TOMEMOS LA PALABRA Abandonemos el silencio

                                                       A Mª Paz Mompart por ser su palabra referencia y guía para el desarrollo de la Enfermería y para tantas enfermeras.

Al negro sol del silencio las palabras se doraban”.

Alejandra Pizarnik [1]

 

El espectáculo de lucha libre al que estamos asistiendo, en su modalidad de Submission Match, es decir, en el que solo se gana al provocar que el oponente se rinda en la lona, nos tiene absolutamente abstraídos y distraídos, lo que provoca que olvidemos algunos temas que sin desmerecer el del conflicto de la Atención Primaria en Madrid, no han perdido ni interés, ni trascendencia. Posiblemente porque hay quienes siguen creyendo, como dijera Homero[2], que “las batallas se ganan con los puños, y las palabras sirven en el consejo. Conviene, pues, no hablar, sino combatir.”

Da pues la sensación de que hayan desaparecido los problemas en las Residencias de personas adultas mayores. Que no existan poblaciones vulneradas que quedan al margen de las cuitas que se están dirimiendo en el espectáculo aludido. Que las necesidades de cuidados no tengan importancia que se centra tan solo o sobre todo en las peticiones por reducir las listas de espera, como si los cuidados no tuviesen también una demora, en este caso histórica. Que la promoción de la salud y, por tanto, la generación de conductas y contextos saludables, tan solo fuesen un recuerdo lejano de algo que pudo o quiso ser y nunca fue. Que la Salud Pública ha vuelto de nuevo a ocupar su lugar de intrascendencia y carácter burocrático al que se le tiene acostumbrado. Que la intersectorialidad es una entelequia que tan solo sirve para rellenar discursos demagógicos. Que la medicalización y el asistencialismo siguen impidiendo la solidez, la capacidad, la eficacia y la calidad basada en los activos de salud y los cuidados. Que la participación comunitaria haya quedado reducida a que la ciudadanía deposite su voto, a ser posible cautivo, silencioso y acrítico, en las urnas para que se puedan seguir replicando combates de lucha libre en los que, lo de menos es para lo qué sirven, porque se trata tan solo de generar espectáculo, aunque el mismo se sepa amañado.

Pero nada de esto y de otras muchas cosas han desaparecido o se han solucionado. Todo lo contrario. Pero parece resultar mucho más rentable mantener a la población distraída con combates efectistas, aunque realmente no sean efectivos.

Se está haciendo un uso perverso de la salud como derecho universal, del que no estamos siendo conscientes o que siéndolo preferimos ignorar, lo que supone un peligro enorme que cada vez resulta más difícil evitar.

No voy a discutir ni a poner en tela de juicio la importancia que tiene el movimiento ciudadano en defensa de la Sanidad Pública, es más, considero que es fundamental esa conciencia ciudadana, aunque la misma no siempre esté todo lo informada que sería deseable. Pero no confundamos la Sanidad Pública de calidad con una asistencia temprana, una técnica o el acceso a un fármaco que, siendo importantes, no son en ningún caso la solución a lo que se está reclamando con justicia y pasión, a la vez que con desconocimiento e inocente confianza.

Las enfermeras, tanto tiempo calladas y agazapadas, debemos salir del escondite, la zona de confort, el burladero de nuestros miedos, el anonimato voluntario o forzado… para hacernos visibles, pero, sobre todo, para hacernos oír con fuerza y determinación. No sigamos chistando para solicitar, aceptar y asumir nuestro silencio y lo que supone de condescendencia y asunción de cuanto se hace al amparo del mismo además de la interpretación que de él se haga como actitud profesional en defensa de la salud que, por otra parte, parece que olvidemos supone una vulneración manifiesta de nuestro código deontológico que hay recordar, es mucho más que un compendio de recomendaciones u opciones. Es nuestra obligación ética, estética y moral a actuar como enfermeras ante y con las personas, las familias y la comunidad.

No más silencio, por resultar doloroso, extraño e incomprensible. Pero también por resultar incierto, tramposo y peligroso para nosotras mismas y para quienes no son capaces de oír y entender nuestro mensaje. Mensaje que en ningún caso pretende ser una reivindicación laboral sino una manifestación de identidad, de valor de los cuidados profesionales y derecho a la salud de la ciudadanía.

Necesitamos hacer audible nuestro mensaje de salud y de cuidados, que no va contra nada ni contra nadie, al contrario, va a favor de todo y de todos. De todo lo que suponga aportar respuestas eficaces a las necesidades sentidas de salud y cuidados y de todas/os cuantas/os las trasladan o, sin saber cómo expresarlas, las callan. Ayudemos con nuestra voz a hacer comprender la importancia cuidadora de las enfermeras. Contribuyamos, con nuestra comunicación, a que la educación para la salud permita la autogestión, autodeterminación, autonomía y autocuidado de las personas, las familias y la comunidad. Promocionemos las conductas y hábitos que permitan acabar con la salud persecutoria hacia las personas con mensajes fiscalizadores, penalizadores y alarmistas, incorporando acciones que logren la convicción de asumirlas para generar espacios de salud y saludables. Consensuemos, desde la participación activa y real de la población, la toma de decisiones en favor de una salud que se aleje de la comparación permanente o sustitutiva de la enfermedad. Facilitemos la integración de las personas haciendo posible su afrontamiento efectivo a los problemas de salud sin que los mismos sean vistos como invalidantes o discapacitantes, sino como estados diferentes desde los que se puede seguir aportando. Afrontar la soledad, la violencia de género, la pobreza, la desigualdad… desde la palabra que acompañe, pero también que se posicione, reclame y aporte. Porque todo ello es competencia y responsabilidad nuestra como enfermeras.

No tengamos miedo a hablar, porque la población necesita conocer, entender, y reclamar lo que aportamos y para lo que somos competentes. Las palabras están ahí para explicar el significado de las cosas, de manera que el que las escucha, entienda dicho significado” (Aldous Huxley)[3], pero teniendo en cuenta que “las palabras que no van seguidas de hechos, no valen nada” (Esopo)[4]

No caigamos en la distracción de quienes quieren que la lucha libre en la que han convertido al Sistema Nacional de Salud nos aparte de la realidad de cuidados que existiendo se trata de ocultar, enmascarar o rechazar.

Utilicemos los espacios de los que disponemos o creémoslos para que nuestra voz sea audible y entendible. Sabiendo que como dijese Lao-tsé[5] “las palabras elegantes no son sinceras; las palabras sinceras no son elegantes”. Porque no se trata de construir un mensaje políticamente correcto sino de hacer lo correcto con el mensaje, ya que finalmente y aunque haya que evitarlas “la palabra más soez y la carta más grosera son mejores, son más educadas que el silencio” (Friedrich Nietzsche)[6]. El respeto nunca está reñido con la verdad, aunque esta pueda doler, porque, a lo mejor resulta que eso que tantas veces hemos oído de que todo lo que duele cura, finalmente puede ser verdad.

[1] Poeta, ensayista y traductora argentina (1936-1972).

[2] Poeta griego (750 ac – 650 ac).

[3] Novelista, ensayista y poeta inglés. (1894-1963)

[4] Fabulista griego (S. VII aC-S. VII aC).

[5] Filósofo chino. (570 aC-490 a C)

[6] Filósofo alemán. (1844-1900)

APS: POSICIONAMIENTO SESPAS

La Sociedad Española de Salud Pública y Administración Sanitaria (SESPAS), a la que pertenece la Asociación de Enfermería Comunitaria (AEC), defiende una Atención Primaria sólida y reclama su consolidación con respuestas claras a sus problemas
Un posicionamiento claro, coherente y razonado que debería ser tenido en cuenta como punto de inflexión para un debate serio y riguroso que impulse su cambio y desarrollo.

 

PROBLEMAS PROFESIONALES Y DE DESARROLLO DE LAS COMPETENCIAS

Cecilia Rita RE

Dra. en Pensamiento complejo, filosofía

Master en Cs. de la Educación, ort. FADA

Lic. en Enfermería

 

Las competencias o habilidades tienen relación directa con el diseño curricular y la formación continua del personal de enfermería. Las competencias incluyen valores y actitudes fundamentales para el ejercicio profesional. Estas deben ser evaluadas por la Orden o el Colegio profesional, cada cinco años, para asegurarle al público la actualización de los conocimientos y de las competencias de sus miembros, calificándolos para un ejercicio eficiente y eficaz en sus intervenciones.  

Las competencias no son rígidas, sino que se tiene en cuenta las particularidades psicológicas y motrices individuales que hacen a la personalidad. Es la individualidad que diferencia y hace el éxito en un dominio y en una especialidad. Ellas revelan el dominio de los conocimientos, de las habilidades y de los hábitos. Destacan a una enfermera sobre otra en la ejecución de un mismo acto o actividad, impregnada con valores, actitudes y virtudes. Sin embargo, para el ejercicio, se exige un común denominador que viene a normatizar las competencias mínimas. Una enfermera necesita un adecuado equilibrio entre tres áreas fundamentales para las competencias profesionales como son:

El Saber Ser: valores, creencias, convicciones y actitudes, las que deben estar acordes a las de la profesión. Cuantas más cercas estén las escalas individuales a las de la profesión (Yo personal) mayor perfección habrá en la realización de su rol (Yo profesional).

