MANIQUEÍSMO SANITARIO

Cuando el filósofo persa Mani fundó la doctrina maniquea basada en la existencia de dos principios eternos, absolutos y contrarios, el bien y el mal, no intuyó que, si bien su seguimiento como religión universalista se diluiría en el tiempo, los principios que la sustentaban perdurarían y que, incluso, algunos harían de ellos un planteamiento ideológico o político.

Su planteamiento radical que se concibe desde sus orígenes como la fe definitiva, por cuanto pretende completar e invalidar a todas las demás (zoroastrismo, budismo, cristianismo islamismo) es un principio que se ha mantenido hasta nuestros días en muchas facetas de nuestra vida y que ha conducido a que se hable de maniqueísmo a cualquier actitud que mantiene posturas extremas, sin puntos intermedios.

Centrándonos en el ámbito de la salud, encontramos múltiples ejemplos que siguen los principios impulsados por el sabio Mani.

Destacar que la comunidad maniquea se dividía en elegidos (electi) y oyentes (auditores), que en nuestros días siguen existiendo, aunque ahora no se les denomine de esta manera más por cuestiones de forma que de fondo.

Porque en el contexto sanitario, más que en el de la salud, se ha incorporado desde hace mucho tiempo esta división. Si bien es cierto que el objetivo de unos y otros varía con relación a los planteamientos teológicos que mantenían los primeros, no es menos cierto que en la actualidad existe una jerarquía que perpetúa no tan solo esta división sino el dualismo en muchos de los planeamientos que en torno a la salud se realizan y que resulta muy difícil de romper dado el dogmatismo que establecen, como principio eterno y absoluto, los electi sobre los auditores, identificados claramente como los médicos, que no la medicina, actuando como jueces y parte de lo que consideran su doctrina universal y el resto de profesionales de la salud, que se les relega a actuar únicamente como oyentes (auditores) aunque traten también de situarse en el plano de los elegidos (electi), con la clara oposición de los primeros.

Por otra parte, en el maniqueísmo la dualidad estaba centrada entre el bien y el mal, actualmente se puede identificar claramente en diferentes ámbitos como por ejemplo salud y enfermedad, curar y cuidar, técnica y humanismo…

La salud, por ejemplo, ha sido identificada como un derecho, un bien supremo, una quimera, un objetivo… dependiendo de quién y cómo se aborde la misma. Así nos encontramos con que su definición es el resultado de una evolución conceptual, que ha tratado de reemplazar la noción que existía de que la salud era, simplemente, la ausencia de enfermedades biológicas, para ir adaptándola a otra realidad, pero que como ocurre con la definición adoptada por la OMS en la Conferencia Sanitaria Internacional celebrada en Nueva York en julio de1946, se traduce en un planteamiento idílico y teórico que no acaba de romper el dualismo que existe con la enfermedad aunque permanece vigente tras más de 70 años.

Otra dicotomía o dualismo que alimenta permanentemente el debate e incluso el enfrentamiento es el que se produce entre curar y cuidar. Como consecuencia de la división anteriormente mencionada, los médicos establecieron el curar como su principal bien en contraposición con la muerte que, en mayor o menor medida, siempre ha sido considerada como el fracaso a su principio dogmático que, además, incorporan al conjunto de la sanidad, desplazando a los cuidados a un plano meramente subsidiario, desvalorizado e intrascendente y que prestaban quienes se situaban como oyentes.

La tecnología, por su parte, se incorpora como un elemento coadyuvante de la curación de los electi, que adoptan como propia y la incorporan como parte del bien, aunque ello suponga la progresiva deshumanización de la atención que pasa a situarse en el plano exclusivo de la asistencia, en el que también se incorporan los “auditores”, generando un nuevo dualismo maquiavélico.

Muchos más ejemplos podrían ocupar este espacio. Pero lo importante no es tanto la cantidad de ellos sino lo que los mismos suponen para la salud de la comunidad y que, lamentablemente, está sujeta a esta doctrina dualista y dogmática que se ha establecido. Doctrina que, por otra parte, es asumida, interiorizada y naturalizada como propia por la sociedad en su conjunto y por los medios de comunicación en particular que la refuerzan y difunden para aumentar y reforzar su seguimiento y culto.

Los hospitales se erigen como las catedrales en las que, no tan solo adorar el dualismo, sino desde las cuales se establecen las normas doctrinales en base a las cuales se fundamente la fe de sus seguidores. Los Centros de Salud que sirvieron de refugio y escenario de cambio para una nueva realidad más diversa y participativa, en la que tanto electi como auditores, plantearon alternativas y nuevos elementos a los extremos planteados como exclusivos e inalterables, fueron progresivamente neutralizados, cuando no expulsados de los Centros de Salud sustituyéndoles por “fieles” que, estando descontentos en las catedrales hospitalarias, son engañados con un hipotético paraíso para que accedan a ocupar sus puestos y diluyan los intentos de una reforma que ha sido identificada desde el principio como un ataque directo a la supervivencia maniquea. De esta manera los Centros de Salud, acaban convirtiéndose en sucursales de las catedrales hospitalarias en los que se instaura de nuevo el dualismo doctrinal y se acaba con la diversidad planteada por los “infieles”, a los que debilitados y dispersados les cuesta muchísimo vencer la resistencia de una doctrina tan arraigada.

