El libro de Darwin, El origen de las especies, en el que designa el principio de la selección natural como el principal motor del proceso evolutivo, supuso el inicio del Darwinismo y la etapa del pensamiento evolutivo.
Este trabajo planteó por primera vez la hipótesis de la selección natural mediante cinco afirmaciones fundamentales que pueden explicar, de alguna manera, lo que está sucediendo con las enfermeras en nuestro país, sin que con ello quiera equiparar a las enfermeras a una especie animal o vegetal, vaya por delante, ante posibles y malintencionadas o casuales interpretaciones en este sentido. Tan solo se trata de un juego comparativo sin mayores pretensiones científicas ni literarias.
Las cinco afirmaciones referidas sobre las que voy a tratar de fundamentar mi analogía son:
1.- Todos los organismos producen más descendencia de la que el ambiente puede sostener.
Aunque es cierto que los principales organismos internacionales insisten en la necesidad de que los sistemas sanitarios aumenten significativamente el número de enfermeras y de que España siga siendo uno de los países de la CEOE con menor número de enfermeras por habitante, no es menos cierto que la formación de enfermeras por parte de universidades públicas y privadas está muy por encima de lo que pueden absorber las instituciones sanitarias o de la capacidad innovadora de las enfermeras para generar autoempleo. Esta situación genera, por una parte, el masivo exilio profesional a otros países con gran demanda de enfermeras, que se benefician de la situación al contratar enfermeras muy bien formadas y a coste cero para dichos países, lo que podría denominarse como “enfermeras low cost”. Por otra parte favorece la precariedad del empleo tanto en instituciones públicas (contratos por días o incluso horas sin estabilidad alguna) o privadas (contratos precarios y abusivos en residencias de la 3ª edad, por ejemplo).
La falta de planificación y el aumento descontrolado de escuelas o facultades de enfermería son las principales causas de este fenómeno de falta de “sostenimiento de la descendencia enfermera”.
2.- Existe una abundante variabilidad intraespecífica para la mayoría de los caracteres.
Nuestra reciente historia ha propiciado que en los últimos 50 años hayan coincidido hasta 5 tipos diferentes de enfermeras. Practicantes, enfermeras, Ayudantes Técnicos Sanitarios (ATS), Diplomados Universitarios de Enfermería (DUE) y Graduados de Enfermería (Enfermeras). Esta variabilidad sin duda ha generado enfrentamientos, dudas, pérdida de identidad, invisibilización, falta de reconocimiento profesional y social, ausencia de autoestima profesional, incertidumbre disciplinar, estancamiento en el desarrollo académico y científico… entre otras consecuencias. Todo ello ha supuesto evidentes barreras para la enfermería y las enfermeras a pesar de las cuales, en los últimos años ha dado un salto cualitativo importante en el ámbito disciplinar que sin embargo no ha ido en paralelo al desarrollo profesional, lo que sigue generando variabilidad intraespecífica enfermera que podríamos resumir en la tan manida, pero cierta, brecha entre docencia y asistencia.
3.- La competencia por los recursos limitados lleva a la lucha «por la vida» (según Darwin) o «por la existencia» (según Wallace).
La precariedad de los empleos por una parte o la ausencia de oferta por otra conducen a que la lucha por conseguir trabajo se convierta, en muchos casos, en una razón de supervivencia o de frustración ante las permanentes dudas que genera en las enfermeras el hecho de serlo y no poder ejercer como tales, es decir, el de la existencia.
A esto hay que añadir la cada vez más creciente confrontación con otros profesionales como médicos, farmacéuticos, psicólogos, técnicos, auxiliares… que intentan copar ámbitos competenciales compartidos de manera exclusiva y no desde la transdisciplinariedad. Todo ello como consecuencia, por una parte de una alarmante falta de definición de puestos de trabajo y competencias y, por otra, de la ausncia de planificación en la organización de los servicios que obedecen más a presiones corporativas que a criterios de calidad, oportunidad y racionalización en lugar de racionamiento.
La competencia generada, que en otros casos puede ser positiva para el desarrollo profesional, en este caso se convierte en una verdadera lucha de supervivencia de “especies”.
4.- Se produce descendencia con modificaciones heredables.
Pero los cambios o mejor dicho, la evolución de las enfermeras, en todo este tiempo han propiciado que las nuevas generaciones de enfermeras vayan generando modificaciones importantes tanto en lo que significa ser enfermera como en el actuar como tal y con ello cada vez existen enfermeras mejor preparadas y con mayor capacidad de para ser referentes “heredables” que facilitan y favorecen poner en valor la enfermería y a las enfermeras.
5.- Como resultado, se originan nuevas especies.
