Muchas veces tengo la impresión que nuestra historia, la de Enfermería, está muy relacionada con la literatura infantil, tan plagada de princesas, amores, desamores, desencantos, tópicos y estereotipos. Y no porque piense que nuestra historia sea un cuento, en absoluto, sino porque creo que los cuentos, algunos cuentos, hacen una utilización de las mujeres semejante a la que la propia historia ha hecho de las enfermeras en nuestro país.
Resulta difícil elegir entre los muchos cuentos existentes. Los elegidos no son ni mejores ni peores que otros muchos, pero creo que pueden servir de ejemplo de lo que quiero plasmar en esta reflexión.
No trato, en ningún caso, de ridiculizar, minimizar o caricaturizar nuestra historia. Tan solo hago un análisis a través de una muestra de la literatura infantil clásica y que continua vigente en nuestros días.
Cenicienta
Cenicienta era una niña feliz que empezaba a alcanzar cierta madurez hasta que se murió su madre y su padre se casó de nuevo con la que vino en denominarse en el cuento la madrastra que, a su vez, tenía dos malvadas y caprichosas hermanas y entre las tres detienen su feliz desarrollo, una vez muerto también el padre, para someterla a la docilidad, la sumisión y la obediencia, denigrándola y reduciendo su existencia a ser su servidora, según nos transmitió Charles Perrault en la versión de la historia transmitida mediante tradición oral.
La enfermería viene a ser la Cenicienta de Perrault que durante la 2ª República vio con esperanza y alegría como se desarrollaba hacia una incipiente profesionalización, hasta que muere la República y es sustituida por una dictadura que a modo de malvada madrastra paraliza su desarrollo y la somete al ostracismo, la invisibilización y el servilismo hacia la Medicina que actuando como su hermanastra acompaña y refuerza las actitudes impuestas por la tiranía de su madre.
Cenicienta, tiene que esperar hasta que apare un príncipe que la desposa y rescata de su esclavitud para ser feliz. Enfermería no logra al príncipe soñado ni se tiene que desposar con él, pero al menos, se libera de la madrastra, aunque tenga que seguir luchando con la hermanastra que se resiste a reconocer a su hermana como una mujer libre, capaz e independiente. El final del cuento en el caso de la Enfermería aún no se conoce y sigue generando incertidumbres sobre su evolución.
Caperucita Roja
El prolífico Perrault adaptaría también una tradición oral europea al famoso cuento de Caperucita Roja, aunque existen otras versiones entre las que la más popular es la de los hermanos Grimm. En el relato se marca un claro contraste entre el poblado seguro, y el bosque peligroso. La historia es por todos conocida, aunque el final es infeliz en la versión de Perraul y feliz en la de los hermanos Grimm.
Enfermería encarna a Caperucita Roja en forma de las enfermeras recién graduadas que tienen que pasar del confort de las aulas a un entorno mucho más incierto y peligroso en el que el lobo pasa a encarnar, en este caso, las “fieras”, de diferentes especies y de la misma especie, que acechan a Enfermería. (Caperucita Roja). Pero este “cuento” que se transforma en realidad plantea algunas interrogantes:
- ¿Qué tipo de formación se da a las futuras enfermeras (caperucitas rojas) en las facultades/escuelas (madres de las caperucitas) que, conociendo los peligros que acechan en el escenario comunitario/sanitario (bosque), manda a sus hijas (enfermeras recién graduadas) a un escenario que no conocen y ni tan siquiera se les ha explicado convenientemente?
- ¿Cómo el lobo (fieras de la propia especie –enfermeras- como de otras especies –médicos, gestores…-), que son dueños y señores del bosque, no atacan a las niñas (enfermeras) en sus dominios sino que las esperan en sus consultas, unidades… (centros de salud, hospitales…)?
- ¿Cómo se explica que la enfermera no sea capaz de reconocer las diferencias, que sí nota, entre un/a compañero/a (abuela) y una bestia disfrazada?
- Quizá la más sarcástica es la que hace hincapié en las continuas preguntas de la enfermera (Caperucita) al/la compañero/a (lobo) sobre sus actitudes y acciones (el tamaño de su cuerpo o, al menos, el gran tamaño de algunas parte de su cuerpo). Esto se debe a las diferencias entre un/a compañero/a experimentado/a, conformista, defensor/a de su espacio de poder…y una enfermera recién graduada.
Interrogantes que siguen, en muchas ocasiones sin tener respuesta, lo que supone que los finales, como en los cuentos de Perrault y Grimm, sean diferentes en función de cómo finalmente las “Caperucitas Rojas” afrontan situaciones tan peligrosas en el bosque en el que se adentran.
Blanca Nieves y los siete enanitos
Los hermanos Grimm fueron los encargados de hacer mundialmente popular la historia de Blancanieves. Una guapa adolescente que, tras la muerte de su padre, es condenada por su malvada madrastra a ser sacrificada, aunque finalmente su verdugo arrepentido la deja escapar y es cuidada por 7 enanitos mineros.
En este caso Blanca Nieves es Enfermería que huye para que su madrastra (Medicina) no la mate al enterarse, por el espejo mágico que posee, de que Blanca Nieves es más bella que ella. Medicina, a través de algunos de sus miembros y organizaciones, temen que la capacidad (belleza) de Enfermería sea mayor que la que ellos creen tener en exclusiva. Ante esta revelación del espejo mágico –la propia realidad social- decide que lo mejor es deshacerse de ella. Por su parte los enanitos representan a la masculinidad de la Enfermería. Los hombres, menos numerosos que las mujeres (de ahí que sean enanitos), están aislados en el mundo de las técnicas (la mina) y recelan muchas veces de la Enfermería (Blanca Nieves) aunque finalmente la acogen e incluso, la mayoría, acaba queriéndola. Sin embargo, la ira de la madrastra (medicina), furiosa por la belleza de Blanca Nieves (Enfermería), le lleva a utilizar engaños para acabar con ella. Pero Enfermería siempre encuentra nuevas oportunidades de recuperarse, aunque no sea con un beso principesco como le sucede a Blanca Nieves, lo que propicia que todos, enanitos incluidos, sean felices y coman perdices.