Lo contado hasta ahora no pasaría de ser una peregrina ensoñación de quien la escribe sino fuese porque de manera sistemática se producen hechos que sitúan a la ficción en un plano ridículo en comparación con la realidad que los mismos generan en nuestro sistema sanitario, centro del maniqueísmo descrito.

Por poner tan solo un ejemplo reciente que permita dar crédito a lo que, por el contrario, podría parecer una simple, débil y torpe conspiración desestabilizadora del sistema, voy a referirme al posicionamiento que sobre la actividad física han realizado los “cardenales” de los “electi” advirtiendo además de los graves peligros que corren los “auditores” si osan desobedecer sus consignas.

Tanto La Sociedad Española de Medicina del Deporte (SEMED) como el Consejo General de Colegios Ofíciales de Médicos (CGCOM), advierten que “la prescripción de ejercicio físico es un acto médico que requiere diagnóstico, valoración funcional y seguimiento médico”, que “el responsable del tratamiento del paciente y de la persona sin patología que realiza ejercicio físico como medio preventivo, es el médico”. Es decir, los “electi” actuando como tales advierten claramente de quienes son, en exclusiva, los que pueden prescribir la actividad física. Esta imposición maniquea pone de manifiesto el claro desprecio a una realidad que manipulan y tratan de ocultar, como que dicha actividad física hace mucho tiempo que está siendo prescrita, entre otros profesionales, por enfermeras, que en el ejercicio de sus competencias no tan solo la prescriben, sino que llevan en torno a ella una actividad compleja de educación para la salud, intervención comunitaria, seguimiento terapéutico, desmedicalización, autonomía personal, autoestima, abandono de la dependencia al sistema… entre otras muchas.

Pero para que nadie tenga la tentación de que alguien desobedezca sus postulados maniqueos los “electi” sentencian literalmente en su doctrinal documento “Cualquier intento de intromisión entre profesionales sólo significaría un problema para el usuario o paciente, que son los objetivos fundamentales de cualquier estrategia sanitaria y actuación destinada a la prevención y el tratamiento de la enfermedad. En el caso de asumir funciones médicas por parte de otras profesiones, es preciso indicar que se puede entrar dentro de la consideración de intrusismo, con las graves consecuencias que puede tener”. Sentencias basadas en la manipulación interesada de una realidad que tratan de ajustar a sus únicos intereses aun yendo en contra de la realidad y del bienestar de la población a la que tratan de engañar con sus argucias y falsos mensajes como vigilantes y actores exclusivos de una salud comunitaria que durante tanto tiempo han venido despreciando, pero que ahora quieren arrogarse en exclusiva ante las muestras de reconocimiento que hacia otros profesionales, como las enfermeras, tiene la población que empieza a identificar claramente que existen realidades diferentes a las exclusivamente duales planteadas por los “electi”.

Por su parte los “auditores” también se revelan ante dicha dualidad y se posicionan mediante propuestas que huyen de la enfermedad, la medicalzación, la tecnología o el hospital como únicos y exclusivos referentes de la salud en esa doctrina maniquea que tanto daño hace a la salud pública y comunitaria.

Ahora tan solo falta que los medios de comunicación, aliados alienados del maniqueísmo sanitario también salgan del hipnotismo dual en el que se encuentran y que les conduce a difundir una información sesgada, manipulada y ausente de rigor sobre el sistema de salud y sus diversos actores, como se puede identificar diariamente en prensa, radio o televisión. Pero para que no parezca un nuevo ejercicio de ataque injustificado por mi parte, tan solo basta con una muestra reciente de una periodista del diario “La Nueva España” de Asturias que en una reciente información sobre el agradecimiento que una persona, que había estado ingresada en un hospital asturiano, hacía a los profesionales que le habían atendido. En la carta manuscrita que envió escribía literalmente “Quería agradecer a todas las enfermeras y resto del personal…”. Sin embargo, la periodista redacta “su noticia” haciendo desaparecer a “todas las enfermeras” de la noticia pues en ella se hace referencia en seis ocasiones a los médicos o sinónimo de los mismos y en ninguna a las enfermeras que son el objeto de la carta. Un ejemplo, tan solo uno de entre los muchos casos que se producen, de la permanente, incompresible y bochornosa información que perpetúa el maniqueísmo sanitario existente.

Es responsabilidad de todas/os quienes, de una u otra forma, tenemos capacidad de intervención en el ámbito de la salud comunitaria el romper de una vez por todas este dualismo tan perjudicial y falso que actualmente se mantiene en nuestro sistema de salud y que provoca una clara parálisis del mismo hacia una necesaria reforma que incorpore la diversidad de miradas ante una misma realidad como es la salud y el reconocimiento de los diversos profesionales que intervienen en su promoción, mantenimiento y recuperación.