EL ARTE DE ENGAÑAR Antinomia, entropía y paradoja de la representación enfermera

                                                    A Carmen Ferrer Arnedo por dar visibilidad, forma y coherencia a un intento de cambio tan necesario y no por todas/os deseado.

 

                                                 “Hay menos injusticia en que te roben en un bosque que en un lugar de asilo. Es más infame que te desvalijen quienes deben protegerte.”

Michel Eyquem de Montaigne [1]

 

Pasadas ya las fiestas de navidad, nuevo año y reyes, retomo mis reflexiones semanales en este nuevo año de 2023, que lo es por cuanto supone iniciar el calendario, pero que falta por saber si realmente nos aportará novedades reseñables o seguiremos con más de lo mismo en cuanto a inequidades, cambio climático, pobreza, violencia de género, guerra, autoritarismos y por lo tanto ausencia de cambios, es decir, un nuevo año pero el mismo daño.

Con los deseos de cambio al inicio de cada año pasa como con la voluntad de hacer dieta o ir al gimnasio tras los excesos gastronómicos, que quedan en eso, en deseos o propósitos que se desvanecen con tal rapidez que no es posible modificación alguna. Forma parte del ritual como comer turrón, beber cava o comprar lotería.

Antes de que algún/a psicólogo/a saque un nuevo síndrome de ansiedad como a los que nos tienen acostumbrados (postvacacional, post rebajas, post covid… ) en un nuevo y claro intento por patologizar cualquier esfera de la vida diaria, quiero adelantarme para reflexionar sobre lo que está afectando a las enfermeras con relación a sus representantes, que no es consecuencia de ningún desajuste físico o mental producto de la presión, el acoso o el estrés, sino tan solo resultado de la incapacidad y la acción delictiva de unos/as y la pasividad profesional de otras/os.

No es mi intención ser agorero o pesimista, por naturaleza no lo soy, pero la actualidad, los hechos, los actos, los actores y actrices que intervienen y las/os directoras/es así como guionistas que marcan la acción a desarrollar, no invitan a plantear un escenario más amable y menos propicio al desencanto. También es cierto que quienes participamos como espectadores de tan lamentables obras muchas veces no actuamos con la decisión que sería necesaria o cuanto menos deseada para tratar de cambiar o al menos exigir que se cambie, en lugar de aceptar, desde la resignación y el conformismo, lo que acontece como algo inevitable.

Me centraré tan solo en un aspecto que considero nos afecta más directamente a las enfermeras sin que ello quiera decir, en ningún caso, que el resto de acontecimientos no deban ser tenidos en cuenta o que no afecten a la salud de las personas, las familias y la comunidad y, por tanto, sean responsabilidad directa de nuestra actuación como enfermeras.

He comentado en repetidas ocasiones la importancia que para las enfermeras y para la enfermería en general tiene la identificación, valoración y reconocimiento de sus referentes profesionales, científicos, gestores, académicos, docentes o investigadores y la poca consideración que, por lo general, se tiene de las/os mismas/os por parte del conjunto de enfermeras.

Pero, más allá de estas/os referentes que lo son o deben serlo en base a sus aportaciones de liderazgo en cualquier ámbito, tenemos aquellas/os referentes que lo son de manera formal, estatutaria, legal o normativa por ser representantes de la profesión, la ciencia o la disciplina en academias, colegios, organizaciones o instituciones que como entes jurídicos regulados son los encargados de tomar decisiones que nos afectan a todas/os y que, además, están sufragados con fondos que aportamos a través de las cuotas que se establecen para su funcionamiento y desarrollo.

El año que ha concluido nos ha aportado una noticia que no por sospechada, sabida y esperada deja de ser menos demoledora. Quien durante más de 30 años ha sido el Máximo representante de las enfermeras españolas tanto a nivel nacional como internacional ha sido imputado, aunque ahora se denomine como investigado en un nuevo y patético quiebro eufemístico, por “apropiación indebida continuada” en una “conducta criminal global”, según se recoge, entre otros hechos, en el auto del juez instructor del caso en la Audiencia de Madrid[2].

