional puedo decir, ahora sí, sin miedo a equivocarme que sé el por qué quise ser, sin saberlo, enfermera. Y ahora sé por qué esa decisión determinó que mi sentimiento fuese cada vez más fuerte y estuviese más firmemente consolidado. Ahora sé y entiendo porque quiero ser conocido y reconocido como ENFERMERA.

La ciencia no siempre tiene respuestas para todo, pero los vínculos del cuidado sin duda sí.

Gracias yaya por hacerme sentir tan orgulloso de ser lo que soy y de poder descubrir y compartir que fue gracias a ti. Fuiste una mujer ejemplar y luchadora, el mejor ejemplo que pude tener. Tú me enseñaste a no rendirme nunca, de igual forma que tú nunca lo hiciste, aunque la muerte que te arrebató de mi lado así lo creyese.

Y por eso, ahora más que nunca, cobra mayor sentido el poema de John Donne[3] “Muerte, no te enorgullezcas”. Porque el recuerdo de mi yaya ha logrado superar con mucho el dolor de su muerte.

Muerte, no te enorgullezcas, aunque algunos te hayan llamado

poderosa y terrible, no lo eres;

porque aquellos a quienes crees poder derribar

no mueren, pobre Muerte; y tampoco puedes matarme a mí.

El reposo y el sueño, que podrían ser casi tu imagen,

brindan placer, y mayor placer debe provenir de ti,

y nuestros mejores hombres se van pronto contigo,

¡descanso de sus huesos y liberación de sus almas!

Eres esclava del destino, del azar, de los reyes y de los desesperados,

y moras con el veneno, la guerra y la enfermedad;

y la amapola o los hechizos pueden adormecernos tan bien

como tu golpe y mejor aún. ¿Por qué te muestras tan engreída, entonces?

Después de un breve sueño, despertaremos eternamente

y la Muerte ya no existirá. ¡Muerte, tú morirás!

[1]Escritora, oradora y activista política sordociega estadounidense (1880 – 1968).

[2] https://www.redaccionmedica.com/secciones/parlamentarios/el-congreso-marcara-el-paso-de-la-prueba-de-vocacion-para-estudiar-medicina-7635

[3] Fue el más importante poeta metafísico inglés de las épocas de la reina Isabel I (1572 – 1631)

ENTROPÍA PROFESIONAL Los dioses sanitaristas

                           “El pueblo, en todas partes, rebaja a sus deidades hasta su propio nivel y las considera meramente como una especie de criaturas humanas, algo más inteligentes».

David Hume[1]

 

Últimamente están produciéndose una serie de declaraciones, aseveraciones e incluso acusaciones, por parte de representantes de determinadas organizaciones médicas o de médicos a título personal, en un claro y nada disimulado intento, por posicionar a los médicos como exclusivos protagonistas, decisores, interlocutores… de la sanidad[2],[3].

La verdad es que los mensajes que se trasladan a la opinión pública, principal destinataria de los mismos aunque se quieran disfrazar de discursos profesionales, tienen la clara intención de recuperar la, según sus autoras/es, posición de poder y representación que consideran han perdido y, lo que es peor, están convencidos les corresponde en exclusividad: El contenido de los mensajes es tan demagógico, falto de rigor, excluyente, autoritario, torpe y mezquino, que por sí mismo queda descalificado y al contrario califica a quienes lo emiten. Por lo tanto, su impacto debiera ser residual y provocar como máximo tristeza por lo que supone de degradante para una profesión como la médica que debiera ocuparse de otros menesteres o defensas más científicos y centrados en su valiosa aportación profesional que, por sí misma, no precisa del victimismo con que se acompañan o de ataques injustificados a fantasmas que tan solo ellos ven y que intentan que el resto, no solo veamos también, sino que además los identifiquemos como una amenaza que va más allá de su pueril ensoñación megalómana. Tristeza que incluso puede llegar a provocar una sonrisa por lo ridículo de su argumento y la teatralidad que le acompaña, que no pasa de ser una dramaturgia simplista.