El Saber-Saber: conocimiento, comprensión, inducción, deducción, análisis, síntesis, inferencia y transferencia. Sin habilidades intelectuales y de transferencia teoría -práctica, se comenten graves errores de todo tipo. Para transferir, hay que estar en posesión del conocimiento. Este proviene de la aplicación volitiva disciplinada en la búsqueda incesante de la perfección de su ser y de comprender y explicar la realidad. Involucra la necesidad de verdad en el ser de la enfermera.    

El Saber -Hacer: habilidades técnicas, diagnósticas y terapéuticas. La desteridad, la coordinación mano-ojo, el dominio del motor fino y los buenos reflejos, son necesarios para el ejercicio profesional.

El acto del cuidado se sustenta en las habilidades personales, interpersonales, sociales, clínicas, técnicas, intelectuales y conductuales. Las competencias de enfermería están diversificadas y se les encuentra en todas las esferas de la actividad relacionada con la salud.

Los enfermeros cuidan, educan, aconsejan, dirigen, filosofan, teorizan y también investigan (competencias holísticas). Ejecutan técnicas acompañadas de calor humano y de la simplicidad en el contacto y en la comunicación.

La relación entre problemas y competencias radica en que estas son necesarias para valorar, tratar y evaluar los problemas bio-psico-sociales y espirituales de diferentes binomios, directamente, primer aspecto de preocupación, el enfermera-cliente, llevado al Proceso de Atención de Enfermería (PAE) o Plan de Intervención Terapéutico Enfermero (PITE). Los otros binomios básicos donde se generan problemáticas son el enfermera-enfermera, enfermera-equipo de salud, etc., dentro de un contexto. 

Diferencia entre problema y diagnóstico de enfermería

Es un error decir que hay similitud entre problema y diagnóstico de enfermería. Las similitudes se encuentran en el proceso de solución o de resolución de problemas y el proceso de enfermería, el que soluciona problemas clínicos y los evita, del cliente, familia y comunidad, compartiendo ambos pasos o etapas.

El Diagnóstico de Enfermería (DEx) es el resultado de una síntesis intelectual, es un razonamiento crítico con contenido ético, pues busca Hacer el bien y Evitar el mal, y, como consecuencia, tiene contenido moral, al ejecutar las intervenciones que se seguirán a partir de su enunciado.

El DEx es un juicio clínico que habilita un tratamiento enfermero. Para llegar a un diagnóstico correcto, se realizan momentos especulativos y otros de orden practico. Se aplican operaciones mentales como el análisis, la generalización, la abstracción, la inducción y la deducción de la información, que, junto a los conocimientos bio-psico-sociales y espirituales, más los clínicos, científicos y éticos, permiten arribar al DEx y establecer una proposición de tratamiento.

A partir del DEx profesional, se estructura la intervención, priorizando su actuación según las necesidades del cliente.  Estas intervenciones deben ser, en primer lugar, las independientes, pues conciernen solo al cuidado profesional y es por eso que existe el puesto de enfermería y su paga.

Luego, se consideran las acciones interdependientes o de colaboración hacia los otros profesionales del equipo de salud. Estos, no permanecen las 24 horas al lado del cliente. Necesitan de la vigilancia, del control y de la información suministrada por la enfermera para continuar con sus propios tratamientos. Estos profesionales, también delegan su autoridad y responsabilidad profesional en el pedido de realización de alguna tarea a la enfermera. Al haber delegación, hay traspaso de responsabilidad ética y legal y, por esto, enfermería debe recibir una remuneración, dado que reemplaza al profesional de origen que delega.

El CIE clasifica los cuidados en autónomos y en colaboración. Este punto desliga los problemas profesionales permitiendo ser abordados y tratados por enfermería de manera autónoma o en colaboración, facilitando la actuación en el mundo sanitario asistencial. Por otro lado, brinda una aproximación descriptiva que facilita, en el mundo científico, la investigación de problemáticas.

CARTA ABIERTA A ENRIQUE RUIZ ESCUDERO CONSEJERO SANIDAD COMUNIDAD DE MADRID

https://www.rtve.es/play/videos/telediario/enrique-ruiz-escudero-numero-dos-ayuso/5828329/

Sr Consejero:

Está usted ante una grave encrucijada que le está generando graves problemas y que, como le ocurriera a Alicia en el País de las Maravillas, constantemente le plantea la interrogante de qué camino tomar, cuando realmente y tal como le contestara el gato Cheshire, todo dependerá de a dónde quiera llegar. Y ese es su verdadero problema que no sabe a dónde quiere llegar. O que para llegar a dónde quiere el camino no existe y lo tiene que crear.

Pero es que, además, y haciendo honor a su apellido materno, tal como nos indica el diccionario de la RAE, está usted actuando como escudero, es decir, “paje que acompañaba a un caballero para llevarle el escudo y las armas y para servirle» o “criado que servía a su señor a cambio de una retribución”. En su caso de la presidenta del gobierno madrileño del que forma parte, actuando como sirviente de sus intereses políticos e ideológicos contra el Sistema Nacional de Salud (SNS) que a usted cada vez se le asemeja más a los molinos de viento que el hidalgo caballero Don Quijote de la Mancha identificaba como gigantes contra los que luchar.

Ante esta tesitura, para vencer una crisis que ustedes mismos han generado artificial y voluntariamente como forma de argumentar la toma de decisiones tendentes al desmantelamiento del actual SNS en general y en particular de la Atención Primaria de Salud (APS), mediante su progresiva privatización y mercantilización, en lugar de utilizar las evidencias, el diálogo y el consenso, han optado por las ocurrencias, el aislamiento y la imposición.

Hoy mismo, sin ir más lejos, ha hecho gala de todo ello anunciando la que aporta como solución a los males que aquejan a la APS en su comunidad. Para ello, ha tenido la desfachatez de focalizar el problema de la APS y sus consecuencias, en la ausencia de médicos. En base a esta falacia ha expuesto su argumento utilizando a las enfermeras como su ariete defensivo y como hipotética solución o camino que le conduzca a encontrar una salida que realmente desconoce pero que le apremian a que identifique[1].

No voy a entrar a hacer valoraciones sobre la afirmación de la falta de médicos. Pero como enfermera, si que voy a trasladarle mi argumentación al absoluto rechazo a su interesada utilización de las enfermeras, que no de la enfermería como usted dice.

En su intento por convencer de su ocurrencia, hace mención al modelo de APS en el Reino Unido que, efectivamente, está gestionado y liderado de manera muy importante por las enfermeras. Sin embargo se le ha olvidado, o desconoce, que a diferencia de lo que usted plantea como un parche, en el Reino Unido se desarrolla este modelo de APS que no de enfermería como usted expresa, en base a una regulación y ordenación de la enfermería comunitaria o de distrito que cuenta con una tradición de más de un siglo, con un modelo que ha sido planificado y desarrollado en base al diálogo y al consenso de las partes y en el que quedan perfectamente delimitadas las competencias de todas/os para dar respuestas eficaces en base a un trabajo en equipo transdisciplinar y no de suplantación como usted traslada, trabajo capaz de ofertar respuestas eficientes y de calidad a las necesidades de la población que, además, ve a las enfermeras comunitarias como referentes, sintiéndose absolutamente identificada con ellas y con los cuidados que le prestan, sin que, en ningún caso, lo interpreten como una injerencia a las competencias de otros profesionales de la salud, con quienes están perfectamente coordinadas, sino como una respuesta autónoma y de calidad.

Ante un problema como el que ustedes tienen actualmente con la huelga planteada por médicos y pediatras de APS, hacen un uso tan mezquino e interesado de las enfermeras con el único propósito de desviar la atención del conflicto y situar el foco en una confrontación perfectamente maquinada entre médicos y enfermeras en el que, ni unos ni otras han intervenido.

Pero es que no tan solo genera un conflicto entre médicos y enfermeras, sino que pone a las enfermeras a los pies de los caballos de una opinión pública que no es que desconfíe de estas, es que no entiende lo que se está planteando como solución, viendo en la propuesta una merma en la calidad de la atención al identificarlas como profesionales que no tienen capacidad necesaria para atenderle, al anular con su decisión la verdadera competencia enfermera, la prestación de cuidados profesionales, y plantearla como un sucedáneo de la médica.

La solución no pasa porque las enfermeras asuman competencias como respuesta a una hipotética falta de médicos o a su saturación. No se trata de una respuesta de déficit sino de ganancia en salud. Las enfermeras son competentes de lo que son y no de las carencias o colapso de otros.

Le recomiendo la lectura del documento que presenta la Oficina Regional de la OMS para Europa, poco sospechosa de nada, y que han elaborado expertos de la Universidad Caledonian de Glasgow, el Consejo Internacional de Enfermeras y Salud Pública de Inglaterra[2] en base a evidencias y no a ocurrencias. En él puede identificar, entre otras cosas, la importancia del trabajo en equipo que usted dinamita en su propuesta.