Nos encontramos pues ante un dilema o contradicción entre aquello que planteo como fundamental, como es el que valoremos a nuestros representantes que por derivación debieran ser nuestros referentes, y lo que sucede ante un hecho como el que se plantea con la actitud maliciosa y delictiva de quien actúa como tal y, no lo olvidemos, de aquellos que le acompañaron y callaron durante sus 30 años de continuado saqueo como miembros de su junta de gobierno. Estamos pues ante un caso de antinomia que parece la causante de crear un conflicto o contradicción entre dos ideas o actitudes en las enfermeras españolas. Por una parte la de identificar y respetar a nuestros representantes y, por otra, posicionarse en contra de las acciones y/o decisiones que toman y les afectan. Decidiendo, en la mayoría de las ocasiones, aceptar como natural lo que parece que puede convertirse en una sentencia judicial condenatoria y que hace mucho tiempo debiera haber sido una sentencia profesional que apartara a quien los indicios apuntan que actuaba no como representante profesional sino como profesional del delito representándose a sí mismo y a sus más íntimos o leales allegados con el objetivo exclusivo de un beneficio propio alejado del interés de aquello o a aquellas/os a quienes supuestamente representaba.

Utilizando una ley física podríamos decir que su gestión consistió en una constante entropía[3] profesional entendida esta como la magnitud enfermera que mide la parte de energía no utilizable para obtener un beneficio colectivo, quedando expresado, según se desprende de los indicios recogidos por el juez, como el cociente entre el beneficio colectivo aportado por el Máximo representante y la riqueza absoluta que el mismo posee. De todo lo cual se puede deducir que las enfermeras españolas hemos estado durante más de 30 años siendo objeto de una pérdida continuada de beneficio profesional colectivo en paralelo al enriquecimiento de nuestro representante.

Por otra parte nos encontramos ante la paradoja de Russell que demuestra que la teoría original de conjuntos formulada por Cantor[4] y Frege[5] es contradictoria y que se explica de manera más cercana y entendible a través de la conocida como paradoja del barbero. Según la citada paradoja un emir se dio cuenta de que faltaban barberos en su emirato, y ordenó que los barberos tan solo afeitaran a aquellas personas que no pudieran afeitarse a sí mismos, al tiempo que obligaba a que todo el mundo estuviera correctamente afeitado para que quedase clara su autoridad. El hábil barbero As-Samet, residente de un apartado poblado del emirato  fue llamado un día  para que afeitara al emir y este le contó sus angustias:

—En mi pueblo soy el único barbero. No puedo afeitar al barbero de mi pueblo, porque soy yo, y si lo hiciese quedaría claro que puedo afeitarme por mí mismo, por lo tanto ¡no debo afeitarme! pues desobedecería vuestra orden. Pero, si por el contrario no me afeito, entonces algún barbero debería afeitarme, ¡pero como yo soy el único barbero de allí!, no puedo hacerlo y también así desobedecería a vos mi señor, oh emir de los creyentes, ¡que Allah os tenga en su gloria!

Y esta puede ser la justificación utilizada por el emir, Máximo representante de las enfermeras españolas en su emirato particular. Como enfermero debiera ser quien velara, trabajara y se implicara en el beneficio de todas las enfermeras, pero interpretó que hacerlo sería contradecir la teoría de conjuntos según la cual él formaría parte del citado colectivo al que representaba. Y por ello decidió beneficiarse a él exclusivamente y a quienes estando fuera del conjunto de enfermeras formasen parte de su propio conjunto familiar o íntimo. Una forma como otra cualquiera de justificar matemáticamente el sistemático engaño realizado. O lo que es lo mismo, cómo distraer la atención de lo trascendente para que parezca que da respuesta a lo importante, cuando realmente no lo hace, convirtiendo el engaño en un arte.

Pero en todo este conglomerado de teorías termodinámicas, paradojas y contradicciones se incorpora una nueva variable que hace aún más complejo si cabe entender lo que ha sucedido, sigue sucediendo y a dónde nos ha conducido.