También en este caso se plantean interrogantes:
- ¿Por qué se establecen luchas de poder entre médicos y enfermeras cuando no se trata de competir sino de que cada cual ocupe el lugar que le corresponde?
- ¿Cómo es posible que ciertos sectores médicos continúen creyendo a su particular espejo mágico haciendo que se mantenga una permanente, estéril e incomprensible batalla contra las enfermeras, al creer que está en peligro la primacía de su “belleza”?
- ¿Qué sentido tiene la diferente concepción de ser enfermera en función de ser mujer u hombre?
- ¿Por qué esperamos que siempre tenga que llegar un príncipe a salvarnos?
La Bella y la Bestia
Aunque son muchas las versiones del cuento “La Bella y la Bestia”, la de Jeanne-Marie Leprince de Beaumont, es la que ha servido de referencia a las versiones más actuales y conocidas en nuestros días.
Bella es una guapa e inteligente adolescente (estudiante) que tiene muchos pretendientes a los que no hace caso por tener otros intereses en su vida. En un momento dado, y sin saber muy bien por qué, queda atrapada en un castillo encantado (Universidad) lleno de enseres animados (técnicas) donde habita una Bestia (Enfermería), de terrorífico aspecto externo, que la corteja y llena de atenciones. Bella, en principio, se siente asustada y reacia a establecer una relación de amistad y cercanía con La Bestia quien, a pesar de ello, sigue cortejándola. Con el paso del tiempo Bella sucumbe a los encantos de la Bestia que transforma su imagen y se convierte en un apuesto príncipe (referente enfermero) de quien ya no se separa, al igual que el resto de enseres del castillo que pasan a adquirir vida y sentido (los cuidados).
- ¿Por qué sigue existiendo una imagen tan distorsionada de la Enfermería y de los cuidados?
- ¿Qué hace que se rompa el miedo a ser enfermera y asumir lo que significa?
- ¿Cuándo se descubre realmente la “belleza” de la Enfermería y se descarta a la “Bestia” que muchas veces se ve en ella
- ¿Por qué cuesta tanto identificar y valorar referentes enfermeros?
En fin, tan solo son cuentos o son cuentos que nos adentran en la realidad, o es la realidad transformada en cuento, o es una forma, como los propios cuentos, de edulcorar una realidad que no nos gusta y queremos ocultar. En cualquier caso no pasan de ser apuntes de algo que siempre me preocupa como es la imagen que la Enfermería y las enfermeras proyectamos. Las princesas y los príncipes azules, los encantamientos, las hadas, las brujas, las bestias… no representan a la Enfermería ni a las enfermeras, pero pueden servir como ejercicio de reflexión sobre cómo podemos ser identificadas en ocasiones a pesar de nuestros intentos por desprendernos de dichos roles tan ridículos y estereotipados. Tampoco es cuestión de pasar a asumir un rol asimétrico como reacción e intento de contrarrestarlo, sino de asumir el que nos corresponde desde la realidad de nuestra disciplina y profesión y sin renunciar, en ningún caso, a lo que somos y representamos para la ciencia, la disciplina/profesión enfermeras y las personas, las familias y la comunidad a las que prestamos nuestros cuidados.
Ni la vida es un cuento, ni nosotras somos personajes de los mismos. Pero los cuentos reflejan muchas veces aspectos de la vida que, aunque distorsionados y adaptados, pueden reflejar ciertas situaciones en las que fijarnos. No como ejemplo de moralejas, sino como ejercicio de reflexión de lo que los mismos significan. El hecho de que la mayoría de ellos tengan tradición oral y escrita de muchos siglos, nos tiene que hacer pensar en que algo tendrán para que hayan logrado mantenerse a pesar del tiempo transcurrido y los cambios ocurridos.
Precisamente en esa tradición oral y de imaginario popular es en la que se asientan determinadas configuraciones de nuestra disciplina/profesión, arcaicas y estereotipadas, apoyadas y reforzadas por instituciones que, además de recoger lo que el pueblo piensa y verbaliza, deberían velar porque fuese lo más próximo a una realidad que no puede ni debe quedar circunscrita a la verbalización popular. Lo contrario contribuye a mantener y reforzar imágenes distorsionadas de una realidad que no se debería obviar. La riqueza de una lengua, más allá de la transcripción oral popular, debe contribuir a la aproximación real del lenguaje. Mientras esto no suceda las enfermeras, como las mujeres, seguirán ocupando lugares imaginarios que deforman su imagen, valor, aportación y derechos, por mucho que se traten de edulcorar con cuentos de princesas, hadas, magia, encantamientos y príncipes azules.
Ni los hospitales o centros de salud son castillos, ni las enfermeras princesas, ni los médicos madrastras o brujas malvadas, que configuren historias clasistas, machistas, paternalistas o excluyentes, aunque a veces la realidad llegue a superar la perversidad de los cuentos.
Se trata no tanto de buscar cuentos con final feliz, sino ser feliz sin tanto cuento.
Me encanto. Muy buena reflexión.
Buenas analogías José Ramón. Coincido. Un saludo.