NECESIDADES ¿DE QUIÉN, PARA QUIÉN Y PARA QUÉ?

“Pero una necesidad que está satisfecha, deja de ser una necesidad»

«Motivación y personalidad»(1954)

Abraham Maslow [1]

           

Mi reflexión semanal la inicio en esta ocasión al hilo de la noticia que ha aparecido en diferentes medios de comunicación sobre el impulso que la Generalitat de Catalunya pretende dar a la propuesta realizada por el jefe de cardiología pediátrica del Hospital Vall d’Hebron de Barcelona, para que se realicen electrocardiogramas a todos los menores de la citada comunidad autónoma con el fin, según el proponente, de identificar problemas graves o no tan graves en niños entre 8 a 12 años[2].

Esta iniciativa me plantea serias dudas sobre la oportunidad y utilidad, en términos de salud real, de lo que, por otra parte, considero más una estrategia con intereses que van más allá de la identificación de problemas que afectan a una parte muy reducida de la población infantil y sospecho puedan estar más relacionados con el descenso evidente de la demanda de atención pediátrica tanto hospitalaria como extrahospitalaria que pone en riesgo determinadas inversiones y crecimiento en sus servicios, unidades o centros, alejando además el foco de interés hacia ellos, tanto de la clase médica como de la política y la propia sociedad.

Estas dudas, son tan solo una sospecha ya que no cuento ni con los datos ni las evidencias que permitan justificarlas. Por otra parte, no se ha hecho público, más allá de las hipotéticas ventajas que refiere el citado profesional en sus declaraciones, el impacto de la medida, ni en la salud, ni en la organización, ni en la sociedad en su conjunto. En cualquier caso, entiendo, que deben existir evidencias científicas potentes que hayan servido para convencer a los responsables de la Generalitat para su puesta en marcha y que no se trate tan solo de una concesión sin justificación real.

Pero más allá de lo apuntado hay otras cuestiones que considero no pueden quedar sin respuesta y que me temo no han sido valorados en su justa medida. No porque no sean relevantes, sino porque no son oportunas, convenientes o adecuadas para el desarrollo de la iniciativa y los intereses derivados de la misma.

Sin conocer los detalles de la planificación, que supongo existirá, sospecho, por razones operativas fundamentalmente, que la realización de estas pruebas se pretende sean realizadas en el ámbito de la Atención Primaria por parte de enfermeras comunitarias. Y esto, sí que me plantea serias dudas, además de un desacuerdo absoluto.

En primer lugar haría falta saber si para esta propuesta se ha contado previamente con los profesionales de Atención Primaria en general y con las enfermeras en particular o, como sospecho, ha sido realizada de manera unilateral por parte del citado Jefe de Servicio con la connivencia de determinados responsables sanitarios para ser trasladada como hechos consumados para ser realizada por las enfermeras comunitarias, como se ha hecho, en otras tantas ocasiones, en el el modelo hospitalcentrista, asistencialista y medicalizado que impregna nuestros sistemas de salud.

En una Atención Primaria, que estamos cansados de escuchar (sin ir más lejos en el último barómetro sanitario del CIS)[3], está saturada y no cumple con aquello que de ella se espera en cuanto a atención a las personas, las familias y la comunidad desde una perspectiva salutogénica y de promoción de la salud, se trata de incorporar un nuevo elemento de sobrecarga asistencial a través de una técnica que, mucho me temo, en ningún caso supondrá un aumento de enfermeras para su realización, ni de especialistas médicos que realicen una lectura de las citadas pruebas para emitir el informe correspondiente que permita descartar anomalías o detectarlas y proceder a su derivación a quien corresponda para su seguimiento correspondiente, tal como ya ha sucedido en otros planteamientos de cribado en los que se generó un colapso de los servicios y un retraso en los resultados de las pruebas que invalidaban el proyecto en su conjunto.

Pero más allá de esto el hecho de que, desde el Hospital, se siga utilizando la Atención Primaria como un recurso propio para sus iniciativas, propuestas o caprichos, resulta absolutamente inaceptable, aunque está claro que no piensan lo mismo ni los proponentes ni quienes lo autorizan con tanta alegría como falta de coherencia.

Este uso subsidiario realizado y admitido supone una clara suboptimización de la Atención Primaria como recurso tanto del sistema de salud como de la comunidad haciendo que su capacidad de trabajo comunitario se vea permanentemente acotado o reducido a la mera anécdota para poder dar respuesta a las demandas asistencialistas provenientes del Hospital o de quienes lo gestionan desde sus respectivos espacios de poder clínico. Además, la presión de la técnica desplaza sistemáticamente a los cuidados que quedan desdibujados cuando no invisibilizados por imposición médica.

