
La muerte es algo que no podemos temer porque, mientras somos, la muerte no es, y cuando la muerte es, nosotros no somos
Antonio Machado[1]
Toda pérdida es dolorosa por el hecho de suponer una carencia de lo que se poseía.
No todas las pérdidas, sin embargo, significan ni se sienten de igual manera dado que la carencia que representa cada pérdida no es nunca comparable y si se me permite medible.
El vacío, el dolor, la tristeza, la soledad, la impotencia, la rabia, la incomprensión… que cada pérdida genera resulta muy difícil, por no decir imposible, de cuantificar.
Por tanto, no se trata de hacer una hipérbole de la pérdida de alguien como Íñigo Lapetra Muñoz. Entre otras muchas razones porque sería traicionar su recuerdo, su manera de ser y estar, su actitud ante la vida, su personalidad y su comportamiento. Pero ello no puede evitar, en ningún caso, que su pérdida sea tan solo vivida como un episodio, un acontecimiento, un momento puntual, una circunstancia vital. Porque la pérdida de Íñigo trasciende a todo ello.
Íñigo se fue de manera precipitada, inoportuna, inesperada y casi secreta. Se fue con la humildad que él tenía y proyectaba, con la misma discreción que le caracterizaba, con idéntico sigilo con el que actuaba. Pero en esta ocasión su partida, aunque él no lo quisiera, nos ha provocado a cuantas/os tuvimos ocasión de conocerle y quererle, porque lo uno era consecuencia de lo otro, un torbellino de sentimientos, sensaciones y emociones que resultan muy difícil de gestionar.
La gran y desagradable sorpresa inicial al conocer su pérdida fue directamente proporcional a la generación de dicho torbellino que atraía hacia sí pensamientos, recuerdos, momentos, experiencias… vividas junto a él en un intento tan irracional como natural por recuperarlo a sabiendas que dicho intento era tan vano como necesario para paliar, aunque tan solo fuese mínimamente la certeza de la pérdida.
Se ha ido quien dio valor a la amistad, a las personas, a los sentimientos, a la vida, a la profesión y a lo que, sin ser, quería, respetaba, valoraba y defendía, a la enfermería y a las enfermeras. Sin ser enfermera hacía suyo el valor de los cuidados y del cuidado como identidad e impronta de su actuación en todo cuanto hacía. Tan solo así se puede comprender cómo fue capaz de plasmar de manera tan intensa como real el sentimiento enfermero en el himno que escribió y que quedará como legado indeleble para todas las enfermeras.
Resulta triste y doloroso escribir unas palabras que, aunque sinceras no se acaban de entender, de querer expresar, de admitir su necesidad. Pero no puede el silencio ser la única muestra que nos genere la partida del amigo, del compañero, del profesional del padre que todos quisimos.
El dolor posiblemente se mitigue, sobre todo porque su intensidad es insoportable, pero el recuerdo no se borrará nunca de nuestra memoria y mucho menos de nuestro corazón. Cada vez que leamos una noticia, veamos un reportaje o escuchemos el himno de las enfermeras nos recordarán a quien nunca debió irse tan pronto, a quien tanto tenía aún para aportar, a quien tanto nos quedaba por admirar y querer.
Tuve la inmensa fortuna de conocer a Íñigo. Pero sobre todo tuve el privilegio de contar con su amista. El dolor de su partida, por tanto, se multiplica al tiempo que se amplifica mi admiración hacia el profesional y el amigo.
Gracias por todo lo aportado y por todo lo vivido. Siempre serás un referente enfermero a pesar de no serlo, porque sin serlo lo sentiste, viviste y difundiste con orgullo y admiración.
Hasta siempre querido amigo.
[1] Poeta español, el más joven representante de la generación del 98 (1875-1939).
Entrevista en la Cadena SER Alicante con motivo de la polémica surgida ante las denuncias de diferentes organizaciones médicas ante la posibilidad de que las enfermeras puedan acceder a dirigir Centros de Salud según se recoge en el Marco Estratégico de la Comunitat Valenciana recientemente presentado.