Estas actitudes, por otra parte, creíamos que ya estaban superadas y formaban parte de un pasado que antojábamos olvidado. Por lo que podrían incorporarse en la categoría de anécdotas sin mayor evidencia que la ocurrencia de quienes las trasladan utilizando los medios de comunicación como forma de amplificación de su falacia.

Sin embrago, surgen al amparo de las nuevas tendencias de confusión, negacionismo, tradicionalismo, histrionismo, adulteración de la verdad… que de manera rancia y reaccionaria están utilizando determinadas fuerzas políticas para captar la atención y, sobre todo, el voto de una parte importante de la población que identifica estos mensajes como una forma válida de contestación a su descontento y de contención hacia quienes consideran, sin mayores argumentos que el seguidismo a tales proclamas, los culpables de cualquier mal, desde la amnistía hasta la sequía. Surgiendo mesiánicos personajes cuyo único mérito es el de ser médicos sin que se les conozca ni reconozca aportación ni méritos relevantes que avalen su verborrea doctrinal. Y aquí es donde, desde mi punto de vista, radica el peligro. No por lo que dicen, sino por el contexto de irracionalidad social en el que lo dicen, facilitando que se asuma como cierto lo que es tan solo una patraña en busca de la notoriedad que son incapaces de lograr como profesionales. Con la particularidad de que dichos mensajes, exclusivamente de conveniencia, son aplaudidos, asumidos y defendidos por quienes precisamente, desde los posicionamientos políticos referidos, han creado el caldo de cultivo propicio para que germinen. De tal manera que se retroalimentan mutuamente.

Por otra parte, y no menos preocupante es la pasividad que en forma de silencio, en el mejor de los casos, asume el colectivo médico en su conjunto. Lo que no deja de ser una forma de apoyo por omisión que contribuye a que los mensajes reaccionarios sean considerados como argumentos ciertos y plausibles.

Confundir la loable defensa de la identidad profesional y su proyección social con la utilización de estrategias más propias del ámbito de defensa territorial callejero, no es precisamente lo más acertado, necesario y conveniente, aunque en primera instancia y a corto plazo pueda parecer e incluso resultar eficaz. Eficacia que es efímera y contraproducente. No tan solo para el colectivo al que, en teoría, parece quieren armar y defender, sino para el Sistema de Salud en el que se integran y para la propia sociedad que más allá de la hipnosis o encantamiento en la que pueden caer con tales hechizos verbales, acaba por reconocer la realidad y poner a cada cual en su sitio. Pero hasta que esto sucede, el daño que se provoca a todas las partes es muy importante.

Finalmente, y tal como dijera Aristóteles[4] “Aquel que no puede vivir en sociedad y que en medio de su independencia no tiene necesidades, no puede ser nunca miembro del Estado; es un bruto o un dios.”

Llegados a este punto quisiera hacer referencia al término entropía, definido como la magnitud física que permite determinar la parte de la energía que no puede utilizarse para producir trabajo y está ligada con el grado de desorden de un sistema. Porque considero que precisamente esto es lo que está sucediendo. Es decir, estamos ante un claro ejemplo de entropía profesional.

Cuando la magnitud de energía de la aportación médica es utilizada, no para producir trabajo y como consecuencia del mismo, resultados que contribuyan a la salud de la población que, por otra parte, es lo que se espera y desea. Sino para generar confusión con el único objetivo de lograr un protagonismo exclusivo y excluyente, que conduce al desorden del sistema del que forman parte de manera conjunta con otros agentes a quienes, precisamente, tratan de anular haciéndolos subsidiarios de su impuesta autoridad y poder, estamos ante un claro y manifiesto ejemplo de entropía profesional.