Sería razonable, además de coherente, eficaz e incluso posiblemente eficiente, que quien realizara propuestas como la aludida asumiese en su totalidad la ejecución de las mismas, es decir, que fuesen profesionales del hospital quienes realizasen las actividades derivadas de las mismas o, cuanto menos, que se llegase a consensos tanto en las fases de planificación como de implementación, ejecución y desarrollo.

Por otra parte, hace falta aclarar si esta y otras propuestas similares realmente son costo – efectivas, no desde la perspectiva económica sino de resultados en salud, así como si el coste de oportunidades, también en salud, sustentan este tipo de iniciativas. Porque dedicar recursos económicos, de personal, de tiempo, de materiales o infraestructuras, supone tener que renunciar a invertirlos en otras necesidades o demandas que, si no se han tenido en cuenta y no se han priorizado, se corre el riesgo de dar respuestas fallidas y dejar descubiertas necesidades sentidas muy importantes de la población. Teniendo en cuenta que los recursos son finitos, aunque se trate de salud, resulta imprescindible tener en cuenta cuales deben ser las elecciones y las decisiones que determinen la puesta en marcha de intervenciones, programas, protocolos, proyectos… por muy novedosos y aparentemente importantes que puedan resultar, o plantear por parte de sus proponentes. Lo contrario supone una ocurrencia que no tan solo no obedece, en muchas ocasiones, a evidencias, sino que además altera gravemente la gestión de los recursos de todo tipo para que puedan responder eficaz y eficientemente a las necesidades de salud de las personas, las familias y la comunidad y al uso racional y razonado de los recursos disponibles.

Seguir manteniendo un modelo centrado en el enfoque tradicional, obsesionado por la evaluación de las necesidades y los déficits dentro de las comunidades, en contra de una nueva focalización y movilización de fortalezas o activos locales y mapeos de activos para la salud, valorando el talento, los recursos o bienes de las personas, las familias y la comunidad para responder a sus necesidades sentidas en lugar de a las percibidas por los profesionales, por muy importante que sea su cargo o posición, nos lleva a planteamientos tan efectistas como poco realistas como los que se realizan desde un orden de prioridades tan alejado de la comunidad a la que hipotéticamente se pretende beneficiar como cercano a las personales o profesionales a las que tantas veces obedecen las mismas.

Es necesario que la comunidad identifique y entienda el centro de salud de referencia, desde la perspectiva de ser un recurso importante para la salud comunitaria, y no como el único existente y útil de dicha comunidad. El modelo salutogénico en el que la promoción de la salud se orienta a aquello que es favorable y positivo para la salud de las personas, las familias y las comunidades y que ellas pueden realizar por sí mismas, supera la obsesión por la prevención conducente a la medicalización y al consumismo como objetivo en la vida; conocida como prevención consumista. Partiendo del pensamiento tradicional de enfermedad, que no de la salud o de la salud como ausencia de enfermedad, que caracteriza al modelo patogénico en el que se basan y desarrollan los sistemas de salud, debería hacernos reflexionar sobre cuáles son las necesidades sentidas para lograr vivir mejor. Así, cualquier alternativa a este tipo de pensamiento tradicional nos obliga a pensar si logramos configurar la forma de vivir autónoma, solidaria y feliz que planteaba Jordi Gol[4] como premisa de partida para comprender las capacidades de las personas, las familias y la comunidad en su logro y no a través de permanentes tutelas preventivistas de dudosa eficacia final para alcanzarlo.

Pero más allá de lo hasta ahora planteado, resulta imprescindible también reflexionar y analizar el por qué ante propuestas como estas las gestoras enfermeras, y en espacial las de Atención Primaria, no llevan a cabo una respuesta razonada y contundente contra lo que sin duda supone un grave problema para desarrollar las competencias de cuidados que, como enfermeras comunitarias, deberían ser prioritarias y que, entre otras, pasan por llevar a cabo intervenciones de promoción de la salud, educación para la salud, alfabetización en salud y empoderamiento de la población… que permanentemente son minimizadas o directamente anuladas para dar respuesta a las demandas de otros profesionales que ni tan siquiera forman parte de los equipos en las que están integradas. Asumir, sin más, iniciativas como la expuesta que supone claramente una injerencia en la toma de decisiones de quienes, al menos teóricamente, son las máximas responsables de la gestión de cuidados, supone asumir la subsidiariedad de sus decisiones en beneficio de quien propone alternativas que van en contra de lo que representa, no tan solo la acción enfermera sino la de un modelo que queda supeditado a lo que se decida y determine desde el hospital.