“El mundo recompensa antes las apariencias de mérito que al mérito mismo.”
François de La Rochefoucauld [1]
Hoy, lunes 24 de enero de 2022, se ha publicado en el BOE el Real Decreto 46/2022, de 18 de enero, por el que se regula la cualificación profesional Supervisión de la atención sociosanitaria, cuya competencia general es Supervisar el desempeño de las actividades del equipo técnico de cuidados en la atención sociosanitaria y de los recursos materiales y humanos en coordinación con el equipo interdisciplinar, los servicios generales del centro y otros servicios externos, para contribuir a garantizar la atención centrada en la persona, cumpliendo la normativa relativa a la planificación de la actividad preventiva y a los estándares de calidad[2].
No alcanzo a entender el objetivo real de esta nueva titulación, aunque sospecho que no es precisamente velar por la calidad de los cuidados.
En un momento en el que la pandemia nos deja un contexto de cuidados de alta complejidad, en el cual el ámbito sociosanitario en general y las residencias de personas adultas mayores en particular, precisan de cuidados integrales y personalizados que se alejen de la medicalización, la apuesta por un modelo de cuidados tecnológicos, de escasa entidad científica, con competencias que son transferidas desde otras disciplinas para devaluarlas, tan solo puede obedecer a varios criterios:
O puede que sean todos ellos a la vez. Aunque también puede deberse a la ignorancia absoluta que en torno a los cuidados tienen quienes han pensado, diseñado y desarrollado esta titulación. No cabe otra posibilidad, ya que si se conocen las necesidades y las respuestas que precisan, sería tanto como ratificar que no les importa en absoluto la calidad de las mismas y que se trata tan solo de una forma barata y aparente de asistir, que no atender, a las personas adultas mayores.
Es un despropósito y un claro ataque a la disciplina y profesión enfermeras el plantear siquiera una titulación de esta índole. Pero es un desprecio absoluto a la inteligencia colectiva pretender que nos creamos que esta apuesta formativa responde a intereses reales sobre la calidad de vida de las personas adultas mayores. Desprecio y preocupación que ya fueron trasladados por parte de Sociedades Científicas y Colegios Profesionales a las responsables de su tramitación parlamentaria, cuya respuesta fue no tan solo ignorar los argumentos trasladados sino menospreciarlos con respuestas sin fundamento científico alguno y con el aviso de que nada ni nadie impediría su desarrollo, como así ha sido. Finalmente “aparentar tiene más letras que ser”[3] y eso es lo que han preferido con su decisión, aparentar.
Pero es que además de lo dicho, las palabras, que no son inocentes, en este caso aún lo son mucho menos. Se habla en todo momento de supervisar que tal como recoge la RAE es “Vigilar o dirigir la realización de una actividad determinada [una persona que tiene la autoridad o capacidad para ello]”. Dotar de autoridad y capacidad de dirección a personas sin competencias reales para ello, porque no es suficiente con plasmarlas en un RD, es una temeridad, una irresponsabilidad y un engaño. Más aún cuando los mismos que lo hacen niegan sistemáticamente, a quienes tienen competencias contrastadas y científicas para ello, como las enfermeras, el acceso a puestos de dirección con capacidad en la toma de decisiones.
La opinión pública debe saber y conocer que se está dando rango normativo a una calidad de cuidados deficiente e insuficiente que tan solo se sostiene desde los eufemismos y la demagogia que tratan de “vender” como cuidados de calidad lo que convierten en cuidados “low cost”, intentando aparentar algo que realmente no es aunque lo parezca.
El Presidente del Gobierno y sus Ministras de Sanidad y Educación son, desde el mismo momento en que dan validez legal a una titulación oportunista, populista y rentista, responsables del deterioro evidente que su implantación supondrá en la vida de las personas adultas mayores y cómplices necesarios de la privatización y menoscabo de la atención sociosanitaria que favorecen.