Pero en la entropía, pasa algo similar a lo planteado por Khun[5] cuando argumentaba que el movimiento de la ciencia es un movimiento basado en rupturas y discontinuidades en donde el concepto de paradigma tiene un valor central[6]. En la entropía por su parte, el desorden no siempre es negativo y puede generar un nuevo equilibrio. Pero para ello hace falta que las partes que componen el sistema, en el caso que nos ocupa el Sistema Sanitario, se encuentren igualadas o equilibradas. Así pues el problema no es que exista un efecto de entropía, sino que del mismo pueda derivarse una nueva situación que realmente mejore la de partida. Pero hay quienes están empeñados en que con el desorden y el caos que provocan prevalezca una única figura profesional como hipotética referencia de culto y obediencia tanto por parte de la población a la que se debe como de quienes, muy a su pesar, son agentes de salud fundamentales de un equilibrio tan necesario como imprescindible en el Sistema Sanitario, a través del trabajo transdisciplinar y no a través de la imposición irracional y trasnochada que quieren aplicar.

El narcisismo, la autocracia, el egocentrismo, la megalomanía, la teocracia, el absolutismo, el negacionismo, el despotismo, el individualismo, el hedonismo… como elementos de caracterización y reconocimiento profesional, no es un buen camino para lograr que la salud de las personas, las familias y la comunidad pueda mejorar. Tan solo desde el respeto, la libertad, la participación, la diversidad, la complementariedad, la igualdad, la idoneidad, la capacidad, el mérito, la competencia… de y entre todas las partes se logrará tanto la identidad de cada una de ellas, como la capacidad de ser reconocidas y respetadas por lo que hacen y aportan y no por la imposición intransigente a hacerlo. Pretender disfrazar la supremacía disciplinar como ciencia es similar al intento de disfrazar las supersticiones de religión. Y tanto el respeto como la fe se logran por otros caminos diferentes a los de la anulación de otras profesiones o la aniquilación de otras creencias.

Mirar hacia otro lado, bien por considerar que no va con ellos o para disimular una conformidad incómoda pero cierta, no puede ser en ningún caso admisible por parte de quienes son miembros del colectivo que pretende la imposición irracional. No basta con no verbalizar lo que otros hacen. Hay que rechazarlo expresamente, con el fin de salvaguardar un equilibrio disciplinar que redunde en beneficio de la comunidad. Lo contrario les sitúa en idéntica posición a la de los charlatanes. Como aliados oportunistas para perpetuar la acción reaccionaria. Seguir en la creencia de la inmortalidad disciplinar por el simple hecho de ser miembro de dicha disciplina es tan simplista como patético. Porque finalmente la mortalidad les alcanza como lo hace con cualquiera por mucho que se empeñen en hacer creer o creerse que cuentan con la piedra filosofal que les protege de la misma. Cuanto antes se den cuenta quienes actúan desde la pasividad de que las posturas de deidad trasladadas por unos pocos no benefician al conjunto del colectivo médico y lo hagan patente descalificando sus discursos propagandísticos, antes se logrará el equilibrio producto de una entropía que deje de utilizar la energía en batallas sin sentido y procure el cambio necesario desde el entendimiento a través de la reflexión y el debate científico, razonado y civilizado.

El tiempo de los dioses del Olimpo que asumieron el poder e impusieron su orden es parte de una mitología que en ningún caso es reproducible por tentador que para algunos resulte, en base, posiblemente, a lo que planteaba Nietzsche[7] cuando hablaba del pueblo griego y decía que “El griego conoció y sintió los horrores y espantos de la existencia: Para poder vivir tuvo que colocar delante de ellos la resplandeciente criatura onírica de los olímpicos.”

La salud es demasiado importante y la ciudadanía que tiene derecho a la misma merece el máximo respeto. Por ello, cuantos de una u otra forma tenemos la capacidad y la competencia para actuar de manera profesional y responsable con el fin de que disfruten de ella en las mejores condiciones posibles, debemos rechazar la tentación de jugar con la salud como arma arrojadiza o como escudo protector para alcanzar un poder que tan solo puede residir en quienes son depositarios de la misma, las personas, las familias y la comunidad.

