ENFERMERAS. VERDADES DE PEROGRULO Y EVIDENCIAS CIENTÍFICAS. Algo huele mal.

Pedro Grullo o Perogrullo, «que a la mano cerrada la llamaba puño», es un personaje paremiológico o de la literatura tradicional cuyo origen histórico es de difícil determinación. Su idiosincrasia es la de un personaje cómico, producto de la imaginación popular, pero existen hipótesis e investigaciones en las que se afirma que habría existido un Pedro Grullo real. En cualquier caso, en el habla corriente se identifica al personaje como el primer, o el más famoso, decidor de perogrulladas -tautologías retóricas-, esto es, verdades redundantes o pleonásticas del tipo «ha amanecido porque es de día».

            Así pues, sobre lo que hoy voy a reflexionar, es de Perogrullo. Pero parece ser que debe recordarse de vez en cuando para que algunos sectores, políticos o gestores, más allá de verbalizarlo como mantra oportunista y efectista, lo incorporen como elemento fundamental en su toma de decisiones.

            Con motivo de la Pandemia se está insistiendo constantemente en la necesidad de tomar decisiones única y exclusivamente basadas en evidencias científicas contrastadas y expuestas por expertos u organismos de reconocido prestigio internacional. Nada que objetar a tan loable perogrullada científica, permítaseme la expresión.

Por ejemplo, nadie, razonable, niega la oportunidad de invertir en investigación para obtener una vacuna que la ciencia determina que es el único método eficaz para acabar con la pandemia. Otra perogrullada científica.

            Nadie, salvo los negacionistas reaccionarios y sin capacidad de reflexión y pensamiento crítico, cuestionan la necesidad de adoptar medidas de protección contra el contagio, como la distancia social o el uso de la mascarilla. Nueva tautología o afirmación obvia.

            Sin embargo, no entiendo por qué en el caso de la pandemia tiene significación, sentido, coherencia y justificación tales planteamientos y, sin embargo, no se utiliza igual razonamiento para tomar decisiones en determinadas situaciones que, por otra parte, inciden de manera directa y significativa en la solución de lo que previamente se ha planteado científicamente con relación a la pandemia.

            Aunque en la primera ola de la pandemia los profesionales sanitarios en su conjunto, fueron ensalzados, vitoreados y aplaudidos por su encomiable actitud y sus valiosas aportaciones en el afrontamiento de la pandemia, la aparente recuperación de una falsa y tramposa normalidad nos condujo a la segunda ola en la que han aparecido graves carencias tanto de recursos materiales, infraestructuras como de personal, que están provocando respuestas muy deficientes a las necesidades y demandas de la ciudadanía, tanto de las derivadas directamente de la pandemia como de las que ya existían y han sido invisibilizadas por esta.

            Entre las deficiencias que, de manera más significativa, clara y evidente, quedan al descubierto aparece la de la falta de profesionales de salud, de manera muy evidente en Atención Primaria.

            Pues bien, esta evidencia no tan solo no se utiliza con la rotundidad esgrimida en otros discursos, sino que incluso se oculta o en su defecto se manipula, deforma o interpreta interesadamente.

            De tal manera que lo que parece ser una deficiencia de profesionales de diferentes disciplinas, acaba convirtiéndose exclusivamente en la falta de médicos. Y esta información se torna en un discurso machacón, permanente y reiterado tanto por parte de gestores y políticos, como de los medios de comunicación que se hacen eco del mismo de manera mimética difundiéndolo como una verdad absoluta y exclusiva.

            Pero la ciencia y las evidencias que la misma genera, por mucho que se pretendan utilizar de manera interesada, acaban por descubrir a los manipuladores y emergen como razones poderosas que desmontan los discursos que tratan de convertir en perogrulladas, lo que realmente son falsos postulados derivados de un modelo caduco en el que el medicocentrismo institucional y social, se convierte en un peligroso virus que trata de impedir el crecimiento de cualquier otra paradigma desde el que entender, afrontar y resolver problemas de salud, y no tan solo desde la enfermedad y la curación.