La inversión en una atención sociosanitaria integral, integrada, integradora, intersectorial, articulada, coordinada, accesible y de calidad, no pasa por una respuesta como la que se plantea y mucho menos por un desprecio absoluto a la entidad, valor, reconocimiento y visibilidad de los cuidados profesionales enfermeros que, en ningún caso, se compensa con palabras vacías, aplausos interesados o menciones tan oportunistas como falsas hacia quienes tienen las competencias para prestarlos, las enfermeras.
El pasado día 20 de diciembre la Ministra de Sanidad anunciaba, en su triste y forzado adiós al movimiento Nursing Now España[4], la puesta en marcha de una estrategia nacional de cuidados. Si este es el inicio de dicha estrategia no quiero ni pensar lo que queda por descubrir.
Aún están a tiempo de parar lo que nunca se debió iniciar. Pero mucho me temo que la soberbia de actuación y el nepotismo de la acción, no nos deparará nada nuevo ni bueno.
Por lo tanto, deberemos trabajar para que la sociedad sepa lo que realmente importa la salud de las personas adultas mayores a nuestros decisores. Es una responsabilidad colectiva de las enfermeras parar este despropósito institucional y este ataque a la dignidad profesional enfermera.
[1] Escritor francés.
[2] https://www.boe.es/eli/es/rd/2022/01/18/46
[3] Karl Kraus (1874-1936) Poeta, autor satírico y crítico austriaco.
[4] http://efyc.jrmartinezriera.com/2022/01/20/funeral-de-nursing-now-espana-una-escenificacion-ministerial/
“Yo declaro que la justicia no es otra cosa que la conveniencia del más fuerte.”.”
Platón[1]
La desigualdad, por mucho que se empeñen en hacernos creer que no existe o que no se tiene en cuenta a la hora de acceder a derechos fundamentales, en cualquiera de sus formas, variantes, variedades o interpretaciones, que de todo hay, determina claramente muchos aspectos de la vida de las personas, los grupos o las profesiones.
Negar que la enfermería y las enfermeras no hemos sido y seguimos siendo objeto de desigualdad es tanto como negar que no existe machismo o violencia de género. Tratar eufemísticamente de ocultarlo, enmascararlo, edulcorarlo o manipularlo, que todo viene a ser lo mismo, es no tan solo faltar a la verdad sino contribuir a que se perpetúe la diferencia y con ella la desigualdad que dificulta o impide la igualdad de oportunidades para lograr las mismas metas, con idéntica exigencia y mérito evidentemente, que cualquier otra disciplina o profesionales, al situarnos siempre por debajo de quienes tienen asignada la supremacía social, política, científica, profesional… alcanzada por méritos propios, no me cabe duda, pero también por la presión del poder que ejercen para no compartir espacio de igualdad de imagen, valor, identidad y reconocimiento, que no de conocimiento o de competencia profesional propios.
Esa desigualdad, gestada a lo largo de la historia y ligada claramente a una cuestión de género y de fuerza del trabajo, ha permitido y logrado que las enfermeras siempre hayan sido identificadas desde una perspectiva subsidiaria, de menor valor, de obediencia, de debilidad, de sumisión… a la sombra y al mando de quienes siempre han sido identificados como poderosos, fuertes, capaces, resolutivos… De ahí la asimilación que se establece de los ángeles al servicio de Dios. Y como derivación la curación ligada a la sublimación y el milagro y los cuidados a la abnegación, la renuncia y el sacrificio.
Esta diferencia descalificadora, estigmatizante, dolorosa y claramente injusta, sin embargo se ha instalado como una verdad incuestionable no tan solo en la sociedad como creencia popular, sino en quienes como la RAE, al menos en teoría, velan por limpiar, fijar y dar esplendor a aquello que permite identificar, conocer y valorar a través de la lengua, las palabras, recogiendo en su definición exactamente los mismos rasgos de desigualdad que los que se mantienen socialmente y por tanto contribuyendo a que no se modifiquen.