Reúna a las partes, analicen los problemas que afectan a la APS, que son mucho mayores a los problemas laborales planteados por unos u otros profesionales, identifiquen las necesidades reales de la población, pongan sobre la mesa propuestas de solución centradas en las personas y no en los colectivos, los políticos o sus ideologías, ordenen las profesiones conjuntamente con el ministerio de sanidad abandonando el revanchismo propio de bandas pandilleras, valoren y pongan el foco en la salud comunitaria propiciando la participación real de la ciudadanía, visibilicen e institucionalicen los cuidados y su continuidad y verá cómo se pueden alcanzar consensos. Ese es el camino. Pero para ello, claro está, debe identificar que es ahí a dónde quiere o quieren llegar y ahí es precisamente donde se plantean más dudas.

Su propuesta, Sr. Enrique Ruiz Escudero, además de ser maquiavélica, es perversa, incierta, acientífica, incoherente y deplorable tanto por su parte como por parte de la señora presidenta a quien sirve como escudero y Consejero.

Deje de utilizar a las enfermeras de manera tan interesada y oportunista como falsa. Deje de utilizar a los médicos como diana de sus dardos contra la APS. Deje de utilizar a la población como masa incapaz de pensar y tomar sus propias decisiones y verla tan solo como objetivo electoral y electoralista.

Reflexione, piense, analice y ponga en marcha el pensamiento crítico no para ir en contra de todo lo que piensan o plantean los demás sino, como la mejor manera de ser capaz de criticar aquello que usted mismo piensa y plantea. Del resto deje que se encarguen quienes saben, las/os profesionales.

Hacerlo no duele y, además, favorece su autocuidado, su autoestima, que no su ego, y el cuidado de la población a la que dice servir.

 

José Ramón Martínez-Riera

Enfermera Comunitaria

[1] https://elpais.com/espana/madrid/2023-02-17/el-consejero-de-sanidad-de-madrid-sobre-la-atencion-primaria-y-ante-militantes-del-pp-hay-que-ir-a-un-modelo-basado-en-la-enfermeria.html

[2] https://www.euro.who.int/__data/assets/pdf_file/0004/441868/Competencies-nurses-primary-health-care-eng.pdf

[1] https://www.euro.who.int/__data/assets/pdf_file/0004/441868/Competencies-nurses-primary-health-care-eng.pdf

LA GALA DE LOS GOYA Y LA CRISIS DE ATENCIÓN PRIMARIA. De premios y sofismas

                            “El discutidor falaz, ¿cuántas veces pasa, sin transición consciente, de la artificiosidad de sus sofismas al apasionamiento cierto y a la ilusión de que rompe lanzas por la verdad?”.

José Enrique Rodó Piñeyro[1]

 

El pasado día 11 tuvo lugar la Gala de los Premios Goya del cine español. Una Gala que, además de premiar a directoras/es, actrices y actores, guionistas… suele utilizarse, por parte de quienes tienen una amplia capacidad mediática, para trasladar reivindicaciones sobre situaciones de actualidad que generan una gran sensibilidad o rechazo social al tiempo que una importante discrepancia política. Todos recordamos aún el clamor contra la guerra que se declaró a Irak hace 20 años, en la que nuestro país, por decisión de su entonces presidente José Mª Aznar[2], quiso tener un papel de protagonismo que fue rechazado por una inmensa mayoría de la población española.

Este año en el que otra guerra, en este caso la de Rusia contra Ucrania, mal denominada de Ucrania, como si este país fuese el causante de la misma y el terrible terremoto que desoló parte de Turquía y Siria dejando decenas de miles de muertos, no han sido las protagonistas principales de las reivindicaciones. Posiblemente porque la distancia geográfica siempre juega un papel determinante en la sensibilidad de los acontecimientos. De tal manera que, si no existe coincidencia temporal con ningún hecho dramático, doloroso o de ataque a los derechos y libertad en nuestro territorio, se visibilizan aquellos que, estando más allá de desiertos remotos o de montañas lejanas como dijera el ínclito expresidente Aznar2, generan una sensibilidad y empatía importantes. Pero el destino, la casualidad, la desgracia o de todo un poco, han querido que la situación por la que está atravesando la Sanidad Pública en general y la Atención Primaria (AP), en particular, en la Comunidad de Madrid, hayan capitalizado las denuncias y reivindicaciones del mundo de la cultura en la citada Gala de los Goya.

Y hago mención expresa a la Comunidad de Madrid, porque es allí donde los médicos y pediatras de Atención Primaria están de huelga desde hace varios meses en defensa de sus condiciones de trabajo, aunque finalmente lo que ha trascendido es que la reivindicación es por la dignidad de la AP, por una parte, y que lo que está sucediendo en Madrid se haya identificado y difundido, sobre todo por parte de los medios de comunicación, como un conflicto y un problema nacional, en base al sofisma de que al ser Madrid la capital de España, lo que pasa en Madrid, pasa en toda España que, recuerdo, ya ha capitalizado, para otras cuestiones de su interés político, la presidenta de dicha comunidad y principal responsable de la situación que en torno a la sanidad en su territorio se está viviendo.

Así las cosas, creo que resulta necesario hacer una reflexión sobre estos hechos, pues sino corremos el riesgo de que todos parezcan malos o todos buenos según el lado desde el que se analicen.

En primer lugar y sin entrar en valoración alguna sobre las que considero legítimas reivindicaciones de médicos y pediatras, creo que lo que no puede hacerse es confundir a la población de manera totalmente oportunista e interesada al trasladar que sus problemas son los que están causando los de la AP. Porque ni los médicos representan en exclusiva la AP ni los problemas de los médicos son los únicos, ni tan siquiera los principales, responsables de la crisis de AP. Nuevamente se aplica un sofisma, como argumento falso, caprichoso o capcioso que se pretende hacer pasar por verdadero. Como médicos y pediatras trabajan en AP, si estos tienen problemas laborales en AP, supone que la AP tiene problemas.

Dicho lo cual no significa que esté pretendiendo trasladar que no existe una verdadera, profunda y preocupante crisis en AP. Pero dicha crisis tiene múltiples factores que no pueden ni deben quedar eclipsados por las deficiencias laborales de una parte de quienes trabajan en dicho ámbito de atención.

La precariedad laboral sin duda es un problema de primera magnitud para quienes trabajan en AP, no tan solo para médicos y pediatras por el hecho de ser quienes se han decidido a protestar y a reivindicarlo con fuerza, al tiempo que con una estrategia que les ha situado, a ojos de la sociedad, como únicas víctimas de la misma. La precariedad la sufren también otras/os profesionales como las enfermeras, matronas, fisioterapeutas, personal de administración… aunque su, incomprensible y doloroso silencio, no secunde las protestas por una mejora, no ya de sus condiciones laborales, sino de la AP. Porque no hacerlo supone dar validez al sofisma según el cual los males de los médicos y pediatras son los males de AP, lo que significa a la postre invisibilizar la valiosa e imprescindible aportación que esos otros profesionales prestan en defensa de la salud pública y comunitaria y como consecuencia, dando a entender que la misma es secundaria o subsidiaria a la que realizan quienes protestan y se identifican como exclusivos valedores de la calidad de la AP.

En base a lo dicho tengo que trasladar mi admiración hacia quienes han diseñado y desarrollado la estrategia de huelga de médicos y pediatras de AP en Madrid, al haber sido capaces de hacer creer a una gran mayoría de la ciudadanía que sus problemas son los de la AP. Dicho lo cual debo mostrar mi satisfacción y mi gratitud, desde la distancia geográfica que no de sentimiento, a cuantas personas de manera totalmente comprometida han salido a las calles para demandar masivamente una sanidad pública y una AP gratuitas y de calidad, aunque, vuelvo insistir, su protesta está claramente inducida y sesgada por un discurso parcial y corporativista que no recoge la verdadera dimensión del problema y que mucho menos se concreta exclusivamente en la problemática laboral de una parte de las/os trabajadoras/es de AP y de la sanidad pública. Falta saber si la indignación mostrada se traduce dentro de unos meses en una respuesta electoral acorde con lo que se exige.

Al mismo tiempo necesito expresar mi decepción, desconcierto y absoluto desconocimiento de las razones que están provocando el silencio de las enfermeras y de sus representantes (colegios, sindicatos fundamentalmente) ante la crisis de la AP, ayudando con dicha actitud a alimentar el sofisma generado del que ya he hablado. Me resisto a pensar que se trate de miedo. Me preocupa pensar que sea por conformismo. Me genera mucha ansiedad pensar que sea por indiferencia. Y me da mucha tristeza pensar que sea una mezcla de todo a la vez.

Sigo creyendo firmemente en las enfermeras y su capacidad, por eso me resulta tan difícil entender por qué no alzan su voz y dicen basta a tanta mediocridad, pero también a tanta manipulación. No hacerlo, es decir, callar, supone otorgar, admitir, asumir, permitir, aprobar… que nada de lo que está pasando va con ellas o lo que, si cabe, es aún peor, que nada pueden hacer para, cuanto menos, denunciarlo y argumentarlo, con el fin de contribuir a que cambie.

Las voces de unos, médicos y pediatras, y el silencio de otras/os, las enfermeras, conducen a la correlación directa y por tanto causal, que no casual, entre mal de médicos, mal de la AP. Sin duda un mal diagnóstico y una grave iatrogenia que afecta a todas/os y beneficia a unas/os pocas/os.

