“El discutidor falaz, ¿cuántas veces pasa, sin transición consciente, de la artificiosidad de sus sofismas al apasionamiento cierto y a la ilusión de que rompe lanzas por la verdad?”.
José Enrique Rodó Piñeyro[1]
El pasado día 11 tuvo lugar la Gala de los Premios Goya del cine español. Una Gala que, además de premiar a directoras/es, actrices y actores, guionistas… suele utilizarse, por parte de quienes tienen una amplia capacidad mediática, para trasladar reivindicaciones sobre situaciones de actualidad que generan una gran sensibilidad o rechazo social al tiempo que una importante discrepancia política. Todos recordamos aún el clamor contra la guerra que se declaró a Irak hace 20 años, en la que nuestro país, por decisión de su entonces presidente José Mª Aznar[2], quiso tener un papel de protagonismo que fue rechazado por una inmensa mayoría de la población española.
Este año en el que otra guerra, en este caso la de Rusia contra Ucrania, mal denominada de Ucrania, como si este país fuese el causante de la misma y el terrible terremoto que desoló parte de Turquía y Siria dejando decenas de miles de muertos, no han sido las protagonistas principales de las reivindicaciones. Posiblemente porque la distancia geográfica siempre juega un papel determinante en la sensibilidad de los acontecimientos. De tal manera que, si no existe coincidencia temporal con ningún hecho dramático, doloroso o de ataque a los derechos y libertad en nuestro territorio, se visibilizan aquellos que, estando más allá de desiertos remotos o de montañas lejanas como dijera el ínclito expresidente Aznar2, generan una sensibilidad y empatía importantes. Pero el destino, la casualidad, la desgracia o de todo un poco, han querido que la situación por la que está atravesando la Sanidad Pública en general y la Atención Primaria (AP), en particular, en la Comunidad de Madrid, hayan capitalizado las denuncias y reivindicaciones del mundo de la cultura en la citada Gala de los Goya.
Y hago mención expresa a la Comunidad de Madrid, porque es allí donde los médicos y pediatras de Atención Primaria están de huelga desde hace varios meses en defensa de sus condiciones de trabajo, aunque finalmente lo que ha trascendido es que la reivindicación es por la dignidad de la AP, por una parte, y que lo que está sucediendo en Madrid se haya identificado y difundido, sobre todo por parte de los medios de comunicación, como un conflicto y un problema nacional, en base al sofisma de que al ser Madrid la capital de España, lo que pasa en Madrid, pasa en toda España que, recuerdo, ya ha capitalizado, para otras cuestiones de su interés político, la presidenta de dicha comunidad y principal responsable de la situación que en torno a la sanidad en su territorio se está viviendo.
Así las cosas, creo que resulta necesario hacer una reflexión sobre estos hechos, pues sino corremos el riesgo de que todos parezcan malos o todos buenos según el lado desde el que se analicen.
En primer lugar y sin entrar en valoración alguna sobre las que considero legítimas reivindicaciones de médicos y pediatras, creo que lo que no puede hacerse es confundir a la población de manera totalmente oportunista e interesada al trasladar que sus problemas son los que están causando los de la AP. Porque ni los médicos representan en exclusiva la AP ni los problemas de los médicos son los únicos, ni tan siquiera los principales, responsables de la crisis de AP. Nuevamente se aplica un sofisma, como argumento falso, caprichoso o capcioso que se pretende hacer pasar por verdadero. Como médicos y pediatras trabajan en AP, si estos tienen problemas laborales en AP, supone que la AP tiene problemas.
Dicho lo cual no significa que esté pretendiendo trasladar que no existe una verdadera, profunda y preocupante crisis en AP. Pero dicha crisis tiene múltiples factores que no pueden ni deben quedar eclipsados por las deficiencias laborales de una parte de quienes trabajan en dicho ámbito de atención.
La precariedad laboral sin duda es un problema de primera magnitud para quienes trabajan en AP, no tan solo para médicos y pediatras por el hecho de ser quienes se han decidido a protestar y a reivindicarlo con fuerza, al tiempo que con una estrategia que les ha situado, a ojos de la sociedad, como únicas víctimas de la misma. La precariedad la sufren también otras/os profesionales como las enfermeras, matronas, fisioterapeutas, personal de administración… aunque su, incomprensible y doloroso silencio, no secunde las protestas por una mejora, no ya de sus condiciones laborales, sino de la AP. Porque no hacerlo supone dar validez al sofisma según el cual los males de los médicos y pediatras son los males de AP, lo que significa a la postre invisibilizar la valiosa e imprescindible aportación que esos otros profesionales prestan en defensa de la salud pública y comunitaria y como consecuencia, dando a entender que la misma es secundaria o subsidiaria a la que realizan quienes protestan y se identifican como exclusivos valedores de la calidad de la AP.