Las personas que deciden dedicarse a la política, teóricamente también, como servicio a la sociedad y defensa de los derechos de la ciudadanía que los elige, también contribuyen con sus decisiones a que dicha desigualdad no tan solo sea considerada normal sino a impedir que se pueda cambiar gracias a las normas que lo impiden o dificultan mucho más allá de lo que supone para otras/os profesionales.
Las/os periodistas o quienes se dedican a la información sin serlo, por su parte, contribuyen al estereotipo de desigualdad con informaciones que mimetizan de idéntica manera los planteamientos descritos, haciendo de caja de resonancia que los amplifica, magnifica, contribuyendo al igual que la RAE a fijarlos.
Tal es, por tanto, la creencia de que esa desigualdad no es tan solo una injusticia, sino que es una característica inherente a quienes, como las enfermeras, la soportan que también los jueces la han asumido como verdad.
Recientemente un juzgado de Alicante sentenció a la Conselleria de Sanitat Universal y Salut Pública de la Generalitat Valenciana a indemnizar a algunos médicos que habían presentado demanda por no disponer de medios de protección personal en el inicio de la pandemia que como se concreta en la sentencia puso en riesgo la salud de dichos profesionales[2].
Dos días más tarde, un magistrado de Jaén, ha dictaminado en su sentencia que la demanda interpuesta por enfermeras de dicha provincia por idéntica situación de desprotección a la anteriormente mencionada no era objeto de consideración dado que según reza la sentencia «Las enfermeras tenían la obligación de sacrificar su vida» y «Las enfermeras deben elegir velar por la vida de los pacientes antes que por la suya propia»[3].
Así pues y sin entrar en consideraciones legales, lo que queda claramente de manifiesto es que la desigualdad en función de ser médico o enfermera ante situaciones idénticas es un determinante a la hora de impartir justicia y, por tanto, a la hora de obtener igual consideración, trato, respeto y protección, hasta el punto de considerar que la vida de unos y otros, médicos y enfermeras, tiene diferente valor.
O bien la norma no está bien elaborada al ofrecer resquicios que permiten interpretaciones tan distantes, desiguales o injustas o bien las interpretaciones de los jueces están tan claramente impregnadas de creencias, tópicos, estereotipos, ideologías y prejuicios que determinan sus sentencias y con ellas la justificación de la desigualdad.
No se puede generalizar, desde luego, pero tampoco se puede obviar la particularidad dañina que puede conducir a ello.
¡Triste época la nuestra! Es más fácil desintegrar un átomo que un prejuicio[4].
Puñetera justicia
[1] Filósofo griego seguidor de Sócrates y maestro de Aristóteles.
[2] https://www.lasprovincias.es/comunitat/juez-condena-sanidad-indemnizar-medicos-49000-euros-contagio-covid-20220111183223-nt.html?ref=https%3A%2F%2Fwww.google.com%2F
[3]https://twitter.com/EnfrmraSaturada/status/1481767800863698947?t=2AFZ5wCPn9oTF3nw4QQiaw&s=08
[4] Albert Einstein: científico alemán nacionalizado estadounidense.
El año pasado el colectivo de las enfermeras celebró su año internacional enfrentándose a la crisis del COVID. Algunas, como África Martínez, se contagiaron y aún sufren COVID persistente. La cara más amable de esta pandemia la muestra ‘Enfermera Saturada’, seudónimo de Héctor Castiñeira en ‘Orgullo enfermero’, un relato sobre la campaña de vacunación.
En el BOE de fecha 08 de noviembre de 2021 se ha publicado la convocartoria de la prueba objetiva correspondiente al acceso al título de Especialista en Enfermería Familiar y COmunitaria.
Se facilita el acceso a la citada convocatoria así como a la resolución de admitidas/os y excluidas/os, las respuestas a preguntas frecuentes tanto de la convocatoria como de la inscripción como información sobre protección de datos, en los archivos adjuntos.
