A quienes se atreven a pensar críticamente para cambiar situaciones que impiden el desarrollo y avance de la enfermería y las enfermeras
“Creer es más fácil que pensar. De ahí tantos más creyentes que pensadores”.
Bruce Calvert.[1]
El pensamiento crítico se define como el proceso mediante el cual se usa el conocimiento y la inteligencia para llegar de forma efectiva a la postura más razonable y justificada sobre un tema. Entre los pasos a seguir, los especialistas señalan que hay que adoptar la actitud de un pensador crítico; reconocer y evitar los prejuicios cognitivos; identificar y caracterizar argumentos; evaluar las fuentes de información; y, finalmente, evaluar los argumentos.
El pensamiento crítico implica, por lo tanto, que no es simplemente pensar, sino pensar sobre algo que queremos comprender y hacerlo de la mejor manera posible, apreciando y evaluando el proceso de manera que se puedan tomar «decisiones»[2].
De lo dicho se desprende, o al menos debería hacerlo, que usar el pensamiento crítico significa no admitir la opinión determinada como normal o cuanto menos aceptada como tal por la sociedad o alguno de sus organismos o instituciones. Todo ello en base a ideas que se fundamenten en argumentos que permitan tomar decisiones de manera objetiva con relación a lo que se considere verdadero o falso, aceptable o inaceptable, deseable o indeseable, confrontando y evaluando así de manera permanente los prejuicios ante determinados comportamientos, ideas, planteamientos admitidos de manera implícita.
Sin embargo, estamos asistiendo a un periodo, una etapa, un a época o un tiempo, no me atrevo a determinar, en que pareciera que pensar es incluso hasta peligroso.
En el ámbito que nos interesa, o al menos a mi me ocupa, el de la enfermería y las enfermeras, se ha instaurado, de manera muy generalizada, la creencia o al menos la tendencia a determinar que quienes no estamos de acuerdo con la forma en que se plantean o determinan las decisiones que nos afectan como ciencia, disciplina o profesión somos unos reaccionarios o, cuanto menos, considerados como inconformistas con cuanto piensan los demás. Lo que es justamente todo lo contrario a lo que significa y supone desarrollar el pensamiento crítico.
Pero es evidente que pensar críticamente supone significarse y ser reconocido en el ámbito de la enfermería, de la salud y de la sanidad, lo que lejos de ser considerado como un mérito o cuanto menos una habilidad que todo ser humano debería desarrollar para resolver problemas de una mejor manera, hacernos más analíticos, ayudarnos a saber clasificar la información en viable y no viable, hacernos más curiosos, querer saber e investigar más acerca de lo que nos afecta, es señalado como un incordio, un inconveniente, un disparate, una impertinencia o incluso un esnobismo. Por lo tanto, la creatividad, la intuición, la razón o la lógica entre otras habilidades que se desarrollan desde el pensamiento crítico también son señaladas como ocurrencias. Pero claro, el pensamiento crítico convierte a quienes lo practican en profesionales autónomos en cuanto a su destino y su regulación, lo que dificulta su manipulación.
Así pues, se desarrolla como defensa por quienes se sienten acusados o acosados una perspectiva que tiende a inhibir el uso y sentido de la crítica al considerar que contraviene el orden establecido, aunque dicho orden esté fundamentado en el más absoluto desorden. Es decir, se intenta contrarrestar con la crítica al pensamiento, el pensamiento crítico, lo que supone tener que emplear el poder en lugar del respeto, la descalificación en lugar de las ideas, el silencio en lugar de las palabras, la intolerancia en lugar del diálogo, el insulto en lugar del argumento.
Las redes sociales, además, sirven de altavoz, precisamente para las/os voceros que tratan de desacreditar con sus mensajes a quienes piensan críticamente, tratando de aparentar un discurso coherente que no se sostiene pero que se mantiene, precisamente, por quienes se alimentan de los mismos con idéntica falta de pensamiento crítico y por lo tanto dejándose dirigir y regular, aunque se crean libres por el simple hecho de aplaudir la insensatez del chascarrillo fácil, el sarcasmo como remedo de la ironía o el insulto ante la falta de argumentos.