Desde hipotéticos y falsos altares tan solo se arenga, proclama, amenaza, infunde temor o castiga, al creerse en posesión de una autoridad auto otorgada y proclamada, pero no identificada ni respetada, que no contribuye a la confianza que se precisa para construir contextos de salud desde la participación de todas/os.

Es cierto que no merece la pena perder el tiempo en contestar discursos que no tienen fundamento ninguno, porque es tanto como darle una categoría de importancia que no tienen. Pero tampoco podemos caer en el error de pensar que se trata tan solo de exaltados aislados sin capacidad de proyección e influencia en un momento en el que la sociedad o una parte importante de ella sigue los mensajes mesiánicos de dichos predicadores con resultados muy inciertos o, terriblemente ciertos.

Todas/os tenemos la responsabilidad de contrarrestar estas tendencias desde la racionalidad de la comunicación, el diálogo y el consenso. Profesionales, políticos y ciudadanía debemos generar un frente común de racionalidad que contenga las arengas triunfalistas y/o derrotistas, según los casos, que tan solo buscan la desestabilización que alimenta su supuesta y falsa autoridad para mantener modelos sanitarios como nichos ecológicos de su actividad y proyección.

No deja de ser paradójico que en un país en el que su constitución lo proclama como estado aconfesional surjan personajes tratando de instaurar un nuevo orden de fe que sea asumido por toda la ciudadanía desde su particular Iglesia Sanitarista. Dios nos pille confesados…

[1]  Filósofo, historiador, economista y ensayista escocés (1711 – 1776).

[2] https://www.simpa.es/carta-abierta-a-la-ministra-sobre-el-a1-no-podemos-ni-queremos-ser-arquitectos/ 

[3]  https://www.medicosypacientes.com/articulo/dr-ignacio-guerrero-no-podemos-seguir-sin-un-estatuto-del-medico-que-nos-reconozca-como-unica-autoridad-en-el-sistema-nacional-de-salud/

[4] Filósofo, polímata y científico griego nacido en la ciudad de Estagira, al norte de la Antigua Grecia.

[5]  Físico, filósofo de la ciencia e historiador estadounidense (384 aC – 332 aC)

[6] https://filco.es/paradigma-kuhn-nueva-forma-entender-ciencia/

[7] Filósofo, poeta, músico y filólogo alemán, cuya obra ha ejercido una profunda influencia en el pensamiento mundial contemporáneo y en la cultura occidental (1844 – 1900)

A PROPÓSITO DEL HONORIS CAUSA Morir de exito

«La vida debe ser comprendida hacia detrás, pero debe ser vivida hacia delante».

Søren Kierkegaard[1]

 

El pasado día 25 de enero tuvo lugar la investidura como Doctora Honoris Causa por la Universidad de Alicante de Mª Paz Mompart García.

Sin duda un hito importante y trascendente por cuanto es la tercera enfermera española que es investida como tal en toda la historia de la Enfermería, tras las de Rosa Mª Alberdi y Mª Teresa Moreno por las Universidades de Murcia y Huelva respectivamente. Previamente, es cierto, habían sido investidas diferentes enfermeras anglosajonas.

La investidura de la ya Doctora Mompart, suscitó un gran interés y logró reunir en el acto de su reconocimiento a un gran número de enfermeras de todo el país. Este hecho, sin duda, puede ser entendido no tan solo como una muestra del cariño que hacia la Dra. Mompart se tiene por parte de quienes acudieron al acto, sino también por la admiración reconocida a su figura y, sobre todo, a su aportación al desarrollo de la Enfermería española e iberoamericana. No cabe duda de que así fue en vista del gran número de enfermeras que asistieron presencialmente y de las que lo hicieron desde la distancia con idéntico cariño e igual admiración. Así pues, podemos determinar sin ningún lugar a dudas que estamos ante una líder y referente indiscutible de la Enfermería Iberoamericana.

