Ya hace más de veinticinco años que se inició lo que se vino en denominar la reforma de la Atención Primaria de Salud en nuestro país. La declaración de Alma Ata supuso un punto de inflexión en la organización de los sistemas sanitarios de muchos países, entre los que se encontraba el nuestro.
Se pasaba de un modelo de asistencia médica primaria a un modelo de atención primaria de salud en el que sin duda uno de las principales características consistía en el trabajo multidisciplinar que favorecía el trabajo en equipo y la autonomía profesional de los diferentes colectivos que los integraban.
Para que el “nuevo modelo” se desarrollase con éxito y consiguiese modificar el paradigma asistencialista, biologicista, medicalizado y centrado en la enfermedad por otro integral, integrado y continuado, centrado en la salud, se pensó que quienes mejor podían impulsarlo eran las enfermeras. Y las enfermeras, como siempre, no miraron hacia otro lado y asumieron la responsabilidad, aún a pesar de las graves deficiencias de formación, información y recursos con los que contaron. Esta decisión no estuvo exenta de polémicas, agravios y enfrentamientos que no siempre se supieron resolver adecuadamente y con los apoyos necesarios por parte de quienes habían trasladado dicha responsabilidad. Sin embargo, el tiempo y los resultados pusieron a cada cual en su sitio y la comunidad empezó a identificar claramente cuál era el rol de la enfermera en el ámbito comunitario.
Las enfermeras de Atención Primaria supieron adaptarse primero y dar cumplida respuesta después al nuevo modelo de atención, liderando muchos de los proyectos que permitieron que el mismo no tan solo se mantuviese sino que se desarrollase y madurase.
Con el paso del tiempo y consolidado el proyecto las enfermeras empezaron a adquirir una nueva identidad profesional que exigía nuevos y más complejos conocimientos y competencias para dar respuesta a las necesidades de la comunidad y a las exigencias del sistema.
Como quiera que no existía una vía normativizada de especialización las enfermeras empezaron a movilizarse y agruparse con el fin de poder desarrollar, ampliar y asentar su ámbito de competencia como enfermeras comunitarias lo que favoreció la fundación de la las primeras Sociedades Científicas de Enfermería Comunitaria a nivel nacional. Estas Sociedades jugaron un papel fundamental en la consolidación y desarrollo del rol propio de las enfermeras comunitarias, siendo los únicos vehículos de formación y visibilización de éstas ante la sociedad, las organizaciones y la propia profesión enfermera.
Con la publicación del REAL DECRETO 450/2005, de 22 de abril, sobre especialidades de Enfermería, se abría un nuevo y esperanzador panorama para las enfermeras comunitarias que les permitiera lograr oficialmente lo que ya por méritos propios habían logrado con su trabajo, dedicación y aportación a la Atención Primaria de Salud.
La constitución de la Comisión Nacional de la Especialidad de Enfermería Familiar y Comunitaria supuso el primer paso de algo tan largamente deseado y reivindicado, y al mismo tiempo tan importante y necesario para la Enfermería, para el Sistema sanitario y sobre todo para la Comunidad.
El proceso ha sido largo y no exento de dudas, problemas y dificultades, que el empeño, dedicación y calidad humana y profesional de quienes componen la Comisión han logrado ir salvando para configurar un programa formativo de calidad al que tan solo le falta ser publicado por parte del Ministerio de Sanidad y Política Social.
A partir de su publicación dependerá de las Comunidades Autónomas que el programa pueda ser implantado y desarrollado para que las primeras enfermeras especialistas de Enfermería Familiar y Comunitaria se incorporen a los Sistemas de Salud para ofrecer una atención especializada como se requiere en un ámbito como el de la Comunidad, que es identificado por todos los agentes sociales, políticos, y profesionales y todas las organizaciones gubernamentales y no gubernamentales, como el de mayor relevancia para la Salud de la población y en el que las enfermeras son identificadas, a su vez, como el recurso de mayor importancia.
Las enfermeras comunitarias ya hace mucho tiempo que vienen cumpliendo con su compromiso social y profesional para prestar unos cuidados de calidad sin el debido reconocimiento oficial. Ahora les toca a otros cumplir con lo que la norma dicta y la comunidad reclama.
Las Sociedades Científicas, por su parte, continuarán contribuyendo a que la Salud Comunitaria siga siendo un elemento de constante preocupación y ocupación para las enfermeras que desde su especialidad sabrán dar respuestas adecuadas a las necesidades cambiantes que plantea la sociedad.
Editorial Metas de Enferm may 2010; 13(4):3