Porque más allá de quien actuó con total impunidad alterando el uso del capital que se le encomendaba para que lo utilizase con eficacia y eficiencia, durante los 30 años en los que urdió su plan, estuvo acompañado por una serie de personas que, formando parte de su equipo, no tan solo le acompañaron sino que le jalearon, obedecieron, protegieron y defendieron de manera totalmente fiel y constante, sin que en ningún momento denunciasen, informasen o se apartasen de tan graves hechos hasta que se retiró como Máximo representante, asumiendo el papel de tontos útiles. Tan solo entonces y una vez liberados de la aparente autocracia[6] por él impuesta, quienes fueron fieles compañeras/os de viaje y valedoras/os de su gestión, decidieron denunciar a quien hasta entonces había sido su líder, guía y referente indiscutible, argumentando que lo hacían para defender el interés colectivo de las enfermeras al enterarse, de repente, de las acciones de quien fue su jefe, santo y seña. Recuerda esta forma de actuar a la que mantuvo la entonces ministra de sanidad Ana Mato cuando negó saber cómo había llegado al garaje de su vivienda un  coche Jaguar aparcado en el mismo, argumentando que pertenecería a su marido y que ella nada sabía al respecto a pesar de la convivencia y parece que también connivencia que, al menos en aquel entonces, existía entre ambos como matrimonio que compartían la misma residencia en la que apareció el citado vehículo de alta gama. Como suele suceder, se enteró por los medios de comunicación.

Lo cual incorpora una nueva y lamentable afronta hacia las enfermeras. Porque ya no solo se trata de que se nos haya estado manipulando sistemáticamente, que se nos haya negado una eficaz y eficiente representación profesional que defendiera nuestros intereses, que se actuara con actitudes mafiosas e intimidatorias hacia toda aquella persona que osara contradecir lo que mandase el Máximo representante profesional, es que además de esto y más, que ahora ya no tan solo es una sospecha conocida por todas/os sino que es un claro indicio delictivo, se nos trata de imbéciles al pretender hacernos creer que durante más de 30 años nadie de quienes acompañaron al Máximo representante, no tan solo no sabían nada sino que ni tan siquiera sospechaban nada a pesar de las voces que constantemente apuntaban a ello y que se acallaban comprando voluntades o atacando a quienes no se dejaban comprar. Denuncian ahora, en un intento desesperado por defenderse a ellos mismos, lo que han escondido, callado, maquillado, compartido… como cómplices necesarios e indiscutibles del delito que ahora tratan de imputar siguiendo la regla futbolística de que no hay mejor ataque que una buena defensa. Lo que pasa es que, en esta ocasión, la defensa es más un intento desesperado por evitar ser identificados como parte del saqueo que una forma lícita de demostrar su inocencia que ya ha quedado sobradamente demostrado resulta imposible hacer creer. Porque finalmente, tanto peca el que roba en la huerta, como el que queda a la puerta.

Mientras todo esto sucedía y sucede, posiblemente como efecto de la anestesia en la que hemos quedado  atrapadas, las enfermeras vemos con absoluta indiferencia, salpicada de cierta indignación que la disimule, los efectos de tanto ataque a la dignidad profesional colectiva. Probablemente también como una forma de esquivar la responsabilidad de falta de implicación y compromiso para tratar de cambiar la situación que se contemplaba como inevitable cuando no natural, tal como sucede con la corrupción política que hace que se perpetúen las conductas y se elimine el asombro y la indignación hacia las mismas. Todo ello mientras el silencio más absoluto es la única respuesta a múltiples problemas profesionales de visibilidad, respeto, competencias, desarrollo… que son sistemáticamente ignorados por quienes debieran liderar la defensa de su solución como máximos representantes oficiales del conjunto de las enfermeras.

El exacerbado individualismo de nuestra sociedad también contribuye de manera significativa al devenir de este tipo de actuaciones, lo que limita en gran medida a que las acciones de algunas enfermeras por tratar de cambiar las cosas queden finalmente en lo que Juan José Millás denomina grumos de solidaridad, que no son capaces de disolverse en el conjunto para impregnarlo de la misma, tendiendo a ignorarlos, cuando no apartarlos o eliminarlos. Esto explica, en gran medida, que la participación colectiva para producir el cambio sea exigua o anecdótica como ha sucedido, por ejemplo, en la reciente elección de Junta de Gobierno del Colegio de Enfermería de Córdoba o la del Colegio de Madrid, con unas tasas de participación que no llegaron en ningún caso al 20% del censo electoral. Y aunque el cambio se produjo en la primera de las elecciones, el apoyo obtenido es tan débil que, en sí mismo, ya es una clara muestra del escaso interés del conjunto de las enfermeras por propiciar el cambio de unas organizaciones tan necesarias como devaluadas.