Pero es que, además, como comentaba, hacer creer que lo que pasa en Madrid es semejante o puede replicarse de manera mimética al País Vasco, la Comunitat Valenciana, Balears, Canarias, Extremadura… es tanto como negar la capacidad autónoma de gestión derivada de la transferencia de competencias en materia de sanidad asumidas por los 17 territorios autonómicos de España y que, por tanto, de nada sirven si su situación se vincula a lo que suceda en Madrid por el simple o complejo hecho de su capitalidad y poder de influencia mediática que, parece ser, también lo es a efectos de resultados, en este caso de sanidad y salud.

Con independencia de los graves problemas que el modelo sanitario español en general y el de la AP en particular padecen y que van mucho más allá de los problemas laborales de absolutamente cualquier colectivo que en los mismos desarrolle su actividad laboral, la realidad o realidades, porque son diversas, en cada una de las Comunidades Autónomas (CCAA) obligan a realizar análisis y diagnósticos igualmente diferenciados y diferenciadores de la situación, que permitan identificar los defectos derivados de una deficiente gestión, pero también de valorar las bondades, porque las hay, aunque queden ocultas en el ruido que se genera muchas veces de manera interesada. No todas/os son iguales; no todas/os tienen los mismos intereses ni tan siquiera en salud; no todas/os identifican y valoran igual los servicios públicos y la oferta que los mismos deben trasladar a la población; no todas/os destinan los mismos recursos, los mismos esfuerzos o el mismo interés, a la sanidad pública; no todas/os entienden lo que es y significa la AP y quienes en ella trabajan; no todas/os tienen la misma capacidad de respuesta, ni la misma voluntad política para plantear soluciones que mejoren la gestión de la sanidad pública; no todas/os se dejan asesorar por profesionales alejados de su ámbito de influencia política que les digan lo que quieren oír y no lo que realmente sucede; no todas/os están en disposición de reconocer sus errores como paso previo para su solución… sin embargo hay algo en lo que todas/os coinciden en sus discursos políticos, se sienten todas/os y cada un/o de ellas/os las/os máximas/os defensoras/es de la sanidad pública, con independencia de sus decisiones y de lo que las mismas provoquen. Y lo dicen desde la convicción política de sus respectivas opciones ideológicas con el ánimo de convencer, aunque para ello tengan que retorcer, interpretar o adaptar, los datos, las cifras, los hechos o las consecuencias derivadas de su gestión presentándolas, con independencia del valor real de los mismos, como indicadores de excelencia gestora y de una encendida defensa por la sanidad pública y la salud de la población a la que dicen representar con los importantes desvelos y sacrificios que se afanan siempre en trasladar para que no lo olvidemos y volvamos a depositar nuestra confianza cuando toque elegir la papeleta de voto.

Por lo tanto, y tras lo dicho, no todas/os son iguales, ni todas/os somos iguales. Existen diferencias por mucho que, sea lo que sea lo que se produzca, se genere en Madrid.

Pero además no todas/os nos creemos, ni participamos del mensaje victimista adaptado a sus intereses, de quienes están utilizando la crisis de la AP y del conjunto del Sistema Nacional de Salud (SNS), como discurso exclusivo para defender su situación laboral. No todo vale y hay que decirlo para que todas/os sepamos, realmente, que es lo que se reclama, por qué y para qué. Porque puede suceder que logrados sus objetivos en muy poco tiempo nos encontremos en idéntico punto de partida en relación al modelo del SNS y de la AP, pero con una parte de sus profesionales más satisfechos con sus condiciones laborales, aunque las respuestas que se sigan dando no solucionen los problemas de salud de la población. No porque sus respuestas sean deficientes, en absoluto, sino porque se seguirán dando en el marco de un modelo organizativamente caótico y caduco que diluye cualquier intento bienintencionado y eficaz realizado por parte de sus profesionales.

Por muchas movilizaciones que se generen, por muchas voces que se alcen, por muchos eslóganes que se griten, si lo único que se mejora es exclusivamente las condiciones laborales de trabajadoras/es, al margen de cualquier otra intervención, estaremos contribuyendo a que la muerte de la AP y de la sanidad pública sea una realidad y que, además, pueda volverse en contra de quienes, con tan buena intención como desinformación, están movilizándose.

No es bueno, pero es que tampoco es aceptable, que se quiera hacer un uso tan posesivo como interesado de lo que es y significa la sanidad pública. Se pueden defender los legítimos intereses laborales sin utilizar para ello lo que es de todas y de todos, más allá del colectivo al que se pertenezca, bien sea profesional, ciudadano, político o informativo. Cosificar la sanidad pública utilizándola como objeto en lugar de como objetivo, es una forma, como otra cualquiera, de generar desigualdad.

Volviendo a la Gala de los premios Goya, tras su conclusión se preguntaba al ganador de la noche, Sorogoyen[3], si estaba satisfecho con los premios que había obtenido por su magnífica película, As Bestas. Su respuesta huyó de los formalismos y las etiquetas que suelen generar este tipo de preguntas, al decir que su película ya había cumplido su objetivo y que ahora, junto a su equipo que era el verdadero artífice del éxito, tenía que pensar en la próxima, porque es lo que de ellos espera el público, pero que además los premios son injustos porque no era ni entendible ni admisible que una película como Alcarrás no hubiese obtenido ni un solo premio.

Salvando todas las distancias y sabiendo que toda comparación es odiosa o cuanto menos cuestionable, en la defensa de la Sanidad Pública también es injusta la lectura que de la misma se está haciendo a través de la huelga de médicos y pediatras, porque está suponiendo que se invisibilicen no tan solo muchas de las carencias del modelo y del SNS, sino de las aportaciones de otras/os profesionales o las deficiencias de organización, al centrar toda la atención en quienes han sabido, eso sí, capitalizar la atención de todas/os y olvidar o ignorar muchos otros factores importantes que por el hecho de que no estén siendo “premiadas” con la atención mediática y ciudadana, no significa que no tengan importancia. Porque de igual manera que no se puede entender el éxito del cine español sin las aportaciones de Alcarràs, Cinco lobitos, Modelo 77, Cerdita, Mantícora, En los márgenes… y otras muchas películas más, tampoco se puede entender el fracaso de la AP sin tener en cuenta esos múltiples factores que influyen en su desastre. 

La fiesta del cine, está claro, que lo es básicamente para quienes acaban logrando obtener uno de los preciados y deseados bustos de Goya y no lo es tanto, por mucho que se quiera disimular o se intente maquillar con discursos ensayados, para quienes no lo logran y se van de la fiesta de vacío, por lo que realmente no la identifican como fiesta.

La reclamada y aclamada defensa de la sanidad pública y de la AP será identificada como un éxito por parte de quienes han capitalizado la protesta si finalmente son “premiados” con la obtención de las mejoras laborales que reivindican, pero para nada significará que dicho éxito corporativo suponga una solución a la crisis de la AP y al impacto que la misma pueda tener en la defensa de la sanidad pública, mientras queden sin abordar ni solucionar aspectos fundamentales de organización y de gestión del modelo en que se sustenta, por lo que realmente no será identificado ni valorado como un logro que suponga la solución integral que requiere dicha crisis. Como en los premios Goya, por tanto, nos podemos encontrar con grandes alegrías y escandalosas decepciones tras las manifestaciones, batucadas y mensajes colectivos que, sin embargo, no obtendrán el “premio” esperado y deseado.

El guion de la crisis de AP se ha presentado como una serie por capítulos con tintes dramáticos mezclados con el thriller más trepidante, el suspense más inquietante, la denuncia social más cruda, el realismo más desgarrador, pero también con toques de humor negro que lo convierten en un producto muchas veces surrealista que no deja contento a nadie, pero del que nadie puede ni quiere prescindir y en el que los protagonistas de la acción en muchas ocasiones sobreactúan apartando la atención de las/os espectadoras/es de la verdadera trama. Caer cautivos de la hipnótica e histriónica interpretación de quienes se consideran artífices exclusivos de la serie no significa, en ningún caso, que se trate de un producto de calidad ni que genere satisfacción. Mientras tanto artistas, supuestamente, secundarios quedan ocultos tras la trampa urdida por guionistas, directoras/es e intérpretes, lo que unido a una falta cada vez menor de presupuesto para su producción, deslucen lo que inicialmente parecía una gran apuesta y una mejor oferta, con el riego que supone que se cambie de canal o plataforma, para quienes pueden hacerlo, o dejando una audiencia cautiva y dependiente para quienes es el único canal al que pueden acceder, aunque lo que reciban no les genere ni satisfacción ni bienestar. Sin embargo, paradójicamente, tendrá posibilidades de que obtenga algún premio o reconocimiento, aunque sea tan solo como resultado de una buena campaña de marketing o un discurso demagógico, oportunista e interesado. Finalmente, la realidad siempre acaba superando la ficción del cine y de la sanidad, también.

Atención, silencio, se rueda, ¡¡¡¡ACCIÓN!!!!

[1] Escritor y político uruguayo (1871-1917).

[2] Político español, cuarto presidente del Gobierno de España desde la reinstauración de la democracia en la VI y la VII legislaturas de España, desde 1996 a 2004. Miembro del Partido Popular, del que fue presidente entre 1990 y 2004.

[3] Director de cine, realizador y guionista español (1981) galardonado con los premios Goya 2019 y 2023.