Sin embargo y a pesar de estas evidentes muestras existen elementos sobre los que quiero reflexionar por considerar que son importantes y sin que ello reste el más mínimo mérito, brillantez y trascendencia a su investidura.

Como decía, fueron muchas las enfermeras que se unieron a la celebración de su investidura por lo que significa, tanto para Mª Paz Mompart como merecido reconocimiento a su trayectoria profesional, como por lo que la misma representa para la profesión/disciplinba/ciencia enfermera en cuanto a visibilización y valoración en la universidad específicamente. Y también para la sociedad dado que su impacto se traduce en un evidente beneficio en la salud de las personas, las familias y la comunidad como consecuencia directa de lo logrado con su liderazgo. Pero más allá de la importancia de quienes asistieron, sobre lo que quiero centrar mi reflexión es sobre quienes no lo hicieron. No es mi intención distinguir como buenas enfermeras a quienes asistieron o mostraron su apoyo y como malas enfermeras a quienes no lo hicieron. Sería no tan solo muy pueril sino absolutamente absurdo pretenderlo.

Pero hay ausencias, olvidos, indiferencias, que no tan solo son incomprensibles, sino que son totalmente injustificables en unos casos y preocupantes en otros.

La Doctora Mompart en su discurso de investidura agradecía “a quienes, desde la amistad y el entendimiento, me han ayudado a avanzar en los diferentes ámbitos en los que me he movido y trabajado. También aquellos que no me han distinguido con su amistad, sino todo lo contrario, han sido acicates para mi progreso personal y profesional”. Constatando que nadie puede pretender la unanimidad en cuanto a admiración e incluso reconocimiento. Pero coincidiendo en este hecho y más allá de los motivos que cada cual pueda tener para generar filias o fobias, hay personas que, por la condición de máximos representantes, en este caso de la profesión enfermera, no deberían anteponer sus fobias a su responsabilidad como tales. Porque quien asume dicha responsabilidad lo hace para representar a todas las enfermeras y no tan solo a las que identifica como “amigas” generando respuestas diferentes con aquellas a las que cataloga como “enemigas”. Dicha actitud significa una irresponsabilidad y posiciona a quienes la adoptan como hooligans que responden a pasiones viscerales en lugar de hacerlo a hechos racionales y a coherencia institucional.

Las diferencias de pensamiento, criterio o posicionamiento no deberían ser nunca escusa para el rechazo, la censura o la discriminación de quienes tienen la obligación de representar a todas las enfermeras.

Y esto precisamente es lo que hicieron los máximos representantes de las enfermeras, del Consejo General de Enfermería, con su actitud cobarde, incomprensible e inadmisible. No tan solo no se dignaron a asistir al acto al que se les invitó formalmente por parte de la universidad, sino que ni tan siquiera excusaron su ausencia, ni tuvieron la dignidad de remitir una formal y protocolaria, carta de felicitación con la que cumplir con su obligación institucional.

Ante esta actitud, todas las enfermeras, deberíamos plantearnos si son estos representantes los que se merece la profesión. Más allá de la simpatía o animadversión que puedan generar las personas que asumen el cargo tras la elección de las mismas, por lo que deberían ser valoradas es por su acción de representación y reconocimiento hacia todas las enfermeras, con independencia de preferencias que provoquen discriminación.