Quienes desarrollan el pensamiento crítico tienden a considerar el nivel de repercusión que pueden llegar a tener en la profesión, pues crear ideas comienza a ser un modo de crear una interpretación sobre la misma y eso es evidente que molesta a muchos ámbitos de la profesión, pero también fuera de ella y de quienes de una u otra forma son sus representantes, que en la mayoría de las ocasiones llegan a serlo, o se perpetúan, por la falta de pensamiento crítico colectivo, bien sea por falta de habilidad o por simple conformismo e inacción, sin que sea justificable ninguna de ellas, por las consecuencias que su actitud representan para el desarrollo disciplinar y profesional.
Además, suele acusarse a las/os pensadoras/es críticas/os de dogmatismo, radicalismo o incluso yihadismo, por entender o querer hacer entender que se genera un pensamiento negativo o que tan solo se pretende buscar y encontrar fallos o defectos, cuando realmente se trata de un proceso neutro y sin sesgo para evaluar opiniones y afirmaciones tanto propias como de otras personas, en un intento real por mejorar las cosas y nunca, como se quiere hacer ver, de destruir.
Tampoco se pretende, como se dice sin argumentar, el lograr que todas las enfermeras piensen igual, algo que es totalmente inexacto y se aleja radicalmente de la propia idea en que se sustenta el pensamiento crítico que entiende que siempre habrá diferencias en la percepción y las necesidades emocionales básicas que harán definitivamente imposible que todos piensen de la misma forma, es decir, del pensamiento único que por el contrario es lo que persiguen quienes atacan el pensamiento crítico.
Aunque se pretende incluso relacionar a quienes desarrollan el pensamiento crítico con una creencia desde la que dicen adoctrinan, en un nuevo intento de anular lo que tanto les molesta, las ideas y los argumentos. Por el contrario, el pensamiento crítico puede evaluar la validez de las creencias, pero no es una creencia en sí, es un procedimiento que no reemplaza ni minimiza los sentimientos o emociones.
El pensamiento crítico, a pesar de lo que pueda parecer, tampoco genera los argumentos más persuasivos para lograr, cuanto menos, la posibilidad de análisis, reflexión y debate que posibiliten cambios en las estructuras que se mantienen más allá de la lógica, la coherencia y el sentido común. Los argumentos más persuasivos buscan incidir en las emociones más básicas como el miedo, la alarma, la incertidumbre, el placer o la necesidad, en lugar de en hechos objetivos, con una intencionada falta de objetividad y de razonamiento crítico, que conduce a prejuicios cognitivos como el argumentum ad populum, o argumento por el pueblo, que es un argumento falaz que concluye que una proposición debe ser verdadera porque muchas personas lo creen así. Es decir, recurre a que «si muchas personas lo creen así, entonces será así». O un argumentum ad nauseam, o argumento hasta la náusea, que es un tipo de falacia dirigida a las emociones en el que las personas creen que una afirmación es más probable de ser cierta o más probable de ser aceptada como verdad cuantas más veces la hayan oído. O, un argumentum verbosium, o argumento por verbosidad o palabrería, que se produce cuando un argumento es tan complejo, tan extenso y tan pobremente presentado que los demás están obligados a creerlo y suponen que es cierto. También, un argumentum ad verecundiam, o apelación a la autoridad, que es una falacia que consiste en basar la veracidad o falsedad de una afirmación en la autoridad, fama, prestigio, conocimiento o posición de la persona que la realiza. Un argumentum ad antiquitatem que es una falacia lógica típica en la que una tesis, hecho o argumento son considerados y aceptados como correctos basándose en que han sido tradicionalmente considerados correctos durante mucho tiempo. Estas entre otras muchas falacias que como toda falacia es un engaño o mentira que se esconde bajo algo, en especial cuando se pone de manifiesto su falta de verdad. Todas las descritas, por otra parte, forman parte del juego de quienes tan solo pretenden con su utilización neutralizar el pensamiento crítico que tanto temen y a la vez tanto rechazan.
No es difícil identificar ejemplos muy claros, manifiestos y recientes que encajan en las falacias descritas, pero también en el intento permanente por acallar las voces y, lo que es peor, las ideas, pensamientos, planteamientos o razones, construidas desde el pensamiento crítico en su intento por construir que no destruir una mejor enfermería.
