EXCLUSIVIDAD Y EXCLUSIÓN

Cada vez creo menos en las casualidades y más en causalidades.

El pasado viernes día 5 respondía, a través de una carta dirigida a la Señora Mª Isabel Moya García, Presidenta del Colegio Oficial de Médicos de la Provincia de Alicante, a la que ella, horas antes, había enviado a la Consellera de Sanitat Universal i Salut Pública de la Generallitat Valenciana, Ana Barceló, en relación a la firma y publicación de la Resolución para acreditar a las enfermeras que están desarrollando su actividad profesional en el sistema público valenciano de salud para la indicación, el uso y la autorización de la dispensación de medicamentos y productos sanitarios de uso humano. En su carta la Presidenta del Colegio de Médicos atacaba a la Consellera por la firma de la citada Resolución al considerar que con la misma se atacaba la honorabilidad de los médicos y por, según sus propias palabras, acreditar a las enfermeras para la prescripción cuando es algo exclusivo y excluyente de los médicos.

            Pocas horas después era el sindicato médico de la Comunitat Valenciana quien en similares términos se dirigía a la Consellera acusándola de dar competencias a quienes no les corresponden, refiriéndose a las enfermeras. Así mismo, como ya hiciera su compañera del Colegio de Médicos considera que se ataca el honor de los médicos. Pero el Sindicato va más lejos y se permite utilizar a los usuarios para trasladarles incertidumbre y sospechas con el pretexto de su exclusividad prescriptora. Además el mismo Sindicato Médico, pero ahora de la provincia de Alicante, previamente había publicado diferentes mensajes en redes sociales en los que se consideraba a los responsables de tal acreditación como locos por esta decisión y se hacía, además, con imágenes escatológicas de evidente mal gusto.

            Ambos ataques son realizados por responsables de respetables organizaciones médicas alicantinas utilizando la excusa de la prescripción médica para atacar a la Consellera que es diputada por Alicante en las Cortes Valencianas y además no es médica.

            Con independencia de la libertad que les asiste y que debe ser respetada, aunque no sea compartida, de ambos dirigentes médicos, no deja de llamar la atención que sean en la provincia de Alicante donde se levantan las voces de manera tan virulenta contra esta Resolución. Como si Castellón y València no se vieran afectadas por la misma.

La utilización en ambos casos de “argumentos” carentes de cualquier base científica, jurídica o ética y la consiguiente descalificación hacia quien dicta la norma, la Consellera, y hacia quienes va dirigida, las enfermeras, evidencian una clara intencionalidad en sus acusaciones. Por una parte política, utilizando la Resolución para atacar a la Consellera, por razones que ambas partes comparten pero no explican. Y, por otra parte la profesional, atacando a las enfermeras como si fuesen el motivo de todos sus supuestos males, al identificarlas como intrusas que se aprovechan de una decisión política para usurparles competencias, generando una cortina de humo que trata de ocultar sus verdaderos problemas.

            La credibilidad de las instituciones y el respeto que hacia las mismas hay que tener por parte de cualquiera queda en entredicho en el momento en el que sus máximos responsables se comportan como hooligans de un club deportivo, cuyo interés pasa de ser el institucional para situarse en el individual. Si ellos no son capaces de mantener unas mínimas normas de comportamiento, valor y respeto hacia todos los actores que intervienen en el escenario sanitario, difícilmente van a poder tener la credibilidad que de ellos se espera. Por tanto son los principales y casi exclusivos responsables, en este caso sí que se puede y debe aplicar la exclusividad, de que las instituciones a las que representan sean consideradas con el debido respeto. Hacen, además, una utilización interesada y excluyente, en este caso también aplicable, de sus respectivos representados para fundamentar sus ataques, sin que ello suponga una defensa real a sus legítimos intereses, al no existir como fallidamente tratan de justificar, ninguna vulneración a sus derechos y honor. En definitiva se trata de un comportamiento despótico, al ejercer un abuso de la superioridad que llevan a cabo con el objetivo de provocar enfrentamiento, como si del príncipe descrito por Maquiavelo se tratase. “Un príncipe, pues no debe tener otro objeto, ni otra preocupación, ni considerar competencia suya cosa alguna, la guerra y su organización y dirección, porque este es un arte que corresponde exclusivamente a quien manda (Quod principem deceat circa militiam)” [1]

            El hecho de que hasta la fecha quien tomaba decisiones en salud era casi exclusivamente médico, nuevamente la exclusividad y la exclusión tienen sentido, ha provocado que lo decidido siempre haya beneficiado a la clase médica, que no a la sanidad, ni a la organización, ni a la propia población. Tanto porque quien lo firmaba como quien presionaba para que se hiciese eran médicos.

            Si a todo lo dicho añadimos que en general los medios de comunicación contribuyen a dar crédito inmediato a lo que ambas organizaciones les trasladan haciéndose eco de sus comunicados sin contrastarlos previamente o cuanto menos dando la oportunidad de que las partes aludidas puedan dar su versión de los hechos que se denuncian, nos encontramos ante un panorama de alarmismo, incertidumbre y manipulación de la opinión pública ante un tema tan sensible como la salud.

Si además y tal como decía Zygmunt Bauman “la verdad que libera a los hombres suele ser la verdad que los hombres prefieren no escuchar”[2] como consecuencia de la manipulación y el poder ejercido, estamos ante el mejor de los escenarios para que se siga replicando un modelo que resulta caduco, ineficaz e ineficiente y que, por mucho que se empeñen en repetir, no se debe a la carencia de médicos, sino a la organización del sistema médicocentrista generado, mantenido y defendido. Una mentira por mucho que se repita no acaba siendo verdad. Y, además, nuevamente son organismos internacionales quienes hacen tales planteamientos en base a evidencias científicas.

            Si en lugar de estos planteamientos de exclusividad y exclusión identificasen, valorasen y apostasen por otros basados en el trabajo conjunto, analizado, reflexionado y consensuado, no tendríamos que asistir a este tipo de escenificaciones de fuerza y poder que ya pocos se creen y muchos menos aceptan.

Finalmente es una cuestión de respeto. Pero el respeto se logra no se puede imponer.

            Estoy convencido que tanto la Consellera como las enfermeras debemos seguir trabajando en mejorar la salud de las personas, las familias y la comunidad, más allá de cualquier planteamiento partidista, individual o corporativista. Nos encantaría que los médicos se sumasen a este, ahora sí, honorable objetivo sin presiones, condiciones ni descalificaciones.

No existe una verdad absoluta, estática ni oficial. Como dice Noam Chomsky[3], el descubrimiento de la verdad no tiene nada que ver con la imposición de una verdad oficial, porque esta última opción nunca conduce al pensamiento crítico e independiente necesario para lograrla.

No estamos, por tanto, ante una casualidad, sino ante una clara, intencionada y manifiesta causalidad para lograr un beneficio serendipia en el que se produce un de manera accidental, casual o por destino, o cuando se está buscando una cosa distinta.

 

José Ramón Martínez Riera

Enfermera prescriptora

[1] Nicolás Maquiavelo. El Príncipe. Alianza Editorial, Madrid, 2017.

[2] Zygmunt Bauman. Modernidad Líquida. S.L. Fondo de cultura económica de España. Madrid 2016

[3] Noam Chomsky: La (des)educación. Donaldo Macedo (ed. e int.), Gonzalo Djembé (tr.). Barcelona: Crítica (Austral), 2014.