En base a lo dicho tengo que trasladar mi admiración hacia quienes han diseñado y desarrollado la estrategia de huelga de médicos y pediatras de AP en Madrid, al haber sido capaces de hacer creer a una gran mayoría de la ciudadanía que sus problemas son los de la AP. Dicho lo cual debo mostrar mi satisfacción y mi gratitud, desde la distancia geográfica que no de sentimiento, a cuantas personas de manera totalmente comprometida han salido a las calles para demandar masivamente una sanidad pública y una AP gratuitas y de calidad, aunque, vuelvo insistir, su protesta está claramente inducida y sesgada por un discurso parcial y corporativista que no recoge la verdadera dimensión del problema y que mucho menos se concreta exclusivamente en la problemática laboral de una parte de las/os trabajadoras/es de AP y de la sanidad pública. Falta saber si la indignación mostrada se traduce dentro de unos meses en una respuesta electoral acorde con lo que se exige.
Al mismo tiempo necesito expresar mi decepción, desconcierto y absoluto desconocimiento de las razones que están provocando el silencio de las enfermeras y de sus representantes (colegios, sindicatos fundamentalmente) ante la crisis de la AP, ayudando con dicha actitud a alimentar el sofisma generado del que ya he hablado. Me resisto a pensar que se trate de miedo. Me preocupa pensar que sea por conformismo. Me genera mucha ansiedad pensar que sea por indiferencia. Y me da mucha tristeza pensar que sea una mezcla de todo a la vez.
Sigo creyendo firmemente en las enfermeras y su capacidad, por eso me resulta tan difícil entender por qué no alzan su voz y dicen basta a tanta mediocridad, pero también a tanta manipulación. No hacerlo, es decir, callar, supone otorgar, admitir, asumir, permitir, aprobar… que nada de lo que está pasando va con ellas o lo que, si cabe, es aún peor, que nada pueden hacer para, cuanto menos, denunciarlo y argumentarlo, con el fin de contribuir a que cambie.
Las voces de unos, médicos y pediatras, y el silencio de otras/os, las enfermeras, conducen a la correlación directa y por tanto causal, que no casual, entre mal de médicos, mal de la AP. Sin duda un mal diagnóstico y una grave iatrogenia que afecta a todas/os y beneficia a unas/os pocas/os.
Pero es que, además, como comentaba, hacer creer que lo que pasa en Madrid es semejante o puede replicarse de manera mimética al País Vasco, la Comunitat Valenciana, Balears, Canarias, Extremadura… es tanto como negar la capacidad autónoma de gestión derivada de la transferencia de competencias en materia de sanidad asumidas por los 17 territorios autonómicos de España y que, por tanto, de nada sirven si su situación se vincula a lo que suceda en Madrid por el simple o complejo hecho de su capitalidad y poder de influencia mediática que, parece ser, también lo es a efectos de resultados, en este caso de sanidad y salud.
Con independencia de los graves problemas que el modelo sanitario español en general y el de la AP en particular padecen y que van mucho más allá de los problemas laborales de absolutamente cualquier colectivo que en los mismos desarrolle su actividad laboral, la realidad o realidades, porque son diversas, en cada una de las Comunidades Autónomas (CCAA) obligan a realizar análisis y diagnósticos igualmente diferenciados y diferenciadores de la situación, que permitan identificar los defectos derivados de una deficiente gestión, pero también de valorar las bondades, porque las hay, aunque queden ocultas en el ruido que se genera muchas veces de manera interesada. No todas/os son iguales; no todas/os tienen los mismos intereses ni tan siquiera en salud; no todas/os identifican y valoran igual los servicios públicos y la oferta que los mismos deben trasladar a la población; no todas/os destinan los mismos recursos, los mismos esfuerzos o el mismo interés, a la sanidad pública; no todas/os entienden lo que es y significa la AP y quienes en ella trabajan; no todas/os tienen la misma capacidad de respuesta, ni la misma voluntad política para plantear soluciones que mejoren la gestión de la sanidad pública; no todas/os se dejan asesorar por profesionales alejados de su ámbito de influencia política que les digan lo que quieren oír y no lo que realmente sucede; no todas/os están en disposición de reconocer sus errores como paso previo para su solución… sin embargo hay algo en lo que todas/os coinciden en sus discursos políticos, se sienten todas/os y cada un/o de ellas/os las/os máximas/os defensoras/es de la sanidad pública, con independencia de sus decisiones y de lo que las mismas provoquen. Y lo dicen desde la convicción política de sus respectivas opciones ideológicas con el ánimo de convencer, aunque para ello tengan que retorcer, interpretar o adaptar, los datos, las cifras, los hechos o las consecuencias derivadas de su gestión presentándolas, con independencia del valor real de los mismos, como indicadores de excelencia gestora y de una encendida defensa por la sanidad pública y la salud de la población a la que dicen representar con los importantes desvelos y sacrificios que se afanan siempre en trasladar para que no lo olvidemos y volvamos a depositar nuestra confianza cuando toque elegir la papeleta de voto.