            Así pues, la realidad se transforma y deforma y lo que las evidencias trasladan a través de datos científicamente contrastados por revistas de alto impacto científico y por organizaciones nada sospechosas, se convierten en informaciones tendenciosas aireadas a bombo y platillo por los medios de comunicación, en las que tan solo se identifican como carencias las que hacen referencia a los médicos. De tal manera que la sociedad identifica e interioriza como único problema el déficit de dichos profesionales, ahondando en el medicocentrismo que padece tanto el Sistema Nacional de Salud como la propia sociedad que lo admite como cierto.

            Dicho lo cual, en ningún momento, quiero trasladar que no exista una falta de médicos o una necesaria mejora de las condiciones laborales y profesionales de los mismos. Pero, lo que, sí que manifiesto, justifico y defiendo es que la carencia de enfermeras y la mejora en sus condiciones de trabajo y desarrollo científico-profesional, es muy superior a la de los médicos.

            Y para que nadie pueda decir que lo que pretendo utilizar como una verdad de Perogrullo no pasa de ser una injustificada reivindicación victimista, aporto los datos que sobre ratios de enfermeras tenemos en España comparadas con las de otros muchos países y que nos sitúan en un nivel en el que resulta verdaderamente increíble que las enfermeras españolas podamos estar dando una calidad de atención y de cuidados como el que están prestando a pesar del menosprecio al que son sometidas, tanto por parte de gestores como de políticos y medios de comunicación (Figura 1).

Figura 1

             A estos datos, hay que unir las permanentes llamadas realizadas desde la OMS[1] instando a los países a que, no tan solo contraten más enfermeras, sino a que sitúen a las mismas en los puestos de responsabilidad de todas las instituciones. Así como estudios internacionales que demuestran que el número de enfermeras tituladas y bien preparadas tiene una relación directa con la morbi-mortalidad[2].

            Pues bien, ni los datos, ni las indicaciones, igualmente justificadas con evidencias, realizadas por organismos como la OMS, ni los estudios que aportan evidencias científicas rigurosas y contrastadas, surten efecto alguno en unos decisores e informadores tan mediatizados, alejados de la realidad y esclavos de determinados poderes, por todos conocidos, aunque no reconocidos, que mantienen organizaciones obsoletas, modelos caducos ineficientes e ineficaces, parcelas de poder inmovilistas e inmovilizadoras, actitudes patriarcales y paternalistas, reduccionismo profesional asistencialista, fragmentado y centrado exclusivamente en la enfermedad… mientras las necesidades de cuidados, en contextos claramente de cuidados, quedan invisibilizados, fagocitados o ignorados y los medios de comunicación, contagiados por el medicocentrismo, que contribuye, no tan solo a mantener sino a ser caja de resonancia de unos intereses corporativistas, tan casposos y alejados de la realidad, como perjudiciales para las personas, las familias y la comunidad.

            La falta de enfermeras y su justo reconocimiento no entra en colisión ni es incompatible con las demandas legítimas que puedan tener otros colectivos profesionales. Lo que no es legítimo, ni justo, ni equitativo, ni razonable, ni coherente, ni tan siquiera de sentido común, es pensar que todo pasa por mejorar las condiciones de los médicos y que lo demás es secundario o incluso innecesario. Y esa es la verdad que quieren convertir como de Perogrullo y con la que están engañando día si y día también desde tribunas políticas, despachos de gestión y espacios de medios de comunicación en una alianza perfecta que es lo que ciertamente es una verdad de Perogrullo.

            Mientras tanto el deterioro es palmario y la capacidad de planificación, gestión y resolución inexistentes. Pero, eso sí, todo depende de que haya más médicos y de que salgan mucho en los medios, no vaya a ser que a alguien se le olvide o identifique que las carencias son otras.

Al fin y al cabo, todo parece valer para hacer pasar, como verdad de Perogrullo, lo que no deja de ser un caprichoso interés corporativo y mediático. El fin justifica los medios y a los medios.

[1] https://www.who.int/publications-detail/nursing-report-2020

[2] (http://www.thelancet.com/journals/lancet/article/PIIS0140-6736%2813%2962631-8/abstract

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