HACER Y OBRAR

Dra Cecilia Rita RE

Autora Dra. Cecilia Rita RE

Doctorado Pensamiento Complejo
Profesora Investigadora Cuidadora Enfermera
Profesora de español como lengua extranjera y segunda lengua

 

Desde la Filosofía, ciencia reflexiva que trata de explicar el todo, se dice que, cuando el hombre utiliza su inteligencia para pensar, para dilucidar, para comprender asuntos abstraídos de la realidad, mediante diversos procesos mentales, hace uso de su inteligencia especulativa. Esta inteligencia especulativa con su producto, sirve para conocer, descubrir.

Este conocer intelectual forma la base o el fundamento para el hacer, haciendo referencia a un orden practico en el que hombre es capaz de actuar. El orden practico comprende dos divisiones.

Cuando el hombre hace, pone en juego sus saberes y habilidades necesarias para ejecutar algo. Por ejemplo, un pintor artístico necesita de conocimientos para hacer un cuadro, dominar la colorimetría, de composición, las reglas de ubicación de objetos en el espacio, dar la idea de tridimensionalidad, etc., agregando su gusto, dominio de estas técnicas, talento, para que el espectador pueda, al verlo, emocionarse, evocar algo que le recuerdo a algo o a alguien de su vida o de la naturaleza o de Dios y decir que es bello.

Poner en practica esos conocimientos requieren de competencias por parte del pintor referidos a la coordinación ojo, mano, dominio de la pinza, del motor fino, de reflejos, el darse cuenta de que esta faltando o sobrando en lo que diseña, debe emitir juicios y tomar decisiones con respecto a lo que está haciendo, seguir o cambiar la técnica, los materiales, etc. El arte, con todas sus ramas, entran este orden llamado práctico. Es el orden de la experiencia.

Lo mismo ocurre con la enfermera que ejecuta una técnica, su arte del hacer Enfermería. Ella ejecuta una técnica con el propósito de proporcionar algún tipo de bien o de alivio en el cliente que la recibe.

Al realizar una técnica de enfermería, esta pone en práctica una serie de pasos, reglas, que parten de un saber racional, pero que necesita de las competencias personales de la enfermera, para su ejecución con maestría. También en su realización, pone su personalidad, su toque personal, tal que lo hace un pintor de cuadros.

Así, lo bello en el arte de la enfermería, se transforma en un valor de bien, en bueno, para el cliente. Pensemos en uno que tiene un globo vesical y para aliviar su mal, sufrimiento, necesita de una inserción de sonda vesical. Este se verá beneficiado por la intervención ejecutada por la enfermera, quien debe ser el tipo de sonda a utilizar, el número, cuántos centímetros introducirla en el uréter, etc., aumentando en el cliente su sentimiento de bienestar.

Surge la segunda división del orden practico al hacer algo, el obrar, en dónde el hombre o la mujer, hace uso de su razón y libertad para hacer o dejar de hacer, en acuerdo a su conciencia moral. Este hacer persigue un propósito bueno o malo. En el caso anterior, podría haber un propósito de colocar la sonda sin seguir las reglas de asepsia porque el cliente me desagrada y así este acto contine maldad. En cambio, si la enfermera observa el globo vesical, lo palpa, determina con un bladder scanner la cantidad de orina retenida en la vejiga, los signos de sufrimiento y decide colocar la sonda para aliviarle, ese acto contiene bondad. 

Llevado al plano de la investigación disciplinaria, advertimos la presencia de los dos momentos intelectuales. La inteligencia especulativa, comprendido los pasos mentales, desde el nacimiento de la duda, la curiosidad, la ignorancia o lo que motive la pregunta, hasta todo su diseño.

Seguido, tenemos el momento del orden práctico, el de ejecución de todo lo planificado, que requiere el dominio de reglas, técnicas, aplicación de instrumentos. Es el arte del hacer investigación. Y también notamos la ineludible presencia del obrar, el sentido moral que impregna cada parte del proceso haciendo el bien o el mal en el acto intencionado y voluntario de investigar. 

Por último, el resultado contemplativo de la investigación, surgido del orden practico, permite al hombre, de ciencia o no, realimentar el conocimiento que se tiene sobre la realidad.

¿ES USTED EL ASESINO? Entre todos la mataron y ella sola se murió

La alfabetización no es un lujo ni una obligación: es un derecho”.

Emilia Ferreiro[1]

 

Conforme nos acercamos a las elecciones municipales y autonómicas del próximo mes de mayo más se acrecientan las protestas y más amenazas de huelga hay sobre las mesas de los políticos por parte de las/os profesionales de salud, fundamentalmente de Atención Primaria, pero a las que ya han empezado a sumarse voces del ámbito hospitalario. Es cierto, por otra parte, que la mayoría de los movimientos reivindicativos y los paros son de personal médico, acompañado de un incomprensible y doloroso silencio de las enfermeras ante lo que está sucediendo o con declaraciones desconcertantes sobre su responsabilidad que merece, cuanto menos, una reflexión.

La acusación de oportunismo político que en este sentido se está haciendo por parte de quienes se resisten a dar respuestas a las evidentes carencias de un modelo de Atención Primaria agonizante, es ciertamente curioso, porque la hacen quienes, precisamente, son artistas consumados en su utilización partidista e interesada.

Sin entrar en el juego de intereses, que los hay, por parte de unos y otros, ni en cuál de ellos los tiene mayores, lo bien cierto es que se está haciendo una utilización indignante de la ciudadanía por ambas partes.

Unas/os, las/os políticas/os, tratando de desacreditar a quienes protestan y reivindican acusándoles de mercenarios y vendidos al enemigo político, aprovechando de paso la ocasión para sacar rédito de la lucha. Otras/os, las/os profesionales acusando, a quienes tienen la capacidad de decisión, de no tener voluntad política para resolver la grave situación por la que atraviesan como profesionales, en cuanto a carga de trabajo, condiciones laborales y salarios, y que transforman en una crisis de Atención Primaria como modelo de atención, con eslóganes como Atención Primaria en huelga, cuando realmente son tan solo una parte sus integrantes son quienes lo están. Pero parapetándose en el modelo pretenden no aparecer como los malos de la película. Mientras tanto la ciudadanía, que sufre las consecuencias de la mediocridad de los primeros y la protesta interesada de los segundos, se ve arrastrada a un bombardeo constante de mensajes contradictorios, en un intento desmedido por atraerlos hacia el posicionamiento de unos u otros.

Y en medio de este fuego cruzado interviene, desde otro frente, un nuevo y no menos oportunista contendiente como el que representa a los medios de comunicación, con unos mensajes cargados de contradicciones, verdades a medias, intereses velados según el medio del que se trate, contenidos sin rigor cargados de tópicos y estereotipos y afirmaciones tendenciosas entre otros elementos que caracterizan su información convirtiéndola en una carga, mezcla de alarma y sensacionalismo, que tan solo contribuye a generar confusión, malestar y enfrentamiento.

La ciudadanía, atónita, es incapaz de digerir y mucho menos de comprender, los mensajes que les llegan por parte de unos y otros y acaba por adoptar posicionamientos sin tener criterios serios en los que basarlos, actuando en base a sus propios y legítimos intereses, aunque los mismos no se correspondan con la realidad que entre todos acaban manipulando, transformando u ocultando en un intento por lograr tener la razón.

Mientras todo esto sucede, la población utilizada, sigue sin saber realmente qué es la Atención Primaria de Salud (APS) y mucho menos la Comunitaria (APSyC). Precisamente esa es la principal baza que todos utilizan para sus estrategias. Su conocimiento, por lo general, se limita a la consulta médica y a la demora de acceso a la misma. El resto son aspectos en los que no repara y que, en la mayoría de las ocasiones, ni tan siquiera conoce. No es que no les interesen, es que simplemente se ha logrado que identifiquen que lo único importante es la consulta médica, al entenderla como principio y fin de la Atención Primaria e identificando la salud tan solo como dicotomía de la enfermedad o dolencia por la que acude a la consulta médica, porque tampoco sabe que existen otras posibilidades, otros recursos, otras respuestas terapéuticas, otros activos que pueden contribuir a mejorar su salud y, además, hacerlo de manera integral, sin necesidad de fármacos o basada exclusivamente en la tecnología. Pero, es que ha sido adecuadamente “programada” para que actúe de esta manera y que su carencia provoque en ella tal dependencia que le haga identificar su recuperación y la consulta médica como las únicas posibilidades de sentirse bien. De ahí que se genere esa complicidad con las/os huelguistas. No porque compartan sus reivindicaciones sino porque haciéndolo consideran que puede resolverse antes el problema de quienes protestan y en consecuencia de quienes sufren las protestas, venciendo la tozudez de las/os políticas/os y la “información” de los medios.