Por lo tanto, y tras lo dicho, no todas/os son iguales, ni todas/os somos iguales. Existen diferencias por mucho que, sea lo que sea lo que se produzca, se genere en Madrid.
Pero además no todas/os nos creemos, ni participamos del mensaje victimista adaptado a sus intereses, de quienes están utilizando la crisis de la AP y del conjunto del Sistema Nacional de Salud (SNS), como discurso exclusivo para defender su situación laboral. No todo vale y hay que decirlo para que todas/os sepamos, realmente, que es lo que se reclama, por qué y para qué. Porque puede suceder que logrados sus objetivos en muy poco tiempo nos encontremos en idéntico punto de partida en relación al modelo del SNS y de la AP, pero con una parte de sus profesionales más satisfechos con sus condiciones laborales, aunque las respuestas que se sigan dando no solucionen los problemas de salud de la población. No porque sus respuestas sean deficientes, en absoluto, sino porque se seguirán dando en el marco de un modelo organizativamente caótico y caduco que diluye cualquier intento bienintencionado y eficaz realizado por parte de sus profesionales.
Por muchas movilizaciones que se generen, por muchas voces que se alcen, por muchos eslóganes que se griten, si lo único que se mejora es exclusivamente las condiciones laborales de trabajadoras/es, al margen de cualquier otra intervención, estaremos contribuyendo a que la muerte de la AP y de la sanidad pública sea una realidad y que, además, pueda volverse en contra de quienes, con tan buena intención como desinformación, están movilizándose.
No es bueno, pero es que tampoco es aceptable, que se quiera hacer un uso tan posesivo como interesado de lo que es y significa la sanidad pública. Se pueden defender los legítimos intereses laborales sin utilizar para ello lo que es de todas y de todos, más allá del colectivo al que se pertenezca, bien sea profesional, ciudadano, político o informativo. Cosificar la sanidad pública utilizándola como objeto en lugar de como objetivo, es una forma, como otra cualquiera, de generar desigualdad.
Volviendo a la Gala de los premios Goya, tras su conclusión se preguntaba al ganador de la noche, Sorogoyen[3], si estaba satisfecho con los premios que había obtenido por su magnífica película, As Bestas. Su respuesta huyó de los formalismos y las etiquetas que suelen generar este tipo de preguntas, al decir que su película ya había cumplido su objetivo y que ahora, junto a su equipo que era el verdadero artífice del éxito, tenía que pensar en la próxima, porque es lo que de ellos espera el público, pero que además los premios son injustos porque no era ni entendible ni admisible que una película como Alcarrás no hubiese obtenido ni un solo premio.
Salvando todas las distancias y sabiendo que toda comparación es odiosa o cuanto menos cuestionable, en la defensa de la Sanidad Pública también es injusta la lectura que de la misma se está haciendo a través de la huelga de médicos y pediatras, porque está suponiendo que se invisibilicen no tan solo muchas de las carencias del modelo y del SNS, sino de las aportaciones de otras/os profesionales o las deficiencias de organización, al centrar toda la atención en quienes han sabido, eso sí, capitalizar la atención de todas/os y olvidar o ignorar muchos otros factores importantes que por el hecho de que no estén siendo “premiadas” con la atención mediática y ciudadana, no significa que no tengan importancia. Porque de igual manera que no se puede entender el éxito del cine español sin las aportaciones de Alcarràs, Cinco lobitos, Modelo 77, Cerdita, Mantícora, En los márgenes… y otras muchas películas más, tampoco se puede entender el fracaso de la AP sin tener en cuenta esos múltiples factores que influyen en su desastre.