Resulta igualmente contraproducente que las enfermeras comunitarias, por su parte, asuman sin rechistar la realización de actividades y tareas, volviendo a tiempos pretéritos, derivadas de decisiones que suponen una clara barrera al desempeño de sus competencias específicas, y autónomas. Hacerlo tan solo se puede entender, o bien, como una evidente muestra de conformismo y de falta de compromiso e implicación con la población a la que se atiende, con lo que supone de dejación de responsabilidad y cumplimiento del código ético enfermero al no responder con lo que de ellas se espera, o bien una manifiesta voluntad de renunciar a la identidad enfermera al acatar cualquier planteamiento que se traslade, aunque el mismo suponga ir en contra de lo que representa ser enfermera comunitaria posicionándose en una zona de confort en la que no tienen que confrontar ni replicar nada ni a nadie con tal de “no tener problemas”. Mejor obedecer y mantener silencio que responder y tener que razonar para convencer sobre aquello que debiera ser su seña de identidad y de compromiso profesional y de respuesta a la población a la que se debe.

Por último, pero no por ello menos importante, hay que destacar las expectativas, cuando no las alarmas que este tipo de propuestas pueden generar en la población a la que, en principio, van dirigidas las mismas, pero que lamentablemente es la última en ser adecuadamente informada y formada sobre ellas, esperando tan solo que sea solícita y acuda cuando se le requiera para cumplir con los criterios que unos han planteado como prioritarios y otros han asumido como ciertos. Los resultados que del programa se obtengan pasarán, como tantos otros, a ser un misterio para la población a la que se destina y se utiliza como receptora pasiva del mismo, no llegando a saber nunca por qué y para qué es importante aquello que se les realiza y qué beneficio, en salud, obtienen con su participación cautiva. Todo ello conduce a situaciones definidas por algunos autores como salud persecutoria en relación a  las actuales precariedades en los excesos de la prevención en salud, o sea la hiperprevención generada por la dimensión cada vez más persecutoria de las estrategias vigentes de promoción y prevención en las actuales prácticas de salud centradas en la idea y obsesión de conocer el futuro para prevenirse de las muchas amenazas que parecen acecharnos, cuando es sabido que no son previsibles[5].

Las enfermeras comunitarias que atienden a personas, familias y comunidades y trabajan junto a ellas tienen el reto y las competencias para comprender y determinar dónde están los elementos positivos en las personas y en los contextos en los que desarrollan su actividad. Es necesario, por tanto, incorporar métodos que permitan identificar dónde están los factores positivos de la familia y la comunidad en la que viven estas personas, y colocar como alternativa a la sempiterna pregunta ¿de qué enferman y mueren?, otras preguntas como: ¿de qué y cómo viven las personas de mi comunidad? o ¿qué beneficia a nuestra comunidad? ¿qué activos para la salud o recursos identifican? ¿qué posibilidades/habilidades de autogestión, autodeterminación, autonomía y autocuidado tienen o pueden adquirir? No hacerlo deja lugar a que los espacios se rellenen de alternativas clínicas, tecnologicas, medicalizadas, paternalistas, asistencialistas…

Al hablar de acción comunitaria esta debe concebirse de manera amplia y abierta a las diferentes realidades existentes en los contextos en que se producen. Teniendo en cuenta que en los mismos también es preciso identificar aquellas dinámicas de segmentación y aislamiento social, que en muchas ocasiones se potencian por efecto de las intervenciones profesionales en las que basan sus actuaciones (niños, tercera edad, jóvenes, migrantes, mujeres, etc.). Sin duda una atención adaptada a las diferencias existentes resulta importante, pero teniendo en cuenta que en muchas ocasiones provoca fragmentación y debilitamiento de los vínculos y con ello de las capacidades de la población para afrontar problemas de salud no identificados de inicio y que pueden poner en peligro la salud individual y colectiva además de convertirse en motivo de una demanda insatisfecha y una utilización inadecuada de recursos[6].

Si deseamos que algo cambie y que nuestra aportación enfermera contribuya a la salud comunitaria, se requiere un compromiso firme y decidido, además de una formación permanente que nos permita ser rigurosas en los planteamientos de respuesta. De no hacerlo estaremos permanentemente supeditadas a lo que otros decidan, siendo meras y solícitas ejecutoras de sus propuestas contribuyendo a su honor y gloria, que por supuesto no comparten.

[1] Psicólogo estadounidense conocido como uno de los fundadores y principales exponentes de la psicología humanista (1908-1970)

[2] https://elpais.com/espana/catalunya/2023-09-17/la-generalitat-impulsa-un-plan-para-realizar-electrocardiogramas-a-todos-los-ninos-catalanes.html

[3] https://www.sanidad.gob.es/estadEstudios/estadisticas/BarometroSanitario/home_BS.htm

[4] Borrell-Carrió F.Médico de personas. J. Gol i Gurina, 1924-1985, in memoriam. Aten Primaria. 2005;35(7):339-41

 

[5] Castiel, LD. Alvarez-Drdet, C.Rev. Saúde Pública 41 (3)•Jun 2007•https://doi.org/10.1590/S0034-89102006005000029