Pero, llegados a este punto me pregunto, tras casi 40 años de funcionamiento del que se denominó nuevo modelo de Atención, ¿cómo puede ser que ni la población, ni los medios de comunicación, ni las/os políticas/os y me atrevería a decir que ni tan siquiera muchas/os profesionales tengan una idea clara de lo qué es, supone, aporta y representa realmente la APS? ¿Cómo puede ser que exista un desconocimiento tan importante sobre lo que pueden y deben aportar todas/os las/os profesionales que en ella trabajan? ¿Cómo puede ser que las/os políticas/os la sigan despreciando con sus actitudes y sus decisiones? ¿Cómo puede ser que haya profesionales que la consideren un espacio para descansar u otros como un escenario sin valor para su desarrollo profesional? No son preguntas retóricas, ni demagógicas, ni inocentes, ni malintencionadas, ni caprichosas e innecesarias, Más bien todo lo contrario, considero que son preguntas pertinentes, necesarias, claras, precisas, sin doble sentido, sin más pretensión, o con la principal pretensión, de entender qué es lo que pasa y porqué pasa lo que pasa con la APS. Lo bien cierto es que parece que nadie sepa nada o más bien que nadie quiera saber nada. Deciden que mejor es dejar que las cosas pasen, sin más, creyendo que así se solucionarán o, cuanto menos, se naturalizarán como normales.

Pero está muy lejos de ser normal lo que pasa. Al contrario, debería ser motivo de análisis urgente, sereno y riguroso por parte de todas/os las/os implicadas/os si realmente se quiere salvar a la APS del estado de coma inducido al que se le ha llevado. Si por el contrario, lo que se pretende es que la languidez y astenia acaben por extinguirla como efecto de la inanición e inacción a la que se le somete o aplicando una eutanasia activa que acabe con el sufrimiento que se le está provocando con un encarnizamiento terapéutico tan inútil como innecesario como consecuencia de la rigidez en los posicionamientos, la prepotencia tendente a marcar parcelas de poder, el orgullo mal entendido y peor aplicado, la utilización interesada de las situaciones derivadas de los propios comportamientos de las partes o las soluciones propuestas que lo único que persiguen es el beneficio propio de los proponentes sin alternativas de consenso y beneficio común, habrá que decirlo clara y abiertamente, para no seguir engañando a la población con discursos preparados, procesados y adaptados, dirigidos a regalar sus oídos con el único objetivo de lograr el apoyo a su causa que no a la de la APS. No sigamos mareando la perdiz.

Los problemas que acucian a la APS van mucho más allá de los números que se manejan y que tratan de impresionar y engañar a la población que sufre su agonía.

Los números, aunque parezca que ofrecen datos incontestables, forman parte del discurso elaborado para confundir. Limitar el análisis de la situación de la APS al número de visitas que tienen las/os profesionales, al número de pacientes que tienen asignados, al número de profesionales que componen los equipos, al tiempo dedicado para cada consulta… son números que de manera aislada y, por tanto, descontextualizada, además de llamar la atención, crear alarma y generar confusión, quedan muy lejos de trasladar las verdaderas causas que padece la APS y que se tratan de disfrazar con una cascada de cifras que las enmascaren u oculten.

El número de visitas que tenga cualquier profesional, en sí mismo, trata de indicar saturación, pero no aporta la razón real del por qué se produce la misma y que, en cualquier caso, no está relacionada, en la mayoría de los casos, con el número de profesionales que componen el equipo. Hablar de saturación cuando la misma es, repito, en muchos casos, inducida por la/el propia/o profesional o por el modelo organizativo que no permite una mejor gestión tanto de las consultas como del tiempo que se dedica a las mismas y con ello a no hacer cosas importantes, es engañar.

El número de pacientes que se dice tienen que atender las/os profesionales no es real. Una cosa es la población asignada que viene establecida en base a criterios que no siempre son claros ni mucho menos eficaces y eficientes y otra muy diferente el número de esa población asignada que demanda atención y que en ningún caso se corresponde con el total de la citada población asignada, el famoso cupo, sino tan solo con una proporción de la misma que, aunque puede oscilar según diferentes factores, no suele superar el 20% y que cumple con lo que en 1971 Tudor[2] definiera como la ley de los cuidados inversos[3], es decir, adaptando dicha ley al caso que nos ocupa, cuando el 20% de la población consume el 80% de los recursos, mientras el 80% de población restante no quiere decir que no tenga necesidades de salud, sino que no demanda atención. De tal manera que lo que realmente se está haciendo es un uso inadecuado y en muchas ocasiones irresponsable de los recursos disponibles que no podemos ni debemos olvidar son finitos y requieren de una gestión por parte de todas/os que permita su racionalización, lo contrario es aprovechado por quienes hacen de la salud negocio.

El número de profesionales que se asignan a un centro de salud, las famosas ratio, es otro argumento frecuentemente utilizado por su alto impacto en la sensibilidad social y que no siempre obedece a la “realidad” que se traslada como inalterable. Dicho número de profesionales debería establecerse en base a criterios que vayan más allá del número de población a la que teóricamente debe atenderse y que, como ya he comentado, no se corresponde con la asignada. Por tanto criterios de vulnerabilidad, morbilidad, accesibilidad, edad, contexto, cultura… deberían ser valorados para establecer las cargas de trabajo y en base a ellas la asignación mayor o menor de población por profesional. Hacerlo “al peso”, es decir, mediante la aplicación de una regla de 3 en la que el número de población total, se correlaciona con el número de profesionales disponibles, que puede variar en cada momento en función de múltiples factores como que exista bonanza o penuria económica o por razones electoralistas o por presiones mediáticas o de lobbies, tan solo nos lleva a una suboptimización o a una sobredimensión del número total de personal por centro de salud, sin que en ningún caso responda a las verdaderas necesidades o demandas de la población. De igual manera que un empresario antes de poner en marcha un negocio realiza un estudio de mercado que le permita obtener una foto lo más real posible que le permita dimensionar sus posibilidades de éxito y predecir los posibles beneficios en función de los datos obtenidos en el análisis, las/os gerentes y políticas/os que toman decisiones con relación a la oferta de salud que se oferta a una población, más aún teniendo en cuenta que se trata de un servicio público esencial, deberían tener en cuenta estas cuestiones antes de decidir el número de profesionales asignados a cada centro que, en ningún caso, debería establecerse de manera estandarizada o por motivos alejados de una gestión responsable, eficaz y eficiente. Por tanto, el número de profesionales, sin más, tampoco es un dato que pueda garantizar una mejor atención, aunque sirva como reclamo para conseguir mejoras laborales y/o salariales.

Otro de los argumentos machaconamente utilizado es el del tiempo disponible. Como si repetirlo muchas veces acabase convirtiéndolo en una verdad irrefutable. El tiempo, que es posiblemente el recurso más preciado del que se dispone, es exactamente el mismo para todas las personas y por extensión para todas/os las/os profesionales No existen horas de más ni de menos de 60 minutos, como tampoco minutos de más o menos segundos. El tiempo es el recurso más equitativo que existe. Todas/os disponemos del mismo. Otra cosa es el uso que de él se haga y cómo se gestione. Por tanto, argumentar que se requiere un tiempo estándar para atender a las personas como si de una cadena de montaje se tratase es un discurso demagógico y falso en sí mismo, porque su uso debería estar determinado en base a prioridad de necesidades y no de asignación matemática y distribución uniforme que no obedecen a ningún criterio científico ni tan siquiera de coherencia y sentido común.

Podríamos seguir desgranando y analizando otros argumentos que se utilizan como discurso de presión para alcanzar mejoras laborales y salariales que, siendo legítimamente exigibles, no son éticamente planteables.

Pero mientras sigamos enzarzados en discusiones estériles sobre argumentos simplistas, por muy impactantes que puedan ser o parecer, no se solucionará el problema de la APSyC y la respuesta que esta, como modelo de atención, y los profesionales como agentes de dicha atención tienen responsabilidad de prestar. Resulta imprescindible cambiar el actual y caduco modelo organizativo de la APS que sistemáticamente se ha ido deteriorando y que ha llegado a un punto en el que, o se toman decisiones para revertirlo y adaptarlo a las necesidades actuales que la dinámica social, económica y política, pero también profesional de las diferentes disciplinas que configuran los equipos de salud, o estaremos abocados a una situación sin retorno que convertirá a los centros de salud en dispensarios de asistencia médica en los que la perspectiva comunitaria y de promoción de la salud desaparecerá para dejar paso a la medicalización y la tecnología de la que le impregna, por su parte, el modelo hospitalario que la convierte en un recurso para sus fines en lugar de ser el fin para atender la salud comunitaria . Para ello, las/os profesionales debemos entender que el objetivo común, es decir, el bien común, debe prevalecer al bien particular de cada disciplina y, por tanto, las propuestas y planteamientos que se trasladen y presenten tanto a las/os políticas/os, a los medios de comunicación, como a la población deben responder a criterios de salud y no tanto de confort, aunque no sean tampoco excluyentes entre sí.

Por su parte los medios de comunicación deberían tratar de analizar desde el rigor informativo aquello que trasladan a la población y que lamentablemente no obedece, en la mayoría de los casos, a la realidad, sino a las cuotas de audiencia o a la oportunidad política, profesional o sindical que en cada caso se plantee y de la que no pueden ser parte porque acaban desvirtuando la realidad y creando un espejismo con el que alimentan, que no nutren, informativamente hablando, a la población.