La investigación se convierte en el primer paso para las/os pensadoras/es críticas/os. Investigar puntos de vista diferentes por su propia iniciativa, al tiempo que se duda de aquello que investiga para evitar ser dogmática, doctrinal, ortodoxa, ingenua o crédula, que es justamente por lo que son etiquetados por parte de quienes les acusan de críticos y antisistema sin más. Pensar críticamente supone llevar a cabo un proceso intelectual y reflexivo, basado en el examen, evaluación y análisis de un tema, asunto o materia para, tras considerar y contrastar el resultado de sus observaciones, aplicar, bajo criterios lógicos, una serie de razonamientos que permita generar una conclusión válida, a una postura objetiva, es decir; razonable, desde la independencia. Independencia para no tener miedo a investigar. Lo contrario provoca que las presiones de los poderes establecidos o de los lobbies para mantener la estandarización y el conformismo dirijan a la mayoría a la comodidad o al propio deseo de creer en la pertenencia al grupo como puede ser un colegio profesional, un sindicato o una asociación profesional. En teoría al menos las sociedades científicas debieran estar al margen de esta posibilidad dado que el pensamiento crítico debiera formar parte de su actuación permanente. En cualquier caso, las presiones, el miedo a represalias o simplemente al qué dirán acaban modulando las opiniones o creencias que es, por otra parte, el objetivo perseguido por quienes ostentan su representación con independencia, lamentablemente, de cómo la hayan conseguido o de cómo se les haya consentido hacerlo.
De igual manera se tienen que reconocer y prever las barreras o prejuicios del pensamiento crítico, dado que sistemáticamente se trata de bloquear la habilidad para pensar con claridad, precisión y equidad, a través de estrategias sutiles y capciosas realizadas desde la máscara del engaño o embaucamiento que contrarresten la necesidad de identificar y caracterizar argumentos que en ningún caso supone polemizar, reñir o discrepar, incluso aunque la palabra sea usada con frecuencia informalmente en ese contexto. En el contexto del pensador crítico, un argumento significa presentar una razón que soporte, respalde o apoye una conclusión a la que precisamente se ha llegado a través de la investigación y el contraste.
De igual forma, que en la mayor parte de los argumentos se hace referencia a datos para sostener las conclusiones, si los hechos que sostienen un argumento son erróneos, entonces el argumento será también erróneo, por lo que resulta imprescindible aproximarse lógicamente a la evaluación de validez de los datos a través de información sin sesgo u objetiva respecto a un tema. De tal manera que se evite el manido “¿y si?”, es decir, plantear situaciones hipotéticas sin pruebas o sin ningún tipo de dato no con la intención de mostrar los datos realmente probables, sino porque dicha situación sería de gran interés para quienes la plantean, en muchas ocasiones, como ya hemos visto, recurriendo a emociones o sentimientos como el miedo, la incertidumbre o la alarma, como por ejemplo, “¿Y si nos quitan competencias?” sin que se haya planteado ningún hecho razonable que sustente la hipótesis o cuando la suposición se realice para neutralizar lo que es una realidad derivada de una falta de responsabilidad, como la dejación de competencias por entender que no corresponden a las enfermeras.
Planteamientos que no tan solo utilizan quienes ostentan poder o puestos de representación profesional, sino también muchas/os políticas/os que tienen igual o superior rechazo al pensamiento crítico, por lo que se esfuerzan en neutralizar, manipular o eliminar, en su caso, desde el desprecio y el silencio, cualquier posible cuestionamiento a sus intereses partidistas o intentando dar respuesta a las presiones de los lobbies por miedo a las consecuencias derivadas de contradecirles.
Por eso es tan importante que se determine si las presunciones, conjeturas, supuestos o asunciones están garantizadas, si el razonamiento llevado a cabo es relevante y suficiente y si existe información que ha sido omitida con el fin de evitar dar razones a quienes si que están permanentemente en alerta de cualquier fallo u omisión por parte del/la pensador/a crítico/a.
Finalmente, lo que debería hacernos pensar es, que no es razonable que nadie piense por nosotras o que alguien trate de evitar que lo hagamos, o que decidamos no hacerlo y dejar que otros lo hagan por nosotras. En cualquiera de los casos supone un abandono incomprensible de la habilidad humana como es el pensamiento crítico que no debería ser neutralizado por quienes quieren mantener su criterio y su poder en beneficio propio y en prejuicio del colectivo enfermero o abandonado por quienes interpretan que no sirve para nada porque nada se puede hacer, contribuyendo con su actitud a perpetuar la mediocridad y el poder de quienes la representan en nombre de la enfermería.
Ante la crítica al pensamiento, por tanto, no hay mejor respuesta que el pensamiento crítico.
[1] Director of Residential Dining Operations at Harvard University. Harvard UniversityJames Madison University.(1943-2016)
[2] https://es.wikipedia.org/wiki/Pensamiento_cr%C3%ADtico
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