Revisión del código deontológico del CIE 2021https://bit.ly/3lXrozQ
Debería incorporarse la citada revisión en nuestro códico deontológico, como parte de la ética global y universal de los cuidados profesionales enfermeros.
Volume 90%
Atodas las enfermeras que hacen posible y real la Enfermería
Como tantas otras profesiones, hechos, derechos o vulneraciones, las enfermeras también tenemos asignado un día en el calendario oficial para tales fines.
No es mi intención, ni quiero renunciar, a la posibilidad que la citada fecha nos ofrece para poner en valor la aportación singular, profesional, eficaz, eficiente, necesaria… de las enfermeras a las personas, las familias y la comunidad. Pero dicho esto, también es cierto que muchas veces todo queda en una serie de actividades, más o menos llamativas, más o menos acertadas, más o menos eficaces, cuyo efecto empieza y termina con la celebración del día asignado.
La pandemia, lo ha fagocitado todo. Todo ha sido eclipsado por ella y por sus terribles consecuencias. Hasta con las mejores intenciones, se ha ocultado, en ocasiones, la identidad real de quienes, con su aportación profesional, su ética, su entrega, incluso su sacrificio, fueron invisibilizadas con hipotéticas capas e irreales poderes sobrenaturales, al identificarlas como heroínas antes que como enfermeras.
La celebración de este año, por tanto, debiera ser diferente. No porque sea especial, o si, sino porque el escenario, el entorno en el que nos movemos y, sobre todo, en el que nos vamos a tener que mover a partir de ahora, tras la pandemia, requiere de una clara apuesta por identificar, valorar, consolidar y sobre todo liderar nuestra aportación específica enfermera a través de los cuidados profesionales en cualquier ámbito de dicho entorno. Entorno que forma parte de la normalidad, no de ninguna nueva normalidad. Porque la normalidad es tan solo eso, situarse en un estado habitual, natural u ordinario, y por tanto no puede existir novedad en la normalidad. Los factores, los determinantes, los riesgos, las circunstancias, los acontecimientos… son los que modifican la normalidad y los que exigen adaptaciones que faciliten configurar y generar entornos saludables en los que vivir saludablemente, en soledad o en compañía, en la niñez o en la vejez, en el sufrimiento o en la alegría, en estado de enfermedad, discapacidad o cronicidad, con cuidados profesionales accesibles de calidad y calidez, de rigor y de calor, de ciencia y esencia, de técnica y escucha, de humanidad y sinceridad, de igualdad y equidad, de compañía y autonomía, de valor y valores, de reconocimiento y reconocibles, de referencia y referentes. Cuidados enfermeros planificados, prestados, evaluados, investigados por enfermeras con y para las personas, las familias y la comunidad.
En torno a los cuidados van a plantearse, identificarse y reclamarse, demandas que den respuesta a sus necesidades. Demandas de cuidados que van a requerir de un liderazgo firme, profesional, sereno, pero decidido, de las enfermeras. Liderazgo que no debe dejar dudas de quienes son las verdaderas especialistas, las auténticas expertas, las indiscutibles conocedoras, las insustituibles profesionales de los cuidados enfermeros.
Porque el cuidado es universal, sin duda. Nadie tiene el patrimonio exclusivo del cuidado, de igual manera que nadie lo tiene de la fragilidad que le da sentido al cuidado. Pero el cuidado profesional enfermero, aquel que parte de su ciencia, su lenguaje, su técnica, su humanización, su paradigma, propios, ese cuidado, es tan solo posible si lo prestan las enfermeras. Y ese exclusivo cuidado profesional enfermero, debe estar disponible para cualquier persona y en cualquier lugar donde haya enfermeras. Y donde no las haya, se debe exigir que se incorporen. Porque no son sustituibles.