La falta de información o el sesgo que de la misma tiene la población, aparte de alimentarla los medios de comunicación, obedece a la inanición a la que las/os profesionales le sometemos con nuestra absoluta falta de empatía en educación para la salud y sanitaria que les empodere para lograr, no tan solo que conozcan los recursos disponibles y sus limitaciones, sino también para que alcancen la autogestión, autodeterminación y autonomía que les garantice su propio autocuidado y el uso racional de dichos recursos, contribuyendo así a que puedan ser equitativos, igualitarios, accesibles, eficaces y eficientes para todas/os. La alfabetización en salud, es una prioridad que no podemos seguir abandonando, porque hacerlo supone incrementar el riesgo de deterioro de la APS en particular y del Sistema Nacional de Salud en general y la salud, como derecho fundamental que es, de la propia población y de los profesionales que participan en la atención que la garantice. Seguir identificando que trasladar poder a la ciudadanía es perder poder profesional es un claro síntoma de debilidad intelectual y de liderazgo que perpetua el paternalismo, el autoritarismo y el asistencialismo sanitario actual.

Estaría bien que hiciésemos un esfuerzo de diálogo y consenso de todas las partes para que el mensaje o los mensajes que traslademos sean homogéneos y sujetos a una realidad que en salud requieren de una ética y una estética alejadas de intereses y oportunismos de ningún tipo.

Ni políticas/os, ni periodistas o informadoras/es, ni mucho menos las/os profesionales, tenemos derecho alguno a seguir instrumentalizando a la población para el logro de nuestros intereses sean estos laborales, salariales, partidistas, políticos, informativos, económicos o lo que es aún peor como arma arrojadiza a utilizar contra quienes consideremos nuestros enemigos políticos, ideológicos o profesionales.

Todas/os, en mayor o en menor medida, tenemos parte de culpa en lo que sucede. Todas/os, en mayor o en menor medida, debemos hacer autocrítica para, entre todas/os, evitar que la salud sea finalmente un negocio más de libre mercado para lucro de quienes la conviertan en un lujo al alcance de unos pocos. Rememorando la fantástica serie de Narciso Ibáñez Serrador habría que preguntarse eso de “¿Es usted el asesino?”, aunque mucho me temo que pasará como en el dicho popular que “entre todos la mataron y ella sola se murió”.

Seguir manteniendo la ignorancia en salud y sanitaria, cuando, no tan solo tenemos las herramientas, las capacidades y las competencias para superarla, sino también el espacio que nos ofrece la Atención Primaria de Salud y Comunitaria, es en sí mismo una clara irresponsabilidad y un ataque a la salud pública y comunitaria.

Paulo Freire[4] decía que “enseñar exige respeto a la autonomía del ser del educando” lo contrario es adoctrinamiento y lo que realmente debemos lograr es la educación responsable, consensuada y autónoma de las personas sobre su salud y no para nuestro beneficio como profesionales, favoreciendo al mismo tiempo el pensamiento crítico en lugar del peligroso y rechazable pensamiento único.

[1] Psicóloga, escritora, y pedagoga argentina, radicada en México (Buenos Aires, 5 de mayo de 19371​2​).

[2] Médico general británico (Londres 1927)

[3] «La disponibilidad de una buena atención sanitaria tiende a variar inversamente a la necesidad de la población asistida. Esto […] se cumple más intensamente donde la atención sanitaria está más expuesta a las fuerzas del mercado, y menos donde la exposición esté reducida».” Julian Tudor Hart 1971

[4] Pedagogo y filósofo brasileño de orientación marxista, destacado defensor de la pedagogía crítica (1921-1997).

ENTREVISTA A LA PRESIDENTA DE LA AEC Mª Isabel Mármol López

Entrevista a la Presidenta de la Asociación de Enfermería Comunitaria (AEC) en la Revista ROL de Enfermería del mes de Febrero de 2023

ENTREVISTA_ROL_MARIBEL_FEB_2023

AGNOSTICISMO DE LOS CUIDADOS Asíntota de las enfermeras

A menudo pensamos que la enfermería trata sobre dar medicinas, revisar rayos X o saber  si hace falta llamar al médico, y olvidamos que nuestra verdadera labor es cuidar y esforzarnos en marcar la diferencia”

Erin Pettengill[1]

 

Estamos en un permanente debate, o en una constante duda, que de todo hay, sobre lo que son, representan, aportan o generan los cuidados,a quienes los prestan y a quienes los reciben. Una disquisición cuyos límites no se sabe muy bien si están en el ámbito científico, filosófico, teórico, práctico, profesional o doméstico,a pesar de lo cual, nadie quiere prescindir de ellos, pero pocos, muy pocos, tienen un concepto claro y preciso sobre los mismos y, lo que es peor, son incapaces de transmitirlo a otras/os profesionales y aún menos a la sociedad en su justa dimensión y valor.

Nadie discute, o al menos no debería hacerlo, que los cuidados son patrimonio de la humanidad, es decir, no son patrimonio exclusivo de nadie. Porque el cuidado es inherente a la condición humana y, me atrevería a decir, que de cualquier ser vivo, por cuanto los mismos son la base de la pervivencia y del bienestar como seres frágiles que somos[2]. Sin embargo, no todos los cuidados son ni se prestan de idéntica manera, ni tan siquiera suponen una respuesta homogénea en cuanto a los efectos que de los mismos se obtienen. Precisamente en esto es en lo que se diferencian los cuidados, de manera genérica, de los cuidados profesionales enfermeros. La aportación que la ciencia enfermera traslada a los cuidados en base a conocimientos, evidencias o teorías, es lo que los hace sustancialmente diferentes, específicos e imprescindibles además de complementarios, que no excluyentes, con otros cuidados o con otras respuestas ante situaciones de salud-enfermedad. El problema viene determinado cuando esos cuidados, teórica y científicamente fundamentados, se ubican en un paradigma en el que no tan solo no encajan, sino que además entran en permanente contradicción, conflicto e incluso exclusión, con los planteamientos teórico-científicos del paradigma en el que de manera artificial, interesada o inducida se ubican, migrandodesde el paradigma enfermero en el que nacen y tienen sentido.Dejándolo vacío y, por tanto, sin capacidad de responder a lo que delos mismosse espera, como respuesta diferenciada en el paradigma receptor que no benefactor en donde recalan.

Es el problema de tener que justificar, sustentar, convencer, determinar, potenciar, incluso definir, lo que son y suponen los cuidados en un paradigma que parte de planteamientos, principios, objetivos, evidencias… diametralmente diferentes, aunque no siempre opuestos, con los del paradigma abandonado.

Un abandono que, como decía, viene determinado por diferentes factores. Algunos exógenos, como el interés de otros en hacer una utilización manipulada y artificial de los cuidados enfermeros como parte de la respuesta que se da desde el paradigma médico, lo que provoca que se diluyan, desdibujen, desvaloricen y pierdan sentido. Pero también los hay endógenos, en tanto en cuanto la migración descrita lo es por interés, o casi mejor dicho por desinterés, de quienes tienen que dar sentido a los planteamientos teórico-científicos de los cuidados, al renunciar a cualquier esfuerzo por fundamentar su actuación específica cuidadora y abrazar como propios los impuestos por quienes si son “dueños” de dicho paradigma, sin darse cuenta o asumiendo que, haciéndolo, renuncian a cualquier actuación autónoma y diferenciada para pasar a ser un apéndice secundario y subsidiario que en una correlación directa alimente y contribuya al desarrollo, visibilización y puesta en valor del paradigma médico de igual manera que de manera inversa lo hace minusvalorando, invisibilizando y minimizando la aportación de los cuidados que quedan ocultos ante la fascinaciónque provoca la técnica y la tecnología, o con un valor residual incapaz de ser identificado y por tanto valorado. Mientras tanto en el casi desértico paradigma enfermero se sigue clamando en el desierto con planteamientos teóricos que tratan de convencer de la bondad de los cuidados, sin que, lamentablemente, sean capaces de atraer la atención de las enfermeras que, no lo olvidemos, somos quienes debemos, finalmente, llevarlos a la práctica y dotarlos de valor y significación.

Estamos, por tanto, ante un panorama en el que por una parte se sigue insistiendo en querer ser “dueñas” de los cuidados, más como un mantra muy interiorizado, pero poco consciente y consistente, pero al mismo tiempo abandonando la manera en que esa propiedad se sustente en una percepción real, no tan solo de necesidad profesional, sino de identidad irrenunciable e inseparable de lo que es y significa el ser y sentirse enfermera. Y aquí, es donde radica el problema, en esa falta de fe en nosotras mismas y en lo que los cuidados nos aportan como esencia de dicha fe, no como dogma sino como base de nuestra ciencia, sujeta por tanto a cualquier tipo de duda, contraste o refutación, pero sin que ello signifique la renuncia que nos convierta en agnósticas de los cuidados que, sin negar su existencia los consideremos innecesarios o inaccesibles para entender la Enfermería. Más allá de la fe, nos situamos en una situación que en términos matemáticos podemos denominar asíntota[3], es decir, como aquello que se desea, los cuidados, y a los que nos acercamos de manera constante las enfermeras, pero que nunca parece llegar a cumplirse.