¿Alguien podría entender que tras la concesión de un Premio Nobel el/la Presidente/a del Gobierno, como representante máximo de todo un país, no se dignase tan siquiera a felicitar a quien lo recibe por el simple hecho de no contar con su simpatía o por ser contrario a su pensamiento político? Porque esto es lo que se ha hecho por parte del Presidente del Consejo General de Enfermería y de todo su equipo. Esta es la persona, la enfermera que, en teoría, representa a todas las enfermeras españolas. Quien se permite el lujo de ignorar un hecho tan relevante como significativo para la Enfermería y todas las enfermeras como es el de que una universidad española incorpore a una enfermera como Doctora Honoris Causa, que es el mayor reconocimiento académico que se realiza en cualquier universidad, tanto a nivel nacional como internacional. Una ignorancia que representa una absoluta falta de respeto hacia quien recibe el reconocimiento y hacia la institución que lo otorga. Una ignorancia que supone una falta de respeto a lo que significa dicho reconocimiento para la Enfermería y las enfermeras. Una ignorancia que ejemplifica el dicho de que “no hay mayor desprecio que no hacer aprecio”, pero que también se traduce en lo recogido en el evangelio según San Mateo 7:15-20 “Guardaos de los falsos profetas, que vienen a vosotros con vestidos de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces. Por sus frutos los conoceréis”. Y eso precisamente es lo que las enfermeras deberíamos hacer, guardarnos de quienes no tan solo no nos representan, sino que tampoco nos defienden. Debemos dejar de asumir como natural lo que es antinatural, como normal lo que es inconcebible, como irrelevante lo que es trascendente, como inevitable lo que es reversible, como asumible lo que es rechazable. Las enfermeras no podemos quedarnos impasibles ante este tipo de actitudes. De nosotras, y nuestra implicación, depende que quienes nos representan en las organizaciones enfermeras sean dignos representantes a los que respetar, más allá de asumir su presencia por el exclusivo hecho de ostentar un cargo.

Pero, hay otro hecho que me llamó poderosamente la atención y que también merece mi reflexión. Si bien es cierto que la respuesta de asistencia y adhesión fue muy importante valorada de manera general, no es menos cierto que si la analizamos teniendo en cuenta la edad de quienes asistieron identificamos que la media de la misma, aunque tan solo hecha de manera aproximada, no baja seguro de los 50 años siendo muy generoso. No es que tenga absolutamente nada que reprochar a quienes asistieron o se adhirieron por razón de su edad. Sería absurdo. Pero sí que tengo algo que reprochar a quienes siendo más jóvenes no lo hicieron y a quienes no fuimos capaces de movilizarlos o sensibilizarlos para que lo hiciesen.

Porque, desde mi particular punto de vista, la ausencia en la identificación de referentes en la Enfermería española es preocupante y se traduce o se hace patente en actos como el que estoy comentando.

Es cierto que la figura de Mª Paz Mompart y su aportación al desarrollo de la Enfermería con la incorporación de sus estudios en la universidad en el año 1977, es reconocible y por lo tanto valorado en su justa medida por quienes nos situamos en esa media de edad. Pero no es menos cierto que precisamente quienes lo valoramos deberíamos reflexionar sobre qué estamos haciendo y cómo estamos actuando para que su proyección se limite a ese espacio temporal y no sea conocido y por tanto reconocido por quienes, por ejemplo, ahora mismo están estudiando el Grado de Enfermería en la Universidad. Porque no podemos seguir pensando que es normal que dichas/os estudiantes no sepan que, si hoy tienen la posibilidad de estudiar en la Universidad, de poder acceder a un máster o una especialidad o alcanzar el grado de doctorado, es precisamente gracias al liderazgo que en su día tuvo Mª Paz Mompart y el compromiso, implicación y trabajo de otras muchas enfermeras para lograr que esto sea una realidad. Que las futuras enfermeras crean que lo que hoy es una realidad, su realidad, es algo que responde tan solo a la regulación de los estudios en la Universidad sin tener en cuenta lo que aconteció para conseguirlo, es un hecho que debiera preocuparnos. Porque no dar a conocer y valorar lo que supuso lograrlo y a quiénes lo consiguieron hacer realidad es contribuir a la indiferencia y a la ignorancia de nuestras/os referentes profesionales/disciplinares, como si todo fuese resultado de un proceso mecánico o casual sin la intervención de nadie que lo hiciese posible. No hacerlo supone el que sigamos alimentando una falta permanente de sentimiento de pertenencia y una ausencia de orgullo hacia el mismo. Porque silenciarlo es convertir a la enfermería en un medio en lugar de un fin en sí mismo. Un medio para incorporarse al mercado laboral sin problemas y hacerlo con el principal objetivo de obtener una buena remuneración por ello. Algo que, sin duda, es comprensible pero no suficiente para lograr que Enfermería sea algo más que una forma de lograr trabajo, de ser un oficio en lugar de una ciencia. Y a esto está contribuyendo, mal que nos pese, la universidad actualmente y quienes en la universidad somos responsables de la docencia enfermera. Docencia que pasa o debería pasar, por algo más que la transmisión de unos conocimientos, por importantes que estos sean.