Tenemos que celebrar que somos enfermeras, sin duda. Porque es y supone un orgullo el serlo y el reconocerlo. Porque ser enfermera, sentirse enfermera, va más allá de un título, de unas competencias, de unas habilidades, para situarse como una responsabilidad social y una manera de vivir. Ser enfermera supone un compromiso con la libertad, la equidad, la igualdad, la solidaridad, el desarrollo humano, el progreso, la democracia, la multiculturalidad… sin los que no es posible entender los cuidados enfermeros ni dar sentido a las enfermeras. Sin los que no es posible ser, sentirse y responder como enfermeras. Sin los que no es posible liderar los cuidados profesionales. Sin los que es imposible responder a la singularidad de la atención, a su integralidad, a su coordinación, a su continuidad, a su comprensión, a su adaptación, a su proceso, pero, sobre todo, a su resultado en salud.
No es un día más. Es el día de las enfermeras y debemos saberlo, disfrutarlo, celebrarlo nosotras y entre nosotras. Pero debemos ser capaces de hacerlo con la ciudadanía para que identifique y valore lo que somos capaces de ofrecerle de manera indiscutible y exclusiva, cuidar profesionalmente de ella y con ella.
Liderar el cuidado enfermero no es, por tanto, una estrategia de marketing, una imagen impactante, una frase bonita, un mensaje de aliento. O no es, cuanto menos, tan solo eso. Liderar el cuidado enfermero es situarse al frente de las necesidades sentidas para identificarlas, escucharlas, entenderlas, compartirlas, sentirlas, analizarlas, priorizarlas y tener la capacidad de buscar y consensuar respuestas, movilizar recursos, construir afrontamientos, reforzar voluntades, educar conductas, respetar renuncias, promocionar hábitos, acompañar cuando sea necesario y lograr la autonomía cuando sea posible.
Todo ello es y significa ser enfermera, sentirse enfermera y comportarse como enfermera. Porque para celebrar algo hay que tener motivos reales para hacerlo. Porque para que otros reconozcan la celebración, se unan a ella, la hagan propia, deben identificar, reconocer y valorar lo que somos capaces de ofrecerles, demandarlo y no admitir renunciar a ello.
El día internacional de las enfermeras 2021 es una oportunidad de cambio, de renovación, de compromiso, de implicación, de responsabilidad, de orgullo, con la Enfermería, con la sociedad y con la salud.
Hay enfermeras que trascienden a la diferencia entre hombres y mujeres, al aceptar la feminidad de la Enfermería a la que pertenecen desde la diversidad sexual, sin renunciar a su identidad individual. Hay enfermeras con emociones, sentimientos y necesidades que no les obliga a ser insensibles al dolor, el sufrimiento y la muerte. Hay enfermeras con inquietudes, objetivos y metas que cumplir para mejorar individual y colectivamente. Hay enfermeras con ilusiones que no por ello son ilusas. Hay enfermeras con dudas, con incertidumbres y con temores y no por ello dejan de ser valientes, inteligentes e íntegras. Hay enfermeras con ideas, con conocimientos, con argumentos que les permiten defender sus posicionamientos y su liderazgo. Hay enfermeras vehementes, firmes, constantes, capaces… que son referentes. Hay enfermeras especialistas y no especialistas, pero todas ellas comprometidas con los cuidados.
Por todo esto y por mucho más hay que sentirse satisfechos y celebrar el día internacional de las enfermeras. Hacerlo por otras razones más festivas, más prosaicas, menos sinceras, no merece la pena y tan solo nos llevaría a acabar como en los cuentos con el alegato tan superficial como fallido de “… y fueron felices y comieron perdices. Colorín colorado este cuento se ha acabado”.
Prefiero acabar con la esperanza, la ilusión y la firme convicción de que las enfermeras sabremos liderar los cuidados profesionales y ofrecer lo mejor de nosotras mismas, al tiempo que lograremos crecer como profesión, como ciencia y como disciplina.
Por todo ello, felicidades a todas las enfermeras, por serlo y sentirlo y a toda la sociedad por tener la oportunidad de contar con ellas y sus cuidados.