Como muestra de lo que digo, recientemente una Gerente de Enfermería de uno de los 17 sistemas de salud autonómicos, ante la demanda de una mayor visibilización, valoración e institucionalización de los cuidados, que se le trasladó, respondió diciendo que no entendía lo que se quería o pretendía y solicitó se le pusiese un ejemplo. A pesar de la evidente sorpresa, consternación e indignación por su respuesta y por venir de quien venía, una enfermera y además gestora, se le trasladó el ejemplo solicitado ante lo que su contra-respuesta fue la de indicar que las enfermeras hacían más cosas que prestar cuidados, como, refirió, gestión, docencia, investigación… como si lo que se gestionase, sobre lo que se impartiese docencia o se investigase, no tuviese que ser sobre cuidados. Porque de no ser así, desde luego, las enfermeras tenemos un gravísimo problema y lo que es, si cabe, más grave la población a la que se le priva de los mismos. Pero ahondando más en el desconcierto de la respuesta dada por la responsable enfermera, argumentó que muchas otras profesiones tienen incorporados los cuidados en sus competencias y como ejemplo citó las Unidades de Cuidados Intensivos (UCI) que según ella son cuidados médicos, cuando se sabe que precisamente en dichas unidades existe una intensa, continua y continuada prestación de cuidados enfermeros, sin menoscabo a que también puedan prestarse cuidados médicos, pero en ningún, caso como trata de justificar, que los cuidados en la UCI sean médicos y eso les otorgue la categoría de cuidadores.

En fin, lo que comentaba en mi reflexión inicial, ni se sabe ni se cree, ni se quiere saber ni creer, que aún es peor, lo que son y significan los cuidados profesionales enfermeros y si quien debe gestionarlos, en su toma de posesión, como ella misma se enorgullecía de haber hecho, renunció explícitamente a ellos para pasar a denominarse de Gestora de Cuidados a Gestora de Enfermería, debería hacernos pensar lo mucho que esto supone de negativo para el desarrollo y visibilización de los cuidados enfermeros. Porque nadie, además, puede ser Gestora de Enfermería sino en todo caso Gestora enfermera, dado que Enfermería es ciencia, profesión o disciplina y nadie individualmente puede ni debe intentar arrogarse la gestión, dirección, planificación o coordinación de la Enfermería, renunciando a hacerlo de los cuidados enfermeros que es lo que razonable y científicamente debería asumir. De tal manera que se acepta como válido utilizar a nuestra ciencia, profesión o disciplina, Enfermería, como pantalla tras la que ocultar nuestra identidad y el valor de lo que, al menos teóricamente, somos competentes para ofrecer como bien intrínseco, es decir, los cuidados profesionales enfermeros, tal como recogen absolutamente todas las teorías de Enfermería.

No se trata, lamentablemente, de una anécdota ni de un caso aislado. Es algo habitual, reiterado y que acaba dejando huella, al naturalizarse la orfandad de los cuidados que, irremediablemente, tienden a ser adoptados por otras/os profesionales y, por tanto separados definitivamente de quienes deberían sus verdaderos responsables, las enfermeras, al dejarse fagocitar por el asistencialismo tecnológico y medicalizado al que migran en una hipotética búsqueda de poder y visibilidad que finalmente se demuestra no tan solo falso sino altamente nocivo y destructor de la identidad específica enfermera.

Pero más allá de la pérdida de identidad enfermera, las consecuencias de esta deriva se centran en las personas, las familias y la comunidad a las que se atiende, al usurparles la posibilidad de recibir los cuidados enfermeros y con ello a que se pierda de manera automática la puesta en valor de los mismos al no identificarlos o quedar diluidos en las técnicas a las que abrazan de manera tan firme como inconsciente.

Es cierto, como vengo repitiendo en diferentes reflexiones, que los medios de comunicación tampoco contribuyen a que los cuidados sean identificados más allá del ámbito doméstico o de la amabilidad que se pide a las enfermeras como máximo indicador de calidad de su aportación. Pero no es menos cierto que cada vez tenemos que reflexionar sobre si esta proyección no es producto, en gran medida, de la ambigüedad que nosotras mismas tenemos con relación a dichos cuidados.

Todo lo cual configura un panorama en el que ni se sabe lo que son los cuidados, ni se institucionalizan como producto y valor propio de la aportación enfermera en las organizaciones de la salud, ni se identifican como imprescindibles con lo que supone no ser reclamados e incluso exigidos por la población que difícilmente, además, los relaciona con las enfermeras y cada vez más los asocia a las TCAE u otras/os profesionales.

En unas organizaciones en las que el paciente está por encima de la persona y la enfermedad por encima de la salud, la curación se convierte en la meta indiscutible e imprescindible de todo el sistema sanitario, que no de salud, de tal manera que los objetivos de la agenda política y por derivación de la agenda médico-sanitaria, incluso su visión sobre lo que debe suceder, impiden atender las relaciones, desarrollar el liderazgo de los demás, escuchar lo que necesitan las personas, acompañarles en sus momentos de crisis, duda, angustia o temor para ayudarles a afrontarlos, movilizar sus recursos personales, familiares, sociales y comunitarios… anteponiendo el objetivo exclusivo y excluyente de la curación a la prestación de cuidados, porque lo único que importa es la obtención acrítica de los resultados, es decir, lo que autores como Kenneth Goodpaster[1] definen como teleopatía o el error ético de la “enfermedad meta”.

Desde este modelo curativo-asistencialista, las enfermeras abandonamos, en gran medida, los cuidados que nos identifican y definen como enfermeras porque la meta de la curación y la asistencia nos atrapa en vez de ser nosotras quienes marquemos la meta o el objetivo de los cuidados enfermeros. Fijando la atención en la enfermedad perdemos la visión de una atención integral, integrada e integradora. Pero además dicha fijación en la enfermedad y la curación, con el consiguiente abandono de la acción cuidadora nos lleva a negarla, argumentando para ello lo que consideramos “buenas razones” cuando realmente son simples excusas que tratan de justificar nuestra actitud. Todo lo cual, finalmente,conduce a una posición de desarraigo de los cuidados, al separar por costumbre el sentimiento del conocimiento,cuyo resultado es una asistencia alejada de la integralidad y una clara instrumentalización, que no institucionalización como sería deseable, de los cuidados, al despojarlos de sus valores humanísticos y convertir a las enfermeras en profesionales tecnológicos que es lo que, por otra parte, demanda el sistema sanitario que tan solo persiguesoluciones técnicas a los problemas que aquejan a las personas, las familias y la comunidad en lugar de respuestas que se sitúen a nivel de la dignidad humana y favorezcan su participación activa en la toma de decisiones. Lo triste y lamentable es que, contando con enfermeras capaces y competentes para ello, ni el sistema lo propicie y promocione, ni las enfermeras se posicionen y lo realicen.Como dijera Potter Stewart[2]“La ética es saber la diferencia entre lo que tienes derecho de hacer y lo que es correcto hacer”, por lo que tendríamos que reflexionar sobre si nuestra respuesta profesional como enfermeras es ética o simplemente obedece al modelo que adoptamos como propio sin tratar de cambiarlo.

La infancia, la adolescencia, la cronicidad, la violencia de género, la salud mental, la vejez…son identificadas, valoradas, asumidas y asistidas exclusivamente como enfermedades que pueden y deben ser curadas y no cuidadas, lo que nos lleva a medicalizar procesos vitales o fisiológicos, a cronificar la cronicidad, a patologizar la violencia de género, a estigmatizar la salud mental, a despreciar la vejez o a intentar su reversión haciendo creer en una vida eternamente joven y con ello despreciar el capital humano que podría aportar desde dicha vejez que no discapacidad… lo que conduce a una población enferma, en contextos enfermos y con respuestas que se centran en la demanda insatisfecha, la dependencia y la falta de autoestima. Lo peor, siendo grave ya no es que se esté haciendo. Lo verdaderamente grave es que las enfermeras lo estemos consintiendo sin oponer absolutamente ninguna resistencia en base a propuestas de cambio razonadas, razonables y racionales que se expongan y expliquen en foros profesionales, políticos, ciudadanos y mediáticos que, cuanto menos, susciten la reflexión y el pensamiento crítico capaz de identificar que otro modelo, como el de los cuidados, es posible, deseable y exigible. Sino lo hacemos las enfermeras, ¿quién esperamos que lo haga?

[1] Profesor emérito de la Universidad de St. Thomas, Minnesota, Departamento de Filosofía.

[2] Magistrado de la Corte Suprema de los Estados Unidos

[1]Enfermera misionera durante 10 años en Honduras y Guinea Ecuatorial, África, trabajando en desarrollo comunitario, exámenes de salud y educación.

[2]Un estudiante preguntó a la antropóloga estadounidense Margaret Meadcuál consideraba ella que fue el primer signo de civilización en la Humanidad. El alumno y sus compañeros esperaban que Mead hablara del anzuelo, la olla de barroo la piedra de moler. Pero no. Ella dijo que el primer signo de civilización en una cultura antigua fue un fémur que alguien se fracturó y luego apareció sanado.

Mead explicó queen el reino animal, si te rompes una pierna, mueres. Pues no puedes procurarse comida o agua ni huir del peligro, así que eres presa fácil de las bestias que rondan por ahí. Y ningún animal con una extremidad inferior rota sobrevive el tiempo suficiente para que el hueso se suelde por sí sólo. De modo que un fémur quebrado y que se curó evidencia que alguien se quedócon quien se lo rompió, y que le vendóe inmovilizó la fractura. Es decir, que lo cuidó” (https://www.lavanguardia.com/cultura/20201014/484039920907/el-reto-primer-signo-civilizacion-humanidad.html)

 

[3]«Línea recta que se aproxima muy cercanamente a una curva, pero nunca la toca conforme la curva avanza hacia el infinito en una dirección».