Con el término comunitario ha pasado algo similar a lo ocurrido con los cuidados.
Los cuidados, hasta hace relativamente poco tiempo, era un término que se relacionaba con algo totalmente intrascendente, doméstico, sin interés científico ni relevancia profesional. El paso del cuidado natural al profesional ha estado mediatizado por el desarrollo científico positivista, que propició una fundamentación de la división sexual del trabajo extrapolada del núcleo familiar. Los cuidados eran seña de identidad de las enfermeras y como tales no se les daba valor ni por parte de otros profesionales que los consideraban irrelevantes, ni por parte de las administraciones y organizaciones sanitarias que no los tenían institucionalizados, ni por parte de la mayoría de las enfermeras que continuamos pensando que nuestro trabajo, los cuidados de enfermería, tal como lo he referido es poco reconocido más allá de los aspectos afectivos, que sin dejar de ser satisfacciones muy dignas, no pueden y no deben quedar relacionadas tan sólo a ellos. Al reivindicar exclusivamente como éxito las satisfacciones subjetivas se limita al círculo de lo afectivo, doméstico y privado el espectro de posibilidades de realización con que cuenta todo ser humano y, por lo tanto, limitando las posibilidades de realización con que cuenta la Enfermería. Los únicos que daban realmente valor a los cuidados eran las personas que los recibían y que identificaban claramente su calidad y su valor en los procesos de salud enfermedad, pero sin saber relacionarlos clara y directamente con las enfermeras como un valor intrínseco.
La cultura profesional enfermera finalmente se manifiesta en los significados que la gente atribuye a diversos aspectos de la enfermería como los cuidados; su manera de concebir la profesión y su rol en ella, sus valores, sus creencias e incluso su imagen. Y en esa permanente indefinición y desvalorización, los cuidados fueron claro objeto de deseo y de colonización por parte de amplios sectores. Su interés por quienes con anterioridad los ignoraban e incluso despreciaban, se fue transformando en un interés por hacerlos suyos. Los cuidados fueron reclamados, adquiridos y renombrados por parte de muchos profesionales e incluso de muchos sectores sociales, económicos e incluso políticos. Ahora todos querían y reclamaban cuidar. El cuidado adquiría importancia y prestigiaba a quien lo ofrecía, fuese el cuidado de un medicamento, de una crema facial, de un tratamiento médico, de un champú… daba igual lo importante es que CUIDASE. Lo de menos era qué se entendiese por CUIDAR.
En esa subasta, el cuidado enfermero quedó nuevamente relegado a una posición secundaria en la que se seguía sin identificar su verdadero valor. Aquello que la profesión enfermera proporciona de forma única a la sociedad y que constituye un servicio indispensable para su mantenimiento.
Pero al escenario en el que se reclama permanentemente el cuidado, ahora se incorpora un nuevo elemento de disputa, lo COMUNITARIO.
Las enfermeras, desde que se inició el denominado nuevo modelo de Atención Primaria de Salud, siempre nos denominamos Enfermeras Comunitarias. Entendíamos que la Comunidad era el contexto de atención enfermera en el que se integraban las personas y las familias y que por ello no hacía falta nombrarlas expresamente. Nuestra denominación como comunitarias era una manifestación clara de la prestación de cuidados integral, integrada e integradora.
Los médicos, que vinieron en denominar su especialidad como Familiar y Comunitaria, nunca creyeron realmente en la Comunidad de manera real y generalizada. De hecho, se denominan como Médicos de Familia, eliminando la Comunidad de su identidad profesional. Más allá de proyectos puntuales y muy interesantes, la realidad es la que es y en ella la Comunidad no es ni atendida ni reclamada.
El resto de profesionales de la salud que, de una u otra forma, intervienen en la atención a la población nunca identificaron a la COMUNIDAD como contexto de interés.
Una vez más las enfermeras son las únicas que identifican a la COMUNIDAD y su trascendencia en el proceso de cuidados, pero sin que, como tantas otras veces ha sucedido, se establezca una relación directa entre cuidados enfermeros y comunidad a pesar de ser prácticamente los únicos profesionales que mantenemos esa relación directa entre CUIDADOS y COMUNIDAD.
Como en los cuidados, la comunidad, no es exclusiva de la atención enfermera. Nada más lejos del planteamiento que se pretende realizar. Pero sí es preciso identificar lo que de valor real se ofrece y quien está en mejores condiciones de hacerlo para no desvirtuar los términos y convertirlos en meras etiquetas que no trasladan las verdaderas intenciones de lo que se dice ofertar con las mismas.
Pero lo que nadie quería, en lo que nadie reparaba, a lo que nadie prestaba atención, mientras la COMUNIDAD no alcanza relevancia, valor y visibilidad como entidad, se convierte, finalmente, en un apetecible y voraz interés de ser incorporado a la actividad de otras profesiones que nunca antes habían mostrado el más mínimo interés y para las que no tienen las competencias necesarias. Y como sucedió con los cuidados ahora muchos quieren ser COMUNITARIOS.
