A pesar de la buena salud de la que parece gozar nuestro Sistema Sanitario, según todos los indicadores, en los últimos años se percibe en su funcionamiento una gran sensibilidad que le hace aparecer como triste, preocupado e incluso angustiado, habitualmente.
Estos problemas de salud del Sistema Sanitario se han venido ignorando sistemáticamente por cuantos dirigentes políticos o gestores han tenido la responsabilidad de su salud, al considerar que se trataba de una hipocondría. Y desde este diagnóstico es desde el que tan solo en contadas ocasiones en las que sus “aparentes” signos, síntomas o manifestaciones, hacen presagiar un empeoramiento general de su estado de salud, quienes deben mantenerlo sano, deciden actuar mediante la aplicación de medidas que, a pesar de saber que carecen de acción terapéutica, las prescriben por creer que con ellas se producirán efectos curativos, dejando pasar el tiempo sin que realmente se haga una intervención efectiva y eficaz sobre el problema o problemas que le aquejan.
El Sistema Sanitario es visto, oído, diagnosticado y tratado desde una perspectiva biologicista, parcial y medicalizada que hace que muchos de sus problemas sean ignorados o, cuanto menos, tratados con medidas que lejos de solucionarlos los empeoran o cronifican.
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