En estos años de recorrido universitario, desde 1977 hasta ahora, hemos pasado de una identificación vocacional que en muchas ocasiones rayaba la espiritualidad a un utilitarismo de la elección profesional determinada, fundamentalmente, por la facilidad laboral, sin que exista un sentimiento de identidad y en muchos casos ni tan siquiera de identificación de lo que es y significa ser y sentirse enfermera. Cuando no se utiliza como puente a otros estudios por no alcanzar la nota necesaria de acceso a los mismos, es decir un nuevo aspecto del utilitarismo comentado. Así pues las cosas, resulta complejo, cuando no doloroso, la ausencia de identificación y reconocimiento de líderes y referentes enfermeros tanto pasados como presentes, lo que contribuye a ese estado de anorexia profesional que provoca una clara astenia identitaria.

Pero este estado de ánimo y actitud de una gran parte del estudiantado actual no es de exclusiva imputación al mismo. El profesorado enfermero y el que sin serlo imparte conocimientos en Enfermería, contribuyen de manera muy significativa a que se haga patente, se mantenga y se potencia esta forma de ser y actuar tan negativa para la identidad enfermera. Lo hagan por acción u omisión. Por todo ello, resulta imprescindible hacer una seria y rigurosa reflexión sobre la actitud del profesorado de Enfermería y cómo la misma influye en la actitud del estudiantado que, por otra parte, se alimenta también de la actitud social de individualismo, inmediatez, competitividad y hedonismo.

En un acto académico en el que se reconocía la aportación de una enfermera a la evolución y desarrollo de la Enfermería, que no hubiera estudiantes de Enfermería en una Universidad como la de Alicante que, además, es reconocida como una titulación de excelencia según los famosos y no siempre comprensibles rankings que lo determinan, más allá de su actitud errática y ausente de compromiso, debe hacernos pensar sobre qué estamos haciendo mal como docentes. Al estar muchas veces más preocupados por las publicaciones de impacto que nos permitan avanzar en la carrera académica que por el impacto que nuestra aportación puede y debe tener en el estudiantado y futuras enfermeras.

Es muy importante la alegría, satisfacción, celebración, orgullo… que un reconocimiento tan importante como un doctorado honoris causa genera. Pero todo ello no puede ni debe cegarnos, pensando que con ello ya hemos alcanzado lo máximo. Porque hacerlo es tanto como morir de éxito sin darnos cuenta de que tan solo es una fase más que debemos, por otra parte, normalizar y no suponer tan solo una anécdota aislada y puntual.

Como conclusión me gustaría que a la satisfacción por lo logrado se una el compromiso y la implicación por lo que queda por lograr que es mucho y complicado. Pero, desde luego, no imposible. De nosotras, como enfermeras, cada cual desde su ámbito de responsabilidad depende. No pretendamos que sean otras/os quienes lo hagan, porque no lo van a hacer. Así pues, a Dios rogando y con el mazo dando. Como dijera Epicuro[2] «Cuanto más grande es la dificultad, más gloria hay en superarla».

[1] Filósofo y teólogo danés, considerado el padre del existencialismo. (1813 – 1855).

[2] Filósofo griego, fundador de la escuela que lleva su nombre (epicureísmo) (341 aC – 271 aC)