Pero resulta que para ser COMUNITARIOS no hace falta tan solo ponerse el “apellido” de comunitario. La COMUNIDAD es algo mucho más serio que un contexto de interés comercial, mercantilista y de marketing. Ser comunitario implica necesariamente trabajar en, con y para la comunidad desde una perspectiva de trabajo compartido en el que se identifiquen los diferentes agentes de salud, los líderes, sectores y recursos comunitarios, las necesidades sentidas, las demandas… que propicien la intervención y participación comunitarias con interés en lograr una mejora en la salud y el bienestar de la comunidad y alejándose de intereses particulares, y corporativistas que para nada contribuyen a lograr el empoderamiento de la comunidad. La COMUNIDAD no es ni debe ser nunca un nuevo nicho de negocio por parte de quienes nunca la han considerado más que una demarcación geográfica en la que extender sus tentáculos económicos.
Añadir el término COMUNITARIO de manera interesada y oportunista, no es más que una entelequia, una falacia y un engaño para lograr equilibrar la balanza de beneficios en base a artificiales y artificiosos servicios que ya están siendo prestados por otros profesionales con eficacia y eficiencia contrastadas. La colonización en base a argumentos tan poco serios como faltos de evidencias científicas tan solo obedece a espurios y oscuros intereses de quienes, hasta ahora, nunca habían contemplado a la COMUNIDAD en su verdadera dimensión de contexto saludable sino tan solo como objeto de negocio desde planteamientos monopolísticos y de exclusividad permitidos y consentidos por la administración.
Pero con ser grave la pretendida y falsa denominación COMUNITARIA para quien, ni lo es ni le corresponde serlo, aún resulta mucho más doloso para quien lo consiente, lo apoya y lo autoriza con fines clara y manifiestamente interesados y que obedecen a tratos de favor que pretenden compensar las carencias de una gestión ineficaz y una presión mediática tras la que hay intereses económicos y privados que nada tienen que ver con la calidad de la atención con la que tratan de maquillar sus decisiones. Resulta cuanto menos curioso que se estén trasladando mensajes críticos, cuando no decisiones, para eliminar, la existencia de ciertas concesiones administrativas con empresas privadas de sanidad y que al mismo tiempo se esté impulsando la concesión con otras empresas privadas enmascarándola con el término de COMUNITARIA, como si con ello se pudiesen ocultar las verdaderas intenciones de unos y otros. Y es que ante el vicio de pedir está la virtud de no dar. Porque, además, no tiene sentido desvestir un santo para vestir otro al que ni tan siquiera le hacen falta “esas vestiduras”. Más aún cuando para lo que se solicita existen profesionales en los que la propia administración está invirtiendo en su formación, sin que esté rentabilizando la misma a través de su contratación, lo que sitúa a la administración en una delicada situación al estar planteando un gasto innecesario y evitando, al mismo tiempo, una rentabilidad de la inversión realizada, lo que supone un claro fraude de ley.
Que nadie trate de confundir a la COMUNIDAD con la utilización interesada de la misma por parte de agentes que, siendo de gran importancia, no pueden pretender invadir espacios tan ajenos como desconocidos, con la única y exclusiva intención de equilibrar sus beneficios económicos, sin ofrecer ningún valor añadido a la salud comunitaria. Para hacerse merecedores de ser COMUNITARIOS hay que creer en ello, participar en la planificación de las acciones a desarrollar con el resto de agentes de la salud y proponer acciones complementarias y no de sustitución para dar respuestas serias, razonadas, racionales y de consenso y no imponiendo los acuerdos que las partes interesadas han negociado de manera unilateral y excluyente.
Las necesidades de la COMUNIDAD no merecen respuestas, interesadas, manipuladoras, engañosas y tramposas a través de etiquetas tan llamativas como inútiles, que en nada van a contribuir a dar respuestas eficaces, eficientes y satisfactorias a las mismas. Los cantos de sirena de una supuesta mejora de la atención, que no se confunda nadie, tan solo tienen como objetivo obtener el botín deseado. No se trata de propuestas altruistas, desinteresadas o gratuitas, sino de estrategias engañosas para lograr obtener mejores beneficios de manera directa o indirecta, utilizando el disfraz COMUNITARIO. Que nadie confunda Servicio Público con prestación pública. Los taxis, los gimnasios, las peluquerías… también son servicios públicos, ¿serán los próximos en denominarse también COMUNITARIOS con similares intenciones?
No se trata, en cualquier caso, de establecer una batalla entre profesionales, sino de analizar, con el rigor que merece, cuáles deben ser las competencias de cada uno de los actores y cómo coordinarlas, vertebrarlas y liderarlas contando con la participación y la opinión de todos ellos, empezando por la propia COMUNIDAD.
En este caso, lo que está claro es que en el dicho de “hay de todo como en botica” no cabe la COMUNIDAD. Al menos no como tratan de “venderlo”.