La fiesta del cine, está claro, que lo es básicamente para quienes acaban logrando obtener uno de los preciados y deseados bustos de Goya y no lo es tanto, por mucho que se quiera disimular o se intente maquillar con discursos ensayados, para quienes no lo logran y se van de la fiesta de vacío, por lo que realmente no la identifican como fiesta.
La reclamada y aclamada defensa de la sanidad pública y de la AP será identificada como un éxito por parte de quienes han capitalizado la protesta si finalmente son “premiados” con la obtención de las mejoras laborales que reivindican, pero para nada significará que dicho éxito corporativo suponga una solución a la crisis de la AP y al impacto que la misma pueda tener en la defensa de la sanidad pública, mientras queden sin abordar ni solucionar aspectos fundamentales de organización y de gestión del modelo en que se sustenta, por lo que realmente no será identificado ni valorado como un logro que suponga la solución integral que requiere dicha crisis. Como en los premios Goya, por tanto, nos podemos encontrar con grandes alegrías y escandalosas decepciones tras las manifestaciones, batucadas y mensajes colectivos que, sin embargo, no obtendrán el “premio” esperado y deseado.
El guion de la crisis de AP se ha presentado como una serie por capítulos con tintes dramáticos mezclados con el thriller más trepidante, el suspense más inquietante, la denuncia social más cruda, el realismo más desgarrador, pero también con toques de humor negro que lo convierten en un producto muchas veces surrealista que no deja contento a nadie, pero del que nadie puede ni quiere prescindir y en el que los protagonistas de la acción en muchas ocasiones sobreactúan apartando la atención de las/os espectadoras/es de la verdadera trama. Caer cautivos de la hipnótica e histriónica interpretación de quienes se consideran artífices exclusivos de la serie no significa, en ningún caso, que se trate de un producto de calidad ni que genere satisfacción. Mientras tanto artistas, supuestamente, secundarios quedan ocultos tras la trampa urdida por guionistas, directoras/es e intérpretes, lo que unido a una falta cada vez menor de presupuesto para su producción, deslucen lo que inicialmente parecía una gran apuesta y una mejor oferta, con el riego que supone que se cambie de canal o plataforma, para quienes pueden hacerlo, o dejando una audiencia cautiva y dependiente para quienes es el único canal al que pueden acceder, aunque lo que reciban no les genere ni satisfacción ni bienestar. Sin embargo, paradójicamente, tendrá posibilidades de que obtenga algún premio o reconocimiento, aunque sea tan solo como resultado de una buena campaña de marketing o un discurso demagógico, oportunista e interesado. Finalmente, la realidad siempre acaba superando la ficción del cine y de la sanidad, también.
Atención, silencio, se rueda, ¡¡¡¡ACCIÓN!!!!
[1] Escritor y político uruguayo (1871-1917).
[2] Político español, cuarto presidente del Gobierno de España desde la reinstauración de la democracia en la VI y la VII legislaturas de España, desde 1996 a 2004. Miembro del Partido Popular, del que fue presidente entre 1990 y 2004.
[3] Director de cine, realizador y guionista español (1981) galardonado con los premios Goya 2019 y 2023.
Es difícil, si no imposible, realizar una reivindicación genérica o una reivindicación con múltiples puntos. Es necesario concretar y centrar el foco de la reivindicación. En este caso, el foco se ha centrado en el problema evidente de falta de facultativos (médicos de familia y pediatras) en la Atención Primaria (AP) de Madrid, debido a las malas condiciones profesionales y laborales que se viven desde antes de la pandemia, agudizadas con esta. Yo no digo que estos problemas no los sufran también l@s enfermer@s, pero cualquiera que conozca el ámbito de la AP sabe que, al menos en Madrid, la situación de los facultativos (especialmente los médicos de familia) es, con diferencia, peor que la del resto de los estamentos, con unas presiones asistenciales, por ejemplo, que no soportan ni de lejos en el estamento de l@s enfermer@s.
Coincido con el autor del texto de referencia en que, si todo este movimiento termina con éxito, habrá mucho más para hacer más adelante, aunque en Madrid eso pasaría por un cambio de talante y de modelo de las autoridades que gobiernan la Comunidad Autónoma.