Finalmente, esta evolución permite identificar nuevas enfermeras con competencias muy definidas y con un valor intrínseco que hace que sean reconocibles y reconocidas.
Pero en la teoría de la evolución, además, hay que destacar la adaptación, que es el proceso mediante el cual una población se adecua mejor a su hábitat y también el cambio en la estructura o en el funcionamiento de un organismo que lo hace más adecuado a su entorno.
Y también en este sentido las enfermeras se comportan siguiendo los principios básicos de esta teoría al adecuarse a los diferentes hábitats sanitarios y comunitarios en los que actúa, bien para sentirse más cómodas o bien para defenderse de los peligros que en dichos hábitats existen. El peligro de esta adaptabilidad está, por una parte, en que se adecúe tanto a él que sea prácticamente imperceptible, por lo que prácticamente es como si no existiese. Y por otra en que dicha adaptabilidad pase a convertirse en conformismo como consecuencia de su acomodación en la zona de confort que elije en el hábitat. En ambos casos los resultados, las consecuencias no les asegura su supervivencia como “especie”.
Este tipo de adaptación, además, puede suponer la pérdida de funciones ancestrales de las especies, que en el caso de las enfermeras se pueden identificar en la pérdida, en muchos casos, de los cuidados básicos o incluso de la humanización. Pero también puede suponer la aparición de rasgos que hasta entonces no le habían sido propios y que, en la mayoría de los casos, suelen aparecer por mimetismo con las especies que conviven, fundamentalmente la especie médica y que lejos de ofrecerle una identidad propia acaban siendo una especie debilitada y con muchas más posibilidades de extinción.
Otra cosa es que, en lugar de adaptación, lo que hagan las enfermeras sea adquirir “adaptabilidad” como describía Theodosius Dobzhansky, es decir el estado de estar adaptado, y por tanto el grado en que las enfermeras no tan solo son capaces de vivir, pasando desapercibidas, en los hábitats en los que se encuentran, sino que además pueden hacerlo desarrollándose y creciendo en los mismos
En los hábitats la interacción entre especies puede producir conflicto o cooperación. Cuando interactúan dos especies diferentes, como un patógeno y un hospedador, o un depredador y su presa, la evolución de una de ellas causa adaptaciones en la otra; estos cambios en la segunda especie causan, a su vez, nuevas adaptaciones en la primera. Este ciclo de selección y respuesta recibe el nombre de coevolución. Y esta coevolución es la que se produce entre las especies médica y enfermera, en la que una, la médica, actúa como depredadora, y la otra, la enfermera lo hace como presa.
Todo este proceso evolutivo puede llevar finalmente a la extinción, que es la desaparición de una especie entera.
Las causas de la extinción determinan su impacto en la evolución. La mayoría de las extinciones, que tienen lugar continuamente, podrían ser el resultado de la competencia entre especies por recursos limitados (exclusión competitiva).
En el caso de las enfermeras con otras especies, la competencia no lo es tanto por los recursos limitados en los hábitats sanitarios y comunitarios, que también, sino por la colonización de territorios y su consecuente lucha de poder, en los mismos. En estos casos juega un papel muy importante el que se haya producido adaptación o adaptabilidad para que el equilibrio entre las especies no conduzca a la extinción sino a la selección de las mismas en función de los diferentes territorios y las acciones que en las mismas lleven a cabo cada una de ellas.
Pero esta evidente evolución histórica de las enfermeras ha sido, en muchas ocasiones, negada o cuestionada de manera dogmática por parte de la comunidad científico – profesional, fundamentalmente de la medicina, al igual que siguen siendo realizando objeciones a la evolución enfermera actual, acercando sus posiciones al negacionismo exhibido por determinadas personas que eligen negar la realidad para evadir una verdad incómoda. De acuerdo al autor Paul O’Shea, «es el rechazo a aceptar una realidad empíricamente verificable.
Dicho negacionismo, basado en la mayoría de las ocasiones en la manipulación, el oportunismo y el egocentrismo pueden llevar a que se traslade más allá del grupo que lo propicia para que sea interiorizado por toda la sociedad como una verdad contrastada. Es lo que Michael Specter define como negacionismo grupal, es decir, «cuando todo un segmento de la sociedad, a menudo luchando con el trauma del cambio, da la espalda a la realidad en favor de una mentira más confortable».
A pesar de todo o precisamente por todo lo comentado, la evolución de las enfermeras es un hecho incontestable que las sitúa, en los contextos en los que actúa, como “especie” dominante, que no depredadora, ni exclusiva, ni excluyente, en busca del equilibrio que favorezca un ecosistema saludable en el que aportar lo mejor.