Por su parte, las/os responsables políticas/os tan solo identifican su representatividad como una obligación de convocatoria forzada marcada por la ley, pero sin que su opinión, cuando raramente la tienen y la exponen de manera razonada, sea tenida en cuenta ni tan siquiera como opción. Simplemente se obvia. Es lo que podemos denominar como representación oficial inútil. Todo lo cual acaba traduciéndose en una imagen cada vez más deteriorada de las enfermeras aunque se trate de maquillar con apelativos de heroicidad que tan solo sirven para callar bocas y dilatar sine die decisiones trascendentales. La tormenta perfecta para el desastre total.

Sin embargo también es cierto que encontramos algunos hechos esperanzadores como los que se produjeron en las recientes elecciones al Consejo General de Enfermería de España en las que, a pesar de ganar la candidatura continuista y sospechosamente delictiva, lo hizo con una diferencia con la candidatura opositora que hacía más de 30 años que no se producía, todo ello a pesar de hacerlo con indudable diferencia de fuerzas, recursos y estratagemas. Aunque, lamentablemente, ganó el oscurantismo, lo hizo viendo la luz que existe al final del tenebroso túnel en el que nos introdujeron hace más de 30 años, lo que sin duda les pone nerviosos y alerta ante la posibilidad de perder el poder, que no el respeto que hace tanto decidieron no merecía la pena que se les tuviese. Al fin y al cabo el poder absoluto les ha resultado muy rentable. Casi tanto como lo ruinoso que profesionalmente nos ha supuesto al conjunto de las enfermeras.

Ya sabemos la lentitud de la justicia y la manera en que la misma se ajusta a los recursos disponibles de las partes para que actúe en función de los mismos, pero son tantos y tan graves los hechos que resultaría muy sospechoso que finalmente no hubiese una sentencia clara de acusación que, al menos, situase como referente delictivo a quienes han figurado serlo del conjunto de enfermeras españolas.

Pero no podemos ni debemos esperar a que haya sentencia. Nosotras tenemos la obligación ética de actuar, en paralelo que no en sustitución de la justicia, aislando a los infractores y a quienes se han dedicado a anteponer sus intereses personales a los profesionales. Tenemos que acudir mayoritariamente a votar las candidaturas que propician el cambio desde la transparencia, el rigor, el compromiso y la implicación por la dignidad de las enfermeras en todos aquellos colegios, organizaciones o instituciones en los que aún siguen existiendo sucursales de apoyo a los sospechosos, convirtiéndoles en cómplices de sus tropelías, no se sabe bien aunque se intuya, en base a qué tipo de favores. Tan solo haciéndolo estaremos en disposición de exigir los resultados que se desean y esperan. La democracia, la equidad, la libertad, el respeto… también se defienden desde las instituciones profesionales. No implicarse en su vigilancia para que se garanticen es tanto como renunciar a los mismos con lo que ello significa.

El tiempo de los malos está finalizando. Pero debemos contribuir colectivamente para que ese tiempo sea lo más corto posible y que quienes asuman el reto del cambio lo hagan con el compromiso de la transparencia y de la rendición de cuentas, para que los intereses de todas las enfermeras no tan solo se respeten, sino que se defiendan.

No caigamos en el consuelo que nos dicta Lorenzo Silva[7] cuando dice que “como sabemos que no hay forma de acabar con el mal, nos consolamos desactivando a sus elementos más lerdos. Quizás no es mucho, ni es lo mejor. Pero algo es algo”, porque hacerlo nos convertiría a nosotras/os mismas/os en lerdas/os, y no lo somos.

[1]Filósofoescritorhumanista y moralista francés del Renacimiento (1533-1592).

[2] https://www.elmundo.es/espana/2023/01/01/63a994a9e4d4d842128b457b.html

[3]  Magnitud termodinámica que mide la parte de energía no utilizable para realizar trabajo y que se expresa como el cociente entre el calor cedido por un cuerpo y su temperatura absoluta.

[4] Matemático nacido en Rusia, aunque nacionalizado alemán, y de ascendencia austríaca y judía. Fue inventor con Dedekind de la teoría de conjuntos

[5] Matemático, lógico y filósofo alemán. Se le considera el padre de la lógica matemática y de la filosofía analítica.

[6] Régimen político en el que una sola persona gobierna sin someterse a ningún tipo de limitación y con la facultad de promulgar y modificar leyes a su voluntad.

[7] Escritor español conocido por sus novelas policíacas (1966).